RAÍCES
GRANADINAS ANTONIO
LINARES ESPIGARES: LA MÚSICA ES SU VIDA MISMA |
La
música desempeña, entre las manifestaciones del espíritu humano, una
función elevada, única e insustituible. Cuando ésta es realmente
bella e inspirada, como son los Aparte
de su afán y desvelo por la música, que la cultiva en todo momento
desde la genialidad, es todo un caballero en el más profundo sentido de
la palabra, un amigo de sus amigos a los que jamás deja en el camino;
porque, la amistad, -nos dice- “es como una flor que hay que
cuidar, no se gana en un día, y no debe perderse en un momento. Cuando
la amistad es verdadera, entonces es la mejor acompañante de nuestra
vida. Si tu consorte y tus hijos son tus mejores amigos, no puede
ocurrirte otra cosa mejor en tu vida. La amistad es un compromiso
diario: tú das si a cambio te dan, pero esto no es “conditio sine qua
non”. Así de claro”. Después
de media vida en Alemania, ha regresado a su lugar natal, el pueblo de
Jun, con su esposa Roswitha. Fruto del matrimonio, contraído en
septiembre de 1967, tiene
cuatro hijos: Oliver, Pascal, Inés
y Chantal; todos ellos residentes en Colonia (Alemania). Al
hablar de su esposa e hijos se le agranda el corazón, al igual que
cuando habla de Jun. A propósito, nos dice: “Jamás olvidé
mi “patria chica”, donde nací. Prueba de ello, fueron mis continuas
venidas con los grupos de Alemania en nuestras giras de conciertos”.
En reciprocidad, también el pueblo de Jun, le visitó: “Fue
emocionante ver dos autobuses repletos, con mis paisanos de Jun. Aquel
encuentro jamás lo olvidaré, fue en el año 1995. Mi mujer Roswitha,
todos los miembros del Coro y la Parroquia de San Pius, se volcaron en
gratitud hacia mis gentes, como es natural”. Hoy, en esta nueva
etapa de su vida, además de hijo predilecto del pueblo, una calle lleva
el nombre de su persona, y un himno a Jun, que compuso para Coro,
Rondalla y Banda de Música, le reviven momentos de alegría inmensa.
Cuando ahora todo el tiempo lo tiene para sí, para su gente y
para el arte, nos relata un día en su vida. Se levanta cuando cree que
debe hacerlo. No tiene despertador. “Este cacharro tan molesto que
me ha martirizado toda la vida también se ha jubilado conmigo por
solidaridad”. El desayuno es para Antonio lo más hermoso
de todo el día. “Tranquilamente, y sin prisas, degustamos el
comienzo de un nuevo día que Dios nos ha regalado y en compañía los
dos, mi mujer, ese ser que es él, “yo mismo”, comentamos y
ahondamos un tema, ya sea religioso, científico, de historia, de arte,
político..., esto nos ayuda cada día a conocernos más. Por otra
parte, cada día y cada instante de nuestra vida, es un compromiso: “Tú
me das... yo te doy”. Pero ésto, no con miras a sacar provecho para
ti en particular, sino simplemente por ilustrar tu intelecto. Entonces
ves que hay muchas cosas en la vida que no tienen tanta importancia como
se les suele dar. Estos temas, los tratamos sin mirar el reloj. Más
tarde hacemos el plan a seguir para el resto del día”. En
ese plan diario está el ejercicio musical, la lectura de prensa y
libros, la contemplación de la naturaleza desde el huerto de su casa.
Toda una alegría de luces, la primera fuente de esperanza para el
hombre, que para el maestro, es la palabra: “Dios”. Así nos
habla de su semántica y de tan sublime sensación: “Voz universal.
Dios lo dice todo, aún para aquel que no cree. Para mi, como músico,
es la palabra más musical que existe”. LA
INFANCIA COMO PUNTO DE PARTIDA En
estos años actuales de su vida, quizás de más sosiego, y sobre todo
con la experiencia que nos enriquece a todos, después de una vida
dedicada a una finalidad más o menos conquistada, permanece el recuerdo
de una infancia como un punto de partida muy decisivo en su vida.
