Santa Sede

El político según Juan Pablo II 

40 mil personas en la eucaristía de los parlamentarios y gobernantes

CIUDAD DEL VATICANO, 5 nov (ZENIT.org).- Juan Pablo II celebró esta mañana la misa culminante del Jubileo de los políticos en una plaza de San Pedro que estaba inundada por más de cuarenta mil personas, en su mayoría parlamentarios y gobernantes, acompañados por sus familias.

Ha sido el segundo encuentro, en menos de veinticuatro horas, entre Juan Pablo II y las delegaciones de diputados, senadores provenientes de 94 países, entre las que se encontraban algunas de naciones no cristianas como Irán, Israel o Túnez.

En la tarde de ayer, Juan Pablo II se había encontrado en la sala de audiencias generales con los cinco mil parlamentarios que hicieron del Vaticano, durante un día, una especie de Parlamento mundial. En la misa conclusiva de hoy se sumaron, además, unos doce mil gobernantes ya sea de nivel local ya sea de nivel nacional de diferentes países.

La columnata de Bernini abrazaba hoy a más corbatas que de costumbre. Eran peregrinos políticos que, como tantos otros han hecho en este año santo, atravesaron ayer la puerta santa de la Basílica de San Pedro en signo de conversión. Algunos de ellos, exponentes de la política de los cinco continentes, fueron los encargados de llevar las ofrendas al altar.

Juan Pablo II dedicó su homilía a trazar los rasgos del hombre político digno del encargo recibido. Y lo hizo planteando un apremiante interrogante a las mujeres y hombres parlamentarios y gobernantes que le escuchaban: ¿Cómo es posible vivir como políticos el mandamiento fundamental de amar a Dios y a los hermanos?

Política como servicio 
La respuesta que ofreció fue clara: «viviendo el compromiso político como un servicio». Un servicio que «pasa a través de un diligente y cotidiano compromiso, que exige una gran competencia en el desarrollo del propio deber y una moralidad a toda prueba en la gestión desinteresada y transparente del poder».

El católico político 
El católico, además de servirse como guía de estos principios, que valen para todo político, cuenta, además, con las orientaciones de la doctrina social de la Iglesia, que, como explicó el Santo Padre «no constituyen una "ideología" y menos un "programa político", sino que ofrecen las líneas fundamentales para una comprensión del hombre y de la sociedad a la luz de la ley ética universal presente en el corazón de todo hombre e iluminada por la revelación evangélica».

La política no es cálculo electoral 
De este modo, Juan Pablo II abogó por un perfil político de alto vuelo y se opuso a una visión de la política reducida «a pura mediación de intereses o, lo que es aún peor, a una cuestión de demagogia o de cálculos electorales».

Según el Papa, «esto adquiere particular relieve en esta fase de transformaciones intensas, que ve surgir una nueva dimensión de la política. El declive de las ideologías se acompaña de una crisis de formaciones partidistas, que constituye un desafío a comprender de modo nuevo la representación política y el papel de las instituciones».

Pistas para una nueva política 
En este sentido, ofreció dos pistas claves. Ante todo consideró que «es necesario redescubrir el sentido de la participación, implicando en mayor medida a los ciudadanos en la búsqueda de vías oportunas para avanzar hacia una realización siempre más satisfactoria del bien común».

En segundo lugar, rechazó el recurso a la violencia como método de reivindicación política y presentó el diálogo «como instrumento insustituible de toda confrontación constructiva, sea en las relaciones internas de los Estados como en las internacionales».

Estos rasgos del político y de su acción, según constató al concluir la homilía el Papa, se encuentran reflejados en la persona de santo Tomás Moro, el canciller inglés que fue decapitado por Enrique VIII, a quien acaba de nombrar patrono de los políticos.

«¡Invocadlo, seguidlo, imitadlo! --les recomendó a los parlamentarios y gobernantes presentes--. Su intercesión no os faltará para obtener, también en las situaciones más arduas, fortaleza, buen humor, paciencia y perseverancia».

La misa de los políticos y de los parlamentarios tuvo una intención de oración muy particular. La presentó, al inicio de la eucaristía, el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado de la Santa Sede. Dirigiéndose al Papa, anunció: «todos los presentes pretenden rezar por la paz en el mundo, especialmente en la tierra donde Jesús nació hace dos mil años y que hoy está experimentando tantos sufrimientos».


El Vaticano se convierte durante un día en el «Parlamento del mundo»

Juan Pablo II: la ley positiva no puede contradecir la ley natural

CIUDAD DEL VATICANO, 5 nov (ZENIT.org).- El Vaticano se convirtió el sábado pasado en una especie de «Parlamento del mundo». En el marco del Jubileo de los políticos, durante toda la jornada, se celebró una sesión en la que participaron unos cinco mil parlamentarios de 94 países. El encuentro concluyó con un discurso histórico pronunciado por Juan Pablo II.

Los argumentos sobre los que discutieron los senadores y diputados fueron sintetizados en tres mociones, que recogían las preocupaciones compartidas por los presentes: condonación de la deuda externa de los países más pobres; defensa de la libertad y de la dignidad de la persona; y la ética en tiempos de globalización.

Un gesto a favor de los presos El Santo Padre, en sus discurso, profundizó en estos argumentos, y puso sobre el tapete de la discusión otros de igual importancia. Comenzó por un problema muy concreto, pero por el que experimenta una particular sensibilidad en este año santo: el problema de las cárceles y de los presos.

Recordó que el mes de julio pasado, cuando celebró el Jubileo de los detenidos en la cárcel «Regina Coeli» (Cf. Zenit, 9 de julio ), pidió un gesto de clemencia para estas personas.

«Movido por las numerosas súplicas que me llegan de todas partes --dijo ante los parlamentarios durante su discurso, leído con voz particularmente decidida--, renuevo también hoy aquel llamado, convencido de que un gesto así les animaría en el camino de revisión personal y les impulsaría a una adhesión más firme a los valores de la justicia».

El escándalo de nuestros días A continuación, el Papa denunció el «escándalo de las sociedades opulentas del mundo de hoy, en las que los ricos se hacen cada vez más ricos, porque la riqueza produce riqueza, y los pobres son cada vez más pobres». Y añadió: «Hoy día, con el fenómeno de la globalización de los mercados, los países ricos y desarrollados tienden a mejorar ulteriormente su condición económica, mientras que los países pobres - exceptuando algunos en vías de un desarrollo prometedor - tienden a hundirse aun más en formas de pobreza cada vez más penosas».

La radiografía que trazó el pontífice del panorama mundial se detuvo también en las «guerras y guerrillas sin fin», así como en la situación endémica de hambre y enfermedad que experimentan muchos países.

Ante esta realidad, los políticos, y en primer lugar aquellos que se dicen cristianos tienen que rebelarse: «Aquellos cristianos que se sienten llamados por Dios a la vida política tienen la tarea --ciertamente bastante difícil, pero necesaria-- de doblegar las leyes del mercado "salvaje" a las de la justicia y la solidaridad. Ese es el único camino para asegurar a nuestro mundo un futuro pacífico, arrancando de raíz las causas de conflictos y guerras: la paz es fruto de la justicia».

La gran contradicción actual Al llegar a este momento, entre los aplausos del público, confesó uno de los aspectos que más preocupación le suscita la política en estos momentos: la violación por parte de la ley positiva (escrita por los parlamentarios) de la ley natural.

De este modo, aclaró: «Una ley que no respete el derecho a la vida del ser humano --desde la concepción a la muerte natural, sea cual fuere la condición en que se encuentra, sano o enfermo, todavía en estado embrionario, anciano o en estadio terminal-- no es una ley conforme al designio divino».

«Así pues --añadió--, un legislador cristiano no puede contribuir a formularla ni aprobarla en sede parlamentaria, aun cuando, durante las discusiones parlamentarias allí dónde ya existe, le es lícito proponer enmiendas que atenúen su carácter nocivo».

Esto mismo se aplica, según el obispo de Roma a «toda ley que perjudique a la familia y atente contra su unidad e indisolubilidad, o bien otorgue validez legal a uniones entre personas, incluso del mismo sexo, que pretendan suplantar, con los mismos derechos, a la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer».

El Evangelio como guía Ahora bien, el discurso del Papa fue sumamente optimista. Reconoció estos y otros desafíos, como los que plantea la ingeniería genética y que a algunos les causan pánico, pero concluyó: «Nosotros, los cristianos de este tiempo formidable y maravilloso al mismo tiempo, aun participando en los miedos, las incertidumbres y los interrogantes de los hombres de hoy, no somos pesimistas sobre el futuro, puesto que tenemos la certeza de que Jesucristo es el Dios de la historia, y porque tenemos en el Evangelio la luz que ilumina nuestro camino, incluso en los momentos difíciles y oscuros».

