T R A T A D O   I

 

 

DEL VERBO ENCARNADO

 

 por el P. JESÚS SOLANO, S.J.

 

 

LIBRO  I

 

Del misterio de la encarnación

 

 

 CAPITULO  I

DE LA CONVENIENCIA DE LA ENCARNACIÓN

 

TESIS 1. EL ÚNICO MOTIVO PRIMORDIAL DE LA ENCARNACIÓN FUE LA REDENCIÓN DEL GÉNERO HUMANO, DE TAL MANERA QUE EN VIRTUD DEL PRESENTE DECRETO, SI ADÁN NO HUBIESE PECADO EL VERBO NO SE HABRÍA ENCARNADO.

 

1. Nexo. Sabiamente empieza Sto. Tomás por la cuestión, acerca de si es, es decir, por la conveniencia de la encarnación, donde muestra que fue muy conveniente que Dios, como sumo Bien se comunicara del sumo modo a la creatura por unión personal con la naturaleza creada.

 

Añade la cuestión de la necesidad o más bien de la gran conveniencia de la encarnación para la reparación del género humano, trayendo muchos argumentos de la tal necesidad (3 q.1 a.2 c). Como esta cuestión la propone S.Tomás casi del mismo modo donde trata de la pasión de Cristo (3 q.46 a 1-3), y como habría que adelantar aquí muchas cuestiones de la satisfacción y del pecado, si quisiéramos tratar ahora esta cuestión, la remitimos más bien a la parte soteriológica. Consecuentemente a la afirmación de tal necesidad de la encarnación para la salvación del hombre se pregunta Sto.Tomás sobre el motivo de la encarnación.

 

2. Nociones. ENCARNACION o σαρχωσις Etimológicamente es recepción de la carne, aunque encarnación, por el uso ya escriturístico de la palabra *carne+, designe tanto la recepción del cuerpo como la del alma. Esta palabra, como más escriturística, ha prevalecido sobre otras al designar este misterio. Realmente es la unión de la naturaleza divina con la naturaleza humana en la única persona del Verbo.

 

MOTIVO. Puesto que por parte del mismo Dios la razón por la que Dios lo hace todo es su bondad y su gloria, tratamos aquí del motivo por parte de las cosas. En efecto los actos, en la voluntad divina, no tienen entre sí aquella causalidad que tienen en nuestra voluntad, porque en nosotros estos actos realmente se hacen y se distinguen entre sí, y así puede uno proceder del otro; pero en la voluntad divina sólo hay un simplicísimo acto con el que lo quiere todo. Sin embargo, entre los objetos de ese acto hay orden de fin y de medios. Quiere pues Dios que esto sea por esto, pero no por esto quiere esto.

 

MOTiVO PRIMORDIAL. Se trata aquí de aquella razón que de tal manera es motivo de la encarnación, que sin ella no existiría la encarnación. No se excluyen por tanto otros motivos secundarios.

 

ÚNICO MOTIVO PRIMORDIAL. Para excluir la opinión que vamos a exponer en seguida del doble motivo primordial de la encarnación.

 

LA REDENCIÓN DEL GENERO HUMANO. La liberación del género humano del estado de perversión en que había caído por Adán.

 

EN VIRTUD DEL PRESENTE DECRETO. En fuerza del decreto que Dios de hecho tuvo de hacer la encarnación. Por tanto no se trata de un cierto decreto posible.

 

3. Sentencias. En fuerza del presente decreto Dios de tal manera quiso la encarnación, que si Adán no hubiese pecado, el Verbo no se hubiese encarnado. Esto lo admiten como más probable S.TOMAS, S. BUENAVENTURA, comúnmente los autores de la O.P. y muchísimos otros de diversas escuelas.

 

Difieren sin embargo principalmente cuando se trata de explicar en qué sentido Cristo es el fin de la creación y el primogénito de los predestinados. Porque algunos dicen que Cristo no tiene sino el primado de excelencia. Los demás generalmente admiten que Cristo es causa final de la creación y el primero de los predestinados, porque aunque no haya sido Cristo decretado sino dependientemente de la previsión del pecado, pero, supuesto ya el decreto de la encarnación, todo el universo se ordena hacia Jesucristo.

 

4. Son varios los conatos de conciliar estas dos proposiciones: Cristo no vino sino dependientemente de la previsión del pecado, y Cristo es causa final de toda la creación.

 

CAYETANO distingue entre causalidad final y causalidad material. En el género de causa final queremos más y primero la salud que la purga; pero en el género de causa material sucede lo contrario; es decir, queremos primero lo que dispone a la materia, en este caso a nuestro cuerpo, para recibir la forma, es decir la salud, que es la causa final. El pecado, pues, es considerado como la materia acerca de la cual versa la encarnación redentora.

