Didaché:

Doctrina de los Doce Apóstoles.

 

 

La "Didaché."

Contenido

A. Enseñanza Moral. Los Dos Caminos.

B. Avisos Litúrgicos.

C. Advertencias Generales.

D. Exhortación Final. Vigilancia. Las Postrimerías.

 

 

 

 

La “Didaché.”

El índice del códice en que fue hallada la Didaché cita esta en la forma abreviada: Διδαχή των δώδεκα αποστόλων, el tνtulo completo de la obra es Διδαχή του Κυρίου δια των δοδεκα αποστόλων τοις εθνεσιν, o sea: “La instrucciσn del Señor a los gentiles por medio de los doce Apóstoles." Este último parece haber sido el título primitivo. El autor no revela su nombre. Pero sería aventurado suponer, como lo hiciera Duchesne, que el título quiera indicar una paternidad apostólica. El texto no justifica semejante conjetura en manera alguna. La intención del autor de la obra fue evidentemente dar un breve resumen de la doctrina de Cristo tal como la enseñaron los Apóstoles a las naciones. Esto explicaría su título.

La Didaché es el documento más importante de la era post-apostólica y la más antigua fuente de legislación eclesiástica que poseemos. Hasta el año 1883 era totalmente desconocida. La publicó ese año el metropolita griego de Nicomedia, Piloteo Bryennios, de un códice griego en pergamino (1057) del patriarcado de Jerusalén. Desde entonces, y gracias a este documento, se han dilatado y profundizado de manera sorprendente nuestros conocimientos sobre los orígenes de la Iglesia. Los sabios, atraídos constantemente por el rico contenido de esta obra, han encontrado en ella estímulo y luces siempre nuevas.

A juzgar sólo por el título, uno podría creer que la Didaché contiene la predicación evangélica de Cristo; vemos, en cambio, que es más bien un compendio de preceptos de moral, de instrucciones sobre la organización de las comunidades y de ordenanzas relativas a las funciones litúrgicas; tenemos aquí un conjunto de normas que nos ofrecen un magnífico cuadro de la vida cristiana en el siglo II. Esta obra viene a ser de hecho, el código eclesiástico más antiguo, prototipo venerable de todas las colecciones posteriores de Constituciones o Cánones apostólicos con que empezó el derecho canónico en Oriente y Occidente.

 

Contenido

El tratado está dividido en 16 capítulos, en los cuales se pueden distinguir claramente dos partes principales. La primera (c.1-10) presenta unas instrucciones litúrgicas; la segunda (c.11-15) comprende normas disciplinares. La obra concluye con el capítulo sobre la parousia del Señor y sobre los deberes cristianos que se deducen de la misma.

La primera sección (c.1-6) de la parte litúrgica contiene directivas sobre la manera de instruir a los catecúmenos. La forma en que están redactadas estas instrucciones es muy interesante. Las reglas de moral son presentadas bajo la imagen de los dos caminos: el del bien y el del mal. El texto empieza así:

Dos caminos hay, uno de la vida y otro de la muerte; pero grande es la diferencia que hay entre estos caminos. Ahora bien, el camino de la vida es éste: en primer lugar amarás a Dios, que te ha creado; en segundo lugar, a tu prójimo como a ti mismo. Y todo aquello que no quieras que se haga contigo, no lo hagas tú tampoco a otro (1,1-2: BAC 65,77).

La descripción del camino de la muerte nos lleva al capítulo quinto:

Mas el camino de la muerte es éste: ante todo, es camino malo y lleno de maldición: muertes, adulterios, codicias, fornicaciones, robos, idolatrías, magias, hechicerías, rapiñas, falsos testimonios, hipocresías, doblez de corazón, engaño, soberbia, maldad, arrogancia, avaricia, deshonestidad en el hablar, celos, temeridad, altanería, jactancia (BAC 65,83).

Este recurso de los dos caminos, que se utiliza aquí como método básico para la formación de los catecúmenos, lleva el sello de una concepción griega conocida desde antaño. Se utilizaba en las sinagogas helenísticas para instruir a los prosélitos.

Son muy importantes para la historia de la liturgia los capítulos 7-10. En primer lugar se dan normas para la administración del bautismo:

Acerca del bautismo, bautizad de esta manera: Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua viva. Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua; si no puedes hacerlo con agua fría, hazlo con agua caliente. Si no tuvieres una ni otra, derrama agua en la cabeza tres veces en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (7,1-3: BAC 65,84).

Según este pasaje, el bautismo de inmersión en agua corriente, es decir, en ríos y manantiales, era la forma más ordinaria de administrar este sacramento; se autorizaba el bautismo por infusión en casos de necesidad. Esta es la única referencia de los siglos I y II acerca del bautismo de infusión.

La Didaché contiene, además, un precepto explícito ordenando el ayuno. Tanto el candidato como el ministro del bautismo estaban obligados a ayunar antes de la administración del sacramento (7,4). Se manda ayunar los miércoles y viernes, costumbre que iba directamente contra la práctica judía, ya que ésta guardaba los lunes y jueves como días tradicionales de ayuno (8,1).

 

 

A. Enseñanza Moral. Los Dos Caminos.

 

I

La doctrina del Señor para las naciones mediante los Apóstoles.

 

1. Hay dos caminos: uno de la vida, y otro de la muerte; pero muy grande es la diferencia entre los dos caminos.

2. El camino de la vida, pues, es éste: Primero, amarás a Dios que te creó; y segundo, a tu prójimo como a ti mismo. Y todo lo que no quieras que te suceda a ti, tú tampoco lo hagas a otro.