Mijail Gorbachov: del comunismo al liberalismo Antes de la intervención del Santo Padre habían tomado la palabra numerosas personalidades de relieve mundial. Entre ellas se encontraba el ex presidente soviético Mijail Gorbachov, premio Nobel de la Paz, quien afirmó con preocupación que en muchas partes del planeta se ha pasado del «fundamentalismo del comunismo al fundamentalismo del liberalismo».

El ex secretario del Partido Comunista Soviético arrojó también su mirada de manera amarga sobre el siglo XX, en el cual, según él, no se ha logrado conjugar moral y política, y deseó que las religiones puedan contribuir a superar este contraste en el próximo siglo.

El momento más emotivo de la larga sesión del «Parlamento del mundo» tuvo lugar, quizá, durante una sencilla ceremonia en la que representantes de parlamentos de varias naciones mezclaron tierra y agua proveniente de los cinco continentes. El gesto quería simbolizar la unidad del mundo y, por consiguiente, el carácter absurdo de tantos conflictos y discriminaciones que cotidianamente laceran la vida de los hombres.


Jubileo de los políticos: Roma recibe a peregrinos con corbata y traje

Unos 15 mil gobernantes y parlamentarios en la Ciudad Eterna

CIUDAD DEL VATICANO, 3 nov (ZENIT.org).- Entre ayer y hoy han comenzado a llegar a Roma peregrinos con traje y corbata: se trata de los diputados, senadores, administradores nacionales y locales que de los cinco continentes celebran este fin de semana su propio Jubileo.

En total, los participantes serán unos quince mil. Es particularmente significativa la presencia de algunas delegaciones de países no cristianos, como la de Irán, Israel, Kuwait, Túnez, por poner algún ejemplo.

El Jubileo de los políticos y gobernantes comenzará mañana en la sala de las audiencias generales del Vaticano que durante un día se convertirá en una asamblea de parlamentarios del mundo. Se debatirán y aprobarán varias mociones sobre temas de relevancia planetaria: deuda externa, libertad religiosa, y ética en tiempos de globalización.

Las sesiones concluirán con un discurso de Juan Pablo II. La apertura correrá a cargo del senador Giulio Andreotti, uno de los políticos más influyentes en Europa desde el final de la segunda guerra mundial, y presidente del Comité de acogida de este Jubileo.

En declaraciones a «Radio Vaticano», Andreotti explicaba hoy uno de los temas fundamentales que afrontará mañana en su intervención: «Si no hay libertad como tal no puede haber libertad religiosa. Y viceversa, si no hay libertad religiosa no se puede hablar de libertad. Nosotros nos inspiramos en este principio».

El saludo del Comité para el Gran Jubileo, organizador del encuentro, será presentado por su presidente, el cardenal Roger Etchegaray, quien explicaba hoy también a los micrófonos de «Radio Vaticano»: «Esta peregrinación de los líderes políticos también es nuestra peregrinación. No tenemos que verles desde la tribuna con curiosidad. Nos representan, es más, somos parte de ellos, pues toda la Iglesia tiene que ser fermento evangélico en la sociedad, comprometiéndose para ofrecer a los hombres y a los pueblos su propia contribución, su vida comunitaria de pecadores reconciliados, su preocupación prioritaria por los desheredados, y su estilo de ejercicio de la autoridad vivida como un servicio».

En la mañana intervendrán los representantes de dos de los Partidos más grandes del mundo y mayoritarios en el Parlamento europeo: Walter Veltroni, vicepresidente de la Internacional Socialista y el senador Carlo Casini, en nombre del Partido Popular Europeo.

En la tarde, antes de Juan Pablo II, hablará el presidente del Senado, Nicola Mancino, quien explicaba esta mañana a «Radio Vaticano»: «Se congregarán parlamentarios de todas las áreas. Será un acontecimiento extraordinario que marcará también una posibilidad para reconsiderar el papel de los Parlamentos en el contexto internacional. El acontecimiento no afecta sólo al mundo católico, afecta a la universalidad de las inspiraciones religiosas: las religiones tienen la posibilidad de confrontarse entre sí en las intervenciones».

El momento culminante de este Jubileo de los parlamentarios y gobernantes tendrá lugar el próximo domingo, con la misa que celebrará el Papa en la plaza de San Pedro. 


Derechos humanos: El Papa denuncia contradicciones en el Consejo de Europa

Se afirma la exigencia de respetarlos y se niega el más fundamental: la vida

CIUDAD DEL VATICANO, 3 nov (ZENIT.org).- Juan Pablo II denunció hoy, ante delegados del Consejo de Europa, una de las grandes contradicciones actuales: se reconoce y se exige el respeto de los derechos humanos, y sin embargo se niega el más fundamental, el derecho a la vida en el seno materno.

El pontífice recordó con claridad la posición de la Iglesia en una materia tan delicada al recibir esta mañana en la Sala Clementina del Vaticano a doscientos delegados de los 41 países miembros del Consejo de Europa, reunidos en Roma entre hoy y mañana para participar en la Conferencia ministerial de la organización y para celebrar el quincuagésimo aniversario de la Convención Europea de los Derechos del Hombre.

Hace cincuenta años La Convención fue firmada precisamente en Roma, como recordó el Papa en su discurso, el 4 de noviembre de 1950, cuando al final de la segunda guerra mundial el Consejo de Europa «adoptó una nueva visión política y encarnó un nuevo orden jurídico, consagrando el principio de que el respeto de los derechos humanos trasciende la soberanía nacional y no puede ser subordinado a objetivos políticos o puesto en peligro por intereses nacionales».

De este modo, el Consejo de Europa «contribuyó a poner los fundamentos para la necesaria regeneración moral, tras las devastaciones de la guerra», y dio vida a aquel «documento histórico», la Convención, que «sigue siendo un instrumento legal único, tratando de proclamar y salvaguardar los derechos fundamentales de cada ciudadano de los Estados signatarios».

El Consejo de Europa es la más antigua de las organizaciones políticas de Europa Occidental, creada en 1949, con el objetivo de fomentar el progreso económico y social de los países miembros, y realizar en común los ideales y principios de la unión de Europa. Su Estatuto, firmado el 5 de mayo de 1949 en Londres, le dota de dos órganos, un Comité de Ministros y una Asamblea Parlamentaria, con sede en Estrasburgo (http://stars.coe.fr/).

Los miembros del Consejo, que en un primer momento eran diez, se han multiplicado hoy por cuatro. Un dato significativo para Juan Pablo II, quien constató cómo las nuevas democracias del Este de Europa miran a esta institución «como un punto focal de la unidad de todos los pueblos del continente, unidad que no puede ser concebida sin los valores religiosos y morales que son el patrimonio común de todas las naciones europeas».

Dignidad de la persona, corazón del patrimonio europeo Y, «en el corazón de nuestro patrimonio común europeo, religioso, cultural y jurídico --continuó explicando el Papa-- se encuentra la noción de la inviolable dignidad de la persona humana, que implica derechos inalienables que no han sido conferidos por gobiernos o instituciones, sino únicamente por el Creador».

Dos tendencias peligrosas A la luz del compromiso del Consejo de Europa al servicio de los derechos humanos, el Papa señaló la necesidad de afrontar con claridad algunos problemas, entre los que se encuentra, en primer lugar, «la tendencia a separar los derechos humanos de su fundamento antropológico, es decir, la visión de la persona humana que es connatural a la cultura europea».

En segundo lugar, el pontífice denunció la «tendencia a interpretar los derechos sólo en una perspectiva individualista, con poca consideración del papel de la familia, como "célula fundamental de la sociedad"», como dice el artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La gran paradoja Esto lleva a una paradoja que fue desenmascarada por Juan Pablo II en su discurso a los delegados del Consejo de Europa: «por una parte, se afirma con vigor la exigencia de respetar los derechos humanos; por otra, se niega el más fundamental de ellos, el derecho a la vida».

El obispo de Roma aplaudió el éxito alcanzado por el Consejo de Europa con la abolición de la pena de muerte de la legislación de la gran mayoría de sus Estados miembros. Ahora bien, deseó que este «noble logro» pueda extenderse al resto del mundo y añadió: «Tengo el deseo ardiente de que llegue pronto el momento en que se comprenda de la misma manera que se cumple una enorme injusticia cuando no se salvaguarda la vida inocente en el seno materno».

«Esta radical contradicción es posible --concluyó-- sólo cuando la libertad se disocia de la verdad inherente a la realidad y cuando la democracia se divorcia de los valores trascendentes».

