LA GRAN FAMILIA

 

Hoy, en el 2001, son 18 hijos, la entrevista está hecha por el Diario EL MUNDO en diciembre de 1994

 

s161.jpg (9430 bytes)Rafael, 40 años, y Paloma, 37, no pensaban tener mas de 3 ó 4 hijos cuando se casaron. Lo suyo no es una familia numerosa, sino multitudinaria, una rareza en nuestra época. Los Benítez son el matrimonio español que dialogó con el PAPA en el reciente encuentro con las familias. ¿Cómo viven? ¿Cómo llegan a fin de mes? ¿Cómo se organizan? ¿Cómo educan a la interminable prole?

Y es la furgoneta, una Citroen C25D blanca con tres hileras de asientos, aparcada en batería junto al portal de una calle des162.jpg (3375 bytes) Granada, donde viven, y piensas:«estos son».Tiene trece plazas, nueve de ellas, oficiales con sus respaldos de plástico negro y cuatro mas «piratas», correspondientes a dos asientos  enfrentados que han brotado milagrosamente en el hueco del maletero. En el salpicadero, rojo sobre negro, una lata de Coca-Cola.

Oyes el rumor de las inconfundibles voces de pito a través del telefonillo del portal y subes las escaleras con cierta prevención. Te imaginas una jungla de narices con velas, rodillas sucias, balonazos y lloriqueos, una mezcla de La gran familia y de los cuentos de los hermanos Grimm, con leñador pobre e interminable retahíla de crios. Pero cuando entras en la casa de los Benítez, llegas a creer que te has equivocado de puerta.

Es un hogar cálido, en el que todo aparece limpio y recogido y en que no se oye una voz mas alta que otra, aunque no falte el contrapunto de lloriqueos y risas. Desde el vestíbulo, se ve un salón decorado con austeridad pero con gracia. En el suelo, charcos de sol.

A Rafael, con su barba de navegante solitario y sus hijos azules, se le ve curtido por la vida......y por la tropa que tiene a su cargo. De Paloma, pelo corto, ojos oscuros, dulce y tímida, nadie diría que ha tenido catorce partos, una cesárea y que tiene un hijo mas en camino.

Empiezan a comparecer cabecitas rubias y ojos insultantemente azules que te examinan en silencio. Los hermanos Benítez son esbeltos, formalitos, disciplinados. Las niñitas son de anuncio.

Dos cosas llaman la atención al verlos. Son extraordinariamente tranquilos, son la antitesis del follón, del estrés, de la cara de velocidad. Corren, ríen y juegan, pero sin armar escándalo, como si una mano invisible hubiera bajado el volumen. Uno piensa al principio que la armonía durará poco, que ya verás tú cuando cojan confianza, pero convives un día entero con ellos, agotadora sesión fotográfica incluida, y siguen dando la misma sensación de calma y serenidad.

s163.jpg (8908 bytes)Hay una segunda cosa. Lo seguidos que van. Te los presentan: Flor, Alma, Belén, Francisco Pedro, Jorge, María, David, Pablo, Clara, Daniel, Jesús, Miguel , Elena y Lidia y crees que todos son gemelos y que sus padres deben ser incapaces de saber quien es quien y quien viene después de quien. No va uno del todo descaminado. A veces, el padre se dirige a la turbamulta de enanos y llama a uno por el nombre que no es y, después de haber quemado tres o cuatro cartuchos, recurre al «¡Como-te-llames, ven aquí!».

Lo cierto es que mas que una familia parecen una población. Quince hijos y uno mas en la lista de espera. Siete chicos y ocho chicas. La mayor, Flor, una gacela morena y estilosa que estudia Filología Semítica, tiene veinte años;  y la benjamina, Lidia, una chatilla que te contempla con escepticismo desde su sillita, un año recién cumplido. Lo máximo que se llevan unos de otros es dos años y solo hay cuatro y solo hay cuatro de estos oasis demográficos.

¡Quince y uno mas! Dieciséis preocupaciones; dieciséis trabajos; dieciséis labores de nutrición, limpieza, vestido y mantenimiento; dieciséis cabezas de enseñar y educar; dieciséis descalabros, mellados, extraviados e infectados de sarampión, de varicela, de paperas en potencia.

Y eso que Rafael y Paloma no pensaban más allá de los tres o cuatro cuando se casaron, casi adolescentes, en Castellón, de donde son naturales y donde viven sus padres. Tenían 20 y 17 años respectivamente y su economía no daba para mucho. Los dos procedían de familias sencillas. Él, en concreto, era hijo de guardia civil, Cuerpo al que llegó a pertenecer, después de reengancharse en la mili. A los dos les gustaban los niños, pero una cosa moderada. Aunque parezca una cosa bonita, cuando Paloma iba por la segunda, aquello le parecía una multitud. Por ellos, se hubieran plantado entonces. Y no sólo eso, sino que también se hubieran mandado respectivamente a hacer gárgaras. Tenían problemas. Se habían casado sin conocerse a fondo y las sorpresas comenzaron a aflorar a la superficie, como el petróleo de un barco hundido. Cada uno iba a lo suyo, no se soportaban y se plantearon la separación. Llegaron a estar unos días fuera del domicilio conyugal.

