Santa Sede

Fuentes católicas de Damasco afirman que el Papa visitará Siria el 5 de mayo

Haría una escala en Malta, siguiendo las huellas de san Pablo

CIUDAD DEL VATICANO, 6 febrero 2001 (ZENIT.org).- Monseñor Isidore Battikha, arzobispo del patriarcado greco-melkita de Antioquía (Siria), anunció ayer en Damasco que Juan Pablo II visitará Siria el 5 de mayo.

El pontífice llegará a esta ciudad, decisiva para la expansión del cristianismo en las primeras décadas de su historia, en peregrinación tras las huellas de san Pablo, como él mismo ya había anunciado en el mes de junio de 1999, en la Carta sobre su peregrinación a los lugares vinculados con la historia de la salvación (Cf. Archivo documental de Zenit).

El 25 de enero pasado, al concluir la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el Papa había confirmado su intención de viajar a Siria, sin anunciar la fecha, y explicando que con esta peregrinación pretende contribuir "a la reconciliación y a la paz entre los cristianos".

"Una ve más --añadió-- me echaré como peregrino a los caminos del mundo para testimoniar a Cristo "camino, verdad y vida"" (Cf. Zenit, 25 de enero).

Juan Pablo II debería llegar a Siria, tras realizar una escala en Malta. De hecho, Radio Vaticano ha confirmado que el padre Roberto Tucci, encargado de preparar los viajes pontificios, que será elevado a la dignidad cardenalicia el próximo 21 de febrero, se encuentra en la isla durante estos días. Serán los últimos dos viajes que prepare este sacerdote, que ha abierto camino al pontífice en sus peregrinaciones por el mundo.

Monseñor Isidore Battikha afirmó en una rueda de prensa que el pontífice se encontrará con el presidente Bashar Assad y que en su encuentro afrontará la situación del proceso de paz en Oriente Medio.

No se ha confirmado, sin embargo, la deseada etapa del Papa en Atenas, siguiendo también las huellas del apóstol de las gentes. El 24 de enero pasado, el presidente de Grecia, Constantinos Stephanopoulos, presentó su invitación formal al obispo de Roma en el Vaticano. Ahora bien, el proyecto está siendo examinado en estos momentos por los colaboradores del pontífice y los responsables de la Iglesia ortodoxa local, en cuyo seno se encuentran sectores que se oponen a la presencia del pontífice en tierra ortodoxa.

Juan Pablo II recibió hoy precisamente al arzobispo Paul Fouad Tabet, nuncio apostólico en Grecia, con el que sin duda afrontó el argumento, aunque la Sala de Prensa de la Santa Sede no ha revelado los contenidos del encuentro.

La Santa Sede ya ha confirmado que el Papa viajará a Ucrania del 23 al 27 de junio, pese a la oposición de algunos sectores ortodoxos. El patriarca de la Iglesia apostólica armenia informó también en vísperas de Navidad que el Papa debería visitar su país en el próximo mes de septiembre.


Decisivo encuentro del Papa con los obispos católicos rusos

Los cuatro prelados llegan a Roma para informarle de la coyuntura rusa

MOSCÚ, 5 febrero 2001 (ZENIT.org).- Ocho años después del renacimiento de la Iglesia católica en Rusia, tras la caída del comunismo, los obispos católicos nombrados en estos años han venido a Roma para cumplir con la visita quinquenal que todos los prelados del mundo realizan al Papa y a la tumba de los apóstoles.

El encuentro culminará el 10 de febrero. Juan Pablo II, en un discurso que publicará la Sala de Prensa de la Santa Sede, analizará con ellos los desafíos que plantea a la Iglesia ese inmenso territorio.

En Rusia, en estos momentos, hay cuatro obispos católicos residentes. En Moscú, se encuentra monseñor Tadeusz Kondrusiewicz, administrador apostólico de la Rusia europea septentrional. El obispo Clemens Pickel es administrador apostólica de la Rusia europea meridional con sede en Saratov. Las otras dos "diócesis" (todavía no tienen esta atribución jurídica) se encuentran en Siberia. En la región occidental, el administrador apostólico es el obispo Joseph Werth, con sede en Novosibirsk; mientras que en la Siberia oriental y Extremo Oriente se encuentra monseñor Jerzy Mazur con sede en Irkutsk. Se trata de las diócesis más extensas de la Iglesia católica.