Irrepetible como es natural, pero sí motivo de reflexión del ¿por qué
fue así?. “Busco contestación a esta pregunta,
sí de un lado vienen respuestas satisfactorias y agradables que
confirman aquello que a mi me resulta positivo, sin embargo vienen otras
respuestas que contradicen. Yo siempre dije, y digo, que la “Divina
Providencia” lo tenía así previsto, cuestión que creo firmemente”.
El
recuerdo, o los recuerdos de su infancia, están ahora en su mente más
frescos que nunca. “Corren ante mis ojos como una película en la
que minuciosamente puedo ver todo lo pequeño e insignificante que ocurría
en mi entorno. Mis padres, mis tíos, y todas aquellas personas cercanas
que contribuyeron en mi formación infantil. Los compañeros de la
escuela en mi pueblo natal. Recuerdo exactamente la clase en donde estábamos
todos los grados escolares, empezando por los más pequeños que aprendíamos
la “m” con la “a” igual a “ma”, y después los medianos y
los mayores. Todos en una clase en la que había orden y disciplina. A
todos nos tocaba cada día: leer, escribir y hacer cuentas. Escuchábamos
con atención las explicaciones de Geografía, Historia, Religión. Cantábamos
y rezábamos el Rosario, sobre todo, en el mes de mayo. Salíamos con
don Miguel, el maestro, por el campo, y nos explicaba la naturaleza en
plena luz: los árboles, las plantas... El domingo a la santa misa y el
maestro el primero de todos. En general, había disciplina y respeto.
Todo esto lo recuerdo con cierta añoranza lejana, hoy irrepetible, y
que todos mis antiguos compañeros de aquel tiempo, aún siendo hoy de
diversos colores políticos, lo deseamos para la juventud de hoy. ¡Todo
tiempo pasado fue mejor!”. Para
el niño Antonio, los años de su infancia (hasta los diez),
fueron muy felices. No tenía preocupación angustiosa alguna y cada día,
era para él, una alegría el poder descubrir algo nuevo. “Cosas
pequeñas: ayer, me decía, estaba esta flor entreabierta y hoy ya está
totalmente abierta. ¿Por qué?. La vida está en todo, no solamente en
las personas, también en las plantas y en los animales. Aunque esto lo
sabemos todos y quizás resulte un tanto pueril el comentarlo, sin
embargo, me fascinaba viéndolo en solitario”. Hasta
los trece años había sido hijo único, hasta la llegada de una
hermana. Vivía en un caserón grandísimo, a la entrada del pueblo. Una
casa con un patio centro hermosísimo de empedrado árabe y con unas
columnas de mármol (ocho) de gran tamaño, dándole un ambiente señorial,
en contraposición a su pobreza. “La casa no era nuestra. Estábamos
de alquiler. Mi padre trabajaba en una fábrica de cerámica de
ladrillos y tejas de entre otras tantas que aquí en el pueblo existían.
Por cierto: en la parte superior de aquel caserón que habitábamos,
estaba ubicado el Ayuntamiento del pueblo, las escuelas, las viviendas
de los maestros y la del alguacil. Como vemos era el centro de la “City”.
Tenía este caserón una huerta inmensa, lugar en el que había gran
variedad de árboles frutales. Si no teníamos para comer, en cambio sí
teníamos fruta, sobre todo higos, con su gran riqueza alimenticia y,
además, una fruta que repele a muchas enfermedades. Por la ubicación
de la casa, estaba yo a mi corta edad, ya directa o indirectamente en
contacto con todo aquello que ocurría en el pueblo: las sesiones
municipales del Ayuntamiento, la alegría de las escuelas. Muy cerca
también está la Iglesia. Mi pueblo natal en estos años de 1940 tendría
unas cien casas y una población de cuatro cientos habitantes
aproximadamente. Todos nos conocíamos bien, muchos emparentados entre sí,
casi todos familia. Había entre todos mucho entendimiento, la alegría
o la pena se compartía entre todos, se ayudaba mutuamente. Como no
existían los medios de comunicación de hoy,
pues había mucho tiempo para hablar de todo”. LAZOS
DE HERMANAMIENTO. EL
DESPERTAR A LA MÚSICA Una
tía suya, hermana de su madre, casada y sin hijos, le consideraba como
un hijo propio. Vivía en otra casa. Ella y su marido eran los caseros.
