Francisco Contreras Molina:
pasión por la Palabra de Dios 
y por la Poesía

   

 

Dios, o sea, el Dios bíblico, existe. Si existe, ¿por qué se esconde?. Pero, ¿para qué sirve creer?. Vida eterna: ¿Todavía existe?. ¿Cómo llevar al mundo la esperanza cuando ese mundo dice que no?. Estos interrogantes van a ser resueltos por uno de los grandes expertos teólogos, Francisco Contreras Molina, autoridad mundial en la especialidad  de los escritos de San Juan: Evangelio, Cartas y Apocalipsis. De este último, el de la Apocalipsis, subrayar su gran aportación, con seis obras de profunda investigación. Esta ciudad no sólo tiene los mejores escritores y artistas, también es poseedora de los más grandes pensadores y místicos. La situación de la cultura actual, dominada por los métodos y por la forma de pensar propios de las ciencias naturales, y fuertemente influenciada por las corrientes filosóficas que proclaman la validez exclusiva del principio de verificación empírica, tiende a silenciar la dimensión trascendente del hombre, y por eso, lógicamente, a omitir o negar la cuestión de Dios y de la revelación cristiana.

 

El sacerdote claretiano, Francisco Contreras Molina, que nació en Granada, a través de sus palabras profundiza en la fe, voces que nos conducen a la oración –muchas veces en poesía-; un auténtico discurso de palabras sobre Dios, el Dios vivo, el Dios que es, cuya esencia es el amor, que tanto falta en la tierra. Estudió en Granada, Salamanca y Roma. Su preparación académica, pues, es amplia: Doctor en Teología, licenciado en Sagrada Escritura, licenciado en Filología Semítica y diplomado en Cinematografía. Actualmente es catedrático de Sagrada Escritura en la Facultad de Teología de Granada.  Entre sus muchas obras bíblicas, cabe citar: El Espíritu en la Apocalipsis, Salamanca 1987; Comentario al Libro del Apocalipsis, Madrid 1990; El Señor de la vida, lectura cristológica del Apocalipsis, Salamanca 1991; Iglesia de testigos según el Apocalipsis, Granada 1993; Estoy a la puerta y llamo, Salamanca 1995; La nueva Jerusalén, esperanza de la Iglesia, Salamanca 1998; Un padre tenía dos hijos, Verbo Divino, Estella, 1999…

 

Al mismo tiempo, unida a su labor bíblica y pedagógica, discurre su vocación y tarea poéticas. Ha publicado ya bastantes libros de poesía «reeditados». Uno de los grandes libros suyos, es el titulado: Sonetos de Jesús Crucificado. Y no sólo «escribe», es un gran recitador de poesía. Recorre nuestros pueblos, parroquias, colegios...dando recitales poéticos. Concibe la poesía como instrumento de evangelización, un arma de apostolado, llevando consigo a Granada en el corazón, en la sangre.

 

LOS RECUERDOS DE NIÑO:

CON GRANADA EN EL CORAZÓN

 

Francisco Contreras Molina, nace el 17 de diciembre de 1948, en un pequeño pueblo de los Montes orientales  de  Granada, llamado Montillana, del que lamentablemente apenas conserva sino muy  vagas  impresiones; pues siendo pequeño, con dos años tan sólo,  se vienen a Granada. Sus padres se llamaban José e Isabel. Tiene dos hermanos más: José y Antonio. Dos hermanas murieron siendo niñas. Aquí, en la carretera de la Sierra, a orillas del río Genil, en el Carmen de las tres Cruces,  en Granada, ha vivido los tiernos años de la infancia, los más fecundos y más hermosos. A propósito, nos dice: “Aquí he sentido que  toda la luz y el aire de Granada se me metían en el alma.  Desde niño me he llenado de Granada. Este paisaje, la nieve y el río, ha decorado mi infancia y ha influido decisivamente después. ¡Que razón tiene Rilke cuando afirma que la infancia es nuestra patria! Recuerdo (es decir, conservo en el corazón)  las cumbres siempre blancas de Sierra Nevada y el risueño correr del río Genil, por cuyo cauce, de aguas muy frías y de piedras relucientes como serpentinas,  he caminado incontables veces en paseos largos,  rumbo de sus fuentes nevadas. Mis padres tenían una huerta junto al río, donde cultivaban flores (rosas, nardos, gladiolos..). Esa imagen polícroma, el perfume de tantas fragancias...hacía brotar un jardín  encantado. Como si la infancia fuese un paraíso terrenal. Por eso mi poesía está impregnada de color, de aroma; es muy sensorial, muy oriental”.

