SALUDO

 

Dios te salve, María, llena eres de dolores; Jesús crucificado está contigo; digna eres de llorada y compadecida entre todas las mujeres, y digno es de ser llorado y compadecido Jesús, fruto bendito de tu vientre. Santa María, Madre del Crucificado, da lágrimas a nosotros crucificadores de tu Hijo, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Señora y Madre nuestra, Señora de los Dolores, la Virgen, como cariñosamente le llama su Hermandad, mi Hermandad, de la que hoy soy un servidor más; y por ello, me sumo a la gran devoción de este pueblo como un Velezano más, vengo cargado de emociones, a postrarme ante ti y a pedir aliento, bajo tu manto protector, a Tí, siempre Amada, que estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús, ofreciendo tu Hijo al Padre para la redención del mundo. Lo perdías, en cierto sentido, porque Él tenía que estar en las cosas del Padre, pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el Amigo que da la vida por sus amigos. María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: "Ahí tienes a tu hijo", "ahí tienes a tu Madre". ¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre a nuestra casa, a todas las moradas de esta comarca Velezana en el que habitan gentes sencillas de latidos verdaderos que es lo que vale, porque nuestro sagrario es sobre todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima.

 

Dame tu mano, Señora de los Dolores, clávame tus siete espadas en esta carne baldía. Quiero ir contigo en la impía tarde negra y amarilla. Aquí, en mi torpe mejilla, quiero ver si se retrata esa lividez de plata, esa lágrima que brilla. ¿Dónde está ya el mediodía luminoso en que Gabriel, desde el marco del dintel, te saludó: "Ave, María". Virgen ya de la agonía, tu Hijo es el que cruza ahí. Déjame hacer junto a ti este augusto itinerario. Para ir al monte Calvario cítame en Getsemaní. A ti doncella graciosa, hoy maestra de dolores, playa de los pecadores, nido en que el alma reposa, a ti te ofrezco, pulcra rosa, las palabras de un humilde pregonero que ha venido a visitarte a Vélez Rubio, con los bolsillos repletos de poemas y las lágrimas dispuestas a fundirse con el pueblo que te alaba. A ti, celestial princesa, Virgen sagrada María, ofrezco mi voz que es la voz del alma, la voz del verso, la voz de la oración.

 

Ella,

Nuestra Señora de los Dolores,

del linaje de David,
la dolorida y triste,

 la afligida por el amargo dolor,

de ver a su hijo en la Cruz,

nos mira con gozosa emoción.

¡Miradla, no os canséis de miradla!.

 

Sabed,

Velezanos que vais en procesión,

y que también lloráis como la Madre,

por tantas tristezas que nos vienen,
que Ella está con vosotros,

como lo estuvo con su Hijo,

crucificado para lavar los pecados del mundo,

y antes que seguir llorando hemos de alabar su fuerza,

modelo para todos los fieles,

y estar alegres en la agonía, porque la luz siempre llega.

 

Nuestra Señora de los Dolores,

modelo de fe vivida,

nos conduce a la Verdad

y nos aparta de las seducciones de este mundo.

Ella nos muestra una superior belleza,

atmósfera en la cual hallamos la paz,

sólo hay que hacer silencio y escuchar sus lágrimas.

 

 

PREGÓN

 

Muy Reverendo Señor Párroco y Consiliario de esta Hermandad, don Domingo Fernández Navarrete.

Excelentísimo Sr. Alcalde don Miguel Martínez-Carlón Manchón y demás Regidores del Pueblo de Vélez Rubio.

Señora Mayordoma de la Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Señor Mayordomo y Junta Directiva de la Tradicional Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores.

Señor Mayordomo de la Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón y de los Afligidos.

Representante del Señor de la Sangre, Excelentísimos y Queridísimos cofrades y sus dignísimas representaciones.

Admirado maestro del bien hacer y decir, don Miguel Carrascosa Salas, por haberme presentado ante ustedes como sólo los amigos de verdad saben hacerlo. Realmente no tengo palabras de gratitud para agradecer tan alto honor, que no es otro que la admiración y el cariño de un discípulo hacia un gran escritor,  hacia un gran cristiano, hacia un gran hombre de la palabra honda y bella.

