SANTA SEDE

 

COMIENZA LA SERIE DE JUBILEOS SOBRE EL MUNDO DEL TRABAJO

El 18 de marzo se celebra la jornada jubilar de los artesanos

CIUDAD DEL VATICANO, 9 mar (ZENIT.org).- El gran Jubileo del año 2000 dedica al mundo del trabajo tres momentos particulares: el 19 de marzo, Jubileo de los artesanos; el 1 de mayo, Jubileo de los obreros; el 12 de noviembre, Jubileo de los agricultores. Con este motivo, se organizó esta mañana una rueda de prensa en el Vaticano en la que se hizo especial hincapié en el más inminente, el de los artesanos.

En el encuentro con los periodistas, el arzobispo Crescenzio Sepe, secretario del Comité vaticano para el Jubileo, explicó que la cita jubilar de los artesanos «es una manifestación de esa voluntad del Creador que quiere que el hombre pueda perfeccionar la creación aportando su contribución, tratando de hacer la creación cada vez más bella».

El momento central del Jubileo de los artesanos tendrá lugar el 19 de marzo cuando hombres y mujeres de esta profesión de todo el mundo se encontrarán con el Santo Padre en la plaza de San Pedro. Se espera la participación de unos 35 mil artesanos. El encuentro comenzará en la noche del día anterior en la Basílica de San Juan de Letrán, donde los participantes de reunirán para vivir una vigilia de oración.

El Jubileo de los obreros tendrá lugar el 1 de mayo y, dado que se espera una afluencia imponente se celebrará en una gran explanada a las afueras de Roma (la plaza de San Pedro del Vaticano no podría dar acogida a todos). Sindicatos de varios países de las más variadas orientaciones ya han adherido (en Italia la adhesión sindicalista ha sido prácticamente total). En la mañana de ese día participarán en una Misa con el pontífice. En la tarde, se organizará un gran concierto con motivo de la Fiesta del trabajo que tendrá por tema la condonación de la deuda de los países pobres.

Por último, el 12 de noviembre, la plaza de San Pedro acogerá a agricultores de todo el mundo con motivo de su jornada jubilar. El tema de esa fiesta será: «Tierra de Dios, tierra para el hombre». Recuerda el deber de custodiar y preservar la riqueza de la tierra.

En la rueda de prensa de presentación de estos Jubileos del mundo del trabajo se aclaró que al referirse al mismo, no se habla sólo de aquellos que gozan del derecho al trabajo, sino que la Iglesia tiene también en cuenta a aquellos que en estos momentos no pueden disfrutar del derecho al trabajo.


 

FAMILIAS EN DIFICULTAD, JOVENES, POBRES, PRIORIDADES DEL SACERDOTE

El Papa recibe al presbiterio de su diócesis en el día de su Jubileo

CIUDAD DEL VATICANO, 9 mar (ZENIT.org).- Juan Pablo II pidió un compromiso particular a favor de las «familias en dificultades», así como a favor de los jóvenes alejados de la comunidad cristiana, y de los más necesitados al recibir esta mañana a los sacerdotes de su diócesis en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

El encuentro que todos los años celebra el Papa con su presbiterio se convirtió en este Año Santo en el Jubileo de los sacerdotes de la Ciudad Eterna, que atravesaron solemnemente la Puerta Santa, hicieron su profesión de fe y celebraron una Liturgia penitencial.

Juan Pablo II les recordó que el sacerdote, «ministro del perdón de Dios, necesita recibir él mismo este perdón» en el sacramento de la Penitencia.

Unidad Ante las dificultades que hoy día experimenta un sacerdote en una sociedad secularizada, en la que en ocasiones no es reconocido su servicio, el pontífice recomendó a los presbíteros romanos que la actividad pastoral no les impida cultivar una profunda unidad con su obispo y con los demás hermanos sacerdotes, «que se nutre en la oración común, en el encuentro, y en el diálogo, en la búsqueda de una amistad sincera». En este sentido, consideró que «es fundamental la asistencia a los presbíteros enfermos o ancianos, la disponibilidad al diálogo y al encuentro con aquellos que han dejado el sacerdocio». Pues «un presbiterio unido y concorde, capaz de trabajar unido, es un gran testimonio para los fieles y multiplica la eficacia del ministerio».

