RAÍCES GRANADINAS

MIGUEL J. CARRASCOSA SALAS:
UN HUMANISTA CRISTIANO

   

   

 

Desde un paradisiaco balcón del Albayzín donde aún se divisa un mar de versos, bajo el aire recio de la historia como testigo notarial que acude al encuentro en níveo silencio, y la atenta mirada de una Sierra verde-blanca y azul, abrazados por las voces de la de la  Alhambra a un lado, y al otro costado el bullicio de la ciudad, tiene lugar la cita, nada menos que con un humanista cristiano: Miguel J. Carrascosa Salas.

 

Se dice que la comunicación interhumana, que supone la transmisión consciente de ideas, sentimientos, afectos, bienes y servicios, es el cauce natural de que disponen los seres humanos para relacio- narse. En este nativo caminar, nuestro invitado, persona culti- vadísima, es un hombre especialmente dotado para la conversación larga e intensa. A pesar de los claroscuros, de las sombras y altibajos del momento presente, camina con la fuente del optimismo cristiano. Convencido de que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, quiere decir también que el hombre está llamado a existir para los demás, a convertirse en un don y en una donación. He aquí, pues, sus primeras palabras, las que subrayan este desvelo por la humanidad: “Me preocupa la muerte por hambre de miles de niños ante la indiferencia, explotación y olvido de los poderosos; las sangrientas y absurdas confrontaciones que enfrentan a pueblos, etnias y culturas diferenciados, ante la irritable pasividad de los países llamados del primer mundo, en posesión del poder económico, militar y científico-técnico, como es el caso de los Estados Unidos de América y de la vieja Europa; el terrorismo nacional e internacional, que sigue provocando la muerte de personas inocentes y la destrucción de familias, comunidades y pueblos; la pléyade de jóvenes que están sufriendo los efectos del paro, la drogadicción, el alcoholismo, el sida y la perniciosa y sistemática explotación del sexo, a todos los niveles; la alarmante pérdida de valores fundamentales que dan sentido a la existencia, estabilidad y vigor a la sociedad y cauce para el desarrollo, en plenitud, de hábitos, comportamientos y actitudes, éticamente correctos, entre individuos, familias y comunidades, que vertebran y consolidan la convivencia; la persistente –al par que preocupante- crisis religiosa de la cultura occidental, que está provocando la descristianización de los pueblos, el creciente alejamiento de los adolescentes y jóvenes de la Iglesia y la generalización de un modo de vivir inspirado en el materialismo hedonista y en el descontrolado “dejar hacer” de los instintos”.

 

Pero un hombre de su altura intelectual y mística, ante una sociedad tan injusta, desconcertante e insolidaria, le invita a ver otros horizontes luminosos. Y así, nos participa, que caben diversas posibilidades de actuación: “Replegarse, de modo conservador, para sentirse “seguro” en medio de tanto desorden, violencia y marginación. Esto, no es solución. Declarar, a secas, que todo es catastrófico, pero sin proclamar ningún mensaje de esperanza. Tampoco esta postura transforma. Y queda una salida, y sólo una: la revolución personal, que exige varios compromisos fundamentales, que son los que estoy tratando de asumir en mi actuación de todos los días, pese a mis innegables limitaciones y debilidades: Despertar a los instalados, esto  es, salir de nuestra tranquilidad satisfecha; despertar a los “bonachones”, es decir, a los que creen que la sociedad está formada por hombres buenos por naturaleza; despertar a los cristianos, que no son fríos ni calientes, a los que con su tibieza, están provocando el vómito de Dios; despertar al individuo, o sea, a la persona que vive en formas desagradadas de comunidad, en la sociedad sin rostro ni identidad, que es la masa, o el partido político domesticado y sumiso; la familia burguesa, lugar de seguridades y refugio frente al mundo; los foros de intelectuales y académicos, envueltos en la parafernalia congresual y vacuos y estériles a la hora de trabajar por los demás; despertar a los revolucionarios, porque también ellos –a su manera- son responsables del desorden establecido, de esa enorme distancia existente entre lo que se piensa y lo que realmente se hace. A los “revolucionarios” sí, que tienen que despertar, para purificar su proyecto, para que su conversión a lo personal y tangible no sea voluntarista, ni sentimental, sino provocada gracias al don recibido, al amor que se nos ha dado, que es el que de verdad nos hace ser”.

