Santa Sede

El Vaticano a la ONU: Es posible ganar la guerra contra el SIDA

Propuestas de la Santa Sede para la Cumbre sobre la epidemia VIH

NUEVA YORK, 1 mar 2001 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha propuesto a las Naciones Unidas una serie de medidas de amplísimo alcance con el objetivo de erradicar la difusión y los efectos del virus del sida a nivel mundial.

Al intervenir ante la reunión del Comité de preparación de la Sesión Especial que celebrará la ONU sobre el SIDA (25 al 27 de junio de 2001), el arzobispo Renato R. Martino, observador permanente de la Santa Sede ante esa institución, consideró el pasado 27 de febrero que, si se dan ciertas condiciones, es posible vencer la guerra contra el virus VIH.

La cumbre de las Naciones Unidas tiene por objetivo precisamente revisar el problema del SIDA en todos sus aspectos y promover un compromiso global para combatir la epidemia.

Con este motivo, el 20 de febrero pasado el secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, publicó un informe en el que declara que la epidemia de VIH/SIDA "es el mayor obstáculo para el desarrollo al que nos enfrentamos en nuestro tiempo".

En su informe, Kofi Annan revela que a finales del 2000, en todo el mundo había 36,1 millones de varones, mujeres y niños viviendo con el VIH o con SIDA, y otros 21,8 millones habían fallecido ya por esa enfermedad. Se estima que el mismo año se produjeron unos 5,3 millones de nuevas infecciones y 3 millones de defunciones, la cifra anual de fallecimientos por SIDA más elevada hasta el presente.

Actualmente el SIDA está en todas partes, pero la región del mundo más gravemente afectada es África subsahariana. El 70% de los adultos y el 80% de los niños que viven con el VIH en todo el mundo corresponden al continente africano, al igual que las tres cuartas partes de las personas que han fallecido por causa del SIDA desde el comienzo de la epidemia, constata el informe del secretario general de la ONU. Se estima que, durante 2000, en África subsahariana 3,8 millones de personas pasaron a infectarse por el VIH y 2,4 millones de personas fallecieron por SIDA. Esa enfermedad es ahora la principal causa de mortalidad en África.

Ante este panorama, monseñor Martino, recogiendo la experiencia de asistencia de la Iglesia sobre el terreno en los cinco continentes, ofreció su propuesta: "La misma solidaridad, atención y recursos que permitieron la casi erradicación del flagelo de la poliomielitis y de la viruela, podría aplicarse a la pandemia de VIH/SIDA".

El embajador de Juan Pablo II ante el palacio de cristal de la ONU en Nueva York considera que en la próxima cumbre la ONU tiene que afrontar directamente la raíz de la epidemia. Por eso, afirmó: "La Santa Sede vuelve a exponer su larga y bien conocida posición sobre la propagación de la enfermedad. La abstinencia, el comportamiento responsable, la capacidad para protegerse de los comportamientos irresponsables de los demás y una mayor atención para acabar con la ignorancia que permite la expansión de la enfermedad tienen que ser incluidas en la discusión".

El arzobispo consideró que es necesario en la futura asamblea general dejar a un lado ideologías y afrontar el problema en su realidad: "Tenemos que asegurar la participación de aquellos que están en la línea del frente contra la epidemia, así como la de aquellos que asisten a los que están afectados por el virus VIH y el SIDA".

Al mismo tiempo, el representante pontificio pidió cambiar la mentalidad que se ha extendido por muchos países: "No tenemos que ver la epidemia como algo aplastante, sino más bien como una enfermedad que afecta a una persona, a una familia, a una comunidad, a una nación y al mundo entero".

"La importancia de la próxima sesión especial no debe ser subestimada --concluyó el "embajador" del Papa--. Ofrecerá una oportunidad para discutir, dirigir y establecer una nueva solidaridad para combatir, atender y sanar a los enfermos. Todo el mundo es testigo de cómo muere la gente y las Naciones Unidas tienen que ser el lugar en el que las discusiones reales se afrontan y en el lugar en el que, si Dios quiere, se gana la primera batalla de la guerra".


La Iglesia pierde a uno de sus más grandes misioneros

Fallece el arzobispo Zago, gran experto en diálogo con el budismo

CIUDAD DEL VATICANO, 1 mar 2001 (ZENIT.org).- La Iglesia católica ha perdido hoy a uno de sus más grandes misioneros y expertos en el diálogo con los creyentes de las demás religiones, especialmente con el budismo.

En efecto, a primera hora de la mañana del jueves, murió en su casa de Roma a los 68 años de edad el arzobispo Marcello Zago, secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, organismo vaticano que dirige los territorios de misión.

Religioso de la Congregación de los Oblatos de María Inmaculada, nada más ser ordenado sacerdote, en 1959, fue enviado como misionero a Laos y Camboya, en donde permaneció hasta 1974. Tuvo que abandonar esos países ante la llegada al poder de movimiento de resistencia de los jemeres rojos, que impuso un rígido comunismo en Camboya. Antes de dejar esas tierras, en 1971, había fundado un Centro para el estudio y el diálogo con los budistas.

Tras la llegada de Juan Pablo II a la sede de Pedro, de 1983 a 1986, fue nombrado secretario del Consejo Pontificio para el diálogo interreligioso. En ese cargo, fue uno de los máximos artífices del encuentro de líderes religiosos por la paz celebrado en Asís (27 de octubre de 1986) por convocación del mismo pontífice.

De 1986 a 1998 fue elegido superior general de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. En este período esa Congregación, que cuenta con unos 5.000 religiosos, fundó misiones en 13 nuevos países, ascendiendo así a 68 el número de naciones en las que trabajaba.

Era considerado como uno de los máximos expertos occidentales tanto en misiones como en budismo y de hecho había recibido por este motivo el doctorado "honoris causa" de la Universidad de Ottawa (Canadá). Fue profesor de Misiología y Budismo en las Universidades pontificias de Roma (en la Urbaniana y en la de Letrán), así como en el Ateneo Saint Paul de Ottawa. Desarrolló una intensa actividad periodística, publicando artículos, ensayos y obras sobre temas de misión y de diálogo interreligioso.

En 1998, Juan Pablo II le nombró secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos desde donde mantenía contactos directos con misioneros de todo el mundo. Del 15 al 22 de octubre de 1999, por ejemplo, presidió una misión de paz en Angola en nombre de Juan Pablo II; y del 29 de enero al 3 de febrero del 2000 viajó a Perú como enviado especial del Papa, con motivo de las celebraciones del Centenario de las Prefecturas de la Amazonia peruana.

Monseñor Zago estaba enfermo desde hacía meses y, de hecho, había sido hospitalizado durante largos períodos. En cuanto recuperaba fuerzas, volvía a su oficina para continuar con su trabajo y, sobre todo, para poder recibir noticias frescas de los misioneros que pasaban por Roma.

En un telegrama enviado hoy, Juan Pablo II expresa su admiración por "su profunda espiritualidad", por su "ejemplar vida religiosa", y por su "empuje pastoral como sacerdote y obispo".

En declaraciones a Radio Vaticano, su superior directo, el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el cardenal Jozef Tomko, afirma: para monseñor Zago el diálogo "formaba parte de la misión, no lo veía en oposición ni como un problema. Para él el diálogo era el diálogo para el anuncio y el anuncio, que es también diálogo, estaba orientado necesariamente a la misión. Para él esto no era un problema. Contraponer una cosa con la otra era inconcebible".