Según recuerda un amplio informe publicado por la agencia misionera de la Santa Sede, Fides (http://www.fides.org), Juan Pablo II restableció las sedes canónicas de los católicos en Rusia y Kazakistán en abril de 1991, después de haber instituido en el curso de los años inmediatamente precedentes (1989-90) las estructuras canónicas en los otros países satélites de la ex Unión Soviética y en las otras regiones que se independizaron.

De este modo, explica Fides, se concluía la primera fase del renacimiento eclesiástico católico más allá de la cortina de hierro, tras su derrumbe.

"La urgencia era justificada sobre todo por el temor de que las vicisitudes políticas pudieran imposibilitar nuevamente el nombramiento de obispos y la reapertura de iglesias", indica la agencia vaticana.

No hay que olvidar que en agosto de 1991 tuvo lugar un intento de revancha por parte de los servicios especiales y de las fuerzas reaccionarias que se resistían a la política de Mijaíl Gorbachov, y que provocaron su caída tras el golpe de Estado fracasado, pasando el relevo a Boris Yeltsin.

"El proceso de democratización parece desde entonces irreversible, aun cuando la libertad de movimiento de la que gozó la Iglesia en el trienio 1989-1991 se ha ido reduciendo cada vez más", constata Fides.

Hace cinco años los obispos rusos, entonces sólo eran dos (no existían todavía las sedes de Saratov y de Irkutsk), ya habían ido a Roma ver al Papa en visita "ad limina". Su informe fue claro: la Iglesia había renacido pero le faltaba casi todo: "los fieles comenzaban a aprender de nuevo las oraciones de la misa --recuerda Fides--, la reforma postconciliar era desconocida para los pocos valientes que conservaban la fe en condiciones de clandestinidad y persecución".

Según la agencia misionera, en estos momentos, hay cerca de medio millón de católicos de rito latino en Rusia, aunque las estadísticas oficiales, que calculan los porcentajes según el origen étnico de la población, hablan de 1% de católicos, es decir, cerca de un millón y medio. De éstos, entre 50 y 60 mil están en contacto con la Iglesia.

La mayoría de la población (cerca del 60%) profesa la religión cristiana ortodoxa, con una participación en la misa dominical en torno al 5-6%. Las diversas comunidades protestantes (bautistas, pentecostales, luteranos adventistas y otras) alcanzan el 2-3% frente al 15% de musulmanes (cucásicos y asiáticos), 2 millones de budistas y un millón de hebreos.

En los últimos años, han aumentado también las creencias paganas, o neo-paganas con frecuencia ligadas a fenómenos locales o a pequeños grupos étnicos. Son muy activas también las "sectas" de relevancia mundial. Entre ellas, cabe destacar varias formas de New Age, Scientology y similares hasta otras más organizadas como la Iglesia de la Unificación, Testigos de Jehová, Mormones, Aum-Sinrikyo.

Los católicos han conseguido en estos años reabrir cerca de 190 parroquias, superando el número precedente a la primera persecución, que era de cerca de 150.

Los sacerdotes que trabajan en las cuatro administraciones ("diócesis") son poco más de doscientos, la gran mayoría extranjeros, en buena parte polacos (lo que corresponde al origen polaco de muchos católicos rusos).

Los católicos de origen alemán han disminuido mucho en estos años, pues aprovecharon en buena parte de la posibilidad de unirse a su madre-patria. Muchos de los sacerdotes pertenecen a comunidades religiosas, entre las que destacan por número y energía misionera los salesianos, franciscanos, jesuitas y misioneros del Verbo Divino.

Hay religiosas en casi todas las parroquias. Hay también varios misioneros de movimientos eclesiales, como los focolares, neocatecumenales, Comunión y Liberación, etc.

El seminario fue reabierto en 1993 y, desde 1995, ocupa nuevamente la sede histórica de San Petersburgo. En Novosibirsk, además, hay un pre-seminario bienal. Asimismo hay un College de teología para laicos en Moscú, con filiales en San Petersburgo, Kaliningrado, Novosibirsk, Saratov y Orenburg.

La Cáritas, institución que canaliza en buena parte la ayuda de promoción integral sostenida por la Iglesia, está bien expandida en todo el territorio.

