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En ese estadio de protecciones es muy importante no olvidar el
lenguaje del alma. Además, en el citado poblado de las almas, no hay
distinción alguna. Todos somos iguales. Necesitamos sembradores de
ideas que favorezcan las edades de la vida, lejos del podrido bienestar
que impide sentirse bien al bien ser. La educación, más que el
intelecto, apunta a la personalidad total del educando. A veces da la
sensación de que somos un barco a la deriva porque hemos olvidado las
energías espirituales, y más que “hombres cabales”, cuestión
sellada por el insigne maestro Don Andrés Manjón que dedicó su vida a
la regeneración del pueblo y a su educación, hacemos “hombres
caballos” que cabalgan pisoteando a todo hijo de vecino que le
estorbe. Para esto es necesario cambiar lo que hoy “se vende”. Urge
que la persona sepa “ser más”. No para estar por encima de
los otros, sino para estar “con los otros y para los otros”.
Y en la misma altura. La esclavitud del siglo XXI es tan cruel como la
del pasado, mal que nos pese o se nos llene la boca de Estado
Constitucional y de Derecho. ¿Para qué tanta jerarquía y tanto
corporativismo?. ¿Dónde esta el Estado Social?.
Hemos olvidado que la actividad educativa es una continua creación.
Por eso, la educación, también tiene su pizca de arte. En todo caso,
el educador, debe poseer ciertas condiciones de artista y nunca condición
de funcionario. Ha de ser capaz de improvisar y responder a situaciones
nuevas, a fin de interpretar la realidad cada día más compleja y
deshumanizadora. Desde luego, no es nada fácil ser maestro hoy día,
sobre todo con tantas familias disgregadas y tanta diversidad de
caracteres. Spalding –el gran pedagogo del carácter- todo lo empuja a
instruir al “hombre” formando su carácter. “Sólo es hombre de
valor aquel que hace de la formación de su carácter el fin director de
su vida”. Cuando todo el mundo se haya educado sabremos
gobernarnos a nosotros mismos. Ciertamente en España hoy todo el mundo
va a la escuela y puede ir a la Universidad, pero hemos olvidado
escuchar a las personas mayores, a aquellos abuelos que tienen ganada,
por años, la cátedra de la vida. Más que aprender gracias a los
centros docentes, es la vida la que nos enseña sus talantes y talentos.
Y por ello, es tan importante la sintonía con aquellos catedráticos eméritos
que han sabido vivir, dando vida. Resulta
preocupante ver las estadísticas que apuntan entorno al papel del
educador, que no es capaz de imponer a los educandos ni silencio a la
hora de impartir sus clases, ni la autoridad debida para la docencia. Yo
creo que necesitamos más que profesores de tantas especialidades y
disciplinas, vocacionales maestros que enseñen a vivir a sus alumnos
antes que a sacar nota para hacer carrera. ¿Dónde ha quedado la
educación en valores?. Los padres no pueden quedar al margen de la
educación de sus hijos, han de ser los primeros y principales
educadores, y en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son
educadores por ser padres. Convendría, pues, -sobre todo por lo saludable que puede ser para la vida-, que profundizáramos más en la historia de la pedagogía que, al fin y al cabo, es una parte integral de la historia de la cultura y sacásemos conclusiones para educar de la mejor manera posible. Olvidamos que el pasado penetra en el presente. Es claro que interesa por variedad de razones educativas. En primer lugar, por su valor paradigmático o, lo que es lo mismo, por su valor ejemplar. Existieron unos pasados enraizados en nosotros que a la luz actual de nuestros exámenes particulares son verdaderos tratados de vida que hemos de analizar. Con harta razón pudo exclamar Cicerón que la Historia es maestra de la vida. Nunca la educación ha caído tan bajo como en estos momentos actuales que debiera someterse a la investigación histórica: historia de los sistemas o doctrinas pedagógicas, historia de los educadores, historia de los textos docentes e historia de las instituciones educativas. Está en juego nada menos que la educación, la mejor herencia que las generaciones adultas pueden ofrecer a los jóvenes y la mayor riqueza que una nación puede generar sin duda, el único tesoro que vale la pena acumular. E-mail: corcoba3@airtel.net
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