4. Verdadera y falsa gnosis


4.1. El discípulo espiritual juzga a todos

[1072] 33,1. El discípulo verdaderamente espiritual, que acoge al Espíritu de Dios -el cual desde el principio se hizo presente a los seres humanos en todas las Economías de Dios, anunció las cosas futuras, reveló las presentes y narró las pasadas-, <<juzga a todos, pero a él nadie lo juzga>> (1 Cor 2,15). El juzga a los gentiles, <<que sirven a la creatura más que al Creador>> (Rom 1,25), y, guiándose en todo con su mente perversa (Rom 1,28), consumen en vano todas sus obras. También juzga a los judíos, que no aceptan la Palabra de la libertad, ni quieren liberarse aun teniendo presente al liberador; sino que, simulando servir al Dios que de nada necesita, de modo extemporáneo y contra la Ley, no reconocen la venida de Cristo para la salvación de todos los seres humanos, ni quieren entender que todos los profetas anunciaron su doble advenimiento: el primero, cuando vino como un hombre lleno de heridas, cargando nuestra debilidad (Is 53,3), sentado en un pollino (Zac 9,9), como piedra desechada por los constructores (Sal 118[117],22), como oveja llevada al matadero (Is 53,7), que destruyó a Amalec extendiendo sus manos (Ex 17,11), que congregó desde los confines de la tierra a los hijos dispersos en el ovil del Padre (Is 11,12; Jn 11,52), que, acordándose de los muertos que habían dormido antes de El descendió a ellos para arrancarlos (de la muerte) y salvarlos. [1073] Y el segundo, cuando vendrá sobre las nubes (Dan 7,13), para iniciar el día que será como un fuego ardiente (Mal 4,1), herirá la tierra con la Palabra de su boca y con el soplo de sus labios matará a los impíos (Is 11,4), tendrá en su mano el bieldo para limpiar su era, recogerá el trigo en el granero y quemará la paja en fuego inextinguible (Mt 3,12; Lc 3,17).

33,2. También juzgará[337] la doctrina de Marción. ¿Cómo es posible que acepte dos dioses infinitamente separados entre sí? ¿O cómo puede ser bueno el Dios que arranca a los seres humanos que no le pertenecen, de su Creador que los llama a su Reino? ¿Cómo puede ser su bondad tan menguada que no salva a todos? ¿Cómo le es posible aparentar ser bueno ante los seres humanos, si se muestra muy injusto para su Creador y le arrebata lo que le pertenece? ¿Cómo puede obrar de manera justa el Señor, si proviene de otro Padre, cuando toma de nuestra creación el pan para convertirlo en su cuerpo, y la mezcla del cáliz[338] para afirmar que es su cuerpo? ¿Cómo se presentaba a sí mismo como Hijo del Hombre, si no hubiese asumido la generación propia de los seres humanos? ¿Cómo podría perdonarnos los pecados que nosotros cometemos contra nuestro Dios y Creador? Y si no era la suya verdadera carne, sino que sólo aparecía como un hombre, ¿cómo fue crucificado y de su costado salió sangre y agua (Jn 19,34)? ¿Qué cuerpo sepultaron los sepultureros, y qué resucitó de entre los muertos?

33,3. También juzgará a todos los valentinianos, porque con la boca confiesan a un solo Dios y Padre del que todo procede (1 Cor 8,6), pero tienen al que hizo todas las cosas como un producto de la penuria y de la caída. De igual manera confiesan con la boca a un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, [1074] pero luego en su doctrina distinguen diversas emisiones: la propia del Unigénito, una distinta para el Verbo y otra para el Salvador; de modo que, según ellos, todo es uno, pero cada uno de estos (Eones) debe entenderse por separado y tiene emisión particular a partir de su propia unión conyugal[339]. Así, pues, ellos solamente simulan aceptar la unidad, pero su enseñanza y el sentido de sus ideas, que pretenden escudriñar lo más profundo (1 Cor 2,10), se apartan de la unidad, y así caerán en la múltiple condena de Dios cuando Cristo los interrogue sobre sus invenciones acerca de él. Pues andan diciendo que El nació después del Pléroma de los treinta Eones, y que sólo fue emitido después de la defección y la caída, por la pasión que sintió Sofía: [exclamdown]como si ellos la hubiesen asistido en el parto![340] Aun Homero, su profeta de quien han aprendido tales cosas, los acusará, pues dice: <<Para mí es tan odioso como las puertas del infierno aquel que una cosa dice y otra esconde en su corazón>>[341].

Igualmente juzgará la palabrería de los malvados gnósticos, desenmascarándolos como discípulos de Simón Mago.

33,4. También juzgará a los ebionitas. ¿Cómo podrán salvarse si no es Dios aquel que llevó a cabo su salvación sobre la tierra? ¿Y cómo el ser humano se acercará a Dios, si Dios no se ha acercado al hombre? ¿Cómo se librarán de la muerte que los ha engendrado, si no son regenerados por la fe para un nuevo nacimiento que Dios realice de modo admirable e impensado, cuyo signo para nuestra salvación [1075] nos dio en la concepción a partir de la Virgen?[342] ¿Cómo serán adoptados como hijos de Dios, si se quedan en el origen propio de los seres humanos en este mundo? ¿Cómo (el Señor) habría sido más que Salomón y que Jonás (Mt 12,41-42), o Señor de David (Mt 22,43), si hubiese sido sólo de su misma substancia? ¿Como habría podido derrotar a aquel que era más fuerte que el hombre y lo tenía sujeto, de vencer al vencedor para liberar al ser humano vencido, si no hubiese sido superior al hombre vencido? ¿Y quién más puede ser mejor y más excelente que el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios, sino el Hijo de Dios a cuya imagen fue hecho el ser humano? Por este motivo el Hijo, al final, manifestó la semejanza de Dios, haciéndose hombre y asumiendo para sí el antiguo plasma, como hemos expuesto en el libro tercero[343].

33,5. También juzgará a los que lo reducen a una apariencia. ¿Cómo se imaginan poder argumentar con verdad si su Maestro fue aparente? ¿Cómo les es posible sostener una sólida doctrina recibida de aquel que, según ellos, era apariencia y no verdad? ¿Cómo serán capaces de participar en la salvación, si aquel en quien ellos dicen creer se manifestó como aparente? En consecuencia, todo cuanto ellos enseñan es apariencia y no verdad. Aun se les podría preguntar si ellos mismos no serán sino animales irracionales que en apariencia se muestran a los demás como seres humanos.

[1076] 33,6. También juzgará a los pseudoprofetas, los cuales, no temiendo a Dios ni aceptando de Dios el don de la profecía, fingen profetizar, mintiendo contra Dios, o por vanagloria, o por interés de ganancias, o por influjo del mal espíritu.

33,7. También juzgará a los que provocan divisiones, vacíos del amor de Dios, los cuales más buscan su provecho que la unidad de la Iglesia. Estos, alegando cualquier motivo sin peso, dividen y fragmentan el grande y glorioso Cuerpo de Cristo, y en cuanto está de su parte de nuevo lo matan. Hablan de paz mientras hacen la guerra, <<cuelan el mosquito mientras se tragan el camello>> (Mt 23,24). Esos tales no pueden ofrecer una corrección tan grande cuanto lo es el daño que provocan con las divisiones. Juzgará a todos los que están alejados de la verdad, es decir, que se han puesto fuera de la Iglesia.

En cambio a él nadie lo juzga (1 Cor 2,15). [1077] En efecto, en él todo es coherente: la fe es completa en el único Dios omnipotente, del que todo proviene; y en el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, por el cual son todas las cosas, y en su Economía salvífica por la cual el Hijo de Dios se hizo hombre; doctrina firme en virtud del Espíritu de Dios que concede el conocimiento de la verdad, que reveló las Economías del Padre y del Hijo, a través de las cuales se manifestó al género humano, según la voluntad del Padre[344].

33,8. La verdadera gnosis es la doctrina de los Apóstoles, la antigua estructura de la Iglesia en todo el mundo, y lo típico del Cuerpo de Cristo, formado por la sucesión de los obispos, a los cuales (los Apóstoles) encomendaron las Iglesias de cada lugar. Así nos llega sin ficción la custodia de las Escrituras, en su totalidad, sin que se le quite o se le añada alguna cosa, su lectura sin fraude, la exposición legítima y llena de afecto (por la Palabra) según las mismas Escrituras, sin peligro y sin blasfemia. [1078] Y sobre todo el don del amor, más valioso que la gnosis, más glorioso que la profecía y superior a todos los demás carismas.

4.2. Los mártires, testigos de la verdad

33,9. Por eso la Iglesia de todas partes, por el amor a Dios, todo el tiempo está enviando al Padre una multitud de mártires. En cambio los herejes no sólo no tienen esta gloria que mostrar, sino que ni siquiera tienen por necesario el martirio; porque el verdadero martirio[345] sería su doctrina. Desde que el Señor apareció sobre la tierra, apenas alguno de ellos ha obtenido misericordia junto con nuestros mártires, soportando el oprobio de llevar el Nombre (1 Pe 4,14), y con ellos ha sido llevado (al suplicio), como un pequeño don que se les otorga.

Solamente la Iglesia, siempre purificada, al mismo tiempo aumenta sus miembros y se va completando: como su figura como lo fue la esposa de Lot convertida en estatua de sal (Gén 19,26) lleva siempre sobre sí el oprobio de quienes sufren persecución por la justicia, soporta todos los tormentos y sufre la muerte por el amor a Dios y la confesión de su Hijo. De esta manera los antiguos profetas sufrieron la persecución, como el Señor dice: <<Así fueron perseguidos los profetas antes de vosotros>> (Mt 5,12), porque de nuevo sufre la persecución de quienes no acogen al Verbo de Dios, en el mismo Espíritu que descansa sobre ella.

4.3. Los profetas testifican la verdad de Cristo

33,10. Los profetas, en efecto, junto con muchas otras profecías también anunciaron este hecho: que aquellos sobre los cuales reposara el Espíritu de Dios, [1079] obedecieran a la Palabra del Padre y lo sirvieran según sus fuerzas, habrían de sufrir la persecución, serían lapidados y asesinados. Y los profetas mismos se convirtieron en una figura de todo esto, por el amor a Dios y por su Palabra.

Siendo también miembros de Cristo, cada uno de ellos ejercía en cuanto miembro particular su oficio de profeta, y sin embargo todos ellos, siendo muchos, han prefigurado y anunciado las obras de uno solo. Pues, así como en nuestros miembros se manifiesta la actividad de todo el cuerpo, pero la figura de todo el cuerpo humano no se expresa mediante un solo miembro sino mediante el conjunto, así también todos los profetas prefiguraron a uno solo. Mas cada uno de ellos en cuanto era un miembro cumplía en parte la Economía y profetizaba en cuanto lo propio de ese miembro la obra de Cristo.

33,11. Algunos de ellos lo contemplaron en su gloria (Is 6,1) y vieron su estado glorioso a la derecha del Padre (Sal 110[109],1). Otros lo vieron en la figura de un Hijo de Hombre que venía sobre las nubes (Dan 7,13), y dijeron de él: <<Verán al que traspasaron>> (Zac 12,10). Dieron a conocer su venida, como él mismo dice: <<¿Acaso cuando venga el Hijo del Hombre encontrará fe sobre la tierra?>> (Lc 18,8), y Pablo escribe: <<Si es justo ante Dios retribuir con aflicción a quienes os afligen, vosotros los afligidos, descansaréis con nosotros cuando del cielo se revele el Señor Jesús junto con los poderosos ángeles en la llama de fuego>> (2 Tes 1,6-8).

