EL ECO DE LA NOTICIA
EL MUNDO DEL MENOR Y EL PRESO


 

            Días pasados en el Centro Socio-Cultural Gitano, ante más de un centenar de asistentes, tuvieron lugar unas fructíferas jornadas de debate, organizadas por el Secretariado de Pastoral Penitenciaria del que es director Fernando Cañavate Gea y por la Asociación del Voluntariado de Prisiones de la que es presidenta Concepción González Merino, para ahondar en el mundo del menor y del preso, desde la visión del adolescente en riesgo, así como en la profundización del perfil del privado de libertad y su repercusión, tanto social como psicológica.

 

            Cuando la inmensa mayoría de la sociedad “pasa” del tema de prisiones y de los privados de libertad, el voluntariado cristiano de prisiones de Granada, es todo un ejemplo de constancia y dedicación, pionero en toda España; una Pastoral Penitenciaria de Justicia y de Libertad, fruto de un admirable equipo capitaneado por Fernando Cañavate Gea, de profunda fe en el Dios libertador de todas las cautividades. Para ello, apuestan por una Pastoral de Justicia y de Libertad, encarnada "entre los más pobres de entre los pobres", capaz de prevenir las causas económicas, sociales, educativas y laborales del delito, implicada en la defensa de los derechos fundamentales de las personas que padecen la precariedad y la exclusión social, comprometida con las personas privadas de libertad, defensora de sus derechos, buscadora de alternativas a la cárcel, corresponsable del proceso de integración social y la plena normalización de vida, sin estigmas, de las personas liberadas.

 

            En esta época de globalización y de cambio continuo, el mundo se está haciendo cada vez más pequeño, más independiente y más complejo. Por consiguiente, el voluntariado, tanto a través de la acción individual como de la colectiva, es una forma de poder sostener y fortalecer  los valores humanos de comunidad, atención y servicio. Hoy más que nunca, estas gentes que donan su trabajo y esfuerzo, y hasta parte de su corazón por los últimos, merecen el mayor de los elogios, para que cunda el ejemplo.

 

EN LA APERTURA DE LAS JORNADAS

 

El Secretariado de Pastoral Penitenciaria y la Asociación de Voluntario de Prisiones, que aspira a una Pastoral de Justicia y de Libertad con vocación integradora en la vida diocesana y presente en todos los ámbitos de acción eclesial (parroquia, arciprestazgo etc...), en coordinación con las entidades eclesiales y extra-eclesiales, (distintas administraciones y empresas privadas), comprometidas en el ámbito penitenciario, unidos en la causa común de dar respuesta a las necesidades espirituales y materiales de las personas presas, ha hecho posible que en el acto de apertura se dieran cita distintas y dispares personas.

 

            La primera en tomar el uso de la palabra, fue Amelia Romacho Ruz  (Concejala de Educación del Ayuntamiento de Granada), que confesó su interés por los niños que se encuentran en prisión, con sus madres, a raíz de una conversación mantenida con estos voluntarios cristianos que le comentaron el deseo de sacar a estos pequeños (con sus madres) los fines de semana, fuera del recinto de las rejas. Sobre esta experiencia vivida, puesto que les acompañó en alguna salida, junto a esas madres con niños, comentó: “Allí me encontré con la realidad de esas mujeres, por esa falta de justicia social, que este mundo dirigido por una economía globalizadora y por un afán de beneficio económico de unos pocos sobre muchos, genera un mundo injusto en el que los más débiles tienen grandes dificultades para tirar para adelante. En este caso estas mujeres estaban allí como víctimas de sus propias parejas y por esas condiciones familiares precarias en las que viven. Jamás olvidaré esa preocupación de las madres por sus hijos, por esos niños que un día saldrán de esa prisión de la que son inocentes”. Desde el Ayuntamiento de Granada, la concejala visiblemente solidaria, apostó por seguir trabajando en esa línea de reinserción y prevención, junto a otras administraciones.

 

Aunque no pudo asistir la Delegada de Asuntos Sociales de la Junta de Andalucía, María José Sánchez Rubio, sí estuvo presente un representante de esa Administración, que en el uso de su tiempo, también subrayó la necesidad de apoyar a los más desfavorecidos. “Ocuparse, asistir, acompañar, cuidar a las personas privadas de libertad, es tarea de todos. Hablo de esas personas invisibles, que bajo el brillo del progreso se les margina en la pobreza, esas gentes que para muchos son inexistentes, y que también tienen derechos, por el simple hecho de ser personas”.  Para el interviniente, la mejor forma de luchar por la libertad es luchando por la igualdad; en ese compromiso, la Delegación Provincial de Asuntos Sociales, no escatimará –según su representante- esfuerzo alguno.

