CAPITULO III

DE LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO

 

Tesis 3. Para ayudar las virtudes son infundidos los dones del Espíritu Santo, es decir siete hábitos que son realmente distintos de las virtudes.

 

32. LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO se dice en general a todos los dones creados, que son infundidos en la justificación. Así por ejemplo el Conc. Tridentino s.6 c.7 (D 799) se dice del voluntario recibimiento de la gracia de los dones. Pero especialmente y propiamente se llaman dones del Espíritu Santo los que bajo el nombre del "espíritu" enumera el profeta Isaías 11,2 hablando de Cristo. De esos tratamos nosotros en la tesis, y afirmamos:

 

  a) La existencia de los dones en los fieles.

  b) La entidad de ellos es física y permanente.

  c) El número de los dones son siete.

  d) Entre ellos y las virtudes se da distinción real.

 

33. Nociones. EN LOS FIELES, es decir en aquellos que han sido justificados, prescindiendo ahora del momento en el cual han sido infundidos.

 

Existen los dones, es decir como algo al menos como una distinción de razón distintos a las virtudes.

 

Valor dogmático. Tal como hemos dicho la tesis es de fe divina y católica; siendo así que se afirman en la liturgia y en el magisterio ordinario, como veremos.

 

34. Se prueba por la sagrada Escritura. Is. 11,2. En este texto se trata del Mesías. Pero desde la antigüedad cristiana este texto se une con la santificación de los fieles por el Espíritu Septiforme.

 

Se dice por algunos que el texto debe ser entendido de los fieles en sentido consecuente; pero mejor se dice que debe ser entendido en sentido más pleno porque por una parte allí se describe con abundantísimo acopio de riquezas sobrenaturales que llegan al Mesías, pero por otra parte consta por la sagrada Escritura que el Mesías es en el orden o en la vida sobrenatural cabeza de los miembros y la vid y los sarmientos de cuya plenitud todos nosotros recibimos.

 

35. Se prueba por la tradición. a) SS. Padres muchas veces hablan de "Espiritu Septiforme", de "virtud septiforme del Espíritu Santo", de "del don septiforme", de "don del Espíritu Septiforme", de la "septiforme gracia del Espíritu", de la "semana del Espíritu Santo", de la "septiforme gracia de la virtud del Espíritu Santo" y otras semejantes.

 

b) Esta doctrina es elaborada por los teólogos de los siglos XII y XIII, y entra definitivamente en la teología por Sto.Tomás, S.Alberto Magno, S.Buenaventura.

 

c) La sagrada liturgia habla continuamente acerca del "Espíritu Septiforme" y del "sacro septenario", que enseña a los fieles que pidan a Dios.

 

d) El Catecismo comúnmente habla de los siete dones del Espíritu Santo. Así el Catecismo de S.Pedro Canisio, S.Roberto Belarmino, P.Ripalda, P.Astete, S.Pio X, Card.Gasparri y otros.

 

e) León XIII enseña abiertamente la existencia de los dones: "ampliamente esto, para el hombre justo, es decir la vida del que vive la gracia divina y por las congruas virtudes como facultades para el agente la obra ciertamente es por aquellos siete, que propiamente se llaman los dones del Espíritu Santo.

 

Parte 2ª: los dones son hábitos

 

36. Nociones. Por hábito entendemos aquí al menos en sentido lato: es decir, son entidades físicas no transeúntes, como los actos, sino permanentes. Lo cual verdaderamente en sentido estricto son hábitos, lo cual es una buena explicación teológica, lo cual que sean hábitos en sentido estricto es una óptima explicación teológica.

 

Valor dogmática. Cierta en teología.

 

37. Se prueba por el consenso de los teólogos. Aun cuando al principio de la escolástica existieron vacilaciones acerca de esto, sin embargo, donde tiene principio la elaboración teológica de los dones, se han tenido como actos, de una o de otra manera conectadas con las virtudes. Lo cual no solamente es verdadero en estas cosas quienes admitían solamente una distinción de razón entre los dones y las virtudes, sino también en aquellos, que defendían la distinción real y precisamente investigaban la razón formal de esta distinción. Ni en este consenso de los teólogos se ha de descartar Vazquez, como algunos dijeron. Porque su sentencia afirma (y ciertamente de modo duditativo), que los dones no son hábitos diversos a los hábitos de las virtudes, sino que son los mismos en cuanto emiten actos especiales.

 

Parte 3ª: los dones del espíritu santo son siete

 

38. Nociones. Que el número septenario no se ha de tomar estrictamente, afirmaron mucho teólogos. O porque significa tanto plenitud (v.gr. Alapide, Estius, y otros); o porque es solamente un esquema para comprender todos los impulsos del Espíritu Santo (como parece pensar De Guibert);o porque todo este número septenario se funda en un simbolismo numérico.

 

Valor teológico. Más probable.

 

39. Se prueba. El número siete de los dones a) se funda en la sagrada Escrítura, b) de ninguna manera se entiende como mero esquema por una apta clasificación, c) y en sentido estricto se puede recibir con significación de plenitud. luego debe aceptarse en sentido estricto.

 

Antecedente: a) Mucho se ha disputado del número septenario en Isaias 11,2. Porque aun cuando aparezcan en aquel texto siete dones en la versión de los Setenta y en todas las demás no se tienen sino solamente seis en el texto masorético, en el cual se repiten dos veces timor Dei. (temor de Dios). Este problema apareció ya en el s. XVI y XVII. Y ciertamente se afirma el número septenario en los SS. Padres porque ellos dependen únicamente de la versión de los Setenta sin ningún fundamento en el texto original hebreo. Esto último no puede decirse. Porque la Iglesia de Siria, como consta por S. Efrén y Afrate, se habla del número septenario de los dones siendo así que usan una versión independiente de los Setenta, por tanto se ha de concluir que existe alguna tradición cuyo número septenario está de acuerdo con Is. 11,2 y la cual es independiente a la versión griega.

