2. LA SITUACIÓN CATEQUÉTICA

 

            La exploración de la situación catequética de los temas de la Teología Fundamental y de sus preguntas propias se puede hacer desde muchas perspectivas, todas ellas importantes y aportadoras. Una es la entrevista (diferente de la encuesta de opinión, con sus respuestas prefabricadas y, por lo tanto, cerradas). Habría que hacerla tanto a fieles como a pastores (destinatarios y comunicadores del Evangelio respectivamente). En el Anexo 1 va la síntesis de las poco más de 80 entrevistas hechas por los alumnos a fieles y agentes pastorales, en Mayo-Junio de 1988; en el Anexo 2, la síntesis de 28 entrevistas hechas a no creyentes, en Setiembre de 1988. Otra perspectiva es el análisis de lo que se encuentra en el material catequético y de ayuda a la predicación, disponible en la Iglesia chilena actual; pienso en los libros de catequesis escolar, en los esquemas de predicación dominical que trae la revista “Servicio”, etc. Una tercera perspectiva es la de recoger la predicación real que se hace actualmente en la Iglesia.

            Por ahora me  limito a exponer algunas hipótesis de trabajo, fruto de mi propia experiencia pastoral y de lo que me toca oír entre pastores. Añado un resumen de la síntesis de las entrevistas aludidas.

 

            2.1. Una hipótesis de trabajo

 

            a) Las preguntas fundamentales

            En cuanto a las preguntas de la Teología Fundamental por la posibilidad y la credibilidad de la revelación, en general y mayoritariamente, creo que no son cultivadas. Se suele preferir la acentuación de los compromisos de acción, o el cultivo de la dimensión emocional de la fe compartida en el pequeño grupo. Casi me atrevo a decir que percibo en la Iglesia chilena un cierto descrédito ambiental de lo intelectual; un descrédito justificado en la medida en que lo intelectual ha sido de hecho un intelectualismo puramente conceptual, nocional, discursivo, desconectado de la vida y sin “inteligencia” en el sentido propio, es decir, sin penetración en la realidad.

            Sin embargo, hay individuos y hay también momentos en la vida de los individuos en que esta pregunta surge incontenible y no se la logra acallar con nada que no sea una respuesta inteligente. No sé si todos los que se hacen las preguntas encuentran en la Iglesia quien les ayude a dar con esa respuesta; pareciera que no, como se desprende de algunas de las entrevistas recogidas en el Anexo 2. Algunos ejemplos:

                Estudié en un colegio católico donde me obligaban a ir a Misa. Para peor, los curas no predicaban con el ejemplo. Me amenazaban con echarme del colegio por mis dudas de fe (20).[1]

                Mi familia es una típica familia chilena de clase media, muy religiosa, temerosa de Dios y del diablo. No es una religiosidad muy elaborada, sino con los conceptos dados por la Iglesia. Este tipo de religiosidad me influyó hasta los 11 a 12 años. Tengo buenos recuerdos de la primera comunión: mi catequista interpretaba bien lo que era la religión, la vivía. Era una religiosidad del tatita Dios que es drástico, que si te portas mal te va a castigar. Después se dio en mí un proceso que creo natural: mi madre no podía contestar -fruto de su deficiencia cultural- muchas inquietudes. Sus respuestas no me bastaban, tampoco las de la Iglesia. Fue un proceso de ser creyente, de rezar todas las noches, de pedirle a Dios, hasta llegar a negar a Dios. Ahora vivo tranquilo, pero sin Dios (2).

                Mi familia es conservadora, por lo tanto católica entre comillas. Iba a Misa como una cosa social más que espiritual. Me bautizaron e hice la primera comunión. Pero no existía ningún compromiso de mi familia con la religión ni con Dios ni con los valores que se suponía se debían defender. Hice 10 años en colegio de religiosas. En el colegio se hacían clases de religión y después retiros, pero siempre sin mucha relación con la vida que yo tenía. Era la religión de decir qué es bueno y qué malo, qué tienes que hacer y qué no; y ahí vino la contradicción: de repente cosas que te decían que no tenías que hacer, tú te dabas cuenta que no eran malas, que eran buenas y que te hacían sentir bien. Como a los 15 años me empecé a cuestionar con mucha fuerza y me di cuenta que no tenía respuesta; entonces fue como un problema que me saqué de encima: a mí no me satisfacía esta religión (7).

                Cuando pequeño fui monaguillo e hice mi primera comunión. He conservado el respeto por las personas practicantes que lo hacen con sinceridad. Dejé de creer cuando me di cuenta de que no había coherencia entre lo que se decía y lo que se hacía en la Iglesia; esto coincidió cuando dejé de ser niño y pude pensar por mí mismo; ahí vi que me decían muchas mentiras, que Dios es una invención, que después de la muerte todo se acaba (23).

                En mi familia todos son cristianos católicos; mi mamá era catequista, mi papá es observante, pero como los chilenos: a veces va a Misa, a veces no. La enseñanza básica, hasta 7º, la hice en colegio de curas. Fui bautizado sin tener conciencia: es una crítica que le tengo a la Iglesia. Después hice la primera comunión presionado por mi familia. Cuando empecé a realizar estudios de antropología y sociología, me empecé a preguntar qué sentido tenía el creer y me di cuenta que para mí no tenía ningún sentido (8).

                Soy de familia religiosa practicante; por ella recibí formación religiosa. Fui bautizado e hice mi primera comunión. La enseñanza básica y media la hice en colegio católico. Mi alejamiento de la Iglesia fue natural, a medida que fui creciendo, estudiando, desarrollándome. Esto se fortaleció a través de la reflexión que fui haciendo, por los nuevos elementos adquiridos por la militancia en un partido y porque fui haciendo otros análisis de la historia y la sociedad. No fue algo puntual sino una evolución (3).

                Mi familia es creyente y practicante. Me bautizaron y recibí la primera comunión. Todos los estudios los hice en colegio católico. Trabajé a nivel parroquial en un equipo de misiones y fui animador de catequesis y participé en comunidades de base. Mi separación y distanciamiento con la Iglesia y la fe se produjo a partir del año 83. Ese año se vivían muchos conflictos sociales y mi conciencia me dijo que me saliera, pues yo veía que a través de esa alternativa no podía dar respuesta a mis problemas y a la situación que se vivía. El año 84 materialicé definititivamente mi opción (4).