Esta casa señorial, llamada la “Capilla” por tener un
Oratorio-Capilla particular, pertenecía a unos señores que no vivían
allí. También esta casa tenía una gran huerta en la que el niño Antonio
jugaba y observaba la naturaleza, siempre solo. “A esta huerta
le tengo muchísimo cariño, aún hoy. Puedo afirmar con total
seguridad, donde estaban entonces todos los árboles y flores. ¡Fueron
tantas horas allí vividas!´. En los veranos, cuando venían de
vacaciones los señores con sus hijos, éramos como una familia
numerosa. Teníamos una amistad de hermanos. Recuerdo que mi tía y mi tío
estaban encargados de la Iglesia del pueblo. El párroco vivía en el
pueblo cercano y venía los domingos, fiestas, y algún que otro día de
la semana a celebrar la santa misa. Ellos tenían las llaves de la
Iglesia del pueblo. En aquellos tiempos, mi tío tocaba por las
mañanas el Ángelus “al ser de día” y por las tardes se rezaba el
Rosario. Tengo conocimiento de que existía un grupo de mujeres que
cantaban con solemnidad, mientras mi tío tocaba el armonio, no con
conocimientos musicales, sino de oído”. Antonio
estaba siempre presente en todos éstos actos o ceremonias. Le
llevaban su madre y su tía, pues ellas cantaban en este grupo (o coro)
y aquí vienen los primeros encuentros con la música. “Ya sentía
yo (mi edad 5 o 6 años) ese gusanillo que se dice, el interés
despierto pero muy lejano y que sin saber va entrando por algo que
parece difícil conseguir, pero con ojos infantiles, no imposible”. Por
aquel tiempo venían los jóvenes del Seminario Mayor a dar el Catecismo
a los niños. Algunos de ellos tocaban el armonio de la Iglesia que decían:
“era bueno”. Aquellos encuentros semanales eran para él
verdaderamente una fiesta musical. Algunos de aquellos seminaristas
fueron, más tarde, sus maestros. Estos contactos con seminaristas, y
también con algunos padres jesuitas que venían de la cercana Facultad
de Teología de Cartuja a celebrar la misa, el ser monaguillo y ayudar
al párroco del pueblo, pero sobre todo el buen ejemplo de sus padres y
tíos, fue el factor decisivo para que entrase en el Seminario Diocesano
de Granada. En el año 1946, estando de Cardenal en nuestra Diócesis, don
Agustín Parrado y los PP Jesuitas de Regentes en el Seminario,
entra en el curso de Preparatoria en el Seminario Mayor. Todos
los días hacía el trayecto a pie. Al poco tiempo moría el Cardenal.
Al año siguiente, 1947, entra en el Seminario de Gracia, siendo
Arzobispo don Balbino Santos y Olivera, el que ya puso de
Superiores y Profesores a sacerdotes del clero secular. En este ámbito
del Seminario, ya era para él, por el momento, un sueño cumplido. Se
hacía música en todo momento y se respiraba sosiego por todas partes.
El maestro de capilla de la Catedral don Valentín Ruiz-Aznar, don
Antonio Molina Carretero y don José Martín Palma, fueron
sus maestros. “Tuve la suerte de ser escogido para el Coro, y esto
me ayudó a profundizar más en la música, no solamente coral y de
armonio-órgano, sino en general en todo ese arte. Debo decir, que ya se
iba perfilando en mí y concretando un poco más, mis deseos y sueños
para la música. Las veladas musicales del Seminario, las actuaciones en
los oficios de Semana Santa en la catedral, tantas ocasiones para vivir
la música, hacía crecer más en mi esa vocación innata. Luego las
amistades contraídas por el arte. Quién iba a pensar que después de
tantos años, iba a reencontrarme de nuevo en la Catedral, con Juan
Alfonso García, que aunque iba un curso mayor que yo, nos conocíamos
bien por la música. Él quedó en Granada y yo fui al extranjero
(Alemania). Al final hemos vuelto a coincidir. La música lo une todo,
como yo digo siempre”. BREVE
BIOGRAFÍA CURRICULAR Antonio
Linares Espigares nació en Jun, aunque buena parte de su vida, la
pasó en Colonia (Alemania). Realizó estudios en el Conservatorio de Música
de Granada, perfeccionándose y obteniendo el título oficial de
profesor superior de órgano, en la Escuela Superior de Música de
Westfalia en Colonia (Alemania). Fue organista y maestro de capilla, en
la Iglesia de San Pius de Colonia, durante treinta y dos años. Tiene
en su haber numerosos conciertos de órgano en Alemania, Bélgica y
Francia. En España: Sevilla, Málaga, Jaén, Salamanca, Ávila, Burgos,