Familias en dificultad Al hablar de los retos que tienen que afrontar los sacerdotes de la Ciudad Eterna, el Santo Padre les pidió que se entreguen «con especial caridad pastoral a las familias en dificultad» o «alejadas de la Iglesia», con «graves problemas de fe o de moral», a las que en su seno se encuentran «enfermos o ancianos que sufren», o que padecen «dramas particularmente dolorosos a causa de situaciones de separación entre cónyuges o hijos».

«Que el Año Santo --deseó--, año del gran perdón y de la misericordia de Dios, ofrezca a todos la posibilidad de sentirse escuchados, acogidos y alentados para encontrar caminos de reconciliación con el Señor y con los hermanos, incluso allí donde todo parece perdido o irreversible».

Jóvenes y necesitados La otra prioridad pastoral que planteó el Papa a los sacerdotes de su diócesis fue la de los jóvenes, incluso «cuando se han alejado de la comunidad cristiana», tratando de encontrarles «con sincera amistad y fraternidad allá donde se encuentran: ¡en los ambientes de estudio o de trabajo, de deporte y tiempo libre, en las calles del barrio!».

Por último, el Papa recordó que no puede faltar «la atención de toda la comunidad diocesana por los numerosos pobres que viven en nuestra ciudad», invitando al mismo tiempo a «hospedar a peregrinos» del Jubileo necesitados de acogida. «Celebrar el Jubileo significa abrir el corazón a los hermanos y a las hermanas más pobres, reconociendo en ellos la presencia de Cristo que sufre, que pide ser acogido con amor operante».


 

LA CUARESMA, MOMENTO CULMEN DEL LLAMAMIENTO QUE LANZA EL JUBILEO

Sentido llamamiento del Papa a la conversión y a la solidaridad

CIUDAD DEL VATICANO, 8 mar (ZENIT.org).- Juan Pablo II comenzó la Cuaresma del Jubileo, en este Miércoles de Ceniza, con el austero rito de la imposición de las cenizas a varios eclesiásticos y laicos, entre quienes se encontraban unos recién casados y algunos niños. De este modo, la audiencia general, en la que participaron unos veinte mil fieles, se convirtió en una inédita liturgia penitencial de Cuaresma, en la que el Papa lanzó un fuerte llamamiento a acompañar la penitencia con gestos de solidaridad hacia los más necesitados, según el espíritu del Jubileo. Al final, saludo con cariño a «todas las mujeres del mundo», en la fiesta del 8 de marzo.

Sólo en Dios el hombre descubre su sentido El Santo Padre explicó que «la Cuaresma representa el punto culminante de ese camino de conversión y de reconciliación que propone el año jubilar». La Iglesia presenta este mensaje con gestos elocuentes, como la imposición de las cenizas. Esta ceremonia de siglos no busca crear «en nosotros una resignación pasiva frente al destino», sino que más bien «evoca en el creyente la invitación a no dejarse condicionar por las realidades materiales que, si bien son apreciables, están destinadas a desvanecerse». De este modo, dejándose «transformar por la gracia de la conversión y de la penitencia» el creyente puede aspirar «a las vetas atrevidas y apaciguadoras de la vida sobrenatural». «Sólo en Dios el hombre se encuentra plenamente a sí mismo --aclaró-- y descubre el significado último de su existencia».

La puerta de los oprimidos La Cuaresma del año 2000 es particular. «¡La puerta jubilar está abierta a todos!», gritó el Papa. «Que entre quien se siente oprimido por la culpa y quien se reconoce pobre en méritos; que entre quien se siente como polvo que desperdiga el viento; que venga el débil y el desanimado para alcanzar un nuevo vigor que nace del Corazón de Cristo».

