Santa Sede

El Papa: Navidad disipa las tinieblas de la "cultura de la muerte"

Clama paz para Tierra Santa e Indonesia y respeto de la vida

CIUDAD DEL VATICANO, 25 dic 2000 (ZENIT.org).- En su mensaje con motivo de la Navidad, Juan Pablo II denunció hoy la "cultura de la muerte" que sigue sembrando luto en Tierra Santa e Indonesia, y que en muchos países viola el más fundamental de los derechos humanos, el derecho a la vida.

En este día de Navidad, el Santo Padre no pronunció su tradicional discurso "urbi et orbi" (a la ciudad de Roma y al mundo entero) desde el balcón de la fachada de la Basílica de San Pedro, sino que prefirió hacerlo desde el altar de la plaza vaticana para estar más cerca de los peregrinos.

De este modo, pudo saludar a las ochenta mil personas que vinieron a escuchar su felicitación por la Navidad del Jubileo, que en esta ocasión pronunció en 59 idiomas.

El pontífice mostraba buen aspecto, a pesar de que en la noche había presidido la misa de Nochebuena, por primera vez en su pontificado, al aire libre, en medio del frío y de un auténtico diluvio.

Tomó esta decisión, "imprudente" para todo médico, para permitir a cincuenta mil peregrinos vivir con él la misa del Gallo de este final de milenio. En la Basílica de San Pedro no habría cabido ni siquiera una tercera parte.

La liturgia de la noche había terminado a las dos de la madrugada. Sin embargo, al final de la mañana de hoy, sólo la voz, en ocasiones cansada, delataba el maratón que se había impuesto el obispo de Roma a sus ochenta años de edad.

Juan Pablo II apareció en la plaza abrazada por la columnata de Bernini al concluir la misa de Navidad, presidida por el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano.

El pontífice, que llegó a la plaza en el "papamóvil" saludando de cerca a la gente, comenzó su mensaje de Navidad recordando el genio inmortal de Miguel Ángel, quien en la Capilla Sixtina representó el momento de la creación del hombre a través del dedo de Dios y de Adán a punto de tocarse.

"A aquel instante del misterio insondable, en que la vida humana comienza sobre la tierra, se dirige la mente en este día contemplando al Hijo de Dios que se hace hijo del hombre, contemplando el rostro eterno de Dios que brilla en el rostro de un Niño", explicó el pontífice.

"Desde el pesebre", el Papa extendió su mirada a toda la humanidad, que tras el primer "no" de Adán, continúa desfigurando su rostro a causa del pecado: "Niños maltratados, humillados y abandonados, mujeres violentadas y explotadas, jóvenes, adultos, ancianos marginados, interminables comitivas de exiliados y prófugos, violencia y guerrilla en tantos rincones del planeta".

El papa confesó: "Pienso con preocupación en Tierra Santa, donde la violencia continúa ensangrentando el difícil camino de la paz. Y, ¿qué decir de varios Países --pienso en este momento particularmente en Indonesia-- donde nuestros hermanos en la fe pasan por una difícil situación de dolor y de sufrimiento?".

El pontífice se refería a las 14 personas que fueron asesinadas y a otras 47 que resultaron heridas en una serie de atentados sin precedentes contra iglesias de Indonesia, durante las celebraciones de la noche de Navidad, especialmente en la capital, Yakarta y en las Islas Molucas (Cf. "Masacre de cristianos en la misa de Nochebuena en Indonesia").

"No podemos olvidar hoy que las sombras de la muerte amenazan la vida del hombre en cada una de sus fases e insidian especialmente sus primeros momentos y su ocaso natural --continuó constatando--. Se hace cada vez más fuerte la tentación de apoderarse de la muerte procurándola anticipadamente, casi como si se fuera árbitro de vida propia o ajena".

Violencia, aborto, eutanasia, son por tanto, según el sucesor de Pedro, "síntomas alarmantes de la "cultura de la muerte"", "una seria amenaza para el futuro".

Ahora bien, "por más densas que parezcan las tinieblas, es más fuerte aún la esperanza del triunfo de la Luz surgida en la Noche Santa de Belén", añadió Juan Pablo II.

Sin embargo, no todo es violencia en el mundo de hoy: "Hay mucho bien hecho en silencio por hombres y mujeres que viven cotidianamente su fe, su trabajo, su dedicación a la familia y al bien de la sociedad".

"Además --señaló--, es alentador el empeño de cuantos, incluso en el ámbito público, se esfuerzan para que se respeten los derechos humanos de cada uno y crezca la solidaridad entre los pueblos de culturas diversas, para que sea condonada la deuda de los países más pobres y para que se llegue a dignos acuerdos de paz entre las naciones implicadas en funestos conflictos".

