¡QUÉ IMPORTANTE ES EL NIÑO!

   

   

 

Se podría afirmar, que el Evangelio está profundamente

 impregnado de la verdad sobre el niño.

Incluso podría ser leído, en su conjunto,

 como el « Evangelio del niño ».

 

 

¡Queridos amigos! –dijo el Santo Padre: Juan Pablo II-: En lo sucedido al Niño de Belén podéis reconocer la suerte de los niños de todo el mundo. Si es cierto que un niño es la alegría no sólo de sus padres, sino también de la Iglesia y de toda la sociedad, es cierto igualmente que en nuestros días muchos niños, por desgracia, sufren o son amenazados en varias partes del mundo: padecen hambre y miseria, mueren a causa de las enfermedades y de la desnutrición, perecen víctimas de la guerra, son abandonados por sus padres y condenados a vivir sin hogar, privados del calor de una familia propia, soportan muchas formas de violencia y de abuso por parte de los adultos. ¿Cómo es posible permanecer indiferente ante el sufrimiento de tantos niños, sobre todo cuando es causado de algún modo por los adultos?.

 

Por ello, las niñas y niños de España, que ahora ya mismo finalizan el curso, deben saber que hay otros niños que pasan hambre, resultado de las estructuras económicas injustas, puesto que la tierra está dotada de los recursos necesarios para dar de comer a toda la humanidad. Hay que saberlos usar con inteligencia, respetando el medio ambiente y los recursos de la naturaleza, garantizando la equidad y la justicia en los intercambios comerciales y una distribución de las riquezas que tenga en cuenta el deber de la solidaridad. Mientras aquí vivimos “super”, otros niños no tienen nada de nada. 

 

            ¡Queridos niños! – os soñé yo- y me salió un poema:

 

LUZ DE AMOR Y VIDA

El Señor del cielo, que a nadie olvida,

me enseñó a conjugar el verbo amar:

A tu padre y a tu madre has de honrar,

porque ellos, juntos, son vida en tu vida.

 

 

La maternidad,  viva ola que anida

un mar de versos, níveo cantar,

un remar dual para un hondo rimar,

llama etérea en alianza vivida.

 

Crear vida es la única luz en pos

del alba, como el aire cristalino,

es como fundirse en la voz de Dios.

 

Porque el hijo es, la estela en el camino,

y aunque la madre y el padre son dos,

serán uno, verbo de amor divino.

 

           

            Os volví a soñar, niñas y niños, con una gran sonrisa, y me alegré; porque la nota distintiva en vosotros es la acogida, el amor y el servicio a los demás. ¡QUIERO SER NIÑO!.

 

            

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net