Las palabras de Juan Pablo II habían sido precedidas, en Roma, por las del ministro de Asuntos Exteriores de Italia, Lamberto Dini, quien al inaugurar la Conferencia del Consejo de Europa, tras constatar la gran evolución actual de la globalización económica, de los medios de comunicación, de los descubrimientos científicos y tecnológicos, afirmó: «Nos dirigimos hacia un nuevo orden de la realidad», pero atención, «la vida es el bien más precioso que tenemos».


Santa Sede: Cristo sólo fundó una Iglesia

«Nota» vaticana para aclarar la expresión «Iglesias hermanas»

CIUDAD DEL VATICANO, 3 nov (ZENIT.org).- La Congregación para la Doctrina de la Fe ha aclarado que la expresión «Iglesias hermanas» puede ser utilizada «en sentido propio» «exclusivamente para aquellas comunidades eclesiales que han conservado el episcopado válido y la Eucaristía válida».

Para aclarar los términos y dar más eficacia al diálogo ecuménico con las demás confesiones cristianas, el organismo vaticano, presidido por el cardenal Joseph Ratzinger, ha escrito una «Nota» aclaratoria sobre la expresión «Iglesias hermanas». El texto, acompañado por una carta, ha sido enviado a las congregaciones, consejos y otras organizaciones de la Curia Romana, a los presidentes de las Conferencias Episcopales y a los Sínodos orientales.

La «Nota», que lleva la fecha del 30 de junio y que fue publicada el 28 de octubre pasado por la edición italiana del diario oficioso de la Santa Sede, «L’Osservatore Romano», considera que la expresión «Iglesias hermanas» se ha convertido en el diálogo ecuménico en la denominación común «para expresar el lazo objetivo que existe entre la Iglesia de Roma y las Iglesias ortodoxas».

Ahora bien, la Congregación para la Doctrina de la Fe alerta ante el error de creer que la expresión de «Iglesias hermanas» implica «que en la realidad no existiría la única Iglesia de Cristo». Se trata de una aclaración que también hacía este organismo vaticano en el número 17 de la Declaración «Dominus Iesus».

«Existe una única Iglesia de Cristo, que subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él --indicaba el documento, publicado el 5 de septiembre pasado--. Las Iglesias que no están en perfecta comunión con la Iglesia católica pero se mantienen unidas a ella por medio de vínculos estrechísimos como la sucesión apostólica y la Eucaristía válidamente consagrada, son verdaderas iglesias particulares».

Por este motivo, la «Nota» vaticana aclara que en el sentido propio de la palabra la expresión «Iglesias hermanas» no es precisa cuando se refiere a «la relación de la Iglesia católica por una parte y la Comunión anglicana y las Comunidades eclesiales no católicas por otra».

Algo que también se aclaraba en el mismo número de la «Dominus Iesus», que decía, «las Comunidades eclesiales que no han conservado el Episcopado válido y la genuina e íntegra sustancia del misterio eucarístico, no son Iglesia en sentido propio; sin embargo, los bautizados en estas Comunidades, por el Bautismo han sido incorporados a Cristo y, por lo tanto, están en una cierta comunión, si bien imperfecta, con la Iglesia».

La «Nota», según explica el cardenal Ratzinger en la carta aclaratoria que la acompaña, «ha sido aprobada por el Santo Padre Juan Pablo II en la audiencia del 9 de junio de 2000» y sus indicaciones han de ser consideradas como «autorizadas y vinculantes».

Según aclara la «Nota», «Iglesias hermanas son exclusivamente las Iglesias particulares (o agrupaciones de Iglesias particulares: por ejemplo, los patriarcados y las metrópolis)».

«Debe quedar siempre claro cuando la expresión "Iglesias hermanas" es usada en este sentido propio --aclara el documento--, que la Iglesia universal, una, santa, católica y apostólica, no es hermana, sino madre de todas las Iglesias particulares».

En este contexto, se puede hablar de «Iglesias hermanas», cuando nos referimos «a Iglesias particulares católicas o no católica» --explica la Congregación para la Doctrina de la Fe. «Por tanto la Iglesia particular de Roma también puede ser llamada hermana de todas las Iglesias particulares».

Ahora bien, «no se puede decir propiamente que la Iglesia católica sea hermana de una Iglesia particular o de un grupo de Iglesias --continúa aclarando la «Nota» vaticana--. No se trata sólo de una cuestión de terminología, sino sobre todo de respetar una verdad fundamental de la fe católica; es decir, el carácter único de la Iglesia de Jesucristo. Existe, de hecho, una única Iglesia, y por ello el plural Iglesias se puede referir sólo a las Iglesias particulares».

La Santa Sede pide, en conclusión, que se eviten expresiones que dan pie a malentendidos, como por ejemplo, fórmulas como «nuestras dos Iglesias», pues insinúan la posibilidad de que Cristo haya creado varias Iglesias. 


La Santa Sede ilustra ante la ONU lo que significa la «Cultura de la paz»

Intervención de monseñor Martino ante la Asamblea General

NUEVA YORK, 3 nov (ZENIT.org).- El «embajador» de Juan Pablo II ante las naciones unidas tomó ayer la palabra ante la Asamblea General de las Naciones Unidas para plantear una ecuación: «La cultura de la paz debe ser una cultura de los derechos humanos».

La plenaria de la Asamblea afrontaba precisamente este argumento sobre el que la Iglesia está reflexionando de manera particular desde hace cuarenta años: «La cultura de la paz».

Pero monseñor Renato Martino, observador permanente ante la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, se remitió como maestro de vida al siglo que se concluye, caracterizado por grandes progresos científicos, pero también por terribles violencias.

Desde esta perspectiva, afirmó, «una cultura de la paz debe basarse en la verdad y la justicia», valores que imponen el respeto de la conciencia individual y que trascienden intereses utilitarios, como los del poder político y económico.

La nueva «cultura» debe también «respetar el derecho de las naciones», alejando la amenaza de los conflictos con una legislación eficaz, un tempestivo sistema para dirimir las tensiones y un nuevo estímulo al dialogo.

Cultura de la paz, añadió, significa también el rechazo del libre tráfico de armas, de manera particular, las ligeras, difundidas de manera descontrolada incluso en contextos alejados de las zonas de guerra.

Esta cultura implica, además, una atención particular a los jóvenes y a los niños, con nuevas medidas de seguridad social que eliminen vergüenzas como la de los niños soldado.

Por último, «una cultura de la paz debe iniciar en el corazón del hombre»: el mundo, de hecho, concluyó monseñor Martino, «tiene necesidad de hombres y mujeres que trabajen por la reconciliación, y no por la guerra, que testimonien valor y no violencia».


La Santa Sede alberga una gran exposición fotográfica sobre la lepra

Una iniciativa para sensibilizar sobre el drama de 10 millones de personas

CIUDAD DEL VATICANO, 2 nov (ZENIT.org).- En el contexto de la Exposición Misionera del Jubileo del año 2000, que tiene lugar en Roma, se inauguró ayer una muestra fotográfica sobre la lepra que durará hasta el próximo 12 de noviembre.

Se trata de imágenes en las que personas que padecen la enfermedad de Hansen narran su vida. La exposición puede verse en la Abadía de las Tres Fuentes y ha sido traída a Roma gracias a la colaboración de la Asociación de Amigos de Raoul Follereau.

Esta enfermedad es curable desde hace veinte años, sin embargo, como muestra la exposición, todavía no se han superado los seculares prejuicios que la acompañan. Estos prejuicios hacen todavía hoy diversa la vida de unos 10 millones de personas que padecen sus consecuencias.

Zilda Maria Borges, brasileña, presente en la exposición y comprometida desde muy pequeña en la ayuda de los marginados, contrajo la lepra a los 20 años. Ahora trabaja como voluntaria en el movimiento para la reinserción de los leprosos en la sociedad.

«Hablar de la propia experiencia es importante no sólo para mí --explica--, sino también para todas la personas que en Brasil y en todo el mundo sufren a causa de esta enfermedad. Nosotros creemos que la lucha tiene comenzar ante todo por nosotros mismos, pero para ello tenemos que recuperar nuestra propia dignidad. Necesitamos ayuda para poder cambiar. Para mi fue difícil al inicio; logre poder expresar todo esto después de 5 años de sufrimientos debidos a la enfermedad de Hansen».

La lepra, en estos momentos, está difundida sobre todo en los así llamados cinturones de pobreza, un área en la que 1.300.000 de personas viven con menos de un dólar al mes.

Chiara Castellani, médica y misionera laica en la República Democrática del Congo, presente también en la exposición explica: «El derecho a la salud es negado sistemáticamente, y esto no se debe a la falta de voluntad política, sino al hecho de que en la práctica no se puede garantizar, ya sea por las imposiciones del Banco Mundial, que obliga a todos los países endeudados a recortar los gastos sociales, ya sea a la situación de guerra, que provoca dificultades enormes para el aprovisionamiento. Sólo se pueden encontrar medicinas de pésima calidad, que no garantizan su valor terapéutico. La lepra no es más que uno de estos fenómenos, el símbolo quizá de una profunda injusticia social».