El ayuno y la abstinencia son otros dos gestos característicos de estos días. El Papa dejó muy claro que no son «meras observancias externas o rituales sino signos elocuentes de un cambio necesario de vida. El ayuno y la abstinencia, ante todo, fortalecen al cristiano para la lucha contra el mal y para el servicio al Evangelio». «Con el ayuno y la penitencia --añadió--, se le pide al creyente que renuncie a los bienes y a las satisfacciones materiales legítimas para alcanzar una mayor libertad interior, quedando disponible para escuchar la palabra de Dios y ayudar generosamente a los hermanos que sufren necesidades».

Solidaridad Pero, según el sucesor de Pedro, el ayuno y la abstinencia «tienen que ser acompañados por gestos de solidaridad hacia el que sufre y atraviesa momentos difíciles. La penitencia se convierte, de este modo, en una manera de compartir con quien está marginado y necesitado». Este es el auténtico espíritu del Jubileo, que invita a todos «a manifestar de manera concreta el amor de Cristo por los hermanos privados de lo necesario, por las víctimas del hambre, de la violencia y de la injusticia».

«Pido al Señor que cada cristiano sienta profundamente en esta Cuaresma jubilar el compromiso de reconciliarse con Dios, consigo mismo y con los hermanos», concluyó Juan Pablo II. «Este es el camino que hay que seguir para que se realice la deseada comunión plena de todos los discípulos de Cristo. Que llegue pronto el día en el que, gracias a la oración y al testimonio fiel de los cristianos, el mundo reconozca a Jesús como el único Salvador y, creyendo en Él, obtenga la paz».

Un saludo a las mujeres del mundo En este miércoles se celebraba, además, el 8 de marzo, Día internacional de la mujer. El pontífice quiso renovar «con gusto a todas las mujeres del mundo, en el día de su fiesta», su deseo más profundo: «que la mujer, gracias al creciente reconocimiento social de su contribución específica al bien común, pueda expresar cada vez mejor la riqueza de su propio "genio", actuando así su promoción auténtica».

Una tradición de más de un milenio A las cuatro y media de esta tarde, Juan Pablo II participó en una celebración eucarística --en la que presidió la liturgia de la Palabra, el rito de la bendición e imposición de las cenizas-- con la que dio comienzo oficial a la Cuaresma. La ceremonia comenzó con una procesión penitencial que desde la iglesia de San Anselmo llegó hasta la de Santa Sabina, donde se celebró la Misa. De este modo, el pontífice revivió una vez más la tradición de las «estaciones», antigua tradición que se remonta a los orígenes del cristianismo, cuando los primeros fieles de Roma se dirigían en peregrinación ante las tumbas de los mártires. Esta peregrinación fue codificada por el Papa Gregorio Magno a finales del siglo VI.


 

JUAN PABLO II OFRECE AYUDA ECONOMICA A MOZAMBIQUE

Envía a monseñor Cordes a llevar su palabra de aliento a los damnificados

CIUDAD DEL VATICANO, 8 mar (ZENIT.org).- Ante las noticias de la catástrofe provocada por las inundaciones en Mozambique, Juan Pablo II ha reaccionado haciendo un donativo de 150 mil dólares a los damnificados del ciclón «Eline».

Con este motivo, el presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum», institución encargada de promover y organizar la actividad asistencial y caritativa de la Iglesia, despegó hoy de Roma para hacer llegar esta ayuda del Santo Padre al país africano. El dinero procede del Fondo para la caridad del Santo Padre y de una donación de la Obra Pontificia para la Propagación de la Fe. Será destinada para responder a las necesidades más urgentes.

La Iglesia católica en todo el mundo ha respondido inmediatamente a la tragedia mozambiqueña a través de las Cáritas nacionales. Por el momento, ya se han recogido 1.650.000 dólares para las necesidades de los damnificados. Un comunicado de la Sala de Prensa de la Santa sede explicaba hoy que «esta contribución no es más que el inicio del apoyo por un país que hoy se encuentra con un futuro gravemente incierto».