                Lo que me hizo cambiar fue el hecho de sentirme defraudada por la Iglesia, porque fui formada en la parte de la Iglesia que era clasista, que decía: hay pobres y hay que ayudarlos; o sea, como que la gente necesitaba de los pobres para ser buenos y salvarse. Y yo creo que más que eso, se debe trabajar para que no haya pobres, para que no haya injusticia (18).

                Recibí una formación cristiana tradicional de parte de mi madre, creí en Dios y participé en la Iglesia yendo a Misa los domingos. Al entrar en la Universidad empecé a conocer mejor los problemas sociales y políticos, descubrí que la fe que vivía era superficial: no conseguía hacer la conexión entre mi fe y los problemas que descubrí. Rechacé la fe por considerarla alienante, más preocupada del cielo que de la tierra. No he encontrado aún respuesta a mis interrogantes; reconozco que no he buscado en forma seria, por comodidad y confusión; pero sé que es vital para mí encontrar una respuesta (27).

 

            b) Las ideas de revelación y fe

            En cuanto a la idea de revelación, creo que oscila entre dos extremos. Por un lado, la concepción racionalista neoescolástica de un dictado divino  de verdades sobrenaturales que hay que creer por la sola autoridad del Revelador; por el otro, la concepción modernista de una mera proyección subjetiva de necesidades religiosas del hombre. Esta última concepción se da entre nosotros en América Latina en una forma politizada, más o menos del siguiente tenor: el ser humano necesita de mitos para motivar su acción política, sea de revolución o de conservación; en América Latina, debido a la presencia todavía importante de la fe cristiana, ese mito puede ser la revelación, siempre que se lo use como mera motivación. Pero entonces las palabras de la fe (“Dios”, “profecía”, “Reinado de  Dios”, etc), sus figuras (Abrahán, Moisés, Amós, Cristo, etc.), sus hechos (Éxodo, Pascua, etc.) y sus sacramentos pasan a ser traicionados, al ser utilizados como mera expresión mítica de otra cosa, directamente política.

            Creo que la concepción de la fe oscila también entre dos polos. O se la concibe como mera creencia racional, idea más frecuentemente presente en las minorías adultas que han tenido formación cristiana en colegios católicos antes del Concilio Vaticano II; o como una actitud subjetiva de confianza, en el fondo en uno mismo; como cuando se dice -lo que es bastante frecuente según las entrevistas sintetizadas en los Anexos 1 y 2- “hay que tener fe en lo que uno hace y en que va a salir adelante”. Algunos ejemplos del Anexo 2:

                La fe es confianza en lo que sea: Dios, padres, hombres, etc. Contribuye al crecimiento personal, porque es una confianza en el propio actuar (10).

                La fe la relaciono con la esperanza. Toda persona tiene la esperanza de realizarse a sí misma, de procurar, en este tiempo que tenemos en la historia, crecer como persona, crecer en la solidaridad y en la justicia. La fe la entiendo como la confianza que tenemos en nuestras potencialidades (29).

                Fe me suena parecido a confianza, a tener mucha esperanza en lo que uno hace: es tener la convicción de que uno va a triunfar y que le va a salir bien lo que se ha programado. A veces se pierde, pues encuentras decepciones en lo que vas realizando. Cuando uno más piensa en una cosa, se la propone hacer con todo cuidado, va sintiendo algo muy especial dentro de sí. A eso lo llamo fe o confianza en sí misma, pues para la vez siguiente que me programe algo, sabré que me resultará, por la experiencia en la actividad anterior (12).

                La palabra fe tiene muchas más connotaciones que el solo sentido religioso. Una de las más esenciales para mí es que el hombre es un ser que confía, que vive creyendo, ya sea en sus proyectos o aspiraciones; el hombre siempre tiene una confianza esperanzadora (4).

 

            2.2. Síntesis de entrevistas a creyentes

 

            Tanto estas entrevistas como las de la sección siguiente (2.3.) han sido hechas libremente por los alumnos; cada uno planteó las preguntas que quiso, aunque enmarcadas dentro del tema general de revelación y fe.

 

                a) Revelación

 

            Las respuestas pueden agruparse en cuatro párrafos. El primero expone el sentido de la palabra “revelación”; los dos que siguen, las dos formas en que los entrevistados reconocen que Dios se revela: por la historia y por la creación; el último, la relación entre revelación y fe.

 

            a1) Qué se entiende por revelación

 

            Algunos entrevistados confunden revelación y rebelión. En los que hablan de revelación encontramos dos significados fundamentales, religioso y no religioso.

 

            1.

            Cuando se trata del sentido no religioso de “revelar”, encontramos al menos dos matices de significado. Por un lado, la manifestación de la intimidad personal, del secreto que es cada uno y de los secretos que uno tiene; por otro lado, el descubrir y dar a conocer algo hasta ese momento oculto.

            Creo que de este segundo significado, más genérico, no personal como el primero, se han derivado otros dos significados de revelación. Uno, el que se suele usar para las presentaciones de artistas o futbolistas nuevos; el otro, referido al descubrimiento de un aspecto, hasta ahora oculto, de la realidad, y que al que lo descubre lo interpela.

            Dos entrevistados subrayan el contenido ético envuelto en la palabra revelación, quizá por influencia del uso cristiano.

 

            2.

            Casi todos los entrevistados consideran que la revelación en sentido religioso, más precisamente cristiano, es la manifestación de Dios mismo al ser humano. Pero aparecen por lo menos tres significados distintos, complementarios entre sí, según cómo se piense que se revela Dios: objetivamente en la historia, subjetivamente en las personas, y por la creación.

            Entre los que acentúan el carácter histórico, en cierto sentido objetivo, de la revelación de Dios, se pueden distinguir dos acentuaciones diferentes. Para unos, se trata de una presencia de Dios en la historia actual, tanto en los hechos positivos como en los negativos. Otros entrevistados sitúan la revelación sobre todo en la historia bíblica; uno la restringe al solo Antiguo Testamento.

            El segundo matiz de significación es más subjetivo. Revelación es sobre todo la toma de conciencia del creyente referida a hechos en que Dios se hace presente, ahora o en el pasado. En esta línea, algunos subrayan el aspecto de comprensión de lo ya ocurrido en la historia de la revelación y que está presente para nosotros en Cristo, en la Escritura. Aquí mismo hay que incluir las respuestas de los que acentúan el carácter ético del contenido de la revelación de Dios. Una entrevistada que se declara atea acepta la revelación, pero sólo en cuanto fenómeno subjetivo en los creyentes.

