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LA ORIENTACIÓN DE PÉREZ DE TUDELA

NOS LLEVA A DOÑA PRIMAVERA

 

Después de tantas resacas que nos secan el alma, difíciles de olvidar en el tiempo, ha surgido la nueva legión de aduladores a Zapatero, por el que nadie daba ni una perra gorda hasta hace bien poco. Lo recuerdo bien, por la proximidad de los hechos. Sucedió el verano pasado, al veranear unos días en la Costa Tropical granadina, que hasta un periódico próximo a su partido, cuando le participé el deseo de hacerle una entrevista larga y profunda, apenas mostró interés alguno, espetándome la subjetividad, por ser leonés igual que yo.

Hoy, cuando los tiempos han cambiado de sopetón, porque ha sido como un bote de la primitiva lo del voto, me ha vuelto a llamar el responsable del periódico, por si tenía material de archivo al respecto de ZP (así textualmente me lo dijo). Claro. Me lo temía. Las reacciones peloteras no se han hecho esperar, y algunos ya muestran su pasión florista de eternos devotos a ZP.

Sin ánimo de caer en la misma trampa, servidor que siempre estará en conflicto contra todo tipo de poder que no frene la violación a los derechos humanos, algo que también a diario sucede en nuestra madre Patria por muy democráticos que nos profesemos, me regocija que haya pedido a su gente, la humildad como forma de actuación y ser. Por cierto, sí hubiese rematado lo de dulces y ardientes en el amor, habría coincidido con el encargo que el padre Talamoni (recién beatificado) recomendaba a sus religiosas. Se me ocurre pensar, pues, que dado ese paralelismo cristiano, la enseñanza religiosa en las escuelas está asegurada. Nada de miedos, señoras/es, que ha prometido gobernar para todas/os. Quizás intuye que ha cosechado votos de tierras no propicias a su ideario. ZP es algo más que “pssssssssssszooooe”, es PZ (portento zapatero, dice una fan por radio zapista).

Ante tanto sensual tango de zetas, uno siempre opta por la huida del asfalto, eso sí, previo asistir a la conferencia dada por César Pérez de Tudela, un hombre enamorado de la montaña, del buen vivir a corazón abierto, al igual que un sembrador de versos en primavera. No persigue la gloria (como diría Machado) sino llenar de vida los minutos que le quedan.


PÉREZ DE TUDELA EN LA CONFERENCIA

Sus palabras me impulsaron a la escapada. En busca de sosiego, con uno de sus libros en la mochila, tomé rumbo a las cumbres, y hallé la verdadera libertad. Sobre todo, cuando desde lo alto, divisé a unos jóvenes, en una plaza repleta de basuras, celebrando la mal llamada fiesta de bienvenida a doña Primavera, donde el alcohol y demás aditamentos dependientes que nos roban la independencia de seres pensantes libres, borran la recepción poética, que es lo suyo, de la elegante dama. Ella tiene otro estilo muy distinto a esa juventud emporrada y emperrada en la ordinariez, que saca el piticlí en cualquier esquina y lanza la meada a doquier rosa, ella es otra estación perdida en este consumista y repelente territorio de avarientos ricos, que tan sólo propugna valores de justicia, libertad, igualdad y solidaridad, en el papel.

Ciertamente en nuestro entorno, mal que nos pese, prolifera la guarida de bandidos, aunque algún lector piense que exagero, yo no lo entiendo así. Y suelo escribir sobre lo que vivo. No escribo de oídas y menos recluido en la soledad. Aunque luego la busque para hallarme por dentro. Tampoco me gusta dejar mal sabor de boca a los posibles lectores que uno tenga, que espero sean cada día más. De ahí, que les proponga, como sanación, lo que a  sirviente le ha proporcionado gozo y alegría.

Yo sí he tenido la suerte de estar con doña Primavera, la auténtica, la encontré en la cima. Debo dar las gracias a la orientación de César Pérez de Tudela, que a través de uno de sus libros, concretamente el de “mi lucha por la montaña”, pude llegar a tiempo para darle la bienvenida. El croquis, la filosofía del montañismo, los distintos datos del montañero, me hicieron la persona más feliz al ver cara a cara a doña Primavera. Se lo aseguro. Sin atascos ni empujones. ¡Que gozada!

Desde hoy, pienso, que el mejor seguro de vida está en evadirse a las crestas del cielo, que las de la tierra te entierran antes de que el gallo cante tres veces. Aconsejo llevarse un libro, medicina sana. Eso sí, pido discreción. ¡Qué no se enteren las agencias del consumo! ¡Qué todo lo venden! Y otra desgracia más, no nos la perdonaría doña Primavera, que la he visto en la montaña con la elegancia de siempre. A Dios gracias. 

Víctor Corcoba Herrero

 

 

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