El agua que desde hace un mes cubre el sudeste del país están comenzando a bajar de nivel. Se ha confirmado ya la muerte de cuatrocientas personas, pero se teme que según baje el nivel del agua, aparezcan varios miles de cadáveres. En medio de un olor fétido casi irresistible, grupos de ayuda han preparado fosas comunes. El número de los damnificados es de un millón.

Por su parte, según informa la agencia «Fides», las Obras Misionales Pontificias están analizando ya un programa a largo plazo para reconstruir los centros pastorales, iglesias y estructuras sociales de las diócesis afectadas.

La misión de monseñor Cordes durará tres días. El prelado ha organizado encuentros con el episcopado local, con exponentes de la Cáritas mozambiqueña y autoridades del gobierno. Las religiosas de San Vicente de Paúl, a quienes un bienhechor español les ha prestado un helicóptero durante tres meses, lo han puesto a disposición del prelado alemán para que pueda visitar a las poblaciones más afectadas por las inundaciones. A estas personas llevará un mensaje del Papa.

El nuncio en Mozambique, monseñor Janusz Juliusz, ha declarado a la agencia misionera «Fides»: «La gratitud del pueblo mozambiqueño a Juan Pablo II es inmensa. Sus llamadas y su ayuda concreta son un sostén importante en la tragedia que aflige al país». El 7 de marzo los obispos mozambiqueños publicaron un comunicado en el que agradecen al Papa la atención constante prestada a su país y los repetidos llamamientos a enviar ayudas al país.


 

LA IGLESIA PIDE PERDON, «EL PAPA ABRE UNA NUEVA PAGINA EN LA TEOLOGIA»

Habla el «teólogo del Papa», el padre Georges Cottier

CIUDAD DEL VATICANO, 8 mar (ZENIT.org).- La prensa internacional ha dado amplio espacio al documento «Memoria y reconciliación: la Iglesia y las culpas del pasado» presentado ayer en el Vaticano. En la inmensa mayoría de los casos, la acogida ha sido positiva, aunque no han faltado algunos malentendidos. El padre Georges Cottier, secretario de la Comisión Teológica Internacional autora del texto y teólogo de la Casa Pontificia, ha querido tomar la palabra ante los micrófonos de «Radio Vaticano» para despejar interrogantes.

«La iniciativa del Santo Padre es tan sorprendente y tan estupenda que requiere una reflexión --aclara el «teólogo del Papa», como comúnmente es llamado--. Ha sorprendido a mucha gente, incluso a los mismos católicos, que han dicho que quizá va demasiado lejos, que es algo imprudente. ¿Cómo lo recibirá la gente de a pie de nuestro pueblo cristiano?, se preguntaban otros».

El teólogo explica: «Nosotros teníamos que responder, pues es un problema pastoral. Teníamos que hacer ver que esta mirada de verdad sobre el pasado de la Iglesia permite distinguir bien lo que hace el Espíritu en la Iglesia del comportamiento de sus hijos, que con frecuencia son pecadores. Teníamos que poner de manifiesto la dimensión social de nuestros actos, pues muchos pecados de los cristianos escandalizan e impiden la pureza del anuncio del Evangelio. La Iglesia, al servir a la verdad, se hace más fuerte, precisamente porque se apoya en la misma verdad. En nuestro documento y en la «Tertio millennio adveniente» se cita un frase de la Declaración conciliar sobre la libertad religiosa que dice: "la verdad se defiende sólo con la verdad misma"».

