IV

INICIOS

5. El entorno inmediato

5.1. Jesús va de Nazaret de Galilea al encuentro con Juan para escucharle y recibir su bautismo (Mc 1,9par). Pero antes de dicho encuentro y posterior estancia con el Bautista, Jesús se ha conducido como una persona normal, si por ésta se entiende todo lo que un hombre lleva a cabo en su vida cotidiana. Vive en una familia, realiza un trabajo, se inserta en una cultura y en una sociedad con sus instituciones sociales, políticas y económicas. Su existencia participa de la historia de las relaciones que, a lo largo de los siglos, han mantenido el Señor e Israel y que las tradiciones, instituciones y grupos religiosos procuran defender y hacer que se pongan en práctica.

Pocos son los datos históricos que se saben de Jesús antes de su actividad pública. Podemos decir que es originario de Nazaret, donde reside la mayor parte de su vida1. Nazaret es un pequeño poblado situado a unos 5 km al sur de Séforis y a 24 km al suroeste de Tiberíades, enclavado en la comarca de Galilea, la región más septentrional de Palestina2. Galilea está pobla-

1 Mc 1,9.24; 6,1-6; Q/Lc 4,16; Mt 4,13; etc. Nazaret como un lugar insignificante del que no puede provenir el Mesías: Jn 1,44-46: «Felipe era de Betsaida, patria de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice: —Hemos encontrado al que describen Moisés en la ley y los profetas: Jesús, hijo de José, natural de Nazaret. Replica Natanael: —¿De Nazaret puede salir algo bueno?».

2 Cf. supra, 3.1., 145-146.

da por judíos y gentiles de habla griega, que habitan en las gran-des ciudades como las nombradas Séforis y Tiberíades. Llamada «comarca de paganos» (Is 8,23; Mt 4,15) por ser un lugar de comunicación y por la mezcla de su población, es el territorio de las tribus de Zabulón, Isacar, Asser y Neftalí. De sus habitantes dice Josefo que son gente fuerte y amantes de la libertad3, quizás por esto Galilea es cuna del movimiento nacionalista de los celosos más tarde «zelotas». Es un pueblo unido a la fe de Israel, que se expresa en el apoyo al templo de Jerusalén, en el cumplimiento de las fiestas, en el apego a la tierra como signo de la generosidad de Dios, en el amor a la Ley, a la que se es fiel por medio de interpretaciones y tradiciones secundarias, en este caso adaptadas a la vida del campesinado, que es más liberal ante ciertos ritos de pureza legal que la corriente farisaica, más estricta4.

Jesús (Yehoshúa=Yahvé salva), es el hijo primogénito de María (Miryam) y José (Yosef)5. Nace hacia el final del reinado de

3 «Las dos Galileas, a pesar de tener una extensión tan grande y de estar rodeadas de pueblos extranjeros, han resistido siempre a todo intento de guerra. En efecto, los galileos están acostumbrados a luchar desde niños y en todo momento han tenido una población numerosa. Los hombres nunca han sido cobardes ni le ha faltado gente al país, pues es totalmente fértil...». Guerra, 3,41-42, 408.

4 Petronio, legado en Siria, dialoga con los judíos para levantar una estatua del emperador Cayo Calígula. Se dirigió a Tiberíades... «y los judíos, que consideraban peligroso el riesgo de entrar en guerra con los roma-nos, pero que juzgaban mucho más peligroso el riesgo que corrían de contravenir la ley [...] se entrevistaron con el legado, que les conminó a deponer su actitud: —¿Combatiréis entonces contra el César, sin tener en cuenta sus enormes efectivos ni vuestra debilidad? Y ellos contestaron: —En modo alguno combatiremos contra él, pero seremos cadáveres antes de transgredir nuestras leyes». JOSEFO, Ant., 18,269-272, II 1125. Lo mismo sucede con el rechazo que muestran los judíos de Cesarea de Filipo a con-sumir aceite griego por el miedo de que esté en recipientes no purificados y pudieran contaminarse, cf. ÍD., Autobiografía, 74-76, 113.

5 Mc 6,1-3: «... se dirigió a su ciudad, acompañado de sus discípulos. Un sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud que lo escuchaba comentaba asombrada: —¿De dónde saca éste todo eso? ¿Qué clase de saber se le ha dado, que tales milagros realiza con sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María...»; Mt 13,55: «¿No es éste el hijo del artesa-no?...»; Lc 3,23: «Cuando Jesús empezó su ministerio tenía treinta años y pasaba por hijo de José...»; cf. 442; Jn 1,45; 6,42; Hech 1,14.

Herodes el Grande, alrededor de los años 7-6 a.C.6. Sus hermanos o parientes (adelphoi) son Santiago, José, Simón y Judas, ade-más de hermanas o parientes, cuyos nombres no sabemos7. Los nombres de los hermanos corresponden a patriarcas judíos: Santiago (Jacob: Gén 25,26), José (Yosef: 30,23), Simón (Simeón: 29,33), Judas (Judá: 29,35). Ello indica que es una familia tradicional del campesinado de la baja Galilea enraizada en la fe y costumbres judías.

Una cuestión que puede aclarar a sus discípulos a la hora de comprender la persona y misión de Jesús, es la posibilidad de que su familia sea descendiente del rey David. Pablo, que llega a conocer a su hermano Santiago (cf. Gál 1,19) escribe en la Carta a los Romanos (1,3): «... nacido por línea carnal del linaje de David», afirmación que más tarde recoge un discípulo suyo que también la incluye como componente de la profesión de fe cristiana: «... acuérdate de Jesucristo, resucitado de la muerte, del linaje de David...» (2Tim 2,8). Además de la tradición paulina, lo atestiguan los Evangelios8, las predicaciones de Pedro y Pablo que relata Lucas en los Hechos (2,25-31; cf. 13,22-23.), ciertas referencias en la Carta a los Hebreos (8,6-13) y en el libro del

6 Herodes gobierna del año 37 al 4 a.C., en el que fallece, cf. JosEFo, Ant., 17,168-195, II 1043-1047; Guerra, 1,665, 244. Es el 750 de la fundación de Roma (supra, 2.1.3., 110); cf. Mt 2,1; Lc 1,5.

7 Cf. Mc 3,31-32par; 6,3par; Mt 13,55-56; Jn 2,12; 7.3.5.10; 1Cor 9,5; Gál 1,19. Adel phos, hermano, adelphe, hermana, se entiende de aquel o aquellos que participan de una misma relación de origen, bien carnal (hermanos, hermanastros, familiares), bien étnico (cf. Heb 8,11; Jer 38,34), bien creyente (cf. Mt 5,47; 23,8; 25,40; Lc 12,13-14; 14,12.26; 22,32; etc.), bien como prójimo (cf. Q/Lc 6,41-42; Mt 7,3-5; Sant 4,11-12). De la concepción virginal de Jesús, cf. Mt 1,18-23 (Is 7,34); Lc 1,34-35.

8 Cuando Jesús sale de Jericó y el ciego Bartimeo le grita: «—Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» (Mc 10,47); el grito de los dos ciegos de Mateo va en el mismo sentido 9,27; o el de la gente: «¿No será éste el Hijo de David?» (12,23); cf. 15,22; 20,30; 21,9.15; 22,42-45; Lc 3,31; 18,38-39; 20,41-44. De todas formas, infra 9.3.2.a.

Apocalipsis (3,7; 5,5; 22,16). Estas tradiciones, tan dispares y alejadas entre sí en sus orígenes, prueban tal probabilidad. Sin embargo, sabemos que después de la resurrección se aplica a Jesús el título de Mesías de una forma generalizada, y con el tiempo se interpreta en este sentido la promesa de un vástago dado por Dios a David. Pero Jesús es crucificado, lo que es un impedimento para que sea llamado Mesías, ya que su figura se reviste de gloria: «Y cuando hayas llegado al término de tu vida y descanses con tus antepasados, estableceré después de ti a una descendencia tuya, nacida de tus entrañas, y consolidaré tu reino. Él edificará un templo en mi honor y yo consolidaré su trono real para siempre. Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo» (2Sam 7,12-14)9.