 

Por su parte, el director del centro penitenciario de Albolote, Eduardo Caracuel Romero, subrayó el gran trabajo que están realizando los voluntarios y las distintas administraciones. A propósito, dijo: “La sociedad nos ha entregado a personas que han quebrantado, y nos los han entregado para que los devolvamos algo mejor, no me gusta ya hablar tanto de reinserción, y sí de otras medidas, como en este caso, de ese consuelo espiritual de estos voluntarios cristianos”.  En cualquier caso, el director de la citada prisión, apostó por seguir sumando esfuerzos y por continuar siendo generosos. El presupuesto del año 2001 de la prisión de Albolote fue de dos mil cuatrocientos sesenta millones de pesetas. Y eso proviene de los impuestos que pagamos todos -dijo. Así que hemos de invertir esos recursos económicos de la mejor manera posible –señaló-.

 

Tanto el Vicario General de la Diócesis, Miguel Peinado Muñoz, como el Delegado Episcopal para la Pastoral Social y Comunicación Cristiana de Bienes, Juan Cara Tarifa, hablaron de la labor de la Iglesia, consecuente con la enseñanza de Jesús, servir a los últimos entre los últimos y ser testigos de la gratuidad. En esa misma línea, Concepción González Merino, presidenta de la Asociación del Voluntariado de Prisiones, apuntó seguir creciendo en la dimensión del agente de la Pastoral Penitenciaria como testigo de esperanza, desde el convencimiento de que toda persona puede cambiar, que todos tienen potencialidades que deben ser descubiertas y cultivadas y, al tiempo, sin perjuicio de la responsabilidad que corresponde al Estado, procurar generar respuestas concretas y creativas que incidan en los terrenos de la prevención, la intervención penitenciaria y la reinserción social.

 

DIVERSAS PONENCIAS

 

            La ponencia del profesor del Centro Penitenciario, José Granados Puerto,  la desarrolló entorno a la pedagogía con los presos y habilidades sociales. En este sentido, expuso: “Teniendo presente que han cambiado las condiciones de las cárceles, pero sin olvidar la opresión psicológica que soporta toda persona privada de libertad, el Equipo Pedagógico del Centro Penitenciario de Albolote, integrado por ocho maestros, da vida al Proyecto Educativo, que anualmente se concreta en el Plan de Centro y se desarrolla ajustándose a los niveles formativos (alfabetización, formación de base, graduado, español para extranjeros, intervenciones sectoriales) y a  unas líneas pedagógicas concretas”.  

 

En cuanto a las habilidades sociales que deben caracterizar al voluntario, José Granados Puerto, estableció las siguientes: No a nuestra inestabilidad personal, no a nuestra inseguridad, no a pretender hacer con los internos todo lo que antes no hemos hecho en nuestra propia vida, no a la prepotencia; y sí a la persuasión, al convencimiento, a favorecer las iniciativas, a practicar la paciencia como virtud heroica y equidistante entre la debilidad y el pasotismo, a trabajar la compasión y simpatía.

 

El subdirector de Tratamiento del Centro Penitenciario de Albolote, Sergio Ruiz Arias,  trazó el perfil del preso y la repercusión que en ellos tiene la cárcel: “El cumplimiento de penas privativas de libertad representa para el recluso un punto de inflexión en su historia vital y personal. Se verá obligado a emplear una serie de estrategias cognitivas, emocionales y conductuales que le permitan su adaptación a una nueva situación no deseada. Este proceso adaptativo es complejo y diverso atendiendo a las propias diferencias individuales en el ámbito personal, familiar, social y delictivo. Sin embargo, esta gran variedad de escenarios interactivos puede desde unos determinados patrones de comportamiento”.

 

Comenzó Sergió Ruiz Arias delimitando el perfil del preso actual en los centros penitenciarios (mayoritariamente masculina, con una media de 34 años), para fijar la atención en la  delimitación general de los efectos de la prisión sobre el comportamiento del interno. “En una primera fase analizaremos la especial desorientación, incertidumbre y ansiedad que se producen en el momento del ingreso en prisión. Una segunda fase que representa el periodo inicial de permanencia en prisión caracterizada por actitudes y comportamientos ambivalentes en continuo proceso de ajuste-desajuste. Definiremos la tercera fase como el periodo central del cumplimiento de la condena, centrándonos en las principales estrategias adaptativas que utilizan los internos para afrontar su largo internamiento como la fragmentación mental del tiempo en períodos críticos, la participación en actividades tratamentales y ocupacionales. Finalmente, como cuarta y última fase, nos detendremos en todas las dificultades y cambios  que se producen en el periodo final de cumplimiento de condena que normalmente coincide con la vuelta progresiva a la vida en libertad”.

 

Juan Bautista de las Heras (director del Centro de Menores de Guadix) y Fernando Cañavate Gea (director del Centro Ocupacional Villanueva), centraron su ponencia en la problemática de los menores e intervención con ellos. El primero ahondó en la educación en adolescentes en situación de riesgo y conflicto social, así como nuestro compromiso hoy en la acción educativa. Mientras el segundo, profundizó en el menor que no quiere seguir unos estudios reglados. Tanto el uno como el otro de los intervinientes, hablaron de jóvenes cuyas condiciones de vida, vivencia, economía,  les han hecho crecer en situación de explotación y riesgo. Hablaron de todo este contingente de niños y jóvenes que, más acá y más allá de nuestras fronteras, son mayoría de la tierra, y parece que a veces lo olvidamos. Niños... sólo niños. Niños de la calle, cachorros de nadie, perros callejeros, huérfanos y necesitados de adultos sensatos dispuestos a convivir con ellos la experiencias relacionales de solidaridad, y dispuestos a ayudarles a que adquieran su propio sistema de defensa, incluso de autonomía, en un mundo hostil que pretende –interesadamente- decir que estorban, molestan, estropean la convivencia pacífica.

