SAN ILDEFONSO DE TOLEDO


Contemporáneo de San Isidoro de Sevilla, San Ildefonso nació 
en Toledo hacia el año 607. Recibió una brillante formación en las 
disciplinas de su época y, siendo aún joven, ingresó en un 
monasterio del que más tarde llegaría a ser abad. En el año 657 
fue elegido obispo de Toledo, cargo que desempeñó hasta su 
muerte, ocurrida en el 667. 

Se han conservado pocos escritos de San Ildefonso. Muy 
enraizado en la tradición patrística, su principal esfuerzo estuvo 
encaminado a dar al pueblo en forma asequible la doctrina de los 
antiguos. Vigoroso defensor de los privilegios de la Madre de Dios, 
su obra más conocida lleva por titulo Libro sobre la virginidad 
perpetua de Santa Marta contra tres infieles. Consta de una 
oración inicial y doce capítulos escritos en un estilo vivo y cuidado, 
lleno de entusiasmo y amor a Nuestra Señora. Concluye el libro 
una plegaria que a continuación se reproduce parcialmente, en la 
que San lidefonso muestra cómo el culto a la Madre de Dios no 
quita a Cristo ninguna gloria, sino que, por el contrario, le honra y 
le agrada mucho. 

LOARTE

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SAN ILDEFONSO DE TOLEDO murió hacia el 667. De familia noble, había sido discípulo de San Isidoro; se hizo luego monje en el monasterio toledano de Agalí, de donde fue elegido abad; fue obispo de Toledo desde fines del 657. De los muchos libros que sabemos que escribió, se conservan: el principal de ellos, Sobre la virginidad de María contra tres infieles; otro Sobre el bautismo, continuado en El progreso espiritual por el desierto; y dos cartas dirigidas al obispo de Barcelona. Continuó, con el mismo nombre e intención, la obra de Isidoro Sobre los varones ilustres, en la que 13 de los 14 autores descritos son de Hispania. Se le atribuyen algunos himnos y los formularios de algunas misas.

 

Honrar a María
(Libro de la perpetua virginidad de Santa María, Xll)
M/HONRARLA/ILDEFONSO

En mi pobreza y miseria, yo desearía llegar a ser, para mi 
reparación el servidor de la Madre de mi Señor. Apartado de la 
comunión con los ángeles por la caída de nuestro primer padre, 
desearía ser siervo de la que es Esclava y Madre de mi Creador. 
Como un instrumento dócil en las manos del Dios excelso, así 
desearía yo estar sujeto a la Virgen Madre, íntegramente dedicado 
a su servicio. Concédemelo, Jesús, Dios e Hijo del hombre; 
dámelo, Señor de todas las cosas e Hijo de tu Esclava; otórgame 
esta gracia, Dios humillado en el hombre; permíteme a mí, hombre 
elevado hasta Dios, creer en el alumbramiento de la Virgen y estar 
lleno de fe en tu encarnación; y al hablar de la maternidad virginal, 
tener la palabra embebida de tu alabanza; y al amar a tu Madre, 
estar lleno de tu mismo amor. 

Haz que yo sirva a tu Madre de modo que Tú me reconozcas por 
tu servidor; que Ella sea mi Soberana en la tierra de manera que 
Tú seas mi Señor por la eternidad. Ved con qué impaciencia 
anhelo ser vasallo de esta Reina, con qué fidelidad me entrego al 
gozo de su servidumbre, cómo deseo hacerme plenamente 
esclavo de su voluntad, con qué ardor quiero no sustraerme jamás 
a su imperio, cuánto ambiciono no ser nunca arrancado de su 
servicio... Haz que me admita entre sus súbditos y que, sirviéndola, 
merezca sus favores, viva siempre bajo su mandato y la ame por 
toda la eternidad. 