 

JUAN DE SANTO TOMAS distingue entre el orden general de la providencia y el orden de la predestinación. Cuando Dios decretó por la providencia general crear el mundo y el orden de la gracia, no pretendió sino el fin general de cada orden connatural de cada orden y así en ese estado no había nada sujeto a Cristo. Pero después de este decreto de la providencia general empezó la predestinación eficaz, que empezó primeramente por el fin como reparador del hombre, y a este fin ordenó eficazmente todo el universo, aun según su ser natural, no absolutamente considerado, sino como induciendo la razón de reparabilidad.

 

5. GONET, los SALMANTICENSES y más comúnmente los autores añaden a la distinción de Cayetano antes mencionada, otra distinción entre el *finem qui+ o por cuya gracia, y el fin *cui+. En el género de causa final por cuya gracia Dios quiso y vio a Cristo antes que otras cosas; pero en el género de causa material y en el género de causa final cui quiso y vio la permisión del pecado antes que a Cristo. Se da pues una mutua dependencia de causas, y en el orden de la intención el decreto de la encarnación fue anterior al decreto de la creación, mientras que en el orden de la ejecución fue primero que el decreto de la creación.

 

MOLINA niega que en relación al motivo de la encarnación se puede distinguir en la divina volición alguna prioridad o posterioridad. Antes de que Dios decreta algo acerca de la creación, ve con su ciencia de simple inteligencia o con la ciencia media los innumerables órdenes que podría crear. Entre otros se encuentra el orden en que aparece Adán futuro pecador, pero también aparece Cristo ya excelentísimo en sí y digno de tener el primero en todas las cosas, ya aptísimo para que los hombres sean redimidos por él. Dios eligió este orden de manera que simultáneamente quisiera una y otra cosa, a saber la reparación para alabanza y honor de Cristo, al mismo Cristo y la encarnación para la reparación del género humano como parte del fin íntegro para el que fue querida la encarnación y sin el cual no hubiese sido querida: simultáneamente pues uno y otro fueron conocidos como que iban a suceder absolutamente.

 

Con Molina coinciden recientemente GALTIER y otros.

 

6. En virtud del presente decreto de tal manera quiso Dios la encarnación que si Adán no hubiese pecado, el Verbo sin embargo se hubiese encarnado. Supone esta sentencia que el decreto que Dios de hecho dio acerca de la encarnación no tuvo como motivo ni siquiera parcial la redención del género humano, por tanto hubiese existido tal decreto aunque Adán no hubiese pecado. Así S. ALBERTO MAGNO, y principalmente ESCOTO con los escotistas y no pocos otros principalmen­te más recientes. Así también S. FRANCISCO DE SALES.

 

SUAREZ tiene una que podíamos llamar opinión media. Según éste, se da un doble motivo divisivamente total de la encarnación, o doble motivo adecuado. Uno absoluto fue la excelencia del misterio mismo, que se había de obtener de modo perfectísimo; otro hipotético fue nuestra redención, es decir, si se diera el pecado de Adán; pero si Adán dejado a su libertad no fuese a caer en pecado, sin embargo el Verbo se habría encarnado. Ahora bien, supuesta la ciencia que Dios tuvo de la caída del género humano, si permitiese que Adán fuese tentado y cayese, esta permisión del pecado fue un medio necesario para realizar la encarnación de ese modo perfectísimo como por aquel decreto había sido pretendida y amada, porque de este modo se manifiestan los atributos de Dios más que de otro modo. Por tanto, también se puede decir: Si Adán no hubiese de pecar, Dios no se haría hombre por fuerza del presente decreto. Porque si permaneciendo la mencionada ciencia condicional del futuro pecado de Adán, si fuese tentado de tal modo, Dios no hubiese permitido ese pecado; entonces, puesto que el presente decreto de la encarnación lleva consigo unida la permisión del pecado puesto que en alguna manera necesariamente la infiere, *a posteriori+ y consiguientemente deduciríamos que no hubiese existido en Dios el decreto de la encarnación que ahora ha existido; porque si hubiese habido tal decreto, se hubiese permitido el pecado de Adán y de hecho hubiese pecado.

 

7. Doctrina de la Iglesia. Concilio Niceno: *Creemos... en nuestro único Señor Jesucristo... quien por nuestra salvación descendió y se encarnó...+ (D 54). Igualmente en la forma oriental del símbolo apostólico (D 9), en el símbolo de Epifanio (en la forma más larga) (D 13), en el símbolo niceno-constantinopolitano (D 86).