            El tercer aspecto del significado muestra la revelación de Dios que se realiza en la creación.

            Entremos ahora con algún detalle en estas dos formas de revelación: por la historia y por la creación.

 

            a2) La revelación histórica de Dios

 

            Sintetizo aquí lo que los entrevistados dicen sobre la revelación tanto en la historia pasada (Escritura) como en la actual. Lo primero plantea el problema de si con Cristo está terminada la revelación histórica. Lo segundo implica reflexionar acerca del papel que juega la Iglesia en la revelación que se da en la historia actual. De ahí los cuatro párrafos que siguen.

 

            1.

            En cuanto a los momentos importantes del pasado, hay prácticamente unanimidad  en los entrevistados para reconocer que en Jesús se ha dado la cumbre de la revelación; las fundamentaciones más repetidas de por qué esto es así son tres. En primer lugar la Encarnación significa una cercanía y concreción de Dios inigualable. Además, porque Jesús es el Hijo de Dios encarnado, El es el intérprete autorizado de todas las demás formas de la revelación de Dios. La segunda razón es que Cristo manifiesta la plenitud del amor de Dios por nosotros, lo revela como Padre que perdona. Por último, algunos subrayan el valor de la enseñanza de Cristo.

            Respecto del Antiguo Testamento aparecen afirmaciones que lo valoran positivamente y otras que le hacen algunos reparos. Las afirmaciones positivas se refieren a la elección de Israel y a la Alianza, a la salvación, a la revelación de Dios como Creador y a su pedagogía divina. Los reparos al Antiguo Testamento tienen que ver con la violencia que se encuentra en él, y con el hecho de que en el Antiguo Testamento Dios no es todavía Padre, sino más bien Rey y Juez.

            Muchos entrevistados se refieren a la Escritura como al libro donde está esta revelación de Dios en el pasado. Es un libro inspirado por Dios, cuya lectura enriquece al lector atento.

 

            2.

            Se plantea el problema de si la revelación terminó con Jesucristo. Para un entrevistado pareciera que sí; sin embargo, el resto de los entrevistados que se ven enfrentados a esta pregunta responden que no. Algunos dan razones. Las principales son que la misión encomendada por Dios no está cumplida y que no hemos penetrado aún totalmente el misterio de Dios. Uno habla incluso de una revelación que se dará en la Parusía. Dos entrevistados hacen una distinción entre la revelación en Cristo -que ya está terminada- y nuestro acceso a ella, siempre abierto. Pero para la mayoría es obvio que Dios sigue revelándose hoy, de modo que no se necesitan razones para fundamentarlo.

            Entre los que creen que, a pesar de haberse revelado Dios en el pasado, sigue revelándose hoy, muchos subrayan que lo hace -en contraste con el poder y los milagros del pasado, tal como los atestigua la Escritura- sobre todo en lo sencillo de la vida. Por esto mismo, como señalan algunos, para captar esta revelación actual de Dios se requieren adecuadas disposiciones subjetivas.

 

            3.

            Veamos con algún detalle las manifestaciones de Dios en las personas y en la historia actual. Las respuestas que agrupo aquí se refieren a la experiencia vivida por los entrevistados. Ellos hablan de cómo se han encontrado con Dios, dónde y cómo han descubierto su presencia.

            Fuera de alguna mención esporádica a las apariciones de María, todas las respuestas muestran que a Dios se lo encuentra en el seno de la experiencia humana corriente. Tratando de ordenar, se puede dividir en cuatro zonas principales: acontecimientos normales de la vida; hechos personales fuertes, extraordinarios; personas particularmente portadoras de Dios; y la historia de dolor de estos años, que ha movido a mucha solidaridad.

            Dios se hace presente en los acontecimientos normales de la vida; los entrevistados aluden a la vida, la salud, como experiencias de la presencia de Dios; otros reconocen experiencias internas, pero suaves, no trastornadoras; muchos señalan experiencias de oración; una persona habla de la experiencia del perdón.

            Dios se hace presente también en hechos personales fuertes, extraordinarios, desde experiencias de belleza, de transformación personal y de sueños especiales hasta acontecimientos profundamente conmovedores, sobre todo de dolor y de conflicto.

            Muchos entrevistados señalan que hay también personas que los ayudan a descubrir la presencia de Dios, porque ellas lo traslucen. Para algunos, los seres humanos son la vía fundamental de la revelación de Dios;  entre éstos hay entrevistados que subrayan la presencia de Dios en todos los hombres, otros en algunas categorías especiales: los humildes y sencillos, los que hacen el bien, la gente de Iglesia, los creyentes y los santos de hoy. Varios entrevistados reconocen haber recibido una revelación de Dios en el trato con personas individuales; entre ellas, muchos ven al Papa Juan Pablo II como una gran revelación de Dios.

            La cuarta zona de revelación actual de Dios es la historia de dolor y de solidaridad de estos 15 años en Chile (1973-1988). Esto vale para los mismos que sufren; vale, sobre todo, como interpelación, para todos nosotros, tanto frente a cada caso concreto como frente al país como un todo. Muchos reconocen la presencia de Dios en las acciones de solidaridad de los que buscan ayudar a resolver los problemas surgidos en estos años.

 

            4.

            Respecto del papel de la Iglesia en la transmisión de la revelación, muchos entrevistados piensan que Dios se sigue revelando hoy por medio de la Iglesia, en ella. Pero una persona, que se declara atea, niega toda vinculación de la Iglesia con Dios.

            Algunos entrevistados explicitan aspectos particulares de la Iglesia en los que ellos han experimentado la revelación de Dios. Se menciona los sacramentos, especialmente la Eucaristía, también el Magisterio.

            En este contexto, aparece también el problema de la acción actual de la Iglesia chilena en lo político y social, y se alude a sus divisiones internas.

 

            a3) La revelación de Dios por creación

 

            El tema de la revelación de Dios por creación lo podemos exponer en dos párrafos: la naturaleza en general y el ser humano.

            Cuando se afirma que Dios se revela en la naturaleza, algunas respuestas refieren sobre todo al acto de la creación, presente en la naturaleza que nos rodea; otras subrayan diversos aspectos de la naturaleza, como su perfección misteriosa, inaccesible al hombre, su belleza, su grandeza y magnificencia. Algunos, por último, descubren en la naturaleza una revelación del amor de Dios.