3. La doctrina de estos dichos es ésta: Bendecid a los que os maldicen, y rogad por vuestros enemigos: ayunad por los que os persiguen. Porque, ¿qué gracia hay en querer a los que os aman? ¿No hacen esto también los gentiles? Vosotros, en cambio amad a los que os odian, y no tendréis enemigo alguno.

4. Abstente de codicias carnales y corporales. Si alguno te diere un golpe en la mejilla derecha, ofrécele también la izquierda, y serás perfecto. Si alguno te forzare a caminar con él una milla, acompáñale otra más. Si alguno te quitare tu capa, dale también tu túnica. Si alguno te tomare lo que es tuyo, no se lo reclames; porque no puedes (hacerlo).

5. Da a todos los que te pidan, y no lo reclames (después). Porque el Padre quiere que se de a todos de sus propias dádivas. ¡Bienaventurado el que da según el mandato, porque es inocente! ¡Ay, empero, del que tome! Porque quien tome por necesidad, es inocente. Mas quien no tuviere necesidad, habrá de dar cuenta de por qué tomó y para que. Le tomarán preso y le interrogarán de lo que hizo; y no saldrá de allí hasta que haya devuelto el céntimo.

6. De esto también fue dicho: Exudará tu limosna en tus manos hasta que sepas a quien la das.

 

II

1. El segundo mandamiento de la doctrina:

2. No matarás. No cometerás adulterio. No corromperás a los jóvenes. No fornicarás. No hurtarás. No harás brujerías. No prepararás venenos. No cometerás aborto ni infanticidio. No codiciarás los bienes de tu prójimo.

3. No perjurarás. No darás testimonio falso. No hablarás mal (de tu prójimo). No serás vengativo.

4. No serás doble ni bilingüe. Pues, trampa de la muerte es la doblez.

5. Tu palabra no será mentirosa ni vacía, mas llena de obra.

6. No serás avaro, ni rapaz, ni hipócrita, ni malicioso, ni soberbio. No tramarás tretas contra tu prójimo.

7. No odiarás a nadie; sino que reprenderás a unos, tendrás compasión de otros; por otros rogarás, y a otros amarás más que a tu propia alma.

 

III

 

1. Hijo mío, huye de todo malvado y de todo lo que malvado parezca.

2. No seas iracundo; porque la ira lleva al homicidio. Tampoco seas receloso ni rijador, ni altivo; porque de todas estas cosas se originan homicidios.

3. Hijo mío, no seas concupiscente; porque la concupiscencia lleva a los pecados de la carne; tampoco seas hablador de cosas torpes, ni soberbio de la vista; porque de todo esto nacen adulterios.

4. Hijo mío, no seas agorero; porque esto lleva a la idolatría.

5. Hijo mío, no seas mentiroso, porque la mentira lleva al hurto; tampoco aficionado al dinero, ni vanidoso; porque de todas estas cosas nacen los hurtos.

6. Hijo mío, no seas murmurador; porque lleva a la maledicencia; tampoco arrogante; ni malintencionado: porque de todo esto se originan las maledicencias.

7. Por el contrario, has de ser manso; porque los mansos poseerán la tierra.

8. Sé paciente y misericordioso, sin malicia, quieto y bueno, y temeroso siempre de las palabras que escuchaste.

9. No te ensalces a ti mismo, ni hinches con arrogancia tu alma. Tu corazón no se adhiera a los soberbios, mas se vuelva a los justos y humildes.

10. Todo cuanto suceda has de aceptar por bueno, sabiendo que nada acaece sin Dios.

 

IV

1. Hijo mío, día y noche recuerda a quien te habla de la palabra de Dios, y respétalo como al Señor; porque donde habla la autoridad del Señor, allí está el Señor mismo.

2. Busca cada día los semblantes de los santos para descansar en sus palabras.

3. No desees separaciones (cismas); mas pacifica a los que pelean. Juzgarás con justicia. Tu fallo sobre deslices ha de ser sin acepción de personas.

4. No fluctúes entre el sí y el no.

5. No seas como quien extiende las manos para recibir, y las cierra para no dar.

6. Si tuvieres algo en tus manos, lo darás para la expiación de tus faltas.

7. No tardes en dar, ni des con pesar; pues sabes quien es el que recompensa con sueldo bueno.

8. No huyas del menesteroso, mas compartirás todos tus bienes con tu hermano; no dirás de ninguna cosa: "Esto es mío"; porque, si compartís la suerte inmortal, cuánto más la suerte mortal.

9. No quites tu mano de tu hijo o de tu hija; sino que desde la juventud les enseñarás el temor de Dios.

10. No mandes en tu amargura a tu siervo o a tu sirvienta, que esperan en el mismo Dios, para que no dejen de respetar a Dios que está por encima de ambos. Porque (el divino Salvador) no viene a llamar según la persona, sino a quienes el Espíritu ha preparado.

11. Vosotros, empero, los sirvientes, habéis de obedecer a vuestros amos, como tipo de Dios, con modestia y temor.

12. Tendrás odio a toda hipocresía y a todo lo que no sea agradable al Señor.

13. No abandones los mandamientos del Señor; mas guarda lo que recibiste, sin añadir ni quitar nada.

14. En la iglesia (asamblea) confiesa tus pecados: y no te acerques a tu oración con mala conciencia. Tal es el camino de la vida.