 

ENTRE EL GRATO RECUERDO DE LOS JUEGOS,

Y LO TRÁGICO DE LA GUERRA CIVIL;

TRANSCURRE SU INFANCIA

 

De su infancia prevalece el recuerdo, siempre vivo, cercano y acogedor de sus padres (José y María), especialmente de su madre, “que fue una mujer excepcional,  nacida en el corazón de la Alpujarra Alta, distinguida siempre por su austeridad, reciedumbre, sencillez, fortaleza de espíritu y prudencia, y, sobre todo, por sus arraigadas y profundas convicciones religiosas. Su fe –lo digo con sano orgullo- movía realmente las montañas”.  De su padre, nacido en Torrenueva,  nos rememora: “su esfuerzo, su espíritu de superación, su capacidad de trabajo y su tenacidad como maestro nacional que fue de Órjiva. Exigente, temperamental y autoritario, como eran, por lo general, los maestros y los padres de su generación, pero de un gran corazón”.

 

Su niñez, pues, transcurrió en Órjiva, entre la firmeza, sabiduría y acogida de una madre ejemplar, en cuyo regazo encontró siempre consuelo, gozo y acertada instrucción, y las exigencias y actitudes de  un padre enérgico y severo en ocasiones. Sobre ese tiempo de inocencia, nos evoca los juegos: “Los practicábamos con desbordante ilusión en el huerto de la vivienda paterna, empleando juguetes de fabricación casera: aros, pelotas de trapo, cochecitos de hojalata y carretes a guisa de neumáticos que hacíamos circular a través de pequeñas carreteras que construíamos apisonando tierra humedecida”.

 

Unido a las remembranzas del juego, también le selló la trágica y sangrienta guerra civil, que le sorprendió con ocho años recién cumplidos, dejando en su memoria, “grabadas a fuego, escenas que jamás deberían repetirse en ningún pueblo del mundo. Soy, por tanto, un niño perseguido por los fusiles de la historia, que sufrió, muy de cerca –como el resto de mis hermanos- las consecuencias de la confrontación: penuria económica, escasez de alimentos, retraso en los estudios, desplazamientos familiares forzados, enfermedades infecciosas, fusilamiento de personas conocidas, parientes próximos caídos, como soldados, en el “Cinturón de Bilbao”, la destrucción parcial de la vivienda familiar por un impacto de la artillería, y tantas otras crueles estampas”.

 

En los años de juventud (época de los 16 a 25 años),varios son los hechos que le marcan: la inesperada muerte de su hermano, los estudios como alumno libre, la militancia activa  y vibrante en el movimiento eclesial de Acción  Católica, los círculos semanales de estudios bíblicos, bajo la dirección de don Evaristo Medina, el recordado  y erudito párroco de Órjiva, que dedicó largos años a la “cura de almas” en esta bella población Alpujarreña, agrícola y minera, como una constancia y vocación realmente excepcionales. Y, cómo no, también llegó a su vida el amor; una pasión que así nos la revive: “Mis primeros y únicos amores con la que hoy, por ventura, es mi esposa, María del Amor, que me ha dado cinco hijos (dos varones y tres mujeres), que son la alegría de nuestro matrimonio y la razón de ser de nuestra paternidad compartida: Yo siento que este injerto de sangre nos anuda/ para siempre, nos ata el respirar gozosos,/ nos libera de muertes, nos levanta del polvo”.

 

LA APASIONANTE LABOR EDUCATIVA:

LOS AMIGOS DE UNA ESCUELA MEJOR

 

La  mayor parte de su carrera  docente, iniciada en 1944, transcurrió primero como maestro nacional (quince años, por la Alpujarra granadina y pueblos de la provincia de Jaén); después, como director escolar, por oposición, del Colegio Público Mixto “Gómez Moreno”  del Albayzín  Nuestro insigne invitado, en la Granada de los años sesenta y setenta,  vive con toda intensidad y dedicación la tarea educativa, como educador del barrio más típico y proletariado de la ciudad. Sobre este momento de su vida, nos dice: “De 1960 a 1974 ejercí como director escolar del C.P. “Gómez Moreno”, situado en la albayzinera plaza de San Nicolás, encarada a la Alhambra. En este centro viví una apasionante e innovadora  experiencia educativa, protagonizada por profesores, alumnos, padres y vecinos del barrio: “Los Amigos de una Escuela Mejor”; un proyecto de integración y participación de la comunidad en tareas de alfabetización, promoción social, cultural y educativa de los sectores más deprimidos y abandonados del Albayzín, que propició la apertura de cauces de participación democrática de los ciudadanos en su propio desarrollo; la reducción de los índices de analfabetismo de la población juvenil; el mejoramiento progresivo de las relaciones sociales y de convivencia entre personas y grupos de las más diversas ideologías, que acudían al centro social propiciado por la Escuela para resolver solidariamente cuestiones y problemas que les afectaban tan de cerca; el progreso de los alumnos/as de los distintos ciclos como consecuencia de la intervención activa de los padres, juntamente con los profesores, en los procesos de socialización y aprendizaje de sus hijos”.

