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Hace
unos días recibía un poemario del Certamen “Miguel Ruiz del
Castillo” y otros versos de José María Pérez Ruiz (ediciones
Virtual-Almuñécar); un libro muy del mar y de la vida, del corazón y
del alma, donde se unen poetas para bañarse en la palabra; que, luego,
ofrecen como reflexión. El mar es ese gran abecedario de níveas olas
que nos pone en movimiento y nos dicta sensaciones. Al azar leo uno de
los poemas del libro. Son todos ellos un grito y una apuesta del amor al
mar. Así, Fuensanta Reche Belmonte, nos describe una preocupante
visión actual de lo que se puede hallar en el mar: “Desgarro,
dolor, impotencia, / ¡Tantos ojos tristes!/ ¡Tantos sueños!/ cruzando
mares/ Piña de flacos cuerpos/ en débil patera, / resistiendo los
embates del mar; / voces enmudecidas por el miedo; / hambre y sed
navegan/ en busca de pan. / Muerte que clama justicia/ a los
poderosos...” José
María Pérez Ruiz, editor del libro y también poeta, en otro tiempo
Maquinista Naval Jefe de la Marina Mercante, siente pasión por el verso
y el mar; por ese mar, obra de Dios, que es beneficio para todos, sobre
todo debiera serlo para los más necesitados. A nuestro amigo, le hizo
poeta el mar, los largos periodos que el marino mercante y el pescador
de altura pasan alejados de sus hogares, en las largas noches de
silencio y soledad. Es loable la labor que hacen ellos, pero no menos
plausible la de su cónyuge e hijos, quienes también experimentan en su
vida los mismos sentimientos del marino, afrontando con entereza y
coraje, la problemática familiar y la propia estabilidad matrimonial. El mar no sólo ha unido a poetas, globalizando corazones y latidos, porque puede haber muchas fronteras humanas pero existe un solo mar. Todos pertenecemos a la gran familia peregrina, a la de los hijos de Dios, y aunque hayamos levantado muros entre nosotros, nos une la fe y la esperanza en un mundo mejor, como al mar le unen las olas. Precisamente, cuando el próximo dieciséis celebramos la fiesta de la Virgen del Carmen, la estrella de los mares, nuestra presencia al lado de estos hombres y mujeres marineros, tiene que ser portadora del mensaje de esperanza que Cristo trae. Él que aprendió sufriendo a obedecer (cfr. Heb. 5,8) nos dice que también en estas pruebas difíciles se puede alcanzar la santidad, ya que los caminos de la santidad son múltiples (cfr. NMI, 30). Nuestro poeta y editor, José María Pérez Ruiz, sabe que el mar es un verso de azules ojos y que en el horizonte siempre está la "Stella Maris", título preferido con el que la gente del mar se dirige a la Virgen María, en cuya protección siempre ha confiado. Jesucristo, su Hijo, acompañaba a sus discípulos en los viajes en barca (cf. Mt 8, 23-27; Mc 4, 35-41 Lc 8, 22-25), les ayudaba en sus afanes y les calmaba las tempestades (cf. Mt 14, 22-33; Mc 6, 47-52; Jn 6, 16-21). Así también la Iglesia acompaña a los hombres del mar, preocupándose de las peculiares necesidades espirituales de esas personas que, por motivos de diversa índole, viven y trabajan en el ambiente marítimo; atmósfera a la que siempre cantarán los poetas.
Víctor Corcoba CORCOBA@telefonica.net
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