SALUDO |
Dios te salve, María, llena eres de dolores; Jesús crucificado está contigo; digna eres de llorada y compadecida entre todas las mujeres, y digno es de ser llorado y compadecido Jesús, fruto bendito de tu vientre. Santa María, Madre del Crucificado, da lágrimas a nosotros crucificadores de tu Hijo, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Señora y Madre nuestra, Señora de los Dolores, la Virgen, como cariñosamente le llama su Hermandad, mi Hermandad, de la que hoy soy un servidor más; y por ello, me sumo a la gran devoción de este pueblo como un Velezano más, vengo cargado de emociones, a postrarme ante ti y a pedir aliento, bajo tu manto protector, a Tí, siempre Amada, que estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús, ofreciendo tu Hijo al Padre para la redención del mundo. Lo perdías, en cierto sentido, porque Él tenía que estar en las cosas del Padre, pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el Amigo que da la vida por sus amigos. María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: "Ahí tienes a tu hijo", "ahí tienes a tu Madre". ¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre a nuestra casa, a todas las moradas de esta comarca Velezana en el que habitan gentes sencillas de latidos verdaderos que es lo que vale, porque nuestro sagrario es sobre todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima. Dame tu mano, Señora de los Dolores, clávame tus siete espadas en esta carne baldía. Quiero ir contigo en la impía tarde negra y amarilla. Aquí, en mi torpe mejilla, quiero ver si se retrata esa lividez de plata, esa lágrima que brilla. ¿Dónde está ya el mediodía luminoso en que Gabriel, desde el marco del dintel, te saludó: "Ave, María". Virgen ya de la agonía, tu Hijo es el que cruza ahí. Déjame hacer junto a ti este augusto itinerario. Para ir al monte Calvario cítame en Getsemaní. A ti doncella graciosa, hoy maestra de dolores, playa de los pecadores, nido en que el alma reposa, a ti te ofrezco, pulcra rosa, las palabras de un humilde pregonero que ha venido a visitarte a Vélez Rubio, con los bolsillos repletos de poemas y las lágrimas dispuestas a fundirse con el pueblo que te alaba. A ti, celestial princesa, Virgen sagrada María, ofrezco mi voz que es la voz del alma, la voz del verso, la voz de la oración. Ella,
Nuestra
Señora de los Dolores, del
linaje de David, la
afligida por el amargo dolor, de
ver a su hijo en la Cruz, nos
mira con gozosa emoción. ¡Miradla,
no os canséis de miradla!. Sabed,
Velezanos
que vais en procesión, y
que también lloráis como la Madre, por
tantas tristezas que nos vienen, como
lo estuvo con su Hijo, crucificado
para lavar los pecados del mundo, y
antes que seguir llorando hemos de alabar su fuerza, modelo
para todos los fieles, y
estar alegres en la agonía, porque la luz siempre llega. Nuestra
Señora de los Dolores, modelo
de fe vivida, nos
conduce a la Verdad y
nos aparta de las seducciones de este mundo. Ella
nos muestra una superior belleza, atmósfera
en la cual hallamos la paz, sólo
hay que hacer silencio y escuchar sus lágrimas. PREGÓN Muy Reverendo Señor Párroco y Consiliario de esta Hermandad, don Domingo Fernández Navarrete. Excelentísimo Sr. Alcalde don Miguel Martínez-Carlón Manchón y demás Regidores del Pueblo de Vélez Rubio. Señora Mayordoma de la Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Señor Mayordomo y Junta Directiva de la Tradicional Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores. Señor Mayordomo de la Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón y de los Afligidos. Representante del Señor de la Sangre, Excelentísimos y Queridísimos cofrades y sus dignísimas representaciones. Admirado maestro del bien hacer y decir, don Miguel Carrascosa Salas, por haberme presentado ante ustedes como sólo los amigos de verdad saben hacerlo. Realmente no tengo palabras de gratitud para agradecer tan alto honor, que no es otro que la admiración y el cariño de un discípulo hacia un gran escritor, hacia un gran cristiano, hacia un gran hombre de la palabra honda y bella. Dignísima Agrupación Musical Velezana, dirigida magistralmente por don Antonio Manzanera López. Amado pueblo de Vélez Rubio, amadísimas gentes que hoy me recibís en este marco incomparable. Paz y Bien para todos. Somos caminantes hacia la casa del Padre, por ello, este tiempo de cuaresma que vivimos, está pensado para intensificar ese aspecto de la vida que exige superación, esfuerzo, reconstrucción, purificación, transformación. Imágenes de la cuaresma son el camino, la soledad, la prueba, la austeridad, el desprendimiento, la oración, el ayuno... Y todo ello para facilitar el encuentro transformador y transfigurador con Dios a través de Jesucristo, el auténtico cuaresmal. Para ello, la Iglesia católica a la que pertenecemos, nos propone recorrer durante la cuaresma el camino de la propia conversión. Todos los días del año y especialmente en estos días de cuaresma, Cristo nos interpela desde los acontecimientos, desde nuestra propia conciencia, desde la vida cotidiana, desde la Palabra de Dios, desde los hombres, nuestros hermanos: "¡Convertíos! ¡Haced penitencia! ¡Cambiad de vida! Está cerca el Reino de Dios".