«De hecho --añade--, para que la lepra provoque un cierto tipo de invalidez se requiere que pasen al menos 15 años. Esto significa que, durante quince años, quien ha quedado inválido por la lepra, no ha tenido acceso a un tratamiento sumamente sencillo que, además, no es muy caro».

Cada minuto se registra un nuevo enfermo de lepra; 740 mil nuevos casos el año pasado, explican los organizadores de la exposición. Entre ellos, 80 mil son niños. Los países más afectados son India, con el 73 por ciento de todos los casos del planeta, seguida por Brasil, Birmania, Indonesia.


En los archivos vaticanos «no hay novedades» sobre la segunda guerra mundial

Declaraciones del miembro de la Comisión judeo-católica, Gerald Fogarty

ROMA, 2 nov (ZENIT.org).- En los archivos vaticanos «no hay novedades» sobre el período de la segunda guerra mundial. Lo ha constatado el historiador Gerald Fogarty, catedrático de la Universidad de Virginia y miembro de la Comisión conjunta judeo-católica, encargada de analizar el papel de la Santa Sede y de Pío XII durante ese período histórico.

El profesor, uno de los tres católicos que forman parte en la Comisión, ha declarado a la agencia VID, con sede en Roma, que el grupo mixto de trabajo no ha logrado todavía superar un mito extendido en la cultura anglosajona, según el cual, en los archivos vaticanos habría todavía documentos inéditos importantes.

Fogarty, que es sacerdote, considera que en caso de que esto fuera así, «se podrían encontrar otras pruebas de esos documentos en los estudios que he realizado en los archivos de toda Europa».

El historiador pone un ejemplo. «En la primavera de 1940 tuvo lugar un intento de levantamiento para derrocar a Hitler por parte de un grupo de generales, que más tarde pretendía rendirse ante los ingleses. Las negociaciones se hicieron con la mediación del Vaticano y con el conocimiento de Pío XII. Pero en el Vaticano no hay documentos sobre este caso. Este caso ha servido para que el grupo de mis colegas judíos y católicos comenzara a comprender que la apertura de los archivos vaticanos no responde definitivamente a estas preguntas».

La Comisión entregó al cardenal Edward I. Cassidy, presidente de la Comisión Para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, un documento preliminar de 20 páginas en el que hacen afirmaciones que no tienen ningún rigor científico y que no han sido comparadas con las fuentes originales (Cf. «El comportamiento de la Comisión Judeo-Católica ha sido desleal e incorrecto»). Faltando a los compromisos adquiridos, alguien de la Comisión filtró el informe a la prensa y lo publicó en Internet. El cardenal Cassidy lo ha entregado a la Secretaría de Estado.

«Habrá que esperar meses para tener una respuesta» y decidir la manera en que proseguirá el trabajo, explica Fogarty.


Juan Pablo II: El secreto de la santidad, la humildad

En el día de los Santos, recuerda el aniversario del dogma de la Asunción

CIUDAD DEL VATICANO, 1 nov (ZENIT.org).- La fiesta de Todos los Santos de este Jubileo ha deparado sorpresas: rompiendo todas las previsiones, un río humano de peregrinos inundó la plaza de San Pedro del Vaticano. Los presentes superaban, sin duda, los 80 mil.

La Iglesia católica recordaba, además, la proclamación del dogma de la Asunción de la Virgen a los Cielos, definido por el Papa Pío XII hace exactamente cincuenta años. El día era realmente veraniego con un sol espléndido. Quizá también este factor explicaba la cantidad de gente, pues más de algún romano se echó a las calles para participar en la misa del Papa.

La columnata de Bernini se encontraba adornada por 600 estandartes, que componían una especie de historia del cristianismo en imágenes: el estandarte de la Virgen precedía una larga serie de esos santos que recordaban en este día los cristianos.

Entre los fieles, además, destacaban otros cien estandartes de María procedentes de 50 países diferentes, entre los que se encontraba representada incluso China. Su realización es un ejemplo de arte sagrado contemporáneo, que une el bordado con la oración. La idea de traer a Roma todos estos pendones en este día es de una asociación francesa surgida en 1996, con motivo de la visita del Papa a Rennes.

La homilía del Papa se convirtió en un himno de acción de gracias a Dios por la belleza de María y esa «multitud inmensa» de «santos anónimos, que sólo Él conoce».

«Madres y padres de familia, que en la entrega cotidiana a los hijos han contribuido eficazmente al crecimiento de la Iglesia y a la edificación de la sociedad --explicó--; sacerdotes, religiosas y laicos que, como velas encendidas ante el altar del Señor, se han consumido en el servicio del prójimo necesitado de ayuda material y espiritual; misioneros y misioneras que han dejado todo para llevar el anuncio del evangelio a todos los rincones del mundo. Y la lista podría continuar».

El pontífice aclaró que Jesús dejó muy claro en el Evangelio cuál es el camino que lleva a la santidad: las bienaventuranzas. Trazó así una original y actual descripción de los «pobres de espíritu», de los «afligidos», de los «puros de corazón», de los que «tienen hambre y sed de justicia», de «los misericordiosos», de los que «traen la paz».

Esta última, dijo, es la «síntesis de los bienes mesiánicos». «En un mundo --añadió--, que presenta tremendos antagonismos y exclusiones, es necesario promover una convivencia fraterna inspirada por el amor y por la capacidad de compartir, superando enemistades y contrastes».

María, en cierto sentido, sintetizó con su vida estas bienaventuranzas («¡Bienaventurada la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!, le dijo Isabel».

¿El secreto de esta santidad? Según el Papa hay que buscarlo en «la profunda humildad». Humildad que impregna sus palabras: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

«María, la primera de los redimidos --indicó el Papa explicando el dogma de la Asunción-- brilla ante nosotros como lámpara que guía el camino de toda la humanidad, recordándonos el fin último al que está llamada la persona: la santidad y la vida eterna».

Dos objetivos que, que no pueden ser alcanzados sin entregarse por la justicia y por la paz en esta tierra, dijo el Papa antes de despedirse de los fieles. Como la que busca, en Oriente Medio, la Tierra Santa. A la gente de esas tierras y a su «dramática situación» el pontífice dedicó su último pensamiento en la mañana de este domingo del Jubileo.


Santa Sede: La «píldora del día después», un producto abortivo Declaración de la Academia Pontificia para la Vida

CIUDAD DEL VATICANO, 1 nov (ZENIT.org).- Como era de esperar, en Italia ha estallado la polémica en torno a la distribución en farmacias, que comenzó ayer, de la así llamada «píldora del día después», la Levornogestrel.

Según el Ministerio de Salud italiano (comunicado del 29 de septiembre), este producto químico es un «anticonceptivo de emergencia» al que se puede recurrir poco después de una relación sexual considerada como fecundante, en el caso en que se quiera impedir que continúe el embarazo no deseado.

Los científicos, médicos, bioéticos y teólogos de la Academia Pontificia para la Vida, institución creada por el mismo Juan Pablo II, han respondido a esta afirmación en un documento hecho público ayer, en el que aseguran que nos encontramos más bien ante un instrumento «abortivo».

Para aclarar el carácter de este producto, la Academia Pontificia para la Vida explica, en primer lugar, que la «píldora del día después» es un producto basado en hormonas que, si se asume antes de las 72 horas (no después) que siguen a una relación sexual, produce un mecanismo que impide la anidación del óvulo fecundado (que ya es un embrión humano) en la pared del útero. El embarazo, por tanto, queda truncado.

«El resultado final será, por tanto, la expulsión y la pérdida de este embrión», concluyen los académicos. Esto no es otra cosa que un aborto.

El producto, sigue explicando el comunicado oficial de la Academia Pontificia para la Vida, no sería abortivo en el caso en que la píldora precediera en unos días a la ovulación, bloqueándola. Pero esto es exactamente lo que hace la famosa píldora anticonceptiva.

Por este motivo, los académicos piden a las autoridades sanitarias, en general, y a las italiana, en particular, que sean rigurosas desde el punto de vista científico y que llamen a la «píldora del día después» por su nombre: no es un medio anticonceptivo; se trata de un instrumento «abortivo».

La declaración de los académicos concluye haciendo un llamamiento a médicos y farmacéuticos a que «apliquen con firmeza la objeción de conciencia moral» y que testimonien «con valentía y con los hechos el valor inalienable de la vida humana, especialmente frente a nuevas formas subrrepticias de agresión a los individuos más débiles e indefensos, como es el caso del embrión humano».