 

V

 

1. El camino de la muerte, en cambio, es éste: Sobre todo es malo y lleno de maldición: los asesinatos, adulterios, concupiscencias, fornicaciones, hurtos, idolatrías, brujerías, preparación de venenos, rapiñas, falsos testimonios, hipocresía, doblez de corazón, dolo, malicia, orgullo, avaricia, turpiloquio, envidia, espíritu atrevido, altanería, ostentación.

2. Perseguidores de los buenos, enemigos de la verdad, amantes de la mentira, desconocedores de la retribución de justicia, no aficionados a lo bueno ni al juicio justo, no

vigilantes para lo bueno sino para lo malo; alejados de la mansedumbre y la paciencia, amadores de cosas vanas, y ansiosos de remuneraciones, no compasivos del pobre, e indiferentes para con los apenados, desconocedores de su Hacedor, asesinos de sus hijos, corruptores de la criatura de Dios, los que abandonan al necesitado y oprimen al afligido; abogados de los ricos, inicuos jueces de los pobres, versados en todos los pecados: ¡Libraos de toda esta gente, hijos míos!

 

VI

1. Mira que nadie te seduzca de este camino de la Doctrina, cuando te enseñaren cosas sin miras a Dios.

2. Porque, si puedes sobrellevar todo el yugo del Señor, perfecto serás; si, empero, no puedes: haz lo que puedas.

 

B. Avisos Litúrgicos.

 

VII

 

1. En cuanto al bautismo, éste es el modo de bautizar: habiendo previamente dicho todo esto, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua viva.

2. Si no tienes agua viva, bautiza en otra agua. Si no puedes en (agua) fría, (bautiza) en caliente.

3. Si, empero, no tienes ni una ni otra, derrama agua sobre la cabeza tres veces en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

4. Antes del bautismo, el que bautiza y el que ha de ser bautizado, ayunen, y asimismo otros que puedan hacerlo. Mandas ayunar al bautizando uno o dos días antes.

 

VIII

 

1. Vuestros ayunos, sin embargo, no sean con los hipócritas: los que ayunan el segundo y el quinto día después del sábado. Vosotros, en cambio, ayunad el cuarto día y el viernes.

2. Tampoco habéis de rezar como los hipócritas, mas como el Señor mandó en su Evangelio, así habéis de rezar:

 

Nuestro Padre, en los cielos,

santificado sea tu nombre,

venga tu Reino,

hágase tu voluntad, como en el Cielo así también en la tierra.

Nuestro pan cotidiano dánosle hoy.

Y perdónanos nuestras deudas,

así como nosotros también perdonamos a nuestros deudores.

Y no nos lleves a la tentación; mas líbranos del mal.

Porque tuyo es el poder y la gloria en los siglos.

3. Tres veces debéis rezar de este modo cada día.

 

IX

 

1. En cuanto a la Eucaristía, así habéis de realizarla:

2. Primero sobre el Cáliz:

Te damos gracias, nuestro Padre,por la sagrada vid de David, tu siervo, la cual nos enseñaste por Jesús, tu Hijo y Siervo; A Ti la gloria en los siglos.

3. Y sobre la partición (del pan): Te damos gracias, nuestro Padre, por la vida y la ciencia

que nos enseñaste por Jesús, tu Hijo y Siervo:A Ti la gloria en los siglos.

Como este pan fue repartido sobre los montes, y, recogido, se hizo uno, así sea recogida tu Iglesia desde los límites de la tierra en tu Reino porque tuya es la gloria y el poder, por Jesucristo, en los siglos.

4. Pero nadie coma ni beba de vuestra Eucaristía, sino (únicamente) los que están bautizados en el nombre del Señor. Porque también de esto el Señor ha dicho: "¡No deis lo santo a los perros !"

 

X

1. Y después de hartaros, así dad gracias:

2. Te damos gracias, Padre Santo,por tu santo nombre, al cual hiciste habitar en nuestros corazones; y por la ciencia y fe e inmortalidad, que nos enseñaste por Jesús, tu Hijo y Siervo: A Ti la gloria en los siglos.

3. Tú, ¡oh Señor, Todopoderoso! lo creaste todo a causa de tu nombre; diste comida y bebida a los hombres para su fruición, para que te diesen gracias. A nosotros, empero, nos regalaste comida y bebida espiritual y la vida eterna, por tu Hijo y Siervo.

4. Ante todo te damos gracias porque eres poderoso: A Ti gloria en los siglos.

5. Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal, y hacerla perfecta en tu amor;

aúnala desde los cuatro vientos a la santificada, en tu Reino que para ella preparaste: porque tuyo es el poder y la gloria en los siglos.

6. Venga tu gracia, y pase este mundo. ¡Hosanna al Dios de David! Si uno es santo, se acerque. Si no lo es, conviértase. Marán-athá! Amén.

A los profetas permitid hacer gracias cuantas quieran.

 

C. Advertencias Generales.

 

XI

1. Quien, pues, viniere a vosotros enseñándoos todo lo dicho anteriormente, a ése acogedle.

2. Si, empero, el que enseña se pervirtió y enseñare otra doctrina para la disolución, no le escuchéis. Mas si enseña en la manera de aumentar la justicia y ciencia del Señor, ¡acogedle como al Señor!

3. En cuanto a los apóstoles y profetas, proceded así conforme al Evangelio.

4. Todo apóstol que llegue a vosotros, ha de ser recibido como el Señor.

5. Pero no se quedará por más de un día o dos, si hace falta; quedándose tres días, es un falso profeta.

6. Al partir, el apóstol no aceptará nada sino pan para sustentarse hasta llegar a otro hospedaje. Si pidiere dinero, es un falso profeta.