Y en ese reino, en el que
vive el universo de la poesía que tanto me afana y me desvela, subrayo
como guía la frase propuesta por el Santo Padre, Juan Pablo II, la de los Hechos de los Apóstoles: “Hay mayor felicidad en
dar que en recibir” . No se trata de un simple llamamiento moral,
ni de un mandato que llega al hombre desde fuera. La inclinación a dar
está radicada en lo más hondo del corazón humano: toda persona siente
el deseo de ponerse en contacto con los otros, y se realiza plenamente
cuando se da libremente a los demás. En consecuencia, desde ese don que
es el cultivo de la poesía, traslado mi donación en verso, que brota
en mi como un manantial cristalino. Vivir
la cuaresma es hacer silencio y
citarse con soledad, revivir y
hacer penitencia, ¡darse!. Darse
a los demás, renacer
en transparencia, resucitar
la inocencia, tomar
conciencia y pedir perdón. Sólo
así se puede encontrar la paz y
reencontrar la luz, que
la cuaresma es tránsito de
las sombras al asombro. Porque
la conversión es
entrar en uno mismo, como
el aire penetra en el mar; hallarse
como en el cielo, bajo
una luna creciente, y
sobre un naciente sol, que
haga brotar el amor. ¡El
amor de amar Amor!. La imagen titular, Ntra. Sra. de los Dolores, pletórica de una especial belleza y sentimiento, mueve y conmueve al pueblo de Vélez Rubio, a los cofrades de esta Iglesia viva, que le confiere a las personas que forman parte de ella, y así me consta, un gran respeto y una gran responsabilidad, frente a una sociedad secularizada, y en algunos casos, también hostil. Me satisface sobremanera vuestro compromiso que desde hoy también es el mío, puesto que toda oración personal o comunitaria, celebración litúrgica, manifestación de piedad popular que se desentienda del compromiso de crear los cielos nuevos y la tierra nueva, no solamente es vacía, sino que es un sacrilegio, porque la verdadera conversión que Dios quiere es "abrir las prisiones injustas, compartir tu pan con el hambriento, albergar a los pobres sin techo y no cerrarte a tu propia carne, es decir, cuidar a tu prójimo. Dejadme que os diga, admirados cofrades, ¿Puede uno ir bien tranquilo o hasta emocionado debajo de un paso de Cristo Crucificado, o acompañando a la Virgen en los momentos de su soledad, angustia y dolor, sin solidarizarse con los crucificados que hay en tantas cruces de miseria, hambre y abandono?. ¿Puede caber ante todo esto la indiferencia o el pasotismo? Ante esta situación, como personas de este tiempo y más como cristianos comprometidos, como cofrades, estamos obligados a tomar conciencia de la situación de tantos hermanos, y de sensibilizarnos ante este magno problema. Nos queda nuestra solidaridad al dar y nuestro empeño en denunciar. Porque
la época que vivimos está
influenciada, lamentablemente, -como nos advierte Juan Pablo II en
su Mensaje para la Cuaresma- por
una mentalidad particularmente sensible a las tentaciones del egoísmo,
siempre dispuesto a resurgir en el ánimo humano. Tanto en el ámbito
social, como en el de los medios de comunicación, la persona está a
menudo acosada por mensajes que insistente, abierta o solapadamente,
exaltan la cultura de lo efímero y lo hedonístico. Aun cuando no falta
una atención a los otros en las calamidades ambientales, las guerras u
otras emergencias, generalmente no es fácil desarrollar una cultura de
la solidaridad. El espíritu del mundo altera la tendencia interior a
darse a los demás desinteresadamente, e impulsa a satisfacer los
propios intereses particulares. Se incentiva cada vez más el deseo de
acumular bienes. Sin duda, es natural y justo que cada uno, a través
del empleo de sus cualidades personales y del propio trabajo, se