 

Entró muy joven -con la edad de once años- en la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, o Misioneros Claretianos. Ya era a la sazón monaguillo en la parroquia de la Virgen de las Nieves, entonces atendida por los Misioneros Claretianos. Al hilo de lo anterior, nos comenta: “Dios se sirvió providencialmente de esas circunstancias e ingresé con alegría en Loja. Estuve de postulante en Loja cuatro años. Ya empezaba a escribir, me gustaba muchísimo. Después proseguí haciendo el postulantado y noviciado en algunos pueblos de Extremadura, Don Benito y Jerez de los Caballeros”.

 

Aunque quería ordenarse en la Basílica de la Virgen de las Angustias, en aquellas fechas se iba a ordenar también Jesús Márquez, actual delegado diocesano de catequesis, que tenía dos religiosas familiares en la Iglesia de san Antón, por lo que optaron hacerlo en ese precioso templo, el 21 de diciembre  de 1973. Impartió las órdenes sacerdotales el arzobispo Don Emilio Benavent. Sobre aquel momento sacramental, nos señala: “Dos cosas nos dijo en la homilía, que yo todavía  recuerdo vivamente. Nos dijo que había estado en Roma en la visita «ad limina» con el papa Pablo VI, y que le preguntó al Papa: «Santidad, cuando vuelva a Granada, ¿qué mensaje debo comunicarles a los granadinos de su parte?» Y el Papa respondió: «Dígales que vivan la alegría de ser Iglesia de Dios». No he olvidado estas palabras tan profundas y sabias, aún más, he procurado vivir en esta alegría universal del pueblo de Dios y colaborar con él. También nos leyó una carta del sacerdote granadino Jorge Guillén, que estaba en Brasil. Una carta preciosa, que rezumaba entusiasmo misionero. Por cierto, hace unos días este sacerdote amigo ha vuelto enfermo de Brasil. Ya se ha recuperado, y está dispuesto a retornar a aquellas latitudes, pues dice que la mies es mucha...Es un ejemplo de celo apostólico y de amor por la Iglesia universal. Un vivo reclamo de sacerdote misionero que a todos nos debe conmover”.

 

Nuestro invitado, vive el sacerdocio allí donde la Providencia ha querido ponerle: “Me siento afortunado  de poder estar en contacto permanente con la Palabra de Dios, en el estudio, en la investigación y en la enseñanza. Como sacerdote teólogo debo llevar en nombre de Dios luz a mis hermanos. Pero mi tarea concreta, la de cada día, es oscura y silenciosa. Tengo que estar en la brecha de la soledad mucho tiempo, indagando  y escudriñando la Palabra. Yo lo comparo al trabajo de un minero, que se pasa muchas horas, en el frío y en la soledad, para extraer carbón. Con ese carbón algunas personas podrán calentarse más tarde y podrán recibir un poco de luz. Con mi trabajo, como otro obrero más, saco carbón, es decir, investigo, escribo, enseño,  para ofrecer unos rayos de la maravillosa luz de la Palabra de Dios a algunos corazones que están en el frío o en la sombra”.

 

Entre sus muchas tareas, ha estado cinco años trabajando en la cárcel de Granada (de  cuya durísima experiencia escribió un libro de poesía, inédito porque las circunstancias no favorecían la publicación: «La voz de las cadenas»). Sobre esa tarea, nos evoca: “Atendía a la eucaristía con un grupo de cursillistas de cristiandad, y me he pasado muchas tardes en el patio de la cárcel hablando con los presos, escuchándolos, acompañándolos, ofreciéndoles la amistad y compañía de un sacerdote. He dado en el patio con los presos más vueltas que un trompo. Pero he aprendido tantas cosas de la vida, del dolor, de la soledad, del misterio del alma humana, cosas que no he encontrado escritas en los libros”.  Ahora, los fines de semana colabora en la vida pastoral de unas parroquias rurales, en el valle de Lecrín; celebra la Eucaristía con el pueblo, confiesa, visita las familias, da la comunión a los enfermos, y sobre todo escucha mucho… “Visitar los enfermos y estar con ellos, es el momento más grato de toda la semana. Significa para mí un verdadero privilegio como sacerdote y una inmerecida gracia de Dios. Me satisface sentirme en comunión con la gente más sencilla y más humilde del pueblo, que tanto me enseña y me anima”.