Dignísima Agrupación Musical Velezana, dirigida magistralmente por don Antonio Manzanera López.

Amado pueblo de Vélez Rubio, amadísimas gentes que hoy me recibís en este marco incomparable.

Paz y Bien para todos.

 

            Somos caminantes hacia la casa del Padre, por ello, este tiempo de cuaresma que vivimos, está pensado para intensificar ese aspecto de la vida que exige superación, esfuerzo, reconstrucción, purificación, transformación. Imágenes de la cuaresma son el camino, la soledad, la prueba, la austeridad, el desprendimiento, la oración, el ayuno... Y todo ello para facilitar el encuentro transformador y transfigurador con Dios a través de Jesucristo, el auténtico cuaresmal. Para ello, la Iglesia católica a la que pertenecemos, nos propone recorrer durante la cuaresma el camino de la propia conversión. Todos los días del año y especialmente en estos días de cuaresma, Cristo nos interpela desde los acontecimientos, desde nuestra propia conciencia, desde la vida cotidiana, desde la Palabra de Dios, desde los hombres, nuestros hermanos: "¡Convertíos! ¡Haced penitencia! ¡Cambiad de vida! Está cerca el Reino de Dios".

 

            Y en ese reino, en el que vive el universo de la poesía que tanto me afana y me desvela, subrayo como guía la frase propuesta por el Santo Padre, Juan Pablo II, la  de los Hechos de los Apóstoles: “Hay mayor felicidad en dar que en recibir” . No se trata de un simple llamamiento moral, ni de un mandato que llega al hombre desde fuera. La inclinación a dar está radicada en lo más hondo del corazón humano: toda persona siente el deseo de ponerse en contacto con los otros, y se realiza plenamente cuando se da libremente a los demás. En consecuencia, desde ese don que es el cultivo de la poesía, traslado mi donación en verso, que brota en mi como un manantial cristalino.

 

Vivir la cuaresma es hacer silencio

y citarse con soledad, revivir

y hacer penitencia, ¡darse!.

 

Darse a los demás,

renacer en transparencia,

resucitar la inocencia,

tomar conciencia y pedir perdón.

 

Sólo así se puede encontrar la paz

y reencontrar la luz,

que la cuaresma es tránsito

de las sombras al asombro.

 

Porque la conversión

es entrar en uno mismo,

como el aire penetra en el mar;

hallarse como en el cielo,

bajo una luna creciente,

y sobre un naciente sol,

que haga brotar el amor.

 ¡El amor de amar Amor!.

 

La imagen titular, Ntra. Sra. de los Dolores, pletórica de una especial belleza y sentimiento, mueve y conmueve al pueblo de Vélez Rubio, a los cofrades de esta Iglesia viva, que le confiere a las personas que forman parte de ella, y así me consta, un gran respeto y una gran responsabilidad, frente a una sociedad secularizada, y en algunos casos, también hostil. Me satisface sobremanera vuestro compromiso que desde hoy también es el mío, puesto que toda oración personal o comunitaria, celebración litúrgica, manifestación de piedad popular que se desentienda del compromiso de crear los cielos nuevos y la tierra nueva, no solamente es vacía, sino que es un sacrilegio, porque la verdadera conversión que Dios quiere es "abrir las prisiones injustas, compartir tu pan con el hambriento, albergar a los pobres sin techo y no cerrarte a tu propia carne, es decir, cuidar a tu prójimo. Dejadme que os diga, admirados cofrades, ¿Puede uno ir bien tranquilo o hasta emocionado debajo de un paso de Cristo Crucificado, o acompañando a la Virgen en los momentos de su soledad, angustia y dolor, sin solidarizarse con los crucificados que hay en tantas cruces de miseria, hambre y abandono?. ¿Puede caber ante todo esto la indiferencia o el pasotismo? Ante esta situación, como personas de este tiempo y más como cristianos comprometidos, como cofrades, estamos obligados a tomar conciencia de la situación de tantos hermanos, y de sensibilizarnos ante este magno problema. Nos queda nuestra solidaridad al dar y nuestro empeño en denunciar.