Pero, ¿cuáles son las culpas por las que hay que pedir perdón? ¿Cómo es posible hacer un discernimiento tan complejo? «Ante todo --responde el teólogo dominico--, tenemos que hablar de culpas que realmente existieron. Cuando se habla del pasado de la Iglesia, se cuentan muchas cosas, que con frecuencia son calumnias, mitos. La verdad histórica es la primera exigencia. Es necesario hablar de hechos verdaderos, y de su verdadero significado. Además, hay que decir que todos los cristianos pecan --y esto es verdad-- pero también es verdad que al inicio de la Misa siempre pedimos perdón por nuestros pecados y la iglesia siempre ha pedido perdón por los pecados. Desde mi punto de vista, se trata de ver cuáles son esos pecados, escándalos o antitestimonios, que constituyen un obstáculo para que la gente pueda encontrarse con Cristo y su Evangelio».

El padre Cottier, constata que el documento no es más que el resultado de un grupo de teólogos (aunque quizá por modestia no dice que la Comisión Teológica Internacional está compuesta por la flor y nata de teología católica de todos los continentes). E invita a los expertos a continuar con seriedad con esta reflexión. «El Papa ha abierto una página nueva en la teología», concluye Cottier.



LA SANTA SEDE PREPARA UN CONGRESO MISIONERO SIN PRECEDENTES

Convivirán misioneros de todo el mundo y ofrecerán sus testimonios

CIUDAD DEL VATICANO, 8 mar (ZENIT.org).- Se esperan más de mil doscientos participantes en el Congreso Misionero Mundial, que tendrá lugar en Castel Gandolfo, del 18 al 22 de octubre, día de la Jornada Misionera Mundial (DOMUND).

El objetivo del encuentro, según la Comisión organizadora, consiste en «reforzar la vocación y el sentido misionero» de los participantes, provenientes de todo el mundo. El lema propuesto por la Comisión es «Jesús, fuente de Vida para todos».

La sede del congreso será el centro Mariápolis que los Focolares dirigen en esta localidad, residencia veraniega de los Papas, situada a unos 30 kilómetros de Roma. La propuesta de la iniciativa se remonta a 1997, cuando el cardenal Jozef Tomko, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, sugirió que la celebración de la Jornada Misionera Mundial fuera precedida, en el año santo, por un Congreso mundial y por una peregrinación jubilar de representaciones de todos los países del mundo.

Se han elaborado subsidios que han servido de guía para preparar este Congreso durante los años 1999 y 2000. El lema se convertirá en el centro de las reflexiones de dos relatores: sor María Ko, salesiana, analizará su proyección bíblica; monseñor Bruno Forte su dimensión teológica. A las intervenciones les seguirán discusiones en asamblea o por grupos.

El programa del Congreso prevé también espacios llamados «Voz de los continentes». En particular, el 19 de octubre, representantes de los cinco continentes afrontarán el tema «Cómo vives la misión en tu país», reflexionando así sobre la animación misionera de las familias, de los consagrados y sacerdotes, de las comunidades locales y sus planes pastorales.

Para el viernes 20 de octubre está programada la peregrinación a las tres basílicas de San Pablo, San Juan de Letrán y Santa María la Mayor, respectivamente pensadas para los grupos de lengua inglesa, francesa y española.

El sábado 21 de octubre los congresistas podrán visitar la Exposición Misionera Mundial, dedicada al tema «La Creación, el Envío, el Anuncio» y participar, al anochecer, en una fiesta que será organizada en el Palacio de los Deportes de Ariccia, localidad situada cerca de Roma.

La Celebración de la Jornada Misionera Mundial coincidirá, el 22 de octubre, con el vigesimosegundo aniversario del pontificado de Juan Pablo II. Los participantes en el Congreso se reunirán ese día en la Plaza de San Pedro del Vaticano, donde a primeras horas de la mañana tendrán lugar actividades de animación misionera y, a continuación, la celebración eucarística presidida por el Papa. Al final del encuentro, el pontífice conferirá a todos los congresistas el «mandato misionero».


 

EL PROXIMO DOMINGO EL PAPA PEDIRA PERDON POR LAS CULPAS DEL PASADO

La Santa Sede presenta esta liturgia única en la historia

CIUDAD DEL VATICANO, 7 mar (ZENIT.org).- El próximo 12 de marzo, primer domingo de Cuaresma, Juan Pablo II celebrará la Eucaristía y pedirá perdón al Señor por los pecados pasados y presentes de los hijos de la Iglesia.