Este llamamiento cobra particular fuerza si se tiene en cuenta que, dado que el Ministerio de Salud italiano presenta esta sustancia química como un producto farmacéutico (como si fuera un instrumento terapéutico), las farmacias italianas están obligadas por ley a suministrarlo. Aquí reside, en parte, la insistencia con la que la Academia para la Vida aclara los términos.


Desarrollo: El Vaticano pide en la ONU hacer realidad las promesas

Monseñor Martino: «El trabajo, clave del progreso social»

NUEVA YORK, 1 nov (ZENIT.org).- El representante de Juan Pablo II ante las Naciones Unidas exigió ayer la aplicación de las decisiones en materia de desarrollo social prometidas por la comunidad internacional y por los Estados en repetidas ocasiones.

La reivindicación del observador permanente ante la ONU, el arzobispo Renato Martino, resonó ayer con energía ante la sesión de la 55a. sesión de la Asamblea General que analizaba precisamente el tema del desarrollo social. Sus palabras querían evitar que estas reuniones acaben en palabrería.

«Los ciudadanos quieren ver resultados» En 1995, la Conferencia mundial sobre el desarrollo organizada por Naciones Unidas en Copenhague ya había asumido compromisos concretos en este sentido. Compromisos que han sido reafirmados en el Palacio de Cristal de Nueva York en una Conferencia que hizo un balance del camino andado desde entonces y en la Cumbre del Milenio que reunió a los líderes del mundo. El riesgo, sin embargo, es que todo termine en papel, constató Martino.

«Los ciudadanos del mundo quieren ver resultados --dijo el «embajador» vaticano ante la sede de la ONU en la ciudad estadounidense--. Quieren ver que los compromisos se convierten en realidad. Ya no hay tiempo para complacencias o dudas. La comunidad mundial tiene el deber, ante quienes viven en la pobreza y ante las futuras generaciones de asegurar que en el nuevo siglo se tomen acciones concretas de solidaridad».

«En el mundo del nuevo siglo --añadió--, superando la exclusión y la marginación, cada persona humana tendrá que poder realizar sus propias capacidades y, más allá de abusos inaceptables, cada individuo y familia y comunidad tendrá que poder vivir en dignidad y seguridad».

El papel del Gobierno En este sentido, el arzobispo recordó la necesidad de adoptar oportunas intervenciones gubernamentales pues el mercado por «sí sólo no es capaz de armonizar adecuadamente el desarrollo económico-social».

«Se requiere que el Gobierno asegure que este mercado actúe en un contexto ético y jurídico apropiado --insistió--. Se requiere que el Gobierno colabore en la promoción de la estabilidad y la equidad y que cree un ambiente en el que la iniciativa económica y la libertad estén acompañadas por medidas de protección social para los más débiles»

Trabajo y desarrollo De este modo, reafirmó el papel central del trabajo en todo programa de desarrollo social; trabajo, que «nunca puede ser considerado como simple mercancía o como un factor más» de un proyecto económico, sino que debe estar siempre en relación con la dignidad del trabajador, en el pleno respeto de sus derechos, con medidas de protección social para sí mismo y para su familia.

De aquí surge el desafío para la comunidad de naciones de «encontrar modelos de desarrollo capaces de crear empleo productivo, que permitan a hombres y mujeres ofrecer la contribución de sus esfuerzos al bien común de la sociedad».

Por eso, y en línea con los principios enunciados hace cinco años en la Conferencia Mundial de Copenhague, el arzobispo Martino confirmó que «la lucha contra la pobreza no debe llevar nunca a nuevas formas de dependencia».

Por el contrario, «el trabajo es la clave del progreso social», siguió insistiendo al concluir su intervención el representante vaticano. «El acceso al empleo productivo es la condición indispensable para crear comunidades realmente participativas, en las que cada uno pueda realizar sus más profundas aspiraciones para sí mismo y para sus familias».


El Vaticano se convertirá en el «Parlamento del mundo»

Libertad religiosa, deuda externa y dignidad humana, temas centrales

CIUDAD DEL VATICANO, 31 oct (ZENIT.org).- Libertad religiosa, deuda externa y dignidad de la persona, estos serán los temas centrales sobre los que discutirán los políticos reunidos en Roma el próximo fin de semana con motivo del Jubileo de los gobernantes y parlamentarios.

Lo reveló esta mañana Giulio Andreotti, ex primer ministro italiano, miembro del comité de parlamentarios que tendrá que preparar los tres documentos conclusivos de estas jornadas jubilares y encargado de la comisión de acogida de estos peregrinos-políticos tan particulares.

Ha sido quizá la primera vez en la que un político presentaba las actividades del Papa a la prensa en el Vaticano. Junto a Andreotti se encontraba en la rueda de prensa la senadora, también italiana, Ombretta Fumagalli Carulli, presidente del grupo Interparlamentario para el Jubileo (Cf. «Jubileo de los políticos: recta final»).

Globalización Todo esto, como es obvio, explicó el político italiano que fue miembro de gabinetes de gobierno de su país durante más de cuarenta años, se analizará a la luz del gran fenómeno de los tiempos actuales, la globalización que debe ser «esclarecida por la ética».

«No es posible que la globalización sea únicamente la supresión de fronteras económicas y mercantiles --explicó--. Hay que subrayar el papel necesario de la ética para esclarecer esta evolución. De lo contrario, no vamos hacia un progreso de la humanidad, sino hacia la acentuación de las diferencias».

Libertad religiosa Un periodista planteó el problema sobre qué es lo que se debe hacer ante casos como el de Arabia Saudí, en donde la construcción de iglesias está prohibida pero, sin embargo, este país financia la construcción de mezquitas en Europa, e incluso en Roma.

Giulio Andreotti explicó que el Jubileo no pretende analizar este derecho como si fuese un «contrato», o una concesión, sino llegar a la afirmación de un «principio». La reciprocidad es un concepto «mercantil», que no forma parte del espíritu del Jubileo.

Ahora bien, los políticos de este Jubileo tendrán que aplicarse seriamente si quieren concretar sus propuestas. El sábado, cuando la sala de audiencias generales del Vaticano se convertirá en una especie de Parlamento mundial, intervendrán 92 representantes de las delegaciones de diferentes países de los cinco continentes. Cada una contará con tres minutos.

Por lo que se refiere al tema de la libertad religiosas, la señora Ombretta Fumagalli Carulli, democristiana, explicó que el documento de base que servirá para la discusión de los políticos será la «Dignitatis Humanae» del Concilio Vaticano II.

Fumagalli hizo revelaciones sobre la importancia numérica de las delegaciones de los diferentes países. Por el momento, se han registrado 43 parlamentarios y gobernantes de Inglaterra, 77 de España, 85 de Polonia (menos que los anunciados en un primer momento) y unos 30 de Francia.

En total, se prevé la participación de 2.141 delegados extranjeros en este «parlamento mundial» y 467 italianos. A ellos, se les añaden 9.459 administradores locales (alcaldes, gobernadores, etc.).

Estados Unidos se encuentra con el gran problema de las fechas, pues coincide con las vísperas del «gran martes», en que será elegido el sucesor de Bill Clinton. En un primer momento, los políticos estadounidenses habían pedido aplazar el acontecimiento jubilar. Como no era posible y en esos días se encuentran en plena actividad electoral, enviarán una delegación simbólica de tres delegados.

Lo mismo sucede con Rumanía, que pretendía enviar 600 miembros.

Por último, Andreotti, concluyó con un mensaje para todos sus colegas del mundo: «Creo que el Jubileo de los parlamentarios será una invitación para cada uno de nosotros a pensar en una frase del Evangelio, cuando con soberbia un representante político, Pilato, dijo a Jesús: "No sabes que tengo poder sobre tu vida". Y Jesús le responde: "No tendrías ningún poder si no te fuera dado de lo alto". Este es el sentido de la política que nosotros queremos ayudar a vivir».


Jubileo de los política: La Iglesia rescata la dignidad de la política

Una oportunidad única para afrontar las urgencias mundiales «en conciencia»

CIUDAD DEL VATICANO, 31 oct (ZENIT.org).- El próximo 5 de noviembre se celebrará por primera vez en la historia el Jubileo de los parlamentarios y gobernantes. El acontecimiento fue presentado esta mañana en la Sala de Prensa por personalidades de la Iglesia católica y del mundo político.

Además del cardenal Roger Etchegaray, presidente del Comité vaticano para el Jubileo, y del arzobispo Crescenzio Sepe, secretario de ese mismo organismo, intervinieron el senador italiano, Giulio Andreotti, uno de los grandes políticos europeos de la segunda mitad de siglo, encargado de la acogida en Roma de estos peregrinos-políticos, y la senadora, también italiana, Ombretta Fumagalli Carulli, presidente del grupo Interparlamentario para el Jubileo (Cf. «Jubileo de los políticos: recta final»).