Cumbre del "ministerio" de Juan Pablo II para América Latina

Analizará la nueva evangelización en el "subcontinente" de la esperanza

CIUDAD DEL VATICANO, 1 mar 2001 (ZENIT.org).- La constatación de que casi la mitad de los católicos del mundo son latinoamericanos imprime un interés especial a la reunión que el "ministerio" de Juan Pablo II para el "subcontinente" de la esperanza va a celebrar a finales de este mes sobre la nueva evangelización.

Como informa hoy un comunicado de prensa distribuido por la Sala de Prensa de la Santa Sede, la Comisión Pontificia para América Latina celebrará una reunión plenaria en el Vaticano del 20 al 23 de marzo para afrontar las "Realidades, problemas, perspectivas o propuestas pastorales en orden a la nueva evangelización, a la luz de la exhortación apostólica postsinodal "Ecclesia in America"".

Este último es el documento escrito por Juan Pablo II para recoger las conclusiones del primer sínodo de ese continente que se celebró en el Vaticano entre noviembre y diciembre de 1997.

El encuentro, en el que participarán unos cuarenta cardenales y obispos de la Curia romana y de América Latina, pretende, en definitiva, "analizar la actual situación eclesial de América Latina según las orientaciones del citado documento pontificio. Los consejeros y miembros participantes plantearán las cuestiones pastorales que juzguen de mayor importancia o urgencia", continúa explicando el comunicado vaticano.

Esta especie de "ministerio" del Papa para América Latina fue instituido por Pío XII en 1958. Dado que depende de la Congregación vaticana para los Obispos, en estos momentos está presidida por el neocardenal Giovanni Battista Re. Juan Pablo II la reestructuró y potenció pocos días después de uno de sus viajes a América Latina, en 1988, en el que visitó Uruguay, Bolivia, Perú y Paraguay.

Tras la reforma de la Curia romana, traída poco después por el mismo Papa en ese año, la Comisión, cuyo vicepresidente es el obispo español Cipriano Calderón, tiene por objetivo "aconsejar y ayudar a las Iglesias particulares en América Latina: además, estudiar las cuestiones que se refieren a la vida y progreso de dichas Iglesias, especialmente estando a disposición, tanto de los dicasterios de la Curia interesados por razón de su competencia, como de las mismas Iglesias para resolver dichas cuestiones" (Constitución apostólica "Pastor Bonus", n. 83).

Juan Pablo II ha previsto, además, que esta Comisión "le corresponde favorecer las relaciones entre las instituciones eclesiástica internacionales y nacionales, que trabajan en favor de las regiones de América Latina. y los dicasterios de la Curia Romana" (ibídem).

Al final de la próxima reunión de esta institución de finales de mes se elaborarán unas conclusiones finales que serán entregadas al Papa, a los dicasterios de la Curia romana y a las Conferencias Episcopales de América Latina. Juan Pablo II se reunirá con los participantes al concluir sus trabajos.


La Iglesia perfila su estrategia a favor de la "cultura de la vida"

Asamblea de la Academia Pontificia para la Vida en el Vaticano

CIUDAD DEL VATICANO, 1 mar 2001 (ZENIT.org).- Ha comenzado hoy en el Vaticano la asamblea general de la Academia Pontificia para la Vida, una reunión en la que intelectuales católicos y pastores de la Iglesia están perfilando estrategias para promover de manera más convincente la "cultura de la vida".

El Consejo directivo de esta Academia, presidida por el catedrático chileno Juan de Dios Vial Correa, ha querido de este modo que el encuentro, que concluirá el próximo 4 de marzo, sirva para encontrar medios y métodos positivos para promover en toda su belleza el respeto del derecho humano más fundamental.

La asamblea continúa con el trabajo realizado por la Academia en su reunión del año pasado, que sirvió para hacer un balance a nivel social y jurídico sobre el estado del derecho a la vida, en especial en los últimos cinco años del siglo pasado (es decir, a partir de la publicación de la encíclica de Juan Pablo II "Evangelium Vitae", 25 de marzo de 1995). Las conclusiones de aquel encuentro ahora se encuentran recogidas en el volumen ""Evangelium Vitae": Five Years of Confrontation with the Society".

La Academia fue fundada por Juan Pablo II en 1994 con el objetivo de que sirva para "estudiar, informar y formar sobre los principales problemas de biomedicina y de derecho, relativos a la promoción y a la defensa de la vida, sobre todo en la relación directa que éstos tienen con la moral cristiana y las directivas del Magisterio de la Iglesia".

Pertenecen a la Academia 70 Miembros --nombrados por el Papa--, que representan las distintas ramas de las ciencias biomédicas y aquellas que están estrechamente relacionadas con los problemas concernientes a la promoción y defensa de la vida. También hay 3 Miembros "ad honorem" y Miembros por correspondencia que trabajan en Institutos y centros de estudio sobre la cultura de la vida.

El obispo Elio Sgreccia, vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida y director del Instituto de Bioética de la Universidad del Sagrado Corazón de Roma, en declaraciones concedidas a los micrófonos de "Radio Vaticano" (http://www.radiovaticano.org), explica de dónde proceden hoy los desafíos a la "cultura de la vida".

"Tienen orígenes diferentes --aclara--. Por un lado, son de carácter científico: la ciencia propone recursos, técnicas de intervención sobre la vida humana, como por ejemplo la utilización de embriones humanos como recurso terapéutico o la "píldora del día después", por citar dos casos concretos de actualidad. Se trata de técnicas que pueden destruir vidas humanas o que acaban haciendo del hombre un simple instrumento".

"Existen otros desafíos que pueden ser planteados por la ley --añade monseñor Sgreccia--: se trata de propuestas de ley que hoy existen en el mundo, por ejemplo, sobre eutanasia, aborto o procreación artificial".

Por último, sigue explicando el prelado, "Hay atentados a la vida que son debidos a comportamientos desviados. Pongamos, por ejemplo, el caso del consumo de droga o el contagio de enfermedades infecciosas a causa de una mala expresión de la propia sexualidad".

"De modo que los desafíos a la cultura de la vida proceden de orígenes diferentes, aunque todos surgen de un mismo manantial: la cultura de la muerte --recapitula Sgreccia--. La cultura de la muerte nace de la búsqueda frenética del hedonismo, del placer, de la utilidad del individuo menoscabando otros valores de la persona misma o de otras personas".

El vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida, sin embargo, considera que, a pesar de los desafíos, hay motivos de esperanza: "Los recursos del hombre son prodigiosos cuando son movilizados para el bien de la humanidad y para el bien de las generaciones futuras".

"Y nosotros cristianos, creyentes, en particular --continúa aclarando--, sabemos que podemos contar con la Revelación, con la ayuda de la gracia que regenera continuamente la vida y puede regenerar también la cultura de la vida.

"Obviamente, es necesaria una movilización que no se limite a los individuos, sino que reúna también a grupos y a toda la Iglesia --concluye--. De manera especial, tenemos que dirigirnos a los laicos para que se pongan al servicio de la vida humana, de la familia, de la salud, y propongan una movilización de todas las fuerzas para promover la cultura de la vida".