Existe, además, un semanario católico, varias publicaciones mensuales o trimestrales, algunos grupos editoriales, una librería católica de las Paulinas en el centro de Moscú, un centro de TV en Novosibirsk; dos canales de radio, en San Petersburgo y Moscú.


No se puede comprender la pobreza con "corazón de rico"

El cardenal Etchegaray analiza el fondo cristiano de la acción humanitaria

ROMA, 5 febrero 2001 (ZENIT.org).- Ante el desafío de la pobreza en la sociedad global del nuevo milenio, ¿por dónde debe discurrir el camino del compromiso cristiano? Esta es la pregunta a la que responde cardenal Roger Etchegaray, presidente del Comité vaticano, en un artículo que ha publicado el último número de la revista italiana "Il Regno".

El purpurado vasco-francés se inspira en la carta apostólica de Juan Pablo II "Novo millennio ineunte" para ofrecer pistas que según él definirán la acción humanizadora de los cristianos en las próximas décadas. Se trata, según él, de una manera de conservar la gracia del Jubileo "haciéndola revivir concretamente, transformándola en perspectivas reales de evangelización".

"Querría empezar por los pobres --añade el cardenal-- por la necesaria pobreza de la Iglesia. "He tenido hambre y me habéis dado de comer; era forastero y me habéis dado cobijo..." (Mt 25,35-36). Comentando esta página de cristología del Evangelio de Mateo, el Papa dice en la "Novo Millennio Ineunte" "que ilumina el misterio de Cristo" y especifica: "Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse" (n. 49). No basta por tanto subrayar la exigencia moral de la solidaridad hacia los pobres. La relación con los pobres compromete directamente a la relación con Cristo".

El misterio de Cristo pobre, explica el cardenal Etchegaray, nos desvela algo de la pobreza misma de Dios que, en su relación trinitaria, "vive un eterno despojo y una eterna entrega. Es imposible escrutar a Dios de otra manera que no sea a la luz del despojo trinitario, pero es imposible también comprender al hombre de otra manera que no sea en la línea de este despojo...".

Si el hombre quiere de verdad escrutar su destino, afirma Etchegaray, "debe hacerlo a la luz de la Trinidad, que es pobreza, y en la luz de Cristo que es la imagen visible de ella. Por tanto, es la identidad de la Iglesia de Cristo y su autenticidad las que están en juego: la Iglesia no puede vivir sin los pobres. Mucho más. No puede ser concebida sin los pobres. "Has dejado la pobreza en herencia a todos aquellos que quieren ser tus discípulos", dice Charles de Foucauld, dirigiéndose Cristo.

"Pero la Iglesia no logra nunca identificarse plenamente con los pobres --afirma el presidente del Comité para el Jubileo y antiguo arzobispo de Marsella--. Cada día tenemos la experiencia de una exclusión, de una distancia, lo que significa que la Iglesia no puede identificarse plenamente con el Reino de los cielos y que su centro está fuera de sí misma".

En este año jubilar, el cardenal Etchegaray recuerda que hemos subido de nuevo a la sinagoga de Nazaret, en la que Jesús empezó su ministerio mesiánico haciendo suyas las palabras de Isaías, en las que anunciaba que vino a anunciar la buena noticia a los pobres, a los oprimidos, como gran signo del "año de gracia del Señor" (Lc 4,16-20).

Jesús, añade el purpurado, aprendió en su casa de Nazareth, de su Madre, a amar a los pobres de los que dijo eran sus verdaderos discípulos y con los que abrió la puerta santa de su misión de gracia jubilar. Y los llamó bienaventurados: "Bienaventurados vosotros pobres" (Lc 6,20).

Recuerda también Etchegaray que, a lo largo de los siglos, la renovación de la Iglesia siempre se ha hecho a través de la alianza con los pobres. Para el cardenal la Iglesia nunca debe dejar de ser lo que es: "El sacramento del Dios hecho pobre".

La paradoja, indica, "y quizá la desventaja de nuestra época, es que el mundo se despierta al drama de los pobres con una mentalidad de rico, mientras que la Iglesia se aproxima a él con corazón de pobre. De ahí, el enorme malentendido que existe entre pobreza económica y pobreza espiritual, hasta el punto de que la bienaventuranza de la pobreza se hace irrisoria en una sociedad de la abundancia. ¿Cómo hacer comprender que hay que conciliar la búsqueda evangélica de lo que no tiene precio con una economía sujeta a la ley del precio?".

