Europa refleja las paradojas del hombre

   

 

            Al hilo del lema elegido por España, el de “más Europa”, con motivo de su tercera Presidencia de la Unión Europea, tras la ejercida en 1989 por primera vez y la segunda de 1995, se me ocurren ciertas reflexiones. Nuestro continente refleja perfectamente las paradojas del hombre: capaz de inteligencia y de dominio, de abnegación y de virtud,  es capaz también de destruir por avidez y por orgullo. El vacío moral es, principalmente, un vacío cultural. La unidad Europea no se debe basar únicamente en los intereses materiales. Sus bases, han de ser el consenso sobre objetivos y valores, respetando la herencia cultural.

 

            “Más Europa” debe significar una mayor solidaridad con el mundo, sobre todo con ese mundo de chabolas adosadas a los grandes rascacielos de gente bien. Quizás habría que cancelar deudas y priorizar un tanto por ciento de renta a favor de los últimos, de aquellas personas que han quedado descolgadas del desarrollo y, por no tener, no tienen ni un trabajo cuando es un derecho y un deber. La Unión Europea debería concentrar todos sus esfuerzos en garantizar un entorno propicio para la erradicación de las bolsas de pobreza. Todos hemos oído alguna vez la expresión tercer mundo. Lo que probablemente resulta más incómodo es saber que hay un cuarto mundo, y no está lejos, sino que vive entre nosotros, son los polígonos a los que nadie quiere llegar y que se encuentran en todas las grandes ciudades. España esta repleta de esa estampa. Hemos llorado contemplando en nuestro televisor hambre, sed, miserias, guerras. Sobre todo por Navidad. Pero la miseria también vive y camina por las mismas aceras que nosotros. Nos alarga la mano en doquier esquina o le vemos dormitar entre cartones. Pero pasamos de largo. O, a lo sumo, en vez de hablarles para llegar a la comprensión, y así, poder ayudar; le soltamos alguna moneda, calderilla que nos sobra. Y nos vamos tan contentos. ¡Hemos cumplido!. Pues no. Caritas, a través de su memoria anual, nos hace ver que detrás de la mirada, existe pobreza en España, con rostro e historias personales tremendas.

 

            Necesitamos, pues, “más Europa” coherente. La coherencia se alcanza cumpliendo con los objetivos de desarrollo fijados en las pomposas conferencias mundiales. No sirven las buenas intenciones. Los discursos, ¡bien!; pero no. ¡No!, sí pasando el día todo se olvida. Se ha dicho que España quiere que se avance hacia una definición generosa de la política de inmigración. Y sin embargo, muchos de los inmigrantes que llegan a nuestras tierras, se les trata mal –con desprecio sobretodo- o se les pisotean sus derechos. Saber caminar a su lado es el reto que todos deberíamos imponernos, y en este sentido, los Estados debieran dar ejemplo de acogida, prestando mejores servicios sociales o asistenciales. La Europa cultural, anterior a la Europa política y económica, ha de enraizarse y peregrinar, desde la diversidad, sin marginar ninguna lengua ni costumbre. La era de la confrontación y de la división de Europa ha pasado. Llegados a estos tiempos nuevos,  se impone un deber: la solidaridad europea. Nada sería más perjudicial para el equilibrio de Europa que la dualidad: la Europa de los ricos opuesta a la Europa de los pobres.

 

            Para conjugar la solidaridad con la coherencia, se precisa escuchar voces, es decir, participar más, todos con todos, en las diferentes instituciones. “Más Europa” debe ser más garantía de convivencia democrática dentro de las leyes conforme a un orden económico y social justo, más consolidación de Estado de Derecho que asegure el imperio del cumplimiento de la norma como expresión de la voluntad popular, más promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos, sin distinción de nacionalidad alguna, una digna calidad de vida, más protección en el ejercicio de los derechos humanos, culturas y tradiciones, lenguas e instituciones.  En consecuencia, la Europa monetaria, ha de considerar otros sustratos sociales, encaminados a establecer formas más integradoras.

 

            Por tanto, “más Europa”, sí. Claro que sí. Pero también más democracia para seguir alzando valores de libertad, justicia, igualdad y pluralismo. Y, por consiguiente, más unión –no solo monetaria- desde el respeto a todas las nacionalidades y regiones, para que la solidaridad sea más efectiva entre todas ellas. Ante tantos conflictos y crisis, la Unión Europea, con entidad propia, debería jugar un papel de ecuanimidad y toma de decisiones, y no sólo limitarse a un apoyo técnico y económico. En suma, “más Europa”, pero también más valor para hacerse valer, sobre todo en la defensa de los derechos fundamentales y de las libertades públicas.           

 Víctor Corcoba

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