Superaron el bache gracias a su fe religiosa. La historia de los Benítez no se puede entender sin ese factor. Conocieron, a través de una parroquia, el Camino Neocatecumenal, un movimiento evangelizador de la Iglesia Católica, y se hicieron misioneros seglares. Reconstruyeron su matrimonio, perdonándose y aceptándose mutuamente tal y como eran.

¿Los hijos? También responden al mismo planteamiento. «Partimos de una base -explica Rafael-. ¿Qué es el matrimonio? Donación. No es complacerse mutuamente, sino entregarse al otro. El fruto de eso son los hijos».

Insisten en que no es cuestión  de cifras («Vamos a tener ciertos equis hijos»), sino de ver cada caso concreto, porque cada hijo es único, es una historia distinta, con sus propias e irrepetibles circunstancias.

«Es muy sencillo....Rafael lo tiene todo claro como el cristal de Bohemia....estamos para hacer la voluntad de Dios». Paloma tampoco se altera cuando dice:«Como madre, tengo el privilegio de ser colaboradora de Dios, sin mí, no puede crear»

¿Anticonceptivos?

«O te entregas o no te entregas -asegura Paloma-. Utilizar anticonceptivos es mentir con tu cuerpo».Así han llegado a los 16... de momento. Un planteamiento suicida o romántico, según se mire.

s164.jpg (9104 bytes)EN LA COMIDA, ASAMBLEA. 
Lo cual no quiere decir que no lo hayan pasado canutas. Y que no sean conscientes de la vida de trabajo y renuncias que se han echado sobre su espaldas.

Pero dicen ser felices.

La noticia de cada nuevo embarazo es acogida por el «pueblo»  con gran ilusión. Como todas las noticias importantes, los padres aprovechan para darla en la comida, el pintoresco y agitado «ágora» familiar, el único momento del día en que están juntos y en el que se cuentan cosas.

Los Benítez dan mucha importancia a la mesa. Es una oportunidad que Paloma y Rafael aprovechan para poner la antena y detectar estados de animo, es como una Torre de Babel pero al revés, todos se entienden.

¿Cómo me organizo? Paloma resopla y pasea la vista por el techo, como si buscara respuestas,«Vivo al día. No planifico, no puedo planificar, todo es imprevisible». ¿Qué no llego a todo?  no pasa nada.

Y el marido ¿Qué hace?«Paloma gobierna la casa, yo dirijo el trafico». No es un chiste. Dirigirlos es estar encima de ellos, reunirlos en grupos para darles instrucciones y aquello que se parece a los «briefings» de los pilotos, y escucharlos, sobre todo, escucharlos. Los hijos se pasan todo el dia preguntando y pidiendo. Y Rafael es una especie de enorme oreja.«No es solo mantenerlos o educarlos – afirma-. Es algo mas. Tener hijos es darles la vida y dar tu vida, porque cada hijo se te come».

s165.jpg (7570 bytes)«¿La economía? Vivimos de milagro, vivimos al día». Y tan al día. Rafael y Paloma están entregados en cuerpo y alma a su trabajo de misioneros seglares del Camino Neocatecumenal, pero a cambio no perciben un sueldo. Viven de las aportaciones de sus «hermanos» neocatecumenales. Eso quiere decir que están permanentemente en el aire. «Nunca nos ha faltado lo fundamental» comentan «pero sabemos lo que es hacer equilibrios en la cuerda floja».

Su planteamiento de vida les ha obligado a pasar no pocas estrecheces. Durante años han vivido en una casa de cinco habitaciones. La actual, dos pisos unidos que suman ocho habitaciones espaciosas, se la prestó hace un año un «hermano». En cualquier momento pueden estar otra vez en el aire. «Lo mismo que. En cualquier momento, nos pueden pedir que nos vayamos a Estados Unidos, por ejemplo, para desarrollar allí nuestra tarea de evangelización».

Pese a todo, dicen ser muy felices. Saben que familia como la suya ya no se llevan, pero no por eso se sienten raros. Rafael, que como misionero se sabe al dedillo las Escrituras, pone un ejemplo: «Es como los primeros cristianos. Somos la sal de la olla. Muy pocos, sí, pero la sal es lo que da sabor».

Reconocen sentirse mirados en cuanto salen a la calle y que allí por donde van, causan escándalo. Pero lo tienen asumido. Consideran que en una familia numerosa, los hijos se educan prácticamente solos. «Es toda una escuela de vida, de carácter. Aquí es prácticamente imposible mirarse el ombligo»

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Primera Comunidad Neocatecumenal
Parroquia de la Sagrada Familia
 
Torrent ( Valencia )
Espana