7. Y a todo profeta que hable en espíritu, no le tentéis ni pongáis a prueba. Porque todo pecado se perdona; mas este pecado no será perdonado.

8. Pero no cualquiera que habla en espíritu es profeta, sino sólo cuando tenga las costumbres del Señor. Pues, por las costumbres se conocerá al seudo profeta y al profeta.

9. Y ningún profeta, disponiendo la mesa en espíritu, comerá de la misma; de lo contrario, es un falso profeta.

10. Pero todo profeta que enseña la verdad, y no hace lo que enseña, es un profeta falso.

11. Todo profeta, sin embargo, probado y auténtico, que celebra el misterio cósmico de la Iglesia, pero no enseña a hacer lo que él hace, no ha de ser juzgado por vosotros. Su juicio corresponde a Dios. Porque otro tanto hicieron los antiguos profetas.

12. Mas quien dijere en espíritu: Dame dinero, u otra cosa semejante, no lo escuchéis. Si, empero, os dice que deis para otros menesterosos, nadie lo juzgue.

 

XII

1. Todo el que viniere en el nombre del Señor, sea acogido. Luego de haberlo probado, lo conoceréis; pues tenéis criterio para juzgar entre la diestra y la siniestra.

2. Si el advenedizo viene tan sólo de paso, socorredle todo lo posible. El, por su parte, no quedará entre vosotros más que dos, o según su necesidad, tres días.

3. Mas si quisiere radicarse entre vosotros, como artesano, trabaje y coma.

4. Si no sabe oficio alguno, proveeréis según vuestra inteligencia, para que no viva entre vosotros un cristiano holgazán.

5. Si a eso no quiere conformarse, es un traficante de Cristo. ¡Cuidado con ésos!

 

XIII

 

1. Todo profeta verdadero que deseare radicarse entre vosotros, es digno de su comida.

2. Asimismo, un doctor verdadero es, como obrero, digno de su comida. Todas las primicias del lagar y de los campos, del ganado y de las ovejas, las tomarás y darás a los profetas; porque ellos son vuestros príncipes sacerdotes.

3. Mas, si no tuviereis profeta, ¡dad a los pobres!

4. Cuando haces pan, tomarás la primicia y la darás conforme al mandato.

5. Asimismo, cuando abres la tinaja de vino o del aceite, tomarás la primicia y la darás a los profetas.

6. Del dinero y de las vestimentas y de todo cuanto poseas, tomarás la primicia, según te parezca, y la darás conforme al mandato.

 

XIV

1. Los días del Señor reuníos para la partición del pan y la acción de gracias, después de haber confesado vuestros pecados, para que sea puro vuestro sacrificio.

2. Cualquiera, empero, que tuviere una contienda con su hermano, no os acompañe antes de reconciliarse, para que no sea mancillado vuestro sacrificio.

3. Pues, éste es el dicho del Señor: "En todo lugar y tiempo me ofrecerán una ofrenda pura. Porque soy un gran Rey, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones."

 

XV

 

1. Elegíos, pues, obispos y diáconos dignos del Señor, varones mansos, indiferentes al dinero, veraces y probados. Porque también ellos administran para vosotros el oficio (liturgia) de los profetas y doctores.

2. No los menospreciéis; porque ellos son venerables entre vosotros, junto con los profetas y doctores.

3. Vosotros tratad de convenceros no con irá sino pacíficamente, así como lo tenéis (preceptuado) en el Evangelio. Y si alguno hubiere ofendido á otro, nadie le hable, nadie le escuche, hasta que se arrepintiere 4. Vuestras oraciones, vuestras obras de caridad, y todas las obras haced de manera como lo tenéis (ordenado) en el Evangelio de nuestro Señor.

 

D. Exhortación Final. Vigilancia. Las Postrimerías.

 

XVI

1. ¡Velad por vuestra vida! Que vuestras linternas no estén extinguidas ni desceñidos vuestros lomos; mas estad alerta, porque no sabéis la hora en que el Señor va á venir.

2. Reuníos con frecuencia, solícitos de lo que aprovecha a vuestras almas. Pues no os aprovechará todo el tiempo que vivisteis en la fe, si no estáis perfectos en el último tiempo.

3. Porque en los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y los corruptores, y se convertirán las ovejas en lobos, y el amor se convertirá en odio.

4. Porque, mientras que la iniquidad se acrecentará, se odiarán unos a otros, se perseguirán y entregarán: y entonces aparecerá el impostor del mundo como hijo de Dios, y hará señales y prodigios. Y la tierra será entregada en sus manos. Y cometerá iniquidades como jamás se hizo en el decurso de los siglos.

5. Entonces vendrá el Juicio de los hombres en el fuego de la prueba. Y muchos se escandalizarán y perecerán. Pero los que perseveraren en su fe, se salvarán de la misma condenación.

6. Y luego aparecerán las señales de la verdad: primero la señal de la revelación en el cielo, después la señal de la voz de trompeta, y finalmente, la resurrección de los muertos.

7. Pero no de todos, sino según fue dicho: "Vendrá el Señor, y todos los santos con El"

8. Entonces el mundo verá al Señor, viniendo sobre las nubes del Cielo.


 

(«Didaché» o «Didajé» o «Didakhé»)

 

La Didaché o Enseñanza de los Doce Apóstoles es uno de los escritos más venerables que nos ha legado la antigüedad cristiana. Baste decir que su composición se data en torno al año 70; casi contemporáneamente, por tanto, a algunos libros del Nuevo Testamento.