Se añade a esto de que Jesús proclama la contradicción de que David, en el Salmo 110,1, llame a un descendiente suyo Mesías y Señor y por la defensa de los escribas de que el Mesías debía ser un descendiente suyo: «—¿Cómo dicen los letrados que el Mesías es hijo de David? Si el mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, dijo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que haga de tus enemigos estrado de tus pies. David mismo lo llama Señor: ¿cómo puede ser hijo suyo?» (Mc 12,35-37par). Por otra parte, los fariseos esperan que el Mesías, ade-más de venir de la casa de David, nazca en Belén10. Jesús no responde a esta objeción, quizás guiado por el peligro de ser perseguido al gobernar una dinastía distinta a la de la casa de David, como es la asmonea a la que pertenece Herodes Antipas. En todo caso, el hecho de conocer los discípulos la ascendencia davídica de la familia de Jesús lleva más tarde a clarificar su identificación mesiánica e ilumina ciertas actuaciones históricas contextualizadas dentro de la esperanza judía del enviado de Dios para la salvación del pueblo.

9 Cf. Is 11,1.10; Jer 23,5; Ez 34,23; 37,42; Sal 18,51; 89,20; 4Q174 [4QFlor] 1,11, 184.

10 «¿No dice la Escritura que el Mesías viene del linaje de David y de Belén, la patria de David?». Jn 7,42. «Pero tú, Belén de Éfrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti sacaré el que ha de ser el jefe de Israel». Miq 5,1; cf. Mt 2,6.

5.2. Lucas relata que Jesús crece en todos los aspectos de la vida (2,40.52). Es una evidencia que se aplica a cualquier persona que nazca dentro de una familia y sociedad normalizada y que excluye los imprevistos individuales (discapacidades físicas, psíquicas, etc.) y sociales (guerras, revoluciones, ausencia de trabajo, etc.) que puedan darse en la evolución de una con-creta existencia humana. Y todo ello ante la presencia del Señor, quien es el que conserva y protege toda la vida, como sucedió con Samuel11

Si es cierto que la instrucción es escasa en este tiempo en la mayor parte del Imperio, excepto en las familias pudientes, también es verdad el interés que el judaísmo ha prestado en su historia por la formación para todo el pueblo, y no sólo para la alta sociedad12. Realmente no se debe aplicar a la época de Jesús la seria organización de las escuelas que más tarde refleja la Misná13; sin embargo ésta revela una mentalidad que no se debe eliminar para tiempos anteriores. El aprendizaje suele comenzar a una edad temprana14, y la aspiración del creyente judío es tener una formación mínima para comprender todo lo relativo a su salvación. No es extraño, pues, que Jesús aparezca en los Evangelios leyendo la Escritura15.

11 «El niño Samuel crecía en el templo del Señor [...] el niño Samuel, iba creciendo y lo apreciaban el Señor y los hombres...». 1Sam 2,21.26.

12 «En cambio, el que se entrega de lleno a meditar la Ley del Altísimo, indaga la sabiduría de sus predecesores y estudia las profecías, examina las explicaciones de autores famosos y penetra las parábolas intrinca-das, indaga el misterio de proverbios y da vuelta a enigmas. [...] Dios le comunicará su doctrina y enseñanza, y él se gloriará de la Ley del Altísimo». Eclo 39,1-8.

13 «... cuanto más estudio de la ley, más vida; cuanta más escuela, más sabiduría; cuanto más consejo, más inteligencia; cuanto más justicia, más paz». Misnd, Abot 2,7. Edición de C. del Valle (Salamanca 19972), 840; cf. 5,14, 854; Shabbat 1,3, 222; Qiddushin 4,13, 630; Sakká 3,10, 363.

14 «Solía decir [Yehudá]: el niño de cinco [debe comenzar el estudio] de la Biblia; con diez, la Misná; con trece [ha de comenzar a observar] los preceptos; con quince, [ha de comenzar] a estudiar el Talmud...». Misnd, Abot 5,21, 855.

15 Lc 4,16-30; JOSEFO, Contra Apión, 2,17, 265: «Nuestro legislador puso mucho cuidado en armonizar ambos procedimientos. Ni dejó sin explicación la práctica de las costumbres ni permitió que el texto de la ley quedara sin efecto. Comenzando desde la primera educación [...] Pues tampoco dejó pretexto de la ignorancia, sino que presentó la ley como la forma de instrucción más hermosa y más necesaria. Y ordenó que se escuchara no una vez, ni dos, ni muchas, sino que cada semana, abandonando las demás ocupaciones, nos reuniéramos para oírla y aprenderla correctamente». Que en Jn 7,15 se acuse a Jesús de no haber estudiado, más bien se refiere a no seguir cursos en una escuela rabínica o superior a fin de saber utilizar la Escritura con argumentos objetivos aprendidos con los maestros de la Ley acreditados ante el pueblo. Por eso su pretensión de explicar la Escritura es rechazada por los judíos; cf. Mt 13,57.

La instrucción que recibe Jesús es la propuesta por la sociedad de entonces. A través de la sinagoga16, y seguramente en la escuela adyacente, Jesús se forma en la Torá, se introduce en la cultura de su pueblo y asume las tradiciones de sus mayores17. Estas tradiciones expresan la historia y las actuaciones que el Señor ha realizado en las diversas vicisitudes que Israel ha vivido a lo largo de los siglos. Se añade a esto el aprendizaje y cumplimiento de las normas de convivencia y la celebración de las fiestas religiosas según la Ley como la vive y entiende la comunidad judía de la baja Galilea, como se ha indicado antes, al que pertenecen Jesús y su familia18.

Todo ello entraña una formación suficiente para adentrarse con cierta seriedad en la lectura de la Torá. Enseña en lugares

16 Cf. supra, 2.2.2. 3°, 125.

17 «Nuestras ciudades han sido edificadas lejos del mar, vivimos en un país fértil que cultivamos con afán, nos dedicamos preferentemente a la educación de nuestros hijos, a la observación de las leyes y a las prácticas piadosas que conforme a esas leyes han sido transmitidas, haciendo de ella la tarea más necesaria de toda nuestra vida». «[La Ley] ordena que se enseñe a los niños a leer y que aprendan las leyes y las acciones de sus antepasados...». JOSEFO, Contra Apión, 1,12, 187; cf. 2,25, 270; 2,18, 266; Dt 6,7; 11,19.

18 «Por las fiesta de Pascua iban sus padres todos Ios años a Jerusalén. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre. Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Pensando que iba en la caravana, hicieron una jornada de camino y se pusieron a buscarlo entre entre parientes y conocidos. Al no encontrarlo, volvieron en su busca a Jerusalén. Al cabo de tres días lo encontraron en el Templo...». Lc 2,41-50; cf. Jn 2,13-22; 6,4; 11,55; 12,1.20; Mc 14,1-25par.

públicos (Mc 4,1), en las sinagogas (1,21) y en el templo (11,17). Así se explican los diálogos y diatribas que en su ministerio entabla con los escribas, fariseos y autoridades de Jerusalén sobre algunos párrafos de la Ley, además de presentar sugerencias y apreciaciones sobre los comentarios que corren de ella19. No es una sorpresa que la gente lo llame «maestro» (rabbi-didaskalos) en un sentido amplio: el que se deduce de su autoridad moral y de su inteligencia natural unida a la formación para buscar el bien del hombre, lo cual lleva al pueblo sencillo a reconocerle como ta120. Es un título que no tiene aquí su sentido técnico, pues Jesús no ha frecuentado una escuela rabínica propia-mente dicha. Jesús es uno de esos sabios (hakam) que dominan la halakd y la hagadd (tradiciones legales y tradiciones éticas)21, pero no es un sabio del dominio que resulta del aprendizaje escolar de la Ley oral y escrita, sino del que proviene de una autoridad personal que va más allá de cualquier actividad racional y que provoca la admiración del auditorio: «Todos se llenaron de estupor y se preguntaban: —¿Qué significa esto? Es una enseñanza nueva, con autoridad» (Mc 1,27; cf. Lc 4,32).