El Papa: Cuarenta días para aprender a amar

No se puede amar a Dios y cerrar los ojos al sufrimiento y la miseria

CIUDAD DEL VATICANO, 28 feb 2001 (ZENIT.org).- Cuarenta días para aprender a amar a Dios y a los hermanos. Este es, en definitiva, según Juan Pablo II, el sentido de la Cuaresma que hoy comenzaron los cristianos.

Cuarenta días que se basan en una constatación que en el rito de este Miércoles de Ceniza hicieron todos los cristianos: "Acuérdate de que eres polvo y en polvo te convertirás", recordó el pontífice junto a los cinco mil peregrinos que se congregaron esta mañana como todos los miércoles en la sala de audiencias del Vaticano.

Ahora bien, si bien es verdad que "todo pasa y todo está destinado a morir", y que "viandantes que no tienen que olvidar su auténtica y definitiva meta: el Cielo", el obispo de Roma insistió también en que "el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, es para la vida eterna", añadió el Santo Padre.

"En la vida de todos los días se corre el riesgo de ser absorbidos por las ocupaciones y los intereses materiales", añadió el pontífice. Por eso, "la Cuaresma es una ocasión favorable para vivir un despertar a la fe auténtica, para una recuperar la relación con Dios y para vivir un compromiso evangélico más generoso".

Los medios son los de siempre, recordó: "la oración, el ayuno, la penitencia, así como la limosna, es decir, la capacidad para compartir lo que tenemos con los necesitados". Ahora bien, constituyen "un camino ascético personal y comunitario que, en ocasiones, resulta particularmente arduo a causa del ambiente secularizado que nos rodea".

De hecho, la preocupación por las necesidades del prójimo es quizá el termómetro de la temperatura del amor, añadió Juan Pablo II. "Quien ama al Señor no puede cerrar los ojos ante las personas y pueblos que experimentan el sufrimiento y la miseria".

"Después de haber contemplado el rostro del Señor crucificado --preguntó--, ¿cómo es posible no reconocerlo y servirlo en quien sufre el dolor y el abandonado?".

Este es, por tanto, el fruto de una auténtica Cuaresma, concluyó el Papa: "un amor más grande y universal".


La Cuaresma: escuela de oración y pacificación, pide el Papa

Preside la celebración del Miércoles de Ceniza en una iglesia de Roma

CIUDAD DEL VATICANO, 28 feb 2001 (ZENIT.org).- Con una invitación a que las comunidades cristianas se conviertan en escuelas de oración y pacificación, Juan Pablo II dio inicio en la tarde de este Miércoles de Ceniza a la Cuaresma del año 2001.

Fue una celebración sumamente sobria. Comenzó a las cinco de la tarde en la iglesia de San Anselmo, en el monte Aventino en Roma. En ella, el pontífice se recogió en unos minutos de oración absorta. Después se unió a una procesión en la que participaron monjes benedictinos y frailes dominicos así como numerosos peregrinos hasta llegar a la iglesia de Santa Sabina, donde presidió la liturgia de la Palabra.

El rito, como todos los años, fue presidido por el cardenal Jozef Tomko, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, pero fue el pontífice quien pronunció la homilía.

"El camino al que nos invita la Cuaresma se vive, ante todo, en la oración: las comunidades cristianas tienen que convertirse, en estas semanas, en auténticas escuelas de oración".

Para ello, añadió, es necesario acercarse al sacramento de la reconciliación, donde "cada uno puede redescubrir a Cristo", en el que "Dios nos muestra su corazón compasivo y nos reconcilia plenamente consigo".

Al mismo tiempo, el Santo Padre reconoció que "en el mundo de hoy crece "la necesidad de pacificación y perdón". Y la Iglesia, explicó, tiene el deber de anunciar "el perdón y el amor a los enemigos". De este modo, "es consciente de introducir en el patrimonio espiritual de la humanidad una nueva manera de relacionarse con los demás".

"¡Este es el don que ofrece también a los hombres de nuestro tiempo", concluyó.

Tras la homilía impuso las cenizas a la comunidad dominica de la iglesia de Santa Sabina.


Juan Pablo II pide no olvidar la tragedia de Afganistán

Una catástrofe humanitaria que corre el riesgo de pasar en la indiferencia

CIUDAD DEL VATICANO, 28 feb 2001 (ZENIT.org).- El Papa lanzó esta mañana un llamamiento para romper el hielo de la indiferencia ante la "grave emergencia humanitaria" que está acabando con la vida de miles de personas en Afganistán.

Antes despedirse de los cinco mil peregrinos que esta mañana participaron en la audiencia general del miércoles, Juan Pablo II leyó unas palabras que había preparado a última hora, pues de hecho no se encontraban en los textos bajo embargo que se habían distribuido a la prensa.

"Una grave emergencia humanitaria se está perfilando en Afganistán --constató el Santo Padre--. Cada día llegan alarmantes noticias de innumerables víctimas entre los evacuados a causa de la sequía y la guerra civil. Miles de personas corren el riesgo de morir de hambre y de frío, en especial los niños, los enfermos y los ancianos".

"Expreso mi vivo aprecio por los esfuerzos de las organizaciones humanitarias que están tratando de llevar ayudas urgentes al pueblo afgano --concluyó el obispo de Roma--. Al mismo tiempo, invito a la comunidad internacional a no olvidar esta trágica situación y pido que las partes en lucha en una demasiado larga y sangrienta lucha declaren un inmediato alto al fuego para que los socorros puedan llegar a tiempo a las zonas a riesgo".

Afganistán se ha convertido en el país del mundo con el mayor número de refugiados. Este país, que en 1998 tenía 24.792.375 habitantes, tiene en su interior a medio millón de evacuados. Fuera de sus fronteras hay unos tres millones de refugiados. Buena parte viven Pakistán e Irán.

Laura Boldrini, portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en declaraciones concedidas a la prensa el pasado 18 de febrero, explicaba que en algunos casos las situaciones son extremas, como sucede en el campo de tránsito de Jalozai, en la frontera con Pakistán. Allí, 80.000 personas sobreviven sin agua potable y sin desagües, con riesgo de epidemias.

Las dos últimas décadas de Afganistán se han caracterizado por la sangre y el hambre. Primero fue la larga y sangrienta guerra contra el régimen comunista soviético (los soldados rusos abandonaron el país en 1988). Después la guerra civil continuó de manera violentísima entre las diferentes facciones islámicas. La situación se hizo más difícil aún cuando la milicia integrista de los talibán se hizo con el poder de la capital Kabul, en 1996, imponiendo la ley islámica de la manera más radical. Ahora, la sequía más grave de los últimos treinta años ha hecho que la situación se convierta en desesperada.

El frío, además, es terrible, las temperaturas descienden hasta 30 grados bajo cero. ACNUR constata, por ejemplo, que en un campo de refugiados del Noreste de Pakistán, en una sola noche, han muerto de frío 110 refugiados. En Herart, en las noches entre el 29 y el 31 de enero, fallecieron cerca de 480 personas, la mayor parte niños.


Carta papal sobre el gran converso del anglicanismo del siglo XIX

Juan Pablo II recuerda a John Henry Newman

CIUDAD DEL VATICANO, 27 feb 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha querido recordar el segundo centenario del nacimiento del cardenal John Henry Newman, uno de los católicos ingleses más influyentes del siglo XIX, convertido del anglicanismo, y lo propone como modelo a los cristianos de inicios de milenio.