 

Aunque explícitamente no se excluya otro motivo de la encarnación, parece que es bastante el que se señale abiertamente la redención como motivo y no se indique ningún otro.

 

Valor teológico. Sentencia más común y más probable.

 

8. Se prueba por la sagrada Escritura.  A. Hay muchos textos en los cuales como motivo de la encarnación se asigna la redención del género humano y, B. no hay ningún texto en que se asigne como motivo de la encarnación alguna razón independientemente de la redención.

 

A. Como en el tratado soteriológico se ha de exponer ampliamente la doctrina de Cristo como redentor, baste aquí aludir a algunos testimonios del N.T. que tratan bien claramente del motivo de la venida de Cristo al mundo.

 

1) Mt 20,28: ... así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos. Lc 19,10: ... pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.

 

2) Jn 3,16.17: Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna; pues Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El. Jn 10,10: El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante. 1 Jn 3,5.8: Sabéis que apareció para quitar el pecado y que en El no hay pecado. Todo el que permanece en El no peca, y todo el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido. Hijitos, que nadie os extravíe: el que practica la justicia es justo, según que El es justo; el que comete pecado, ése es del diablo, porque el diablo desde el principio peca. Y para esto apareció el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo. 1 Jn 4,9.10: El amor de Dios hacia nosotros se manifestó en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito para que nosotros vivamos por El. En eso está el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados.

 

3) Gál 4,4.5: ... más al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, para que recibiésemos la adopción. 1 Tim 1.15: Cierto es, y digno de ser por todos recibido, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.

 

En estos textos se asigna como motivo de la encarnación o venida de Cristo al mundo, la redención de los hombres.

 

9. B. Los principales textos que se aducen para probar que el motivo de la encarnación es independiente del pecado y consiguientemente independiente de la redención son dos: Prov 8,22; Col 1,15-17.

 

1) Prov 8,22: Yahvé me poseyó al principio de sus caminos, antes de sus obras, desde antiguo. Este texto parece hablar en primer lugar de la Sabiduría increada, no del Verbo encarnado de Dios. En favor de esta interpretación se podría aducir como testimonio de gran trascendencia la Bula *Ineffabilis Deus+, en la que se lee: *Por lo tanto, aun las mismísimas palabras con que las divinas Escrituras hablan de la sabiduría increada y representan sus sempiternos orígenes, aconsejó (la Iglesia) tanto en los oficios eclesiásticos como en la sacrosanta liturgia, emplearlas y transferirlas a los orígenes de aquella Virgen que había sido preestablecida con el mismo y único decreto que la encarnación de la divina Sabiduría+. Aunque Pío IX no habla expresamente de nuestro texto, Prov 8,22, apenas se puede dudar que se refieren a él las palabras del Pontífice, ya que éste es uno de los poquísimos lugares de los libros sapienciales que tratan del origen sempiterno de la Sabiduría, y en la liturgia se emplean como textos marianos. Por tanto, aunque por la interpreta­ción de los SS. Padres se admitiese que se trata del Verbo encarnado, este Verbo encarnado no sería sino histórico, es decir, que ha nacido de la Virgen, que ha muerto en la cruz, porque de eso hablaban los SS. Padres que referían este texto al Verbo encarnado. Ahora bien, que el Verbo encarnado redentor es la razón por la que Dios empezó a actuar *ad extra+, está completamente de acuerdo con la doctrina tomista de Cristo causa final del universo.

 

10. 2)  Col 1,15-17: Que [el Hijo] es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en El fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles; los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por El y para El. El es antes que todo y todo subsiste en El. Aunque se conceda que S. Pablo trata en estos versículos del Verbo encarnado en cuanto encarnado, y no principalmente de Cristo según su vida anterior, es decir, en cuanto Verbo, todavía habría que decir que san Pablo no considera otro Cristo sino a Cristo histórico redentor, del cual se hizo expresa mención en el versículo 14 y del que se tratará en el 18.

 

Ningún texto, pues, se asigna en el que se proponga como motivo de la encarnación alguna razón independiente de la redención.

 

Por todo lo probado se deduce que el único motivo de la encarnación que aparece en la sagrada Escritura es la redención del género humano; es así que las cosas que provienen de la sola voluntad de Dios por encima de todo débito de la criatura, no pueden manifestársenos a nosotros sino por la revelación; luego, al menos, tal como aparece la revelación de Dios en la sagrada Escritura, se dice más convenientemente que la obra de la encarnación fue una obra ordenada por Dios para remedio contra el pecado.