            Cuando se afirma que Dios se revela en la naturaleza del hombre, algunos entrevistados dicen sentir la presencia de Dios en ellos mismos. Los que fundamentan esta revelación de Dios en el hombre, lo hacen remitiendo sea a que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, sea a su alma, su espíritu, su palabra, incluso sus sentidos corporales. Un entrevistado afirma que esta presencia de Dios en el hombre abarca también a los no creyentes.

 

            a4) Revelación y fe

 

            Revelación y fe están íntimamente unidas. Lo afirman muchos. Para algunos, la revelación es condición de la fe; para otros, la fe es condición de la revelación.

 

            b) Fe

 

            Podemos dividir el material sobre la fe en tres secciones. Qué se entiende por fe, cómo se desarrolla la vida de la fe (origen, crecimiento, obstáculos) y la parte de Dios y del hombre en el acto de fe del creyente.

 

            b1) Qué se entiende por fe

 

            Los entrevistados, al preguntárseles qué entienden por fe, suelen pensar de inmediato en la fe cristiana, al menos en una fe religiosa. Excepto uno, que hace una distinción entre fe humana y fe sobrenatural.

            Los que se refieren a la fe cristiana destacan algún rasgo particular  suyo. A veces, se trata de aspectos complementarios; pero, en ocasiones, nos encontramos en presencia de concepciones divergentes de la fe. Se señalan también lo que podemos llamar “consecuencias” de la fe para el creyente. A menudo, se mencionan otros sectores de la vida humana con los que la fe establece alguna relación. Veamos cada uno de estos puntos.

 

            1.

            Tres son los rasgos principales de la fe que mencionan los entrevistados. En primer lugar, la fe es un don de Dios gratuito, que no responde a méritos nuestros.

            En segundo lugar, la fe es confianza del hombre; confianza en Dios, o en Jesús, pero también en sí mismo. Lo primero, algún entrevistado lo expresa en forma muy genérica, como necesidad de confianza “en algo”. Pero la mayoría de los entrevistados habla de confianza en Dios, del apoyo y respaldo que de El se recibe; uno pone el ejemplo de Abrahán. Otros hablan de fe en Cristo (aunque, quizá, cuando la gente habla de “Dios” está pensando de hecho en Cristo; entonces todo lo anterior cabría también aquí).

            Hay entrevistados que de la confianza en Dios se pasan inmediatamente a la confianza en uno mismo que de ahí brota; algunos lo hacen citando la frase de base bíblica: “la fe mueve montañas”; otros yuxtaponen ambas formas de confianza; pero los hay también que en cierto sentido definen directamente la fe como confianza en uno mismo.

            Por último, la fe aparece también como creer lo que no vemos, como no poner en duda lo que no podemos comprobar.

 

            2.

            No todo lo que se dice sobre la fe puede unirse complementariamente; hay expresiones que refieren claramente a diversas concepciones de la fe.

            Uno de los entrevistados hace, por ejemplo, una tipología de tres casilleros, según la procedencia social de los creyentes; otros dividen en dos categorías: piedad y olvido de Dios, rebeldía y aceptación, debilidad y fuerza. Algunos conciben la fe aparentemente en contraposición con los que acentúan exclusivamente su rasgo de confianza; por ejemplo, un entrevistado que subraya la adhesión a Cristo como lo central de la fe. Hay, por último, entrevistados para quienes la fe sigue definiéndose como un conjunto de creencias (o dogmas) y de normas morales.

 

            3.

            Se mencionan también las consecuencias de la fe para el creyente.

            Muchos entrevistados, que parecen hablar de su propia experiencia de fe, señalan una consecuencia envolvente, englobante: la fe transforma sicológicamente a la persona. Esta transformación tiene un aspecto que deriva directamente de la fe como confianza en Dios: la fe es una ayuda, un motor para la vida del creyente; la fe ayuda muy particularmente en los momentos difíciles de la vida. La fe -dicen otros- es una ayuda para salir de uno mismo y darse a los demás. Más a fondo, la fe es lo que da sentido a la vida, le da plenitud y gozo; algunos entrevistados argumentan aquí a partir de lo que ellos ven en los no creyentes.

            Otras consecuencias que se señalan de la fe es que da normas de vida que ayudan a ser bueno, y que es un impulso a la misión.

 

            4.

            En cuanto a las relaciones de la fe con la vida humana, un entrevistado expresa el carácter totalizante de la fe, es decir, que debe impregnar la totalidad de la vida humana. En otras entrevistas se encuentran detallados algunos sectores más precisos de la existencia humana, como el compromiso vital y de acción y la práctica eclesial de la fe, vistos como implicaciones necesarias de la fe; también aparecen las relaciones que la fe no puede dejar de establecer con la razón o con la cultura y la historia.

            La fe implica un compromiso de toda la vida,  porque es una forma de vida. Es tan fuerte esta dimensión de compromiso vital de la fe, que un entrevistado habla de ateos que tienen “fe inconsciente” porque viven como deben vivir los creyentes. Se trata de un compromiso que viene de Dios y que consiste en cumplir su voluntad. Esto implica superar la mera emoción, el puro sentimiento, y afianzar la fe en un acto de la voluntad; acto que no nos resulta fácil. El compromiso de la fe es fundamentalmente un compromiso de amor al prójimo, sobre todo a los pobres y necesitados; lleva consigo también el respeto a los derechos de los demás; y es, por último, un compromiso con la historia que nos toca vivir. Pero la fe implica también un compromiso con la Iglesia, que se traduce en la práctica de la moral y de los sacramentos que ella propone, en el gobernar la propia vida de acuerdo a las orientaciones de sus Pastores, y en el participar en sus comunidades. La fe no la puede vivir cada uno “a su manera”.

            En cuanto a las relaciones entre fe y razón nos encontramos con dos posturas opuestas: los que tienden a negar que haya alguna relación y los que la afirman. Entre los que tienden a negar que haya relación, se encuentran tres argumentos: la fe tiene que superar los cuestionamientos que vienen de la razón, pero desde sí misma, no entrando al terreno racional; la fe es asunto de vivencia o sentimiento, no de razón; la fe se justifica y fundamenta no por la vía de la razón sino por la de la experiencia.

            Entre los entrevistados que tienden a afirmar una relación positiva o necesaria de la fe con la razón, se encuentran diversos matices. Uno acepta “dar razón” de la fe en el sentido de “dar mensaje o recado” de ella, no en el de argumentar racionalmente. Otro distingue razón e inteligencia y afirma que se da una relación de la fe con la razón, pero no con la inteligencia. Varios afirman la necesidad de la relación de la fe con la razón. Por último, uno afirma que a Dios se lo puede conocer por la razón y por la fe, pero que se trata de un Dios distinto en cada caso.