Aletea en su contenido la vida de la primitiva cristiandad. A través de formulaciones claras, asequibles tanto a mentes cultas como a inteligencias menos ilustradas, se enumeran normas morales, litúrgicas y disciplinares que han de guiar la conducta, la oración, la vida de los cristianos. Se trata de un documento catequético, breve, destinado probablemente a dar la primera instrucción a los neófitos o a los catecúmenos.

Se desconoce el autor y el lugar de composición de la Didaché. Algunos estudiosos hablan más bien de un compilador, que habría puesto por escrito algunas enseñanzas de la predicación apostólica. Se sitúa su redacción en suelo sirio o tal vez egipcio.

En este libro se distinguen cuatro partes. La primera, de contenido catequético-moral, está basada en la enseñanza de los dos caminos que se le presentan al hombre: el que conduce a la vida y el que lleva a la muerte eterna. La segunda parte, de carácter litúrgico, trata del modo de administrar el Bautismo—puerta de los demás sacramentos—, del ayuno y la oración—muy practicados por los primeros cristianos—y de la celebración de la Eucaristía. La tercera parte trata de la disciplina de la comunidad cristiana y de algunas funciones eclesiásticas. Se explica también, sintéticamente, el modo de celebrar el día del Señor (nuestro actual domingo), y se alude—entre otras—a dos costumbres que manifiestan la finura de caridad que practicaban nuestros primeros hermanos en la fe: la hospitalidad—con advertencias ante los abusos de quienes buscaban vivir a costa de los demás—y la corrección fraterna. La última sección comienza parafraseando la exhortación de Jesús a vivir vigilantes, a prepararse para la hora en la que el Señor viene. Esta parte acaba con una síntesis de las principales enseñanzas escatológicas pronunciadas por el Maestro.

LOARTE

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La Didakhe o Doctrina de los doce apóstoles, a la que se hallaban referencias en los autores antiguos, se había dado por perdida hasta que su texto fue hallado en un manuscrito de Constantinopla y publicado en 1883. Inmediatamente se suscitaron vivas polémicas acerca de su carácter y antigüedad. Frente a la opinión de los que pretendían que se trataba de una ficción arcaizante, tal vez de origen montanista, que no sería anterior a los últimos años del siglo II, parece haber ido ganando terreno recientemente la convicción de que se trata de una compilación de elementos muy antiguos, que en su mayor parte bien pueden remontarse al siglo I. El conjunto está formado por varias instrucciones de tipo moral, litúrgico y disciplinar, tal vez para uso de evangelizadores itinerantes. Su particular interés está en que nos da a conocer las formas más primitivas de catequesis moral, con reconocida influencia judía, y los elementos más antiguos de la liturgia bautismal y eucarística, así como la organización eclesiástica en el momento en que, junto a los predicadores itinerantes y carismáticos, empieza a surgir una jerarquía estable y una organización en las Iglesias locales.

JOSEP VIVES

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Didajé es una palabra griega que significa «enseñanza» y con la que se suele conocer abreviadamente la obra llamada «Instrucción del Señor a los gentiles por medio de los doce Apóstoles» o también «Instrucciones de los Apóstoles». Es una colección de normas morales, litúrgicas y de organización eclesiástica que debían de estar en vigor ya desde algún tiempo, recopiladas ahora sin pretender ordenarlas ni hacer una síntesis. Tenía tal prestigio en la antigüedad, que Eusebio de Cesarea tuvo que hacer notar que no se trataba de un escrito canónico. Sin embargo, después se perdió, y no fue recuperada hasta finales del siglo xix, cuando se encontró en un códice griego del siglo xI del patriarcado de Jerusalén.

La época de su composición no se conoce, aunque se ha investigado con mucha atención. En general, se puede resumir lo que sabemos diciendo que, si por su contenido, que parece reflejar una situación ya alejada de la era apostólica, se podría suponer que es del período que va del año 100 al 150, la ausencia de citas de los Evangelios sinópticos y otros argumentos hacen pensar que es muy anterior, quizá de los años 50 al 70; ahora se suele opinar que podría muy bien pertenecer ya al siglo i, al menos en algunas de sus partes.

A lo largo de sus 16 capítulos, en general muy breves, se encuentra una profusión de consejos morales, presentados bajo el esquema del camino de la vida y el de la muerte, así como instrucciones litúrgicas y normas disciplinares.

Respecto a la liturgia, son interesantes las normas que se dan para la administración del bautismo, que al parecer se solía hacer por inmersión en los ríos, aunque se admitía el bautismo por infusión, derramando agua sobre la cabeza; la prescripción del ayuno antes del bautismo, y de los ayunos en los días señalados, que son los miércoles y los viernes, distintos a los de los judíos; los ejemplos que se dan de plegarias eucarísticas; y la insistencia en la necesidad de purificación, tanto para la Comunión como para la oración en general; también se alude a la Eucaristía como sacrificio.

Respecto a la jerarquía, no se describe con detalle su organización; se habla de obispos y diáconos, pero no de presbíteros; el papel que dentro de la jerarquía tienen los profetas itinerantes es aún considerable.

Se regula la asistencia a los peregrinos, recordando la necesidad de trabajar para no ser gravosos a los hermanos.