Según el Papa, Newman es un clásico en el sentido más propio de la palabra: "Nació en una fecha específica, el 21 de febrero de 1801, en un lugar específico, Londres, y en una familia específica. Pero la misión particular que se le confió pertenece a todo tiempo y lugar".

El hoy venerable Newman vio la luz en el seno de una familia de banqueros. Desde muy joven sintió una pasión por Dios y las cosas del espíritu que le llevaron a ordenarse sacerdote en 1825 en el seno de la comunidad eclesial en la que había sido bautizado, la Iglesia anglicana.

Desempeñó su labor como pastor anglicano durante catorce años como vicario de la Iglesia de Santa María, anexa a la Universidad de Oxford, punto de encuentro de intelectuales ingleses de la época. De este modo adhirió al "Movimiento de Oxford" con el objetivo de restituir a la Iglesia anglicana el derecho a considerarse como parte de la Iglesia universal, al igual que la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas.

Al tratar de hacer su propia interpretación de los 39 artículos de la iglesia anglicana con su famoso "Tract 90" comenzó a descubrir la verdad en la Iglesia católica, ganándose las críticas de la comunidad universitaria de Oxford como por la misma Iglesia de Inglaterra. Tras retirarse en el silencio de la oración y el estudio durante tres años, en 1945 abrazó catolicismo, en cuyo seno fue ordenado sacerdote.

Su talla intelectual y su pasado anglicano hicieron de él un puente para la comprensión del diálogo con la Iglesia y la sociedad de Inglaterra, ofreciendo todavía hoy a través de sus numerosos escritos interesantes sugerencias. El Papa León XIII, en reconocimiento de sus méritos, le creó cardenal en 1879. Falleció en la misma ciudad de Birmingham el 11 de agosto de 1890.

En su carta, publicada hoy por la Sala de Prensa de la Santa Sede, el Papa se refiere a la época "tormentosa" en que tuvo que vivir Newman, "cuando las antiguas certidumbres se tambaleaban y los creyentes se enfrentaban con la amenaza del racionalismo de una parte y del fideísmo de otra. El racionalismo rechazaba la autoridad y la trascendencia, mientras el fideísmo resolvía los desafíos de la historia y las tareas de este mundo con una dependencia mal entendida de la autoridad y del gobierno".

"En un mundo así, Newman estableció una síntesis memorable entre fe y razón", uno de los argumentos que más han apasionado a Karol Wojtyla desde su juventud y al que ha dedicado su última encíclica.

En particular, el Papa explica que, en su búsqueda personal, el futuro cardenal tendría que afrontar el dolor y las tribulaciones, "que en lugar de menoscabarle o aniquilarle, reforzaron paradójicamente su fe en el Dios que le había llamado, y le confirmaron en la convicción de que Dios "no hace nada en vano"".

De hecho, Newman tuvo que soportar tanto las críticas de católicos que decían que no se había convertido realmente a la Iglesia católica como la de anglicanos que obviamente no compartían su decisión.

El obispo de Roma concluye ofreciendo la gran lección de este inglés del siglo pasado: "Al final, lo que resplandece en Newman es el misterio de la Cruz del Señor, que fue el corazón de su misión, la verdad absoluta que él contempló, la "cariñosa luz" que le guió en su vida".

El proceso de beatificación del cardenal Newman se encuentra en fase avanzada. El 22 de enero de 1991 Juan Pablo II reconoció sus virtudes heroicas. Esta carta es vista por algunos de los expertos como un nuevo empujón del Santo Padre para atraer la atención de los católicos por una figura que en algunos aspectos es indudablemente profética.


Implicaciones filosóficas de los últimos avances de la ciencia

Habla el canciller de la Academia Pontificia de las Ciencias

ROMA, 27 feb 2001 (ZENIT.org).- Con el lema "Los desafíos de la ciencia", luminarias de la astronomía, la física, la neurobiología, inmunología, etc. de todo el mundo, se han dado cita en la Academia Pontificia de las Ciencias, en el Vaticano, para celebrar un debate de dos días, viernes y sábado de la pasada semana.

La cita ha servido, además, para hacer un recuerdo especial del científico brasileño Carlos Chagas, que fue presidente de la Academia de 1972 a 1988, en el primer aniversario de su muerte.

En el curso de la reunión, los participantes, todos ellos miembros de esta Academia de las Ciencias, la primera de la historia, han analizado las nuevas fronteras y las implicaciones ético-filosóficas que se plantean a los investigadores tras los últimos avances en campos los alimentos transgénicos o la biomedicina: mapa del genoma humano o investigación sobre las células estaminales...

El canciller de la Academia, monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, que ha sido elevado hace poco por el Papa a la dignidad episcopal, ha hecho ante los micrófonos de Radio Vaticano un perfil de Carlos Chagas y de su herencia científica y moral.

"Indudablemente --explica--, Chagas es una figura del mundo de la ciencia y provenía de una familia de científicos. El padre de Chagas, que también se llamaba Carlos, es muy famoso, sobre todo en América Latina, porque descubrió el llamado "mal de Chagas", en 1909. Se dedicó al estudio de esta enfermedad y fundó un Instituto muy importante en Brasil, del que han surgido muchos centros que se dedican a combatir esta plaga".

La enfermedad de Chagas es considerada como el cuarto de los flagelos mortíferos de América Latina, después de las infecciones respiratorias, la diarrea y el sida. Científicamente responde a la denominación de tripanosomiasis y es transmitida por un insecto.

Por su parte, el hijo, añade el futuro obispo, "fue presidente durante 16 años de la Academia, en la última parte del pontificado de Pablo VI y en la primera parte del de Juan Pablo II. Organizó congresos importantes. Era un hombre que tenía un carisma indudable, atraía. Las actas de la mayor parte de estos congresos han sido publicadas y todos pueden aprovecharse ahora de estas investigaciones".

En el encuentro de la semana pasada, que ha tenido lugar en el Vaticano, monseñor Sorondo revela que los miembros de la Academia Pontificia han querido homenajear a Chagas con una investigación, cada uno según su campo específico. De hecho, lo que distingue a la Academia de las Ciencias del Papa de las que existen en el resto del mundo es su internacionalidad (hay miembros de todos los continentes) y su carácter multidisciplinar.

"Uno de los temas más debatidos es el de los alimentos transgénicos, de los que hoy se discute tanto --añade el prelado--. Una vez más la Academia ha tratado de vivir su finalidad y presentar al hombre de hoy las investigaciones concretas en favor de su humanización y de una mejor calidad de vida".

El obispo argentino no ha filtrado conclusiones sobre la discusión en este campo de la alimentación transgénica. Para tener más detalles habrá que esperar a futuros encuentros y publicaciones de esta Academia que desde los tiempos de Galileo Galilei --fue uno de sus primeros miembros-- busca transmitir un saber científico en armonía con las exigencias éticas.


El Papa convoca un consistorio de cardenales sobre la reforma en la Iglesia

El encuentro tendrá lugar meses antes del Sínodo de obispos de octubre

CIUDAD DEL VATICANO, 26 feb 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha convocado una reunión de todos los cardenales de la Iglesia católica para analizar los desafíos que tiene que afrontar el cristianismo a inicios de milenio.