            Pocos entrevistados tocan el tema de las relaciones de la fe con la cultura y la historia. Dos de ellos se refieren a la influencia que la fe -no necesariamente la fe católica- ha ejercido en la historia; uno habla de la influencia de la cultura sobre la fe.

 

            b2) La vida de la fe: origen, crecimiento, obstáculos

 

            Hasta aquí hemos recogido afirmaciones que se refieren a lo que podemos llamar la “estructura” de la fe, sus líneas fundamentales más bien estáticas. Claro que, al pasar, han aparecido también referencias al carácter dinámico de la fe, a su dimensión de vida en desarrollo. Detengámonos ahora en este aspecto de la fe. Podemos distinguir tres tipos de afirmaciones, referidas respectivamente a su origen, su crecimiento y las crisis por las que atraviesa y, finalmente, a los obstáculos que debe enfrentar.

 

            1.

            Se presentan en las diversas entrevistas cuatro versiones diferentes acerca del origen de la fe.

            La inmensa mayoría señala que la fe viene de la familia, por influencia sobre todo de la madre, en muchos casos de la abuelita. La fe es, así, herencia tradicional. Junto a la influencia de la familia está también la de los profesores del colegio, la de la gente de la comunidad cristiana, etc. Sin embargo, estos entrevistados reconocen que, en algún momento, ha debido intervenir también un factor personal: la experiencia personal de la fe que lleva a optar por ella como adulto. Una persona atea explica su ateísmo actual también como herencia familiar, lo que confirma la importancia de la familia en el origen de la fe.

            En una línea semejante a la anterior, se afirma la influencia del ejemplo de otros creyentes sobre la propia fe.

            Varios entrevistados afirman que la fe nace de repente, por acontecimientos que vive la persona, que la llevan a convertirse. En un caso, no se trata de la conversión a la fe, sino de una conversión dentro de la fe gracias a una enfermedad.

            Por último, dos entrevistados señalan un posible origen antropológico de la fe; la fe, para ellos, radica en lo que el hombre es.

 

            2.

            En cuanto al crecimiento y las crisis de la fe, varios entrevistados expresan su experiencia de haber crecido en la fe; algunos exponen también las cosas que ayudan a alimentar y fortalecer la fe, a hacerla crecer: la oración, pero también la acción inspirada en la fe; el conocimiento de Dios, pero no sólo teórico sino también a partir de la práctica del pueblo; la comunidad de fe, pero también el contacto con los que tienen menos fe o incluso con los no creyentes.

            La fe puede pasar por dudas y crisis. Pero éstas son ocasión de un crecimiento.

            Algunos entrevistados señalan que la fe también puede decaer, incluso perderse. Quizá peor que perder la fe es ese vaivén que se produce en ella según estemos bien -y entonces no nos acordamos de Dios-, o estemos en aflicción, en cuyo caso acudimos a Él.

 

            3.

            Se mencionan diversos obstáculos a la fe, que pueden reducirse a tres tipos: obstáculos personales, culturales e históricos.

            En cuanto a los obstáculos personales, los entrevistados señalan obstáculos interiores, que radican en el corazón de la persona. No querer o no poder ver la presencia de Dios; no querer hacer su voluntad, es decir, no dejar que Él actúe en nosotros; tener miedo a enfrentarnos a nosotros mismos y a entregarnos a la voluntad de Dios. A veces, estos obstáculos -como la misma presencia de Dios que impiden ver- sólo se descubren más tarde, cuando se reflexiona sobre la propia vida.

            Los obstáculos exteriores vienen de la cultura actual, del tipo de vida que nos obliga a llevar la sociedad. Muchos entrevistados subrayan un problema capital: el mundo moderno dificulta enormemente que nos demos un tiempo tranquilo para entrar en nosotros mismos y escuchar a Dios. Otros mencionan problemas como el apego a lo material, la cultura de muerte, el adormecimiento que provocan los medios de comunicación social, el paganismo actual, la división de Chile, etc. Un obstáculo exterior serio es el mal ejemplo o la mala enseñanza religiosa recibida.

            Por último, un obstáculo radical -pero que descansa en un malentendido- es el odio y la injusticia que se ve en el mundo, que a muchos les hace imposible creer en la existencia de Dios. Porque -como expone uno de los entrevistados- no se ha captado que Dios da al hombre realmente libertad.

 

            b3) El papel de Dios y el papel del hombre en la fe

 

            La inmensa mayoría de los entrevistados, cuando se les pregunta por la acción de Dios y del hombre en la fe, reconocen que hay colaboración. Pero hay excepciones.

            Uno afirma que la fe no es don de Dios sino fruto del esfuerzo del hombre solo; otro distingue entre la fe, puro don de Dios, y la gracia, que el hombre tiene que ganarse; otro, por último, se hace una pregunta que parece suponer que la fe hay que merecerla.

            En el otro extremo, un entrevistado que ha tenido la experiencia de salir de un profundo estado depresivo, ayudado por un médico pero también por la oración, tiende a desconocer la acción del hombre.

            Entre los que afirman la necesidad de una colaboración del hombre y Dios, hay también matices. Uno no sabe cuál acción es la decisiva, la de Dios o la del hombre; otros saben que la acción decisiva es la de Dios; uno reflexiona, sin embargo, en el carácter escondido de la acción de Dios en el creyente.

            Un entrevistado usa una imagen que implica una “división del trabajo” entre Dios (la revelación) y el hombre (la fe): “La revelación es un regalo de Dios que hay que abrirlo para saber lo que contiene. El hombre es libre de aceptarlo o no”.

            Un argumento que se da en apoyo de la necesaria colaboración de Dios y el hombre en la fe es que Jesús no actuó solo, sino con sus discípulos. Una señora afirma que Dios nunca falla, de modo que si algo no resulta bien es porque ha fallado la adecuada colaboración del hombre.

 

            2.3. Síntesis de entrevistas a no creyentes

 

            a) El sentido de la existencia individual y colectiva

 

            En este primer párrafo reúno tres tipos de reflexiones, que tienen que ver respectivamente con la situación actual de la existencia humana, con el ideal de existencia y con las dudas y dificultades acerca del sentido de la existencia.

