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PARQUES EMPRESARIALES:

LA ESPERANZA QUE NO LLEGA PARA LOS ÚLTIMOS

            Al parecer, y uno jamás tiene porque dudar de las estadísticas cuando se hacen a conciencia, o por centros institucionales de Estado, como es el Instituto Nacional de Estadística, la recuperación del sector industrial, a juzgar por los avances porcentuales, está asegurada y todo hace prever, según rúbrica de líderes económicos, que el sector industria contribuirá a la expansión de la actividad económica, tan esperada como vociferada, para el próximo año. A primera vista pudiera parecer una buena noticia. Sin embargo, creo que sería saludable para la buena marcha de la unidad de España, neciamente bautizada con afán y desvelo por algunos interesados políticos, como una nación de naciones, que estos avances, que nos aseguran son reales, tuvieran incidencia en otras comunidades autónomas, sin apenas industria alguna.

            Según el espacio provincial que visitemos, observamos diferencias en sus paisajes industriales. En algunos lugares ni existe. Sería bueno, para gobernarnos mejor, que lo hiciese, de vez en cuando, sobre todo aquella persona que tenga responsabilidad política, o lo que es lo mismo, de servicio a los ciudadanos, camino elegido libremente. Incluso, más que bueno, es justo y necesario, para estar a pie de obra, con el pueblo, al que ha de servir en su totalidad. Sin cámaras, ni fotos, de imprevisto, como si fuese un don nadie, presentarse a escuchar la sufrida voz de los trabajadores e industriales, hablar con ellos de tú a tú, a los electores se les alienta y a los elegibles se les pone al día.

Sin duda, es una buena manera de palpar, en vivo y en verdad, los desvelos de nuestras sacrificadas industrias nacionales, tremendamente ahogadas por multinacionales con capital extranjero, que cuando dejan de ser rentables, echan el cerrojo y se van; así como, las muchas preocupaciones de la clase trabajadora, tremendamente endeudada por hipotecas y tarjetas de crédito que han de usar porque no se llega a final de mes, esclavitud que conlleva tener que tragar los más absurdos caprichos de sus jefes si no quieren verse de patitas en la calle. Todavía, además, hay muchas industrias, a juzgar por las demandas y sentencias que se publican a diario, que no consta en su cuenta de buenos propósitos, la salud y la seguridad de sus empleados. Les importa un rábano, como dice el sabio refranero, que sus empleados regresen a sus casas, después de cada jornada laboral, en las mismas condiciones de salud que tenían cuando llegaron al trabajo.

            Por otra parte, el desfase de unos parques empresariales a otros salta a la vista. Si la industrialización ya llegó con retraso a España, en comparación con los países europeos, hoy la lentísima evolución industrial que experimentan algunas localidades españolas, que parecen dejadas de la mano del papá Estado, resulta más que preocupante. La insolidaridad entre regiones y comunidades, en este sentido, es manifiesta. Para empezar, la infraestructura es casi nula. Por ello, habría que hacer algo para que las desigualdades se acorten cuando se anuncian bonanzas, en aquellas regiones de tradición industrial, que son las mismas de siempre. En esto no hay avance industrial alguno, más bien retroceso.

            Nos alegraría que esa expansión económica anunciada para el dos mil cinco, a mi juicio más de sueño político que de realidad venidera, llegase a todas las atmósferas de España, para españolizarnos más y emigrar menos por decreto de necesidad.  Ya se sabe, gloria falsamente alcanzada poco permanece. La industria de la solidaridad puede ser un desafío, un aliciente y una esperanza, frente a tanto desencanto, cuya característica principal parece ser la falta de entusiasmo y de ilusión, que con la crisis de las ideologías parece replegarse en un cinismo cómodo, donde poco cuenta la cooperación entre industrias, al igual que a una desvergüenza calculada, fruto de egoísmos y torpezas. Por ende, el sector industria, debiera reconsiderar la palpable lección de que las hormigas reunidas pueden vencer al león. Seguramente, así, muchos cantamañanas, acicalados por la política, borrarían de su diario de vida, la de ser campaneros de la mentira.

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