Porque la época que vivimos está influenciada, lamentablemente, -como nos advierte Juan Pablo II en su Mensaje para la Cuaresma-  por una mentalidad particularmente sensible a las tentaciones del egoísmo, siempre dispuesto a resurgir en el ánimo humano. Tanto en el ámbito social, como en el de los medios de comunicación, la persona está a menudo acosada por mensajes que insistente, abierta o solapadamente, exaltan la cultura de lo efímero y lo hedonístico. Aun cuando no falta una atención a los otros en las calamidades ambientales, las guerras u otras emergencias, generalmente no es fácil desarrollar una cultura de la solidaridad. El espíritu del mundo altera la tendencia interior a darse a los demás desinteresadamente, e impulsa a satisfacer los propios intereses particulares. Se incentiva cada vez más el deseo de acumular bienes. Sin duda, es natural y justo que cada uno, a través del empleo de sus cualidades personales y del propio trabajo, se esfuerce por conseguir aquello que necesita para vivir, pero el afán desmedido de posesión impide a la criatura humana abrirse al Creador y a sus semejantes. ¡Cómo son válidas en toda época las palabras de Pablo a Timoteo: “el afán de dinero es, en efecto, la raíz de todos los males, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos dolores”, (1 Tm 6,10). La explotación del hombre, la indiferencia por el sufrimiento ajeno, la violación de las normas morales, son sólo algunos de los frutos del ansia de lucro. Frente al triste espectáculo de la pobreza permanente que afecta a gran parte de la población mundial, ¿cómo no reconocer que la búsqueda de ganancias a toda costa y la falta de una activa y responsable atención al bien común llevan a concentrar en manos de unos pocos gran cantidad de recursos, mientras que el resto de la humanidad sufre la miseria y el abandono? . Quisiera que estos interrogantes los planteasen interiormente, junto a Nuestra Señora de los Dolores, a quien imploro su ayuda en estos momentos tan difíciles que estamos viviendo.

 

Habría que promover

el culto a la palabra,

y mover los corazones

desde el surtidor del verso,

dialogar más y chillar menos,

entonar saetas y tonificar tonos,

comprender y aprender

a reemprender caminos de luz

como verdaderos cofrades,

hermanados  en la Hermandad.

 

Si hemos de gritar

que sea para defender

el derecho a una existencia

digna, el derecho

a poblar caminos de amor

y a repoblar soledades.

 

Que el encuentro con la diversidad

no es adversidad, sino reencuentro

de latidos abrazados por la vida.

 

Si hemos de estar con alguien,

Hermanos Cofrades

de Nuestra Señora de los Dolores,

que sea con los sufren.

 

Seamos portavoces

de los que no tienen voz.

Seamos poetas

de los que no tienen poesía.

Seamos horizonte

de los que no tienen futuro.

Seamos el abrazo

de los que viven el rechazo.

 

Seamos, en el ser,

cofrades que se donan,

y veréis que hay mayor felicidad

 en dar que en recibir,

en donarse que en envidiarse,

en amarse que en odiarse,

que los talentos conllevan el talante de servir,

porque no somos dueños de nada,

sólo humildes administradores,

que hemos de poner en alza,

el valor de las cosas sencillas,

el valor de las cosas bellas,

y en baja a don dinero,

que todo lo corrompe,

y lo rompe hasta arramblar con la rima

que rima con el  rime de la verdad.

 