 

            a1) Diagnóstico y pronóstico de la situación actual

 

            Lo que los entrevistados dicen acerca de la situación actual del sentido de la existencia se mueve en una gama que parte de la constatación de una crisis, pasa por el reconocimiento de la ambigüedad fundamental del ser humano y termina en un pronóstico de catástrofe.

            Entre los entrevistados que afirman que estamos viviendo una situación de crisis profunda, que hace deseable, incluso necesario, un cambio, algunos se refieren a lo económico y social, otros a lo científico y cultural. Respecto de lo económico y social se menciona la división de la juventud en dos orientaciones, según se inclinen al consumismo o a la violencia, lo que señala la necesidad de un cambio del sistema que oprime y divide. Respecto de lo científico y cultural se habla de la razón de la sinrazón, producida por un cierto distanciamiento entre la razón, que lleva una carrera vertiginosa, y el mundo; problema reflejado en las guerras mundiales y ahora en el posmodernismo y la crisis de las ideologías.

            Respecto de la ambigüedad de los seres humanos, algunos entrevistados simplemente la constatan; otros, en cambio, parecen pensar en una evolución de la humanidad hacia el bien y la perfección, evolución en cierto modo necesaria, casi sin intervención de la voluntad humana libre.

            Finalmente,      están los entrevistados que piensan que la humanidad actual se encamina a la catástrofe, sin que nosotros podamos hacer nada para evitarla. Los patrones que la rigen actualmente, en efecto, son el egoísmo y la ambición de poder, potenciados por el desarrollo científico-técnico, que hace de los hombres de hoy unos bárbaros tecnológicos.

 

            a2) El proyecto ideal

 

            En las respuestas a la pregunta por el proyecto ideal de existencia humana -sea que la pregunta esté hecha explícitamente por el entrevistador, sea que el entrevistado llegue a hablar de esto por sí mismo- detecto la presencia de algunos rasgos del ethos moderno y del pathos posmoderno de goce, tal como los he definido en el capítulo anterior. 

            Hay frecuentes expresiones del ethos moderno de dominación y de clausura intramundana. Vale la pena escuchar algunas afirmaciones de esta clausura:

                “El fundamento de mi vida está en mí mismo, y el lugar está aquí en la tierra. Me parece que las cosas  se hacen aquí y aquí se paga por ellas; éste es el paraíso y éste es el infierno para los hombres, la misma tierra” (25).

                “A veces pienso que si sabemos que nos vamos a morir, o que la vida es tan corta como esto, o que la vida es simplemente esto, entonces tendríamos que hacer lo mejor posible. Todo. Lo doble o triple de bueno que antes, cuando me decían que existía otra vida. A esa otra vida yo no le encuentro sentido, porque no la conozco” (5).

                “Creo que el hombre es un animal más desarrollado, que cumple un ciclo, el de toda materia. Se encuentra a sí mismo al lograr cierta comunión con los demás hombres” (19).

                “El cosmos es el misterio más grande que puede existir. Se produce un juego eterno, estoy dentro y no puedo salir, y no puedo evitar el mirarlo desde lejos y sentirlo con una coherencia interna, con una armonía” (21).

                “Para mí no hay nada trascendente -lo que no implica que no lo haya-; pienso que eso no es sustancial para vivir, ya que para realizar las cosas que el hombre puede hacer, no necesita de ningún ser trascendental” (4).

                “Me muevo exclusivamente frente a lo que me rodea, en mi realidad, en mi pequeño mundo, mi país y todo lo que puedo percibir” (7).

 

            A lo anterior es bueno añadir las respuestas que abren alguna perspectiva de trascendencia, pero dentro de la inmanencia:

                “Mi esperanza está puesta en las generaciones nuevas: debemos enseñarles a los niños una actitud nueva frente a la vida y al mundo, actitud que nosotros no recibimos en nuestra formación” (27).

                “La trascendencia de los hombres está dada en sus obras terrenales, en el recuerdo de la obra imperecedera que pudieron haber dejado Einstein, Marx, el mismo Jesús. Las obras serán imperecederas en la medida que aporten al conocimiento y a la evolución” (2).

                “El sentido de mi existencia es el encuentro con los otros, porque ahí me siento viva. Mi mundo interno es un desafío hacia lo trascendente, a construir un proyecto mío que me trascienda” (21).

                “La razón última del hombre en este mundo es dejar un camino para los que vienen después, así como la generación pasada, nuestros padres, nos forjaron un camino. Cada uno, al pasar por este mundo, toma algo de él y, a través de su sabiduría, lo transforma en frutos. Después de dar y de haber procreado, el hombre muere; luego vienen otros. Es decir, el hombre es un eslabón en esta cadena, porque cada hombre deja algo en favor de este mundo. Si no hiciese nada, no tendría sentido su existencia” (26).

 

            Hay una serie de respuestas que ponen el proyecto ideal, el sentido de la existencia en el pleno desarrollo de todas las potencialidades del ser humano, en el encuentro pleno consigo mismo. Se dan aquí acentuaciones matizadas, sea en lo individual -sobre todo en el conocimiento y en el logro de paz y armonía interior, de plena espiritualidad- sea en lo social, sea en ambos a la vez.

 

 

                a3) Dificultades y dudas

 

            Los entrevistados expresan también sus dudas, que se refieren sea al sentido de la existencia individual, sea al de la historia.

 

            b) La verdad, el conocimiento, la ciencia

 

            Cuando se pregunta sobre la verdad aparecen diversas “definiciones”. Desde la verdad como “adaequatio”, pasando por la concepción que ve la verdad vinculada a la vida, hasta los que afirman la relatividad de la verdad; para éstos, la verdad es subjetiva, cada uno debo juzgarla como verdadera; por otra parte, la verdad es fragmentaria, no poseíble en su totalidad.

 

            Cuando los entrevistados hablan de la ciencia, se perciben diversas acentuaciones. Para unos, la ciencia es el camino único a la verdad; para otros, hay límites de la ciencia, que se sitúan entre Dios y la libertad humana; finalmente están los que tienen conciencia de cierta ambigüedad de la ciencia, porque hablan al mismo tiempo del aporte positivo de la ciencia y de sus peligros. Entre éstos, se menciona que el mundo se está convirtiendo cada vez más en una gran máquina fría y tecnologizada, que la máquina está reemplazando al ser humano, y que la ciencia está influida y condicionada por las relaciones sociales que existen, por lo que se la utiliza para fines bélicos, provocando la destrucción del medio ambiente.