 

DE SIEMPRE HE SENTIDO EL ÍNTIMO

PLACER DE LA LECTURA

 

Nuestro invitado, nos descubre, que su primer placer infantil del que guarda nítido recuerdo, fue el literario: “Cuando yo me sentí de verdad disfrutando y era del todo consciente, ocurrió con la lectura de un cuento-leyenda de A. Casona, titulado Guillermo Tell. No sé cuántas veces lo leí y volvía a releerlo. Ahora mismo podría contarlo, repetir hasta frases enteras y evocar escenas pintorescas. De siempre he sentido el íntimo placer de la lectura. Atención que digo el placer -nunca la apesadumbrada obligación-; es decir,  el disfrute, el goce sabroso de leer me ha acompañado de continuo. De adolescente he leído y literalmente «devorado» cientos de  novelas, en especial de aventuras, del «oeste», de M. Lafuente Estefanía, Keith Lugar.... Recuerdo algo chocante, y es que antes de escritor sobre  el papel yo fui un poeta oral, contador de cuentos y de novelas. Lo que leía era algo que luego yo reinventaba y lo convertía en fábula, y relataba con mucho sentimiento a mis amigos adolescentes, como yo. Recuerdo que íbamos  muchas veces al cine, a un cine de Granada, que se llamaba «El Príncipe Cinema», que estaba en la plaza del Cristo de los Favores; allí veíamos películas del oeste, de romanos, de piratas...luego, a la vuelta hasta nuestra casa, paseando con  mis amigos, yo me encargaba de contarles de viva voz y a mi manera la película que habíamos visto. Ellos me animaban a que les narrase la película de nuevo. Eso sí,  procuraba añadir detalles que no habían salido en la pantalla: exageraba, imitaba, reía, hasta lloraba, hacía teatro, mímica...Lo pasábamos en grande, mucho mejor que durante la proyección; por lo menos yo. Por eso te digo que antes de escritor, he sido un  narrador de cuentos y de novelas y de películas”.

 

El milagro de la poesía es un don gratuito que se recibe –considera Francisco Contreras-. “Luego podrá trabajarse y depurarse con la técnica, pero si no se te regala de lo alto, resulta vano empeño pretender ser  poeta. Lo de escribir lo llevo en la sangre. Y esto es una vocación que se hereda. En mi caso, yo he heredado esta gracia de mi madre Isabel. Ella fue una grandísima poeta, por intuición, por sabiduría innata. Componía de memoria romances bellísimos; tiene escritas filas kilométricas de poemas, que aún conservo y con frecuencia releo. Ella fue durante bastante tiempo, hasta su muerte, mi confidente poética. Cuando yo tenía que publicar algo, ella era la primera en escucharlo. Poseía un extraordinario gusto poético. Sabía lo que sonaba bien al oído y en el alma. La poesía es, pues, algo natural que yo he heredado, como se hereda el color de los ojos o la forma de mirar o de reírse. Por mi madre soy poeta”.

 

En el Seminario, siendo joven, ha escrito mucho -casi  sin parar-; ha llenado cuadernos de cuentos y sobre todo libretas de versos. Llevaba consigo un pequeño bloc, donde podía apuntar al instante los versos y esa especie de  «relámpagos» que eran las intuiciones que se le venían. En las fiestas de la familia claretiana, solía escribir y recitar delante de la comunidad motivos y efemérides  de la Congregación. Escribir era como un delirio, una fiebre. Se podía quedar  hasta las tantas de la noche, sin sentir sueño, ni hambre, ni cansancio...escribir le daba la vida. Siempre ha sido así, y por fortuna así continúa. “Yo creo que más que una vocación por la poesía, lo que tengo es un destino que me ha elegido y agarrado, y no me suelta aunque yo quiera volver la vista a otro lado”. 

 