Este "consistorio extraordinario", según ha explicado hoy el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, tendrá lugar del 21 al 24 de mayo próximo.

"El tema central de esta sexta reunión plenaria del colegio cardenalicio es el estudio de las perspectivas de la Iglesia para el tercer milenio, a la luz de la reciente carta apostólica del Santo Padre "Novo millennio ineunte"".

El Papa, con esta reunión, convoca a todos los cardenales, también a aquellos que han superado los ochenta años y que por tanto no podrían participar en un eventual cónclave.

Si bien el comunicado de prensa de la Santa Sede no es muy explícito, según revelaba hoy el diario romano "Il Messaggero" los "senadores" de la Iglesia católica profundizarán con el Papa sobre el "ministerio petrino", es decir, el papel y las funciones del primado del obispo de Roma, así como sobre la "colegialidad episcopal", esto es, el ministerio de los obispos en unión entre sí y en comunión con el pontífice.

Una cuestión que el Papa plantea en el número 44 de la "Novo millennio ineunte" con estas palabras: "El nuevo siglo debe comprometernos más que nunca a valorar y desarrollar aquellos ámbitos e instrumentos que, según las grandes directrices del Concilio Vaticano II, sirven para asegurar y garantizar la comunión. ¿Cómo no pensar, ante todo, en los servicios específicos de la comunión que son el ministerio petrino y, en estrecha relación con él, la colegialidad episcopal?".

En segundo lugar, el consistorio debería abordar, según ha anticipado el "vaticanista" Orazio Petrosillo en "Il Messaggero", el estado de las relaciones entre la Iglesia católica y las Iglesias cristianas de cara al "restablecimiento de la comunión plena".

En su encíclica sobre el ecumenismo, la "Ut unum sint", en mayo de 1995, el Papa escribía: "Estoy convencido de tener al respecto una responsabilidad particular, sobre todo al constatar la aspiración ecuménica de la mayor parte de las Comunidades cristianas y al escuchar la petición que se me dirige de encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva" (n. 95). El tema, por tanto, está servido.

Además, el Papa debería hacer con los cardenales, según el diario romano, un balance final del Jubileo, en el que se hablaría, entre otras cosas de la cuestión particular de la deuda externa de los países pobres.

Terminado el Jubileo, Juan Pablo II parece plantearse metas sorprendentemente ambiciosas en aspectos importantísimos para la vida de la Iglesia. En la misma "Novo millennio ineunte", las expone: "Se ha hecho mucho, desde el Concilio Vaticano II, en lo que se refiere a la reforma de la Curia romana, la organización de los Sínodos y el funcionamiento de las Conferencias Episcopales. Pero queda ciertamente aún mucho por hacer para expresar de la mejor manera las potencialidades de estos instrumentos de la comunión, particularmente necesarios hoy ante la exigencia de responder con prontitud y eficacia a los problemas que la Iglesia tiene que afrontar en los cambios tan rápidos de nuestro tiempo" (n. 44).

El Papa está lanzando de este modo una gran reflexión sobre la reforma de la Iglesia. Él la describe así en la misma carta apostólica, en el número siguiente: "Los espacios de comunión han de ser cultivados y ampliados día a día, a todos los niveles, en el entramado de la vida de cada Iglesia. En ella, la comunión ha de ser patente en las relaciones entre obispos, presbíteros y diáconos, entre pastores y todo el Pueblo de Dios, entre clero y religiosos, entre asociaciones y movimientos eclesiales".

"Para ello se deben valorar cada vez más los organismos de participación previstos por el Derecho canónico, como los Consejos presbiterales y pastorales --añade--. Éstos, como es sabido, no se inspiran en los criterios de la democracia parlamentaria, puesto que actúan de manera consultiva y no deliberativa sin embargo, no pierden por ello su significado e importancia. En efecto, la teología y la espiritualidad de la comunión aconsejan una escucha recíproca y eficaz entre pastores y fieles, manteniéndolos por un lado unidos a priori en todo lo que es esencial y, por otro, impulsándolos a confluir normalmente incluso en lo opinable hacia opciones ponderadas y compartidas".

El consistorio especial tendrá lugar cinco meses antes de la celebración del Sínodo universal sobre la figura del obispo, de gran importancia sin duda para el futuro de la Iglesia.


Los "consistorios especiales" de Juan Pablo II

El Papa siempre reúne a los cardenales para tocar temas de actualidad

CIUDAD DEL VATICANO, 26 feb 2001 (ZENIT.org).- Siete años después, Juan Pablo II vuelve a convocar en un "consistorio extraordinario" al que están invitados todos los cardenales de la Iglesia católica y, como en aquella ocasión, los argumentos afrontados en la misma serán de candente actualidad.

Se comienza con la misma inquietud que expuso el Santo Padre el 13 de junio de 1994, cuando planteó a los purpurados el gran desafío de avanzar hacia la plena comunión con la Iglesia ortodoxa, después de casi mil años de separación.

Juan Pablo II ha dado gran importancia desde su primer año de pontificado a este tipo de reuniones de cardenales. La próxima, como ha anunciado hoy la Sala de Prensa del Vaticano, tendrá lugar del 21 al 24 de mayo próximo para afrontar las grandes cuestiones que él mismo ha planteado en la carta apostólica de clausura del Jubileo, la "Novo millennio ineunte". Están invitados a participar los 183 purpurados en vida, tanto los 135 electores como los 48 no electores (han cumplido ya los ochenta años).

Del 5 al 9 de noviembre de 1979, en el primer consistorio convocado por este Papa, los cardenales analizaron la aplicación del Concilio Vaticano II, la reforma de la Curia romana, las relaciones Iglesia-cultura, y la cuestión de las finanzas del Vaticano.

Del 23 al 26 de noviembre de 1982, los purpurados volvieron a discutir la cuestión de las finanzas vaticanas tras la bancarrota del Banco Ambrosiano, una banca privada en la que se apoyaba para sus operaciones la Santa Sede, y que acarreó graves consecuencias, no sólo al Vaticano, sino también a otras identidades en Italia. Se continuó analizando la reforma de la Curia romana y se analizó la aplicación del nuevo Código de Derecho Canónico.

Entre el 21 y el 23 de noviembre de 1985 los cardenales fueron convocados en Roma de nuevo para afrontar de lleno las relaciones Santa Sede-diócesis, papa-obispos, y se dio un paso decisivo hacia la reforma que después haría Juan Pablo II de la Curia romana.

El consistorio del 4 al 6 de abril de 1991 tuvo dos temas: "la guerra entre la cultura de la muerte y la cultura de la vida", con cincuenta millones de abortos en el mundo al año, y el ataque de las sectas a la Iglesia católica.

Por último, la convocatoria de junio de 1994 estuvo orientada a preparar el gran Jubileo del año 2000. Algunos cardenales se expresaron contra la petición de perdón que el Papa quería presentar (como después hizo) por los errores históricos de los hijos de la Iglesia.


Sólo Cristo salva: acuerdo entre el Vaticano y un teólogo de "vanguardia"

Superadas las ambigüedades suscitadas por el padre Jacques Dupuis

CIUDAD DEL VATICANO, 26 feb 2001 (ZENIT.org).- Si todos los creyentes pueden salvarse, entonces, ¿todas las religiones se equivalen? Esta es la pregunta que han planteado numerosos fieles a la Santa Sede tras leer el libro de un conocido teólogo belga en el que afronta un tema inexplorado por la teología cristiana: el pluralismo religioso.

