EMOCIONADA EUCARISTÍA:
MÁS DE MIL PERSONAS LLENARON EL TEMPLO CATEDRALICIO
PARA DESPEDIR A MONSEÑOR CAÑIZARES


 

            Nuestro admirado Arzobispo, Monseñor Cañizares, ha dejado una huella imborrable en Granada. Lo refrendan los hechos y su heraldo de fe. Más de mil personas, de toda condición y jerarquía, llenaron el Templo Catedralicio para despedirle de la mejor manera posible, bajo el sacramento de unidad por excelencia, la Eucaristía.  Fuimos testigos del emocionante silencio, de los apoteósicos aplausos, de las lágrimas vertidas por muchos fieles ante sus hondas y sentidas palabras.

 

EMOCIONANTE HOMILÍA DE DESPEDIDA

SOBRE LOS INTENSOS AÑOS VIVIDOS EN GRANADA

 

            Así comenzó la homilía. Muy queridos Hermanos en el Episcopado: D. Juan,  Obispo de Guadix, D. Rosendo, Obispo emérito de Almería; muy queridos hermanos sacerdotes y diáconos, muy estimadas y dignas autoridades, muy queridos todos hermanos y hermanas en el Señor: Dios ha querido que coincida mi despedida de vosotros el mismo día en que celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, para así asociar mi acción de gracias con la acción de gracias que la Iglesia entera tributa a la Trinidad Santa por la purísima concepción en la que la misericordia infinita de Dios se ha desbordado en favor de sus criaturas y en la que como aurora naciente brilla la esperanza del gran día de la salvación.

           

Con toda mi alma agradezco que os unáis tan numerosa y cordialmente a mi, en esta tarde, para dar gracias a Dios antes de mi partida a la Iglesia que está en Toledo donde proseguiré el Ministerio Apostólico que Él misericordiosamente me confió en favor de su Iglesia y que he ejercido entre vosotros durante casi seis años. Pocos años, pero qué intensos, he permanecido junto a vosotros. Ahora nos reunimos para despedirme de todos, no sin un profundo dolor, y sobre todo para confesar juntos que Jesucristo camina junto a nosotros hoy, ayer y siempre; y que Él está en medio nuestro como Pastor supremo y que es quien lleva a su iglesia a la plenitud de la verdad y de la vida.

 

ALABAR Y BENDECIR A DIOS

 

Nos reunimos esta tarde para alabar, bendecir a Dios y recordar sus beneficios. En estos años, os confieso: he palpado la inmensa bondad de Dios con la que Él nos quiere; esa bondad misericordiosa no me ha dejado nunca abandonado aunque yo no le haya sido fiel en toda ocasión y momento y aunque no le haya correspondido, por mi torpeza y pecado a su amor y a su gracia.

 

No podemos olvidar los inmensos beneficios que, aquí en estos años, Él con su infinita bondad ha derramado en todos nosotros. Quisiera que esta alabanza, penetrada de alegría por el reconocimiento de mi inmenso amor con que Dios nos ama, fuera pura alabanza, gozo y reposo sosegado en Él, proclamación de su grandeza y de su largueza, sencilla confesión de su fe y gloria y de las maravillas que Él realiza en favor nuestro y adoración humilde por la gracia y la ternura de la que colma a sus criaturas, de la que es la mejor prueba el misterio de nuestra fe que hoy celebramos en María Inmaculada. Todo en ella apunta al gran don de Dios, su hijo Jesucristo, en quien nos ha bendecido con toda suerte de bienes espirituales y celestiales.

 

Cualquier beneficio, por ello, toma su bendición de Jesucristo en quien encontramos el inmenso derroche de amor, de sabiduría y de gracia para con Dios. Os agradezco con todo mi corazón para que os hayáis unido en esta oración de alabanza, solo no puedo ni debo hacerlo, además de que soy muy pobre para dar gracias en solitario y estoy necesitado de la misericordia divina, ese Dios en su infinita benevolencia, os ha asociado a mi y no puedo nada sin vosotros. Os necesito para dirigirnos junto a Él en comunión profunda y sin fisuras.