"La pobreza apostólica --explica el cardenal-- es la prueba más dura pero más segura de la autenticidad de la evangelización. Cuando yo era obispo en Marsella, llamé a la madre Teresa para que crease también entre nosotros una fundación de sus hermanas de la Caridad. Antes de irse, me deslizó en la mano un papelito en el que había garabateado estas palabras: "Sólo le pido una cosa: cuide de que crezcan en la santidad, protegiendo su pobreza".

Y concluye afirmando: "La bienaventuranza es un don, no es una moneda de cambio para aquél que se hace pobre. Al acabar el Año Santo, tenemos que rezar mucho para implorar y acoger esta gracia de la pobreza, hoy más necesaria y más difícil que nunca, para luchar contra las riquezas sin alma y las pobrezas sin esperanza que se ciernen sobre nuestra sociedad".


Un domingo de párroco para el obispo de Roma entre niños y jóvenes

Visita la comunidad parroquial número 291 de su diócesis

CIUDAD DEL VATICANO, 4 febrero 2001 (ZENIT.org).- Como en sus viejos tiempos, Juan Pablo II abandonó esta mañana los muros vaticanos para visitar una parroquia de sus diócesis. Es la primera vez que podía escaparse de San Pedro desde que comenzó el nuevo milenio.

Ha sido la parroquia de la diócesis de Roma número 291 que visita en los 22 años de su pontificado. En la ciudad eterna hay 335 y el Papa hizo saber desde el inicio que pretende visitarlas todas.

Se trataba de una de las últimas iglesias construidas en Roma. Durante 20 años, las once mil personas que viven en el barrio se reunían en un garaje con 120 sillas. Sus fieles son, en su mayoría, obreros y artesanos que han salido a las afueras para evitar los vertiginosos precios del centro de la ciudad.

Los fieles delegaron a los más de trescientos niños de la parroquia la tarea de brindar la bienvenida al Papa con una fiesta, que prepararon hasta en los más mínimos detalles. Banderas, globos de color blanco y amarillo, flores, y una petición: una foto con el pontífice.

Al final de la misa, Juan Pablo II, en su encuentro con la comunidad, quiso dirigirse particularmente a los jóvenes de la parroquia, y con ellos recordó la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) del mes de agosto pasado. "Hoy dijo la JMJ ha vuelto a la parroquia, para preparar una nueva Jornada Mundial de la Juventud, en Toronto, Canadá, en el año 2002".

El pontífice, que llegó a las 9:30 de la mañana, con buen humor recordó: "tengo la alegría hoy de realizar la primera visita pastoral a una parroquia romana después del extraordinario acontecimiento de gracia del gran Jubileo". De hecho, durante el año santo había tenido que interrumpir las visitas a su propia diócesis para poder acoger a los millones de personas que vinieron a Roma (en total, más de 26 millones).

El mensaje que les dejó a los parroquianos fue el mismo con el que clausuró el Jubileo, el pasado 6 de enero: "Remad mar adentro", recordando las palabras de su carta apostólica "Novo millennio ineunte", que repetía el pasaje evangélico de la liturgia de ese domingo. "Llevad a todos el anuncio de la salvación", añadió.

Al despedirse, acarició el rostro de Ginevra, una niña africana de Cabo Verde, quien en brazos de su madre le hizo el mejor regalo de esta mañana de domingo: una sonrisa.


El Papa bromea: "Gracias por la lluvia, hacía falta"

El Santo Padre desdramatiza los problemas de sus diocesanos romanos

CIUDAD DEL VATICANO, 4 febrero 2001 (ZENIT.org).- Después de una larga y cansada visita a una parroquia de Roma, Juan Pablo II demostró estar en buena forma al bromear con las condiciones climatológicas en su saludo a los peregrinos congregados este mediodía en la plaza de San Pedro.

Roma está viviendo uno de los inviernos más templados de los últimos años (de hecho, hasta hace algunas semanas todavía quedaban mosquitos en el aire). En los últimos días, sin embargo, ha hecho acto de presencia la lluvia, complicando el tráfico y la vida de los romanos.

Pero al pontífice polaco, acostumbrado al frío, la llegada de temperaturas algo más bajas y de la lluvia parece sentarle bien. Por eso, antes de despedirse de los numerosos fieles que habían desafiado el mal tiempo para rezar con él, como todos los domingos, la oración mariana del "Angelus", añadió mirando al cielo: "Gracias por la lluvia, hacía falta".