Leer la Torá y explicar ciertos párrafos de su contenido supone saber la lengua hebrea y aramea. La primera, porque la Escritura así está escrita; la segunda, como lengua hablada en Palestina por el pueblo de este tiempo. Jesús las emplea para comunicar dicha Escritura a los grupos de discípulos que le siguen y a la gente que comparte con él la celebración del sábado en las sinagogas22. Tampoco hay que descartar que sepa algo de la len-

19 «Nadie echa vino nuevo en odres viejos. [...] A vino nuevo odres nuevos. [...] El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado». Mc 2,22-28par; ante la acusación de que expulsa a los demonios en nombre de Beelzebul, contesta: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no podrá subsistir. Si Satanás expulsa a Satanás, contra sí mismo está dividido...». Q/Lc 11,17-18; 14,1-6; Mt 12,25-28; Mc 3,22-26; etc.

20 Cf. Mc 9,5; 11,21; 14,45; Mt 8,19; 23,8; 26,25; Lc 7,40; 11,45; 12,13; 19,39; etc.
21 Cf. supra, 2.3.4., 140.
22 Cf. Mt 4,54; 12,9; Mc 1,23; 3,1; 6,2; Lc 4,16; 6,6; 13,10; Jn 6,26; 18,20.

gua griega. Es la lengua común del Imperio y está presente en estas tierras y poblaciones desde Alejandro Magno (356-323 a.C.) y, sobre todo, desde el empeño helenizador de Antíoco IV Epífanes (175-165 a.C.). Aunque el judío tiende a rechazarla, en especial la gente sencilla apegada a las tradiciones y prácticas religiosas judías, se usa, al menos lo imprescindible, para entenderse en el ámbito público por las exigencias comerciales y políticas. Jesús, por su propia profesión, debe tratar con personas, que en la mayoría son judíos, pero también se incluyen aquellas que proceden del mundo de la Hélade, ya que Galilea está en parte integrada y en parte rodeada de ciudades griegas23, además de la cosmopolita Jerusalén, donde es la lengua normal de los judíos de la diáspora, de los gentiles que la visitan por mil causas y de los empleados de los estamentos gubernamentales romanos. Y todos ellos se entienden en griego, como la lengua de comunicación básica para las relaciones que resultan de los oficios de cada cual y de las exigencias de las instancias sociales, políticas y económicas.

5.3. Antes del encuentro y estancia con Juan, en torno al año 28 de nuestra era, Jesús vive como un ciudadano normal perteneciente a un país que se labra su propia historia por medio del trabajo y la participación y pertenencia a sus instituciones socia-les y religiosas. Jesús es, pues, un hombre que se sustenta de un oficio, como cualquier judío de Palestina, dentro de los oficios más comunes de su tierra de Galilea. En ésta se cultiva la tierra, se pesca en el mar y se cuida el ganado. Agricultores, pescadores, ganaderos (aunque la ganadería mayor se da más en Judea) son los oficios que más ocupan a sus gentes. Nazaret se sitúa en este mundo del campesinado. Y no es extraño que la familia de Jesús posea alguna tierra y una pequeña granja para cubrir sus necesidades, como sucede en Murcia y Valencia, donde canti-

23 Séforis, Tiberíades (In 6,23), Gerasa (Mc 5,1), Gadara (Mt 8,28) pertenecientes las dos últimas a la Decápolis, más o menos diez ciudades de fundación macedonia y griega, políticamente independientes y situadas al este del mar de Galilea y del río Jordán; cf. Mc 5,1-10par; 7,31.

dad de personas trabaja en la industria u otras instituciones sociales y, a la vez, es propietaria de algunas tahúllas en la huerta para el uso exclusivo de la familia, y en donde se plantan ver-duras, o se cuidan frutales y flores, y a lo que se une muchas veces un corral con aves y animales domésticos.

Pero Jesús no es un campesino, ni un ganadero, ni un pescador propiamente dicho, es decir, que vive del trabajo en el campo, de la cría de los animales, o de la pesca en el mar. Tampoco es un obrero de entonces (ergates)24, como un jornalero eventual de los tiempos actuales, sino que es un tekton (Mc 6,3). En una primera acepción del término significa arquitecto, el que dirige una obra. El sentido más común es el de un artesano, que no tiene una función muy específica dentro de la sociedad palestina. Puede asociarse al que trabaja la madera, la piedra, el hierro. En el caso de Jesús se pueden dar estas actividades conjuntamente, aunque se une por lo general al que trabaja la madera o la piedra en un taller. Al estar en un ámbito agrícola, puede hacer o reparar arados, yugos, carros, etc.; o suministrar los escasos enseres que se tienen en las casas, como arcas, arquetas, banquetas, puertas o ventanas, por cierto muy diversos a los muebles que se usan en las casas de la sociedad occidental, porque la mayoría de las veces las gentes de Palestina se sientan sobre esteras y comen en el suelo. El artesano se ocupa también en la construcción, por tanto sabe de albañilería, de cantería, y de todos los utensilios que se emplean para este menester.

De todo ello ofrecen muestras los Evangelios. Jesús utiliza en las parábolas, en las metáforas, en las comparaciones que hace del Reinado cantidad de imágenes referentes a la agricultura, a la ganadería y a la pesca. De la agricultura: «El Reino de Dios es como un hombre que sembró un campo: de noche se

24 Como se usa en estas citas de «Q»: «La mies es mucha, los obreros pocos; rogad al amo de la mies que envíe obreros a su mies». Q/Lc 10,2; Mt 9,37-38; EvT 73: «Jesús dijo: La cosecha ciertamente es grande; pero los obreros, pocos. Rogad, pues, al señor para que mande obreros»; Q/Lc 10,7; Mt 10,10: «Que el obrero tiene derecho al sustento»; o el término usado en la parábola de los obreros de la viña: Mt 20,1-15; cf. Sant 5,4; etc.

acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce fruto: primero el tallo, después la espiga, después grana el trigo en la espiga. En cuanto el grano madura, mete la hoz, porque ha llegado la siega» (Mc 4,26-29)25. Del ganado: «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el páramo y va tras la extraviada hasta encontrarla? Al encontrarla, se la echa a los hombros contento, se va a casa, llama a los amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque encontré la oveja perdida» (Lc 15,4-6)26. Del trabajo en el mar de Galilea: «El Reinado de Dios se parece a una red echada al mar, que atrapa peces de toda especie. Cuando se llena, la sacan a la orilla, se sientan, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran» (Mt 13,47-48)27. Del oficio de la construcción ofrece un bella comparación: «El que acude a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a explicar a quién se parece. Se parece a uno que iba a construir una casa: cavó, ahondó y colocó un cimiento sobre roca. Vino una crecida, el caudal se estrelló contra la casa, pero no pudo sacudirla porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha sin poner por obra se parece a uno que construyó la casa sobre tierra, sin cimiento. Se estrelló el caudal y la casa se derrumbó. La suya fue una ruina colosal»28.

Por eso es probable que Jesús vaya a Séforis, primero, y Tiberíades, más tarde, para trabajar en la construcción de ambas ciudades promovidas por Herodes Antipas29 y en donde se necesitan muchos hombres y oficios para edificarlas. Se entiende así mejor las afirmaciones de Marcos y Mateo: Jesús es «carpintero»

25 Cf. el sembrador (Mt 13,3-9par), los viñadores homicidas (Mc 12,1-9par), los obreros de la viña (Mt 20,1-5), la higuera estéril (Lc 13,6-8); etc.
26 «Marchad, que yo os envío como ovejas entre lobos». Q/Lc 10,3; Mt
10,16, cf. EvT 39,3; cf. Lc 14,5; Jn 10,1-16; etc.
27
Cf. Llama Jesús a pescadores, cuando bordea el lago de Galilea: Mc 1,16; o «veníos conmigo y os haré pescadores de hombres»:
Mt 4,19; y a Simón le dice: «No temas, en adelante pescarás hombres»: Lc 5,10.
28 Q/Lc 6,47-49; Mt 7,24-27; cf. Lc 14,28-29.
29 Cf. supra, 1.4., 84.