 

11. Se prueba por la tradición. Santos Padres. 1) Explícitamente señalan la redención como motivo de la encarnación. Así S. IGNACIO DE ANTIOQUIA: *Considera al que está fuera de todo tiempo, intemporal, invisible, pero visible por nosotros, impalpable, impasible, pero por nosotros pasible, el cual sufrió toda clase de sufrimientos por nosotros (R 66). S. JUSTINO: *El cual (Jesucristo), ahora por voluntad de Dios, hecho hombre por el género humano, soportó el padecer aun aquellas cosas que maquinaron contra El los insanos judíos por impulso de los demonios+ (R 127; cf. R 130). S. HIPOLITO: *Porque el Verbo de Dios, careciendo de carne, vistió la santa carne de la santa virgen, tejiéndose como esposo para sí mismo un vestido en el patíbulo de la cruz; con el cual en efecto, uniendo nuestro cuerpo mortal a su poder, y mezclando lo corruptible con lo incorruptible, lo firme con lo enfermo, diese al hombre la salvación que había perdido+ (R 389).

 

2) Claramente enseñan que la redención es el motivo exclusivo de la encarnación. Así S. IRENEO: *Porque si no hubiese que salvar la carne, de ninguna manera el Verbo de Dios se hubiese hecho carne. Y si no tuviese que buscar la sangre de los justos, de ninguna manera el Señor hubiese tenido sangre+ (R 254). ORIGENES: *Si no hubiera habido pecado no hubiera habido necesidad de que el Hijo de Dios se hiciese cordero... sino que hubiera permanecido lo que era desde el principio, Dios Verbo+ (R 492). S. ATANASIO: *Aunque no se hubiese creado ninguna obra, sin embargo, existía el Verbo de Dios y Dios era el Verbo. Y ese Verbo de ninguna manera se hubiese hecho hombre si no hubiese existido la necesidad del hombre+ (R 765). S.CIRILO ALEJANDRINO: *Por las caídas de los hombres y por nuestros pecados muy gran gracia tenga el Unigénito. Sepa pues que fueron para El ocasión de aquella gloria deífica, los pecados de la humanidad. Porque si no hubiésemos pecado, no se hubiese hecho semejante a nosotros+ (R 2087). S. AGUSTIN: *Si el hombre no hubiese perecido, el Hijo del hombre no hubiese venido (R 1517).

 

3) El mismo texto, Prov 8,22, en que los adversarios se apoyan, lo comentan y exponen como tratándose en él de Cristo redentor. Así S. ATANASIO: *Se dará cuenta también de la causa (de aquellas palabras, a saber, el Señor me creó como comienzo de sus caminos para sus obras; Prov 8,22), porque como El quisiese destruir nuestra muerte se tomó un cuerpo de la Virgen María, para que ofreciéndo­lo por todos como víctima al Padre, nos librase a todos...+. S. CIRILO ALEJANDRINO: *El Señor me creó, es lo mismo que si dijera: El Padre ha formado un cuerpo para mí y me ha creado como a un hombre para la salvación de los hombres+. S. AGUSTIN: *A esto se refiere el texto: El Señor me creó al principio de sus caminos; porque el principio de sus caminos es la cabeza de la Iglesia, que es Cristo hecho hombre, por quien se nos diera ejemplo de vida, esto es el camino cierto, por el que viniéramos a Dios. Pues no pudimos volver sino mediante la humildad, ya que caímos por soberbia+.

 

La mayor parte de los teólogos defiende que el motivo de la encarnación es la redención.

 

12. Objeciones.  1. Hay muchos textos de los SS. Padres en los que la encarnación aparece independientemente del pecado; luego el argumento de los SS. Padres hay que decir que favorece a los escotistas, o al menos es bastante débil para nuestra tesis.

 

Distingo el antecedente. Estos textos, o tratan de Cristo en cuanto es el Verbo, o quieren expresar a Dios en el hombre aún no caído, pero después de la previsión de la caída quieren presuponer al reparador, o indican que todas las cosas se ordenan a Cristo redentor o, finalmente, resaltan la suma divinidad de Cristo contra los arrianos que lo creían inferior al Padre, más aún, subordinado a los mismos hombres, concedo el antecedente; y estos textos prueban que en realidad la encarnación es independiente del pecado, niego el antecedente.

 

2. Cristo es el fin al que se ordenan los hombres; es así que el fin se pretende antes que los medios para este fin, luego Cristo es pretendido antes que el hombre y, por tanto, independientemente del pecado.