Y tras sonreír unos momentos, se retiró de la ventana de su estudio desde el que había pronunciado su saludo.

Cuando está en forma, Juan Pablo II suele bromear frecuentemente con la meteorología. Algo que suele ser facilitado por las circunstancias, pues sus actos públicos, en su gran mayoría al aire libre, exponen con frecuencia a los peregrinos al sol aplastante o a la lluvia torrencial.

El obispo de Roma daba así muestras de buen humor después de haber pasado una intensa mañana pastoral, en la que abandonó el Vaticano para visitar una parroquia de su diócesis, pasando un buen rato con los niños y los jóvenes.


Juan Pablo II pide sensibilizar la opinión pública sobre el valor de la vida

Intervención del pontífice en la Jornada para la vida

CIUDAD DEL VATICANO, 4 febrero 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha hecho un acuciante llamamiento a los cristianos y a la opinión pública para que promuevan una "sensibilización" contra las "muchas insidias que por desgracia amenazan a la vida".

Las palabras del Santo Padre, pronunciadas desde la ventana de su estudio que da a la plaza de San Pedro, fueron escuchadas por miles de fieles que vinieron a rezar con él la oración mariana del "Angelus", en el domingo en que la Iglesia celebraba en varios países la Jornada para la vida.

Recordando el lema escogido por los obispos italianos para esta celebración, "Cada hijo es palabra", el Santo Padre anunció que se asocia con gusto a este tema "para recordar que todo hijo es palabra pronunciada a los padres llamados a acogerla".

"Es también una palabra dirigida a la sociedad --añadió--, a la que ofrece su propia contribución y de la que se espera ayuda para su propio desarrollo".

En este contexto, Juan Pablo II expresó su "propio aliento" a los "consultores, asociaciones, movimientos"... que se entregan al servicio de la defensa de la vida, de los no nacidos, de los niños, de los enfermos y de los ancianos.


El Papa: Tras el Jubileo, la Iglesia debe dar un nuevo empuje misionero

Intervención del pontífice en su encuentro dominical con los peregrinos

CIUDAD DEL VATICANO, 4 febrero 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II considera que el Jubileo recién clausurado no puede quedarse en un bonito recuerdo, sino que debe dar un empuje decisivo a la labor de la Iglesia en el anuncio del Evangelio.

El pontífice, que tras el maratón del año santo, ha retomado la agenda ordinaria, se asomó esta mañana, como todos los domingos, a la ventana de su estudio para rezar con varios miles de fieles la oración mariana del "Angelus" a mediodía.

El pasaje evangélico que los fieles de los cinco continentes habían reflexionado ese domingo en misa repetía el lema de la carta apostólica "Novo millennio ineunte" (Al inicio del nuevo milenio), "remar mar adentro", que él mismo había firmado en la plaza de San Pedro al concluir el Jubileo, el 6 de enero pasado.

"Como sucesor de Pedro siento el deber de hacerme eco de esta palabra de Cristo para toda la Iglesia --explicó--. Cristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre, empuja a toda comunidad eclesial a "remar mar adentro", a encaminarse en el nuevo milenio que se abre ante nosotros, como un inmenso océano en el que aventurarse".

"De hecho --añadió el obispo de Roma--, el inmenso tesoro de gracia recibido a través de todo el Jubileo necesita traducirse ahora en propósitos de fervor y en líneas concretas operativas".

Por eso, insistió, "éste es el momento favorable para un nuevo empuje espiritual y pastoral --insistió--, que no sea pasajero, basado en la intensa y profunda experiencia de gracia, vivida en el tiempo jubilar".

El pontífice presentó, en este sentido, a María como modelo de "esperanza indomable", recordando que tras recibir el anuncio del ángel y concebir a Jesús, se puso sin tardanza de viaje para visitar a su prima anciana Isabel, necesitada de ayuda.

Como ella, la Iglesia, tras haber revivido el misterio de la encarnación en el Jubileo, "está llamada a remar mar adentro para que Cristo llegue a los hombres y a los pueblos de todo continente".