               

            En lo que los entrevistados dicen cuando se refieren al conocimiento en general, se puede distinguir dos tipos distintos de conocimiento, el vivencial y el científico.

 

            c) La naturaleza

 

            Las reflexiones de los entrevistados acerca de la naturaleza tienen que ver primero, en general, con el puesto del ser humano en ella y, luego, con el problema específico de su dominación científico-técnica.

            Respecto de lo primero, hay consenso en los entrevistados acerca de que el ser humano es parte de la naturaleza, es decir, que no está fuera de ella ni por encima; hay consenso también en que puede gozar de ella.

 

            Las reflexiones sobre la dominación humana de la naturaleza están dominadas por una percepción negativa de la actual situación, percepción que se expresa en una variada gama de matices.

            Un entrevistado cree que esa dominación es lícita. Varios entrevistados señalan algunas limitaciones. La mayoría, sin embargo, cree que la situación actual de dominio es ilícita. Entre los argumentos que se dan está el que los animales tienen el mismo derecho que el ser humano a habitar el planeta, porque son seres vivos como nosotros, que tenemos que aprender a respetar; que el ser humano es es el único animal que ha causado estragos irreparables en el mundo, porque no está dominando la naturaleza sino abusando de ella, viéndola sólo como ven una veta de la cual extraer sin medida y movido sólo por intereses inmediatos, con lo que terminará por destruirse a sí mismo, porque todo lo que uno hace repercute sobre uno mismo, tarde o temprano.

            Un entrevistado llega a hablar de una victoria de la naturaleza sobre el ser humano; muchos otros, de la autodestrucción humana por el apetito de dominio. De aquí que se subraye la necesidad de un cambio y de una defensa de la naturaleza. Se piensa que debe existir un ‘entonarse’ con ella, para caminar a un desarrollo más auténtico en armonía con la naturaleza, porque nos falta adecuarnos a la naturaleza, nos falta crecer en la convivencia armónica y racional con ella. El cambio que se requiere pasa por la transformación de las relaciones sociales que nos hacen ir en contra de la naturaleza, agredirla.

 

            d) Libertad y valores

 

            Cuando los entrevistados son interrogados acerca de la libertad humana suelen precisar qué entienden por ella y cuáles son sus límites y condicionamientos; se refieren también a la norma moral y a los valores.

 

            d1) Qué es la libertad

 

            En las entrevistas aparecen variadas definiciones de libertad. Para unos, la libertad es la capacidad de optar o elegir. Otros definen la libertad por su finalidad humana, como poder realizar todas las potencialidades del ser humano. Finalmente, algunos conciben la libertad como ausencia de coacción.

 

            d2) Límites y condicionamientos de la libertad

 

            En las entrevistas se encuentran mencionados tres límites o condicionamientos de la libertad humana: la persona del otro, la sociedad y la naturaleza.

            El otro tiene que ser respetado desde dentro, pero la sociedad se nos impone desde fuera, con sus estructuras económicas, políticas, culturales e ideológicas. Algunos entrevistados subrayan el papel que juega en esto la familia.

            También la naturaleza condiciona nuestra libertad, en la medida en que repercute sobre la persona.

 

            d3) El problema de la norma moral

 

            Cuando los entrevistados tocan el tema de la norma moral, suelen adoptar una actitud cuestionadora, que abarca diversos aspectos. Se cuestiona, de partida, el origen y  la existencia misma de la norma moral; se plantea luego el problema de la autonomía, afirmándose que la realización del ser humano depende de él mismo, de nadie más. Otro punto cuestionado es el juicio moral objetivo.

            Hay entrevistados que se plantean el ideal moral y el tema del cambio personal en dirección a él.

 

            d4) Los valores

 

            Las referencias de los entrevistados a los valores pueden agruparse en torno a tres temas: un diagnóstico de la situación actual y las dos preguntas por el origen de los valores y por sus contenidos.

            Respecto del diagnóstico, se encuentran afirmaciones negativas. Algunos ven en la convivencia social más antivalores que valores; se están perdiendo muchos valores que antiguamente existían muy arraigados en las familias, hoy sólo interesan las riquezas, el poder, el afán de conquista y de acaparación.

            En cuanto al origen de los valores, hay diversas opiniones. Para algunos, hay valores humanos independientes de los cristianos. Otros señalan que hay valores que se trata de imponer, pero que no responden a la realidad. Hay valores que responden a determinadas culturas. Hay, por último, valores que nacen de más adentro.

            En cuanto al contenido de los valores, se subraya el amor y el absoluto que es la persona humana.

 

            e) Límites

 

            El tema de los límites de la libertad ya ha quedado consignado en la sección anterior (d2). Aquí recojo lo que se dice, en general, de los límites humanos y, en especial, de la muerte.

            En general, se reconoce que hay límites en las personas, pero también en la historia que a cada uno le toca vivir; hay límites que la sociedad y la religión ponen al individuo. Ante ellos se habla de aceptación, pero no resignada, sino en lucha por superarlos; se fundamenta esta lucha en la experiencia histórica, que hace que muchas cosas que antes eran imposibles hoy sean posibles.

            La pregunta por los límites lleva como de la mano a la pregunta por la trascendencia. Los entrevistados piensan que la trascendencia del hombre se da a nivel material, en las cosas que puede hacer, incluso en los hijos; que hay cosas más allá de lo que vemos y tocamos actualmente, porque hay muchas cosas que aún no conocemos, pero que algún día podremos conocer, porque se nos abrirán horizontes nuevos.

            Enfrentados al problema de la muerte, las respuestas de los entrevistados expresamente diferencian la actitud ante la muerte que tienen los creyentes y los no creyentes. Para el no creyente, la muerte es un paso inevitable, es el término de una etapa que la naturaleza nos ha concedido. Sin embargo, cumple una función positiva: es por la presencia de la muerte que nos movemos, nos vemos urgidos a vivir; si no estuviera el horizonte de la muerte, se podría hacer cualquier cosa, retomar algo o dejarlo; pero cuando está la muerte hay que vivir con toda intensidad.

 

            La actitud del creyente es diferente, según los entrevistados; la fe le da una actitud más pasiva ante la vida. Otra salida posible es la reencarnación.

 

            f) Religión

 

            Este capítulo resultó ser el más largo de todos. Quizá, como se trataba de no creyentes, los entrevistadores insistieron en el tema religioso. Las respuestas se pueden agrupar en cinco rubros: lo religioso en general, la fe, Dios, Jesús y la Iglesia.