Zaragoza, Santiago de Compostela, Madrid (en el Auditorio Nacional). Ha
participado en los más importantes festivales internacionales de Bonn,
Steinfeld, Montevideo, Buenos Aires, Segovia y Granada. Ha sido el
concertista que inauguró el órgano del Auditorio Manuel de Falla. Como
director de orquesta y coros han sido numerosos los conciertos en
Alemania, Bélgica, España y Francia. Ha
grabado diversos discos. Entre todos ellos, cabe destacar, el Réquiem
de Mozart, obras de Beethoven, Bach, Gounod, Haydn, grabaciones para la
WDR radio Alemana, la Deutse Welle para Iberoamérica
y TVE. Es miembro correspondiente de la Real Academia de Bellas
Artes de Nuestra Señora de las Angustias de Granada y de la de San
Fernando de Madrid. En marzo de 1999 ha sido nombrado organista honorífico
y vitalicio de la Catedral de Granada, y en febrero del 2001, maestro de
coro de la Catedral. SIN
LA MÚSICA NO PUEDE IMAGINAR OTRO
DESTINO EN SU VIDA La
música es, y será siempre, todo en su vida; sin ella, no puede
imaginar otro destino en su existencia. “Sin tener ascendencia
musical en la familia, fue desde la niñez, un acercamiento, un deseo
vivo, un camino. Es una fuerza que siempre me ha llevado consigo. Sentía
la música, sin embargo, la veía lejano. No tenía medios para ello.
Pero volvamos a la “Divina Providencia” que ésta estuvo siempre a
mi lado, gracias a Dios. Mis estudios en el Seminario granadino se
terminaron en el primer curso de Filosofía del Seminario Mayor. En el
período de tiempo, que va desde la convalidación de estudios del
Seminario con los estudios oficiales en el Instituto Padre Suárez de
Granada y en el Seminario de Maestros del “Ave María”, continuaba
mis encuentros con don Valentín Ruiz-Aznar, que me costeó de su propio
bolsillo, los primeros años de estudios oficiales en el Conservatorio
de Granada: Solfeo, Armonía y Piano con don Francisco Carrillo”. Pero
al joven Antonio le llenaba más el órgano. De ahí, que sus
encuentros en la Catedral eran más asiduos,
con don Antonio Mateo, organista entonces del Templo
Catedralicio. “De nuevo la misma historia: ¡Quién iba a pensar
que, años más tarde, iba a ser yo uno de sus sucesores en el órgano
de la Catedral!. Por entonces, en plena juventud, ejercía el oficio de
organista, en la Basílica de San Juan de Dios y llevaba también la
Dirección de un coro de niños. Fue para mí una experiencia muy útil
y provechosa, pues con los conocimientos que, no eran muchos, de tener
que tocar el órgano y dirigir al mismo tiempo a los niños del coro,
tenía que sacar fuerzas y recursos de donde se podía. Yo me enseñé a
mi mismo. Esta actividad me hizo entrar en la vida musical de la ciudad,
la de aquel tiempo”. Durante
el servicio militar, en Huesca, tampoco olvidó la música. En la
Iglesia de PP Jesuitas y en la Parroquia de San Lorenzo, patrón de la
ciudad, tuvo la ocasión de pulsar el órgano en muchas ocasiones. Además,
la música, le libraría de muchos servicios, dado que el Capitán de su
compañía era un gran amante de la música. Una vez terminado el
servicio militar, vuelve a Granada, y retorna de nuevo como organista, a
la Basílica de San Juan de Dios y también en la Iglesia Parroquial de
la Magdalena de Granada. Luego
vendría su salida al extranjero, en un deseo ardiente de avanzar y de
perfeccionarse en el campo de la música. “Mis conocimientos
musicales no me bastaban a mi mismo. No teníamos, en aquel tiempo, un
centro docente musical en donde hacer estudios más avanzados, sobre
todo, en el campo de órgano y dirección de coro y orquesta. Y ésto,
no solamente en Granada, sino en España. Madrid, por ejemplo, no me decía
a mi mucho. Si debo salir de la tierra, debe de ser a un sitio –me decía-
en donde verdaderamente merezca la pena todo el esfuerzo de
“emigrar”. Lo tenía bastante difícil, pues, económicamente me era
imposible. Mis padres no podían ayudarme, y me aconsejaban tomar un
camino más seguro con un empleo, u otro estudio que tuviese un porvenir
más claro y seguro. La música no les parecía a ellos el camino
indicado. Para mí, en cambio, era el horizonte que quería tomar”. TODO
POR LA MÚSICA. DESTINO:
ALEMANIA Estaba
de organista en la Iglesia de la Magdalena (Granada, 1952-1961),
cuando el Coadjutor, (un compañero antiguo del Seminario), le
presenta en el verano de 1961, a una familia alemana que conocía.