Juan Pablo II: La música sagrada impulsa el camino ecuménico

Interviene en un congreso en presencia de cristianos de otras confesiones

CIUDAD DEL VATICANO, 2 febrero 2001 (ZENIT.org).- La música sagrada puede ser un instrumento para que los cristianos avancen hacia la unidad plena. Lo constató el pasado 27 de enero Juan Pablo II al encontrarse con los participantes en el Congreso Internacional de Música Sacra, organizado en el Vaticano.

Este encuentro, organizado por el Consejo Pontificio para la Cultura, el Instituto Pontificio de Música Sacra y el Teatro de la Opera de Roma, reunió a compositores músicos, especialistas en liturgia y canto sagrado de todo el mundo.

En su intervención, el Papa saludó particularmente a los representantes del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, del Patriarcado de la Iglesia ortodoxa rusa y de la federación luterana mundial, cuya presencia --añadió textualmente el Papa-- "es un llamamiento para poner en común nuestros tesoros musicales, que nos permiten avanzar en el camino de la unidad a través de la oración, que encuentra una de sus más bellas expresiones en nuestros patrimonios culturales y espirituales".

Entre los presentes se encontraban también presentes representantes de la comunidad judía quienes aportaron su experiencia específica a los especialistas de la música sagrada cristiana.


Juan Pablo II denuncia el ataque abierto contra el matrimonio

No depende de ideologías, explica

CIUDAD DEL VATICANO, 1 febrero 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II constata que en estos momentos el matrimonio y la familia se han convertido en una realidad "abiertamente contestada" a causa de una "secularización cada vez más marcada".

El Santo Padre pronunció esta denuncia al recibir esta mañana en el Vaticano a los jueces la Rota Romana, Tribunal de segunda instancia de la Santa Sede al que se pueden apelar sentencias emitidas por tribunales ordinarios de la Iglesia en el mundo (Cf. Constitución apostólica "Pastor Bonus", 1988, de Juan Pablo II, artículos 126 a 130).

El pontífice consideró en su encuentro con los jueces que el gran problema de hoy consiste en haber reducido el concepto de matrimonio, hasta convertirlo en "un dato puramente físico, biológico y sociológico, que es posible manipular mediante la técnica según los propios intereses".

Los resultados de esta mentalidad los constató el mismo arzobispo Raffaello Funghini, decano del Tribunal de la Rota Romana, quien explicó que en los últimos años está aumentando decididamente el número de causas de declaración de nulidad que son sometidas a esa institución judicial. El 31 de diciembre pasado, reveló, el Tribunal tenía pendientes 1.024 causas.

Una declaración de nulidad de matrimonio no tiene nada que ver con el divorcio. La dictan los tribunales eclesiásticos cuando se comprueba que un matrimonio, aunque tuviera lugar formalmente con vestido de novia y baile, no fue válido por diferentes motivos jurídicamente establecidos (constricción bajo violencia o miedo, incapacidad para comprender lo que ello significa, etc.).

El aumento de causas de declaración de nulidad, añadió el juez Funghini, es un signo "de la debilitación del sentido del carácter sagrado de la ley, sobre la que se funda la familia cristiana, de la inquietud de la vida moderna, de la precariedad de condiciones sociales y económicas en la que se desarrolla, y del peligro de que todo esto amenace a la solidez, la vitalidad y la felicidad de la institución familiar".

El prelado rotal aclaró, desmintiendo informaciones erróneas, que un proceso de declaración de nulidad es accesible a cualquier persona, sin importar su capacidad económica. De hecho, informó al Papa, los costes del 67 por ciento de las causas decididas en el año 2000 por ese Tribunal fueron pagados por la misma Santa Sede.

Juan Pablo II por su parte consideró continuando su discurso que si el matrimonio se convierte en una simple costumbre biológica, social, entonces se comprende cómo hoy día se trata de presentar a "las uniones de hecho, incluidas las homosexuales, como equiparables al matrimonio".

"Esta concepción meramente empírica de la naturaleza impide radicalmente comprender que el cuerpo humano no es algo extrínseco a la persona, sino que constituye junto con el alma espiritual e inmortal un principio intrínseco de ese ser unitario que es la persona humana".

De este modo, la Iglesia ciertamente concibe el matrimonio como algo "natural", aclaró, pero lo ve también en su dimensión espiritual y trascendente, pues Dios lo ha elevado al nivel de sacramento. Por ello, añadió, esta realidad está por encima de la tendencia "por desgracia sumamente presente a ideologizar la noción del matrimonio, reivindicando una concepción diferente por parte de un creyente y de un no creyente, de un católico o de un no católico".

