«HIMNO AKATHISTOS»


El Himno Akathistos (que literalmente significa «estando de pie», 
porque se canta en esta posición) es el himno mariano más 
famoso del Oriente cristiano y quizá de la Iglesia entera. 
Compuesto en griego, a finales del siglo V, es de autor 
desconocido. Su paternidad se ha atribuido a diversos personajes, 
pero no hay ninguna prueba concluyente, y quizá sea mejor así. 
Como dice un comentarista moderno, «está bien que el himno sea 
anónimo. Así el himno es de todos, porque es de la Iglesia». 
Efectivamente, desde principios del siglo VI la Iglesia bizantina lo 
incluyó en su liturgia como la expresión más alta del culto a la 
Santísima Virgen y lo canta en muchas ocasiones, de modo 
especialmente solemne en el sábado de la 5ª semana de 
Cuaresma. 

La estructura métrica del texto original es de una perfección 
suma, difícil de verter a otras lenguas. Las veinticuatro estrofas 
que lo componen (unas más largas, otras más breves, 
alternativamente) se distribuyen por igual en dos partes: una 
evangélica y otra dogmática. La primera parte escenifica la 
narración evangélica en una serie de cuadros, que van desde la 
Anunciación al encuentro de María con el anciano Simeón en el 
Templo de Jerusalén. La segunda parte expone los principales 
artículos de la fe mariana de la Iglesia: perpetua virginidad, 
maternidad divina, mediación de gracia desde el Cielo. 

El Himno Akathistos es común a todos los cristianos de rito 
bizantino, sean católicos u ortodoxos. Constituye, pues, un puente 
vetusto y solemne hacia la plena comunión entre la Iglesia de 
Oriente y de Occidente. 

LOARTE

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María en el Evangelio
(Himno Akathistos, I parte, estrofas 1-12)

1. El más excelso de los ángeles fue enviado desde el Cielo para 
decir «Ave» a la Madre de Dios. Al transmitir su incorpóreo saludo, 
viéndote hecho hombre en Ella, Señor, extasiado el ángel, de este 
modo a la Madre aclamó: 

Ave, por ti resplandecen los gozos, 
Ave, por ti se disuelve el dolor, 
Ave, rescate del llanto de Eva, 
Ave, salud de Adán que cayó. 

Ave, Tú cima sublime a humano intelecto, 
Ave, Tú abismo insondable a mirada de ángel, 
Ave, Tú llevas a Aquél que todo sostiene, 
Ave, Tú eres la sede del trono real. 

Ave, oh estrella que al Astro precedes, 
Ave, morada del Dios que se encarna, 
Ave, por ti se renueva el creado, 
Ave, por ti se hace niño el Señor. 

¡Ave, Virgen y Esposa! 


2. Bien sabía María que era Virgen sagrada, y por eso respondió 
a Gabriel: «Tu singular mensaje se muestra incomprensible a mi 
alma, pues anuncias un parto de virginal seno, exclamando: 
¡Aleluya!» 

Aleluya, aleluya, aleluya! 


3. Ansiaba la Virgen comprender el misterio, y preguntaba al 
Mensajero divino: «¿Podrá mi seno virginal dar a luz un hijo? 
¡Dímelo!». Y aquél, reverente, aclamándola, así respondió: 

Ave, presagio de excelsos designios, 
Ave, Tú prueba de arcano misterio, 
Ave, prodigio primero de Cristo, 
Ave, compendio de toda verdad. 

Ave, oh escala celeste que baja el Eterno,
Ave, oh puente que llevas los hombres al Cielo,
Ave, de coros celestes cantado portento,
Ave, oh azote que ahuyenta a la horda infernal.

Ave, la Luz inefable has portado,
Ave, Tú el «modo» a nadie has contado,
Ave, la ciencia de sabios trasciendes,
Ave, Tú enciendes al fiel corazón.

¡Ave, Virgen y esposa!


4. La Virtud del Altísimo cubrió con su sombra e hizo Madre a la 
Virgen que no conocía varón: aquel seno, hecho fecundo desde lo 
Alto, se convirtió en campo ubérrimo para todos los que quieren 
alcanzar la salvación, cantando de esta manera: ¡Aleluya! 

¡Aleluya, aleluya, aleluya! 


5. Con el Señor en su seno, presurosa, María subió a la 
montaña y habló con Isabel. El pequeño Juan, en el vientre de su 
madre, oyó el virginal saludo y exultó; saltando de gozo, cantaba a 
la Madre de Dios: 

Ave, sarmiento del más santo Brote, 
Ave, renuevo de un Fruto sin mancha, 
Ave, das vida al Autor de la vida, 
Ave, cultivas a tu Agricultor. 