En respuesta a estos interrogantes, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado hoy con la aprobación del mismo interesado una "Notificación" en la que aclara algunas de las afirmaciones del sacerdote jesuita Jacques Dupuis sobre cuestiones ligadas a uno de los aspectos esenciales al tesoro más grande de la Iglesia, su mensaje.

El documento analiza el libro "Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso", (Maliaño, Cantabria, Ed. Sal Terrae) escrito en 1997 por el padre Dupuis (76 años), profesor de teología de la Universidad Pontificia Gregoriana en Roma, quien ha enseñado durante décadas en India. Aquella experiencia pedagógica le influyó decisivamente y, al estar en contacto con las tradiciones religiosas asiáticas, quiso adentrarse en una nueva senda.

El documento vaticano, que aparece publicado el 27 de febrero en "L'Osservatore Romano", diario oficioso vaticano, en su edición diaria en italiano, lleva la firma del cardenal Joseph Card. Ratzinger y del arzobispo Tarcisio Bertone, prefecto y secretario respectivamente de la Congregación para la doctrina de la fe y es fruto de años de diálogo con el mismo padre Dupuis, quien desde el planteamiento mismo del libro reconoce que "su hipótesis puede suscitar un número de interrogantes semejante al de aquellos para los que propone soluciones".

La cuestión está en que, como reconoce tanto el padre Dupuis como la Congregación vaticana, el libro no es una teología de las religiones, "sino de una teología del pluralismo religioso, que busca, a la luz de la fe cristiana, el significado que tiene la pluralidad de las tradiciones religiosas dentro del designio divino para la humanidad".

Se trata, por tanto, de un acercamiento nuevo y, como todos los argumentos de vanguardia, ponen al autor frente a "problemáticas hasta ahora inexploradas" en las que no siempre es fácil moverse.

El cardenal Ratzinger y monseñor Bertone reconocen, de hecho, "el intento del religioso de mantenerse dentro de los límites de la ortodoxia". Se trata de una actitud que el teólogo ha demostrado, además, con unas "Respuestas" que él mismo ofreció a los expertos y consultores de la Congregación el 30 de junio de 1999.

Ahora bien, la Congregación vaticana encargada de velar por la integridad del depósito de la fe, como confirma en la "Notificación", "ha constatado que el libro contiene ambigüedades y dificultades notables sobre puntos doctrinales de relevante importancia, que pueden conducir al lector a opiniones erróneas y peligrosas".

Se trata de argumentos que afectan a la concepción de la salvación en Cristo, pues pueden llevar a pensar que cualquier religión es de por sí un camino válido para la salvación. Ahora bien, quien cree que hay salvación fuera de Cristo, si bien está en todo su derecho de hacerlo, no puede decirse con pleno conocimiento de causa cristiano. Ciertamente todos los creyentes de las diferentes religiones, como enseñó el Concilio Vaticano II, se salvan si son fieles a su conciencia; ahora bien, lo hacen en virtud de la salvación traída por el mismo Jesús.

En particular, utilizando necesariamente un lenguaje teológico, la Santa Sede explica que los grandes interrogantes que suscita el libro afectan a "la interpretación de la mediación salvífica única y universal de Cristo, la unicidad y plenitud de la revelación de Cristo, la acción salvífica universal del Espíritu Santo, la ordenación de todos los hombres a la Iglesia, el valor y el significado de la función salvífica de las religiones". Argumentos todos ellos afrontados por la misma Congregación para la Doctrina de la Fe en la declaración "Dominus Iesus" del mes de septiembre pasado.

Al ofrecer su aquiescencia al texto vaticano, el padre Dupuis se ha comprometido a "dar su asentimiento a las tesis enunciadas y a atenerse en el futuro, en su actividad teológica y en sus publicaciones, a los contenidos doctrinales indicados en la Notificación, cuyo texto deberá aparecer además en las eventuales reimpresiones o reediciones del libro en cuestión y en las correspondientes traducciones".

Puede consultar la "Notificación" vaticana


El Papa en una parroquia romana de periferia

Una mañana de domingo entre las familias

CIUDAD DEL VATICANO, 26 feb 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II abandonó ayer los muros vaticanos para vivir una mañana como la de tantos párrocos y obispos de todo el mundo celebrando la eucaristía en la parroquia y encontrándose con los niños, los jóvenes, los ancianos, y las familias.

Ha sido la parroquia número 292 que visita el pontífice desde el inicio de su pontificado. Se trataba de un templo que acaba de construirse a las afueras de Roma (se inauguró en abril del año pasado), la iglesia de la Natividad de María, en la Vía Bravetta. Hasta hace poco tiempo, los fieles de este barrio tenían que reunirse en un garaje.

La figura blanca llegó a las 9:30 de la mañana, y lo primero que hizo fue saludar a la gente que se había reunido a la entrada, vestida de fiesta, y soportando una ligera lluvia de finales de febrero.

Los más contentos eran los niños, que no dejaban de cantar ni aunque se lo pidieran. Mónica, de doce años, fue la encargada de saludar al final al pontífice en nombre de todos, recordando que en ese día "el sueño de los jóvenes parroquianos se hacía realidad", pues Juan Pablo II ha bendecido la "nueva casa" de esta comunidad, donde, concluyó, se respira "el calor de la fe".

Durante la homilía de la eucaristía, el obispo de Roma entregó a esta parroquia el mensaje que pocos días antes había enviado a su diócesis con motivo del final del Jubileo del año 2000, un año inolvidable para esa ciudad. En el texto invita a las parroquias a "salir de sí mismas" y a afrontar los sufrimientos de su gente, ofreciendo ayuda concreta.

"Seguid adelante por este camino --exhortó ayer a la parroquia-- privilegiando en primer lugar la atención a las familias, que con frecuencia no son capaces de asegurar una formación cristiana adecuada a sus hijos".

Luego, el pensamiento del Santo Padre se dirigió a los pequeños, pues, reconoció, "hay niños y adolescentes que tienen necesidad de alguien que les ayude a crecer en la fe".

Una misión particular que esta reservada a los jóvenes, a quienes confió la tarea de "ser los primeros evangelizadores de sus coetáneos".


El Papa recibe al primer ministro de Rusia

Problemas de libertad religiosa para los católicos

CIUDAD DEL VATICANO, 26 feb 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II recibió esta mañana al presidente del Consejo de la Federación Rusa, Mijailovich Kasianov, quien llegó al Vaticano acompañado por un séquito de unas diez personalidades.

Tras la audiencia papal, que duró una media hora, como ha informado el portavoz vaticano Joaquín Navarro-Valls, el primer ministro se encontró con el cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano.

"En el curso de los coloquios desarrollados en un clima muy cordial --ha seguido explicando Navarro-Valls--, ha tenido lugar un intercambio de opiniones sobre la situación en Rusia y en Europa, así como sobre las relaciones bilaterales entre la Federación Rusa y la Santa Sede".