Otros lo llamaron juez (Sal 50[49],6), compararon con un horno ardiente el día del Señor (2 Tes 1,8) el cual <<recogerá el trigo en el granero y quemará la paja con fuego inextinguible>> (Mt 3,12), amenazaron a los incrédulos, de los cuales dice el Señor: <<Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno que mi Padre preparó para el diablo y sus ángeles>> (Mt 25,41), y Pablo habla de modo semejante: <<Estos sufrirán el castigo eterno, lejos de la presencia del Señor y de su glorioso poder, cuando venga en la gloria de sus santos y en el esplendor de cuantos creyeron en él>> (2 Tes 1,9-10).

[1080] Otros dicen: <<Eres el más hermoso entre los hijos de los hombres>> (Sal 45[44],3), y <<Dios, tu Dios, te ungió con aceite de alegría sobre tus compañeros>> (Sal 45[44],8), y también: <<Cíñete la espada en tu cintura, lleno de poder, en todo tu esplendor y tu belleza; tiende tu arco, haz avanzar tu reino por la verdad, la mansedumbre y la justicia>> (Sal 45[44],4-5). Muchas otras cosas semejantes se escribieron sobre él para dar a conocer la belleza y gloria de su Reino, que en esplendor y excelencia supera a todos aquellos sobre quienes reina. De esta manera hacían que los oyentes desearan llegar ahí donde se encuentran aquellos que hacen la voluntad divina.

Otros dicen: <<El es un hombre, ¿quién lo conoce?>> (Jer 17,9), y: <<Vine a la profetisa, y ésta dio a luz un hijo>> (Is 8,3), <<y se le dio por nombre admirable Consejero, Dios fuerte>> (Is 9,6): han predicado al Emmanuel nacido de la Virgen (Is 7,14), queriendo significar la unión del Verbo de Dios con su criatura; porque el Verbo de Dios se haría carne, y el Hijo de Dios Hijo del Hombre. Siendo él puro, abriría puramente la matriz pura que regenera los hombres para Dios, la cual él mismo hizo pura; y así el <<Dios fuerte>> (Is 9,6) que se hizo lo que nosotros somos, tiene un origen inefable.

Otros dicen: <<Dios habló desde Sion, y desde Jerusalén hizo oír su voz>> (Am 1,2), y: <<Dios es conocido en Judea>> (Sal 76[75],2), con lo cual se indicaba su venida a Judea.

Hay también quien dice que vendrá del Sur y de la montaña de Farán (Hab 3,3), para indicar su aparición salida de Belén, como expusimos en el libro tercero[346], pues de ahí ha venido el que guía y apacienta el pueblo de su Padre (Mt 2,6).

Quienes predican que por su venida <<el cojo saltará como un ciervo, la lengua de los mudos será desatada, se abrirán los ojos de los ciegos y oirán los oídos de los sordos>> (Is 35,5-6), o: <<Las manos caídas y las rodillas débiles se fortalecerán>> (Is 35,3); y: <<Resucitarán los muertos de los sepulcros>> (Is 26,19); y: [1081] <<El llevó nuestras debilidades y cargó nuestros males>> (Is 53,4), anunciaron las curaciones que llevaría a cabo.

33,12. Algunos dijeron que sería un hombre sin honor, sin gloria, y que conscientemente cargaría nuestra debilidad (Is 53,3), que entraría en Jerusalén montando un pollino (Zac 9,9), que ofrecería su espalda a los azotes y sus mejillas a las bofetadas (Is 50,6), que como una oveja sería llevado al matadero (Is 53,7), que le darían en su sed hiel y vinagre (Sal 69[68],22), que sus amigos y parientes lo abandonarían (Sal 38[37],12), que extendería las manos todo el día (Is 65,2), que quienes lo vieran se burlarían de él y lo maldecirían, que se repartirían sus ropas y sobre su túnica echarían suertes, y descendería al polvo de la muerte (Sal 22[21],8.16.19). Profetizaban estas y muchas otras cosas como su venida en cuanto hombre, su entrada en Jerusalén donde sufrió todo lo que se había anunciado, y finalmente fue crucificado.

Cuando otros dijeron: <<El Señor, el Santo de Israel, se acordó de sus muertos que desde antes dormían en el polvo de la tierra, y descendió a sacarlos para salvarlos>>[347], señalaron el motivo por el cual sufrió todas estas cosas.

Quienes dijeron: <<En aquel día, dice el Señor, el sol se ocultará al mediodía, y habrá tinieblas sobre la tierra durante la luz del día. Entonces convertiré vuestras fiestas en luto y vuestros cantares en lamentos>> (Am 8,9-10), anunciaron claramente el ocultamiento del sol que sucedió desde el momento en que él estaba crucificado; y en seguida aquel día que debería ser de su gran fiesta (de la Pascua) se convirtió en lamento y sus cantos en luto, pues ahí comenzó su caída en manos de los gentiles. Esto lo mostró Jeremías de modo aún más claro, anunciando sobre Jerusalén: <<La que da a luz ha quedado estéril, su alma está triste, el sol se le oculta en pleno día, se siente avergonzada y confundida. A los que queden de sus hijos los entregaré a la espada cuando la asalten sus enemigos>> (Jer 15,9).

33,13. Quienes dijeron que se durmió, se sumió en el sueño y se despertó porque el Señor lo acogió (Sal 3,6), y que ordenó a los príncipes [1082] del cielo abrir las puertas eternas para que entre el Rey de la gloria (Sal 24[23],7), proclamaron su resurrección de entre los muertos por obra del Padre y su asunción a los cielos.

También anunciaron lo mismo cuando dijeron: <<Sale de lo más alto de los cielos y hasta la cumbre del cielo vuelve, y nada se libra de su calor>> (Sal 19[18],7), pues fue asumido allá de donde descendió, y no hay quien escape de su justo juicio.

Otros dijeron: <<El Señor reina, tiemblen las naciones. El está sentado sobre los querubines, se estremezca la tierra>> (Sal 99[98],1). Con ello profetizaron, por una parte, la rabia de todos los pueblos que después de su asunción se echó sobre aquellos que creyeron en él y la agitación de toda la tierra contra la Iglesia; y por otra parte, que toda la tierra habrá de sacudirse cuando venga del cielo con sus poderosos ángeles (2 Tes 1,7), como él mismo dice: <<Habrá en la tierra un gran terremoto, como no lo hubo desde el principio>> (Mt 24,21).

Y cuando dice: <<¿Quién es condenado? [exclamdown]que se presente! ¿Y quién está justificado? [exclamdown]acérquese ante el siervo del Señor!>> (Is 50,8.10), y: <<Ay de vosotros, envejeceréis como un vestido y os devorará la polilla>> (Is 50,9), y: <<Toda carne será abajada, y sólo el Señor será exaltado a las alturas>> (Is 2,17), da a entender que después de su pasión y asunción, Dios sujetará bajo sus pies a todos sus adversarios (Sal 8,7), será exaltado sobre todos, y nadie podrá ser justificado ni igualado con él.

33,14. Quienes afirmaban que Dios habría de establecer en favor de los seres humanos un Testamento Nuevo, no como lo estableció con sus padres en el monte Horeb (Jer 31,31-32) y habría de darles un corazón nuevo y un Espíritu nuevo (Ez 36,26), y también: <<Ya no os acordéis de las cosas antiguas; he aquí que hago nuevas todas las cosas, nacerán ahora y las conoceréis. Abriré un camino en el desierto y ríos en la tierra árida para dar de beber a mi raza elegida, al pueblo a quien adquirí para que anuncie mi poder>> (Is 43,18-21), claramente anunciaban la libertad del Nuevo Testamento, el vino nuevo en odres nuevos (Mt 9,17), la fe en Cristo, el camino de la justicia trazado en el desierto, los ríos del Espíritu en la tierra árida (Jn 7,37-39) que habría de apagar la sed del pueblo elegido de Dios, adquirido [1083] para que narre las hazañas de su poder, mas no para que blasfeme contra el Dios que ha hecho todas estas cosas.

33,15. El hombre espiritual sabrá interpretar con verdad todas las demás cosas predicadas por los profetas que hemos enumerado al exponer ampliamente las Escrituras. Sabrá explicar cada una de estas cosas, descubriendo los trazos de la Economía del Señor, y todo el conjunto de la obra que el Hijo de Dios llevó a cabo. Y en todos los casos reconocerá a un solo Dios, siempre admitirá al mismo Verbo de Dios, aunque sólo ahora se nos haya manifestado, y en todos los tiempos hallará al mismo Espíritu de Dios, aunque sólo en los últimos tiempos se haya derramado de manera nueva sobre nosotros. Asimismo encontrará un solo y mismo género humano desde la creación del mundo hasta el final, miembros del cual son aquellos que creyendo en Dios y siguiendo a su Verbo recibirán la salvación que de él proviene; y también lo son quienes, por haberse apartado de Dios, menospreciado sus mandamientos, haber deshonrado a aquel que los hizo y blasfemado con sus doctrinas contra el que los alimenta, echarán sobre sí una justísima condena. El hombre espiritual <<juzga a todos, pero ninguno lo juzga>> (1 Cor 2,15), no blasfema contra su Padre, no echa a perder sus Economías, no acusa a los antiguos padres, no deshonra a los profetas diciendo que venían de parte de un Dios ajeno, o que las profecías emanaban de otra substancia.

4.4. Cristo mismo es la novedad del Nuevo Testamento: contra los marcionitas

34,1. Añadiremos algunas cosas contra todos los herejes, en primer lugar contra los marcionitas y sus semejantes, los cuales afirman que los profetas provienen de otro Dios: leed con más cuidado el Evangelio que nos han legado los Apóstoles, leed con más atención las profecías, y encontraréis cómo toda la obra, las palabras y la pasión de nuestro Señor se encuentran anunciadas en ellos. Pero tal vez se os viene a la cabeza pensar: ¿Entonces qué trajo de nuevo el Señor con su venida? Sabed que aportó consigo toda la novedad que había sido anunciada. [1084] Esto es precisamente lo que tiempo atrás estaba anunciado: que la Novedad habría de venir para renovar y dar vida al ser humano. Cuando viene el rey, sus enviados avisan de antemano su venida a los súbditos, a fin de que, preparándose, se dispongan a recibir a su señor. Y cuando el rey llega y ellos se llenan de la felicidad que se les había anunciado, los súbditos que de él han recibido tal motivo de gozo y la libertad que les ha traído, que se han alegrado al verlo, al escuchar sus palabras y gozado de sus regalos, ya no preguntan (al menos los que tengan sentido común) qué novedades aportó el rey más allá de lo que hicieron quienes anunciaron su venida: pues les ha traído su propia persona y ha entregado a los seres humanos todos los bienes prometidos <<que los ángeles desean contemplar>> (1 Pe 1,12).