esfuerce por conseguir aquello que necesita para vivir, pero el afán
desmedido de posesión impide a la criatura humana abrirse al Creador y
a sus semejantes. ¡Cómo son válidas en toda época las palabras de
Pablo a Timoteo: “el afán de dinero es, en efecto, la raíz
de todos los males, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron
en la fe y se atormentaron con muchos dolores”, (1 Tm 6,10). La explotación del hombre, la indiferencia por el
sufrimiento ajeno, la violación de las normas morales, son sólo
algunos de los frutos del ansia de lucro. Frente al triste espectáculo
de la pobreza permanente que afecta a gran parte de la población
mundial, ¿cómo no reconocer que la búsqueda de ganancias a toda costa
y la falta de una activa y responsable atención al bien común llevan a
concentrar en manos de unos pocos gran cantidad de recursos, mientras
que el resto de la humanidad sufre la miseria y el abandono? . Quisiera
que estos interrogantes los planteasen interiormente, junto a Nuestra Señora
de los Dolores, a quien imploro su ayuda en estos momentos tan difíciles
que estamos viviendo. Habría
que promover el
culto a la palabra, y
mover los corazones desde
el surtidor del verso, dialogar
más y chillar menos, entonar
saetas y tonificar tonos, comprender
y aprender a
reemprender caminos de luz como
verdaderos cofrades, hermanados
en la Hermandad. Si
hemos de gritar que
sea para defender el
derecho a una existencia digna,
el derecho a
poblar caminos de amor y
a repoblar soledades. Que
el encuentro con la diversidad no
es adversidad, sino reencuentro de
latidos abrazados por la vida. Si
hemos de estar con alguien, Hermanos
Cofrades de
Nuestra Señora de los Dolores, que
sea con los sufren. Seamos
portavoces de
los que no tienen voz. Seamos
poetas de
los que no tienen poesía. Seamos
horizonte de
los que no tienen futuro. Seamos
el abrazo de
los que viven el rechazo. Seamos,
en el ser, cofrades
que se donan, y
veréis que hay mayor felicidad en
dar que en recibir, en
donarse que en envidiarse, en
amarse que en odiarse, que
los talentos conllevan el talante de servir, porque
no somos dueños de nada, sólo
humildes administradores, que
hemos de poner en alza, el
valor de las cosas sencillas, el
valor de las cosas bellas, y
en baja a don dinero, que
todo lo corrompe, y
lo rompe hasta arramblar con la rima que
rima con el rime de la
verdad. Pregonar la Semana Santa de la Tradicional Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores, desde este marco íntimo y eclesial, de la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, de aspecto sólido y bien cuidado, declarada Monumento Histórico Nacional en 1981, ha sido algo que me ha conmocionado desde que recibí la primera noticia de manos de don Miguel Carrascosa Salas. Luego, al conocer a sus cofrades y a su Junta Directiva, y hoy al verles a ustedes tan cercanos a mi, me siento realmente feliz y radiante de versos hacia la Madre y hacia este pueblo de singular paisaje, con un casco histórico – artístico admirable, que se solemniza aún más si cabe con el carácter amable de los velezanos. También se de vuestro fervor y gozo por la Semana Santa, al que le dais un testimonio de fe transparente y convincente. Hemos de seguir en esa línea de inmersión en el alma, a pesar del proceso secular de la vida. La historia de la pasión y muerte de Jesús nos conmueve y yo alabo vuestro entusiasmo, frente a esa otra modernidad que quiere desplazar el recuerdo vivo de Cristo en el Calvario y las lágrimas de Nuestra Señora de los Dolores, que hoy nos mira de una forma muy especial desde su templo, por el descanso despreocupado. Hoy tenemos más motivos que nunca para orar en comunión, puesto que el anhelo de paz ante un mundo desgarrado en sus mismos cimientos, debe hacernos reflexionar. Somos
