Educación vial: valores éticos

 

 

Hace unos días visitaba a una persona que transmite paz y reflexión, un maestro que se ejercita en la sabiduría, y que en su inteligencia, cultivada desde la cátedra de la vida y el estudio, reflexiona y profundiza; un hombre de palabra, y como tal de conocimientos amplios y profundos, persona de diálogo y de luminoso ingenio; un sabio prudente y cercano a todas las personas y mundos; un señor de la elegancia, por su naturalidad, simpatía, cordialidad, generosidad, espíritu de trabajo, discreción, sentido del gusto y del saber estar; un hombre que sabe ser, discernir y ponderar; un profesor que todos recordamos por lo mucho que nos ha enseñado a vivir; un granadino excepcional, Eduardo Roca Roca.

 

En uno de los sitios más emblemáticos, el rincón de la entrada de su piso/biblioteca, se encuentra un sillón bajo una tenue luz, es el lugar donde más horas pasa leyendo. Justo en aquel espacio me encontré con una publicación que nos hablaba de la seguridad vial. Esto me dio pie para profundizar con el maestro, que por cierto tiene la Medalla de Oro al Mérito a la Seguridad Vial, entorno a los valores éticos que han de estar presentes más que nunca, en todos los conductores, si cabe más ahora, con la llegada del trasiego del verano.

 

Ciertamente, la responsabilidad en el tráfico, -me apuntó el profesor emérito Eduardo Roca Roca-, es también cuestión cultural, de educación vial. “Hemos de convertir las carreteras en vías más humanas y tolerantes” –me dijo-. Cuestión que me ha hecho reflexionar: ¿Para qué tantas prisas y tantos riesgos absurdos?. ¿Por qué tanta irracionalidad al volante?. Quizás para prevenir no sea suficiente el recurso al temor a la sanción, puesto que no ataja los problemas psicológicos y de irresponsabilidad moral, tan graves que se producen actualmente en la conducción, a juzgar por los mismos vídeos que nos presenta la misma Dirección General de Tráfico, se precisa  además –a mi juicio- la siembra de actitudes culturales que penetren en lo más profundo de la conciencia del hombre.

 

En cualquier caso, la actitud cristiana al volante, nos recuerda que no debemos olvidar al conducir que la vida en su integridad es don de Dios y si somos creyentes, nuestra ética, más allá de la meramente civil, ha de ganar en profundidad de campo, en la exigencia de las motivaciones y en las ayudas para su cumplimiento. El Catecismo de la Iglesia dice claramente que "quienes en estado de embriaguez o por afición inmoderada a la velocidad, ponen en peligro la seguridad de los demás y de las suya  propia en las carreteras... Se hacen gravemente culpables". En suma, el verano es para disfrutarlo, también en la carretera, ayudando a todo aquel que nos necesite. Y sin prisas...Más vale llegar a su destino. Tomemos todo el tiempo necesario.

   

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net