ENTREVISTA

     
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ORDENACIÓN SACERDOTAL

 

FERNANDO MUÑOZ PÉREZ: HOMBRE
DE COMUNIÓN, DE MISIÓN Y DE DIÁLOGO

 

 

“COLABORAR AL BIEN DE LOS OTROS”

 

El mundo necesita el testimonio de los sacerdotes. Son inmensamente necesarios. Por ello, es una buena noticia para la diócesis de Granada, que el pasado domingo 27 de junio, se ordenase un nuevo presbítero. Fernando Muñoz Pérez deja una huella imborrable como docente y también por su entrega a la política como un servicio a su pueblo del Padul. Lo hemos podido constatar el día de su Ordenación, dialogando con amigos y  con un medio de comunicación –la televisión local del Padul-, dispuesta a grabar todo lo acontecido, para mostrárselo a sus paisanos. Aunque nació en Chimeneas, año 1940, muy joven se traslada a la citada villa, por lo que es un paduleño más. 

 
Fernando Muñoz Pérez, durante la entrevista

- Como hombre de la palabra anunciada y vivida, ¿qué le gustaría hacer que no ha hecho?

- Ciertamente he tenido una vida intensa. Llegado a este momento, más que lo que me gustaría hacer, diría lo que nunca me gustaría dejar de ser; una persona sencilla, sincera, transparente. Con eso me conformo.

 

- La vocación sacerdotal es esencialmente una llamada a la santidad ¿Cómo nace en usted la llamada?

- Siempre tuve una cierta predisposición. Hubo un tiempo, incluso, que yo creía que Dios me llamaba antes de dedicarme a la enseñanza; pero, a veces, uno se distrae en el camino, hay otras cosas que son más fáciles y se olvida, o no se es suficientemente fiel a esa llamada, que en principio parecía sentir.

 

- ¿Piensa que es difícil ser sacerdote hoy?

- Es cierto que vivimos con mucha dificultad, un pensamiento muy hedonista; pero, sin embargo, el cristianismo es una religión de alegría, de vida y por tanto, no de muerte. Esto te da fuerza. El ministerio sacerdotal es esencialmente misionero. Tenemos que llevar la palabra a todas las gentes. Desechar a Dios de sus esquemas por parte del mundo moderno es una disparate; un mundo sin Dios, un pensamiento sin Dios, una razón sin Dios, es una razón muerta, es un pensamiento vacío, es un mundo vano.

 

- ¿La Iglesia y el mundo tienen que encontrarse?

- Por supuesto,  ambos tienen que planear en la misma dirección. Hay valores que son comunes y que han de ser comúnmente reconocidos. Ni el mundo debe ser obstáculo para la Iglesia, con la negación absoluta de Dios y por tanto un mundo condenable, y también la Iglesia tiene que reconocer los valores que tenga el mundo. La verdad de Dios es la que tiene que resplandecer para los hombres.

 

- Su labor como docente fue plena, también como persona entregada a los demás, ¿qué le mueve a dar un giro a su vida?

- A pesar de la edad, de mis limitaciones, de la pobreza espiritual, pienso que Dios me ha llamado y para eso voy a vivir, para la Iglesia y para la santificación del pueblo de Dios.

 

- Por el desarrollo de sus actividades profesionales, siempre estuvo cerca de los hombres y de sus problemas, ahora lo va a estar más si cabe,  como sacerdote. ¿Cómo ve y afronta su nueva etapa?

- La veo con una inmensa responsabilidad y la llevo con muchísima ilusión. Al contemplar, sobre todo mi situación  personal, que me coge ya en la última etapa de mi vida, cuando la tarde comienza, aunque espero que sea larga, la considero y la contemplo con enorme alegría y esperanza. Se que le doy poco al Señor, además lo poco que le doy no es mío, lo tengo porque Él me lo ha dado,  y eso es lo que le doy, lo que soy y lo que tengo. Estoy convencido que es lo que Dios me pide. No tengo miedo, en absoluto, soy consciente de la  grandeza del don que Dios pone en mí, de la fragilidad del vaso que lo va a recibir, que se puede romper en cualquier momento.

 

- Al ser hombre de Dios, que pertenece y hace pensar en Él, se me ocurre esta última pregunta: ¿qué le diría a esos jóvenes que se encuentran perdidos en cualquier esquina, a los pobres que no tienen que comer, a esa sociedad que  nada en la opulencia y no comparte?

- Es una pregunta difícil de resumir en pocas líneas. Decirles a los jóvenes perdidos que hay un sentido en la vida, supone que seamos capaces, en la sociedad en la que vivimos, de brindarles con sinceridad y realismo esa percepción, ofreciéndoles un horizonte de luz. Todo esto no depende de ellos. Comunicárselo será muy fácil, luego que lo asimilen será más complicado. Tendríamos que estructurar la sociedad de otra manera y eso requiere compromisos. Usted nombra a los que nadan en la abundancia, en un mundo en el que las tres cuartas partes de la humanidad mueren de hambre y eso es duro, porque estamos permitiendo injusticias que claman al cielo. La Iglesia, en este sentido, nuestra Iglesia de Jesucristo, el pobre entre los pobres, tiene mucho que decir, pero sobre todo tiene mucho también que demostrar de autenticidad evangélica. De tal manera, que yo cura desde el pasado domingo, cura de Jesucristo, cura de esos jóvenes sin sentido, cura de cualquier persona marginada, cuando quiera expresarle que la vida tiene sentido, realmente para que esa gente me crea, tengo que, previamente, asimilarlo yo mismo, vivirlo y ofrecerlo en transparencia.

 

Víctor Corcoba Herrero

 

 

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