            Es notable que, en cada uno de los temas, siempre aparece un grupo de entrevistados que lo ve como el producto de una necesidad humana, que busca su satisfacción, creando un objeto religioso; se niega así de partida la posibilidad de una real trascendencia. Pero en otros entrevistados se encuentran afirmaciones más matizadas.

 

            f1) Lo religioso

 

            Cuatro matices se perciben en las afirmaciones acerca de lo religioso en general. Muchos afirman que lo religioso es producido por una necesidad humana. Otros expresan su rechazo de lo religioso en nombre de la autonomía humana. Algunos aceptan el fenómeno religioso, en la medida en que las religiones hagan el bien. Unos pocos expresan creer en la presencia real de algo sobre-natural en las religiones.

 

            f2) La fe

 

            Algunos entrevistados ven la fe como el producto de una necesidad humana. Otros se preguntan primero qué es la fe. Luego están los que la evalúan según sea alienante del ser humano o no. Algunos se plantean expresamente la relación de la fe con la razón. Finalmente están los que se refieren a lo difícil que les resulta tener fe.

            Algunas definiciones de la fe la ven como creer en algo que existe pero que no se ve, o como la esperanza en un mundo mejor. Como no sabemos de dónde venimos ni adónde vamos, la fe da una solución.

            La fe puede tener una función positiva, en la medida en que la confianza en Dios contribuye al crecimiento personal, dándole al creyente confianza en sí mismo. De hecho, la mayoría del pueblo y de la gente sencilla es cristiana y ahí la fe no se ve como alienante, sino como un pilar fundamental para la lucha diaria. Más en general, si la fe lleva a compromisos sólidos, no es alienante; si está acompañada con obras coherentes y una conducta racional, resulta ser muy positiva; incluso se cosntata que la gente que realmente tiene fe cristiana hace el bien y es gente buena. Una función positiva es el consuelo: el mundo es tan agobiante que el ser humano necesita de un rescate, de encontrarse a sí mismo, y hay mucha gente que encuentra esto y la fuerza para vivir en Dios.

            Pero casi todos la ven más bien como algo negativo, algo impuesto, condicionado por la familia, algo mitológico, un sentimiento infantil. En esta línea, la fe puede ser alienante, como un fanatismo, o algo solamente místico, tranquilizador de conciencias sin cuestionar lo profundo, una posibilidad de no enfrentar desde el propio mundo interior los desafíos de la vida. Se habla de aberraciones y extremismos en los creyentes, y de que la religión suele dar respuestas a quienes no han preguntado.

               

            Cuando se pregunta por la relación entre la razón y la fe, los entrevistados se dividen en dos: los que afirman que se da una relación entre fe y razón y los que la niegan.

            Entre los que niegan que haya relación aparecen dos razones diferentes: una es que la fe no admite a la razón, la otra es que la razón no alcanza a la fe; para estos últimos, la razón no prueba la existencia de Dios y tampoco la no existencia, lo que evidencia que no hay ninguna relación entre la razón y la fe, la razón está en un estanco distinto al de la fe.

            Un entrevistado propone una posición relativista: cada uno establece la relación a partir de la posición que tiene; como aún vivimos en un mundo con una gran carga de alienación, no podemos acceder a la solución de este problema.

 

            f3) Dios

 

            Frente a la pregunta por Dios se repite el esquema de las respuestas a los otros temas religiosos: para algunos, Dios es una invención humana, un prejuicio que se ha de superar con el tiempo, porque no existe; otros, en cambio, se hacen preguntas acerca de la posibilidad de aceptar su existencia, su revelación, su intervención en la historia; algunos, finalmente, manifiestan su indecisión ante Dios.

            Cuando los entrevistados responden que Dios es producido por una necesidad humana, se perciben tres matices diversos: el ser humano necesita a Dios para dar explicación a lo que no logra explicarse con su inteligencia; o para resolver los problemas de la existencia, que su limitación y debilidad le impiden resolver por sí mismo; o para satisfacer sus necesidades místicas de misterio. Un entrevistado hace de Dios el producto de las necesidades ideológicas de la Iglesia.

 

            Entre los que niegan la existencia de Dios predomina el argumento tomado de la injusticia del mundo; pero se dan también razones culturales y argumentos propiamente intelectuales o racionales.

 

            Algunos entrevistados creen en Dios, pero no en las religiones. Otros piensan que es posible creer en un ser superior, pero lejano y difícilmente captable. Finalmente, algunos reconocen que acuden a Dios en situaciones extremas.

            Cuando se pregunta acerca de la posible revelación de Dios, se reciben respuestas como éstas: Si existiera, tendría que revelarse como Dios, y no como persona, como hombre; y eso no se ve. Si Él tiene tanto poder, ¿por qué no es capaz de simplificar su conocimiento, de modo que todos lo podamos entender y creamos?

 

            Las respuestas acerca de una posible intervención de Dios en la historia se pueden agrupar en tres rubros: los que rechazan esa posibilidad, los que dudan de ella -sobre todo por el dolor y la injusticia de este mundo-, y los que la aceptan, pero mediatizada por los que creen en Dios.

 

            Hay finalmente algunos entrevistados, que fueron creyentes, que manifiestan cierta indecisión ante Dios: ya no creen en el Dios en que creyeron, pero les queda una cierta intuición del más allá, Dios como lo insólito e inexplicable de la vida; y les queda una carencia respecto a la satisfacción del deseo de plenitud.

 

            f4) Jesús

 

            Aunque algún entrevistado afirma que la fe en Jesús es un producto humano que satisface necesidades humanas, la mayoría aprecia a Jesús como persona humana, pero negando explícitamente su divinidad.

 

            f5) La Iglesia

 

            Los entrevistados ven a la Iglesia como mera institución humana y subrayan sus rasgos negativos y su carácter internamente complejo, en el sentido de que hay en ella de todo, buenos y malos; se señala explícitamente la contraposición entre Iglesia jerárquica e Iglesia popular. Algunos, sin embargo, reconocen que hace bien, que presta alguna utilidad a la sociedad y a las personas. Un entrevistado plantea una crítica como viniendo desde el otro lado: la Iglesia, desde el Vaticano II, ha decaído, pues ha perdido su misterio y se ha secularizado.


 


[1] Los números entre paréntesis al final de una cita textual remiten a una lista del Anexo 2, donde los entrevistados se hallan identificados con un número.