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LA POESÍA ES SU LENGUA

 

            Los verdaderos poetas, los que tienen a la poesía como su lengua, son una necesidad para los tiempos actuales. Con la benignidad de sus versos, o lo que es lo mismo, con la belleza y bondad de sus abecedarios, actúan como auténticos sanadores del mundo. Es el caso del poeta chileno Gonzalo Rojas, Premio Cervantes 2003, que desde la hondonada de su corazón, nos alerta sobre ese hombre que quiso ser Dios y que se muere desde el comienzo de sus días, que aspiró también a ser un guerrero y dominar toda la superficie del planeta para sí, que soñaba las conquistas del sol y ve como se obscurecen las mañanas.  La receta de sus poemas, su dama de compañía, no prescribe. Siempre está perenne, a la espera de almas capaces de anidar la belleza de sus lenguajes siderales; una locución deseosa de ser como el viento que sopla, luminaria para iluminar la respiración de los vivientes.

            Me da la sensación de que Gonzalo Rojas, es un poeta de profundidades, de fondos más que de formas, de corazón más que de cuerpo. Creo que cuando versa, fotografía lo que siente. Y en esa radiografía de coros, tanto del tiempo como del espacio, visiona la luz desde el asombro y el encantamiento, tribuna en la que escribe a corazón abierto para llamarnos (y llevarnos) a la palabra más honda. Lo hace desde el amor y su arco iris de perfumes intimistas, para que nos trascienda a esa nube de fascinación que es la vida y la muerte. Frente a la expiración, la respiración de sus latidos, el erotismo de ascender a los goces del universo. Nívea vacuna para la vida. Se niega a ver morir a los hombres cada día. Prefiere ser de piedra, pero es poeta por la gracia de serlo, y sufre por la poesía del hombre que yace en su alma. Es todo corazón y poesía.

            En el atardecer de la vida, (Gonzalo Rojas es octogenario),  cuando ésta se vive intensamente,  como él, que comenzó su andadura literaria en 1948 con “La miseria del hombre” y no ha parado de escribir poesía a la vez que impartía clases de literatura en distintas universidades del mundo, sus palabras nos traen alientos que nos cautivan. Ha penetrado en el tacto de las rosas, se ha saciado de sus besos en verso, y ha concluido, que adora la vida, y que no se cansa de amar a las mujeres. Así lo ha refrendado: “me alimento de abrir el mundo en ellas”. A poco que nos adentremos en su creación literaria, comprobaremos que la mujer es su fascinación, tanto en las cuerdas fisiológicas como en el orden del eros. Sin duda, su poesía, digerida desde el sagrario del alma, nos recupera la conciencia moral perdida, sobre todo ante el diluvio actual de tantas actuaciones de violencia y malos tratos hacia consortes. Sólo desde la transparencia del amor, pureza que rueda en sus rimas el poeta, se abrirá la puerta de la conversión hacia el respeto a toda vida humana, por débil que sea o nos parezca.

            La admiración hacia Cervantes y todo lo español, así como hacia el mundo entero, por parte de Gonzalo Rojas,  se le reconoce en su semblante de poeta y se le conoce en sus mandamientos genealógicos, en aquellos que suplican un aire nuevo, no para respirarlo, sino para vivirlo. Los hechos presentes se expresan por sí mismos. Nos falta vida y nos sobra muerte. Carecemos de donación y nadamos en la superabundancia de intereses. Su poesía no tiene desperdicio alguno. Nos llama ante tantos desajustes y bochornos. Seguimos aferrados a la selva, a ser animales de la tierra, borregos del placer instintivo. Proseguimos andanzas leoníferas ante los cantos (y encantos) de sirena. Sin embargo, las ideas del poeta, nos animan y despiertan ante tantos ronquidos irracionales, ritmos irreverentes, risas rotas y rutas repelentes.

En efecto, ser propietarios de materia nos esclaviza tanto como ser quijotes de aventuras que resultan incapaces de quitarnos el hambre de vivir el sol, en la gracia del aire, eternamente. Así lo sintió el poeta, con la semántica de los pies en la tierra y el corazón en la poesía. Él vive en la realidad. Duerme  en la realidad. Muere en la realidad. Se realiza en la realidad. Es la realidad misma la que nos conversa. Pero, como bien nos alumbra el poeta, sólo el sol es la única semilla, que nos revive y nos vive.  Y ahora, digo yo: ¿Por qué, entonces, enlutar las claridades del amor, con las sombras de tantas fronteras y frentes? Resulta duro de entender y ciego de ver.

            Si profundizamos en su camino de poeta, siempre se manifestó Gonzalo Rojas como un poeta singular, de cultivada voz, que espiga en el silencio a través de una obra fecunda. En su poesía habla de alumbrados, que es un modo de iluminación, quizás para sobrellevar los viajes del absurdo, dejándose acompañar por soles de libertad y amor. Sus versos son un continuo diálogo con la vida misma, con la vida torrencial que nos baña a diario, tomando a la poesía como constituyente de su conducta, reconstituyente y revitalizante de su forma de actuar y ser. El haber sido galardonado con el Cervantes, tan insigne poeta, pienso que es un saludable momento para unir culturas que nos hermanan y fraternizan, para promover universalidades, en la que puedan verse reflejadas todas las vidas en una vida, más de todos y menos de nadie, más del amor que del desamor, de la poesía que del poder. A tomar ejemplo, pienso, luego exista el poema y no la pena.

 

 

Víctor Corcoba Herrero

 

 

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