La palabra «iglesia» se utiliza con el sentido de asamblea, de reunión de los fieles para la oración; pero también con el otro sentido de Iglesia universal, el pueblo nuevo de los cristianos, subrayando especialmente que esta Iglesia es una y santa. Es de la Didajé de donde arranca la comparación de la unidad de la Iglesia con la del pan hecho de muchos granos de trigo que se hallaban antes dispersos por los montes.

MOLINÉ

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1. Instrucción moral.

Hay dos caminos, el de la vida y el de la muerte, y grande es la diferencia que hay entre estos dos caminos. El camino de la vida es éste: «Amarás en primer lugar a Dios que te ha creado, y en segundo lugar a tu prójimo como a ti mismo. Todo lo que no quieres que se haga contigo, no lo hagas tú a otro.» Tal es la enseñanza de este discurso: «Bendecid a los que os maldicen y rogad por vuestros enemigos, y ayunad por los que os persiguen. Porque ¿qué gracia hay en que améis a los que os aman? ¿No hacen esto también los gentiles? Vosotros amad a los que os odian, y no tengáis enemigo.» Apártate de los deseos carnales. Si alguno te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele la izquierda, y serás perfecto. Si alguien te fuerza a ir con él durante una milla, acompáñale dos. Si alguien te quita el manto, dale también la túnica. Si alguien te quita lo tuyo, no se lo reclames, pues tampoco puedes. A todo el que te pida, dale y no le reclames nada, pues el Padre quiere que se dé a todos de sus propios dones. Bienaventurado el que da conforme a este mandamiento, pues éste es inocente. ¡Ay del que recibe! Si recibe porque tiene necesidad, será inocente; pero si recibe sin tener necesidad, tendrá que dar cuenta de por qué recibió y para qué: puesto en prisión, se le examinará sobre lo que hizo, y no saldrá hasta que no devuelva el último cuadrante. LIMOSNA/DISCERNIR: También está dicho acerca de esto: que tu limosna sude en tus manos hasta que sepas a quién das. Segundo mandamiento de la doctrina: No matarás, no adulterarás, no corromperás a los menores, no fornicarás, no robarás, no practicarás la magia o la hechicería, no matarás el hijo en el seno materno, ni quitarás la vida al recién nacido. No codiciarás los bienes del prójimo, no perjurarás, no darás falso testimonio. No calumniarás ni guardarás rencor. No serás doble de mente o de lengua, pues la doblez es lazo de muerte. Tu palabra no será mentirosa ni vana, sino que la cumplirás por la obra. No serás avaro, ni rapaz, ni hipócrita, ni malvado, ni soberbio. No tramarás planes malvados contra tu prójimo. No odiarás a hombre alguno, sino que a unos los convencerás, por otros rogarás, a otros los amarás más que a tu propia alma... Sé manso, pues los mansos heredarán la tierra. Sé paciente, compasivo, sin malicia, tranquilo y bueno, temeroso en todo momento de las palabras que has oído. No te exaltarás, ni entregarás tu alma a la temeridad. No se junte tu alma con los soberbios, sino que andarás con los justos y humildes. Los sucesos que te sobrevengan los aceptarás como bienes, sabiendo que no sucede nada sino por disposición de Dios. Hijo mío, te acordarás de día y de noche del que te habla la palabra de Dios, y le honrarás como al Señor. Porque donde se anuncia la majestad del Señor, allí está el Señor. Buscarás cada día los rostros de los santos, para hallar descanso en sus palabras. No harás cisma, sino que pondrás paz entre los que pelean. Juzgarás rectamente, y no harás distinción de personas para reprender las faltas. No andarás con alma dudosa de si sucederá o no sucederá: No seas de los que extienden la mano para recibir, pero la retiran para dar. Si adquieres algo por el trabajo de tus manos, da de ello como rescate de tus pecados. No vaciles en dar, ni murmurarás mientras das, pues has de saber quién es el buen recompensador de tu limosna. No rechazarás al necesitado, sino que tendrás todas las cosas en común con tu hermano, sin decir que nada es tuyo propio; pues si os son comunes los bienes inmortales, cuánto más los mortales. Tu mano no se levantará de tu hijo o de tu hija, sino que les enseñarás desde su juventud el temor de Dios. No mandarás con aspereza a tu esclavo o a tu esclava que esperan en el mismo Dios que tú, no sea que dejen de temer a Dios que está sobre unos y otros... Vosotros, los esclavos, someteos a vuestros señores como a imagen de Dios con reverencia y temor...

En la asamblea confesarás tus pecados, y no te acercarás a la oración con mala conciencia. Este es el camino de la vida (cap. 1-5).

2. El bautismo.

En lo que se refiere al bautismo, tenéis que bautizar así: Habiendo dicho todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y el Espíritu Santo, en agua viva. Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua. Si no puedes con agua fría, hazlo con caliente. Si no tienes ni una ni otra, derrama agua sobre la cabeza tres veces, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Antes del Bautismo, ayunen el bautizante y el bautizando y algunos otros que puedan. Pero al bautizando le ordenarás que ayune uno o dos lías antes (cap. 7).

3. Ayuno y oración.

No ayunaréis juntamente con los hipócritas (es decir, los judíos), que ayunan el segundo y el quinto día de la semana. Vosotros ayunaréis el día cuarto y el de la preparación. Tampoco hagáis vuestra oración como los hipócritas, sino, como lo mandó el Señor en el Evangelio, así oraréis: Padre nuestro... Oraréis así tres veces al día (cap. 8).