hijos de la tierra, y
de la misma tierra herederos; somos
hijos de la vida, y
de la misma vida verso. Herederos
de una misma luz, aunque
el hombre cierre puertas y
levante asombrosas tapias, que
nos impidan vernos y besarnos. Descendientes
de un mismo cielo, y
ascendientes de un misma vía, la
de ser peregrinos hacia lo eterno, la
de ser marineros hacia el cosmos. Hermanemos
esta tierra, que
es de todos y de nadie: De
todos porque es donación, y
de nadie porque es del Creador. En
la morada hemos de acoger y
recoger a los últimos, a
los que nada tienen, y
lo tienen todo; no
importa el color y sí el calor, porque
tienen la energía de ser, que
es lo más níveo y noble. Clamo
por una tierra a
golpe de latido y no de látigos. Reclamo
la sonrisa en el llanto, la
mano tendida en el pobre, la
aurora luminosa en la noche, la
fuerza del amor en el camino. Y
todo ello por conciencia, conciencia
a una existencia, a
una existencia más humana, más
humana y hermana, más
hermana de darse la mano. Porque
darse la mano entre personas, es
como entregar el corazón a
cambio de nada, sin
esperar otra respuesta, que
la respuesta de la tierra, repuesta
en poesía, puesta en amor. Demando,
pues, mejor savia para
el inmigrante amigo, que
es amigo y no enemigo. Pido
desterrar mazazos y amenazas, no
es un invasor que nos desplaza, ¡es
una persona que nos crece!. Hagámosle
entonces sitio, que
también ésta es su casa: Y
en la casa de Dios todos caben, y
en la casa de Dios todos entran, porque
en la casa de Dios nadie sobra.
El templo, la Iglesia Nuestra Señora de la Encarnación, no es solamente un lugar donde se celebran algunas ceremonias y se enseña el catecismo, es además ambiente vivo en que ese catecismo debe aplicarse, como es el orientar y formar los criterios y las conciencias, a fin de que la religiosidad popular no aparezca contaminada por elementos no coherentes con la doctrina católica. Las piedras materiales o la estructura del templo, que en este caso, resulta que es el edificio religioso más característico, valioso y espectacular del Barroco Almeriense del S. XVIII, debe recordarnos por encima de todo, de que somos piedras vivas, y que hemos de edificad ahora nuestras vidas según el querer de Dios. Se percibe, y eso me halaga, que pesa mucho en Vélez Rubio la devoción hacia las imágenes que procesionáis, la Virgen de los Dolores, la Soledad y la Caída representada en Nuestro Padre Jesús de la Amargura, se que no es religiosidad folclórica que se queda sólo en las formas, es algo profundo, que os mueve por la fe y el amor verdadero. No hemos de ceder nunca a la tentación de las apariencias ni del lucimiento personal. Una Hermandad que tiene su origen en el siglo XIX, una Procesión que lleva un trono en el que se implican tanto los hombres como las mujeres en ser costaleras, unos cultos en honor de la Virgen sumamente sentidos, es algo demasiado serio, demasiado sagrado, para que lo profanemos con nuestra superficialidad, nuestras vanidades o nuestros intereses. Este año, además, el frontal del palio, lleva un bordado especial, que solemniza todavía más, esa luminosidad que nos ha dejado el Maestro. Este
pregonero también quisiera resaltar la colaboración de la Agrupación
Musical Velezana, que hoy toca nuevamente, después del estreno el
pasado quince de septiembre, la marcha procesional a la Virgen de los
Dolores, puesto que ayuda a que mis palabras se inunden de sosiego, a
través de una de una de sus expresiones más hermosas de nuestro
patrimonio cultural y espiritual, que tanto nos habla en el silencio.