 

Continuando en el tiempo, y en su profesión docente, de 1975 a 1980, ejerce labores de coordinador del Servicio Técnico Provincial de Orientación Familiar del MEC, en Granada. De 1981 a 1982 asume la dirección, por designación Ministerial, del Programa Nacional de Orientación de Padres de Alumnos del MEC, siendo titular del departamento el profesor Mayor Zaragoza. De 1984 a 1989, forma parte del Equipo Provincial de Orientación Educativa. En 1990, accede a la Inspección Técnica de Educación por concurso de méritos, en cuyo Cuerpo se jubila cuatro años después. De su experiencia, como inspector de educación, recuerda –con sabor agridulce- “los conflictos que, a nivel de centros, se suscitaban en el seno de los Consejos Escolares a la hora de tomar decisiones relativas a disciplina escolar, papel de los padres en la administración y organización de la enseñanza y en las relaciones del centro con la comunidad. También los recuerdos menos agradables a la hora de intervenir para corregir y hasta para sancionar determinadas conductas protagonizadas por profesores descuidados, que desde luego han sido una excepción dentro del numeroso y ejemplar colectivo docente de las comarcas que yo visité. Pero el recuerdo que ha quedado grabado con más intensidad en mi memoria ha sido el encuentro con maestros y maestras jóvenes, a los que he procurado transmitir un mensaje de esperanza, optimismo y fe, en una de las profesiones más nobles y fundamentales de la sociedad: la del educador o educadora de niños y adolescentes. ¡Cuántos proyectos de hombre o de mujer en las manos de un alfarero silente, laborioso y comprometido con el barro, esperando el soplo creador de su intervención!. ¡Ser educador merece la pena!. Ya lo dijo, con palabra enamorada, el inefable y vital Gabriel Celaya: “Soñar que cuando un día / esté durmiendo nuestra propia barca, / en barcos nuevos seguirá nuestra bandera/ enarbolada”. ¡Cuánta verdad hay en ello!.”

 

UN ARDIENTE DESEO DE COMUNICACIÓN

LE HACE ESCRITOR

 

Desde sus años de escuela, Miguel J. Carrascosa Salas, ha sentido la necesidad, siempre gozosa, de expresarse como escritor, de hacer partícipes a los demás de sus ideas, experiencias, estado de ánimo, sentimientos y proyectos. Y este precioso hábito lo ha mantenido, con los naturales altibajos que impone el devenir, hasta el día de hoy. Sobre las razones que le han movido a escribir, nos comenta: “Quizá figure en primer lugar el gozo, el placer del ánimo, que siempre nos produce a los autores el ver plasmada en una determinada obra de carácter narrativo, poético, o simplemente informativo, el fruto de nuestra creatividad, inspiración o habilidad descriptiva. En otro plano, no menos importante, el deseo de dejar, en medio del mundo, una huella estremecida, una sombra de nuestro espíritu, algo que nos transcienda y sobreviva, como llegó a afirmar en su tiempo el viejo rector de Salamanca, don Miguel de Unamuno. Es el caso de los poemas que tengo escritos sobre Granada, el Albayzín y la Alpujarra, la trilogía geográfica, paisajística y evocadora de mis preferencias, en versos telúricos, sencillos y ajustados; o aquellos otros que tratan de reflejar un deseo, una aspiración o un mensaje que nos haga pensar en un “más allá” cada día más cercano para los hombres y mujeres de mi generación: Fugaces las horas pasan/ con la rapidez de un eco/ y al intentar detenerlas/ se nos mueren en el tiempo…”

 