4. Fórmulas para la cena eucarística.

En lo que toca a la acción de gracias, la haréis de esta manera: Primero sobre el cáliz: Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David tu siervo, la que nos diste a conocer a nosotros por medio de Jesús, tu siervo. A ti la gloria por los siglos.

Luego sobre el trozo (de pan): Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento, que nos diste a conocer por medio de Jesús tu siervo. A ti la gloria por los siglos. Como este fragmento estaba disperso sobre los montes, y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder, por Jesucristo, por los siglos.

Que nadie coma ni beba de vuestra comida de acción de gracias, sino los bautizados en el nombre del Señor, pues sobre esto dijo el Señor: No deis lo santo a los perros. Después de saciaros, daréis gracias así: Te damos gracias, Padre santo, por tu santo nombre que hiciste morar en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has dado a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti la gloria por los siglos.

Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por causa de tu nombre, y diste a los hombres alimento y bebida para su disfrute, para que te dieran gracias. Mas a nosotros nos hiciste el don de un alimento y una bebida espiritual y de la vida eterna por medio de tu siervo. Ante todo te damos gracias porque eres poderoso. A ti la gloria por los siglos.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu caridad, y congrégala desde los cuatro vientos, santificada, en tu reino que le has preparado. Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.

Venga la gracia y pase este mundo. Hosanna al Dios de David. El que sea santo, que se acerque. El que no lo es, que se arrepienta. «Maran Atha» Amén.

A los profetas, dejadles dar gracias cuanto quieran (cap. 9 y 10).

5. Instrucción sobre los apóstoles y profetas.

Al que viniendo a vosotros os enseñare todo lo dicho, aceptadle. Pero si el mismo maestro, extraviado, os enseña otra doctrina para vuestra disgregación, no le prestéis oído; si, en cambio, os enseña para aumentar vuestra justicia y conocimiento del Señor, recibidle como al mismo Señor.

Con los apóstoles y profetas, obrad de la siguiente manera, de acuerdo con la enseñanza evangélica: todo apóstol que venga a vosotros, sea recibido como el Señor. No se detendrá sino un solo día, y, si fuere necesario, otro más. Si se queda tres días, es un falso profeta. Cuando el apóstol se vaya no tome nada consigo si no es pan hasta su nuevo alojamiento. Si pide dinero, es un falso profeta.

PROFETA-FALSO: No pongáis a prueba ni a examen ningún profeta que habla en espíritu. Porque todo pecado será perdonado, pero este pecado no será perdonado. Con todo, no todo el que habla en espíritu es profeta, sino el que tiene el modo de vida del Señor. En efecto, por el modo de vida se distinguirá el verdadero profeta del falso. Todo profeta que manda poner una mesa en espíritu, no come de ella: de lo contrario, es un falso profeta. Todo profeta que predica la verdad, si no cumple lo que enseña es un falso profeta. Todo profeta probado como verdadero, que trabaja en el misterio de la Iglesia en el mundo, si no enseña a hacer lo que él hace, no lo juzgaréis, pues su juicio está en Dios. Así lo hicieron también los antiguos profetas. Pero al que dice en espíritu: Dame dinero, o cualquier otra cosa, no le prestéis oído. En cambio si dice que se dé a otros necesitados, nadie lo juzgue.

A todo el que viniere en nombre del Señor, recibidle. Luego examinándole le conoceréis por su derecha y por su izquierda, pues tenéis discernimiento. Al que pasa de camino le ayudaréis en cuanto podáis: pero no se quedará con vosotros sino dos o tres días, si fuere necesario. Si quiere quedarse entre vosotros, teniendo un oficio, que trabaje para su sustento. Si no tiene oficio, proveed según prudencia, de modo que no viva entre vosotros cristiano alguno ocioso. Si no quiere aceptar esto, se trata de un traficante de Cristo: tened cuidado con tales gentes.

Todo auténtico profeta que quiera morar de asiento entre vosotros es digno de su sustento. Igualmente, todo auténtico maestro merece también, como el trabajador, su sustento. Por tanto, tomarás siempre las primicias de los frutos del lagar y de la era, de los bueyes y de las ovejas, y las darás como primicias a los profetas, pues ellos son vuestros sumos sacerdotes. Si no tenéis profeta, dadlo a los pobres. Si haces pan, toma las primicias y dalas conforme al mandato. Si abres una jarra de vino o de aceite, toma las primicias y dalas a los profetas. De tu dinero, de tu vestido y de todas tus posesiones, toma las primicias, según te pareciere, y dalas conforme al mandato (cap. 11-13).

6. El día del Señor.

EU/RIÑAS: En el día del Señor reuníos y romped el pan y haced la eucaristía, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro. Todo el que tenga disensión con su compañero, no se junte con vosotros hasta que no se hayan reconciliado, para que no sea profanado vuestro sacrificio. Este es el sacrificio del que dijo el Señor: «En todo lugar y tiempo se me ofrece un sacrificio puro: porque yo soy el gran Rey, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones» (Mal 1, 11) (cap. 14).

7. Obispos y diáconos.

Elegíos obispos y diáconos dignos del Señor. hombres mansos, no amantes del dinero, sinceros y probados; porque también ellos os sirven a vosotros en el ministerio de los profetas y maestros. No los despreciéis, ya que tienen entre vosotros el mismo honor que los profetas y maestros (cap. 15).