Su fervor por la poesía le ha llevado a crear ámbitos poéticos. Por donde estuvo ha procurado fundar o ayudar a fundar revistas literarias. En Loja, primeramente, fundaron «Redondel», que gozó de  larga existencia y gran prestigio en la vida literaria de Granada. En Salamanca hizo «Debarim»; un  nombre  hebreo que significa «Palabras». Luego en Granada, «Quejío», que tiene un aire más andaluz. También ha fomentado crear grupos literarios, favorecer reuniones creativas donde se pudiera recitar con libertad los versos. Actualmente con jóvenes estudiantes claretianos, con los que está trabajando en su formación, han fundado «el club de los poetas vivos». Se siente poeta también gracias a Granada. En este sentido, nos dice: “No quisiera que sonase como un brindis al sol, una frase hueca. Insisto de nuevo en la importancia decisiva del hábitat para un poeta y un creyente. Nuestra tierra de Granada posee singularmente unos atributos  primordiales,  que me despiertan y me enriquecen. Son sobre todo el agua y la luz. F.García Lorca, apasionado por el agua,  escribía: «¡Qué maravillas hondas vivas se pueden decir del agua». Granada está regada por este símbolo. El agua clara que baja de la Sierra, el borboteo de nuestras fuentes, la más querida para mí,  la fuente de la «Bicha», los canalillos serpenteantes..., todo esto es motivo de inspiración  primera que tanto me favorece. Y también la luz de Granada. Tengo que confesar  que pocos lugares existen en el mundo (y he viajado bastante)  que tengan el brillo de luz que posee el paisaje de  nuestra tierra. El aire de Granada no es aire, es luz dorada, resplandor de luz, llama. En ningún sitio he encontrado esta luminosidad. Bueno, tal vez en la isla de Patmos, en donde se escribió  el libro del Apocalipsis”

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Francisco Contreras, escribe no la poesía que quiere, sino la poesía que le es dada. “A veces el poeta se esfuerza por perseguir tenazmente el resplandor de un fuego que él ya, acaso sin saberlo, lleva dentro. A mí el cielo me ha  regalado una poesía que es luminosa, está hecha de luz cristalina y limpia. Me gusta una poesía no críptica ni esotérica; quiero que suene y resuene en el oído, como una música que se deletrea e interiormente se tararea .¡Ay, para mí es muy importante la musicalidad del poema!”. Como sacerdote poeta granadino, se siente en comunión con otros sacerdotes de nuestra tierra de Granada, que han sido magníficos poetas y han hecho una labor pastoral muy meritoria. “Recuerdo a S.Urbano, el humilde capellán del cementerio, que escribía versos bellísimos sobre la Eucaristía; a J.Gutiérrez Padial, con sus preguntas agónicas sobre Dios y la condición humana. Y actualmente recuerdo a A. García Tello, sacerdote de tanta simpatía y  gracejo, siempre fecundo en sus poemas y que anima sin cansarse el surgir de nuevos poetas. Desearía que hubiese en la Iglesia muchos más sacerdotes poetas, para conmover al mundo con la hermosura  sobrecogedora de Dios, en especial con su ternura y su misericordia”.           

 

DIOS SE ENCUENTRA EN LA MÉDULA DE MI POESÍA

 

“Dios se encuentra en la médula de mi poesía; pero mi poesía no es pía (sí pasional) ni devota, no ensarta rosarios de jaculatorias. Para ser poeta religioso, primero tengo que ser poeta. Amo la poesía  humana, humanísima, y que por ser tremenda y sinceramente  humana, puede llegar a tocar el misterio de Dios”; bellas palabras del poeta.  Desde luego, su poesía, expresa el mismo mensaje de la Biblia. Ni más ni menos. San Juan afirma en uno de los versos centrales del Nuevo Testamento  que la Palabra se hizo carne, es decir,  asumió la forma y condición humana. Lo que era eterno, inabarcable, innombrable...se hizo tiempo, figura humana, con un nombre: Jesucristo. Él es la única y definitiva palabra de Dios a los hombres, y la respuesta  de éstos a Dios. Él es la presencia caminante de Dios con nosotros. Como lo llamaba Filón con un título precioso: Homoskénos, es decir,   «Compañero de acampada».  Dios se ha hecho palabra, y no tenemos otro camino de vuelta para dirigirnos a Dios sino la palabra. “La poesía es una verdadera oración” –nos refrenda.

 

Se puede decir que es poeta recitador. Sobre ese estado, nos apunta: “Los oyentes  me señalan que mi poesía gana mucho cuando la recita el autor.  Yo esto no lo sabía. Pero cuando recito me transformo, siento dentro de mí una fuerza que me invade. La verdad es que  cuando empezaba a recitar mis versos, veía que las cabezas se levantaban, los rostros se tensaban y los ojos me miraban muy atentos. Contemplo que el público participa, y una especie de energía -qué se yo-, algo fluido pero intenso se comunica y nos une a la gente y a mí. Nadie me dijo cómo había que recitar. He aprendido de forma intuitiva, he sido autodidacta. Y las personas  vibran, se conmueven, algunos sonríen -porque recitando hay que echarle un poco de sal y de gracejo andaluz. Otros lloran. Emergen multitud de sentimientos legítimos, muy sinceros  y  vividos  desde lo más hondo”.