Por eso, concluyó: "A los pueblos que en todas las partes del mundo se orientan con valentía hacia los valores de la democracia, de la libertad, del respeto y de la acogida recíproca, a cada persona de buena voluntad, sea cual sea la cultura a la que pertenezca, se dirige hoy el gozoso anuncio de Navidad: "Paz en la tierra a los hombres que Dios ama"".


Juan Pablo II vive el Jubileo de la Paz con siete mil jóvenes

Iniciativa del Servicio Misionero Juvenil

CIUDAD DEL VATICANO, 22 dic 2000 (ZENIT.org).- Juan Pablo II está convencido: el cristianismo tiene necesidad de la "coherencia cristiana" de los jóvenes, auténticos misioneros a inicios del tercer milenio.

Lo aseguró esta mañana al recibir a 7 mil chicos y chicas en la sala de audiencias generales del Vaticano que forman parte del Servicio Misionero Juvenil (SERMIG), una asociación surgida en 1964 por iniciativa del laico Ernesto Olivero, en la capital industrial de Italia, Turín.

Este movimiento se caracteriza por un estilo de vida comunitaria, sencilla y fraterna, que pretende anunciar el Evangelio a través de iniciativas de conciliación en diferentes partes del planeta.

Desde 1983, el SERMIG ( http://www.sermig.org tiene su sede central en un antiguo Arsenal militar de Turín, que se encontraba en el más completo abandono. Ahora, una vez restaurado y regenerado, se ha convertido en el "Arsenal de la Paz".

De este modo, los jóvenes del SERMIG celebraron hoy con Juan Pablo II el Jubileo de la Paz, en el que leyeron por primera vez al pontífice la Carta de los Jóvenes, surgida con la aportación de más de cuatrocientos grupos de jóvenes que se han encontrado en los últimos años en el Arsenal de la Paz.

Mil jóvenes, representantes de varios grupos de compromiso religioso, político y social, de entre 16 y 36 años, fueron nombrados hoy "Artesanos de la paz" y fueron los primeros en firmar la Carta de los Jóvenes.

Juan Pablo II, tras reconocer el trabajo de estos chavales, constató en la audiencia, de ambiente navideño, que "a veces, el mundo parece estar envuelto por la oscuridad; la oscuridad de quien tiene hambre, de quien muere, de quien no tiene casa, trabajo o una asistencia adecuada; la oscuridad de la violencia o de la desesperación que lleva a algunos en ocasiones incluso al suicidio".

"¿Quién podrá vencer estas tinieblas", preguntó el Papa a los muchachos y muchachas presentes. "El mundo tiene necesidad de la luz de Cristo --respondió--. Os necesita también a vosotros, necesita vuestro entusiasmo y vuestra aportación para propagar esta luz en todo ámbito".

Sólo el mensaje cristiano, por tanto, explicó el Papa, puede hacer la diferencia. De este modo, invitó a los jóvenes a acogerlo en el corazón para después testimoniarlo.

"Continuad por este camino --dijo al final el Papa a los muchachos--: consagrad la vida a la causa de la paz. En la era de la globalización es necesario "globalizar" la solidaridad, el amor, para que por doquier llegue el mensaje liberador del Evangelio. Esto comporta con frecuencia ir contra corriente, ser incomprendidos y en ocasiones incluso marginados. Pero es indispensable ser coherentes con los principios y permanecer fieles a Cristo y a la Iglesia".


Navidad: Dios sufre con el hombre y garantiza la felicidad del hombre

Predicación de un fraile capuchino a Juan Pablo II

CIUDAD DEL VATICANO, 22 dic 2000 (ZENIT.org).- El año jubilar es una ocasión para proclamar al mundo que Dios sufre con el hombre, pero que al mismo tiempo es garante de su felicidad, aseguró el padre Raniero Cantalamessa en la segunda predicación de adviento pronunciada en presencia de Juan Pablo II.

En efecto, como millones de fieles en todo el mundo, el obispo de Roma se sentó hoy junto a sus colaboradores de la Curia romana para prepararse espiritualmente para la Navidad, escuchando una meditación pronunciada por el fraile capuchino predicador oficial de la Casa Pontificia.

"¿Cómo se puede hablar todavía de Dios después de Auschwitz? ¿Donde estaba Dios en aquellos momentos?", preguntó el predicador papal.

Hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, respondió el padre Cantalamessa se decía que Dios estaba con el hombre en el sufrimiento. "Dios estaba ahí, en la horca de un prisionero que era colgado".