8. Escatología.

PARUSIA/SIGNOS: Vigilad sobre vuestra vida. No se apaguen vuestras linternas, y no dejen de estar ceñidos vuestros lomos, sino estad preparados, pues no sabéis la hora en que vendrá nuestro Señor. Reuníos con frecuencia, buscando lo que conviene a vuestras almas, pues de nada os servirá todo el tiempo en que habéis creído. si no consumáis vuestra perfección en el último momento. En los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y los corruptores, y las ovejas se convertirán en lobos, y el amor se convertirá en odio. En efecto, al crecer la iniquidad, los hombres se odiarán entre si, y se perseguirán y se traicionarán: entonces aparecerá el extraviador del mundo, como hijo de Dios, y hará señales y prodigios, y la tierra será entregada en sus manos, y cometerá iniquidades como no se han cometido desde siglos. Entonces la creación de los hombres entrará en la conflagración de la prueba, y muchos se escandalizarán y perecerán. Pero los que perseveren en su fe serán salvados por el mismo que había sido maldecido. Entonces aparecerán las señales auténticas: en primer lugar el signo de la abertura del cielo, luego el del sonido de trompeta, en tercer. lugar, la resurrección de los muertos, no de todos los hombres, sino, como está dicho: «Vendrá el Señor y todos los santos con él» (Zac 14, 5). Entonces el mundo verá al Señor viniendo sobre las nubes del cielo (cap.16).

* * * * *

Un sacrificio puro

(Didaché o Enseñanza de los Doce Apóstoles, cap. IX y X)

En cuanto a la Eucaristía, dad gracias así. En primer lugar, sobre el cáliz: «Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa vid de David, tu siervo, que nos diste a conocer por Jesús, tu siervo. A Ti gloria por los siglos».

Luego, sobre el fragmento de pan: «Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A Ti la gloria por los siglos».

«Así como este trozo estaba disperso por los montes y reunido se ha hecho uno, así también reúne a tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por los siglos por medio de Jesucristo».

Nadie coma ni beba de vuestra Eucaristía a no ser los bautizados en el nombre del Señor, pues acerca de esto también dijo el Señor: No deis lo santo a los perros.

Después de haberos saciado, dad gracias de esta manera:

«Te damos gracias, Padre Santo, por tu Nombre Santo que has hecho habitar en nuestros corazones, así como por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has dado a conocer por Jesús tu siervo. A Ti la gloria por los siglos».

«Tú, Señor omnipotente, has creado el universo a causa de tu Nombre, has dado a los hombres alimento y bebida para su disfrute, a fin de que te den gracias y, además, a nosotros nos has concedido la gracia de un alimento y bebida espirituales y de vida eterna por medio de tu Siervo».

«Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso. A Ti la gloria por los siglos».

«Acuérdate, Señor, de tu Iglesia para librarla de todo mal y perfeccionarla en tu amor y a Ella, santificada, reúnela de los cuatro vientos en el reino tuyo, que le has preparado. Porque Tuyo es el poder y la gloria por los siglos».

«¡Venga la gracia y pase este mundo! ¡Hosanna al Dios de David! ¡Si alguno es santo, venga!; ¡el que no lo sea, que se convierta! Maranatha. Amén».

* * * * *

Algunos consejos morales:

Hijo mío, huye de todo mal y de cuanto se asemeje al mal.

No seas iracundo, porque la ira conduce al asesinato. Ni envidioso, ni disputador, ni acalorado, pues de todas estas cosas se engendran muertes.

Hijo mío, no seas codicioso, pues la codicia conduce a la fornicación. Ni deshonesto en tus palabras, ni altanero en tus ojos, pues de todas estas cosas se engendran adulterios.

Hijo mío, no seas adivino, pues la adivinación conduce a la idolatría. Ni encantador, ni astrólogo, ni purificador, ni quieras ver ni oír esas cosas; pues de todas estas cosas se engendra idolatría.

Hijo mío, no seas mentiroso, pues la mentira conduce al robo. Ni avaro ni vanaglorioso, pues de todas estas cosas se engendran robos.

Hijo mío, no seas murmurador, pues la murmuración conduce a la blasfemia. Ni arrogante ni de mente perversa, pues de todas estas cosas se engendran blasfemias.

Sé, en cambio, manso, pues los mansos heredarán la tierra. Sé paciente y compasivo y sincero y tranquilo y bueno y temeroso en todo tiempo de las palabras que oíste.

No te exaltarás a ti mismo ni consentirás a tu alma temeridad. No se juntará tu alma con los altivos, sino que conversarás con los justos y los humildes.

Recibirás como bienes los acontecimientos que te sobrevengan, sabiendo que sin la disposición de Dios nada sucede.

(3; BAC 65, 80-81

Dos oraciones por la Iglesia, en la misa, antes y después de la comunión:

Como este fragmento estaba disperso sobre los montes
y reunido se hizo uno,
así sea reunida tu Iglesia
de los confines de la tierra en tu reino.
Porque tuya es la gloria y el poder
por Jesucristo eternamente.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia,
para librarla de todo mal
y hacerla perfecta en tu amor,
y reúnela de los cuatro vientos,
santificada,
en el reino tuyo, que has preparado.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.

(9, 4 y 10, 5; BAC 65, 86-87)

La celebración del domingo:

Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.

Todo aquel, empero, que tenga contienda con su compañero, no se junte con vosotros hasta tanto no se hayan reconciliado, a fin de que no se profane vuestro sacrificio.

Porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: En todo lugar y en todo tiempo se me ofrece un sacrificio puro, porque yo soy rey grande, dice el Señor, y mi Nombre es admirable entre las naciones.

(14; BAC 65, 91)