Estas notas procesionales nos traen ese aroma de Semana Santa, que nos
hacen crecer en comunidad, ya que el crecimiento y el itinerario
espiritual del cristiano no son una empresa solitaria, sino que tienen
lugar en la Iglesia, la gran asamblea en camino hacia el santuario
celestial, hacia la gran liturgia de la eternidad. Es en la Iglesia,
ciudad nueva, guardián y matriz del universo nuevo, aunque operante
dentro de nuestro mundo terreno y perecedero, donde Dios recrea y
reforma al género humano. Dios:
siempre al lado del hombre. Y
el hombre: siempre al lado del mundo. Y
el mundo: siempre al lado del poder. Y
el poder: siempre al lado del yo. Y
el yo: siempre al lado de sí mismo. Por
ello, frente
a un mundo marcado por
el diluvio de contradicciones, las
acciones del cofrade: alientan. Se
convocan, pues, a todos los hermanos como asistentes, para
asistir al mundo, a
todos los penitentes para
hacer penitencia, a
todos los costaleros para
llevar luz donde solo hay sombra. No
hace falta capacidad, tampoco
mérito alguno, sólo tener claro “ lo de amaos los
unos a los otros”, sin
esperar recompensa alguna, que
el amor es más exigente que
instintivo. ¡Viva el amor!. Viva
el amor de amar amor en todas las fronteras y en todos los frentes, bajo
la protección de Nuestra Señora de los Dolores. Por
el dolor que sentiste cuando
Simeón te anunció que
una espada de dolor atravesaría
tu alma, por
los sufrimientos de Jesús, y
ya en cierto modo te manifestó que
tu participación en nuestra redención como
corredentora sería a base de dolor; te
acompañamos en este dolor. . . Y,
por los méritos del mismo, haz
que seamos dignos hijos tuyos y
sepamos imitar tus virtudes. Por
el dolor que sentiste cuando
tuviste que huir precipitadamente
tan lejos, pasando
grandes penalidades, sobre
todo al ser tu Hijo tan pequeño; al
poco de nacer, ya
era perseguido de muerte el
que precisamente había venido a
traernos vida eterna; te
acompañamos en este dolor . . . Y,
por los méritos del mismo, haz
que sepamos huir siempre de
las tentaciones del demonio. Por
las lágrimas que derramaste y
el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres
días buscándolo angustiada; pensarías
qué le habría podido ocurrir en
una edad en que todavía dependía
de tu cuidado y de San José; te
acompañamos en este dolor . . . Y,
por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no
se pierdan por malos caminos. Por
las lágrimas que derramaste y
el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado
con la cruz, como
cargado con nuestras culpas, llevando
el instrumento de
su propio suplicio de muerte; Él,
que era creador de la vida, aceptó
por nosotros sufrir este
desprecio tan grande de
ser condenado a muerte y
precisamente muerte de cruz, después
de haber sido azotado como
si fuera un malhechor y,
siendo verdadero Rey de reyes, coronado
de espinas; ni
la mejor corona del mundo hubiera
sido suficiente para honrarle y
ceñírsela en su frente; en
cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole
las espinas en la frente y,
aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún
mayor sería el dolor espiritual por
ser una burla y una humillación tan grande; sufrió
y se humilló hasta lo indecible, para
levantarnos a nosotros del pecado; te
acompañamos en este dolor . . . Y,
por los méritos del mismo, haz
que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y
sepamos ser humildes como Él lo fue. Por
las lágrimas que derramaste y
el dolor que sentiste al ver la crueldad de
clavar los clavos en las manos y
pies de tu amadísimo Hijo, y
luego al verle agonizando en la cruz; para
darnos vida a nosotros, llevó
su pasión hasta la muerte, y
éste era el momento cumbre de su pasión; Tú
misma también te sentirías morir
de dolor en aquel momento; te
acompañamos en este dolor... Y,
por los méritos del mismo, no