34,2. Sus servidores habrían sido mentirosos y no habrían sido enviados por el Señor, si Cristo no hubiese venido tal como ellos habían predicado, y si no se hubiesen cumplido sus palabras. Por eso decía: <<No penséis que he venido a abolir la Ley o los profetas. No he venido a abolirlos, sino a darles cumplimiento. En verdad, en verdad os digo, el cielo y la tierra pasarán antes de que deje de cumplirse una iota o un acento de la Ley y los profetas, hasta que todo se cumpla>> (Mt 5,17-18). En efecto, cumplió todas las promesas en su venida, y en su Iglesia sigue cumpliendo el Nuevo Testamento predicho por la Ley, hasta el fin de los siglos. Así lo predicó su Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: <<Ahora, sin la Ley, se ha manifestado la justicia del Señor, de la cual dan testimonio la Ley y los profetas>> (Rom 3,21). <<El justo vivirá de la fe>> (Rom 1,17). Y que el justo viviría por la fe, ya había sido anunciado por los profetas (Hab 2,4).

34,3. ¿Mas de qué manera los profetas habrían podido predecir la venida del Rey y anunciar de antemano la libertad que nos traería, anticipar todo cuanto Cristo hizo, predicó, y llevó a cabo en su pasión, y predicar el Nuevo Testamento, si hubieran recibido la inspiración profética de otro Dios que no conociese al Padre inenarrable (como vosotros alegáis), así como su Reino y sus Economías que el Hijo de Dios cumplió cuando vino a la tierra en tiempos recientes? Tampoco podéis decir que todas estas cosas sucedieron al acaso, como si los profetas [1085] hubieran hablado de otra persona, pero le hubiesen acaecido al Señor. Pues todos los profetas anunciaron estas cosas. Si le hubiesen sucedido a alguno de los antiguos, los demás no hubieran seguido predicando que habrían de tener lugar en los tiempos futuros. Además, no se encuentra ni entre los antiguos padres, profetas o reyes, alguno en el cual se hubiesen cumplido de modo preciso estas profecías.

Todos, en efecto, profetizaron los sufrimientos de Cristo, en cambio ellos estuvieron muy lejos de padecer de modo semejante a como habían anunciado. Y los signos avisados de antemano acerca de la pasión del Señor, no se verificaron en ningún otro: ni el sol se ocultó a mitad del día cuando murió alguno de los antiguos, ni se rasgó el velo del templo, ni tembló la tierra, ni las piedras se rompieron, ni se despertaron los muertos (Mt 27,45.51-52), ni resucitó alguno de ellos al tercer día, ni fue llevado a los cielos, ni se abrieron los cielos para él cuando fue asumido, ni los gentiles creyeron en el nombre de algún otro, ni alguno de entre los antepasados, al resucitar, abrió el Nuevo Testamento de la libertad. En consecuencia, sólo en el Señor, y no en algún otro, concurrieron todos los signos que los profetas habían anunciado desde antiguo.

34,4. Quizás alguno esté de acuerdo con los judíos en decir que el Nuevo Testamento se cumplió cuando Zorobabel reconstruyó el templo, después del exilio en Babilonia, una vez que el pueblo regresó después de setenta años. Sepa que entonces se restauró el templo de piedra dedicado a conservar la Ley grabada en tablas de piedra; pero no se les dio entonces ningún Testamento nuevo, pues se siguió usando la Ley de Moisés hasta la venida del Señor. En cambio, con la venida del Señor, un Nuevo Testamento se extendió por toda la tierra, según habían dicho los profetas, como una ley de vida que habría de reconciliar los pueblos en la paz: <<Porque de Sion saldrá la ley y de Jerusalén la Palabra del Señor. El juzgará a muchas naciones, convertirá las espadas en arados y las lanzas en hoces, y ya no se prepararán para la guerra>> (Is 2,3-4).

[1086] Si otra ley u otra palabra salidas de Jerusalén hubiesen traído tanta paz a las naciones que lo recibieron, por las cuales se hubiese juzgado a un pueblo numeroso, entonces parecería aceptable que los profetas habían hablado de algún otro. Mas si la ley de la libertad, es decir la Palabra de Dios que los Apóstoles, saliendo de Jerusalén, anunciaron por toda la tierra, ha provocado tal transformación que las espadas y las lanzas se convierten en arados y en hoces que él nos ha dado para segar el trigo (es decir que los ha cambiado en instrumentos pacíficos), y en lugar de aprender a guerrear aquel que recibe un golpe pone la otra mejilla (Mt 5,39), entonces los profetas no han hablado de ningún otro, sino del que ha realizado estas cosas.

Y éste es nuestro Señor, <<en esto se verifica lo dicho>> (Jn 4,37), pues él hizo el arado y trajo la hoz, es decir la primera siembra que consistió en la plasmación de Adán, y en los últimos tiempos el Verbo levantó la cosecha. De esta manera el fin se volvió a unir con el principio, y siendo el mismo Señor del inicio y del término, al final mostró el arado, es decir el hierro incrustado en el madero, para limpiar la tierra: pues el Verbo unido a la carne e incrustado en la figura humana, ha limpiado la tierra cubierta de cardos. En los primeros tiempos Abel representaba la hoz, para indicar la cosecha de los justos: <<Ve cómo el justo perece y nadie hace caso, cómo se elimina a los hombres justos y a nadie se le mueve el corazón>> (Is 57,1). Abel lo inició, los profetas lo anunciaron y el Señor lo llevó a término. Y lo mismo se diga de nosotros, porque el cuerpo sigue a su Cabeza.

34,5. Estos argumentos valen para convencer a quienes afirman que los profetas han sido enviados por otro Dios diverso del Padre del que proviene nuestro Señor, si es que de algún modo renuncian a tan grande falta de razón. Por eso hemos hecho todo lo posible por mostrar las pruebas de la Escritura, a fin de que, refutándolos en cuanto somos capaces con sus mismas palabras, los apartemos de tan inmensa blasfemia y de fabricar tantos dioses.

4.5. Errores y actitudes de los valentinianos

[1087] 35,1. Los valentinianos y los demás que falsamente llevan el nombre de gnósticos, pretenden que algunas cosas que se hallan en la Escritura provienen del semen que salió de una Potencia Suprema; otros dicen que del Intermediario por medio de la Madre Prúnica; pero la mayor parte del Hacedor del cosmos, el mismo que también envió a los profetas. Contra ellos afirmamos que es muy irracional reducir a tan grande pobreza al Padre de todas las cosas, como si no tuviese sus instrumentos por medio de los cuales pueda anunciar las realidades del Pléroma en toda su pureza. ¿A quién le tendría miedo al punto de no ser capaz de dar a conocer claramente su propia voluntad, con toda libertad y sin mezclarse con el espíritu que cayó en penuria e ignorancia? ¿Acaso temía que muchos se salvaran, si abundaban quienes podían escuchar la verdad en toda su pureza? ¿O acaso no tenía el poder de preparar por sí mismo a aquellos que debían anunciar de antemano la venida del Salvador?

35,2. Cuando el Salvador vino a la tierra, envió a sus discípulos a todo el mundo a anunciar en toda su pureza tanto su venida como la voluntad del Padre, sin que ellos tuviesen en su enseñanza nada de común con la doctrina de los gentiles y de los judíos. [exclamdown]Con cuánta mayor razón estando en el Pléroma habrá enviado a sus propios predicadores para que anuncien al mundo su venida, sin tener nada en común con los profetas enviados por el Demiurgo! Mas en cambio, si cuando estaba en el Pléroma usó el servicio de los profetas de la Ley, y por medio de ellos reveló sus palabras, [exclamdown]cuánto más, habiendo venido a la tierra, usó el servicio de sus discípulos para anunciar por medio de ellos el Evangelio! [exclamdown]Que no nos vengan ahora con que no fueron Pedro, Pablo y los demás Apóstoles quienes anunciaron la verdad, sino los escribas, fariseos y quienes enseñaban la Ley! Pues, si al venir él envió a sus propios Apóstoles en el espíritu de la verdad y no en el espíritu del error, hizo lo mismo con los profetas: porque siempre es el mismo el Verbo de Dios.

Según sus hipótesis, discutiendo sobre la primacía del Espíritu, dicen que el espíritu de luz, de verdad, [1088] de perfección y de conocimiento tiene el primado; en cambio el Espíritu del Demiurgo habría sido un Espíritu de ignorancia, de penuria, de error y de tinieblas. ¿Mas cómo pudieron coexistir en el mismo la perfección y la decadencia, el conocimiento y la ignorancia, la verdad y el error, la luz y la tiniebla? Ciertamente sería imposible encontrar esto en los profetas, los cuales de parte del único Dios predicaban al Dios verdadero y anunciaban la venida de su Hijo; y mucho menos en el Señor, que no habló unas veces de parte de la Potencia suprema y otras de parte del Fruto de la penuria[348], ni enseñó al mismo tiempo la gnosis y la ignorancia, ni dio gloria unas veces al Demiurgo y otras a un Padre que estuviese sobre él, pues el mismo Señor dice: <<Nadie cose un parche de tela nueva en un vestido viejo, ni se echa vino nuevo en odres viejos>> (Mt 9,16-17; Lc 5,36-37). Por consiguiente, que ellos o se abstengan de achacar a los antiguos profetas haber anunciado la novedad del Primado enviados de antemano por el Demiurgo, o escuchen la palabra del Señor que les arguye: <<Nadie echa vino nuevo en odres viejos>>.

35,3. ¿De qué modo la semilla de la Madre que ellos enseñan habría podido conocer los misterios íntimos del Pléroma y hablar de ellos? Pues dicen que esa Madre, viviendo fuera del Pléroma, dio a luz a su semilla; y al mismo tiempo afirman que cuanto existe fuera del Pléroma está privado del conocimiento y habita en la ignorancia. ¿Entonces cómo la semilla concebida en la ignorancia podría anunciar el conocimiento? ¿O cómo la Madre misma habría sido capaz de conocer los misterios del Pléroma, puesto que habría carecido de naturaleza y forma determinadas, que habría sido arrojada fuera como un aborto, donde habría sido plasmada y recibido forma, y el Límite[349] le habría impedido entrar de nuevo, a tal punto que se mantiene excluida del Pléroma hasta la consumación, o sea fuera del conocimiento? Además se contradicen cuando afirman que la pasión del Señor es figura de la expansión del Cristo superior, por la cual éste se extiende hasta donde el Límite formó a la Madre, y ellos mismos se refutan al no poder continuar la semejanza de la figura. ¿Dónde al Cristo de arriba se le dio vinagre por bebida? ¿Dónde se le atravesó de modo que saliera sangre y agua? ¿O dónde sudó gotas de sangre? Y podríamos continuar con todo aquello que los profetas anunciaron sobre él. [1089] ¿Cómo la Madre o su semilla habrían adivinado aquellas cosas que no habían sucedido sino que estaban por venir?