Todos los obispos católicos rusos, quienes informaron personalmente al Papa sobre la situación de la Iglesia en el país entre el 5 y el 9 de febrero pasado, han denunciado las restricciones que ha impuesto a la Iglesia católica la nueva Ley de libertad religiosa, que impide en algunos casos el registro de las organizaciones eclesiales y la labor de los sacerdotes y misioneros católicos presentes en ese inmenso territorio.

En el comunicado de la Sala de Prensa no se hace ninguna alusión a un posible viaje del Papa a Moscú, que hasta ahora ha sido impedido por el patriarcado ortodoxo de Rusia.

Al final del encuentro, el pontífice y el primer ministro ruso posaron juntos para tomarse la típica foto de recuerdo. Kasianov regaló a su anfitrión un precioso plato de bronce con incrustaciones de piedras preciosas, mientras que el pontífice le agradeció la visita con medallas de su pontificado.

En la misma mañana de hoy, el Santo Pare recibió en audiencia al ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Wladislaw Bartoszewski.


La Iglesia necesita hoy disponibilidad al martirio, afirma el Papa

Los nuevos cardenales consolidan el "código genético" eclesial, aclara

CIUDAD DEL VATICANO, 25 feb 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II está convencido de que la Iglesia de nuestros tiempos, para ser fiel a su misión, tiene necesidad de mártires. Y los primeros que deben dar el ejemplo son los 44 cardenales que acaba de crear.

Al encontrarse este mediodía con más de 10 mil peregrinos en la plaza de San Pedro del Vaticano, que como todos los domingos se congregaron para rezar con la oración mariana del "Angelus", Juan Pablo II respondió a una pregunta que hoy día se hacen muchos cristianos: "¿cómo puede mantenerse fiel la Iglesia a su vocación, en un tiempo en el que la cultura dominante parece ir con frecuencia contra la lógica exigente del Evangelio?".

A este interrogante el Papa respondió precisamente haciendo alusión al "color rojo de las ropas de los cardenales".

Juan Pablo II se había escapado esta misma mañana para visitar como un obispo más la parroquia la Natividad de María, situada en un barrio a las afueras de Roma, la comunidad parroquial de la Ciudad Eterna número 292 visitada desde el inicio de su pontificado.

"Como es sabido --explicó--, recuerda la sangre de los mártires, testigos de Cristo hasta el sacrificio supremo. Los purpurados tienen que hacer visible con su vida un amor a Cristo que no se detiene ante ningún sacrificio. Su ejemplo será para todos los cristianos un aliento para servir generosamente al divino Maestro, sintiéndose miembros vivos de su único Cuerpo místico, la Iglesia".

"Condición necesaria para esta tarea comprometedora es la contemplación asidua del rostro del Señor --aclaró--. Lo he escrito en la carta apostólica "Novo millennio ineunte", y en varias ocasiones he tenido oportunidad de confirmarlo. Si no se escucha la palabra de Dios, si se debilita la oración y el contacto interior con el Señor, es fácil caer en un activismo estéril, que constituye un riesgo por desgracia frecuente, sobre todo en nuestros días".

Según el obispo de Roma, "el reciente consistorio de creación de 44 nuevos cardenales, pocas semanas después de la conclusión del año santo, permanecerá seguramente como un acontecimiento memorable para los anales de la Iglesia".

"Se podría decir que un soplo de nueva esperanza ha azotado al pueblo cristiano --continuó diciendo--. A lo largo del Jubileo y también en estos días ha resonado con potencia la invitación a dirigir la mirada al futuro. La Iglesia mira hacia delante y quiere "remar mar adentro", alentada por el dinamismo espiritual suscitado en su seno por la experiencia jubilar".

Para el Papa, la creación de nuevos cardenales enriquece y consolida por decir así "el código genético de la comunidad eclesial", definido con cuatro palabras: "su unidad, santidad, catolicidad, y apostolicidad ".

"El incremento del colegio cardenalicio --concluyó--, al poner de manifiesto la unidad del cuerpo eclesial en torno al sucesor de Pedro, subraya al mismo tiempo la dimensión católica, reflejada en la procedencia de los purpurados de todas las partes del mundo".


En vísperas de la visita papal a Damasco, nuevo patriarca sirio-católico

Se trata del exarca de Jerusalén de esta Iglesia oriental

CIUDAD DEL VATICANO, 25 feb 2001 (ZENIT.org).- En vísperas de su visita a Siria, Juan Pablo II ha concedido la comunión eclesiástica pedida por Su Beatitud Ignace Pierre VIII, elegido canónicamente patriarca de Antioquía de los sirio-católicos en el Sínodo de los obispos de la Iglesia sirio-católica.

Con este motivo, el pontífice ha enviado al patriarca, que había comunicado en un mensaje la noticia de su elección, una carta de "calurosa felicitación", asegurándole su "caridad fraterna".

El nuevo patriarca de Antioquía de los sirio-católicos sustituye a Su Beatitud Ignace Moussa I Daoud, recién creado cardenal, quien había presentado la renuncia a su cargo patriarcal tras ser nombrado prefecto de la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales.

El patriarca saludará a Juan Pablo II en su peregrinación a su país, en particular a Damasco, que debería tener lugar entre el 5 y el 9 de mayo. El pontífice podría visitar en este mismo periplo tras las huellas de san Pablo a Malta y Atenas.

Ignace Pierre VIII (Pierre Abdel-Ahad) nació en Aleppo (Siria) el 28 de junio 1930. Tras estudiar en el seminario patriarcal sirio-católico de Jerusalén, terminó los estudios antes de ser ordenado sacerdote en el seminario mayor de Charfet (Líbano). Sacerdote desde 1954, trabajó durante muchos años en el seminario menor de Charfet y después fue nombrado párroco en Belén. Allí dirigió la escuela parroquial y diferentes movimientos apostólicos laicos.

Durante las guerras en Oriente Medio de 1967 y de 1973 se dedicó a la atención humanitaria y pastoral de los prisioneros.

Fue nombrado en 1979 vicario patriarcal, es decir exarca de Jerusalén.

Hombre de oración y de acción, ha creado una casa de acogida para peregrinos en Belén y la Iglesia de Santo Tomás de Jerusalén que cuenta con un centro juvenil. Elegido obispo por el sínodo sirio-católico el 29 de junio de 1996, ha conservado el encargo de exarca patriarcal de Jerusalén.

Como es tradición en esta Iglesia, al ser nombrado patriarca por el sínodo sirio católico, nombramiento que tuvo lugar el 16 de febrero de 2001 en Charfet (Líbano), ha asumido el nombre de Ignace, en honor de su predecesor, san Ignacio de Antioquía.


Nuevo paso del Papa para la superación del cisma tradicionalista

Nombra a nuevos miembros de la Comisión Pontificia "Ecclesia Dei"

CIUDAD DEL VATICANO, 25 feb 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II dio ayer un nuevo paso en su intento de superar el cisma provocado por el obispo francés Marcel Lefèbvre al nombrar ayer a cuatro miembros de la Comisión Pontificia "Ecclesia Dei", que él mismo instituyó en 1988 con una carta apostólica del mismo nombre.

Se trata de los cardenales Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; Jorge Medina Estévez, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de Louis-Marie Billé, arzobispo de Lyon, neocardenal; y del arzobispo Julián Herranz, presidente del Consejo Pontificio para la interpretación de los textos legislativos.

