NAVEGANDO POR EL MAR

“Ahora no voy por el mar;
aquél sólo era de agua;
el de la vida es peor,
pues es de hiel y de lágrimas”

(Jacinto Verdaguer: 1845-1902)

 

 

 

Me gusta ver el mar,

y perderme en sus bamboleos,

cuando alza su concierto

de sílabas al cielo

y sus alas me acarician los labios

amortajados de tristeza

por las rudas resacas de la vida.

 

Pláceme beber el salado aroma

al son del viento

y enviarle versos de paz

al fiero mundo, al furioso león.

 

Versos que brotan del alma.

Del alma de la soledad inmensa.

De las inmensas músicas sonoras.

De los ojos de la luna de conchas llena.

 

Envuelve al mundo en la poesía,

-le digo al mar-, combate la soberbia,

que la tierra se estremezca

en la nada, en tu lanza de azotes.

 

Que tras habitar en la poesía

de estrellas y luceros

el odio espanta y el león se doma.

 

Inquieto el mar, proclama

la grandeza de sus azules transparentes,

mientras sobre la arena

surge el desconsuelo en el poeta.

 

Una lección última nos ha traído

la bravura del mar: cadáveres.

Y por darle venganza le recrimino,

le doy la espalda y vuelvo a tierra.

 

Una tierra que ve pasar la muerte

y no hace nada por abrir los brazos,

desde un rascacielos de vicios y vacíos.

     

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net