El cardenal Etchegary constató la oportunidad histórica que presenta esta jornada jubilar al hacer que políticos, creyentes y no creyentes, puedan encontrarse ante su conciencia y afrontar los problemas más urgentes de su misión.

En cierto sentido, este Jubileo constituye una valoración de la misión del político en unos momentos en que ésta parece devaluada ante la opinión pública, explicó: «Ayer, el riesgo consistía en sobrevalorar, sacralizar la acción política y olvidar que el hombre no sólo es política. Hoy, por el contrario, se da la urgencia de rehabilitar la política, que es vista bajo sospecha, desacreditada por todo lo que ha afectado a su imagen y ofuscado sus rasgos éticos».

Sobre este mismo argumento intervino monseñor Sepe, citando las palabras del Papa en la carta con que preparó a los cristianos a vivir el Jubileo del año 2000, la «Tertio Millennio Adveniente»: «Hay que responder a la crisis de valores del mundo occidental con la civilización del amor, fundada en los valores universales de paz, solidaridad, justicia y libertad, que encuentran en Cristo su plenitud».

«En otras palabras --concluyó el arzobispo--, con la auténtica política».


El Papa explica por qué presenta a Tomás Moro como patrono de los políticos

El mundo político y administrativo necesitan «modelos creíbles»

CIUDAD DEL VATICANO/MADRID, 31 oct (ZENIT.org).- A partir de hoy, los políticos y gobernantes del mundo entero cuentan con un patrono en el que pueden encontrar motivo de inspiración. Se trata de santo Tomás Moro, el canciller de Inglaterra que fue asesinado por el Enrique VIII por negarse a prestar el juramento de fidelidad al rey, que se había proclamado jefe de la Iglesia en Inglaterra.

Juan Pablo II ha hecho hoy oficial el anuncio al firmar y publicar una carta apostólica en la que explica, además, los motivos que le han llevado a tomar una decisión tan significativa en este momento de búsqueda de referencias políticas que ha sucedido a la caída del Muro de Berlín.

Petición de jefes de Estado y Gobierno Ante todo, el pontífice, aclara que toma esta decisión en respuesta a peticiones que le han presentado «recientemente, algunos jefes de Estado y de Gobierno, numerosos exponentes políticos, algunas Conferencias Episcopales y obispos de forma individual».

«Entre los firmantes de esta petición --aclara en la carta-- hay personalidades de diversa orientación política, cultural y religiosa, como expresión de vivo y difundido interés hacia el pensamiento y la conducta de este insigne hombre de gobierno».

La decisión del Papa tiene lugar en el contexto del Jubileo de los parlamentarios y gobernantes que se celebrará en Roma este próximo fin de semana.

Modelo creíble de verdad El Papa reconoce que hay muchos los motivos por los que ahora toma esta decisión. Ahora, bien, ante todo, quiere recalcar «la necesidad que siente el mundo político y administrativo de modelos creíbles, que muestren el camino de la verdad en un momento histórico en el que se multiplican arduos desafíos y graves responsabilidades».

«En efecto --añade el mensaje pontificio--, fenómenos económicos muy innovadores están hoy modificando las estructuras sociales. Por otra parte, las conquistas científicas en el sector de las biotecnologías agudizan la exigencia de defender la vida humana en todas sus expresiones, mientras las promesas de una nueva sociedad, propuestas con buenos resultados a una opinión pública desorientada, exigen con urgencia opciones políticas claras en favor de la familia, de los jóvenes, de los ancianos y de los marginados».

En este contexto, considera el pontífice, «es útil volver al ejemplo de santo Tomás Moro que se distinguió por la constante fidelidad a las autoridades y a las instituciones legítimas, precisamente porque en las mismas quería servir no al poder, sino al supremo ideal de la justicia».

Gobierno al servicio de los débiles La gran lección del canciller inglés está ahí: «Su vida nos enseña que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de virtudes. Convencido de este riguroso imperativo moral, el estadista inglés puso su actividad pública al servicio de la persona, especialmente si era débil o pobre; gestionó las controversias sociales con exquisito sentido de equidad; tuteló la familia y la defendió con gran empeño; promovió la educación integral de la juventud».

La carta de Juan Pablo II recoge los momentos más significativos de la impresionante carrera política de Tomás Moro, así como de los dramáticos acontecimientos que acabaron con su vida.

Ascenso político Nacido en Londres en 1478, era un hombre de gran cultura. De hecho, el Papa recuerda que era amigo de los protagonistas de la cultura renacentista, como por ejemplo Erasmo de Rotterdam. Era conocido por su humor desbordante. Su casa era siempre un jaleo de niños, yernos, nueras, nietos jóvenes en búsqueda de su vocación (tras la muerte de su primera mujer, Juana Colt, de la que tuvo cuatro hijos, se casó con Alicia Middleton, viuda con una hija).

En 1504, en tiempos del rey Enrique VII, fue elegido por primera vez para el Parlamento. En 1523 llegó a ser portavoz, es decir, presidente de la Cámara de los Comunes y en 1429 Enrique VIII le nombró canciller del Reino. Fue el primer laico en ocupar este cargo.

Dimisión En 1532, al no querer dar su apoyo al proyecto de Enrique VIII que quería asumir el control sobre la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión. Se retiró de la vida pública aceptando sufrir con su familia la pobreza y el abandono de muchos que, en la prueba, se mostraron falsos amigos. Constatada su gran firmeza en rechazar cualquier compromiso contra su propia conciencia, el rey, en 1534, lo hizo encarcelar en la Torre de Londres dónde fue sometido a diversas formas de presión psicológica.

Proceso y muerte Durante el proceso al que fue sometido, pronunció una apasionada apología de las propias convicciones sobre la indisolubilidad del matrimonio, el respeto del patrimonio jurídico inspirado en los valores cristianos y la libertad de la Iglesia ante el Estado. Condenado por el tribunal, fue decapitado.

Tras presentar el modelo de hombre y de santo del canciller inglés, Juan Pablo II reconoce: «Confío, por tanto, que la elevación de la eximia figura de santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos ayude al bien de la sociedad. Ésta es, además, una iniciativa en plena sintonía con el espíritu del Gran Jubileo que nos introduce en el tercer milenio cristiano».

Proclamación solemne De este modo, en el último párrafo de la carta, el pontífice pasa a escribir la formulación solemne: «Por tanto, después de una madura consideración, acogiendo complacido las peticiones recibidas, constituyo y declaro patrono de los gobernantes y de los políticos a santo Tomás Moro, concediendo que le vengan otorgados todos los honores y privilegios litúrgicos que corresponden, según el derecho, a los patronos de categorías de personas».


Juan Pablo II hace pública su cercanía a las víctimas de ETA

Expresa su «más enérgica reprobación por todos los actos de terrorismo»

CIUDAD DEL VATICANO/MADRID, 31 oct (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha enviado hoy un telegrama al arzobispo de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela, en el que deplora «la triste noticia del nuevo y execrable atentado perpetrado en esa capital» por la banda terrorista ETA.

En la mañana de ayer, los terroristas asesinaron con la explosión de un coche bomba en la capital española al magistrado de la Sala Quinta de lo Militar del Tribunal Supremo Francisco Querol Lombardero, de 69 años, así como su chófer y su escolta.

El atentado provocó un dramático número de heridos, 66, pues en el momento de la explosión había muchas personas en la calle y un elevado tránsito de automóviles. Entre los vehículos afectados se encontraba un autobús urbano, cuyo conductor, al cierre de esta edición, estaba en condiciones graves de salud.

El atentado de ayer es el cuarto con coche bomba en Madrid desde el final de la tregua, en diciembre de 1999.

En el telegrama, enviado por el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano, el Santo Padre «expresa una vez más su enérgica reprobación por todos los actos de terrorismo que, no teniendo ninguna justificación posible, atentan a la pacífica convivencia de los ciudadanos y ofenden al creador, a quienes los sufren y a quienes los cometen».

El Obispo de Roma, «mientras ofrece sufragios por el eterno descanso de los fallecidos y eleva plegarias para que Dios conceda su consuelo a cuantos lloran trágicas consecuencias de la violencia» y pide al cardenal Rouco Varela que «haga llegar su más sentido pésame a los familiares de las víctimas, así como sus fervientes augurios por el pronto restablecimiento de los heridos, a la vez que en esta hora de consternación imparte a todos los afectados su confortadora bendición apostólica».

