Dios, en la intimidad de su Ser
perfectísimo y trascendente, "es Familia".
En Dios hay paternidad (Dios Padre);
hay filiación (Dios Hijo),
y la esencia de la familia que es el amor (Dios Espíritu Santo).
Dios es Uno por naturaleza y Trino en personas.
(Juan Pablo II)
Se rompen las familias de no amarse,
porque el amor es un cauce de vida
y una comunión de latidos crecederos
que se funden y confluyen
en un mar de transparencias.
Vivir en familia
es aprender a convivir,
y a convidarse en donación.
Roto el vínculo,
cesa la comunidad de amor,
y toma posesión, lo posesivo,
el aire de intereses,
capitalizado en desaire hacia el otro.
Tronchado el matrimonio,
se vuelve jurídico todo,
nadie se casa con nadie,
y la unión íntima de vida,
lo que ayer fue verso,
sí lo hubo, se entierra.
No importa la donación
de cuerpo y alma,
se despacha con despecho,
con el adiós del odio.
O se mantiene el verso de amor
permanente indisoluble
o no hay entrega completa nunca.
Cuando la hay, es posible resucitar
la pasión, colmarse de ternura,
reavivar y avivar los corazones.
¡Sólo la alianza renace la poesía!.
Víctor Corcoba
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