35,4. Ellos añaden todavía que el Principio[350] declaró algunas cosas que están incluso sobre éstas, pero aquellas que la Escritura ha referido sobre la venida de Cristo los refutan. De qué cosas superiores hablan, se contradicen ellos entre sí, pues unos señalan unas, otros otras. Y si alguien quiere hacer la prueba, preguntándoles por separado aun a los mejores de entre ellos, acerca de alguna de estas cosas, se dará cuenta de que uno responderá que se han dicho acerca del Padre Primordial, o sea el Abismo; otro dirá que del Principio de todas las cosas, o sea el Unigénito; otro contestará que del Padre Universal, es decir el Verbo; otro hablará de alguno de los Eones que habitan en el Pléroma; uno más del Cristo, otro del Salvador. Si alguno de ellos tiene más experiencia, después de guardar silencio por largo rato dirá que lo revelado se refiere al Límite; alguien más afirmará que se ha querido significar la Sabiduría que mora en el Pléroma; otro, que se ha anunciado a la Madre que existe fuera del Pléroma; y finalmente alguno habrá que pretenda referirlo todo al Dios Demiurgo.

[exclamdown]Tantas son las diversas interpretaciones que dan acerca de un mismo texto de la Escritura, de donde brotan sus diversas doctrinas! Todos ellos, cuando leen un mismo párrafo, enarcan las cejas, sacuden la cabeza, y dicen tener una palabra muy profunda que anunciar, pero que no todos son capaces de captar la grandeza de la idea que ella encierra, y por eso lo más propio del sabio es callar. Pues alegan que el Silencio Superior toma cuerpo en su propio silencio que ellos guardan. De esta manera todos se escapan, ya que conciben tantas sentencias diversas sobre cada punto, llevándose escondidas en el silencio sus propias armas.

Por eso, cuando se pongan de acuerdo acerca de lo que han anunciado las Escrituras, entonces nos será posible rebatirlos. Entretanto, ya que no tienen justas opiniones ni están de acuerdo en sus discursos, ellos mismos se refutan. Por nuestra parte seguimos como Maestro al único Dios verdadero, mantenemos la regla de la verdad para entender sus palabras, y todos afirmamos las mismas doctrinas. Pues sabemos que hay un solo Dios, Creador de todas las cosas, que envió a los profetas, sacó a su pueblo de Egipto, manifestó a su Hijo en los últimos tiempos, para confundir a los incrédulos y exigir el fruto de la justicia.

4.6. Las parábolas muestran a un solo Dios y Padre

4.6.1. Los viñadores homicidas

[1090] 36,1. El Señor no contradice esto, ni afirma que los profetas hayan venido de otro Dios, sino de su Padre, ni de otra substancia, sino del único y mismo Padre; ni que existe alguien aparte de su Padre que haya hecho cuanto hay en este mundo. El enseñó lo siguiente: <<Había un padre de familia que plantó una viña , le puso un cerco, fabricó un lagar y construyó una torre. Luego la alquiló a agricultores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de la cosecha envió a sus criados a los viñadores para que cobrasen su parte del fruto. Los viñadores atraparon a los criados, a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. De nuevo envió a otros criados, más que los anteriores, pero les hicieron lo mismo. Por último envió a su único hijo, diciéndose: Quizás respetarán a mi hijo. Pero cuando los viñadores vieron al hijo, se pusieron de acuerdo: Este es el heredero. Venid, matémoslo y nos quedaremos con su herencia. Y habiéndole echado mano, lo arrojaron de la viña y lo mataron. ¿Qué hará el Señor de la viña a estos viñadores cuando regrese? Y le dijeron: Hará desaparecer a esos malvados y rentará su viña a otros viñadores que le entreguen el producto a su tiempo. Y el Señor añadió: ¿Acaso no habéis leído: La piedra que desecharon los constructores se ha convertido en la piedra angular: esto es lo que ha hecho el Señor, y es admirable ante nuestros ojos? Por eso os digo que se os quitará el reino de Dios para dárselo a un pueblo que produzca sus frutos>> (Mt 21,33-43).

Con estas palabras el Señor claramente dio a entender a sus discípulos que uno solo y el mismo es el padre de familia, es decir, el único Dios Padre, que hizo todas las cosas por sí mismo; pero son muchos los agricultores, de los cuales unos son insolentes y soberbios (Rom 1,30), no dan fruto y matan al Señor; otros, en cambio, obedientes en todo, dan fruto a su tiempo. Y este mismo padre de familia es el que primero envió a sus siervos, luego a su Hijo. El mismo Padre que envió a su Hijo a los viñadores que lo mataron, es el que envió a los siervos; pero cuando vino el Hijo mismo, dotado con la autoridad de su Padre, dijo: <<Mas yo os digo>>. [1091] En cambio los siervos decían: <<Esto dice el Señor>>.

36,2. Así pues, el mismo Señor al que ellos predicaban a los incrédulos, Cristo lo dio como Padre a aquellos que lo obedecen: a los primeros Dios los llamó para ser siervos de la Ley, a los últimos los elevó a la dignidad de hijos.

Dios, en efecto, plantó la viña de la raza humana, primero al plasmar a Adán y al elegir a los padres; a los viñadores les dio la Ley por medio de Moisés; la rodeó de una valla, es decir cercó la tierra que habían de cultivar; edificó una torre cuando eligió a Jerusalén; fabricó un lagar al preparar a los profetas como vasos del Espíritu. De esta manera envió profetas antes del exilio en Babilonia, y después del exilio les envió de nuevo más que los anteriores, para reclamar su parte del fruto, diciéndoles: <<Esto dice el Señor Dios: Corregid vuestros caminos y vuestra conducta>> (Jer 7,3); <<Juzgad con rectitud y justicia, cada uno tenga compasión y misericordia de su hermano; no oprimáis al huérfano, al extranjero o al pobre; que nadie recuerde en su corazón el mal que le ha hecho su hermano>> (Zac 7,9-10); <<Que no os guste jurar en falso>> (Zac 8,17); <<Lavaos, purificaos, echad la maldad de vuestros corazones, aprended a hacer el bien, buscad la justicia, defended al oprimido, haced justicia al pequeño y a la viuda. Entonces venid y disputemos, dice el Señor>> (Is 1,16-18); y también: <<Cierra tu boca a la maldad y tus labios a la mentira. Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y corre tras ella>> (Sal 34[33],14-15).

Esto proclamaban los profetas, reclamaban el fruto de la justicia. Pero, como no les creyeron, al final el Señor envió a su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, al cual los malos colonos echaron de la viña y lo mataron. Por eso el Señor Dios ya no la mantuvo en el cercado, sino que la extendió a todo el mundo: la traspasó a otros colonos que le entregaran el fruto a su tiempo, le construyó una torre elevada y hermosa, pues en todo el mundo la Iglesia resplandece; le fabricó un lagar [1092] en todas partes, pues cada nación recibe el Espíritu. Dios justamente rechazó a aquellos que tramaron contra su Hijo, que lo echaron de la viña y lo mataron; por eso les cedió su tierra para que la cultivaran a las naciones fuera de la viña. Así lo anunció el profeta Jeremías: <<El Señor reprobó y rechazó al pueblo que esto hizo, pues los hijos de Judá hicieron el mal en mi presencia, dice el Señor>> (Jer 7,29-30). Y añade: <<Os he puesto centinelas: [exclamdown]Escuchad la trompeta! Y dijeron: No escucharemos. Por eso han oído las naciones y cuantos apacientan sus rebaños entre ellos>> (Jer 6,17-18).

En consecuencia, uno solo y el mismo es el Dios Padre que plantó la viña, que guio al pueblo, que le envió profetas, que le dio a su Hijo y que entregó su viña a otros viñadores que le entreguen los frutos a su tiempo.

36,3. Por eso el Señor decía a sus discípulos, a fin de prepararnos para ser buenos trabajadores: <<Estad alerta siempre y vigilantes en todo momento, para que vuestros corazones no entorpezcan por comilonas, borracheras y preocupaciones profanas, porque de golpe os puede caer aquel día: pues llegará como un ladrón sobre cuantos habitan en la faz de la tierra>> (Lc 21,34-36). <<Tened ceñidas las cinturas y encendidas las lámparas, como siervos que esperan a su señor>> (Lc 12,35-36). <<Así como sucedió en los días de Noé -comían, bebían, compraban, vendían y se casaban, y nada advirtieron hasta que Noé entró en el arca, el diluvio se les vino encima y anegó a todos-, y como sucedió en tiempos de Lot -comían, bebían, compraban, vendían, plantaban y construían; hasta el día en que Lot huyó de Sodoma, llovió fuego del cielo y acabó con todos-, así sucederá el día en que venga el Hijo del Hombre>> (Lc 17,26-30; Mt 24,37-39). <<Velad, pues, porque no sabéis qué día vuestro Señor llegará>> (Mt 24,42).

Anunció a un solo y único Señor, que en el tiempo de Noé envió el diluvio para castigar la desobediencia de los seres humanos, y en tiempo de Lot hizo llover fuego del cielo para castigar los muchos pecados de los sodomitas. De modo semejante en el día del juicio castigará la desobediencia [1093] y los pecados. Y dijo que ese día sería más tolerable para Sodoma y Gomorra que para la ciudad o casa que rechazare la palabra de sus Apóstoles: <<Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso piensas alzarte hasta el cielo? Caerás hasta el infierno. Porque si en Sodoma se hubiesen hecho los milagros que en ti tuvieron lugar, aún duraría hasta el día de hoy. En verdad os digo: el día del juicio será más tolerable para los habitantes de Sodoma que para vosotros>> (Mt 11,23-24).

36,4. El Verbo de Dios es siempre uno y el mismo, la fuente de agua que salta para dar la vida eterna a quienes creen en El (Jn 4,14), pero seca al instante la higuera estéril (Mt 21,19). Envió justamente el diluvio en tiempo de Noé, para acabar con la raza malvada de aquellos seres humanos de esa época, los cuales ya no podían dar frutos para Dios, sino que se habían unido con los ángeles pecadores (Gén 6,2-4); y lo hizo para acabar con sus pecados, y al mismo tiempo salvar al modelo primitivo, es decir el plasma de Adán. El mismo en tiempo de Lot hizo llover del cielo fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra, <<en testimonio del justo juicio de Dios>> (2 Tes 1,5), a fin de que todos supiesen que <<todo árbol que no produzca fruto será cortado y echado al fuego>> (Mt 3,10; Lc 3,9).

El día del juicio universal será más tolerable para los habitantes de Sodoma que para quienes, habiendo visto los milagros que realizaba, no creyeron en él ni recibieron su doctrina. Porque, así como por su venida derramó mayor gracia sobre quienes creyeron en él y cumplieron su voluntad, de igual manera infligirá mayor castigo a quienes no creyeron; pues, siendo igualmente justo para todos, a quienes más dio, más exigirá (Lc 12,48). Cuando digo más, no me refiero a que haya dado a conocer a otro Padre, [1094] como de tantas maneras hemos probado; sino porque su venida derramó sobre el género humano una más abundante gracia del Padre.