(6,3) e «hijo del carpintero» (13,55), porque le corresponde al padre no sólo enseñar las tradiciones nacionales y religiosas30, sino también educarlo en el ámbito profesional: «[el padre] enseñará siempre a su hijo profesiones decentes...»31. Las profesiones, pues, pasan de padres a hijos. Jesús aprende el oficio de José y se cualifica en este duro trabajo como tekton, y con el nivel de conocimientos requeridos para esta profesión, que no son precisamente pocos.

Vivir del trabajo, que no de un patrimonio grande, supone en este tiempo pertenecer al pueblo sencillo y pobre de Palestina. Excluidos Herodes y su corte, las familias de los Sumos Sacerdotes, los terratenientes, los grandes ganaderos y ciertos recaudadores de impuestos, la mayoría de los artesanos y los pequeños propietarios de tierras en la baja Galilea se sostienen con una economía muy ajustada para cubrir sus pequeñas necesidades32. Si bien es cierto que los artesanos con trabajo no se equiparan a las personas asalariadas de la agricultura y ganadería, o a los que están en medio de la plaza para ser contratados (Mt 20,1-6), o a los que se ven forzados a profesiones viles y al bandidaje, o padecen una situación de esclavitud o enfermedad. La familia de Jesús no pertenece a este grupo de gente sometida a una existencia humillante. Sin embargo, su posible estado económico está continuamente expuesto a los imponderables sociales, para los que no existe defensa alguna, como pueden ser las guerras y los impuestos que acarrean, la feroz política de los arrendamientos, o la simple inestabilidad climática, que con frecuencia obliga a empeñarse a los campesinos y a los oficios que dependen de la agricultura.

30 «... para que puedas contar a tus hijos y nietos cómo traté a los egipcios, y los signos que ejecuté en medio de ellos». Éx 10,2; cf. 12,26-27; 13,14-15; Dt 4,10; 6,7.20-25; 11,19; Jos 4,6-7.21-14; 22,24-25; no se descarta a la madre en la educación: «Hijo mío, escucha los avisos de tu padre, no rechaces las instrucciones de tu madre». Prov 1,8; cf. 6,20.

31 Misnd, Qiddushin 4,14, 630.

32 Es significativo lo que escribe Lucas (2,24) sobre la purificación de María por dar a luz a Jesús. Sacrifican, según la ley, un par de tórtolas o dos pichones, que es el sacrificio de los pobres, cf. Lev 12,7-8, supra, 3.2.2., 153-154.

Nada se sabe de las probables variaciones en la disponibilidad económica que puede sufrir la familia de Jesús. Pero en este tiempo la solvencia o penuria económica va unida a la fidelidad a las tradiciones sociales y religiosas del pueblo, que son las que fijan el grado de aceptación y estabilidad social de cualquier familia. Por eso, se puede deducir que la vida de Jesús y su familia, dentro del marco religioso y económico referido, disfrutan de una valoración que es común a la mayoría de las familias que constituyen la base social de cualquier pueblo. Y se comprende esta estima básica de las familias israelitas, cuyos parámetros sociales establece la teocracia de Israel y la política de Herodes, cuando Jesús se lanza a la itinerancia para proclamar la venida del Reino de Dios a los marginados con palabras nuevas y obras portentosas. La novedad que ello produjo se ve en sus familiares que «salieron a sujetarlo, pues decían que estaban fuera de sí» (Mc 3,21).


6. El bautismo

6.1. Galilea es, pues, la pequeña patria de Jesús. Es el lugar en el que más tarde se predicará el Evangelio (Mc 1,14.39), en el que las gentes le seguirán (3,7-8), escogerá a los discípulos (1,16) y donde muy pronto se extenderá su fama (1,28). Del pueblo donde vive, Nazaret, o quizás desde la ciudad donde trabaja, Tiberíades, camina Jesús hacia una región distinta situada al otro lado del Jordán (Jn 1,28). Es el camino que frecuentan la mayoría de los judíos que viajan a Jerusalén desde Galilea, porque así evitan pasar por la región de Samaría, donde habita un pueblo no afecto al judaísmo. Es la misma ruta que tomará Jesús para ir a Jerusalén a celebrar la última Pascua (Mc 10,1). En este momento, un desconocido Jesús va a escuchar a Juan, famoso profeta, al que acude mucha gente para recibir el bautismo de con-versión. Él también quiere recibir el bautismo (1,9).

El ámbito religioso en el que se mueve Jesús es el mismo del entorno de Juan. Como veremos más tarde, Jesús coincide con el Bautista en proclamar la situación de infidelidad en la que se encuentra Israel, dirigido por unas autoridades religiosas que, en connivencia con los poderes económicos y políticos, impiden una relación diáfana entre los creyentes y el Señor, sobre todo según las tradiciones proféticas. Por fin Dios anuncia una intervención definitiva sobre el Pueblo, que ve acercarse el fin de la situación en la que viven. Ante tal estado de cosas, es necesaria una conversión urgente, un cambio de rumbo en la vida, pues el Señor no está dispuesto a rehacer una y otra vez su Alianza y conceder el perdón de una forma permanente e ilimitada. La predicación de Juan, un mensaje escatológico con tintes apocalípticos, y la práctica de un único bautismo como signo de con-versión, es aceptada por Jesús en su conjunto.

Entonces «... fue bautizado por Juan en el Jordán» (Mc 1,9par). El hecho significa que Jesús acepta el sentido que Juan le está dando al bautismo, es decir, de integrarse en el grupo de israelitas que esperan la salvación y que supone un arrepentimiento de los pecados como alternativa a los ritos propuestos por la religión oficial. Estos ritos oficiales se orientan a admitir la situación social tal y como es defendida por los poderes fácticos, donde la práctica religiosa es una pieza clave para dicha estabilidad. Pero la aceptación del bautismo de Juan origina un serio problema en la comunidad cristiana primitiva, pues Jesús no sólo se comprende como el «sin pecado»33, sino que su persona y misión son fuente del perdón divino para los cristianos34. De ahí que Mateo eluda decir quién bautiza a Jesús, Lucas colo-que el encarcelamiento de Juan antes del bautismo35 y el Evangelio de Juan lo suprima sin más.

33 2Cor 5,21: «Al que no supo de pecado, por nosotros lo trató como a pecador, para que nosotros, por su medio, fuéramos inocentes ante Dios». Heb 4,15: «El Sumo Sacerdote que tenemos no es insensible a nuestra debilidad, ya que, como nosotros, ha sido probado en todo excepto el pecado». Jn 8,46: «¿Quién de vosotros me probará algún pecado?». 1Ped 1,19: «... sino con la preciosa sangre de Cristo, cordero sin mancha ni tacha»; 2,22: «No había pecado ni hubo engaño en su boca».

34 «Ante todo, yo os transmití lo que había recibido: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras...». 1Cor 15,3; cf. Rom 3,23-26; Mc 2,1-12; Mt 1,21; Lc 7,36-39; Hech 5,31; etc.

35 En Mateo (3,16): «Una vez bautizado Jesús», aunque en 3,13 escribe: «Por entonces fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara»; en Lucas (3,19-20): «El tetrarca Herodes [...] por los demás crímenes cometidos, añadió a todos el de encerrar a Juan en la cárcel. Mientras todo el pueblo se bautizaba, también Jesús se bautizó...».