Después del drama de Auschwitz, añadió, hemos comprendido que Dios también sufre en los lugares de dolor. "Misteriosamente sufre. No es impasible. Sufre una pasión de amor", añadió.

Ahora bien, esta teología requiere una "enérgica corrección", aclaró el fraile capuchino. "No basta anunciar que también Dios sufre para dar una respuesta al sufrimiento humano. El hombre no busca sólo en Dios a un compañero del propio sufrimiento, sino que busca en él el garante de la propia felicidad".

La parte que le falta a la teología del sufrimiento de Dios es el anuncio de la alegría de Dios, dijo Cantalamessa. La tradición de la Iglesia de occidente posee el antídoto y el correctivo a una doctrina de la Trinidad que, de lo contrario, corre el riesgo de ser fría.

La teología de la Trinidad de la Iglesia en Occidente --este era el tema de la meditación de hoy, la del viernes anterior había sido "La Trinidad de la Iglesia en Oriente" (Cf. Zenit, 15 de diciembre)-- ha dedicado siempre un gran espacio al tema de la alegría de la Trinidad, y ha visto precisamente en el Espíritu Santo la personificación de esta alegría.

Por tanto, explicó el predicador, es necesario aunar la teología del sufrimiento de Dios con la teología de la felicidad de Dios: "Alegría y dolor se mezclan casi juntos. De hecho, no son dos cosas yuxtapuestas. Con frecuencia, una está en la otra, es decir, hay una alegría que nace precisamente del dolor, cuando se vive por amor. La alegría de sacrificarse por la persona amada".

El año jubilar es una buena ocasión para gritar al mundo que la Trinidad es, ante todo gozo y felicidad; propuso el padre Raniero Cantalamessa.

Todos quieren ser felices, y si pocos lo son, se debe al "trágico error" del hombre de divinizar sus propias pequeñeces, y sus frágiles experiencias de amor. El verdadero "Himno a la alegría" es el "Magnificat" de la Virgen María. Quien busca a Dios encuentra la alegría, concluyó el predicador pontificio. 


El Papa recibirá mañana a las familias de víctimas de magos y sectas

Cuatro millones de familias están afectadas por el problema en Italia

ROMA, 22 dic 2000 (ZENIT.org).- Juan Pablo II recibirá mañana a familias víctimas de magos y sectas.

Tan sólo en Italia, el "Teléfono anti-plagio", calcula que cuatro millones las familias sufren la influencia de estos "falsos salvadores". La edad media de las víctimas es de 45 años. Son mujeres en el 58% de los casos. El 46% tiene un diploma de escuela media, el 39% de escuela elemental y el 15% son licenciados o diplomados universitarios.

Este grupo de voluntariado, que acoge denuncias y ofrece asistencia y apoyo, está recogiendo firmas para instaurar en Italia el delito de plagio, abrogado por el Tribunal constitucional en 1981.

El "Teléfono anti-plagio" ha realizado otro estudio, junto con la Facultad de Psicologia de la Universidad de Cagliari, sobre una muestra de 4.000 estudiantes de las escuelas superiores de Cerdeña. Si bien, no ha hecho públicas sus conclusiones todavía, Giovanni Panunzio, profesor de religión y coordinador de la asociación, explica en declaraciones a Zenit: "Un primer elemento que podemos anticipar es realmente sorprendente. Hasta ahora se iba al mago porque se tenía un problema: de salud, de amor o de otro tipo. Ahora la mayor parte va prescindiendo de un problema específico, para acudir a alcanzar una "protección" genérica, "preventiva". Se pagan amuletos y talismanes "personalizados" a caro precio --entre 150 y 450 dólares y más-- así como se hace con un seguro contra accidentes".

¿Cómo interpretar el dato? "Revela una gran inseguridad de la persona --explica Panunzio--, poca confianza en el futuro, una autoestima bajísima. Por tanto --concluye-- no hay que pensar que el éxito de los magos manifiesta una demanda de espiritualidad. Se trata de materialismo: se buscan soluciones fáciles a los propios problemas".


Así concluirá el Jubileo del año 2000

Revelaciones del maestro de las celebraciones litúrgicas del Vaticano

CIUDAD DEL VATICANO, 22 dic 2000 (ZENIT.org).- El próximo 6 de enero, tras cerrar la puerta santa de la Basílica de San Pedro, Juan Pablo II concluirá el Jubileo del año 2000. En la mañana de hoy el obispo Piero Marini, maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, ofreció una rueda de prensa para revelar detalles sobre la ceremonia de clausura de este año santo.