4.6.2. El banquete de bodas

36,5. Tal vez haya alguien a quien no baste cuanto dijimos antes, para creer que uno y el mismo Padre envió a los profetas y a nuestro Señor. Esa persona abra los oídos de su corazón e invoque al Maestro, el Señor Jesucristo, a fin de que pueda escucharlo decir: <<El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró la boda de su hijo, y envió a sus criados a traer a los invitados a la boda>>. Algunos se negaron a obedecer: <<De nuevo envió a otros criados, mandándoles: Decid a los convocados: Venid, he preparado el banquete, he matado los toros y otros animales cebados. Todo está preparado, venid a la boda. Pero unos los despreciaron y se fueron, otros partieron a sus campos, otros a sus negocios, y el resto cogió a los criados para golpear a unos y matar a otros. Entonces el rey, al saberlo, montó en cólera, mandó a sus ejércitos para acabar con esos asesinos, quemó su ciudad y ordenó a sus criados: La boda está preparada, pero los invitados no fueron dignos. Id, pues, a las puertas de los caminos, y traed a la boda a cuantos encontréis. Habiendo partido los criados, juntaron a cuantos hallaron, malos y buenos, y así llenaron de comensales la boda. Cuando el rey entró para saludar a los comensales, vio a un hombre que no llevaba el traje de bodas. Y le dijo: Amigo, ¿cómo has venido sin traje de bodas? Mas él calló. Entonces ordenó a sus siervos: Tomadlo de pies y manos y echadlo [1095] a las tinieblas exteriores: ahí será el llanto y el rechinar de dientes. Pues muchos son los llamados y pocos los escogidos>> (Mt 22,1-14).

Con estas palabras claramente muestra al Señor de todas las cosas, y que el Padre es el único Rey y Señor universal, del que antes había dicho: <<Ni jures por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey>> (Mt 5,35). Y como desde el principio preparó la boda de su Hijo, en su inmensa bondad por medio de sus criados invitó a los antiguos al banquete de bodas; pero como no quisieron escuchar, de nuevo envió a otros criados a llamarlos; mas como otra vez se negaron a obedecer, y en vez de ello lapidaron y mataron a quienes les hacían conocer su llamado, acabó con ellos enviando su ejército y quemando su ciudad. Y en cambio invitó a personas de todos los caminos, es decir de todas las naciones, al banquete de bodas de su Hijo. Así lo dijo por boca de Jeremías: <<Cada uno se aparte de su camino inicuo y cambie en mejor su obrar>> (Jer 35,15). Y también: <<Les he enviado a mis siervos los profetas, a la aurora y durante el día, pero sus oídos no me han escuchado ni obedecido. Les dirás estas palabras: Esta raza no escucha la voz del Señor ni acepta su enseñanza. La fe se ha apartado de su boca>> (Jer 7,25-28).

El mismo Dios que a nosotros nos ha llamado por ministerio de los Apóstoles, es el que por medio de los profetas convocaba a los antiguos, como lo prueban las palabras del Señor. No fue uno el que envió a los profetas y otro a los Apóstoles, aunque unos y otros predicaron a pueblos diversos; sino que fueron enviados por el mismo y único Señor, al que todos anunciaron: unos llevaron la Buena Nueva del Padre, otros prepararon la venida del Hijo de Dios, y los últimos predicaron al que ya estaba presente entre <<los que estaban lejos>> (Is 57,19; Ef 2,17).

36,6. También nos enseñó que, fieles a nuestra vocación, debemos adornarnos con las obras de justicia, para que descanse en nosotros el Espíritu Santo; éste es el vestido de bodas, del que el Apóstol afirma: <<No queremos despojarnos, sino revestirnos, a fin de que lo mortal sea absorbido en la inmortalidad>> (2 Cor 5,4). Pues a quienes fueron invitados al banquete divino, [1096] pero por su conducta no acogieron al Espíritu Santo, se les echó a las tinieblas exteriores (Mt 22,13). Es muy claro que es el mismo Rey que invitó a todo tipo de fieles a la boda de su Hijo, a quienes ofreció un banquete incorruptible, es quien condena a las tinieblas exteriores a quienes no tienen el traje de bodas, es decir a quienes lo desprecian. Como en el Antiguo Testamento <<la mayor parte de ellos no lo agradó>> (1 Cor 10,5), así también en el Nuevo, <<muchos son los llamados y pocos los escogidos>> (Mt 22,14). No es uno el Padre que juzga, otro el que otorga la luz eterna y un tercero el que manda echar a las tinieblas exteriores a quienes no llevan el traje de bodas; sino que es uno y el mismo Padre de nuestro Señor, el cual llamó también a los profetas. En su inmensa misericordia también invita a los indignos, pero observa a los invitados para ver si llevan el traje debido que corresponda a la boda de su Hijo, porque no se complace en nada que sea malo o indebido. Como el Señor dijo al que había sido curado: <<Mira que has recibido la salud. Ya no peques más, no sea que te pase algo peor>> (Jn 5,14). El es bueno y justo, puro e inmaculado, y por ello no soportará nada injusto o abominable en su tálamo de esposo.

Este es el Padre de nuestro Señor, por cuya providencia todo sucede, y que administra todas las cosas con su mandato. Da gratuitamente a quien conviene, distribuye los dones según los méritos, y castiga con justicia a los ingratos insensibles a su benignidad. Por eso dice: <<Mandó sus ejércitos para acabar con esos asesinos y quemar su ciudad>> (Mt 22,7). Habló de sus ejércitos, porque todos los seres humanos pertenecen a Dios, pues <<del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe de la tierra y cuantos en ella habitan>> (Sal 24[23],1). El Apóstol Pablo, a su vez, escribe en su Carta a los Romanos: <<Ninguna autoridad hay si no viene de Dios, y todas las que existen, él las ha ordenado. Así, pues, quien se resiste a la autoridad, se resiste al orden querido por Dios. Así, quienes se resisten, ganan su propia condenación. Las autoridades no son de temer para quienes obran el bien, sino para quienes cometen en mal. [1097] ¿Quieres no temer la autoridad? Haz el bien y ella te alabará; pues ella es una sierva de Dios para tu bien. Mas si haces el mal, teme, pues no en balde lleva la espada. Porque es un ministro de Dios para vengar con cólera a quien obra mal. Por tanto, someteos, no sólo por la amenaza, sino también por motivo de conciencia. Por esta razón pagáis tributos: son, en efecto, ministros de Dios que de esta manera lo sirven>> (Rom 13,1-6).

En todo caso, tanto el Señor como el Apóstol anunciaron a un mismo y único Padre, que dio la Ley, envió a los profetas e hizo todas las cosas. Por eso dice: <<Envió a sus ejércitos>> (Mt 22,7), pues todo ser humano, en cuanto humano, es su plasma, aunque no sepa que él es su Señor. Pues a todos concede la existencia aquel mismo que <<hace salir su sol sobre los malos y los buenos, y manda llover sobre justos e injustos>> (Mt 5,45).

4.6.3. Parábolas diversas

36,7. No sólo con lo ya dicho, sino también mediante la parábola de los dos hijos, de los cuales el menor se acabó su herencia viviendo en la lujuria con prostitutas (Lc 15,11-32), enseñó que uno y el mismo es el Padre que al hijo mayor no le regaló un cabrito, y en cambio mandó matar el becerro cebado para su hijo menor que había perecido y le mandó poner el mejor vestido.

Igualmente mediante la parábola de los trabajadores que a diversas horas fueron enviados a su viña (Mt 20,1-16) se prueba que el Señor es uno y el mismo, que llama a unos desde el principio de la creación del mundo, a otros algún tiempo después, a otros hacia la mitad de los tiempos, a otros hacia el ocaso de los tiempos, y a otros al final. El único Padre de familia que los llama quiere tener trabajadores en todos los tiempos. Porque una sola es su viña, y también es única su justicia. [1098] Uno es el administrador y uno el Espíritu de Dios que todo lo dispone. Así también uno solo es el salario, pues <<cada uno recibió un denario>> (Mt 20,9), que llevaba impresas la inscripción y la imagen del Rey, es decir la gnosis del Hijo de Dios que da la incorrupción. Por eso <<pagó el salario empezando por los últimos>> (Mt 20,8), pues al final de los tiempos el Señor se manifestará para hacerse presente a todos.

36,8. También el publicano que en la oración superó al fariseo (Lc 18,10-14): el Señor no lo alabó por haber adorado a otro Padre, ni por ello salió justificado; sino porque, con gran humildad, sin soberbia ni jactancia, confesó a este Dios sus pecados.

La parábola de los dos hijos a quienes mandó a la viña (Mt 21,28-32) también muestra a un mismo y solo Padre: el primero de los hijos primero contestó mal a su padre, pero luego se arrepintió, cuando ya no le servía arrepentirse; en cambio el otro de inmediato prometió a su padre que iría, pero al fin no fue, porque <<todo ser humano es mentiroso>> (Sal 116[115],2) y, <<si tiene a la mano el querer, no tiene la fuerza de actuar>> (Rom 7,18).

La parábola de la higuera de la que el Señor dice: <<Hace ya tres años que vengo a buscar el fruto de esta higuera y no lo encuentro>> (Lc 13,7), claramente indica su venida anunciada por los profetas: vino a buscar el fruto de los antiguos, pero no lo halló; y por este motivo la higuera fue arrancada.

Y, aun sin parábolas, dijo el Señor acerca de Jerusalén: <<Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados, [exclamdown]cuántas veces quise recoger a tus hijos como la gallina bajo sus alas, pero no quisiste! He aquí que tu casa quedará desierta>> (Mt 23,37-38). En la parábola había dicho: <<Hace tres años que busco fruto>>, y ahora: <<[exclamdown]Cuántas veces quise recoger a tus hijos!>>. [1099] Todo esto sería una mentira, si no lo entendemos como referido a su venida que los profetas anunciaron, pues por primera y única vez vino a ellos. Mas, como es el mismo Verbo de Dios el que vino a los patriarcas a quienes eligió y visitó muchas veces por medio de su Espíritu profético, y el que ahora nos llama de todas las naciones mediante su venida, con razón afirmaba refiriéndose a todo lo que arriba hemos dicho: <<Muchos vendrán de Oriente y de Occidente y se recostarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, en cambio los hijos del reino irán a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y rechinar de dientes>> (Mt 8,11-12). Mas si quienes de Oriente y Occidente crean en él se recostarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos para participar junto con ellos de su banquete, entonces uno y el mismo Dios es quien eligió a los patriarcas, visitó a su pueblo y llamó a los gentiles.

4.7. El ser humano fue creado libre

37,1. Esta frase: <<[exclamdown]Cuántas veces quise recoger a tus hijos, pero tú no quisiste!>> (Mt 23,37), bien descubrió la antigua ley de la libertad humana; pues Dios hizo libre al hombre, el cual, así como desde el principio tuvo alma, también gozó de libertad, a fin de que libremente pudiese acoger la Palabra de Dios, sin que éste lo forzase. Dios, en efecto, jamás se impone a la fuerza, pues en él siempre está presente el buen consejo. Por eso concede el buen consejo a todos. Tanto a los seres humanos como a los ángeles otorgó el poder de elegir -pues también los ángeles usan su razón-, a fin de que quienes le obedecen conserven para siempre este bien como un don de Dios que ellos custodian. En cambio no se hallará ese bien en quienes le desobedecen, y por ello recibirán el justo castigo; porque Dios ciertamente les ofreció benignamente este bien, mas ellos ni se preocuparon por conservarlo ni lo tuvieron por valioso, sino que despreciaron la bondad suprema. Así pues, al abandonar este bien y hasta cierto punto rechazarlo, con razón [1100] serán reos del justo juicio de Dios, de lo que el Apóstol Pablo da testimonio en su Carta a los Romanos: <<¿Acaso desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y generosidad, ignorando que la bondad de Dios te impulsa a arrepentirte? Por la dureza e impenitencia de tu corazón amontonas tú mismo la ira para el día de la cólera, cuando se revelará el justo juicio de Dios>> (Rom 2,4-5). En cambio, dice: <<Gloria y honor para quien obra el bien>> (Rom 2,10).