 

VOLVAMOS LOS  OJOS HACIA DIOS

 

Volvamos los ojos hacia Dios, lleno de compasión , Padre de misericordia y Dios de toda consolación, dirijamos unidos nuestra mirada hacia su hijo amado Jesucristo, Señor de la Iglesia, el único Pastor y Obispo de nuestras almas, el que por nosotros da la vida y nos pastorea encaminándonos hacia la casa del Padre, démosle gracia por el Ministerio Episcopal que Él suscita, que por pura gracia suya me ha confiado, por el que se nos hace presente y visible de modo sacramental y misterioso en la fragilidad de quien Él ha querido llamar y elegir confundiendo a los fuertes y entendidos del mundo.

 

Él ha querido quedarse con nosotros en la Eucaristía que es el mismo y en el Sacerdocio de los Apóstoles transmitido al Colegio Episcopal. Como os decía antes, han sido años intensos, diría que muy intensos, han sido años de inmensos dones de Dios que sólo Él conoce y que no soy capaz de explicar adecuadamente y que nos sobrepasan y desbordan. Todos y cada uno de esos dones merecen por mi parte toda alabanza y acción de gracias: ¡Cantaré eternamente las misericordias del Señor!. Con la Virgen María llena de gracia y medianera de todas las gracias, quiero cantar un Magnificat que no tenga fin y proclamar con Ella la grandeza del Señor, porque ha mirado mi humillación y porque su misericordia es eterna de generación en generación. ¡Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho, que nos ha hecho!. Es tan bueno, que la única paga que nos exige, es que lo amemos con todo lo que nos ha dado y cuando al final de estos años, pienso en todo esto, me horrorizo de pensar en el peligro de que alguna vez, por falta de consideración o por estar absorto en cosas vanas, me olvidé del amor de Dios y sea para Cristo causa de vergüenza; bien sabe Dios, y lo digo con humildad, consciente de mi debilidad y pequeñez, y porque no es obra mía, que no me he reservado nada, que me he gastado y desgastado sencillamente por la Iglesia, por ella sin más, a veces hasta la extenuación. Y esto, no por mérito mío alguno, sino porque él ha tenido conmigo mucha compasión y misericordia y ha venido en mi auxilio.

 

Todo es gracia suya. Todo lo bueno que haya en estos años es suyo, las torpezas errores y debilidades, sin embargo, eso sí son míos. Cuánta fuerza y verdad recobra la realidad de la gracia en esta fiesta de la Purísima contemplando ese rostro de inigualable hermosura y plenitud que admiramos como un trasunto en la Inmaculada de Alonso Cano. Con cuánta intensidad de verdad podemos reconocer hoy que todo es gracia al contemplar y admirar a la que es llamada llena de gracia. Por todo ello, a Dios sólo la gloria, el honor y la bendición por siempre, porque de Él fuente y origen de todo bien, procede todo don y toda gracia; por su gracia y nada más que por ella, soy lo que soy. Soy testigo, como María, de que todo es gracia de Dios, un verdadero derroche de su gracia de que Él lo obra todo en todos, y de que toda capacidad y suficiencia viene de Él, de que su gracia trabaja siempre y que la fuerza se realiza en la debilidad.

 

EN LAS MANOS DE DIOS PONE EL TIEMPO

PASADO EN GRANADA

 

No puedo, en efecto, ni me toca otra cosa, sino presumir de mi debilidad. Podéis fiar y aceptar sin reserva lo que os digo, que Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores y yo soy el primero. De esto también soy testigo. Que Dios mire compasivo mi debilidad y mi pecado, que venga en mi ayuda y me salve, ya que sin Él no puedo hacer nada, y al mismo tiempo, confieso con las palabras del Ángel Gabriel en la Anunciación que, para Él nada hay imposible. Soy testigo de la verdad de las palabras de San Pedro que hoy hemos escuchado. Dios ha tenido y tiene mucha paciencia conmigo, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos, yo el primero, se convierta. Eso es lo que me pide, que me convierta, que vuelva con el auxilio de su gracia sin cesar a Él, y que desaparezca de mi vida, lo que es realidad caduca y muerta, para que se torne santa y piadosa.

