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¿Quién no ha contemplado la belleza del mar en su diversidad de estados?. La más nívea palabra nace de las profundas sílabas del cielo, soleadas por el silencio y bajo la soledad de la luna. En ese monte de metáforas anidan nardos nadadores, hojas de mar, amando. El acordeón de olas nacientes revive hasta hacer renacer la vida. Se necesitan estos acordes de paz y artistas que cultiven el níveo arte de la comunicación en sus diferentes manifestaciones, porque en el mundo hay necesidad de amor. Precisamente, la belleza del mar, el orden y la armonía del mundo creado derivan de la diversidad de los seres y de las relaciones que entre ellos existen. El hombre las descubre progresivamente como leyes de la naturaleza que causan admiración. La belleza de la creación refleja la infinita belleza del creador. Debe inspirar el respeto y la sumisión de la inteligencia del hombre y de su voluntad. EL MAR Y GRANADA
Para ahondar en tan profunda belleza del mar pueden contemplar la
obra pictórica del granadino Luis Pardo Martínez,
que bajo el título “El mar y Granada”, expone
hasta el veintiuno de octubre en la Galería Van Gogh, situada en la céntrica
Carrera de la Virgen, núm. 11. El entusiasmo del pintor por los azules
cristalinos –en palabras de su hija Lorena, a punto de finalizar los
estudios Superiores de Historia del Arte- desemboca en la confluencia
del embrujo de Granada. Así lo escribe: “Existe una fusión mágica
entre la fuerza del mar y la pasión de Granada. Las playas de esta región
andaluza evocan tranquilidad y rebeldía, complicidad y respeto,
desbordadas de colores cálidos e inmensa luz. Y qué decir de los
rincones de Granada: coquetos, íntimos y gitanos. Desprenden un alma
especial y, debido a ello, son fáciles de plasmar y recrearse en ellos.
El pintor ha disfrutado. Sus raíces andaluzas le inspiran a la hora de
embellecer su tierra en un lienzo...” La vida pictórica de Luis Pardo Martínez (que vio la luz primera en Matián –Granada-, un 18 de junio de 1953), se remonta a los estudios de Bellas Artes en la Escuela de Alcoy de Alicante. Aunque –nos confiesa – que “tras unos años apren- diendo la técnica, he ido buscando de manera autodidacta nuevos enfo- ques y estilos”. La pintura expuesta deleita un mundo poético, donde la sentimen- talidad y el romanticismo, se abrazan. Esta ciudad es un balcón de colorido irrepetible que abre sus ventanas a los aromas de las plazas o a los sones históricos de calles por donde transitan los poetas respirando mil poemas. Es suficiente mirar y ver. En esta pintura, con una simple mirada, uno puede creerse estar en la Plaza Mariana Pineda, en la de Bibarambla o paseando por la Carrera del Darro. Sus luminosos lienzos están llenos de vida, son una invitación a vivir en esa vida de los rincones y plazas granadinas. En cuanto al paisaje marino que también se exhibe, las sensaciones cromáticas invitan a vivir entre los azules y las aristas de las rocas plateadas por los atardeceres. Con razón el director de la revista Gal-Art de Barcelona, Juan Llop, ha refrendado lo que transcribo: “Realidad y detalle se dan la mano en la obra de Luis Pardo. Vaya por delante que estamos ante un excelente y extraordinario dibujante que sabe vestir su dibujo con un color aplicado a la perfección. Y a partir de aquí, el resto, o sea, su obra, es una pura muestra de dominio técnico, un puro y constante alarde, que pone al servicio de una temática amplia y en la que dominan dos motivos inspiradores: las marinas, que desarrolla de forma espectacular, captando el mar en atardeceres teñidos de rojos o en fríos amaneceres”. Puertos como el de Motril, playas como la de la Guardia en Salobreña o remansos como el de Calahonda; se pueden tocar a través de esta pintura. CAPTAR LA BELLEZA El
arte, en realidad, no es más que el gesto de captar el momento culmen
de la belleza para exteriorizarlo en una forma deslumbrante. Lo bello
representa siempre la idea ejemplar. Sócrates decía: “Concededme
el llegar a ser bello por dentro”. Para el griego el fundamento de
la paideía consiste en “el hombre del alma por la belleza”.
La ruptura entre la cultura actual y el evangelio es quizá la
causa principal de la ausencia de auténticas representaciones u obras
de arte marianas en nuestro tiempo. Pero ahondando en las marinas de Luis
Pardo Martínez, también se puede llegar a esa hondonada de
enraizamiento eclesial. Esta fue la cita que me sirvió a mí como
reflexión última: “Si el agua de manantial simboliza la vida, el
agua del mar es un símbolo de la muerte. Por lo cual, pudo ser símbolo
del misterio de la Cruz. Por este simbolismo, el bautismo significa la
comunión con la muerte de Cristo”. Víctor Corcoba E-mail: corcoba3@airtel.net
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