En la citada carta apostólica, en forma de "motu proprio", que llevaba la fecha del 2 de julio de 1988, "teniendo en cuenta la importancia y la complejidad de los problemas mencionados en este documento", Juan Pablo II instituía la Comisión confiándole "la tarea de colaborar con los obispos, con los organismos de la Curia Romana y con los ambientes interesados con el objetivo de facilitar la plena comunión eclesial de los sacerdotes, seminaristas, comunidades y religiosos y religiosas que hasta ahora han estado ligados de diferentes maneras a la Fraternidad fundada por monseñor Lefèbvre, que desean permanecer unidos al sucesor de Pedro en la Iglesia católica, conservando sus tradiciones espirituales y litúrgicas".

Como se puede apreciar, la importancia de los nuevos miembros de esta comisión, presidida por el cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el Clero, constituye una prueba del interés del pontífice por superar el único cisma que ha tenido lugar durante su largo pontificado.

Monseñor Lefèbvre (1929-1991), obispo francés de Dakar, fundó en 1970, tras el Concilio Vaticano II, un seminario en Écône (Suiza) que pretendía formar sacerdotes en el espíritu de la liturgia y de la disciplina eclesial precedentes a la reforma conciliar. Seis años después, recibió la primera prohibición de la Santa Sede para continuar con esta labor y fue suspendido de sus funciones episcopales.

En 1979, Lefèbvre fundó la Fraternidad de San Pío X, que tomó la dirección del Seminario de Écône y abrió otros sin la aprobación de Roma con el mismo espíritu en diferentes países. Asimismo la Fraternidad creó escuelas, monasterios (masculinos y femeninos) y priorados (equipos sacerdotales).

Teniendo en cuenta, en 1984, el apego de algunos católicos a la liturgia preconciliar, Roma acordó bajo ciertas condiciones (entre otras, la necesidad de contar con el consenso del obispo del lugar) la posibilidad de celebrar la eucaristía según el rito de San Pío V.

En 1986, monseñor Lefèbvre denunció el escándalo "sin medida y sin precedentes" de la visita de Juan Pablo II a la sinagoga de Roma. En 1987 condenó con más vehemencia el encuentro de líderes religiosos por la paz convocado por el mismo Papa.

En 1988, laboriosas negociaciones lograron un acuerdo entre la Santa Sede y Lefèbvre, firmado por el mismo obispo. Al día siguiente, el anciano prelado echó marcha atrás rechazó el acuerdo. Poco después rehusó una propuesta de acuerdo presentada por el cardenal Ratzinger en nombre del Papa.

Al fracasar estos acuerdos y sabiendo que no le quedaba mucho tiempo de vida, monseñor Lefèbvre anunciaba poco después su decisión de ordenar a cuatro obispos sin la aprobación del Papa, lo cual implicaría automáticamente la excomunión, según prevé el Código de Derecho Canónico. El 30 de junio de 1988 el obispo consumaba el cisma. El 2 de julio el Papa creaba la Comisión "Ecclesia Dei".


El Papa pide a los cardenales ser misioneros en un mundo hambriento de Dios

Se encuentra con los familiares y amigos de los nuevos purpurados

CIUDAD DEL VATICANO, 23 feb 2001 (ZENIT.org).- Terminado el consistorio de creación de 44 nuevos cardenales, Juan Pablo II mira al futuro de la Iglesia y con entusiasmo hace un llamamiento a sus hombres: "¡Ahora es el momento de echar las redes hasta lo más hondo!"

Terminadas las dos grandes ceremonias del 21 y el 22 de febrero, hoy era un día de encuentros más informales en los que el Santo Padre recibió a los nuevos purpurados acompañados por sus familiares. Cuarenta y cuatro cardenales con sus amigos y familia son muchos. En total, eran unas cinco mil personas. Por eso, el Papa, les saludó por grupos lingüísticos y para cada uno tuvo una palabra particular.

El pontífice explicó la importancia de que los nuevos cardenales se conviertan en misioneros, pues "vivimos en un tiempo en el que la gente está hambrienta de las realidades más profundas del espíritu".

"Con el inicio del nuevo milenio --aclaró--, ha llegado el momento para nosotros de renovar nuestro compromiso con la misión que nos ha confiado Cristo, una misión arraigada en la profundidad de la contemplación".

En efecto, concluyó, la misión no es auténtica si antes no se ha contemplado "el rostro de Jesucristo".

Cuando el Papa saludó a los seres más cercanos de los cardenales, a más de alguna señora se le escaparon las lágrimas. A ellas les dedicó más atención y cariño. Después se despidió con un saludo común para todos: "Mantened fija la mirada en Cristo, sacando de su Corazón la abundancia de gracia y de consuelo, siguiendo el ejemplo de los intrépidos servidores de la Iglesia que a través de los siglos han dado gloria a Dios con el ejercicio heroico de las virtudes e inquebrantable fidelidad al Evangelio".


Científicos afrontan en el Vaticano los desafíos éticos de la ciencia

Simposio organizado por la Academia Pontificia de las Ciencias

CIUDAD DEL VATICANO, 23 feb 2001 (ZENIT.org).- La Academia Pontificia de las Ciencias ha reunido hoy en Roma a algunos nombres de máximo prestigio científico para afrontar las implicaciones ético-filosóficas planteadas por los recientes desarrollos de la ciencia.

Con el lema "Los desafíos de la ciencia" lumbreras de la astronomía, la física, la neurobiología, la inmunología, etc., analizan entre hoy y mañana las nuevas fronteras que plantean avances tan importantes como los realizados en el campo de la biomedicina (basta pensar en el mapa del genoma humano o en la investigación con las células madre o estaminales).

El encuentro tiene lugar un año después de la muerte de uno de los miembros más ilustres de esta institución vaticana, el científico brasileño Carlos Chagas, quien fue presidente de la Academia Pontificia de las Ciencias de 1972 a 1988. Todos los presentes se unieron a un acto de homenaje en su memoria.

Se trata de la primera Academia de las Ciencias de la historia, pues de hecho fue fundada en 1603 por Federico Cesi y otros jóvenes investigadores. El objetivo de la Academia de los Linces --como eran llamados sus miembros, por la visión aguda y penetrante que entonces se atribuía a este animal-- consistía en renovar el saber científico sirviéndose de los nuevos métodos propuestos por Galileo Galilei, quien fue aceptado como socio el 25 de abril de 1610.

Tomó el nombre de Academia Pontificia de las Ciencias el 1 de junio de 1937, cuando Pío XII la reorganizó, nombrando a 80 miembros, escogidos entre los científicos más destacados del mundo, sin distinción de país, raza o religión. Entre sus miembros se encuentran el famoso físico Stephen W. Hawking y la premio Nobel Rita Levi-Montalcini.

Actualmente es la única Academia de las Ciencias con carácter supranacional existente en el mundo. Tiene como fin: honrar la ciencia pura dondequiera que se encuentre; asegurar su libertad y favorecer las investigaciones, que constituyen la base indispensable para el progreso de las ciencias.

Precisamente, en este mismo día, Juan Pablo II ha elevado a la dignidad episcopal al sacerdote argentino monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias (así como y de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales).

Monseñor Sorondo ha sido uno de los colaboradores del Papa en la redacción de su última encíclica "Fe y Razón", quien pudo ofrecer una contribución particular en cuestiones relacionadas con la ciencia y la fe tocadas por el pontífice.