Esta mañana, durante la misa oficiada por José Francisco Querol y por Armando Medina Sánchez, su conductor oficial fallecido en el atentado, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, pedía que la sangre de las víctimas «no sea baldía» y que «no perdamos ni el ánimo, ni la esperanza» porque «es precisa la colaboración de todos para conseguir la erradicación del terrorismo».

En la homilía, el cardenal afirmó: «no hay ninguna idea, ningún programa o teoría política que valga una sola vida de una víctima del terrorismo. Nuestra respuesta no será sincera si no la traducimos en un cambio de conducta personal y colectivo; si no la extendemos decididamente y aplicamos a los que sienten día a día la amenaza del terrorismo; si no acabamos de caer en la cuenta a través de un proceso de verdadera conversión moral y espiritual que es precisa la colaboración de todos para conseguir la erradicación del terrorismo».

Ante la oleada de atentados que siembran el desconcierto en el territorio español, el cardenal Rouco afirmaba: «La celebración de la Eucaristía nos anegaría el alma, llenándola de preguntas y reproches sin respuesta satisfactoria alguna si no levantásemos con fe y esperanza la mirada del corazón a la Cruz de Cristo».

Esta tarde, a las 19.00 horas, tenía lugar en Granada el funeral por Jesús Escudero García, el policía nacional asesinado que escoltaba a Querol. 


El Vaticano pide ante la ONU un estatuto internacional para Jerusalén

Monseñor Martino pide evitar falsas soluciones al conflicto

NUEVA YORK, 31 oct (ZENIT.org).- El representante de la Santa Sede ante las Naciones Unidas volvió a repetir ayer ante un comité especial de la asamblea general que la solución de la cuestión de Jerusalén, decisiva para la paz, requiere la aprobación de un estatuto internacionalmente garantizado que regule los Santos Lugares.

El arzobispo Renato Martino, observador permanente ante las Naciones Unidas, presentó su propuesta en una reunión dedicada a las actividades de la Agencia de la ONU para las Ayudas a los refugiados palestinos en Oriente Medio (OOPS).

El prelado confesó la «grave preocupación» de la delegación vaticana por la reciente explosión de violencia en muchas áreas de la región, e hizo mención tanto de los muertos como de los heridos, la disgregación de los servicios sociales vitales, las necesidades y los sufrimientos de tantas familias, así como la urgencia de destinar más recursos a las agencias que tratan de ofrecer un nivel normal de vida a los refugiados que todavía se encuentran en los campos de Jordania, Siria, Líbano y en las zonas administradas por la Autoridad Palestina.

«La Santa Sede --afirmó monseñor Martino-- dirige un llamamiento a la comunidad internacional para que continúe asistiendo a los israelíes y palestinos a la hora de acabar con la violencia y de afrontar los temas fundamentales de la justicia y de la libertad, como solicita Juan Pablo II».

Las ayudas humanitarias de la Agencia de la ONU y de la Misión Pontificia para Palestina, añadió, «no deberían ser entendidos como un sucedáneo de solución justa, estable y definitiva de los problemas de la región».

En este contexto, el prelado renovó el auspicio de que esta solución definitiva del conflicto de Oriente Medio incluya la cuestión de la ciudad de Jerusalén.

«A la luz de la reciente violencia --dijo en este sentido-- la Santa Sede renueva su acuciante llamamiento para un estatuto internacionalmente garantizado que salvaguarde los lugares sacros para los judíos, los cristianos y los musulmanes» con «el reconocimiento apropiado del patrimonio espiritual de las tres religiones monoteístas. Mas aún, mi delegación cree que los Santos Lugares deberían protegerse de su utilización para fines políticos».

El nuncio concluyó citando las palabras del Santo Padre a los trabajadores y voluntarios del campo de refugiados de Deheisheh, durante su peregrinación en marzo a Tierra Santa. «¡Creed en la tarea que lleváis a cabo! La solidaridad práctica y genuina con los necesitados no es un favor concedido, es una exigencia de nuestra humanidad compartida y un reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos».


El Papa apuesta por un deporte de los valores y no del simple negocio

Jubileo de los deportistas en el Vaticano: el hombre, en el centro

CIUDAD DEL VATICANO, 29 oct (ZENIT.org).- El panorama que ofrecía ayer por la tarde la Basílica de San Pedro era realmente sugerente: miles de atletas jóvenes y no tan jóvenes, campeones o desconocidos, cruzaban la puerta santa en signo de conversión.

Era uno de los momentos más importantes del Jubileo del deporte que se ha celebrado este fin de semana en Roma. En la mañana de ese sábado Juan Pablo II se encontró con los deportistas en la sala de audiencias generales del Vaticano. Entre los presentes se encontraba el presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch.

El encuentro llevaba por lema «En tiempos del Jubileo: el rostro y el alma del deporte». Y el Papa, en su intervención, indagó sobre el auténtico rostro del deporte en una época en la que la exagerada comercialización corre el riesgo de asfixiar los valores del deporte.

Escuchaban al Papa varios campeones deportivos italianos de todos los tiempos, mezclados en un auditorio de más de 5 mil jóvenes atletas.

Los valores del deporte «El deporte es, sin duda, uno de los fenómenos relevantes que, con un lenguaje que todos entienden, puede comunicar valores muy profundos --dijo sin embargo el Papa--. Puede ser un vehículo de elevados ideales humanos y espirituales cuando se practica en el pleno respeto de las reglas; pero puede también perder su auténtico objetivo cuando deja espacio a otros intereses que ignoran el carácter central de la persona humana».

De hecho, continuó diciendo el obispo de Roma, el deporte no sólo pone de manifiesto las posibilidades físicas del hombre, sino también sus capacidades intelectuales y espirituales: «No es mera potencia física y eficiencia muscular, sino también un alma y tiene que mostrar su rostro integral --añadió--. Por este motivo, el auténtico atleta no tiene que dejarse arrastrar por la obsesión de la perfección física, ni dejarse subyugar por las duras leyes de la producción y del consumo, o por consideraciones puramente utilitarias y hedonistas»

Entre los valores que puede promover el deporte, el Santo Padre mencionó «el sentido de la fraternidad, la magnanimidad, la honestidad y el respeto del cuerpo --virtudes indudablemente indispensables para todo buen atleta--», que como él mismo reconoció, «contribuyen a la edificación de una sociedad civil, en la que el antagonismo sea sustituido por la sana competencia, donde se privilegie el encuentro al enfrentamiento, la confrontación leal a la contraposición rencorosa».

Las tentaciones del deporte El deporte en estos momentos no está libre de tentaciones, constató: «se están haciendo cada vez más evidentes los signos de un malestar que en ocasiones pone en discusión los valores éticos que cimientan la práctica deportiva», constató el pontífice. «Junto a un deporte que ayuda a la persona, hay otro tipo de deporte que la daña; junto a un deporte que exalta el cuerpo, hay otro que lo mortifica y lo traiciona; junto aun deporte que persigue nobles ideales, hay otro que persigue sólo el lucro; junto a un deporte que une, hay otro que divide».

Se trataba de una referencia implícita al recurso al dopaje o a la exagerada comercialización de deportes que ha inmolado la competencia en el altar de sueldos estratosféricos de los deportes con más seguimiento de público.

La clave está, por tanto, según Juan Pablo II en promover un deporte «que sepa conciliar con espíritu constructivo las complejas exigencias requeridas por los cambios culturales y sociales que tienen lugar en estos momentos y las exigencias inmutables del ser humano».

Los partidos y la misa Cuando el Papa pronunció estas palabras, los presentes se levantaron en un grito de estadio. Pero antes de despedirse Juan Pablo II quiso tocar un asunto que preocupa a numerosos obispos en el mundo: «Los ritmos de la sociedad moderna y de algunas competiciones deportivas podrían hacer olvidar al cristiano la necesidad de participar en la asamblea litúrgica del Día del Señor», aseguró. De hecho, buena parte de los partidos de fútbol y de otros deportes se celebran en domingo o en importantes fiestas cristianas. «Las exigencias de un justo y merecido descanso --concluyó el Papa-- no deben ir en detrimento de la obligación del fiel de santificar la fiesta». En definitiva, el deporte debe integrarse «en un contexto de sereno reposo, que favor ezca el estar juntos y crecer en la comunión, especialmente en familia».


El regalo de Juan Pablo II en el Jubileo del deporte

Un Manifiesto para que el mundo deportivo no pierda su identidad

CIUDAD DEL VATICANO, 29 oct (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha querido dejar en este Jubileo un regalo al mundo del deporte: se trata de un Manifiesto que debería orientar con sus principios el compromiso de vida de los deportistas en el tercer milenio.

En el contexto del año jubilar --explicó antes de rezar la oración mariana del Angelus, a mediodía-- el Santo Padre ha querido que los deportistas en colaboración con la Santa Sede redacten el «Manifesto del deporte», para subrayar «el compromiso concreto que mana de este Jubileo».