Los que aman a Dios conocen mi deseo; los que le son fieles, lo 
ven; los que se unen al Señor, lo comprenden, y lo conocen 
aquellos a los que Dios conoce. Escuchad los que sois discípulos 
suyos; prestad atención los infieles; sabedlo vosotros, los que no 
pensáis más que en la desunión; comprended, sabios de este 
mundo que hace insensatos a los ojos de la sabiduría divina, lo 
que os hace sabios a los ojos de vuestra necedad (...). Vosotros, 
que no aceptáis que María sea siempre Virgen; que no queréis 
reconocer a mi Creador por Hijo suyo, y a Ella por Madre de mi 
Creador; que rehusáis creer que sólo Ella tenga por Hijo al Señor 
de las criaturas; que no glorificáis a este Dios como Hijo suyo; que 
no proclamáis bienaventurada a la que el Espíritu Santo ha 
mandado llamar así por todas las naciones; que oscurecéis su 
gloria negándole la incorruptibilidad de la carne; que no rendís 
honor a la Madre del Señor con la excusa de honrar a Dios su Hijo; 
que no glorificáis como Dios al que habéis visto hacerse hombre y 
nacer de Ella; que confundís las dos naturalezas de su Hijo y 
rompéis la unidad de su Persona; que negáis la divinidad de su 
Hijo; que rehusáis creer en la verdadera carne y en la Pasión 
verdadera de su Hijo; que no creéis que ha sufrido la muerte como 
hombre y que ha resucitado de los muertos como Dios (...). 

Mi mayor deseo es servir a este Hijo y tener a la Madre por 
Soberana. Para estar bajo el imperio del Hijo, yo quiero servirla; 
para ser admitido al servicio de Dios, anhelo que la Madre reine 
sobre mí como testimonio; para ser el servidor devoto de su propio 
Hijo, aspiro a llegar a ser el servidor de la Madre. Pues servir a la 
Sierva es también servir al Señor; lo que se da a la Madre se 
refleja sobre el Hijo, yendo desde la Madre a Aquél que Ella ha 
alimentado. El honor que el servidor rinde a la Reina viene a 
recaer sobre el Rey. 

Bendiciendo con los ángeles, cantando mi alegría junto con las 
voces celestiales, exultando de gozo con los coros angélicos, 
regocijándome con sus aclamaciones, yo bendigo a mi Soberana, 
canto mi alegría a la que es Madre de mi Señor y Sierva de su Hijo. 
Yo me alegro con la que ha llegado a ser Madre de mi Creador; 
con Aquélla en la que el Verbo se ha hecho carne. Porque con Ella 
yo he creído lo que sabe Ella misma conmigo, porque he conocido 
que Ella es la Virgen Madre, la Virgen que dio a luz porque sé que 
la concepción no le hizo perder su virginidad, y que una inmutable 
virginidad precedió a su alumbramiento, y que su Hijo le ha 
conservado perpetuamente la gloria de la virginidad. Todo esto me 
llena de amor, porque sé que todo ha sido realizado por mí. No 
olvido que, gracias a la Virgen, la naturaleza de mi Dios se ha 
unido a mi naturaleza humana para que la naturaleza humana sea 
asumida por mi Dios; que no hay más que un solo Cristo, Verbo y 
carne, Dios y hombre, Creador y criatura.

 

V. BLANCO y J. CAMPOS han publicado en el volumen 320 de la BAC titulado Santos Padres españoles: San Ildefonso algunos textos de este autor.

Sobre la virginidad perpetua de Santa María

Invocación, al comienzo del libro:

Señora mía, dueña y poderosa sobre mí, madre de mi Señor, sierva de tu Hijo, engendradora del que creó el mundo, a ti te ruego, te oro y te pido que tenga el espíritu de tu Señor, que tenga el espíritu de tu Hijo, que tenga el espíritu de mi Redentor, para que yo conozca lo verdadero y digno de ti, para que yo hable lo que es verdadero y digno de ti y para que ame todo lo que sea verdadero y digno de ti. Tú eres la elegida por Dios, recibida por Dios en el cielo, llamada por Dios, próxima a Dios e íntimamente unida a Dios. Tú, visitada por el ángel, saludada por el ángel, bendita y glorificada por el ángel, atónita en tu pensamiento, estupefacta por la salutación y admirada por la enunciación de las promesas.