 

LA INFLUENCIA DEL ESPÍRITU SANTO

 

 Nos confiesa Francisco Contreras, que la culpa de su  vocación y dedicación al Apocalipsis la tuvo el Espíritu Santo: “Como bastantes creyentes  de mi generación, personalmente llegué a valorar la enorme importancia del Espíritu  en una época de mi vida más bien tardía, en mi caso concreto fue  durante mis estudios de Sagrada. Escritura en Roma. Cuando acabé felizmente estos estudios de Biblia, me encontraba tan agradecido al Espíritu, vivía tan incondicional y devoto de él, que decidí resueltamente que mi primer trabajo serio de investigación debería tener  como tema único el Espíritu”.

 

El Apocalipsis proclama que Jesús, mártir de la opresión, tiene la última palabra. Es el Cordero vencedor. Está de pie sobre la muerte, la pisotea. No existe otro Señor. Es el Rey de reyes.  Los cristianos, los que se empeñan en seguir con fidelidad a Cristo, resultarán asimismo vencedores. La historia de la Iglesia, marcada por la dureza del testimonio, acaba en triunfo. Igualmente la historia de la humanidad no se perderá en la barbarie, ni en el negro vacío del nihilismo. Tiene un desenlace final feliz para todos. La esperanza es la perspectiva más genuina del Apocalipsis. En esta línea, nos participa, el teólogo: “La comunidad cristiana que lee este libro, se impregna de este optimismo y lo lleva a la vida. La Iglesia tiene que creer con fuerza en la acuciante misión que ha recibido de Dios, ser también «Lumen gentium», «Luz de los pueblos». Y no debe esconder esta luz. La Iglesia necesita contagiar -como la luz-  con la palabra del evangelio a un mundo que marcha a oscuras, y que pide a gritos una orientación salvadora”.

 

            Escuchando al Padre Contreras, uno desea tomar el libro ya, bebérselo; sin embargo, pocos lo leen. ¿Por qué?. Esta es la respuesta del teólogo: “Posiblemente su fuerte lenguaje, atrevido y  simbólico, disuade a más de un posible lector. Pero hay que decir que en España hemos tenido una tradición muy rica sobre el Apocalipsis; baste pensar en los comentarios de Beato de Liévana y sus extrañas ilustraciones, que conocieron un gran auge y divulgación. Creo que hoy todos poseemos una cultura de la imagen, iconológica, casi cinematográfica; y esta «forma mentis» facilita enormemente la comprensión del libro, que no es sino una larga visión profética de la historia. Y ya sabemos que una imagen, por su poder de sugerencias,  vale más que mil palabras. Sólo es preciso armarse de un poco de paciencia,  y atreverse a leer como si se asistiese a una proyección: el despliegue de la historia de la salvación, con sus crestas y sus hundimientos, pero que acaba en puerto seguro. Cuando un lector se adentra en su mundo maravilloso, comparable literariamente a algunas páginas de Dante o Kafka, no sospecha las riquezas y revelaciones que el Apocalipsis le va a deparar. Algunos cristianos quedan tan sorprendidos que piensan, en su desconocimiento, que este libro no pertenece a la Biblia”.

 

UNA ACERTADA IMAGEN DE DIOS ES LO QUE MÁS AYUDA

A TRANSFORMAR EL MUNDO

 

La urgencia de una nueva visión de Dios. “Una acertada imagen de Dios es lo que más ayuda a transformar nuestro mundo”, nos resalta el P. Contreras. Para mayor ahondamiento, nos señala: “Hace unos años se celebró en Granada, en la Facultad de Teología, un Congreso Trinitario internacional sobre las antiguas y nuevas formas de esclavitud. A muchos se nos han abierto los ojos ante el escándalo actual de tantísimas víctimas, niños, mujeres... vendidos y tratados como esclavos; nos hemos estremecido escuchando testimonios dolorosos, que ya no se circunscriben a ámbitos reducidos; pues la esclavitud asume una dimensión universal… La primera esclavitud en ser abolida debiera ser la del particularismo y el orgullo de lo mío.  Es preciso el esfuerzo de todos, aunar trabajos,  para erradicar tantas esclavitudes y hacer alumbrar la nueva hermandad. Así quiere el Dios del Apocalipsis que la Iglesia continúe la misión liberadora de Jesús para el bien de todos los pueblos”.