permitas que jamás muramos por el pecado y
haz que podamos recibir los frutos de la redención. Por
las lágrimas que derramaste y
el dolor que sentiste al ver la lanzada que
dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías
como si la hubieran dado en
tu propio corazón; el
Corazón Divino, símbolo
del gran amor que
Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino
también a nosotros por quienes dio la vida; y
Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y
lleno de bondad, ahora
te lo devolvían muerto, víctima
de la maldad de algunos hombres y
también víctima de nuestros pecados; te
acompañamos en este dolor . . . Y,
por los méritos del mismo, haz
que sepamos amar a Jesús como El nos amo. Por
las lágrimas que derramaste y
el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El,
que era creador, dueño
y señor de todo el universo, era
enterrado en tierra; llevó
su humillación hasta el último momento; y
aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el
trance de la muerte era real; te
quitaron a Jesús por la muerte más injusta que
se haya podido dar en todo el mundo, en
todos los siglos; siendo
la suprema inocencia y
la bondad infinita, fue
torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan
caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y
Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le
acompañaste en todos sus sufrimientos: y
ahora te quedaste sola, llena
de aflicción; te
acompañamos en este dolor . . . Y,
por los méritos del mismo, concédenos
a cada uno de nosotros la
gracia particular que te pedimos… Con esa gracia particular que solicito para todos los presentes, sin olvidarme de aquellos ausentes que han atravesado ya la puerta de la eternidad o que hoy no han podido sumarse a esta fiesta litúrgica, que he tenido el honor de pregonar, considerando sus lágrimas y dolores, rezando en verso: Porque
la Madre de los Dolores, es
una Madre que nos lleva a Cristo, pero
también Cristo nos lleva a su Madre, poema
perfecto de amor a Dios y al prójimo, modelo
de consagración y seguimiento, modelo
de fe vivida tres
máximas virtudes teologales: I.-
LA FE Yo
soy la paz y en paz florezco. Yo
soy el amor y en amor existo. Vivo
cuánto más aspiro la poesía, y
cuanto más respiro el verso, y
cuánto más transpiro la
transparente luminaria de
ser la energía y el valor, la
aurora viva del cielo. Porque
yo soy la fe, la
que convierte la noche en día, el
día en un aire de gozos, y
el gozo de morir en vida. ¡La
vida soy, en la vida vivo!. II.-
LA ESPERANZA Yo
soy el estado óptimo del optimismo. Yo
soy el estado del alma y el sentido. El
sentido de una vida de amor, que
no se deriva de juegos, ni
germina en los éxitos, ni
prospera en las grandes mansiones. Porque
yo soy la esperanza, la
que viene de Dios y en Dios se halla. ¡Y
hallados en Él, se gana la Vida!. III.-
LA CARIDAD Yo
soy el amor de amar amor. Yo
soy el vínculo más níveo del verso. El
verso perfecto que nos une a Dios y
a los demás, el verso magistral de
hermanarse todos con todos, el
amor invencible que
todo lo soporta y perdona. Porque
yo soy la caridad, la
que purifica el amor, y
lo eleva a la cima del gozo. ¡Y
en tal alto gozo, reposa la luz!. No les quiero cansar. Debo terminar. Y lo voy a hacer con el recordatorio de aquellas palabras de Jesús: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”. Esta promesa nos asegura que no estamos solos cuando anunciamos y vivimos el Evangelio de la caridad. En esta Semana Santa del año 2003, amortajados por el dolor de tantas guerras, de la guerra de Irak, de la guerra injusta hacia los débiles, Cristo nos invita a volver al Padre, que nos espera con los brazos abiertos para transformarnos en signos vivos y eficaces de su amor misericordioso. Muchas gracias.
Víctor Corcoba CORCOBA@telefonica.net
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