 

La última ponencia corrió a cargo del Juez de Menores, Emilio Calatayud Pérez, que hizo una valoración de la Ley del menor positiva, pues considera que ha tenido una entrada en vigor muy criticada, debido quizás a una información inadecuada. “El éxito de la ley dependerá de los operadores jurídicos y de todos los profesionales que la apliquen; puesto que el espíritu de la ley tiene una finalidad sancionadora educativa y un interés por el menor subrayado además por el apoyo del equipo técnico”.

 

El juez Calatayud, es una referencia en el mundo judicial andaluz desde que en 1992 condenó a aprender a leer y escribir a un menor que fue sorprendido robando vídeos. “Yo sé qué tú eres muy listo y muy inteligente. Si en dos meses aprendes, quedas en libertad”, le dijo. El chico lo hizo y el juez cumplió. A lo largo de su intervención, en cuanto a medidas aplicables a menores y ejecución de esas medidas, el citado juez ilustró la norma con su aplicación, mediante ejemplos concretos. Así condenó en su día a otro chaval detenido cuando conducía bajo los efectos del alcohol, a pasarse un mes visitando la unidad de tetrapléjicos de un hospital para ver las consecuencias de un accidente. Y a otro, que agredió a un compañero porque “lo miraba mal”, a limpiar los cristales y los espejos de un banco. “Así sabrá cuándo se mira mal de verdad”, comenta el juez. También obligó a estudiar a un chico que había robado 320.000 euros en joyas a una turista griega. Fue la propia turista la que quiso pagarle los estudios.

 

“De lo que se trata”, explica el juez, “es saber si lo que queremos es castigar o reinsertar. A todos estos jóvenes que han cometido delitos menores lo que hay que hacer es que puedan volver a la sociedad. Cuando el menor hace algo realmente grave, tiene que pagarlo. En casos graves tenemos que privarlos de libertad. Pero también darles un tratamiento que les permita volver a la sociedad, prepararlos para reincorporarse al mundo”.

 

También se desarrollaron, como complemento a las ponencias, diversos talleres, bajo los significativos títulos: Influencia del barrio y familia en la comisión de delitos, psicología del preso, pedagogía que conviene desarrollar en la intervención con el preso, y  cómo influyen en los presos las medidas de reinserción social: tercer grado, salidas culturales y charlas institutos. Dirigieron los citados talleres: Fernando Cañavate, Sergio Ruiz Arias, Elena Rodríguez Lozano y Concepción Cabezas Alguacil.

 

REFLEXIÓN ÚLTIMA

 

El mundo de las rejas, a mi juicio, es una estructura viciada desde su origen, destinada a recibir a los que la sociedad considera como desechos humanos y ubica en la periferia propiciando su progresiva desestructuración.

 

Estas jornadas contribuyen, desde luego, a la reflexión; frente a una sociedad vengativa y a unos políticos, que en la mayoría de las veces, no ofrecen proyectos serios de reinserción y rehabilitación porque no se aborda la concatenación prolongada de fracasos que han ido progresivamente deteriorando a la persona y que en muchos casos ha desembocado en el problema DROGA/SIDA.

 

Dado el carácter represivo y reducido de toda cárcel, toda institución penitenciaria está abocada a hacer predominar el control sobre el tratamiento, la seguridad sobre el trato personal. Por todo ello, se constata una falta de valores y posibilidades humanas que empobrecen el crecimiento personal. La sociedad vive de espaldas a esta realidad: una sociedad que incita constante e ininterrumpidamente al éxito individual ha de condenar, castigar y reprimir todo fracaso.

 

Debieran acrecentarse a mi juicio, también, este tipo de jornadas, puesto que hay un desconocimiento profundo del fenómeno cárcel que justifica la superficialidad con que vivimos. La cárcel es una falsa solución social: el preso en la sociedad es una molestia, en la cárcel no es molestia aunque nos cueste al año millones de pesetas. En todo caso, el fracaso de la cárcel refleja un fracaso social amparado en una doble y ambigua moral; a nivel político la cárcel no es considerada un problema social urgente porque los que en ella residen no tienen ni voz ni voto. En el fondo, hay un deseo hipócrita de nuestra sociedad: "El que la hace la paga". Y para más inri, considero –y es una apreciación personal y como tal subjetiva- que hay demasiados presos preventivos,  y que, para más cruz, salvo excepciones, los jueces y abogados conocen muy poco la realidad de las cárceles.

            

 

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net