CIENTOS DE JÓVENES GRANADINOS

EN BUSCA DEL DIOS DE LA PAZ

Como cada año, y ya son diecinueve referencias convivenciales, durante el mes de mayo, el activo y entusiasta Grupo de Jóvenes de San Francisco, celebra la Semana “Franciscanos por la Paz”, bajo el lema “En busca del Dios de la Paz”.

Desde la Comisión de Justicia y Paz, de la que es coordinador Miguel Ángel Clemente, la apuesta es tan profunda como clara: “Deseamos que nuestra vida sea una continua búsqueda de paz y estamos convencidos que sólo se consigue desde un corazón reconciliado. En medio de una sociedad violenta, donde los medios de comunicación nos bombardean continuamente con contenidos violentos (hasta en horarios infantiles), donde parece que la única forma de resolver los problemas es mediante la violencia, hemos querido volver nuestro rostro a Dios, en busca del Dios de la Paz”.

DOS PONENCIAS

 El padre Onofre Núñez Azpilicueta, Rector Teologado Franciscano y responsable de la Fraternidad de San Francisco, nos participaba del gozo del encuentro y de la participación de los jóvenes en los distintos actos, organizados por ellos mismos. Junto a esta juventud, tan laboriosa y abierta, viéndoles tan alegres y fraternizados, se hace realidad: lo de todos hermanos, todos en paz.

La primera ponencia, fue una llamada a la pacificación, donde la teóloga Trinidad León, Mercedaría de la Caridad, bajo el sugestivo título del Dios violento o el dios de los violentos, expuso la perspectiva que hay en la Biblia sobre este enunciado, mostrando que el Dios violento, en absoluto, es que lo sea. Es ante todo amor, un padre amoroso y lleno de compasión. Por ello, más bien es una proyección de los hombres violentos que, de alguna manera, quieren justificar su propia violencia en una causa superior, y apelan a Él, como una estratagema.

La aportación franciscana a la cultura de la paz, fue la segunda de las ponencias, a cargo del Delegado de Justicia y Paz de la Provincia Franciscana de Granada, Manuel María Gómez. Desde una mirada interior, arropada por la profundidad pacífica de San Francisco, de armonía interior, diálogo con todo y con todos, y de hermandad universal; el ponente, acentuó la implicación permanente de fe y conversión, que hemos de tener.

Sentada por la Paz

ORACIONES Y EUCARISTÍA

Tanto la oración, como la catequesis (actualmente, en la Iglesia de San Francisco, hay en torno a quince grupos de catequesis de adolescentes), o la sentada por la paz, aglutinó a bastantes jóvenes. Con ellos también estaba, uno de los que siempre estuvo a su lado, que lo sigue estando, – es itinerante, me dice-, el siempre recordado en este grupo de juventud, Severino Calderón Martínez, hoy Provincial de los Franciscanos.

Tampoco resistí la tentación de preguntar a uno de tantos jóvenes que allí había, cuál era el motivo de sus rezos. Su respuesta no tiene desperdicio alguno: “No rezamos a Dios para que nos resuelva los conflictos que nosotros hemos generado. Al contrario, oramos para escuchar los deseos de paz que él abriga para nosotros, con el fin de descubrir mejor nuestras resistencias y obstáculos. Esa construcción de la paz comienza en el corazón de cada uno. Porque en el corazón se genera la violencia y de él brotan el resentimiento, la agresividad, el fanatismo o la intolerancia. La oración purifica nuestra actitud interior y nos dispone para la reconciliación. Nos hace más sensibles a cualquier injusticia. Más cercanos al sufrimiento de las víctimas. Más libres para defender la verdad. Más capaces para el perdón”.

La Eucaristía, sacramento de unidad por excelencia, congregó a jóvenes y mayores. Fue toda la comunidad quien celebró, en busca del Dios de la paz. Todos han celebrado, participado, acogido la misa, el alma de toda la vida cristiana. Unos hacen lecturas, otros hacen peticiones, todos escuchan en profundo silencio; uno canta como solista y todos responden en el momento oportuno. ¡Qué gran sinfonía! Comunidad y ministros celebran lo mismo. Animados visiblemente por el Espíritu del Señor Jesús, la paz y los jóvenes caminan juntos. ¡Alegría! Que buena noticia para revivir.