 

Como he dicho en estos días, el tiempo pasado entre vosotros, y con vosotros, lo pongo en las manos de Dios y lo dejo a su juicio que siempre, espero, será un juicio verdadero y justo, y en ningún momento dejará de ser misericordioso. Por esto mismo, apoyado en vosotros, acudo a Él , rico en clemencia y perdón para los pecadores, para que una vez más se compadezca de mi, se apiade de mi y de mis infidelidades, ante tanto amor suyo en estos años. Confieso que más allá de las sombras, infidelidades  torpezas y pecados propios, abundan más la gracia del Señor a través de caminos insospechados y solos conocidos por Él.

 

Así Él, permitidme que lo diga con llaneza sincera, ha podido lucirse aún más en mi persona y en mis obras. De Él me he fiado, y con la fuerza de su Espíritu Santo, confío en fiarme siempre, para no hacer otra cosa que su voluntad, como reza mi lema episcopal, o mejor aún como responde la Virgen María a la petición de Dios: aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra. Asociados en mi acción de gracias y súplica de perdón, permitidme ahora, que con todo mi corazón os exprese mi más hondo agradecimiento, hermanos obispos, hermanos sacerdotes, monjas contemplativas, religiosos-as, personas consagradas, fieles seglares, alcalde, ayuntamiento, pueblo de Granada y autoridades;  os agradezco emocionado y conmovido a todos, vuestra presencia hoy en esta celebración y todo cuanto habéis sido y hecho conmigo. Reunidos ahora, sois la expresión de lo que habéis sido estos años para mí. Por eso, mis queridos hermanos y amigos, gracias por vuestro afecto y cariño, gracias por la cercanía y el acompañamiento, gracias por vuestro trabajo y colaboración, gracias por vuestras ilusiones y esfuerzo, gracias por vuestra oración, gracias por todo.

 

GRANADA SE VIENE CONMIGO

Y YO ME QUEDO EN GRANADA

 

Siempre que rezo por vosotros, y lo hago cotidianamente, lo hago con alegría, porque habéis sido de verdad, colaboradores míos en la obra del Evangelio desde el primer día hasta hoy. Estoy convencido de que Cristo mismo lleva, y llevará adelante, la empresa buena que Él ha originado en vosotros, gracias, muchísimas gracias, y con esta palabra os lo expreso todo. También necesito de vuestro perdón, debo pediros perdón, lo hago de todo corazón, porque soy muy consciente ante Dios, ante cuya presencia no cabe ocultamiento ni engaño, de que el ejercicio del Ministerio Episcopal puede llevar consigo a veces inevitables roces, omisiones, incomprensiones y tantas cosas que no agradan a Dios y dañan a los hermanos.

 

Perdón por el mal ejemplo, por el insuficiente testimonio y fuerza Evangélica que os haya podido dar, perdón por todo aquello que pudiera haber ofendido a Dios o a vosotros, por el daño que os haya podido causar o el bien que haya dejado de hacer. No quiero separarme de vosotros sin vuestro perdón, sin el abrazo de la paz y la reconciliación con todos. También en esto, mis queridos hermanos y amigos, brilla en vosotros la bondad de Dios en quien creéis, a quien amáis y de quien os fiáis, esa bondad de Dios se refleja en vosotros que tenéis un corazón grande y unas entrañas de misericordia y caridad dispuestas para perdonar siempre, disculpar y comprender en todo momento. Que Dios os lo pague y muestre con vosotros de esa misma caridad que me mostráis con vuestro perdón. Todo acontece bajo la providencia de Dios, el hecho de que la Eucaristía en la que me despido de toda esta queridísima Diócesis de Granada, la celebramos en la fiesta de la Inmaculada,  tiene todo un sentido especial en estos momentos para nosotros, en Ella ha brillado como en ninguna criatura humana la gracia del Señor, en Ella hacemos memoria agradecida por las grandes obras que el Señor ha hecho con su humilde sierva y con la humillada humanidad, en Ella vemos y palpamos, reconocemos y admirados la total fidelidad, de Ella asimismo aprendemos que la memoria debe convertirse en fidelidad para no traicionar el don, debe convertirse en responsabilidad para no malgastar el don, debe convertirse en asombro del alma ante la grandeza y la gratuidad del don recibido.