 

Distingo la mayor: Cristo es el fin al que se ordenan los hombres en el signo consiguiente al decreto por el que se decretó la redención, concedo la mayor; en el signo antecedente, niego la mayor. Contradistingo la menor. El fin se pretende antes que los medios si es fin en toda hipótesis, concedo la menor; si es fin sólo en determinada hipótesis, niego la menor.

 

13. 3. Un bien más excelente no puede ordenarse a un bien inferior. Es así que la encarnación es un bien más excelente que la redención del género humano, luego la encarnación no puede ordenarse a la redención.

 

Distingo la mayor. Un bien más excelente no puede ordenarse a un bien inferior como a fin último, concedo la mayor; como a fin intermedio, subdistingo: si el mismo fin intermedio non ese ordena a aquel fin más excelente, pase la mayor; si se ordena, niego la mayor. Pase la menor. Distingo igualmente la consecuencia: la encarnación no puede ordenarse a la redención como a fin último, concedo la consecuencia; como a fin intermedio, niego la consecuencia.

 

Explico. Es clásico a este respecto el ejemplo de los ángeles que son ordenados a la custodia de los hombres. El mismo Escoto debe admitir que los actos de Cristo, que ciertamente son de un valor que trasciende el valor de todo el género humano, se ordenan a nuestra salvación. Ahora bien, en nuestra explicación la redención misma se ordena a la gloria de Dios y del mismo Cristo hombre. Dejé pasar la menor, porque no se puede establecer una estricta comparación entre la encarnación y la redención, puesto que la redención de hecho incluye la encarnación.

 

14.  4. Si la encarnación depende del pecado de Adán, la encarnación será un bien ocasionado; es así que parece una contradicción que un tan gran bien sea ocasionado, luego la encarnación no depende del pecado.

 

Distingo la mayor. La encarnación sería un bien ocasionado, es decir, al margen de la intención del agente, niego la mayor; sería un bien ocasionado, en cuanto que no se daría la encarnación sino supuesta la ocasión del pecado, concedo la mayor. Contradistingo la menor.

 

5. El que quiere una cosa ordenadamente quiere primero lo que es más próximo al fin; es así que el alma de Cristo es más próxima al fin, luego primero se pretende el alma de Cristo. Así Escoto.

 

Distingo la mayor. Y este principio exige que Dios quiera la mejor, niego la mayor; pide que, entre las cosas que Dios libremente decretó quiera primeramente lo que es más cercano al fin, concedo la mayor. Concedo la menor. Distingo igualmente la consecuencia: el alma de Cristo se pretende primero absolutamente, niego la consecuencia; se pretende primero hipotéticamente, esto es en la hipótesis de la redención por el Verbo encarnado se pretende a Cristo antes que a las criaturas, concedo la consecuencia.

 

15.  Escolio 1. De los pecados por los que se realizó la encarnación. Como en el tratado soteriológico hay que hablar de la universalidad de la redención (cf. tesis 26, escolio 1, n.659), trataremos brevemente la cuestión sobre si la encarnación de Cristo se realizó principalmente para quitar el pecado original más que el actual. Responde S.Tomás que Cristo vino tanto más principalmente para borrar un pecado cuanto mayor es el pecado. Ahora bien, intensivamente es mayor el pecado actual; extensivamente es mayor el pecado original, que es pecado de toda la naturaleza. Ahora bien el pecado original pedía más el remedio y excitaba más la misericordia de Dios, porque era un pecado no de una u otra persona, sino de todo el género humano. Principalmente pues, Cristo vino por el pecado original.

 

Además los teólogos plantean la cuestión acerca de si únicamente hubiera habido el pecado original, sin ningún pecado actual, en ese caso si Cristo, a pesar de todo, se hubiese encarnado. Casi todos responden afirmativamen­te. Por el contrario, según casi todos los tomistas el Verbo, en virtud del presente decreto no se hubiera encarnado por solos los pecados actuales. Suárez distingue: si pocos hombres hubiesen pecado actualmente, Cristo más verosímilmente no hubiera venido posible; pero si la mayor parte de los hombres hubiese pecado, quizás por ellos padeciese Cristo. Estas cosas, sin embargo, nos son tan inciertas que apenas podemos decir algo con probabilidad.

 

Escolio 2. Del tiempo conveniente de la encarnación. Aduce S.Tomás acertadas razones de conveniencia de por qué la encarnación no debió tener lugar al principio del mundo, o inmediatamen­te después del pecado; y por qué sin embargo tampoco debía diferirse hasta el fin del mundo. Cristo se encarnó en la economía (εις οιχονομιαν) de la plenitud de los  tiempos (Ef 1,10).