En el texto de este Manifiesto se puede leer: «La actividad de competición tiene también una dimensión ético-espiritual y religiosa entre otras muchas funciones, como son la recreativa, cultural, educativa y social, pues contribuye con el desarrollo de las capacidades humanas, ayudando a apreciar ese gran don de Dios que es la vida».

«Al mismo tiempo, el deporte no puede convertirse en un elemento más de división entre ricos y pobres, entre fuertes y débiles --añade el Manifiesto--; la carrera a las ganancias y a la victoria no pueden privar al deporte de sus valores morales y violar los derechos de los niños y muchachos».

El Manifiesto se convierte así en una clara condena de todo aquello que altera deslealmente el rendimiento o que pone en peligro la salud del atleta --dopaje, etc.--. «El deporte --sigue diciendo el documento-- no debe ser una prerrogativa única de los países desarrollados que imponen al Tercer Mundo su modelo de competición, aprovechándose de las jóvenes promesas».

El texto termina pidiendo a gobiernos, instituciones y a todo el movimiento olímpico que difundan por doquier los principios que se recogen en el Manifiesto. 


Juan Pablo II: Oriente Medio debe volver a la negociación

Pide respeto de la ley internacional y que sean repudiadas las armas

CIUDAD DEL VATICANO, 29 oct (ZENIT.org).- La alegría y el entusiasmo que contagiaron a Juan Pablo II las 70 mil personas que participaron en la conclusión del Jubileo del deporte, en el estadio Olímpico de Roma, no impidieron esta mañana que el pensamiento del Papa se dirigiera con tristeza, de nuevo, a la situación que atraviesa Oriente Medio.

Poco antes de que se disputaran dos carreras de atletismo (en una participaron atletas minusválidos) y que se disputara un partido de fútbol entre la selección italiana y jugadores del resto del mundo que juegan en el campeonato de primera división de ese país, el Santo Padre confesó: «En este momento de alegría no podemos y no debemos olvidar a algunas regiones del mundo en las que se sigue sufriendo y, con frecuencia muriendo. Pienso en particular en la región de Oriente medio».

«Una vez más deseo invitar a todas las partes involucradas en el proceso de paz a no ahorrar esfuerzos para restablecer el clima de diálogo que existía hasta hace algunas semanas --añadió el obispo de Roma--. La confianza mutua, el repudio de las armas y el respeto de la ley internacional son los únicos medios capaces de volver a dar vida al proceso de paz».

Este es el camino que el obispo de Roma propone desde hace años como única senda para lograr la reconciliación entre palestinos e israelíes. En este contexto y para resolver la espinosa cuestión de la «repartición» de los Santos Lugares de Jerusalén, meta de peregrinación de cristianos, judíos y musulmanes, el pontífice ha propuesto que se cree un estatuto internacionalmente garantizado que defienda los derechos de cada uno de los creyentes («El Papa: Los santos lugares de Jerusalén serán garantizados internacionalmente»).

El Papa concluyó su llamamiento a la paz pidiendo oraciones «para que se regrese a la mesa de las negociaciones y, a través del diálogo, se llegue a la meta suspirada de una paz justa y duradera, que garantice a todos el derecho inalienable a la libertad y a la seguridad».


El Papa: Los santos lugares de Jerusalén serán garantizados internacionalmente

Al recibir al nuevo embajador de Líbano ante la Santa Sede

CIUDAD DEL VATICANO, 27 oct (ZENIT.org).- Juan Pablo II volvió a pedir ayer un «Estatuto garantizado internacionalmente» para los Santos Lugares de Jerusalén. Formuló su propuesta al recibir al nuevo embajador de Líbano ante la Santa Sede, Fouad Aoun.

Se trata de una reivindicación que el Vaticano está presentando desde hace años, una fórmula que, según se ha dejado claro, no propone de ninguna manera «una internacionalización de la ciudad de Jerusalén». Y la especificación de los Santos Lugares como objeto de tal estatuto es un modo de subrayarlo.

«Lo que nosotros pedimos --había declarado el “ministro” de Exteriores vaticano, monseñor Jean Louis Tauran-- es que los santuarios de las tres religiones puedan, en un futuro, conservar su carácter único y sagrado, gracias a garantías internacionales, de modo que en el futuro ninguna de las partes pueda reivindicar para sí misma el control exclusivo sobre estas partes sagradas de la ciudad».

Juan Pablo II el 18 de septiembre, recibiendo al nuevo embajador de Israel ante la Santa Sede, Yosef Neville Lamdan, ya había explicado que la garantía internacional para la Ciudad Santa debería garantizar no sólo «la conservación del patrimonio cultural y religioso de la Ciudad» sino contribuir a una paz justa y estable.

El Papa, al manifestar al embajador libanés sus preocupaciones, definió la «coyuntura actual» en Medio Oriente como «particularmente inquietante. La estabilidad definitiva de la paz y de la seguridad en la región –dijo el Papa-- parece alejarse. No se puede dejar de constatar que el recurso a la violencia trae siempre mayores daños para todos, aumentando la rabia y haciendo más difícil la perspectiva de reconciliación. La Tierra Santa donde Dios se manifestó y habló a los hombres debe convertirse en el lugar por excelencia donde florecen paz y justicia. Jerusalén debe ser un símbolo de fuerte unidad, de paz y reconciliación para toda la humanidad».

Juan Pablo II hablando de las posibles soluciones a adoptar para resolver la cuestión de Jerusalén, añadió: «Las relaciones de confianza que se desarrollan entre la sede apostólica y los pueblos de la región, hacen esperar que vendrá el día en el que, a través del diálogo y la negociación, en el respeto de la dignidad y de la identidad de las comunidades, podrá establecerse para los lugares sagrados de la ciudad, un estatuto especial garantizado internacionalmente».

El Pontífice invitó luego a toda la comunidad libanesa «a proseguir con determinación los esfuerzos para afirmar las relaciones cada vez más fraternas» entre católicos y musulmanes, a fin de «construir un Líbano nuevo capaz de superar las incomprensiones y de buscar la prosperidad para todos sus habitantes».

El nuevo embajador libanés Fouad Aoun tiene 60 años, está casado, tiene dos hijos y es diplomático de carrera. Ha desempeñado varios cargos en el Ministerio de Exteriores del Líbano y en las embajadas de este país en Argentina, Colombia, Venezuela y España (1965-1975), Brasil (1978-1983), México (1983-1985), El Cairo (1987-1988) y Suecia (1988-1999).


Caluroso encuentro del Papa con los hinchas del Lazio

El club de fútbol italiano cumple cien años

CIUDAD DEL VATICANO, 27 oct (ZENIT.org).- Una sana y distensiva diversión es la atmósfera justa para los grandes desafíos en los estadios de los que deben desterrarse ofensas y violencias. El Papa ha recordado este empeño común a los deportistas en un caluroso encuentro de esta mañana con la sociedad deportiva Lazio.

Un encuentro con ocasión del Jubileo de los Deportistas pero también en el centanario de una sociedad deportiva futbolística que ha escrito una página interesante en el libro del deporte italiano. El Papa ha subrayado con gratitud el compromiso de los socios en el campo del voluntariado, por ejemplo en la ayuda que prestaron en la Jornada Mundial de la Juventud. Entre los numerosos hinchas que acudieron al Aula Pablo VI, estaban los técnicos, los directivos y algunos campeones del equipo de fútbol.

Lamentablemente el vandalismo y la violencia son fenómenos frecuentes en el ambiente futbolístico y por esto el Santo Padre ha querido proponer las justas correcciones de ruta para el sector. «Me gusta citar --ha dicho Juan Pablo II-- una conocida expresión del apóstol Pablo, que se apropia bien a vuestra múltiple actividad amateur y agonística: «Cada atleta es temperante en todo» (1 Cor 9,25). En efecto, sin equilibrio, autodisciplina, sobriedad y capacidad de interactuar honestamente con los otros, el deportista no está en grado de comprender plenamente el sentido de una actividad física destinada a robustecer, además del cuerpo, la mente y el corazón».

«Algunas veces, lamentablemente, --ha subrayado el Pontífice-- en el ámbito deportivo suceden episodios que humillan el verdadero significado del agonismo y golpean, además de a los atletas, a la misma comunidad. En especial, el apoyo apasionado del propio equipo nunca puede llegar hasta ofender a las personas o dañar los bienes de la colectividad. Cada competición deportiva debe siempre conservar el carácter de una sana y distensiva diversión. De estos valores hablan los colores olímpicos --el blanco y el azul-- que caracterizan vuestra bandera y que deben ser siempre tenidos a la vista con mirada aguda y penetrante como la del águila que campea en vuestro escudo».