El despertar de las flores:
una llamada al corazón

   

 

 

            Ya estamos metidos en abril; mes del año conocido por los romanos como “aprilis” –que significa abrir-, quizás porque es la estación del año en el que se abre la naturaleza a los colores y aromas, con el despertar de las flores. En todas las épocas, las flores, han tenido un sentido persuasivo, desde que en Oriente surgieran las claves ocultas del lenguaje de las flores. Especialistas en el tema de conductas, afirman que toda persona posee una escala de colores propia y que en ellos puede expresar su humor (y también su amor o desamor), su propio temperamento, imaginación y sentimiento. Está también demostrado que nos influyen los colores como también nos afecta el despertar de la naturaleza con su arcoiris de luces. ¿Quién no sabe que el rojo es un color que parece salir al encuentro, adecuado para expresar la alegría entusiasta y comunicativa?  ¿O qué el azul es un color reservado y que parece que se aleja? ¿Qué el verde es el color de la esperanza, el amarillo el color de la luz, y el anaranjado el color del fuego flameante? Alrededor de todo ello, reverdece todo un conjunto de signos lingüísticos que los poetas de todos los tiempos, que los humanos de todas las edades, han cultivado.

            La naturaleza en abril se abre al abecedario de las flores como queriéndonos hacer nuevamente una eterna (y tierna) declaración de amor, de entrega, a la vez que nos pide, como en todas las pasiones amorosas, respeto y protección al medio ambiente.  ¿Qué humano no ha utilizado, para expresar nuestros más profundos sentimientos, un ramo de flores escogidas cuidadosamente? Ese mismo cuidado nos pide la naturaleza, agobiada por tantos humos contaminantes. Nos llama a su despertar, una primavera más, con su semántica de versos que son auténticos ríos de metáforas. El ALELÍ: Belleza que permanece florecida durante un largo período. El ALYSSUM: Valor además de belleza. El AMARILIS: Belleza espléndida. El ASTER: Acepto tus sentimientos. La AZALEA: Templanza. La CALENDULA: Aflicción. La CAMELIA: Belleza perfecta. El CLAVEL AMARILLO: Desdén. El CLAVEL BARBADO: Valentía. El CLAVEL JASPEADO: Rechazo. El CLAVEL ROJO: Mi pobre corazón. La CLAVELINA ROJA: Amor puro. El CRISANTEMO AMARILLO: Amor Leve. El CRISANTEMO BLANCO: Verdad. El CRISANTEMO ROJO: Te quiero. El CYCLAMEN: Timidez. El GIRASOL: Arrogancia. La HIEDRA: Fidelidad. El JACINTO: Juego. El JAZMÍN: Amabilidad. El JUNQUILLO: Deseo una respuesta de afecto. La LAVANDA: Desconfianza. El LIRIO BLANCO: Pureza. El LIRIO AMARILLO: Falsedad. La MADRESELVA: Afecto generoso. La MARGARITA: Inocencia. La MIMOSA: Amor secreto. El NARCISO: Respeto. El NARDO- Placeres peligrosos. El NOMEOLVIDES: Amor verdadero. La ROSA AMARILLA: Celos. La ROSA BLANCA: Soy digno de ti. La ROSA ROJA: Amor terrenal. El TULIPAN AMARILLO: Amor desesperado. El TULIPAN ROJO: Declaración de amor. La VIOLETA: Modestia…

Al igual que los humanos, hemos inventado (para bien o para mal) el lema “dígaselo con flores”, también la naturaleza como esa novia que prepara con mimo el ramo que llevará el día de su boda cargado de simbología (pureza de intenciones, deseo de perdurabilidad), los campos se engalanan de jardines que son más puros, más silvestres, allá por donde nunca ha pasado la mano del hombre. Quizás si nos adentráramos más en el lenguaje poético de las flores (lejos de la simpleza comercial), en el libro que la naturaleza nos brinda, estoy seguro que cambiaríamos nuestra forma de vivir en el hábitat. Nos hemos acostumbrado a no saber mirar por la naturaleza, a verla como algo que está totalmente a nuestra disposición: un almacén del cuál extraer materias primas y un vertedero ilimitado donde alojar nuestros residuos. Y así surge, la contienda de lo que se ha dado en llamar “crisis ecológica”, una voz que nos invita a cambiar, porque no podemos mantener por más tiempo esta actitud destructiva.

Se dice, se comenta, que la situación ecológica del planeta ocupa los primeros renglones del listado de problemas que debe comenzar a franquear la humanidad desde ahora mismo. Oleadas de profesionales de áreas técnicas y biológicas han venido aportando elementos para tal fin, pero la premura de soluciones exige políticas ambientales sostenibles no solo para ecosistemas sino también para colectivos humanos; políticas que a lo sumo figuran en el sueño de la norma. Aún no tenemos conciencia ecológica. Los Ayuntamientos que debieran ser los primeros en instruir desde la ejemplaridad, no lo hacen tampoco. A penas les mueve la creación de zonas verdes. Prefieren rodearnos de cemento y enterrarnos en fríos edificios, que son torres de nichos. Todo lo puede el dinero. La degradación del medio natural y la degradación del medio social son dos manifestaciones de un mismo problema. Resulta equivocado pensar que la causa de que cuando vamos al campo, lo ponemos todo patas arriba, hasta si es preciso rajar un árbol, está íntimamente relacionado con problemas de tipo social, entre los cuales se pueden mencionar la cultura consumista de usar y tirar: lo del botellón, lo de las pipas, lo de las bolsas… Sólo elevando el nivel cultural podremos atajar los despropósitos. La persona, afanada por el materialismo y la ciencia, ha olvidado saber mirar (y mimar) a la naturaleza.¡Qué pena!

 

 

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net