            Pregonar la Semana Santa de la Tradicional Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores, desde este marco íntimo y eclesial, de la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, de aspecto sólido y bien cuidado, declarada Monumento Histórico Nacional en 1981, ha sido algo que me ha conmocionado desde que recibí la primera noticia de manos de don Miguel Carrascosa Salas. Luego, al conocer a sus cofrades y a su Junta Directiva, y hoy al verles a ustedes tan cercanos a mi, me siento realmente feliz y radiante de versos hacia la Madre y hacia este pueblo de singular paisaje, con un casco histórico – artístico admirable, que se solemniza aún más si cabe con el carácter amable de los velezanos. También se de vuestro fervor y gozo por la Semana Santa, al que le dais un testimonio de fe transparente y convincente. Hemos de seguir en esa línea de inmersión en el alma, a pesar del proceso secular de la vida. La historia de la pasión y muerte de Jesús nos conmueve y yo alabo vuestro entusiasmo, frente a esa otra modernidad que quiere desplazar el recuerdo vivo de Cristo en el Calvario y las lágrimas de Nuestra Señora de los Dolores, que hoy nos mira de una forma muy especial desde su templo, por el descanso despreocupado. Hoy tenemos más motivos que nunca para orar en comunión, puesto que el anhelo de paz ante un mundo desgarrado en sus mismos cimientos, debe hacernos reflexionar. 

 

Somos hijos de la tierra,

y de la misma tierra herederos;

somos hijos de la vida,

y de la misma vida verso.

 

Herederos de una misma luz,

aunque el hombre cierre puertas

y levante asombrosas tapias,

que nos impidan vernos y besarnos.

 

Descendientes de un mismo cielo,

y ascendientes de un misma vía,

la de ser peregrinos hacia lo eterno,

la de ser marineros hacia el cosmos.

 

Hermanemos esta tierra,

que es de todos y de nadie:

De todos porque es donación,

y de nadie porque es del Creador.

 

En la morada hemos de acoger

y recoger a los últimos,

a los que nada tienen,

y lo tienen todo;

no importa el color y sí el calor,

porque tienen la energía de ser,

que es lo más níveo y noble.

 

Clamo por una tierra

a golpe de latido y no de látigos.

Reclamo la sonrisa en el llanto,

la mano tendida en el pobre,

la aurora luminosa en la noche,

la fuerza del amor en el camino.

 

Y todo ello por conciencia,

conciencia a una existencia,

a una existencia más humana,

más humana y hermana,

más hermana de darse la mano.

 

Porque darse la mano entre personas,

es como entregar el corazón

a cambio de nada,

sin esperar otra respuesta,

que la respuesta de la tierra,

repuesta en poesía, puesta en amor.

 

Demando, pues, mejor savia

para el inmi­gran­te amigo,

que es amigo y no enemigo.

 

Pido desterrar mazazos y amenazas,

no es un invasor que nos desplaza,

¡es una persona que nos crece!.

 

Hagámosle entonces sitio,

que también ésta es su casa:

Y en la casa de Dios todos caben,

y en la casa de Dios todos entran,

porque en la casa de Dios nadie sobra.

 

           

El templo, la Iglesia Nuestra Señora de la Encarnación, no es solamente un lugar donde se celebran algunas ceremonias y se enseña el catecismo, es además ambiente vivo en que ese catecismo debe aplicarse, como es el orientar y formar los criterios y las conciencias, a fin de que la religiosidad popular no aparezca contaminada por elementos no coherentes con la doctrina católica.  Las piedras materiales o la estructura del templo, que en este caso, resulta que es el edificio religioso más característico, valioso y espectacular del Barroco Almeriense del S. XVIII, debe recordarnos por encima de todo, de que somos piedras vivas, y que hemos de edificad ahora nuestras vidas según el querer de Dios. Se percibe, y eso me halaga, que pesa mucho en Vélez Rubio la devoción hacia las imágenes que procesionáis, la Virgen de los Dolores, la Soledad y la Caída representada en Nuestro Padre Jesús de la Amargura, se que no es religiosidad folclórica que se queda sólo en las formas, es algo profundo, que os mueve por la fe y el amor verdadero. No hemos de ceder nunca a la tentación de las apariencias ni del lucimiento personal. Una Hermandad que tiene su origen en el siglo XIX, una Procesión que lleva un trono en el que se implican tanto los hombres como las mujeres en ser costaleras, unos cultos en honor de la Virgen sumamente sentidos, es algo demasiado serio, demasiado sagrado, para que lo profanemos con nuestra superficialidad, nuestras vanidades o nuestros intereses.  Este año, además, el frontal del palio, lleva un bordado especial, que solemniza todavía más, esa luminosidad que nos ha dejado el Maestro.