Sin embargo, se deduce de la afirmación de Marcos que Jesús, perteneciente al pueblo elegido, se acerca a ser bautizado por Juan como todo creyente y piadoso judío que espera la salvación divina al vivir en un pueblo pecador. El arrepentimiento de los pecados, por lo general, es una experiencia colectiva realizada en un rito común sobre los múltiples aspectos que implica la infidelidad a la alianza divina36, y a priori no supone una actitud individual de alejamiento de la relación personal con Dios que pueda originar una conciencia de pecado ante el amor gratuito de Dios. Por tanto, cuando Jesús recibe «el bautismo de penitencia para el perdón de los pecados» (Mc 1,4), no se dice que él se considere un pecador, pues no hay constancia de tal hecho; o que pertenezca a un mundo que los piadosos consideran alejado de las normas divinas o buenas costumbres sociales, como se le acusa al comunicarse con el círculo de «publicanos y pecadores»37; o que sea un estorbo no querido por Dios al poner en peligro la paz del pueblo por transgredir las normas de convivencia sociales38. El dato histórico de ser bautizado por Juan señala una actitud positiva de Jesús: la de ser solidario con la historia de su pueblo, una historia de bien y de mal en las relaciones con Dios. Y, justamente, este sentido de pertenencia religiosa judía es lo que le da la posibilidad de acercarse a Juan, integrar-se en su esperanza escatológica y recrear, más tarde, las condiciones de salvación para Israel.

6.2. Ante este hecho histórico, la comunidad cristiana, que ya experimenta a Jesús como Señor, hace que Juan muestre su inferioridad. Por eso cuando se acerca Jesús para ser bautizado: «...Juan se lo impedía diciendo: —Soy yo quien necesito que me bautices tú, ¿y tú acudes a mí?» (Mt 3,14). Después la teología

36 Como señalamos más arriba, cf. 4.3.3., 183-184.

37 «Vino este Hombre, que come y bebe, y decís: Mirad qué comilón y bebedor, amigo de recaudadores y de pecadores». Q/Lc 7,34; Mt 11,19; cf. Mt 21,31-32.

38 «Hemos encontrado a éste agitando a nuestra nación, oponiéndose a que paguen tributo al César y declarándose Mesías». Lc 23,2; cf. Jn 11,49-50.

cristiana borrará cualquier indicio de pecado en Jesús, pues Marcos lo sitúa en solitario y sin nombrar, como lo ha hecho con anterioridad para la gente, ya que el bautismo es de conversión para recibir el perdón, de manera que Jesús no confiesa sus pecados (cf. 1,4-5), y, finalmente, elabora una rica teofanía a través de la cual se muestra la identidad y misión de Jesús en los mismos inicios de su actividad pública.

Jesús es el personaje que espera Juan: Aquel que ha de venir para bautizar con Espíritu Santo39, y se describe la teofanía relacionando varios textos de la tradición judía: «En cuanto salió del agua, vio que los cielos se rasgaban y el Espíritu bajando sobre él como una paloma» (Mc 1,10par). Salido de las aguas, es decir, cumplida la encomienda del Bautista, Jesús ve al instante que los cielos se rasgan. En esta experiencia personal comprende que Dios se le comunica bajando de su propia gloria, como él mismo acaba de subir del agua, provocándose el encuentro mutuo en la tierra amorosamente creada. Y es un descenso divino violento. El cielo no se abre para que salga Dios, como sucede en Mateo (3,16) y Lucas (3,21), sino que está definitivamente abierto para que Dios, ¡por fin!, irrumpa sobre Jesús con el objetivo de cumplimentar la última escena de la historia de la salvación. Dios ha encontrado a alguien disponible a quien entregarse plena y personalmente y preparado para obedecerle, una relación divina truncada desde la desobediencia de Adán (Gén 3,6). Es cuando desciende el Espíritu, el Espíritu de Dios (Mt 3,16) o Espíritu Santo (Lc 3,22), que ha anunciado Juan, quedando éste en la dimensión de la espera40. El Espíritu baja del cielo por la decisión propia de Dios, que no por la acción del bautismo de Juan, y es probable que se refiera a la unción específica que le hace Dios41. Mas el Espíritu, invisible, que es el símbolo de la vida y fuerza de Dios, lo experimenta Jesús de una forma plástica:

39 Cf. Mc 1,8par; supra, 4.4., 185.

40 Cf. supra, 4.4.2., 190-192.

41 «Mirad mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que promueva el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará. El pabilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y su ley que esperan las islas». Is 42,1-4; cf. 11,9; 61,1; Miq 3,8.

viene del cielo como desciende una paloma hacia su nido o hacia su cebadero.

A continuación pasa Jesús del ver al ofr: «Se oyó una voz del cielo: Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» (Mc 1,11par). Dios se dirige directamente a Jesús como su Padre. Es una afirmación que expresa dónde está enraizada la vida de Jesús. Antes fueron llamados hijos los ángeles42, Israe143, los jueces44, los justos45 y el rey David46. Pero ahora se hace de una manera singular. El Padre declara su amor y predilección por su hijo único. Esta predilección no lleva consigo el sentido antiguo de poder cuando se relaciona con el rey mesías a quien unge Dios para defender a Israel de las naciones enemigas, además de conquistarlas y dominarlas (Sal 2,2.8-9). Más bien se relaciona con la cercanía y amor de Dios que plenifica la vida de Jesús, lo cual le señala como Hijo único, el amado, (ho agapetos), que en Marcos es posible que evoque el sacrificio que supone la entrega, como sucedió con Abrahán e Isaac47, ya que Dios Padre se une a ese Hijo predilecto (Mc 12,6) que da la vida para la salvación del hombre, según su propio designio.

Y Jesús es, además, el siervo48, el predilecto de Dios y que le ha capacitado al darle su Espíritu para devolver la fidelidad y

42 Los ángeles (iRe 22,19), que aclaman a Dios (Job 38,7; Zac 4,7; Esd 3,10-11), son espíritus a Ios que se les llama hijos de Dios, cf. Job 1,6; 2,1; Sal 38,7; Sal 29,1; Dan 3,25.
43 Cf. Ex 4,22; Dt 14,1; Os 2,1; 11,1; Is 1,2; 30,1; Jer 3,22; Sab 9,7; 10,15.17; 18,13; etc.
44 Cf. Sal 82,6; 58,2; 45,7; etc.
45 Cf. Eclo 4,10; Sab 2,18.
46 En el día de su entronización en Jerusalén: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy». Sal 2,7; cf. 2Sam 7,14; Sal 89,27; y citado en Hech 13,33; Heb 1,5; 5,5; 7,28; 2Ped 1,17.

47
Cf. Gén 22,2; 12,16; Am 8,10; Zac 12,10; Mc 9,7par; 12,6; Mt 12,18; 17,5; Lc 9,35; 20,13.
48
«Mirad mi siervo, a quien yo sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu». Is 42,1.

estabilidad de la alianza entre Dios y los hombres. Esta alegría divina de haber encontrado a alguien que le responda a su amor y realice la tarea que tantas veces ha encomendado a Israel, se fundamenta en que va a instaurar la justicia y el derecho en todo el mundo, y con el testimonio de una mansedumbre que es capaz de ofrecer su vida por todos49. La declaración divina puede entenderse como una llamada que hace Dios a Jesús. Y es una llamada para que cumpla su voluntad con un estilo muy distinto de aquel que pregona la gloria y el poder para su enviado, según señalan las tradiciones. Es lo que más tarde concreta Marcos para los seguidores de Jesús: «Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Quien se empeñe en salvar su vida, la perderá: quien la pierda por mí y por la buena noticia, la salvará». (8,34-35par). Todo justo debe una obediencia humana al orden establecido por Dios50. La obediencia de Jesús a Dios, no sólo es la del justo, sino también la que expresa su entrega hasta el límite de sus fuerzas exigida por el Padre a su condición filial histórica.