 

A nuestro invitado le preocupa mucho que la Biblia aún no sea verdadero alimento de vida para nuestro pueblo. La «carta de Dios» (según hermosa descripción de san Gregorio Magno), se ha convertido en una carta amarillenta y descolorida,  en un papel mojado. Al respecto, nos expresa: “Tenemos que hacer algo con urgencia para devolverle su brillo y su fuerza. Todos somos responsables en el pueblo de Dios. Los pastores deben estar convencidos de la absoluta primacía de la Palabra de Dios, y mostrar esta profunda certidumbre en la praxis, fin de fomentar y hacer posible que la Biblia sea el alimento del alma y de la comunidad, fuente limpia y perenne de vida espiritual. Los fieles no pueden esperar pasivos con los brazos caídos una solución; deben ponerse a trabajar, a leer, a estudiar, a orar con la Palabra de Dios. En esta inquietud me debato en estos últimos tiempos, y me pregunto qué podemos hacer, que tenemos que hacer entre todos para que la Biblia sea la vida del pueblo de Dios, qué cauces poner, qué remedios concretos alumbrar... Movido por esta urgencia de la Palabra de Dios, que me quema y me devora,  recorro grupos cristianos, parroquias, comunidades, sembrando la misma inquietud, y buscando respuestas eficaces, generosas. Siento clavada en mí, como sacerdote y pastor, esta súplica del Señor, al ver el hambre de tanta gente, y que escribe San Juan en su evangelio:  «Dadles vosotros de comer a mi pueblo» (6,5)”.

 

El admirado teólogo, Francisco Contreras, es un sacerdote misionero, hijo del Inmaculado Corazón de María,  y un creyente: “Creo firmemente en Dios y amo con verdadero cariño a nuestra Madre, la Virgen de las Angustias. He sentido su predilección y providencia maternal a lo largo de toda mi existencia. A ella le debo la vida, lo que soy y seré. Desde niño hasta ahora. Recuerdo que mi madre me traía aquí de chico. Me llevaba de la mano. Y mi madre murió cuando volvía de misa, en la Virgen de las Angustias. He venido muchas, muchísimas veces a su Basílica. Siempre que paso por la Carrera, entro y le hago una visita. Y cuando no paso, hago por pasar y visitarla. Como hacen nuestros hermanos granadinos. Mi existencia es una larga historia de visitas a la Virgen de las Angustias”.

 

En la última procesión de la Virgen de las Angustias, hemos podido sentir las alabanzas del Padre Contreras, al recorrer la Patrona las calles de Granada. “Me pidió el párroco de la Basílica que animase a la gente a celebrar con sentido cristiano el acontecimiento; que no quedase la procesión reducida a un espectáculo de jolgorio y superficialidad; que ayudase a poner en el ambiente un contenido de fe y de devoción a la Virgen. Subido a un alto balcón, en plena calle de la «Gran Vía», con un micrófono junto a la boca y todo mi corazón lleno, miraba el espectáculo de la gente, aquel enorme gentío. Era como un río aquella multitud. No, no era un río aquella inmensidad que se desparramaba; era un mar abierto. No era tampoco un mar, era un marea, pues se propagaba, se alzaba y se subía por las ventanas, desbordándose...Eran miles de personas las que se congregaban. Entonces di rienda suelta, libre, a mi íntima devoción y a mi entusiasmo mariano. Por la Virgen de las Angustias hice todo lo que sabía: leí pasajes del evangelio y  los comentaba, hice súplicas y plegarias;  canté, entoné canciones antiguas, de las de antes, y cantos modernos, de los de ahora;   recé con la gente, recité poesías, mías y también de otros poetas,... hice todo lo que pude y más que me inventé sobre la marcha. Sólo me faltó bailar, como hizo el rey David  ante el arca. Esta danza de David puede leerse en el segundo libro de Samuel (7, 12-22). Entonces, desde lo alto pude ver a la Virgen de las Angustias, la patrona de Granada, mi madre, que pasaba. Una pascua florida del Señor y de la Virgen. Casi la pude  tocar con mis manos. Estaba a mi alcance. Quien ha cantado a la Virgen encaramado en  un balcón de la «Gran Vía», durante más tres horas seguidas, y quien se ha quedado ronco de cantarle, ante tanta gente, ya no tiene miedo ni vergüenza de hablar o escribir con el pecho descubierto, asomándosele el corazón a través de las palabras, de María, nuestra madre”.

 

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net