Marini explicó que en realidad, la ceremonia tendrá dos momentos importantes: el rito de clausura y el tapiado de la puerta santa. Esta segunda ceremonia se celebrará en las basílicas jubilares días más tarde.

Todo comenzará el 5 de enero por la tarde, víspera de Reyes, cuando tres cardenales legados cierren las puertas santas de las Basílicas patriarcales romanas: San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor.

El 6 de enero, fiesta de la Epifanía, Juan Pablo II cerrará la puerta santa de la Basílica de San Pedro del Vaticano durante una ceremonia que comenzará a las 9,30 de la mañana con una procesión en la que participarán laicos de todos los continentes, diáconos y cardenales concelebrantes.

Después, en el atrio, frente a la puerta santa, el Papa subirá los peldaños, se arrodillará, rezará en silencio y, al levantarse, cerrará las dos hojas de la puerta. A continuación la procesión se dirigirá al altar y comenzará la celebración eucarística. El año jubilar habrá terminado.

El obispo Marini habló después de la ceremonia de tapiado de las puertas santas, explicando será idéntica a las celebradas en 1975 y 1984.

En cada basílica se levantará una pared de ladrillos dentro de la cual se colocará una urna con algunas monedas y un pergamino. En el centro de la pared, la señal de la cruz indicará el lugar donde se ha colocado la urna de bronce.

Cada urna contiene una medalla de oro del vigesimotercer aniversario del pontificado de Juan Pablo II, 23 monedas de plata correspondientes a los veintitrés años del papado y 17 monedas de bronce que conmemoran los 17 años transcurridos desde el último jubileo (1984-2001). Habrá también tres ladrillos dorados con el escudo de armas de Juan Pablo II y una medalla conmemorativa de la Soberana Orden Militar de Malta.


Juan Pablo II hace un balance del Jubileo

Recorre con sus colaboradores las etapas más emocionantes del año santo

CIUDAD DEL VATICANO, 21 dic 2000 (ZENIT.org).- Juan Pablo II hizo en la mañana de hoy un balance del Jubileo del año 2000, la meta más esperada de su pontificado, como lo anunció desde el inicio de su primera encíclica, publicada hace ya casi 22 años.

El pontífice aprovechó su tradicional encuentro con sus colaboradores de la Curia Romana, que celebra todos los años en vísperas de la Navidad, para recorrer los momentos más emocionantes de este año santo, que clausurará el próximo 6 de enero al cerrar la puerta santa de la Basílica de San Pedro del Vaticano.

Se cumple la profecía del cardenal Wyszynski 

Según ha revelado la Agencia Romana para el Jubileo, empresa de capital público italiano, 24,2 millones de peregrinos han visitado la Ciudad Eterna con motivo del año santo (Cf. "25 millones de peregrinos han visitado Roma en el Jubileo").

Se ha cumplido así la profecía del primado polaco, el cardenal Stefan Wyszynski, pronunció al felicitar a Karol Wojtyla, recién nombrado sucesor de Pedro, hace 22 años: "Guiarás la barca de Pedro hacia el tercer milenio".

25 jubileos y récord de audiencias 

A sus 80 años, en este año jubilar, Juan Pablo II ha participado en todos los eventos públicos programados, capaces de agotar a un joven. En ocasiones, como sucedió en las Jornadas Mundiales de la Juventud, en agosto, sorprendió por su buen humor, su lucidez y su capacidad para tener en el puño a los dos millones de chicos y chicas que se encontraron con él bajo un calor abrasador.

En otras ocasiones, el Santo Padre ha dado muestras de cansancio, compartiendo así momentos únicos de identificación con los peregrinos, como sucedió en el Jubileo de la tercera edad (17 de septiembre), el de los enfermos (11 de febrero) o discapacitados (3 de diciembre).

En total ha presidido 25 jubileos. Comenzaron el 2 de enero, con el de los niños, y concluyeron el 17 de diciembre, con el del mundo del espectáculo.

No ha faltado a ninguna de las tradicionales audiencias generales de los miércoles del Vaticano ni a los encuentros del domingo con los fieles, para rezar la oración mariana del "Angelus", en los que se ha batido un récord absoluto de presencias. De hecho, en este año, tuvo que añadir una audiencia general los sábados para poder encontrarse con la gran cantidad de peregrinos llegados a Roma.

Microcosmos de la Iglesia universal 

"La Plaza de San Pedro --constató hoy el Papa-- ha sido este año más que nunca un "microcosmos" que ha reflejado todas las situaciones de la humanidad". En ella han tenido cabida "jóvenes y ancianos, artistas y atletas, discapacitados y familias, políticos y periodistas, obispos, sacerdotes y personas consagradas".