6.3. No se sabe con certeza cuándo surge en Jesús la experiencia de su peculiar filiación divina y la posesión del Espíritu con el que desarrolla la proclamación del Reino. La tradición cristiana coloca esta conciencia de Jesús en el bautismo por Juan, donde Dios le revela su identidad y misión. Esto significa el preámbulo de su actividad pública y, por consiguiente, un cambio trascendental de su vida, que su familia no ha presentido a lo largo de su convivencia doméstica. Y se observa cuando Jesús vuelve a su pueblo después de un primer contacto con la muchedumbre, a la que anuncia el Reino con unos hechos sor-

49 Cánticos del siervo: Is 42,1-9; 49,1-6; 50,4-11; 52,13-53,12, al que se relaciona con Jesús o invoca para sí: Mc 10,45; Lc 22,19-20, y al que se refieren diversos textos neotestamentarios: Hech 3,13; 8,23-33.

50 Cf. Jesús responde a Juan en el bautismo según Mateo: «Ahora cede, pues de ese modo conviene que realicemos la justicia plena» (3,15). Jesús es el justo en el sentido de que hay en él ausencia de pecado, y asume la condición de pecador en el horizonte del Israel infiel, como hemos comentado más arriba; cf. Mt 5,10.20; 6,1.

prendentes, y «fue predicando y expulsando demonios en sus sinagogas por toda la Galilea» (Mc 1,39). Entonces sus parientes intentan recogerlo y conducirlo a casa, porque piensan que ha perdido la cabeza (3,21)51. La extrañeza de su familia ante su conversión, que le hace pasar de una persona anónima a otra deseada por la gente (cf. 1,45), porque en dicha transformación radical de su vida manifiesta a Dios de una forma nueva en medio de la historia, también lleva a exclamar a sus paisanos: «¿De dónde saca éste todo eso? y ¿qué clase de saber se le ha dado, que tales milagros realiza con sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago y José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas? Y esto lo sentían como un obstáculo» (6,2-3par).

En cualquier caso, es probable que Jesús esté un tiempo con Juan. El relato de la vocación de los primeros discípulos del Evangelio de Juan así lo supone (1,29-45). Jesús está cerca de «Betania, junto al Jordán, donde Juan bautizaba» (1,28). Está, pues, fuera de su contexto familiar y de su trabajo. Sucede que dos discípulos de Juan, Andrés y Felipe, dejan al maestro y siguen a Jesús (1,35-44)52, lo que sugiere que éste los conoce,

51 «Fueron su madre y sus hermanos, se detuvieron fuera y le enviaron un recado llamándolo. La gente estaba sentada en torno a él y le dicen: —Mira, tu madre y tus hermanos [y hermanas] están fuera y te buscan. Él respondió: —¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados en círculo alrededor de él, dice: —Mirad, mi madre y mis hermanos. Pues el que cumpla la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano y hermana y madre». Mc 3,31-3par; «... pues ni sus parientes creían en él». Jn 7,5

52 «Al día siguiente estaba Juan con dos de sus discípulos [...] y siguieron a Jesús. [...] Uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro [...] Al día siguiente se disponía a marchar a Galilea, cuando encuentra a Felipe y le dice Jesús: —Sígueme. Felipe era de Betsaida, patria de Andrés y Pedro». Jn 1,35-44. Andrés, y seguramente Felipe, son los dos primeros discípulos, pues ambos son de Betsaisa (cf. Mc 3,18; Hech 1,13), aparecen juntos en la multiplicación de los panes (6,5-9), interceden ante Jesús por los prosélitos griegos (12,22) y Felipe invita a Natanael con la misma expresión que Jesús pronuncia ante los discípulos al inicio del párrafo (Jn 1,37-39).

porque también forman parte del entorno de Juan cuando él emprende un nuevo camino. Este conocimiento previo que tiene Jesús de sus discípulos, donde es posible que todos estén a la espera de la intervención divina anunciada por el Bautista, explica de alguna manera la llamada drástica al seguimiento sin mediar diálogo alguno como se narra en los Sinópticos (Mc 1,16-20par). Por otra parte, Jesús aparece bautizando con sus discípulos: «... Jesús con sus discípulos se dirigió a Judea; allí se quedó con ellos y se puso a bautizar» (Jn 3,22; cf. 4,1). Se deduce, junto con el ser bautizado por Juan, su estancia por un tiempo con el Bautista, y se explica que él siga con la práctica bautismal de su maestro53.


7. La prueba

7.1. Durante el tiempo en el que Jesús está en la órbita o cercanía de Juan, o en cualquier período de su existencia antes de iniciar su ministerio, es posible que se le invite a permanecer en su trabajo, en su familia, en su pueblo con sus paisanos y con el quehacer cotidiano que organiza su vida. La llamada de Dios a la nueva misión no recae sobre una cosa, que cambia de lugar o de sentido según convenga al hombre. La resistencia interior que puede tener Jesús antes de su actividad pública no se sabe. Pero es significativo que en este tiempo previo a su misión los evangelistas coloquen el relato de las tentaciones diabólicas y que éstas constituyan, junto con el bautismo, el marco por donde va a discurrir el evangelio de Jesús.

Es cierto que tales tentaciones nada refieren de su experiencia personal, ya que responden a una composición literaria de hondo contenido teológico, y se dirigen a cortar el hilo de unión que Dios ha establecido con Jesús o poner en duda su conciencia filial simbolizada en el bautismo. La relación de Jesús con

53 El significado que le da Jesús a este bautismo está en la línea del mensaje de Juan (cf. Hech 19,4), además de la adhesión a su persona y a su destino siguiéndole en la proclamación del Reinado, y aún lejos del bautismo en el Espíritu que se les derramó a los apóstoles en la Pascua (Jn 20,22), o en Pentecostés (Hech 2,1-4).

Dios por medio de su experiencia filial es la que se intenta romper o reorientar en el sentido de cómo debe llevar a cabo la misión divina encomendada. La intención diabólica es corregir la forma concreta de acometer su misión en cuanto Hijo de Dios. Pero que se compongan las narraciones de las tentaciones cuan-do Jesús ha sido ya idealizado y creído como Señor del Universo, prueba, como el bautismo por Juan, que se encuentra en su vida con serios inconvenientes para realizar su ministerio. Y, a la vez, dichas tentaciones pueden indicar cierto conflicto personal o resistencia interior, aunque sea de una manera muy indirecta y tangencial, bien al inicio, o bien como lógica consecuencia a las duras pruebas a las que se le somete en su actividad pública. De hecho, el relato de Marcos, por una parte, y el de Mateo y Lucas, por otra, que muestran dos tradiciones distintas, quizás nacidas en una situación de indigencia y necesidad de Jesús, sitúan como prólogo de su misión actitudes personales y experiencias que vivirá más tarde Jesús, como es la oración que practica, tanto individual como colectivamente, y el rechazo a la proclamación del Reinado de algunos grupos religiosos, y que, después, no esconden ni Juan ni el autor de la Carta a los Hebreos54.

7.2. Es probable que Jesús se adentre en el desierto (Mc 1,12-13par) desde las riberas del río (Lc 4,1). El desierto se extiende entre el valle del Jordán y las montañas de Judea y cubre un espacio de 120 km de norte a sur y 16 km de este a oeste. El desierto es un lugar peligroso, pues es donde se cobijan los rebeldes políticos y sus secuaces, además de los que huyen de la justicia; viven toda clase de animales en un terreno inhóspito y quebradizo55. Por otro lado, el desierto se contempla de una

54 Jn 6,15: «Jesús, conociendo que pensaban venir para llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo»; Heb 2,17; 4,15; 5,2; las tradiciones de las tentaciones que aparecen en los Evangelios se relatan en: Mc 1,9-13; 8,1-13; 8,27-33; 10,1-12; 12,13-17; Q/Lc 4,1-13; Mt 4,1-11; Q/Lc 11,16.29; Mt 12,38-40; Lc 10,25; 22,28; Jn 7,53-8,11.

