Mensaje de Benedicto XVI en el centenario del nacimiento
del teólogo Hans Urs von Baltasar
Con motivo del congreso celebrado en Roma
con el título «Sólo el amor es creíble»
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 10 octubre 2005 (ZENIT.org).-
Publicamos el mensaje que ha enviado Benedicto XVI a los participantes en el
congreso internacional celebrado en la Universidad Pontificia Lateranense en el
centenario del nacimiento del teólogo suizo Hans Urs von Balthasar con el título
«Sólo el amor es creíble».
* * *
Señores
cardenales,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
ilustres señoras y señores:
Es para mí un placer particular unirme espiritualmente a vosotros en la
celebración del centenario del nacimiento de Hans Urs von Balthasar, el insigne
teólogo suizo que tuve la alegría de conocer y frecuentar. Considero que su
reflexión teológica mantiene intacta hasta hoy una profunda actualidad y lleva a
muchos a adentrarse cada vez más en la profundidad del misterio de la fe,
llevados de la mano por un guía tan autorizado. En una ocasión como ésta podría
ser fácil caer en la tentación de volver a los recuerdos personales, basándose
en la sincera amistad que nos unía y en los numerosos trabajos que emprendimos
juntos, afrontando muchos de los desafíos de aquellos años. La fundación de la
revista «Communio», al concluirse el Concilio Vaticano II, sigue siendo el signo
más evidente de nuestro compromiso común en la investigación teológica. Sin
embargo, no quiero hacer referencia a los recuerdos, sino más bien a la riqueza
de la teología de von Balthasar.
Él había hecho del misterio de la Encarnación el objeto privilegiado de su
estudio, viendo en el «triduum paschale» [triduo pascual, ndt.] --como tituló
significativamente uno de sus escritos-- la forma más expresiva de esa entrada
de Dios en la historia del hombre. En la muerte y resurrección de Jesús, de
hecho, se revela en plenitud el misterio del amor trinitario de Dios. La
realidad de la fe encuentra aquí su «belleza» insuperable. En el «drama» del
misterio pascual, Dios vive plenamente su humanidad, pero al mismo tiempo da
significado a la acción del hombre y contenido al compromiso cristiano en el
mundo. Así veía von Balthasar la «lógica» de la revelación: Dios se hace hombre
para que el hombre pueda vivir la comunión de vida con Dios. En Cristo, se
ofrece la verdad última y definitiva de la búsqueda de sentido que cada quien se
plantea. La estética teológica, la dramática y la lógica, constituyen la
trilogía, en la que estos conceptos encuentran amplio espacio y una aplicación
convencida. Puedo testificar que su vida fue una genuina búsqueda de la verdad,
que él comprendía como una búsqueda de la verdadera Vida. Buscó las huellas de
la presencia de Dios y de su verdad por doquier: en la filosofía, en la
literatura, en las religiones, rompiendo siempre esos circuitos que con
frecuencia aprisionan la razón, abriéndola a los espacios de lo infinito.
Hans Urs von Balthasar fue un teólogo que puso su investigación al servicio de
la Iglesia, pues estaba convencido de que la teología sólo podía caracterizarse
por la eclesialidad. La teología, tal y como él la concebía, tenía que estar
conjugada con la espiritualidad; sólo así, de hecho, podía ser profunda y
eficaz. Reflexionando precisamente sobre este aspecto, escribía: «La teología
científica, ¿sólo comienza con Pedro Lombardo? Y, sin embargo, ¿hay alguien que
haya hablado del cristianismo de una manera más adecuada que Cirilo de
Jerusalén, que Orígenes en sus homilías, que Gregorio Nacianceno, y que el
maestro de la reverencia teológica, el Aeropaguita? ¿Quién se atrevería a
reprochar algo a cualquiera de los Padres? Entonces se sabía lo que era el
estilo teológico, la unidad natural obvia tanto en la actitud de fe y en la
científica como en la objetividad y la reverencia. Mientras la teología fue obra
de santos fue una teología orante. Por este motivo sus frutos de oración, su
fecundidad para la oración y su poder para generarla son tan desmesuradamente
grandes» («Verbum Caro». «Ensayos teológicos I» --«Saggi teologici» I--, Brescia
1970, 228). Son palabras que nos llevan a replantear la justa colocación de la
investigación en la teología. La necesidad de ser científica no queda
sacrificada cuando se pone en escucha religiosa de la Palabra de Dios, cuando
vive de la vida de la Iglesia y se fortalece de su Magisterio. La espiritualidad
no hace que disminuya su carga científica, sino que imprime al estudio teológico
el método correcto para poder llegar a una interpretación coherente.
Una teología concebida de este modo llevó a von Balthasar a una profunda lectura
existencial. Por este motivo, uno de los temas centrales a los que se dedicaba
con gusto era el de mostrar la necesidad de la conversión. El cambio del corazón
era para el un punto central; sólo de este modo, de hecho, la mente se libera de
los límites que le impiden acceder al misterio y los ojos se hacen capaces de
fijar la mirada en el rostro de Cristo. En una palabra, había comprendido
profundamente que la teología sólo puede desarrollarse con la oración que es
capaz de percibir la presencia de Dios y se fía de Él obedientemente. Es un
camino que vale la pena recorrer hasta el final. Esto exige evitar sendas
unilaterales que sólo pueden alejar de la meta y compromete a huir de las modas
que fragmentan el interés por lo esencial. El ejemplo que nos ha dejado von
Balthasar es más bien el de un auténtico teólogo que en la contemplación había
descubierto la acción coherente a favor del testimonio cristiano en el mundo. En
esta significativa circunstancia, le recordamos como un hombre de fe, un
sacerdote que en la obediencia y en el escondimiento, nunca buscó la afirmación
personal, sino que lleno de espíritu ignaciano siempre deseó la mayor gloria de
Dios.
Con estos sentimientos, os deseo a todos vosotros que continuéis con interés y
entusiasmo el estudio de la obra balthasariana y que encontréis caminos para su
eficaz aplicación. Sobre vosotros y sobre las sesiones de trabajo del congreso
invoco del Señor abundantes dones de luz, como prenda de los cuales imparto una
especial bendición.
Vaticano, 6 de octubre de 2005
BENEDICTUS PP. XVI
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]