 

En fin, la memoria que hacemos hoy, debe convertirse en gratitud, alabanza y adoración sin fin, al Dador de todo don, Dios rico en piedad y misericordia. La Virgen María ha dado el sí a Dios más grande y decisivo que nadie, concebido de hombre y de mujer, haya dado a lo largo de la historia; tan grande y decisivo, que de ese sí, ha dependido la salvación y la esperanza del mundo entero, un sí lleno de gozo y de confianza. María llena de gracia, toda Santa, Virgen Inmaculada, ha vivido toda su vida en una apertura total a Dios, en perfecta armonía con su voluntad, la que no tocó el pecado primero, ni gustó jamás de la amargura ni fuerza destructora del pecado, vivió como humilde esclava pendiente de su Señor, en entera sumisión y en obediencia fiel al que ha hecho obras grandes en Ella y por Ella. Y esto siempre, incluso en los momentos más difíciles, que alcanzaron su cumbre junto a la cruz. Ella ha puesto toda su vida en manos de Dios...

ABRID LAS PUERTAS A CRISTO:

SE LLEVA LA CRUZ

 

Mirad a Cristo y seguidle, en Él tenemos todo el gozo, en Él solo está la vida, Él es el rostro de Dios. Por eso, en estos momentos, no tengamos miedo, abrid las puertas a Cristo, al Redentor... Terminó – Monseñor Cañizares- dirigiendo la mirada a la Virgen, bajo la advocación de Virgen de las Angustias. Y en este sentido, dijo: Le pido que vuelva sobre todos nosotros sus ojos. A ella, confiamos el presente y el futuro de Granada.

 

Por su parte, el Vicario General, don Miguel Peinado, le dijo: Nosotros en Granada, nos quedamos con el fruto de su espíritu, y le decimos gracias por su dedicación y entrega. Váyase contento con la fidelidad del siervo de Dios. Que Jesucristo, el dueño de su vida, su maestro, su guía, su Todo, le siga abrazando con fuerza para que siga llevando con mucha alegría su cruz, y por eso le hemos regalado esta cruz artesana de Granada, que la lleve a Toledo. Con esa cruz en el corazón; surgió una explosión de palmas en la Catedral que duró por espacio de varios minutos.

 

LA PERSONA Y SU PRÓXIMA ENTRADA EN TOLEDO

 

Monseñor Cañizares está considerado como un gran teólogo y pastor, humilde y dialogante, muy espiritual y con gran receptividad por los sufrimientos de la gente. Dicen que es un obispo muy completo: inteligente, santo, con capacidad de gobierno, buen comunicador y entregado a su misión; apenas duerme cinco horas al día. En el aspecto personal, Antonio Cañizares destaca por su bondad y humildad natural. Tanto en las diócesis de Ávila, como en la de Granada, ha demostrado gran capacidad de gobierno pastoral y valentía en la toma de decisiones. También se le considera un gran emprendedor y buen gestor. No en vano inicio la andadura de la Universidad Católica de Ávila, así como la supervisión de la Universidad Católica de Murcia.


            Al final, en suma,  nos exhortó a todos a seguir confiando en la victoria de la cruz, a la vez que condenó enérgicamente la cultura de la muerte, y fue el primero en pedir perdón,  como se puede leer en sus palabras, por las inevitables imperfecciones que hubiese podido tener como persona humana. Toda su homilía, pues, estuvo cuajada de gratitud y esperanza hacia el pueblo de Granada. Con estos sentimientos y fervientes deseos, y como prenda del consuelo divino, de todo corazón impartió la bendición con indulgencia plenaria.

 

Su próxima entrada en Toledo, será a las 17.00 horas del mismo día 15 por la Puerta de la Bisagra, será recibido por las principales autoridades políticas y religiosas manchegas, entre ellas el presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, José Bono; el alcalde de Toledo, José Manuel Molina, y el nuncio de la Santa Sede en España, Manuel Monteiro, además de los canónigos de esa Catedral. Una amplia Delegación de Granada, tenemos constancia, que ya va camino de la ciudad de Toledo para estar con el Pastor.

 

            Ya se sabe, conocemos el lema de su vida y de su episcopado: "hágase tu voluntad". No desea otra cosa, en efecto, que llevar a cabo lo que Dios quiere. Con esa actitud, auxiliado por la divina gracia, estará con ellos, pero en Granada, el domingo quince, le echaremos en falta en la Catedral, y tendremos ese sentimiento agridulce que refrendó el alcalde de Granada. No nos olvide.

 

 

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net