Dios, pues, nos ha dado el bien, de lo cual da testimonio el Apóstol en la mencionada epístola, y quienes obran según este don recibirán honor y gloria, porque hicieron el bien cuando estaba en su arbitrio no hacerlo; en cambio quienes no obren bien serán reos del justo juicio de Dios, porque no obraron bien estando en su poder hacerlo.

37,2. Si, en efecto, unos seres humanos fueran malos por naturaleza y otros por naturaleza buenos, ni éstos serían dignos de alabanza por ser buenos, ni aquéllos condenables, porque así habrían sido hechos. Pero, como todos son de la misma naturaleza, capaces de conservar y hacer el bien, y también capaces para perderlo y no obrarlo, con justicia los seres sensatos ([exclamdown]cuánto más Dios!) alaban a los segundos y dan testimonio de que han decidido de manera justa y han perseverado en el bien; en cambio reprueban a los primeros y los condenan rectamente por haber rechazado el bien y la justicia.

[1101] Por este motivo los profetas exhortaban a todos a obrar con justicia y a hacer el bien, como muchas veces hemos explicado; porque este modo de comportarnos está en nuestra mano pero, habiendo tantas veces caído en el olvido por nuestra mucha negligencia, nos hacía falta un buen consejo. Por eso el buen Dios nos aconsejaba el bien por medio de los profetas.

37,3. Por este motivo el Señor predicó: <<Que vuestra luz brille ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos>> (Mt 5,16). Y: <<Tened cuidado de que vuestros corazones no se carguen con comilonas, embriaguez y preocupaciones profanas>> (Lc 21,34). Y: <<Estén ceñidas vuestras cinturas y encendidas vuestras lámparas, como criados que esperan a su Señor cuando está por volver de la boda, para abrirle cuando llegue y llame a la puerta. Dichoso el criado a quien el amo, al llegar, encuentre haciendo esto>> (Lc 12,35-36). Y añadió: <<El criado que conoce la voluntad de su amo y no la cumple, recibirá muchos azotes>> (Lc 12,47). Y: <<¿Para qué me llamáis: [exclamdown]Señor!, [exclamdown]Señor!, si no cumplís mi palabra? (Lc 6,46). Y también: <<Si el criado dice en su corazón: Mi amo tarda en venir, y empieza a golpear a sus compañeros, a comer, beber y emborracharse, cuando su amo llegue, en el día que menos lo espere, lo echará y le dará su parte entre los hipócritas>> (Lc 12,45-46). Todos los textos semejantes a éstos, que nos muestran al ser humano como libre y capaz de tomar decisiones, nos enseñan cómo Dios nos aconseja exhortándonos a obedecerle y apartarnos de la infidelidad, pero sin imponerse por la fuerza.

37,4. Incluso el Evangelio: si alguien no quiere seguirlo, le es posible, aunque no le conviene; porque desobedecer a Dios y perder el bien [1102] está en nuestras manos, pero hacerlo lesiona al ser humano y le causa serio daño. Por eso dice Pablo: <<Todo es posible hacer, pero no todo conviene>> (1 Cor 6,12). Por una parte muestra la libertad del ser humano, por la cual éste puede hacer lo que quiera, pues ni Dios lo fuerza a lo contrario; pero añade <<no todo conviene>>, a fin de que no abusemos de la libertad para enmascarar la malicia (1 Pe 2,16): eso no es conveniente.

Y añade: <<Cada uno diga la verdad a su prójimo>> (Ef 4,25). Y: <<No salga de vuestra boca palabra maliciosa o deshonesta o vana o inconveniente, que no sea de provecho; sino más bien una acción de gracias>> (Ef 4,29). Y: <<Un tiempo fuisteis tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. Caminad honestamente como hijos de la luz>> (Ef 5,8), <<no en comilonas, embriagueces, prostitución o lujuria, sin ira ni envidia>> (Rom 13,13), <<en otro tiempo habéis hecho todo esto, pero habéis sido santificados en el nombre de nuestro Señor>> (1 Cor 6,11). Mas si no estuviese bajo nuestro arbitrio hacer estas cosas o evitarlas, ¿qué motivo habría tenido el Apóstol, y antes el mismo Señor, de aconsejar hacer unas cosas y abstenerse de otras? Pero, como desde el principio el ser humano fue dotado del libre arbitrio, Dios, a cuya imagen fue hecho, siempre le ha dado el consejo de perseverar en el bien, que se perfecciona por la obediencia a Dios.

37,5. Y no sólo en cuanto a las obras, sino también en cuanto a la fe, el Señor ha respetado la libertad y el libre arbitrio del hombre, cuando dijo: <<Que se haga conforme a tu fe>> (Mt 9,29). Esto muestra que el ser humano tiene su propia fe, porque también tiene su libre arbitrio. Y también: <<Todo es posible al que cree>> (Mc 9,23). Y: <<Vete, que te suceda según tu fe>> (Mt 8,13). Todos los textos semejantes prueban que el ser humano tiene libertad para creer. Por eso <<el que cree tiene la vida eterna, mas el que no cree en el Hijo no tiene la vida eterna, sino que la cólera de Dios permanece en él>> (Jn 3,36). Por este motivo el Señor mostró que el ser humano tiene su bien propio, que es su arbitrio y su libertad, como dijo a Jerusalén: <<[exclamdown]Cuántas veces quise recoger a tus hijos [1103] como la gallina bajo sus alas, pero no quisiste! He aquí que tu casa quedará desierta>> (Mt 23,37-38).

4.8. ¿Por qué fue creado libre?

37,6. Algunos enseñan lo contrario. Suponen a un Señor que no puede llevar a cabo lo que quiere, o bien que ignora la naturaleza de los seres hechos de tierra, incapaces de recibir la incorrupción.

Pero, dicen, hubiera sido necesario que no hiciese libres ni siquiera a los ángeles, para que no pudieran desobedecer; ni a los seres humanos que al momento fueron ingratos contra El, por el mismo hecho de haber sido dotados de razón, capaces de examinar y juzgar; y no son como los animales irracionales, que nada pueden hacer por propia voluntad, sino que se ven arrastrados a lo bueno por la fuerza de la necesidad: en ellos se da sólo un instinto, un modo de proceder, no pueden desviarse ni juzgar, ni pueden hacer otra cosa fuera de aquélla para la que fueron hechos.

Mas si así fuera, (los seres humanos) ni se gozarían con el bien, ni valorarían su comunión con Dios, ni desearían hacer el bien con todas sus fuerzas, pues todo les sucedería sin su impulso, empeño y deseo propios, sino por puro mecanismo impuesto desde afuera. De este modo el bien no tendría ninguna importancia, pues todo se haría por naturaleza más que por voluntad, de modo que harían el bien de modo automático, no por propia decisión; y por la misma razón, ni podrían entender cuán hermoso es el bien, ni podrían gozarlo. Porque, en efecto, ¿cómo se puede gozar de un bien que no se conoce? ¿Y qué gloria se seguiría de algo que no se ha buscado? ¿Qué corona se les daría a quienes no la hubieran conseguido, como quienes la conquistan luchando?

37,7. Por eso el Señor dice que el reino de los cielos es de los violentos: <<Los violentos lo arrebatan>> (Mt 11,12), quiere decir aquellos que se esfuerzan, luchan y continuamente están alerta: éstos lo arrebatan. Por eso el Apóstol Pablo escribió a los corintios: <<¿No sabéis que en el estadio son muchos los que corren, pero sólo uno recibe el premio? Corred de modo que lo alcancéis. Todo aquel que compite se priva de todo, y eso para recibir una corona corruptible, en cambio [1104] nosotros por una incorruptible. Yo corro de esta manera, y no al acaso; yo no lucho como quien apunta al aire; sino que mortifico mi cuerpo y lo someto al servicio, no vaya a suceder que, predicando a otros, yo mismo me condene>> (1 Cor 9,24-27). Siendo un buen atleta, nos exhorta a competir por la corona de la incorrupción; y a que valoremos esa corona que adquirimos con la lucha, sin que nos caiga desde afuera. Cuanto más luchamos por algo, nos parece tanto más valioso; y cuanto más valioso, más lo amamos. Pues no amamos de igual manera lo que nos viene de modo automático, que aquello que hemos construido con mucho esfuerzo. Y como lo más valioso que podía sucedernos es amar a Dios, por eso el Señor enseñó y el Apóstol transmitió que debemos conseguirlo luchando por ello. De otro modo nuestro bien sería irracional, pues no lo habríamos ganado con ejercicio. La vista no sería para nosotros un bien tan deseable, si no conociésemos el mal de la ceguera; la salud se nos hace más valiosa cuando experimentamos la enfermedad; así también la luz comparándola con las tinieblas, y la vida con la muerte. De igual modo el Reino de los cielos es más valioso para quienes conocen el de la tierra; y cuanto más valioso, tanto más lo amamos; y cuanto más lo amamos, tanto más gloria tendremos ante Dios.

Por este motivo Dios ha permitido todas estas cosas a fin de que nos eduquen y nos hagan sabios, para que en el futuro seamos cautelosos y perseveremos en su amor (Jn 15,9-10) amando a Dios como seres racionales, admirando la generosidad que Dios ha mostrado ante la apostasía de los seres humanos a fin de educarlos por esa experiencia, como dice el profeta: <<Tu alejamiento te enseñará>> (Jer 2,19). Dios dispuso de antemano todas las cosas para el provecho del ser humano y para mostrar de modo eficaz su Economía, a fin de que se manifieste la bondad, se cumpla la justicia, la Iglesia <<reproduzca la imagen de su Hijo>> (Rom 8,29), y quizás algún día el ser humano madure a través de todas estas experiencias, para que madurando se haga capaz de ver y comprender a Dios.

4.9. No fue creado perfecto: necesita ser educado

[1105] 38,1. Tal vez alguien diga: <<[exclamdown]Pero qué, ¿acaso Dios no podría haber creado al ser humano perfecto desde el principio?>> Sépase que Dios siempre es el mismo e idéntico a lo que él mismo es, y que todo le es posible. Pero las cosas creadas por él, puesto que comenzaron a existir cuando fueron hechas, por fuerza son inferiores a aquel que las hizo. Las cosas que llegaron a ser, no podían ser increadas; y por el hecho de no ser increadas les falta ser perfectas. Como fueron producidas más tarde, en ese sentido son niñas, y como niñas no están ni habituadas ni ejercitadas en un modo de actuar perfecto. Sucede como con una madre capaz de dar al bebé un alimento de adulto, pero él aún no puede comer ese alimento demasiado pesado para sus fuerzas. De modo semejante, Dios pudo dar la perfección al ser humano desde el principio, pero éste era incapaz de recibirla, pues también fue niño.

Por eso nuestro Dios en los últimos tiempos, para recapitular todas las cosas en sí mismo, vino a nosotros, no tal como podía mostrarse, sino como nosotros éramos capaces de mirarlo. [1106] Porque podía venir a nosotros en su gloria inexpresable, pero nosotros no hubiéramos resistido soportar la grandeza de su gloria. Por eso, como a niños, aquel que era el pan perfecto del Padre se nos dio a sí mismo como leche, cuando vino a nosotros como un hombre; a fin de que, nutriendo nuestra carne como de su pecho, mediante esa lactancia nos acostumbráramos a comer y beber al Verbo de Dios, hasta que fuésemos capaces de recibir dentro de nosotros el Pan de la inmortalidad, que es el Espíritu del Padre.