Nuestro invitado, escritor en el más hondo sentido de la palabra, tiene doce libros publicados. De ellos, cuatro, sobre la Alpujarra, otros tantos sobre el Albayzín, uno sobre las asociaciones de padres de alumnos, otro sobre la filosofía de la participación, y, finalmente, uno sobre técnicas de orientación familiar, además de los numerosos artículos, reportajes e informes publicados en la prensa diaria y profesional sobre determinados aspectos relacionados con la historia de la Alpujarra y con la amplia temática educativa, social y religiosa de nuestro tiempo. En este sentido, nos manifiesta: “Los libros y trabajos que he publicado a lo largo de mi vida, han representado para mí, más que una meta literaria –que nunca me propuse- más que “una pirueta o un bordado artístico” –como también nos dejó dicho de su obra el desaparecido escritor, José Fernández Castro- han querido ser la huella estremecida de un ardiente deseo de comunicación interhumana, de difusión de noticias y mensajes reveladores de un pasado oculto bajo los secretos, tal vez intencionados, de la propia historia”.

 

SU OTRA GRAN TAREA: LA DE LA UNESCO

 

Miguel J. Carrascosa Salas, le gustaría que le recordasen como educador del pueblo, bien intencionado, que puso sus cinco sentidos en hacerlo bien, con la ayuda de Dios, por supuesto, –nos dice-, aunque no siempre lo consiguiera. Esta es su autodefinición: “Aprendiz de educador y, sobre todo, aprendiz de creyente”.

 

En todo caso, su otra gran tarea, la de la UNESCO, camina por esa misma línea, la del fomento a la educación, a la ciencia y la cultura. Sus primeros contactos, con la citada organización, se iniciaron a comienzos de los años sesenta, a través de la asidua y reposada lectura de su órgano de difusión más conocido y emblemático, “El Correo de la UNESCO”.  Como consecuencia de este hecho, un grupo de granadinos, amantes de la paz y defensores comprometidos de los derechos humanos, tuvieron la feliz idea –no exenta de peligro y audacia en estos años- de crear en Granada un Club de Amigos de la UNESCO, con sede en el colegio público “Gómez Moreno” del Albayzín, que dirigía en aquellos años.  A los pocos meses de su creación, el Club fue suprimido por disposición de la Jefatura Superior de Policía de Granada, por estimar que sus miembros realizaban una labor subversiva, al margen del asociacionismo reconocido como “legal” por las autoridades competentes.

 

Restaurada la democracia en 1978, fue nombrado, en 1980, consultor de la UNESCO, con el compromiso de llevar a cabo una misión de orientación educativa en el Ministerio de Educación Nacional de Colombia, que realizó muy gustosamente bajo el mandato del entonces director general adjunto de la Organización, don Federico Mayor, en Bogotá, Nariño, Boyacá y en otras ciudades de aquel hermoso y sufrido país hispano-americano.

 

En 1994, asume la presidencia –que aún ostenta hoy- del Centro UNESCO  de Andalucía, creado por iniciativa del profesor Mayor Zaragoza –director general de la UNESCO en este período- en el seno de la Universidad de Granada (Facultad de Ciencias de la Educación), con el único objetivo de difundir en nuestra Comunidad Autónoma los fines, planes y actividades de la Organización en los campos de la educación, la ciencia, la cultura y las comunicaciones. ¿Qué es lo que realmente le ha conmovido de la UNESCO a nuestro invitado?. Esta ha sido su respuesta: “Sin duda alguna, el mensaje de ilusión esperanzada que figura en el preámbulo de su Constitución (1946) redactada al término de la Segunda Guerra Mundial (1939-45): “Que, puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”. Y junto a este mensaje de optimismo, esperanza y fe en el futuro de la humanidad, emitido cuando todavía resonaban en el viejo continente los ecos de la recién concluida conflagración mundial, la impresionante labor que, a escala planetaria, viene desarrollando la UNESCO para favorecer la cooperación internacional en la edificación de la paz y la seguridad entre los diferentes Estados a través de la educación, la ciencia, la cultura y las comunicaciones, con el fin de asegurar el respeto universal a la justicia, a la ley, a los derechos humanos y a las libertades fundamentales que, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión, reconoce a todos la Carta de las Naciones Unidas”.