Tuvieron diversos encuentros, y en uno de esos momentos, le expresa el
deseo de irse a estudiar música a Alemania. Aquella insinuación no cayó
en vacío. Meses más tarde, llegaría una carta de aquella familia, con
una información completa sobre el modo y manera de hacer esos estudios.
“Yo no lo pensé dos veces. En Mayo de 1962 llegué a Colonia,
ciudad que sería para mí la segunda patria. Al llegar me encontré con
todo distinto a lo que yo esperaba. Empezando por la lengua, las
costumbres, la manera de ser de la gente, las comidas; y sobre todo: la
puntualidad, exactitud y la seriedad”. En
lo que se refiere a los estudios tuvo que hacer un examen de entrada en
el que se pasaba un severo “numerus clausus”. “Me preparé
concienzudamente para este examen de entrada. Tomábamos parte
veinticinco candidatos, de los que sólo seis pasábamos. Debo decir que
yo me lo jugaba todo a una carta. No sé lo que hubiera pasado de no
haber aprobado aquel examen. Todo aquello fue muy duro para mí. Pero sí
debo confesar que había otro motivo que podía más que todo. Había
encontrado a mi ángel, la que sería mi esposa, que ya me acompañaría
toda mi vida”. Pasada
esta difícil prueba, los estudios tuvieron una duración de ocho
semestres, cuatro años, en la Escuela Superior de Música de Colonia,
donde adquirió una formación muy completa. Todo el ambiente que lo
rodeaba contribuía a la formación musical. Buenos compañeros, entre
ellos también algunos españoles que perfeccionaban en piano o en violín
y que hoy son grandes figuras. Estaba entonces allí como profesor, el célebre
violocellista español Gaspar Casado, que era para ellos, los
españoles, como su padre. Al final de los estudios, de aquellos seis
que empezaron, solamente tres harían el examen final. Entre ellos: Antonio
Linares Espigares. Con el certificado de examen, conseguido en el país
de la música, que, por otra parte, siempre era necesario presentar para
hacer oposiciones a una plaza, se le abre el primer horizonte. Después
de finalizar los estudios, comienzan nuevos interrogantes. ¿Y ahora
que?. ¿Volver a España?. “No veía yo claro un retorno a España
y menos a Granada, después de tanto trabajo intelectual y artístico.
El ambiente musical y el reconocimiento a mi labor lo veía aquí más
posible.
De nuevo la “Divina Providencia” actuó.
Muy cerca de donde yo vivía, quedó vacante la plaza de
organista y director del Coro de la parroquia de San Pius. Una vez más,
fue ésto un motivo decisivo para mi futuro. Tres fueron los aspirantes
a esta plaza y después de una presentación-examen me la concedieron-
¡Que suerte!. Ya tenía un campo de acción que era el que yo deseaba .
En primer lugar, un órgano bueno y un coro muy bien formado. Muchos de los habitantes de aquel
distrito me eran conocidos. En un principio pensaban: “un español”.