 

Este pregonero también quisiera resaltar la colaboración de la Agrupación Musical Velezana, que hoy toca nuevamente, después del estreno el pasado quince de septiembre, la marcha procesional a la Virgen de los Dolores, puesto que ayuda a que mis palabras se inunden de sosiego, a través de una de una de sus expresiones más hermosas de nuestro patrimonio cultural y espiritual, que tanto nos habla en el silencio. Estas notas procesionales nos traen ese aroma de Semana Santa, que nos hacen crecer en comunidad, ya que el crecimiento y el itinerario espiritual del cristiano no son una empresa solitaria, sino que tienen lugar en la Iglesia, la gran asamblea en camino hacia el santuario celestial, hacia la gran liturgia de la eternidad. Es en la Iglesia, ciudad nueva, guardián y matriz del universo nuevo, aunque operante dentro de nuestro mundo terreno y perecedero, donde Dios recrea y reforma al género humano.

 

Dios: siempre al lado del hombre.

Y el hombre: siempre al lado del mundo.

Y el mundo: siempre al lado del poder.

Y el poder: siempre al lado del yo.

Y el yo: siempre al lado de sí mismo.

 

Por ello,

frente a un mundo marcado

por el diluvio de contradicciones,

las acciones del cofrade: alientan.

 

Se convocan, pues, a todos los hermanos

como  asistentes,

para asistir al mundo,

a todos los penitentes

 para hacer penitencia,

a todos los costaleros

para llevar luz donde solo hay sombra.

 

No hace falta capacidad,

tampoco mérito alguno,

sólo  tener claro “ lo de amaos

los unos a los otros”,

sin esperar recompensa alguna,

que el amor es más exigente

que instintivo. ¡Viva el amor!.

 

Viva el amor de amar amor en todas las fronteras y en todos los frentes, bajo la protección de Nuestra Señora de los Dolores.

 

Por el dolor que sentiste

cuando Simeón te anunció

que una espada de dolor

atravesaría tu alma,

por los sufrimientos de Jesús,

y ya en cierto modo te manifestó

que tu participación en nuestra redención

como corredentora sería a base de dolor;

te acompañamos en este dolor. . .

Y, por los méritos del mismo,

haz que seamos dignos hijos tuyos

y sepamos imitar tus virtudes.

 

Por el dolor que sentiste

cuando tuviste que huir

precipitadamente tan lejos,

pasando grandes penalidades,

sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño;

al poco de nacer,

ya era perseguido de muerte

el que precisamente había venido

a traernos vida eterna;

te acompañamos en este dolor . . .

Y, por los méritos del mismo,

 haz que sepamos huir siempre

de las tentaciones del demonio.

 

Por las lágrimas que derramaste

y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo;

tres días buscándolo angustiada;

 pensarías qué le habría podido ocurrir

en una edad en que todavía

dependía de tu cuidado y de San José;

te acompañamos en este dolor . . .

Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes

no se pierdan por malos caminos.

 

Por las lágrimas que derramaste

y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo

cargado con la cruz,

como cargado con nuestras culpas,

llevando el instrumento

de su propio suplicio de muerte;

Él, que era creador de la vida,

aceptó por nosotros sufrir

este desprecio tan grande

de ser condenado a muerte

y precisamente muerte de cruz,

después de haber sido azotado

como si fuera un malhechor

y, siendo verdadero Rey de reyes,

coronado de espinas;

ni la mejor corona del mundo

hubiera sido suficiente para honrarle

y ceñírsela en su frente;

en cambio, le dieron lo peor del mundo

clavándole las espinas en la frente

y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico,

aún mayor sería el dolor espiritual

por ser una burla y una humillación tan grande;

sufrió y se humilló hasta lo indecible,

para levantarnos a nosotros del pecado;

te acompañamos en este dolor . . .

Y, por los méritos del mismo,

haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey

y sepamos ser humildes como Él lo fue.