Es la primera vez en la historia de los Jubileos que se celebra la Jornada del perdón. Se trata de una celebración querida expresamente por el Santo Padre como gesto fuerte de este año santo, que es por naturaleza un tiempo de conversión.

Al presentar esta mañana en la Sala de Prensa de la Santa Sede el significado y el sentido de la Jornada del perdón, el obispo Piero Marini, maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, explicó que «en todas las generaciones ha brillado la santidad de la Iglesia, testimoniada por un número incalculables de sus hijos; de todos modos sufre la contradicción de la presencia del pecado, que ha continuado pesando en el camino del pueblo de Dios. La Iglesia es capaz de cantar el "Magnificat" por la acción de Dios en ella y el "Miserere" por los pecados de los cristianos por los que tiene que purificarse, hacer penitencia y renovarse».

Juan Pablo II, por primera vez en la historia, confesará los pecados cometidos por los cristianos a lo largo de los siglos hasta hoy, con la conciencia de que la Iglesia es un sujeto único. «Esta liturgia abre un camino de conversión, de cambio, con respecto al pasado. Confesar nuestros pecados y los de los que nos han precedido es un acto oportuno de la Iglesia que desde siempre ha sabido discernir las infidelidades de sus hijos».

Monseñor Marini reveló cuáles serán las culpas por las que el Papa pedirá perdón. En concreto, reconocerá los pecados cometidos al servicio de la verdad: intolerancia y violencia contra los disidentes, guerras de religión, violencias y abusos en las cruzadas, métodos violentos de la Inquisición (cf. Juan Pablo II, Promemoria Consistorio 7, 13 de junio de 1994; «Tertio millennio adveniente» 35).

Confesará, además, los pecados que han comprometido la unidad del Cuerpo de Cristo: excomuniones, persecuciones, división de los cristianos (cf. Juan Pablo II, «Tertio millennio adveniente» 34; «Ut unum sint» 34 y 82; Paderborn, 22 de junio de 1996).

A continuación, mostrará el arrepentimiento de los cristianos por los pecados cometidos en relación con el pueblo de Israel: desprecio, actos de hostilidad, silencios (cf. Juan Pablo II, Maguncia, 17 de noviembre de 1980; Basílica Vaticana, 7 de diciembre de 1991; Comisión para las Relaciones con el Hebraísmo, «Nosotros recordamos» 4, 16 de marzo de 1998).

Mencionará los pecados contra el amor y la paz, contra los derechos de los pueblos, el respeto de las culturas y de las demás religiones en concomitancia con la evangelización (cf. Juan Pablo II, Asís, 27 de octubre de1986; Santo Domingo, 13 de octubre de1992; Audiencia general, 21 de octubre de 1992).

Confesará también los pecados contra la dignidad humana y la unidad del género humano: contra las mujeres, las razas y las etnias (cf. Juan Pablo II, Saludo dominical, 10 de junio de 1995; Carta a las mujeres, 29 de junio de 1995).

Por último, reconocerá los pecados en el campo de los derechos fundamentales de la persona y contra la justicia social: los últimos, los pobres, los que están por nacer, injusticias económicas y sociales, marginación (cf. Juan Pablo II, Yaoundé, 13 de agosto de 1985; Audiencia general, 3 de junio de 1992).

El maestro de las Celebraciones litúrgicas pontificias concluyó precisando que «esta liturgia es un servicio a la verdad: la Iglesia no tiene miedo de afrontar las culpas de los cristianos, cuando se da cuenta de sus errores. Es un servicio a la fe: el reconocimiento y la confesión de los pecados abren el camino de una nueva adhesión al Señor. Es un servicio a la caridad, un testimonio de amor en la humildad de quien pide perdón. La Iglesia es también maestra cuando pide al Señor perdón».