El Santo Padre recordó en particular la Jornada Mundial de la Juventud y el Jubileo de los Jóvenes "no sólo por la amplitud de presencia que los ha caracterizado, sino sobre todo por la entrega que los "chicos del Papa", como los han llamado, han sabido demostrar".

Pero el momento más íntimo para Juan Pablo II, en este Jubileo, ha sido quizá su deseada peregrinación a los lugares de la revelación. De este modo, recordó junto a cardenales, obispos, religiosas y religiosos y laicos de la Curia romana, el periplo que emprendió tras las huellas de Abraham (en la sala de audiencias del Vaticano, el 23 de febrero pasado, pues no pudo viajar a Ur de los Caldeos, Irak), que continuó tras las huellas de Moisés, por el Monte Sinaí (24 al 27 de febrero), y que culminó en Tierra Santa (20 al 26 marzo), donde mantuvo encuentros con cristianos, judíos y musulmanes y con las autoridades de Israel y Palestina.

Difícilmente se olvidará la imagen del Papa en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, introduciendo un pergamino en una de sus ranuras para pedir perdón a Dios por los sufrimientos ocasionados por los discípulos de Cristo a los judíos a lo largo de la historia.

Por eso, en su audiencia de hoy Juan Pablo II manifestó su esperanza de que Tierra Santa encuentre finalmente la paz: "Hoy queremos mostrar nuestra cercanía con cuantos están sufriendo en aquel agotador conflicto, e invocamos a Dios para que cese la violencia de los sentimientos y de las armas, y oriente los ánimos para que se encuentren soluciones adecuadas y se llegue a una paz justa y duradera".

Año contra la deuda y a favor de los presos 

"El Gran Jubileo ha sido también un año para tomar conciencia de manera más intensa de la urgencia de la caridad, sobre todo en la dimensión de ayuda que hay que prestar a los países más pobres --reconoció el Santo Padre--. En este sentido ha tenido un gran significado el compromiso de la Iglesia en la reducción de la deuda internacional de los países pobres".

El Papa manifestó su agradecimiento a los gobiernos que se han movilizado para conseguir este objetivo y también a "los responsables de las naciones que han acogido mi insistente llamamiento para dar un signo de clemencia en favor de todos los prisioneros".

En el encuentro, el sucesor de Pedro agradeció la labor de todos sus colaboradores, que han hecho que su sueño para el Jubileo se convirtiera en realidad. 


El Papa envía a Jerusalén al cardenal Etchegaray como mensajero de paz

Se encontrará con el presidente de Israel y de la Autoridad palestina

CIUDAD DEL VATICANO, 21 dic 2000 (ZENIT.org).- A pesar de la violencia que se ha apoderado de Tierra Santa en las vísperas de la Navidad, Juan Pablo II ha nombrado al cardenal Roger Etchegaray su enviado especial Jerusalén con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el 1 de enero próximo.

El cardenal Etchegaray, presidente del Comité central de la Santa Sede para el gran Jubileo del año 2000, entregará a las autoridades israelíes y palestinas el mensaje que el pontífice ha redactado para esa jornada, dedicado al "diálogo entre las culturas por una civilización del amor y de la paz".

Según ha explicado Joaquín Navarro-Valls, portavoz de la Santa Sede, en declaraciones publicadas por la agencia italiana ANSA, Etchegaray estará en Tierra Santa en la mañana del 1 de enero para celebrar una eucaristía en la catedral de Jerusalén.

En la tarde de ese mismo día mantendrá un encuentro con el presidente israelí Moshe Kazav. El 2 de enero visitará Gaza para encontrarse con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat.

En el mensaje que hará llegar a los dos líderes el purpurado vasco-francés, Juan Pablo II hace una invitación "urgente" a los creyentes en Cristo, y con ellos a todos los hombres de buena voluntad, "a reflexionar sobre el diálogo entre las diferentes culturas y tradiciones de los pueblos, indicando así el camino necesario para la construcción de un mundo reconciliado, capaz de mirar con serenidad al propio futuro".

En el texto, el obispo de Roma reconoce que "el diálogo es a menudo difícil, porque sobre él pesa la hipoteca de trágicas herencias de guerras, conflictos, violencias y odios, que la memoria sigue fomentando". Para superar estas barreras, propone el camino del "perdón y la reconciliación".

"Muchos, en nombre de un realismo desengañado, consideran este camino utópico e ingenuo --explica--. En cambio, en la perspectiva cristiana, ésta es la única vía para alcanzar la meta de la paz".