 

Por las lágrimas que derramaste

y el dolor que sentiste al ver la crueldad

de clavar los clavos en las manos

y pies de tu amadísimo Hijo,

y luego al verle agonizando en la cruz;

para darnos vida a nosotros,

llevó su pasión hasta la muerte,

 y éste era el momento cumbre de su pasión;

Tú misma también te sentirías

morir de dolor en aquel momento;

te acompañamos en este dolor...

Y, por los méritos del mismo,

no permitas que jamás muramos por el pecado

y haz que podamos recibir los frutos de la redención.

 

Por las lágrimas que derramaste

y el dolor que sentiste al ver la lanzada

que dieron en el corazón de tu Hijo;

sentirías como si la hubieran dado

en tu propio corazón;

el Corazón Divino,

símbolo del gran amor

que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre,

sino también a nosotros por quienes dio la vida;

y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente

y lleno de bondad,

ahora te lo devolvían muerto,

víctima de la maldad de algunos hombres

y también víctima de nuestros pecados;

te acompañamos en este dolor . . .

Y, por los méritos del mismo,

haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.

 

Por las lágrimas que derramaste

y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo;

El, que era creador,

dueño y señor de todo el universo,

era enterrado en tierra;

llevó su humillación hasta el último momento;

y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría,

el trance de la muerte era real;

te quitaron a Jesús por la muerte más injusta

que se haya podido dar en todo el mundo,

 en todos los siglos;

 siendo la suprema inocencia

y la bondad infinita,

fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa;

tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados;

y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora,

le acompañaste en todos sus sufrimientos:

y ahora te quedaste sola,

llena de aflicción;

te acompañamos en este dolor . . .

Y, por los méritos del mismo,

concédenos a cada uno de nosotros

la gracia particular que te pedimos…

 

Con esa gracia particular que solicito para todos los presentes, sin olvidarme de aquellos ausentes que han atravesado ya la puerta de la eternidad o que hoy no han podido sumarse a esta fiesta litúrgica, que he tenido el honor de pregonar, considerando sus lágrimas y dolores, rezando en verso:

 

Porque la Madre de los Dolores,

es una Madre que nos lleva a Cristo,

pero también Cristo nos lleva a su Madre,

poema perfecto de amor a Dios y al prójimo,

modelo de consagración y seguimiento,

modelo de fe vivida

tres máximas virtudes teologales:

 

I.- LA FE

 

Yo soy la paz y en paz florezco.

Yo soy el amor y en amor existo.

 

Vivo cuánto más aspiro la poesía,

y cuanto más respiro el verso,

y cuánto más transpiro

la transparente luminaria

de ser la energía y el valor,

la aurora viva del cielo.

 

Porque yo soy la fe,

la que convierte la noche en día,

el día en un aire de gozos,

y el gozo de morir en vida.

¡La vida soy, en la vida vivo!.

 

 

II.- LA ESPERANZA

 

Yo soy el estado óptimo del optimismo.

Yo soy el estado del alma y el sentido.

 

El sentido de una vida de amor,

que no se deriva de juegos,

ni germina en los éxitos,

ni prospera en las grandes mansiones.

 

Porque yo soy la esperanza,

la que viene de Dios y en Dios se halla.

¡Y hallados en Él, se gana la Vida!.

 

III.- LA CARIDAD

 

Yo soy el amor de amar amor.

Yo soy el vínculo más níveo del verso.

 

El verso perfecto que nos une a Dios

y a los demás, el verso magistral

de hermanarse todos con todos,

el amor invencible

que todo lo soporta y perdona.

 

Porque yo soy la caridad,

la que purifica el amor,

y lo eleva a la cima del gozo.

¡Y en tal alto gozo, reposa la luz!.

 

 

No les quiero cansar. Debo terminar. Y lo voy a hacer con el recordatorio de aquellas palabras de Jesús: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”. Esta promesa nos asegura que no estamos solos cuando anunciamos y vivimos el Evangelio de la caridad. En esta Semana Santa del año 2003, amortajados por el dolor de tantas guerras, de la guerra de Irak, de la guerra injusta hacia los débiles, Cristo nos invita a volver al Padre, que nos espera con los brazos abiertos para transformarnos en signos vivos y eficaces de su amor misericordioso.

 

Muchas gracias.

 

 

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net