Por eso, concluyó, "el matrimonio no es una unión cualquiera entre personas humanas, susceptible de ser configurada según una pluralidad de modelos culturales".


Las reivindicaciones de la Santa Sede a la Cumbre Mundial de la Infancia

Una cita decisiva para el próximo mes de septiembre

CIUDAD DEL VATICANO, 1 febrero 2001 (ZENIT.org).- Defensa de la vida, de la familia y compromiso real y exigente para erradicar la lacra de la pobreza entre los niños. Estas fueron las reivindicaciones que presentó esta mañana el "embajador" de Juan Pablo II ante el Comité de la ONU que prepara una importante cumbre mundial sobre la infancia.

El encuentro, que se celebrará en septiembre, tiene gran importancia, pues en él se redactará un documento en el que se revisará la Declaración Mundial sobre la Supervivencia, Protección y Desarrollo de los Niños, promulgada hace once años en la Cumbre Mundial para los Niños.

Un argumento, reconoció el arzobispo Renato Martino, observador permanente de la Santa Sede en el palacio de cristal de las Naciones Unidas de Nueva York, que la Iglesia sigue con sumo interés, por lo que prometió una participación intensa y dinámica de su delegación tanto en la fase preparatoria como en la celebración de la cumbre.

Por este motivo, ya desde ahora, el prelado puso sobre el tapete de la discusión tres argumentos que, según él son fundamentales, pues de hecho están presentes en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Convención de los Derechos de los Niños, así como en el plan de acción que surgió de la cumbre de la infancia hace once años.

Ante todo, mencionó "la promoción y protección del derecho a la vida, así como de la dignidad y derechos del niños, antes y después de su nacimiento".

En segundo lugar, el arzobispo consideró que la cumbre de la infancia de septiembre debe reconocer la familia como "la unidad básica de la sociedad" y "la primera responsable de educar y proteger a los niños desde la infancia hasta la adolescencia".

Por último, afirmó, el documento que debería aprobarse en septiembre por las delegaciones de los diferentes países "debe incluir fuertes pronunciamientos sobre el desarrollo sostenible, la condonación de la deuda y la erradicación de la pobreza".

Si la reunión no quiere quedarse en palabrería, añadió, debe discutir los "temas, que tocan de manera decisiva las vidas de los más de mil millones de niños del mundo, especialmente en lo que se refiere a salud, alimentación, alojamiento, paz, seguridad y estabilidad, oportunidades para la educación, y la promesa de un futuro mejor".


Promulgada la nueva "Constitución" del Estado de la Ciudad del Vaticano

Actualiza la Ley Fundamental de 1929

CIUDAD DEL VATICANO, 1 febrero 2001 (ZENIT.org).- La Santa Sede publicó hoy la nueva Constitución de la Ciudad del Vaticano (más exactamente Ley Fundamental), que entrará en vigor a partir del 22 de febrero.

El texto, que sustituye la Ley redactada en 1929 por el Papa Pío XI, fue firmado por Juan Pablo II el 26 de noviembre pasado. Con esta iniciativa, el obispo de Roma, como se explica en la introducción del texto, ha querido responder "a la necesidad de dar forma sistemática y orgánica a los cambios introducidos en el ordenamiento jurídico del Estado de la Ciudad del Vaticano", durante el siglo que acaba de terminar.

Ahí mismo se aclara en la introducción que este documento busca un objetivo fundamental: garantizar "la libertad de la Sede apostólica" y asegurar "la independencia real y visible del Romano Pontífice en el ejercicio de su misión en el mundo".

El nuevo texto de la Ley Fundamental ha sido redactado por una Comisión jurídica creada con este motivo específico que ha mantenido 14 sesiones de trabajo durante diez meses, desde febrero hasta noviembre del año 2000.

El documento comienza declarando en el artículo 1 que el Papa, "soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano tiene la plenitud de poderes legislativo, ejecutivo y judicial".

A él le corresponde también la representación de las relaciones internacionales que ejerce por medio de la Secretaría de Estado. A continuación, la Constitución describe cuáles son los órganos encargados de ejercer los poderes del Estado.