38,2. Por eso Pablo dice a los corintios: <<Os he alimentado con leche, no con pan, pues aún no podíais digerirlo>> (1 Cor 3,2). Quiere decir: habéis conocido la venida del Señor en cuanto hombre, pero aún no ha descansado en vosotros el Espíritu del Padre, dada nuestra debilidad. <<Pues cuando hay envidia, discordia y disensiones entre vosotros, ¿no os mostráis carnales y camináis según el hombre? (1 Cor 3,3). Es decir, el Espíritu del Padre aún no habitaba en ellos, debido a su imperfección y la debilidad de su conducta. Mas así como el Apóstol podía darles el alimento -pues todos aquellos a quienes los Apóstoles imponían las manos recibían el Espíritu Santo (Hech 8,17-19), que [1107] es el alimento de la vida-, pero ellos no eran capaces de recibirlo por su relación con Dios aún débil y sin ejercicio (Heb 5,14); así también Dios habría podido desde el principio dar la perfección al ser humano; pero éste, recién creado, no era capaz de recibirlo, si lo recibía era incapaz de acogerlo, y si lo acogía no tenía fuerzas para conservarlo. Por eso el Verbo de Dios se hizo niño con el hombre, aunque él era perfecto: no por sí mismo sino por la pequeñez del ser humano, a fin de de algún modo se hiciese capaz de recibirlo. Así pues, no es que Dios fuera incapaz o indigente; sino que lo era el hombre recién hecho, pues no era increado.

38,3. En cambio en Dios al mismo tiempo se manifiestan el poder, la bondad y la sabiduría: el poder y la bondad en el hecho de que voluntariamente creó e hizo las cosas que no existían; su sabiduría en el hecho de que hizo todas las cosas de modo ordenado y en mutua concordancia. Estas creaturas, recibiendo de su inmensa generosidad el desarrollo y duración a través del tiempo, serán portadoras de la gloria del increado, ya que Dios les dará generosamente todo lo bueno. Habiendo sido hechas, no son increadas; pero como durarán por tiempo sin fin, recibirán el don del increado, [1108] pues él les concederá durar para siempre. De este modo Dios tendrá el primado en todo, porque es el único increado y anterior a todos los seres, a punto de ser su causa; en cambio todos los demás seres permanecerán siempre sometidos a Dios. Pero la sumisión a Dios trae consigo la incorrupción, y la perseverancia en la incorrupción es la gloria del increado.

Mediante este orden, con dicha conveniencia y con tal modo de proceder, el hombre hecho y plasmado se convierte en la imagen y semejanza del Dios increado: con el beneplácito y mandato del Padre, mediante el ministerio y la obra formadora del Hijo, siendo el Espíritu el que nutre y da el crecimiento. El hombre, a su vez, poco a poco se desarrolla y llega a la perfección, es decir, se hace más cercano al increado. Porque perfecto es lo increado, y éste es Dios. Pues convenía que primero el hombre fuese creado, que una vez creado creciera, una vez crecido llegara a la adultez, hecho adulto se multiplicase, multiplicado se consolidase, consolidado se elevase a la gloria, y en la gloria contemplase a su Señor. Pues es a Dios a quien ha de ver, y la visión de Dios produce la incorrupción; pero <<la incorrupción nos acerca a Dios>> (Sab 6,19-20).

38,4. Son irrazonables, pues, los que no esperan el tiempo de su crecimiento e imputan a Dios la debilidad de su naturaleza. No se conocen ni a sí mismos ni a Dios, [1109] ingratos e insaciables, rehúsan ser aquello que fueron hechos: seres humanos sujetos a pasiones; sino que, sobrepasando la ley de la raza humana, antes de hacerse hombres pretenden ser semejantes al Dios que los hizo negando la diferencia entre el Dios increado y el ser humano creado en el tiempo. Así se hacen más irracionales que los brutos animales. Estos al menos no reprochan a Dios por no haberlos hecho humanos; sino que cada uno, a su manera, le da gracias por lo que es, porque todo lo ha recibido. En cambio nosotros le reprochamos el no haber sido hechos dioses desde el principio, sino que primero nos hizo seres humanos, y sólo después dioses; aunque Dios lo hizo en la simplicidad de su bondad, de modo que nadie lo puede juzgar de celoso y egoísta: <<Yo dije: Todos sois dioses e hijos del Altísimo>> (Sal 82[81],6). Mas, como nosotros somos incapaces de soportar el poder de la divinidad, dice: <<Pero vosotros moriréis siendo humanos>> (Sal 82[81],7). Declara ambas cosas: la bondad de su don y la debilidad de nuestra libertad.

Por su bondad hizo el bien a los seres humanos al crearlos libres a su semejanza; sin embargo, por su preciencia conoció la debilidad de los hombres y sus consecuencias; por su amor y poder triunfará sobre la naturaleza creada. Pues era necesario que primero apareciese la naturaleza, luego que fuera vencida, en seguida que lo mortal fuera absorbido en la inmortalidad y lo corruptible en la incorrupción (2 Cor 5,4; 1 Cor 15,53), para que el ser humano se convierta en imagen y semejanza de Dios, habiendo recibido el conocimiento del bien y del mal (Gén 3,5).

4.10. Conocimiento del bien y del mal

39,1. El hombre aprendió el bien y el mal. El bien consiste en escuchar a Dios, poner en él la fe y guardar sus mandamientos. Esto es lo que da la vida al ser humano. En cambio el mal consiste en desobedecer a Dios, lo que lo lleva a la muerte. Por su generosidad Dios dio a conocer al ser humano el bien de la obediencia y el mal de la desobediencia, a fin de que el ojo de su alma por propia experiencia pueda elegir juzgando lo que es mejor, y nunca descuide por pereza el mandato divino. Y para que por experiencia aprenda lo que es malo y le arrebata la vida, y de esta manera no se vea jamás tentado a desobedecer a Dios. [1110] En cambio puede guardar con empeño y por propia decisión la obediencia a Dios, sabiendo que en ello consiste su bien.

Por eso su conocimiento de ambas cosas va en los dos sentidos, a fin de que pueda elegir lo mejor con discernimiento. ¿Mas cómo podría discernir sobre el bien si ignorase lo que se le opone? La percepción de las cosas que tocamos es más firme y segura que la que proviene de suposición o conjetura. Así como la lengua mediante el gusto experimenta lo dulce y lo amargo, el ojo por experiencia distingue lo negro de lo blanco y la oreja por medio del oído descubre la diferencia de los sonidos, así también la mente, habiendo experimentado una y otra cosa, puede discernir sobre el bien y hacerse más firme en mantener la obediencia a Dios: ante todo por la penitencia aleja de sí la desobediencia, como cosa mala y amarga, y luego, aprendiendo por comparación lo que es contrario a lo dulce y bueno, evita ser tentado a gustar la desobediencia a Dios. Mas si alguno rehuyese conocer ambos extremos y el doble sentido al que se dirigen los pensamientos, de modo inconsciente estaría matando en sí su ser humano.

39,2. ¿Cómo podrías hacerte dios, si primero no te haces un ser humano? ¿Cómo pretendes ser perfecto, si fuiste creado en el tiempo? ¿Cómo sueñas en ser inmortal, si en tu naturaleza mortal no has obedecido a tu Hacedor? Es, pues, necesario que primero observes tu orden humano, para que en seguida participes de la gloria de Dios. Porque tú no hiciste a Dios, sino que él te hizo. Y si eres obra de Dios, contempla la mano de tu artífice, que hace todas las cosas en el tiempo oportuno, y de igual manera obrará oportunamente en cuanto a ti respecta. Pon en sus manos un corazón blando y moldeable, y conserva la imagen según la cual el Artista te plasmó; guarda en ti la humedad[351], no vaya a ser que, si te endureces, pierdas las huella de sus dedos[352]. Conservando tu forma subirás a lo perfecto; pues el arte de Dios esconde el lodo que hay en ti. Su mano plasmó tu ser, te reviste por dentro y por fuera con plata y oro puro (Ex 25,11), y tanto te adornará, que el Rey deseará tu belleza (Sal 45[44],12). Mas si, endureciéndote, rechazas su arte y te muestras ingrato a aquel que te hizo un ser humano, al hacerte ingrato a Dios pierdes al mismo tiempo el arte con que te hizo y la vida que te dio: hacer es propio de la bondad de Dios, ser hecho es propio de la naturaleza humana. Y por este motivo, si le entregas lo que es tuyo, es decir tu fe y obediencia a él, entonces recibirás de él su arte, que te convertirá en obra perfecta de Dios.

39,3. Mas si rehúsas creer y huyes de sus manos, [1111] la culpa de tu imperfección recaerá en tu desobediencia y no en aquel que te llamó: él mandó a quien convocara a su boda: quienes no obedecieron, por su culpa se privaron de su cena regia (Mt 22,3). A Dios no le falta el arte, siendo capaz de sacar de las piedras hijos de Abraham (Mt 3,9; Lc 3,8); pero aquel que no se somete a tal arte, es causa de su propia imperfección. Es como la luz: no falta porque algunos se hayan cegado, sino que la luz sigue brillando, y los que se han cegado viven en la oscuridad por su culpa. Ni la luz obliga por la fuerza a nadie, así como Dios a nadie somete por imposición a su arte. Aquellos, pues, que se han apartado de la luz del Padre transgrediendo la ley de la libertad, se han alejado por su culpa, pues se les concedió la libertad y el libre albedrío.

39,4. Dios, que de antemano conoce todas las cosas, preparó para unos y para otros sendas moradas: con toda bondad otorga la luz de la incorrupción a aquellos que la buscan; en cambio aparta de sí a quienes la desprecian y rechazan, huyendo por su cuenta y cegándose. Para quienes repudian la luz y escapan de él, ha preparado las tinieblas correspondientes, a las que los entregará como justo castigo. Sujetarse a Dios es el descanso eterno. Por eso quienes huyen de la luz tendrán un puesto digno de su fuga, y quienes huyen del descanso eterno también tendrán la morada que merecen los desertores. En Dios todo es bien, y por eso quienes por propia decisión huyen de Dios, a sí mismos se defraudan y privan de sus bienes. Y por ello quienes a sí mismo se han defraudado en cuanto a los bienes de Dios, en consecuencia caerán en su justo juicio. Quienes se escapan del descanso, justamente vivirán en su castigo, y quienes huyeron de la luz vivirán en tinieblas. Así como sucede con la luz de este mundo: quienes se fugan de ella, por sí mismos se esclavizan a la obscuridad, [1112] de manera que es su propia culpa si quedan privados de la luz y deben habitar en las sombras de la noche. La luz no es la causa de ese modo de vivir, como antes dijimos. De igual modo, quienes evaden la luz eterna que contiene en sí todos los bienes, por su propia culpa vivirán en las tinieblas eternas, privados de todo bien, pues ellos mismos han construido su propio tipo de morada.

