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EL ANIMAL QUE LLEVAMOS DENTRO

 

            La batalla está servida en bandeja. Lo espiritual se pretende borrar del mapa humano. Retorna lo animal en el torno de los días, las salvajadas sin salvavidas que nos pongan a salvo de la selva materialista. Las luchas terrenales nos entierran el alma y el olmo de las desdichas nos ahogan. Los que tienen que dar ejemplo no lo dan y, aquellos que lo dan, en corazón y vida, los destierran del escaparate de los grandes medios de comunicación social. Lo de enseñar virtudes que nos hagan más libres y más personas, lo de proteger la verdad y el compromiso, es de rancios y huele a sermón.

            Las animaladas que vemos a diario a través de la “niñera” (es como le llaman los niños de infantil a la tele –me lo apunta una psicóloga en la escuela de padres) superan las películas más bestias.  Nos quieren hacer ver, por tripas, que lo espiritual es un invento de las religiones y un comercio de sus dirigentes. Y así andamos, a la deriva, perdiendo humanidad y gozos de esperanza. Yo pienso, que, sin educación moral, es imposible vivir en la alegría, por mucho que los psiquiatras y psicólogos nos reanimen el ánimo.

            Lo animal nos divorcia y, así, es un amor imposible cohabitar en un mundo sin alma, por mucho que se nos llene la boca de solidaridad. La bonanza de la materia frente a la escasez de lo espiritual nos separa más que nos une. De ahí que la globalización esté en punto muerto o revierta en más injusticias. Sin la acción vivificante de lo psíquico, la mera actividad humana no es capaz de efectuar nada por los demás, sino es para obtener beneficio material. La realidad nos dona su gran lección, cuando somos capaces de penetrar en la mística de la vida, aquellas personas que han crecido más por dentro, se encuentran más aptos para amar desinteresadamente, sin letra de cambio.

Uno de los frutos del irracionalismo que gobierna actualmente el mundo, es la venganza del poder para poder aplastar. Las estadísticas nos aportan esas cifras de indefensos que se mueren a diario por capricho de los poderosos. La sociedad cada día es más vengativa, porque es más bicho, más materia alimaña y menos espíritu comprensivo. Sin embargo, aquel que tiene fortaleza espiritual, que paga el mal con el bien, que vuelve al enemigo amigo, su actitud es más tolerante. Y eso es saludable para el mundo, necesitado de aire que nos limpie el corazón, para que la vida gane la batalla a la muerte, nos oxigenice y empape como lluvia fina, ante tanta función de disfunciones, odios que nos repelen, rondan y acorralan sutilmente.

 

Víctor Corcoba Herrero

 

 

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