MONTEFRÍO: BALCÓN DE RUTAS CELESTES

           

            Tal y como estaba previsto por el Arzobispado de Granada, dentro del ciclo de actividades culturales 2002-2003, promovidas por el Cabildo de la S.I. Catedral Metropolitana, el Cabildo de la Capilla Real y la Delegación Diocesana para el patrimonio cultural, se realizó la visita guiada a Montefrío, bajo la dirección de don Antonio Muñoz Osorio, que una vez más, tuvo gran afluencia de asistentes, sobrepasando el centenar de personas, trasladadas en autobuses y turismos particulares.

 

            En esta ocasión, la responsable de la visita guiada, ha sido la profesora titular de Historia del Arte de la Universidad de Granada, la doctora Esperanza Guillén Marcos; autora, entre otros, de un libro sobre Montefrío, editado por la Diputación granadina. A propósito del encuentro, y en pleno camino por las empinadas calles del pueblo, nos participaba las directrices a seguir: “Ya que nos encontramos en una de las villas emblemáticas del poniente granadino, declarado conjunto histórico artístico,  haremos un recorrido cronológico por algunos edificios representativos, comenzando por la Iglesia de la Villa (siglo XVI), donde se encuentra hoy el centro de interpretación, y que los Reyes Católicos mandaron construir en el Castillo, una iglesia, tal como venía siendo costumbre, en ellos, al conquistar alguna fortaleza mora; luego iremos al convento de San Antonio, consagrado al culto de San Antonio de Pádua; finalizando en la Iglesia de la Encarnación, realizada bajo el reinado de Carlos III; previo pararse a contemplar el paisaje, o bien algún otro edificio histórico”.  

            Si resulta impresionante subirse al balcón, que forma la fortaleza árabe y la Iglesia de la Villa, alzados casi en el aire, no menos sorprendente  y fructífero, resulta adentrarse con la vista en la diversidad paisajística de su entorno y dialogar con su gente; personas de gran apertura y bondad, como me apuntaba su párroco, Emiliano Zafra Lara. En este sentido, nos dijo: “Procuramos que la parroquia, aparte de que sea un lugar de culto de los fieles, que sea también un lugar vivo, lugar de vida que nos una en comunión, sin distinción alguna”. Subrayar, que tanto visitantes como vecinos, confluían en armoniosa convivencia, en el contexto de una Iglesia como familia, donde todos son asiduos “a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones (Hch 2,42).


 

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net