4.11. Por eso el premio y el castigo

40,1. Por consiguiente es uno y el mismo el Dios y Padre, que en su casa prepara bienes para quienes lo buscan, viven en su comunión y perseveran en su obediencia; mas también ha preparado el fuego eterno para el diablo, príncipe de la apostasía, y para los ángeles que con él se le apartaron. El Señor dice que serán arrojados al fuego aquellos que están a su izquierda (Mt 25,41). Y lo mismo dice el profeta: <<Yo soy un Dios celoso, construyo la paz y condeno el mal>> (Is 45,7). Construye la paz para quienes se arrepienten y se convierten a El: los llama a la amistad y a la unidad. En cambio prepara el fuego eterno y las tinieblas exteriores, grandes males para quienes caen en ellos, para los impenitentes que huyen de su luz.

4.12. Parábolas del juicio

40,2. Mas si fuese uno el Padre que da el descanso, y otro el Dios que preparó el fuego, también habrían de ser diversos los hijos: uno que conduciría al Reino del Padre, y otro al fuego eterno. Pero el Señor que juzgará a todo el género humano se mostró uno y el mismo: [1113] <<Como el pastor separa las ovejas de los cabritos>> (Mt 25,32), a unos les dirá: <<Venid, benditos de mi Padre, a recibir el reino preparado para vosotros>> (Mt 25,34), y a otros: <<Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno que mi Padre preparó para el diablo y sus ángeles>> (Mt 25,41). Con estas palabras muestra de modo evidente que también su Padre es uno solo y el mismo, <<el que construye la paz y condena el mal>>, el que prepara para unos y otros lo que merecen, así como el único juez enviará a unos y otros al puesto justo.

Lo mismo manifestó el Señor en la parábola del trigo y la cizaña: <<Como se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así sucederá al fin de los tiempos. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles a recoger de su reino todos los escándalos y a los que han obrado con iniquidad para arrojarlos al horno de fuego: allí habrá sólo llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre>> (Mt 13,40-43). El mismo Padre que preparó para los justos el reino al que su Hijo hace entrar a quienes son dignos, así también preparó el horno de fuego para quienes por mandato del Señor serán arrojados en él por los ángeles que enviará el Hijo del Hombre.

40,3. El había sembrado semilla buena en su campo (Mt 13,24), y dice: <<El campo es el mundo; pero mientras los hombres dormían, el enemigo vino y sembró encima cizaña entre el trigo, y se marchó>> (Mt 13,25.38). Desde entonces el enemigo es el ángel apóstata, desde el día en que tuvo celos de la creatura de Dios, y se empeñó en hacerla enemiga de Dios. Por eso [1114] Dios también separó de su comunión al que en oculto y por su cuenta había sembrado la cizaña, esto es la transgresión que él mismo provocó; en cambio se compadeció del hombre que por negligencia aceptó la desobediencia, e hizo rebotar la enemistad por la cual aquél lo había querido hacer enemigo de Dios, contra el mismo autor de la enemistad; quitó su enemistad contra el hombre para echarla contra la serpiente. Como dice la Escritura que dijo él a la serpiente: <<Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y el linaje de la mujer: él te quebrantará la cabeza, mientras tú acecharás su talón>> (Gén 3,15). El Señor recapituló en sí mismo esta enemistad, como un hombre <<nacido de mujer>> (Gál 4,4), y le aplastó la cabeza, como lo hemos explicado en nuestro libro precedente[353].

4.13. Los hijos del maligno

[1115] 41,1. El afirmó que algunos de los ángeles pertenecen al diablo, y para ellos se preparó el fuego eterno (Mt 25,41). También dice en la parábola de la cizaña: <<La cizaña son los hijos del maligno>> (Mt 13,38). Por eso debemos decir que adscribió a todos los apóstatas a aquel que es el iniciador de la transgresión. No es que (el demonio) haya creado en cuanto a su naturaleza a los ángeles y a los seres humanos. En efecto, nada se halla (en la Escritura) que el diablo haya hecho, pues él mismo es una creatura de Dios, como lo son los demás ángeles. Dios fue quien hizo todas las cosas, como dice David: <<Dijo, y todas las cosas fueron hechas; lo mandó, y fueron creadas>> (Sal 33[32],9).

41,2. Y como Dios creó todas las cosas, pero el diablo se convirtió en causa de la apostasía propia y de los otros, con justicia la Escritura a quienes perseveran en la apostasía siempre los llama hijos del diablo y ángeles del maligno. Según hemos explicado anteriormente, de dos maneras se puede llamar hijo a una persona: o por naturaleza, en cuanto que es hijo de nacimiento; o porque se hace hijo y se le tiene por tal. Y hay diferencia entre nacer y hacerse: porque el primero nace de otro; en cambio el segundo es hecho por otro, es decir, o en cuanto a su ser o en cuanto a la enseñanza doctrinal[354]; pues suele llamarse hijo de un maestro también a quien éste educa con su palabra, y al maestro se le llama padre. En cambio, por naturaleza todos somos hijos de Dios por la creación, pues él nos ha hecho. Mas en cuanto a la obediencia y la doctrina, no todos son hijos de Dios, sino los que creen en él (Jn 1,12) y hacen su voluntad (Mt 12,50). Quienes no creen ni hacen su volutad son hijos y ángeles del diablo, porque hacen la voluntad del diablo (Jn 8,41.44). Por eso dice Isaías: <<Hijos crié y elevé, pero ellos me despreciaron>> (Is 1,2). Y también [1116] los llama hijos de extraños: <<Esos hijos extranjeros me engañaron>> (Sal 18[17],46). Por naturaleza son sus hijos, porque él los hizo; pero por sus obras no son sus hijos.

41,3. Entre los seres humanos, los hijos rebeldes a sus padres que reniegan de ellos, son hijos por naturaleza; pero por ley se pueden enajenar, pues sus padres naturales los desheredan. De modo semejante quienes no obedecen a Dios y reniegan de él, dejan de ser sus hijos. Por eso no pueden recibir su herencia, como dice David: <<Desde antes de nacer se corrompen los malvados, su veneno es semejante al de la víbora>> (Sal 58[57],4-5). Por eso el Señor, sabiendo que eran hijos de seres humanos, sin embargo les llamó <<raza de víboras>> (Mt 23,33), pues se parecen a esos animales por su modo tortuoso de moverse para dañar a los demás: <<Cuidaos, dijo, de la levadura de los fariseos y saduceos>> (Mt 16,6). Y afirmó de Herodes: <<Id y decid a esa zorra>> (Lc 13,32), para dar a entender su dolo y su astucia llena de malicia. Por eso el profeta Jeremías dijo: <<El hombre a quien se eleva a los honores se convierte en bestia>> (Sal 49[48],21)[355]. Y también: <<Se hicieron como caballos en celo ante la hembra, cada uno de ellos relincha por la mujer del prójimo>> (Jer 5,8).

Isaías, predicando en Judea en disputa con Israel los llamaba <<príncipes de Sodoma y pueblo de Gomorra>> (Is 1,10). Así daba a entender que ellos se habían hecho semejantes a los sodomitas, por la transgresión y por cometer los mismos pecados: por la semejanza de sus actos los llamó con la misma palabra. No es que Dios los hubiera hecho así por naturaleza, ya que ellos podían obrar justamente, pues les dijo dándoles un buen consejo: <<Lavaos, purificaos, arrojad de vuestros corazones la maldad ante mis ojos, apartaos de vuestras iniquidades>> (Is 1,16); porque ellos cometían pecado como los sodomitas, también como ellos recibirían el castigo; mas si se convertían, hacían penitencia y se apartaban de sus maldades, podían volver a ser hijos de Dios y alcanzar la herencia [1117] de la incorrupción que él otorga. En este sentido llamó a quienes creen en el diablo y actúan según sus obras, ángeles del diablo e hijos del maligno. Uno y el mismo Dios los creó a todos en un principio; cuando creen en Dios, lo obedecen, perseveran en guardar su doctrina, son hijos de Dios; mas cuando se apartan de él y pecan, se les adscribe al diablo, el cual desde el principio se convirtió en causa de la apostasía, propia y de los otros.

[337] Es decir, el hombre espiritual, sujeto del pasaje anterior. Es también el sujeto de los párrafos siguientes.

[338] Signo de que, desde el siglo II, se consagraba una mezcla de vino y agua, como después lo confirman muchos de los Padres.

[339] Los Eones provienen, según ellos, de la unión del principio masculino con el femenino.

[340] Fuerte ironía contra las fantasiosas teorías acerca del nacimiento de los Eones en el Pléroma. Los herejes fabrican estas fábulas y las enseñan con todo aplomo como si fuesen el fundamento de toda la verdad. Y las proclaman con tal seguridad, que pareciera que (a falta de toda prueba) ellos mismos han sido testigos de los orígenes del Pléroma (ver II, 28,6).

[341] HOMERO, La Ilíada, 9, 312-313.

[342] Los ebionitas afirman que Jesús nació naturalmente de Jesús y de María, como un simple hombre sobre el cual descendió el Cristo durante el bautismo. San Ireneo sabe que la concepción virginal de Jesús es el signo de su divinidad. Si los ebionitas la niegan, es porque no reconocen en Jesús al Hijo de Dios. Pero, si es así, ellos mismos, al renegar de la fe en Jesús, el Hijo de Dios, renuncian a ser salvos. Al mismo tiempo, esa concepción virginal es el signo del renacimiento (es decir del bautismo) cristiano: si se rechaza el signo, el bautismo pierde significado como nuevo nacimiento.

[343] Ver III, 16,6 y 18,1-2. Antes de la venida del Hijo en la carne, se sabía que el ser humano es imagen de Dios, pero no se conocía que el Hijo era su imagen, y según él habíamos sido creados. La encarnación revela esta imagen en nosotros, de modo que descubramos en nuestro ser que estamos destinados a ser hijos de Dios, y por ende se nos desvele Dios como Padre. Ver D 22.

[344] A fines del s. II aún no existía el símbolo de la fe como tal. Aquí, como en otras <<formulaciones trinitarias>> de San Ireneo (ver <<Trinidad>> en el índice analítico), se hallan en semilla los elementos básicos de la confesión de la fe que dio origen al credo (ver poco adelante, IV, 33,15).

[345] Está en esta palabra insinuada la original etimología: el testimonio de la fe.

[346] Ver III, 20,4.

[347] Véase la nota de III, 22,4. Aquí se apunta la finalidad del descenso al Hades (como en D 78): si tras su muerte el Hijo hecho carne no hubiese descendido para buscar a la oveja perdida, la Economía de Dios hubiera quedado sin efecto en el Antiguo Testamento, Adán y los justos no habrían sido recapitulados, habría vencido en ellos la serpiente.

[348] Es decir, de parte del Demiurgo psíquico (ver III, 5,1; 10,1, etc.).

[349] Esto es, Horus.

[350] Authentía: el Principio, el Principado o la suprema Potencia.

[351] En varias ocasiones San Ireneo compara el Espíritu de Dios con el rocío, la humedad o el agua viva.

[352] Imagen muy semejante a la de las dos manos de Dios: indica al Verbo y al Espíritu. Tanto más que, al principio del próximo párrafo (39,3) se refiere a las manos.

[353] Ver III, 23,3.

[354] En la antigüedad era común llamar <<padres>> a los maestros.

[355] Nótese que atribuye a Jeremías la cita de un Salmo.