Escuchas que has encontrado gracia ante Dios, se te manda que no temas, se te confirma en tu confianza, se te instruye con el conocimiento de los milagros y se te conduce a la gloria de un nuevo milagro nunca oído. Sobre tu prole es advertida tu pureza, y del nombre de la prole tu virginidad certifica: se te predice que de ti ha de nacer el Santo, el que ha de ser llamado Hijo de Dios, y de modo milagroso se te da a conocer el poder que tendrá el que nacerá de ti. ¿Preguntas sobre la manera de realizarse? ¿Preguntas sobre el origen? ¿Indagas sobre la razón de este hecho? ¿Sobre cómo ha de llevarse a cabo? ¿Sobre el orden en que ha de realizarse? Escucha el oráculo nunca oído, considera la obra desacostumbrada, fíjate en el arcano desconocido y atiende al hecho nunca visto: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cobijará con su sombra. Invisiblemente, toda la Trinidad obrará en ti la concepción, pero sola la persona del Hijo de Dios, que nacerá en cuerpo, tomará de ti su carne. Por consiguiente, lo que será concebido y nazca de ti, lo que salga de ti, lo que se engendre de ti, lo que tú des a luz, será llamado Santo, Hijo de Dios. Éste será grande, Dios de las virtudes, rey de los siglos y creador de todas las cosas.

(1; BAC 320, 49-50)

Invocación, al final del libro:

Pero ahora me llego a ti, la única virgen y madre de Dios; caigo de rodillas ante ti, la sola obra de la encarnación de mi Dios; me humillo ante ti, la sola hallada madre de mi Señor; te suplico, la sola hallada esclava de tu Hijo, que logres que sean borrados mis pecados, que hagas que yo ame la gloria de tu virginidad, que me encuentres la magnitud de la dulzura de tu Hijo, que me concedas hallar y defender la sinceridad de la fe en tu Hijo, que me otorgues también consagrarme a Dios, y ser esclavo de tu Hijo y tuyo y servir a tu Señor y a ti.

A Él como a mi Hacedor, a ti como Madre de nuestro Hacedor; a Él como señor de las virtudes, a ti como esclava del Señor de todas las cosas; a Él como a Dios, a ti como a Madre de Dios; a Él como a mi Redentor, a ti como a obra de mi redención. Porque lo que ha obrado en mi redención, lo ha formado en la verdad de tu persona. Él que fue hecho mi Redentor fue Hijo tuyo. Él que fue precio de mi rescate tomó carne de tu carne. Aquel que sanó mis heridas, sacó de tu carne un cuerpo mortal, con el cual suprimirá mi muerte; sacó un cuerpo mortal de tu cuerpo mortal, con el cual borrará mis pecados que cargó sobre sí; tomó de ti un cuerpo sin pecado; tomó de la verdad de tu humilde cuerpo mi naturaleza, que Él mismo colocó en la gloria de la mansión celestial sobre los ángeles como mi predecesora en tu reino.

Por esto yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo. Por eso tú eres mi señora, porque eres esclava de mi Señor. Por esto yo soy esclavo de la esclava de mi Señor, porque tú, mi señora, has sido hecha Madre de mi Señor. Por esto yo he sido hecho esclavo, porque tú has sido hecha Madre de mi Hacedor.

Te suplico, Virgen santa, que yo reciba a Jesús de aquel Espíritu de quien tú engendraste a Jesús; que mi alma reciba a Jesús con aquel Espíritu por el cual tu carne recibió al mismo Jesús. Por aquel Espíritu que me sea posible conocer a Jesús, por quien te fue posible a ti conocer, concebir y dar a luz a Jesús. Que exprese conceptos humildes y elevados a Jesús en aquel Espíritu en quien confiesas que tú eres la esclava del Señor, deseando que se haga en ti según la palabra del ángel.

Que ame a Jesús en aquel Espíritu en quien tú lo adoras como Señor y lo contemplas como Hijo. Que tema a este mismo Jesús tan verdaderamente como verdaderamente él mismo, siendo Dios, es obediente a sus padres.

¡Oh premio extremadamente grande de mi salvación y de mi vida y al mismo tiempo de mi gloria! ¡Oh título nobilísimo de mi libertad! ¡Oh excelsa condición de mi carácter de hombre libre! ¡Oh seguridad de mi nobleza, indisolublemente gloriosa y rematada con la eternidad de la gloria! ¡Cómo yo, que fui torpemente engañado, deseo para mi reparación hacerme esclavo de la madre de mi Jesús! ¡Cómo yo, en el primer hombre separado al principio de la comunión angélica, voy a merecer ser considerado como esclavo de la esclava y de la Madre de mi Señor! ¡Cómo yo, obra apta en las manos del sumo Dios, voy a conseguir estar ligado en la servidumbre continua de la Virgen Madre con devoción de su esclavitud!

(12; BAC 320, 147-149)