55 Is 30,6: «... tierra hostil y siniestra, de leones y leonas rugientes, de áspides y dragones alados,...»; cf. Lev 16,16; Is 13,21; 27,10; 34,14; 35,7; Jer 2,16; 4,26; Lam 5,9; Ez 19,13; Os 13,5; J14,19; Sof 2,13-14; etc.

forma simbólica como un tiempo de revelación y relación con Dios56. Por eso, el desierto desconcierta: Juan escucha la voz de Dios y Jesús percibe la seducción del diablo. Pero también el desierto es para Jesús uno de los lugares solitarios donde se retira para orar y relacionarse con Dios57.

El Espíritu de la vida y fuerza de Dios derramado sobre Jesús le conduce a este lugar. En él permanece «cuarenta días, siendo tentado por Satanás» (Mc 1,12par). En esta dimensión figurativa y teológica de las tentaciones, la estancia de Jesús se fija en cuarenta días, que es un número simbólico que refiere una situación estable de paz (Jue 3,11), o también, si se cifra en años, es igual a una generación, es decir, el tiempo en que una persona o un pueblo se hace, en este caso los años que camina Israel hasta alcanzar la tierra prometida estructurándose como una comunidad numerosa, que adora a Dios, tiene unas reglas de convivencia y una tierra para vivir (Dt 8,2)58. Aplicado a Jesús, estos días indican la duración de su inmediata actividad pública hasta su resurrección, en la que se revela progresivamente su verdadera identidad de Hijo de Dios.

Satanás, el adversario del hombre, un acusador, un fiscal59, o el espíritu del mal, es el que se opone a Dios y al hombre. Aquí prueba a Jesús, lo desafía, como cuando Pedro le invita a no

56 Dt 8,2: «Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones, si guardas sus preceptos o no»; Os 2,16-18: «Por tanto, mira, voy a seducirla llevándomela al desierto y hablándole al corazón. [...] Allí me responderá como en su juventud, como cuando salió de Egipto. Aquel día —oráculo del Señor— me llamarás Esposo mío, ya no me llamarás ídolo mío»; cf. Neh 9,19.21; Éx 12,10; 19,1-2.

57 «Por la mañana salió y se dirigió a un lugar despoblado». Lc 4,42; cf. 5,16; Mc 1,45; 6,31; Mt 14,13.

58 Cf. Núm 14,33-34; 33,38; Dt 1,3; 2,7; 29,5; Jos 14,17; etc. Otras relaciones con este tiempo en que Israel se hizo como pueblo se dan en los días que estuvo Moisés en el monte Sinaí «sin comer pan y sin beber agua», y en los que escribió las tablas de la ley (Éx 34,28; cf. Q/Lc 4,2; Mt 4,2); o los mismos días que caminó Elías hasta alcanzar el monte Horeb, siendo fortalecido por los ángeles (3Re 19,1-8).

59 Cf. infra, 8.5.3., 280-282.

seguir el camino de sufrimiento que lleva consigo su misión mesiánica: «iRetírate, Satanás! Piensas al modo humano, no según Dios» (Mc 8,33). Revela la tentación (peirasmos) una provocación que Dios hace60, o también el estar en una situación agobiante e incierta que incita a la rebeldía, además de la seducción para hacer el mal, rompiendo de esta manera la unión amorosa con Dios. En la vida de Jesús puede relacionarse con las invitaciones que los hombres le presentan para dejar el camino de ser-vicio y sacrificio señalado por Dios para cumplir su misión, o simplemente un ataque a la experiencia personal de su filiación.

De hecho, la composición literaria que transmite el documento «Q» sobre la reflexión teológica de las tentaciones, enseña que las situaciones adversas que pasa Jesús son, a la vez, alternativas reales al camino propuesto por Dios, y que, en el caso de seguirlas, anularían su misión. A Jesús, como hijo de Dios, se le prueba para que utilice sus poderes. Esto se advierte cuando se relacionan las experiencias de Jesús en el desierto con las de Israel. El objetivo de la comparación es demostrar que, cuando Israel fue probado en su travesía por el desierto antes de alcanzar la tierra prometida, cayó en la tentación, realidad que no sucede en Jesús, porque se fía de Dios.

En la primera tentación se narra que, al término de los cuarenta días de ayuno, Jesús siente hambre61. Entonces Satanás le reta para que convierta las piedras en panes. La respuesta de

60 Peirasmos significa prueba cuando la intención del que la hace es positiva y se propone acreditar a alguien; significa tentación si la intención es negativa, para desacreditar. Un ejemplo claro se observa en la Carta de Santiago (1,12-15): «Dichoso el varón que soporta la prueba, porque, al salir airoso, recibirá la corona de la vida que el Señor prometió a los que lo aman. Nadie en la tentación diga que Dios lo tienta, pues Dios no es tentado por el mal y él no tienta a ninguno. Cada uno es tentado por su propio deseo que lo arrastra y seduce. Después el deseo concibe y da a luz un pecado, el pecado madura y engendra la muerte».

61 «...Jesús, [...] se alejó del Jordán y se dejó llevar por el Espíritu al desierto, durante cuarenta días, mientras el diablo lo ponía a prueba. En este tiempo no comió nada, y al final sintió hambre. El diablo le dijo: —Si eres hijo de Dios, di a esa piedra que se convierta en pan». Q/Lc 4,2-4; Mt 4,2-4.

Jesús: «—Está escrito que el hombre no vive solo de pan» (Dt 8,3), es la que debió dar Israel cuando en el desierto, camino hacia la libertad, suspiró por la comida de esclavos que tenía en Egipto62. Recuerda cuando Jesús alimenta a la multitud en la multiplicación de los panes en su condición poderosa de hijo de Dios (Mc 6,30-44par) como signo de su preocupación constante por la vida de los demás. Por consiguiente, su poder filial puede utilizarlo en beneficio propio cuando tenga hambre, o cuando se vea en peligro (cf. Mt 26,53), pero esto le desviaría de su forma servicial de vida.

La segunda tentación propone usar sus poderes filiales tirándose desde el lugar más público de Israel: el alero del templo de Jerusalén, sede de la presencia de Dios63. Y no tendría peligro alguno, porque los ángeles de Dios lo recogerían en la caída. De esta manera mostraría dichos poderes realizando un acto público de cara a la galería, con lo que seduciría a las masas. Se le invita a realizar un signo que demuestre su filiación gloriosa y poderosa. Jesús responde a esto: «No pondrás a prueba al Señor tu Dios» (Dt 6,16). Es cuando Israel probó a Dios para que le diera agua para beber64. Esta escena evoca el momento cuando Jesús está muriendo en la cruz y resuenan estas palabras en sus

62 «La comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: —¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad». Éx 16,2-3; cf. Núm 11,7-8.

63 «Entonces le condujo a Jerusalén, lo colocó en el alero del templo y le dijo: —Si eres hijo de Dios, tírate abajo desde aquí, pues está escrito que ha dado órdenes a sus ángeles para que te guarden y te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra». Q/Lc 4,9-12; Mt 4,5-7.

64 «La comunidad israelita se alejó del desierto de Sin por etapas, según las órdenes del Señor, y acamparon en Rafidín, donde el pueblo no encontró agua de beber. El pueblo se encaró con Moisés, diciendo: —Danos agua de beber. Él les respondió: —¿Por qué os encaráis conmigo y tentáis al Señor? Pero el pueblo, sediento, protestó contra Moisés: —¿Por qué nos has sacado de Egipto, para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y al ganado? Moisés clamó al Señor: —¿Qué hago con este pueblo? Por poco me apedrean». Éx 17,1-4; cf. Núm 20,1-13; Sab 11,4.7.

oídos: «Se ha fiado de Dios: que lo libre si es que lo ama. Pues ha dicho que es hijo de Dios» (Mt 27,43); «... que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos» (Mc 15,32). Es una situación en la que Dios debe salir en defensa de los que le son fieles y obrar como dice el Salmo citado por Satanás: que los ángeles lo lleven en sus palmas para que no tropiece y caiga (91,11-12). Sin embargo, la salvación viene con un estilo de amor, cuyo sacramento es el servicio y el sacrificio. Pero este estilo, al que Jesús es fiel, no lo conocen sus adversarios ni sus discípulos (cf. Mc 8,33).