Pero duró poco tiempo esa duda, pronto nos enraizamos los unos con los
otros. Yo decía, y digo, aquí todos somos europeos”. La
música nos hace hermanos. Así comienza esa donación de una artista
que lo es por la gracia de serlo. “En el Coro cultivábamos el
canto gregoriano y el de la Polifonía en las acciones litúrgicas. En
el campo de conciertos interpretábamos un gran repertorio clásico: El
Réquiem de Mozart, el Oratorio “La Creación del mundo” de Haydn,
Cantatas de Bach, El Oratorio de Navidad de Bach, El Te Deum de
Charpentier y el de Händel, la misa de Beethoven, la misa de la
Coronación de Mozart, etc. Todo en una Discografía de LP. En la parte
de órgano tenía yo un campo amplísimo. Sobre todo me dediqué a dar a
conocer el repertorio de órgano español, que estaba desconocido en
Alemania. Junto a este variado y complejo número de actividades,
siempre hubo en mi mente una idea más nívea: La música ha de servir
como vehículo de alegría y paz”. EN
EL ATARDECER DE SU VIDA REGRESA
AL PUEBLO CON SU ESPOSA Hoy
mora feliz con su esposa Roswitha en el pueblo natal de Jun,
dejando pasar los días y las horas en compañía de todo aquello que
les trae recuerdos y vida. “Ella fue el Ángel que me retuvo a su
lado, ayudándome en tiempos difíciles y haciéndome la vida más
soportable, sobretodo, en un país para mi extraño y que con el tiempo
llegó a ser mi segunda patria. Ahora, aquí en Granada, recordamos más
relajados y ya con más distancia de tiempo, el camino recorrido. Yo
siempre digo “aquel concierto que dimos en tal sitio”... sí, pues
ella –mi ángel- estaba siempre a mi lado para pasar la hoja, y darme
consejos, sobre cual registro iba mejor en ésta o aquella pieza o que
tiempo era el más adecuado teniendo en cuenta la acústica del recinto.
¡Siempre los dos!”. Antonio
Linares Espigares, quiere y ama a Granada, porque es su tierra donde
pasó la primera etapa de su vida, cuando veía todo lo que pasaba con
los ojos de juventud y teniendo en cuenta aquellos tiempos. La segunda
etapa de su vida, aunque la pasa en el extranjero, jamás la abandona ni
la olvida. Prueba de ello, han sido sus continuas visitas a Granada,
realizadas con los más importantes coros y orquestas alemanes, movido
tan sólo por hacer cultura entre los pueblos. Preguntado
qué es lo que más le gusta de Granada, nos expresa: “De Granada
me gusta todo aquello que sea granadino, lo árabe y lo cristiano. La
mezcla de ambos, en lo que respecta a su carácter y modo de ser-vivir
de sus gentes. Granada tiene que gustar a todos porque Granada es así.
Y quiero citar a este respecto el texto del himno que compuse para mi
pueblo de Jun, haciendo un cambio de nombre, si se me permite:
“Granada, mi tierra querida, / la que me vio nacer, / te quiero más
que a mi vida, / por algo tiene que ser”. A
un amigo de verdad, de siempre, lo quieres aunque pase algún tiempo sin
verlo, debido a la distancia o quizás por descuido, pero al reencuentro
todo vuelve como siempre. No hay reproches”. Tanto cuando acaricia el órgano como cuando dirige orquesta o coro, Antonio Linares Espigares, lo entrega todo, lo dona en un deseo de fundirse con el oyente. “La música ennoblece, dignifica, expresa y comunica la sensibilidad en todas sus facetas de tristeza, melancolía, jovialidad, alegría, expresa lo interior al exterior... son tantas cosas las que hace la música, que hasta al nacer nos anunciamos con un grito o lloro (un sonido) y al morir nos despedimos, con un último aliento o soplo. ¿Hemos pensado en ésto?. Para mí una de las obras más significativa, llena de fuerza, sobrecogedora, bella y real es la Antífona “In Paradisum deducant Te Angeli” (los ángeles te introduzcan en el Paraíso, Antífona gregoriana que se canta en los sepelios). ¿Quién desea otra cosa más singular que los ángeles le introduzcan en el cielo, y ésto, cantando?. ¡Qué hondo!”. La música, que tan magistralmente interpreta y dirige nuestro invitado, siempre llega hasta el alma. Es capaz de acercarnos a Dios y llenarnos de gozo y hasta de hacernos saltar una lágrima de perdón. Hasta el próximo concierto. Víctor Corcoba CORCOBA@telefonica.net
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