Monseñor Celestino Migliore, subsecretario para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado, miembro de la Comisión que ha redactado este texto, ha explicado hoy a los micrófonos de "Radio Vaticano", que el documento no es tanto una nueva Constitución o Ley, sino más bien una "actualización de la Ley Fundamental", que fue promulgada con motivo de los Pactos de Letrán que reconocieron la personalidad jurídica internacional del Vaticano, tras la anexión de los territorios pontificios por Italia.

Las novedades, según monseñor Migliore, están en la distinción en la administración del poder legislativo y el ejecutivo.

"El legislativo es confiado establemente de manera delegada y colegial a una Comisión de cardenales nombrados por cinco años por el Papa".

Mientras que "el poder ejecutivo --añade-- es confiado por el Papa al cardenal presidente de la Comisión, coadyuvado de un secretario general". De este modo, se ha abolido el cargo de Gobernador, que se encontraba vacante desde 1952.

Por lo que se refiere al poder judicial, ha aclarado el prelado, el Papa lo delega de manera vicaria a los tribunales civiles del Estado, que habían sido reformados por Juan Pablo II a finales de los años ochenta.

Además, añade monseñor Migliore, la ley establece las relaciones institucionales con la Secretaría de Estado, que no sólo representa internacionalmente al Estado de la Ciudad del Vaticano ante los países (175 en estos momentos) y otros sujetos de derecho internacional, sino que además constituye el instrumento de comunicación con el Papa para la presentación de los proyectos de ley y de los presupuestos.

Ahora bien, en el fondo, concluye el colaborador del Papa, el nuevo texto no hace más que reconocer jurídicamente lo que ya se viene aplicando desde hace décadas.


Fieles de todo el mundo en la creación de los 44 nuevos cardenales

Los cardenales prometerán fidelidad a la Iglesia hasta la muerte

CIUDAD DEL VATICANO, 1 febrero 2001 (ZENIT.org).- El octavo consistorio de creación de cardenales, que tendrá lugar el próximo 21 de febrero, se convertirá en una fiesta para miles de personas que participarán en el encuentro procedentes de los cinco continentes.

Según ha explicado un comunicado de prensa de la Santa Sede, los miles de peregrinos del mundo entero que asisten los miércoles a la tradicional audiencia general semanal podrán participar en la ceremonia, junto con los parientes y amigos de los 44 nuevos cardenales designados por el sumo pontífice los dos últimos domingos.

El Papa leerá la fórmula tradicional para la "creación" de cardenales y luego pronunciará la lista de los nuevos miembros del Sacro Colegio.

El primer cardenal designado por el Papa, el italiano Giovanni Battista Re, prefecto de la congregación para los obispos, dará las gracias al pontífice en nombre de los neopurpurados.

Después de un discurso del sumo pontífice, los nuevos cardenales jurarán fidelidad y obediencia al obispo de Roma, mostrarán su fidelidad a la Iglesia hasta el derramamiento de sangre.

El Papa Juan Pablo II impondrá luego la birreta rojo púrpura a cada cardenal. En ese momento, recordará a cada pupurado que es "roja como signo de la dignidad cardenalicia, para significar que deben estar dispuestos a portarse con fortaleza, hasta el derramamiento de la sangre, por el incremento de la fe cristiana, por la paz y la tranquilidad del Pueblo de Dios y por la libertad y la difusión de la Santa Iglesia Romana".

Finalmente, el Santo Padre entregará la Bula de Creación de cardenal y la de la asignación del título o de la diaconía, dando el abrazo de paz a los nuevos cardenales, quienes, a su vez, hacen lo mismo unos con otros.

Al día siguiente, también en la plaza de San Pedro, el Papa concelebrará con los cardenales una misa en el curso de la cual les entregará el anillo cardenalicio, "signo de dignidad, de solicitud pastoral y de comunión estrecha con la sede de Pedro".

Juan Pablo II anunció la creación de 37 nuevos cardenales el domingo 21 de enero y sorpresivamente nombró, el siguiente domingo, a otros cinco cardenales, a la vez que reveló los nombres de los dos cardenales que había designado en secreto, "in pectore" (en el corazón), en el consistorio de 1998.

Se trata del mayor número de cardenales que reciben el título cardenalicio en el curso de un consistorio de la Iglesia.

Con los nuevos nombramientos, el Sacro Colegio estará formado por 185 cardenales, entre ellos 50 con más de 80 años y por lo tanto sin derecho a elegir el pontífice en caso de cónclave en un futuro cónclave.