Por último, se le ofrece a Jesús ser señor de multitud de reinos, con tal de adorar al diablo65'. Sería reconocer como señor a alguien distinto a Dios, su Padre. Jesús contesta al diablo: «Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, a él sólo darás culto» (Dt 6,13). Esta contestación corresponde a la exhortación de Moisés al pueblo para que no se sienta seducido por los dioses cananeos66. La tentación como oferta de poder, igual que al principio del tiempo Adán y Eva experimentaron el poder de decidir el bien y el mal (Gén 3,5), no sólo expresa la invitación que se hace a Jesús tantas veces en su vida para manifestar su condición de superioridad sobre los humanos por su identidad filial, sino también se dirige a sus discípulos para que comprendan su misión de una determinada forma: «Sabéis que entre los paganos los que son tenidos por jefes tienen sometidos a los súbditos y los poderosos imponen su autoridad. No será así entre vosotros; antes bien, quien quiera entre vosotros ser grande que se haga vuestro servidor; y quien quiera ser el primero que se haga esclavo de todos. Pues este Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por todos» (Mc 10,42-45).

65 «Después lo llevó a una cima y le mostró en un instante todos los reinos del mundo. El diablo le dijo: —Te daré todo ese poder y su gloria, porque a mí me lo han dado y lo doy a quien quiero. Por tanto, si te postras ante mí, todo será tuyo». Q / Lc 4,5-8; Mt 4,8-10.

66 «No adorarás sus dioses, ni les servirás. Y no imitarás sus obras. Al contrario, destruirás y destrozarás sus estelas. Vosotros servid al Señor, vuestro Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. Apartaré de ti las enfermedades». Ex 23,24-25; cf. 23,20-25; Dt 12,30-31.

En el fondo, las tentaciones satánicas simbolizan la seducción de la gloria del mundo cuya base es el poder con sus dimensiones de enriquecimiento, de búsqueda de prestigio y ampliación del campo del dominio de unos pueblos sobre otros, de unas personas sobre otras, como alternativa a la actitud y dimensión filial formulada en la fidelidad, en la esperanza y en el amor de Jesús a Dios como respuesta a la llamada amorosa de Dios a Jesús. Lo satánico es la práctica del poder en propio beneficio a costa de la vida de los demás, y, por tanto, se contraponen la obediencia a Dios y la obediencia a Satanás.

7.3. Jesús no cae en la tentación, como sucedió con Israel en el desierto. Jesús muestra su fidelidad filial a Dios en medio de las tentaciones que ha sufrido en su ministerio, en su pasión y muerte. El relato de Marcos concluye con una frase que indica la paz del paraíso prometido por Dios: «Vivía con las fieras y los ángeles le servían» (1,13). Los animales no son ahora enemigos en busca de su presa, sino los que acompañan al hombre en el camino de la vida67. Y los ángeles que le sirven recuerdan la apertura de los cielos por la permanente relación de fidelidad de Dios hacia Jesús, al que mantiene unido a Él a lo largo de todo su ministerio público. Los ángeles colaborarán también con el Hijo del hombre para reunir a sus elegidos (Mc 13,27); son aquellos que han estado junto a él y le han ayudado a su misión. Por último, esta escena puede rememorar la recuperación del paraíso que Jesús hace posible para la humanidad, el paraiso perdido por Adán en los inicios de la creación al cometer un acto de desobediencia a Dios (Gén 3,1-19).

Estos hechos, bien contemplados por los discípulos, bien comunicados por el mismo Jesús y después simbolizados e interpretados con el arte de la haggadd, se relacionan, no sólo con

67 «Entonces el lobo y el cordero irán juntos, y la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león engordarán juntos; un chiquillo los pastorea; la vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas, el león comerá paja como el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente». Is 11,6-8; 65,25.

su condición filial, sino también con su experiencia personal, que tampoco puede excluirse en el tiempo de la llamada divina, que origina un giro drástico en su vida en el ámbito de su encuentro con Juan y su estancia vecina. La superación de la tentación y la consiguiente paz entrañan estados antropológicos sabidos, y son posibles, tanto en la misión de Jesús, como en su experiencia personal de relación con el Padre. En este último caso, y en dependencia con el significado de la tentación como prueba de Dios, Jesús la sufre como Abrahán, Jacob, Job, etc.: «Hijo mío, cuando te acerques a servir al Señor, prepárate para la prueba» (Eclo 2,1)68. Parece que forma parte de la historia de la salvación que aquellos a los que Dios ama con más intensidad y los envía a una misión importante estén más expuestos a los ataques del mal. Entonces Jesús se entrega por entero al plan propuesto por Dios con plena libertad.

7.4. En definitiva, Jesús permanece un tiempo con Juan después de recibir su bautismo, y se forma y participa de su predicación escatológica. Este mundo configura la actividad previa a su actuación pública69, en la cual, y supuesta la experiencia divi-

68 Véase el bello relato de Jacob: «Y quedó Jacob solo. Un hombre peleó con él hasta despuntar la aurora. Viendo que no le podía, le golpeó la cavidad del muslo; y se le quedó tiesa a Jacob la cavidad del muslo mientras peleaba con él. Dijo: —Suéltame que despunta la aurora. Respondió: —No te suelto si no me bendices. Le dijo: —¿Cómo te llamas? Contestó: —Jacob. Repuso: —Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, pues has luchado con dioses y hombres y has podido. Jacob a su vez le preguntó: —Dime tu nombre. Contestó: —¿Por qué preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. Jacob llamó aquel lugar Penuel (= rostro de Dios), diciendo: —He visto a Dios cara a cara, y he salido vivo. Salía el sol cuando atravesaba Penuel; y marchaba cojeando» (Gén 32,25-32); la de Abrahán: 22,1-19; la de Job: 1,6-12.

69 Así relata Lucas el recuerdo de Pedro sobre el principio del ministerio de Jesús: «Vosotros conocéis lo sucedido por toda la Judea, empezando por Galilea, a partir del bautismo que predicaba Juan. A Jesús de Nazaret lo ungió Dios con Espíritu Santo y poder: discurrió haciendo el bien y curando a los poseídos del diablo, porque Dios estaba con él». Hech 10,37-38; cf. 1,22; 13,24-25; Lc 3,21.

na y la recepción del Espíritu, imprime una nueva dimensión que no tiene cabida en la estructura del mensaje de Juan y sus discípulos. Es probable que esté un tiempo orando en soledad. Aquí medita sobre la misión futura que Dios le ha encomendado y de alguna manera siente, como en el huerto de los olivos (Mc 14,36par), cierta resistencia al plan que Dios ha trazado para su vida.

Después, Jesús emprende su propio camino con la misma práctica bautismal de Juan. Seguido por algunos discípulos del Bautista, regresa a su región de Galilea, y no a Nazaret, su patria chica, ni al desierto, como Juan, sino a una comarca donde vive su familia, sus personas conocidas. Galilea está llena de gente sencilla dedicada a la agricultura, a la ganadería y a la pesca. Aquí ha pasado su vida y ha trabajado hasta su encuentro con Juan. Tiene Jesús unos 33 o 34 años, se cumple aproximadamente el año 28 de la era cristiana, y el 782 de la fundación de Roma70.

70 Lucas dice que tenía unos 30 años (3,23), edad aproximada para iniciar un ministerio público, como sucedió con David (2Sam 5,3), José (Gén 41,46), Ezequiel (Ez 1,1). Al comenzar su actuación poco después de Juan Bautista (cf. supra, 4.1., 169) y habida cuenta del dato del Evangelio de Juan (2,20): «...cuarenta y seis años duró la construcción de este templo», que empezó a edificarse alrededor del año 20 a.C. (cf. supra, 2.1.3., 110-111), coincide con el año 28 d.C. para datar su misión en Galilea. Es el año en que Poncio Pilato inicia su gobierno en Judea (26-36 d.C.).