¿La sociedad pluralista debe ser tolerante?

             Cada día las distancias son menores y las sociedades se tornan pluralistas. El fenómeno migratorio seguirá creciendo y el mundo será una gran aldea. El desarrollo de los medios modernos de transporte facilita cada vez más los desplazamientos de personas de un país a otro, de un continente a otro. Para que esta convivencia se desarrolle de modo pacífico es indispensable que, entre los miembros de los diferentes entornos, apuesten por el diálogo y la tolerancia recíproca. Partiendo de esta realidad, surge un aluvión de preguntas: ¿Estamos dispuestos a admitir en los demás una manera de ser, de obrar o de pensar distinta de la propia, especialmente en cuestiones y prácticas religiosas?. ¿Admitimos y toleramos el hecho diferencial?. ¿Debemos ser tolerantes?.  ¿Cuándo debemos serlo?. Es cierto que la tolerancia no se logra de la noche a la mañana, requiere tiempo y esfuerzos por parte de todos, cultivo educacional, que nos lleve a dejar atrás el sentimiento exacerbado de autoestima y orgullo. Por consiguiente, si queremos cambiar las actitudes, en los próximos años tenemos que hacer más hincapié desde los planes educativos, desde la escuela, en educar a los niños acerca de la tolerancia, los derechos humanos y las libertades fundamentales. Sólo así mejoraremos la calidad humana, es decir, seremos más humanos. Lo demás son pamplinas.

 

LA INTOLERANCIA ES UN PROBLEMA DE
TODOS LOS ESTADOS DEL MUNDO

Si bien el problema de la intolerancia no es un problema de un sólo Estado, sino de todos los Estados, de todo el mundo mundial, sí cada área diferencial debe hacer hincapié en ser más comprensivos e indulgentes. Cualquiera que sea el lugar en que uno viva, probablemente se sorprenderá de la gran diversidad que se observa en la comunidad. Se ha dicho que una cultura es la suma total de todas las influencias que una región ha recibido. Aquí todo el mundo ha de contar, hasta las minorías. Y brota un nuevo interrogante: ¿Realmente se garantiza los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales, étnicas, religiosas, lingüísticas u otras? ¿Sus derechos se fomentan y protegen?. ¿Qué puede hacer usted para mejorar las actitudes o el comportamiento respecto a sus vecinos, que tal vez, alguno sea extranjero?. Toda comunidad se basa en la interdependencia. Como las plantas y los animales, las personas no podríamos sobrevivir si todos fuéramos iguales. En cualquier caso, todos nos necesitamos mutuamente, mal que nos pese.

También va a contribuir a que el mundo sea más tolerante, el que las diferentes religiones del mundo, avancen en ese sentido cívico. O el que los eventos deportivos internacionales sirvan para unir fronteras y hermanarse más. En ese mismo camino, el mundo del arte puede ayudarnos a que el ensamblaje de la tolerancia sea más efectivo y afectivo, puesto que nos va a dar las claves de los diferentes modos de vida y vamos a poder percibir las diferentes atmósferas. Cualquier motivo que nos haga ser más condescendientes hemos de potenciarlo, en una sociedad que avanza hacia la pluralidad a pasos agigantados.

 

EL DIÁLOGO Y EL CONSENSO
FUNDAMENTO DE LA TOLERANCIA

En el mundo actual, convulsionado por conflictos y catástrofes, no es fácil detener la marcha y analizar que muchos de esos problemas tienen su origen en la intolerancia e intransigencia. A veces sólo la economía parece importarles a los Estados y olvida lo más importante, el hombre, la convivencia del hombre con el hombre mismo. En alguna Cumbre Mundial hemos leído con gozo que, los dirigentes del mundo entero, aprueban una declaración en la que afirman que la libertad, la igualdad de los individuos y los pueblos, la solidaridad, la tolerancia, el respeto por la naturaleza y la responsabilidad común, son seis valores fundamentales que deben caracterizar a las relaciones internacionales en el siglo XXI. Pero, luego, la vida diaria nos hace ver, que algunos de esos gobiernos han olvidado los compromisos que han contraído en apoyo de esos valores.

 Llegado a este punto, algún lector puede estar pensando en lo paradójico del caso, y preguntarse: ¿Y qué hacer con esa sociedad intolerante?. ¿Somos tolerantes con ellos?.  ¿Actuamos como cómplices del mal?. Si en algo se fundamenta el valor de la tolerancia es en el diálogo y en el consenso, como búsqueda del entendimiento. Desde luego, el fanatismo, contradice esa plática tan necesaria para el hermanamiento. La verdadera intolerancia es la actitud propia de quien se niega reiteradamente a tolerar algo tolerable.

¿Cuándo se debe ser tolerante? La respuesta no es sencilla, puesto que por una parte hay que ejercer la tolerancia aunque se discrepe y por la otra, no todo debe tolerarse. Por ello, la tolerancia es un acto prudencial, de acercamiento de posturas, no es un acto de aprobación o refrendo.

 En todo caso, la tolerancia, es un aprendizaje hacia la libertad, que tiene sus fuerzas contrarias, en los fanatismos, en las descalificaciones o atropellos hacia los demás, olvidando los derechos fundamentales (derechos naturales) que nos permiten convivir. El vocablo no es fácil entenderlo, exige saber discernir entre lo verdadero y lo bueno, requiere proponer la verdad y renunciar a imponerla, ya que invita a la sumisión del respeto hacia el otro, hacia todas las personas, y, por tanto, a escuchar tanto a las minorías como a las mayorías; puesto que, no tienen porque tener razón siempre estas últimas aunque sean más. 

   

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net