Ave, Tú campo que muestras las más ricas gracias, 
Ave, Tú mesa que ofreces los dones mejores, 
Ave, un pronto refugio a los fieles preparas, 
Ave, un pasto agradable Tú haces brotar. 

Ave, Tú incienso agradable de súplicas,
Ave, del mundo suave perdón, 
Ave, clemencia de Dios con el hombre,
Ave, confianza del hombre con Dios. 

¡Ave, Virgen y Esposa!


6. Con el corazón turbado y encontrados pensamientos, el sabio 
José se agitaba en la duda; admirándote intacta, sospecha 
esponsales secretos, oh Inmaculada! Y cuando te supo Madre por 
obra de Espíritu Santo, exclamó: ¡Aleluya! 

¡Aleluya, aleluya, aleluya! 

7. Los pastores oyeron los coros de los ángeles que cantaban a 
Cristo, bajado entre nosotros. Corriendo a ver al Pastor, lo 
contemplan como cordero inocente, que se nutre al pecho de la 
Virgen, y cantan así: 

Ave, Tú Madre del Pastor-Cordero, 
Ave, recinto del rebaño fiel, 
Ave, defensa de fieras malignas, 
Ave, guardiana de la eternidad. 

Ave, por ti con la tierra exultan los cielos, 
Ave, por ti con los cielos se goza la tierra, 
Ave, voz eres perenne de Apóstoles santos, 
Ave, de Mártires fuertes invicto valor. 

Ave, potente sustento de fe, 
Ave, de gracia esplendente pendón, 
Ave, por ti fue expoliado el infierno, 
Ave, por ti nos vestimos de honor. 

¡Ave, Virgen y Esposa! 


8. Observando la estrella que guiaba al Eterno, los Magos 
siguieron su fulgor. Fue luminaria segura para ir en busca del 
Poderoso, del Señor. Y alcanzando al Dios inalcanzable, lo 
aclaman felices: ¡Aleluya! 

¡Aleluya, aleluya, aleluya! 


9. Los Magos contemplaron en los brazos maternos al Sumo 
Hacedor del hombre. Sabiendo que era el Señor, aunque bajo la 
apariencia de siervo, premurosos le ofrecieron sus dones, diciendo 
a la Madre bienaventurada:

Ave, oh Madre del Astro perenne,
Ave, aurora del místico día,
Ave, las fraguas de errores Tú apagas,
Ave, conduces con tu brillo a Dios. 

Ave, al odioso tirano arrojaste del trono, 
Ave, Tú a Cristo nos das, clemente Señor, 
Ave, rescate Tú eres de ritos nefandos, 
Ave, Tú eres quien salvas del cieno opresor. 

Ave, Tú el culto del fuego destruyes, 
Ave, Tú extingues la llama del vicio, 
Ave, Tú enseñas la ciencia al creyente, 
Ave, Tú gozo de todas las gentes. 

¡Ave, Virgen y Esposa! 


10. Pregoneros de Dios fueron los Magos en el camino de 
vuelta. Cumplieron tu vaticinio y te predicaban, oh Cristo, a todos, 
sin preocuparse de Herodes, el necio, que era incapaz de cantar: 
¡Aleluya! 

¡Aleluya, aleluya, aleluya! 


11. Iluminando Egipto con el esplendor de la verdad, arrojaste 
las tinieblas del error, porque los ídolos de entonces, Señor, 
debilitados por la fuerza divina, cayeron. Y los hombres, salvados, 
aclamaban a la Madre de Dios: 

Ave, desquite del género humano, 
Ave, derrota del reino infernal, 
Ave, Tú aplastas mentiras y errores, 
Ave, Tú muestras la gran falsedad. 

Ave, Tú mar que devoras al gran Faraón, 
Ave, Tú roca que manas el Agua de Vida, 
Ave, columna de fuego que guías de noche, 
Ave, refugio del mundo cual nube sin par. 

Ave, dadora del maná celeste, 
Ave, nodriza de los gozos santos, 
Ave, Tú místico hogar prometido, 
Ave, de leche y de miel manantial. 

¡Ave, Virgen y Esposa! 


12. El viejo e inspirado Simeón estaba a punto de dejar este 
mundo engañoso. Fuiste dado a él como párvulo, pero en ti 
reconoció al perfecto Señor; y estupefacto, admirando la divina 
Sabiduría, exclamó: ¡Aleluya! 

¡Aleluya, aleluya, aleluya!