LA CULTURA SOLIDARIA

HACIENDO EL BIEN

 

            Hace más de 125 años, en mayo de 1876, un canónigo de la Abadía del Sacromonte, que había llegado a Granada procedente de tierras catalanas, fundaba el Instituto Religioso de las Hijas de Cristo Rey, ubicada su casa provincial  en: Callejón de la Alberzana, núm. 1, de Granada capital.  Su nombre era José Gras y Granollers, y su lema: Hacer el Bien. Eso hizo durante toda su vida, a través de su ejemplo, de sus escritos, y sus artículos periodísticos. En el momento de su muerte, en 1918, las Hijas de Cristo Rey se hallaban repartidas en diversas comunidades de otras tantas ciudades de la geografía andaluza. Después, durante todo el siglo XX, se multiplicaran en más comunidades de otras regiones españolas, y también llegaron a Italia, Argentina, Perú, Bolivia, Colombia, Senegal, Albania y Portugal. Allá donde están, dedicadas a la educación y formación de niños y jóvenes, hacen suyo aquel pensamiento de su fundador: “La educación es como una segunda creación”.

 

Todo esto me lo cuenta mi amigo Juan Quesada Molina (profesor de matemática aplicada en la Escuela de Caminos), a quién he conocido hace poco tiempo; muy orgulloso él de tener dos hermanas en este Instituto Religioso. Una de sus hermanas se llama Puri, y está en la misión de KaffriM en Senegal. Allí, junto con otras tres religiosas, dos españolas y una senegalesa, intentan transmitir esperanza, paz y alegría a los niños, a los jóvenes y mayores, a los pobres y enfermos de los poblados cercanos a Kaffrine. Todo esto con el testimonio de sus propias vidas, que gastan haciendo el bien a los demás; ya través de la educación y la salud, en los humildes colegios y dispensarios médicos que atienden en aquella tierra. Un día, en ocasiones ya lejano, estas mujeres valientes, como tantas otras, y tantos otros, dejaron padre y madre, y hermanos y hermanas, y casa, y tierra que les vio nacer, y hasta la propia cultura, para ir a una tierra lejana, diferente y nueva, simplemente para hacer el bien y anunciar algo que llevan en su corazón y que no pueden dejar de proclamar. Allí, un día tras otro, un año tras otro, prosa diaria y aventura maravillosa.

 

EL TESTIMONIO

 

Me cuenta mi amigo que, hace ahora un año, fue testigo de esta realidad, cuando visitó con sus padres durante unos días a su hermana en la misión de Kaffrine. Las Hijas de Cristo Rey están también en Dakar, Kaolack y Kédougou. Me dice además que no es capaz de describir bien todo lo que vio y sintió, y que no estamos (él incluido) suficientemente sensibilizados con esta realidad, a pesar de vivir en un mundo tan aparentemente informado. Creo que debemos tomar conciencia de la realidad del otro, del que sufre porque es pobre o está enfermo, de tanta miseria humana. Solamente si nos ponemos en la piel del otro, descubriremos esa realidad, la entenderemos, y entonces podremos mejorarla a través de tantas formas posibles de ayuda. Desde luego, de entrada, seremos más felices, porque olvidaremos por un momento nuestros problemas para intentar aliviar los de los demás. Pero no sólo eso, podremos descubrir, como así es, que bajo tanta miseria, pobreza, enfermedad, estas personas esconden grandes valores de hospitalidad, sentido en el compartir, alegría, paz; que en ocasiones estamos descuidando, y tanto, en nuestro mundo.

 

También me participa algunas de las muchas situaciones difíciles por las que suelen atravesar los misioneros, y que les hacen vivir continuamente esperando en Dios y en los demás. Es muy triste, por ejemplo, que, de repente, por falta de subvención económica, las escuelas de alguna misión tuviesen que cerrar, y algunos cientos de niños se quedasen sin la posibilidad de recibir educación. Es la última noticia, muy reciente, el S.O.S. urgente que hace poco ha recibido del Padre Casti Mushi de la misión de Kédougou. Es algo que puede no parecer importante, pero que tiene una gran trascendencia. Varios cientos de niños, de un día a otro, se quedan en sus casas y no van a las escuelas, porque las escuelas están cerradas. Y estos niños no reciben educación alguna. En otra ocasión anterior, de la misión de Kaffrine, al felicitarnos por Navidad, nos llegan noticias de que el año va a ser muy duro: “Este año es el hambre, nuestros hermanos lo están pasando muy mal. La cosecha ha sido insignificante, ha llovido muy poco y a destiempo, y no tienen nada para vivir..., así que gracias a vuestra generosidad estamos ayudando a muchas familias con alimentos, leche para los niños (que son muchos en nuestra zona), medicamentos para muchos enfermos con grandes problemas, incluso a aquellos que les tienen que hacer una intervención quirúrgica, y tantas otras ayudas... que sin vuestra colaboración serían imposible de realizar”. Es el relato de la hermana María del Mar Ferreira, superiora de la misión de Kaffrine.

 

LA REFLEXIÓN

 

El mundo cambiará si cambiamos nosotros, uno a uno. Como decía aquel lema de Manos Unidas: "Cambia tu vida, para cambiar el mundo". No podemos responsabilizar a los demás, ni a las instituciones, cada uno tenemos que asumir nuestra responsabilidad, no podemos mirar para otro lado cuando descubrimos tanto dolor. Además, no podemos resignarnos a pensar que no es posible cambiar tantas realidades dolorosas de nuestro mundo. Cada uno, en sus circunstancias, en la medida de sus posibilidades, con la forma de ayuda adecuada (y hay tantas), puede y debe hacer (y hacerse) el bien.  Las Hijas de Cristo Rey nacen con la misión de “hacer reinar a Cristo en el individuo, en la familia y en la sociedad, a través de la educación cristiana de la infancia y la juventud”. 

 

            Quizás este tiempo cuaresmal nos haga reflexionar, y junto a la oración y el ayuno, nos inste a ser más solidarios. ¿Podemos los cristianos permanecer indiferentes ante tanto dolor, ante tanta tragedia? ¿Pensamos cuando caminamos en procesión por las calles de Granada, como auténticos cofrades, miembros de la iglesia católica, puesto que las cofradías son asociaciones católicas no lo olvidemos, en que hay mucha gente que nos necesita?. Un buen ejemplo sería que las cofradías, dadas tantas necesidades, incrementaran las donaciones en favor de los últimos. ¿No les parece?. Esa sería la mejor ornamenta: la de la caridad. Ahí queda el interrogante.  Precisamente, este año el Santo Padre Juan Pablo II, nos ha propuesto una frase de los Hechos de los Apóstoles, que conviene tener presente: “Hay mayor felicidad en dar que en recibir” (20,35). No se trata de un simple llamamiento moral, ni de un mandato que llega al hombre desde fuera. La inclinación a dar está radicada en lo más hondo del corazón humano: toda persona siente el deseo de ponerse en contacto con los otros, y se realiza plenamente cuando se da libremente a los demás. ¿Nos damos como hermanos?.

 

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net