 

Nos consta, que el Centro UNESCO en Granada, y por ende en Andalucía, desarrolla una gran labor. Sería muy largo, y cansino, citar todo lo realizado por la ciudad. Si acaso citar, como muestra, las gestiones realizadas ante la sede central, para que el Albayzín fuese declarado “patrimonio cultural de la humanidad”; así como los importantes congresos, seminarios y jornadas, realizados en la ciudad, convirtiéndola así en un verdadero  lugar de encuentro con destacados intelectuales de todo el mundo.

 

SOBRE LA GRANADA ACTUAL

Y EL ALBAYZÍN

 

A un notario del tiempo, a través de la palabra, que tanto ha escrito sobre su tierra, no podíamos dejar de instarle a que nos hablara de la ciudad en la que vivimos. Esto fue lo que nos dijo: “Quisiera ser objetivo y ponderado al hacer el juicio crítico sobre la Granada de hoy, que ha sido el resultado de aciertos y desaciertos innegables de sus gobernantes y regidores. A la Granada cerrada, insolidaria y conservadora de anteriores períodos históricos, se han sucedido en nuestros días alentadoras etapas de progreso y desarrollo económico, social y cultural de gran repercusión e incidencia en el mejoramiento integral de la ciudad. Recordemos, por ejemplo, la brillante y fecunda gestión llevada a cabo, de 1938 a 1951, por don Antonio Gallego Burín al frente de la alcaldía. A él debemos los granadinos –entre otros muchos logros, cuya enumeración omitimos por razones obvias- la aprobación y ejecución del I Plan de Ordenación Urbana de Granada, redactado con criterios innovadores y con una visión aperturista. De la etapa democrática, cómo no recordar, con merecido reconocimiento, el paso por la alcaldía granadina del socialista y profesor universitario, don Antonio Jara Andreu, que acometió la realización de un importante plan de reforma y modernización de la ciudad. Entre sus logros destacamos, el espléndido, amplio y bien dotado Palacio de Congresos y Exposiciones; de don Jesús Quero Molina, socialista como el anterior, que acometió con éxito el encauzamiento del río Genil, a su paso por la capital, y, finalmente, de don José Gabriel Díaz Berbel, del Partido Popular, que remodeló, con singular acierto, el centro urbano de Granada y gestionó la puesta en marcha del Proyecto Piloto Urbano de Revitalización del Centro Histórico del Albayzín, hoy en fase de realización. Pero, a pesar de la innegable transformación y mejora que la ciudad ha experimentado en las últimas décadas, la Granada que yo siempre he soñado no se corresponde totalmente con la Granada de hoy, que se muestra un tanto anárquica en su ordenamiento urbano; bastante descuidada en la limpieza y ornato de sus calles, plazas y miradores, aunque en este aspecto seamos todos un poco responsables. Entiendo que, en sus planes de ordenación urbana no se han sabido, o no se han querido armonizar las exigencias de la ciudad histórica, monumental y artística, con los retos del desarrollo económico, social y cultural provocado por los espectaculares avances de la ciencia aplicada y de las nuevas tecnologías”.

 

            Tampoco Miguel J. Carrascosa Salas ve mejoras en el Albayzín que, ya desde tiempo inmemorial, ha venido sufriendo, de modo incesante, abandonos, negligencias y deterioros. A propósito, nos dice: “Estimamos que el ritmo de los proyectos de revitalización es excesivamente lento, falto de una planificación y programación abarcadora de todo el casco histórico del barrio, debidamente coordinada por las distintas administraciones, y carente, hasta ahora, de instrumentos, a fin de que sus resultados satisfagan plenamente las demandas sociales, la calidad y solidez de las obras realizadas y las legítimas aspiraciones de los ciudadanos”.

 

            Aunque las notas tomadas prosiguen, hemos de finalizar. Nuestro admirado, Miguel J. Carrascosa Salas, es una persona gentil, humana, que nos ha abierto las puertas de su corazón. Conversar con él es como recibir el pan de la sabiduría. Seres tan auténticos e ingeniosos, marcan realmente. También participamos esa misma lealtad de gratitud, a su esposa, una sorprendente y anónima pintora a la que animamos continúe en la búsqueda de la belleza, siempre con la sonrisa a punto. Deseamos, igualmente, que nuestro invitado lleve a buen término sus dos próximos libros, sobre las “leyendas y tradiciones de la Alpujarra”  y el “Diccionario Geográfico, Histórico y Estadístico de la Alpujarra”.  Hágase la palabra y, en nuestro invitado, se hizo la luz.

            

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net