 

Dado lo cual, debe intentarse varias explicaciones para encontrar el número septenario también en la versión hebrea. Así para algunos la misma palabra hebraica se tomaba en doble sentido, por piedad una y por temor de Dios otra. (Así por ej. Estius, Tanner, G. Alvarez; recientemente Knabenbauer, y otros). Según otros ha de corregirse el texto masorético (así Leo de Castro, y recientemente Linder y otros).

 

P. Vaccari, siguiendo las huellas de los PP. sirios, investigó y precisó cierta solución que parece ser muy recomendable. Supuesto ya por una parte el hecho, que dijimos, es decir el número septenario tradicionalmente está unido al texto de Isaías; y por otra parte, inverosímilmente el profeta se refería afirmar, seis solamente y no siete (siendo así que el número de septenario significaba plenitud, precisamente sagrada, de una manera solemne en el uso bíblico); muy bien se distinguen en Is. 11,2 tres pares de dones (sabiduría y entendimiento, consejo y fortaleza, ciencia y piedad), el don aquel casi fundamental que al principio se expresa en aquellas palabras: "se posa sobre El el Espíritu del Señor". Casi como el candelero del santuario, siete lámparas, que sostienen (este número aquí urgía muchísimo), no era sino un solo brazo de donde tres binarios de ramos procedían. Cf. Ex 25,31-37; 37,17-23.

 

Es necesario concluir, que el número septenario más probablemente pertenece al texto original de Isaías.

 

b) El número septenario no es apto esquema de clasificación, sino de decálogo para los mandatos divinos. La disparidad es máxima, siendo así que en el decálogo se trata de proposiciones lógicas que lógicamente deben ser ordenadas y clasificadas; pero en los dones se trata de entidades físicas, realmente distintas y designadas con nombres propios.

 

c) Que el número septenario signifique plenitud no obsta. Porque la plenitud puede ser entendida en doble sentido de tal manera que signifiquen "siete dones" o todos los dones sin decir otra cosa aparte del número o también "siete dones" signifiquen todos los dones que existen, como a aquellos siete capítulos que se reducen al concepto de los siete dones del Espíritu Santo. Así se puede decir que los siete sacramentos contienen la plenitud de las gracias que Dios confiere ex opere operato, sin que se niegue estrictamente el número siete de los sacramentos.

 

Sto. Tomás expone el número de los dones en la 1.2 q.68 a.4.

 

Parte 4ª: Los dones se diferencian realmente de las virtudes

 

40. Nociones. El problema de la distinción de los dones y las virtudes es clásico en la teología de los dones. Esta es poco menos la historia de las sentencias.

a) En el siglo XII prevalece la distinción de razón. Así Hugo de S.Victor, como parece, el maestro de las sentencias, Gandulfo Bononiense, Pedro Pectaviense, prepositinus, Godofredo Pictaviense, Guillermo Parisiense. Pero se afirma la distinción real por la suma de las sentencias, Juan Salisburiense, Estéfano Laton, y en especial Filipo Cancellario.

 

b) En el siglo XIII y XIV prevalece completamente la distinción real en la Suma de Alejandro halense, S.Alberto Magno, S. Buenaventura, Sto. Tomás, Enrique Gandavense, Ricardo de Mediavilla, etc. Pero Scoto nuevamente defiende la distinción de razón; Durando, sin embargo, piensa que la distinción real no se puede probar suficientemente. Esa misma distinción la niegan después los Nominalistas.

 

c) En el siglo XVI y XVII se disputa esta cuestión por los teólogos, entre los que niegan la real distinción los Scotistas y algunos otros, y entre los que la afirman son la mayoría de los teólogos.

 

d) Recientemente defienden la distinción real Beraza, Lange, Lercher, Muncunill, Billot, Van der Meersch y muchos otros; sin embargo, algunos lo niegan, entre los cuales Pesch y Lottin, y otros.

 

Valor teológico. Más común y más probable.

 

41. Se prueba. Si se atiende a la primitiva tradición teológica los dones super abundan a las virtudes para superar sus imperfecciones. Es así que esto prueba que los dones son realmente distintos a las virtudes, luego los dones se diferencian realmente de las virtudes.

 

La Mayor: En la tradición teológica hasta Sto. Tomás se da un constante progreso en las fórmulas, con las cuales los teólogos tratan de explicar la relación entre los dones y las virtudes:

1) Los dones se dan para ayuda de las virtudes.

 

2) La ayuda que prestan los dones a las virtudes, consiste, en que los dones se dan a los actos más altos.

 

3) Los actos de los dones más altos son para los actos de las virtudes, por la razón del modo con el cual se hacen.

 

4) El modo es diverso por aquello de que los dones perfeccionan a hacer más allá del modo humano.

 

5) El modo sin embargo suprahumano consiste, que por los dones el hombre se hace prontamente noble por la inspiración divina. Pero esta última fórmula que es introducida por Sto. Tomás, de tal manera permanece en la teología de una o de otra manera, que es usada por el mismo León XIII: "Estos dones son ordenados para beneficio del ánimo y es fortificado para que con sus voces e impulso, más fácilmente y prontamente se conforme.

 

Ahora bien, en todas estas cosas aparece el conato de suplir por los dones aquello que en las virtudes no es perfecto.

 

42. Escolio 1. Del efecto formal de los dones. Cuando se dice que el hombre por los dones se hace más dócil para ser guiado por el Espíritu Santo, no se entiende solamente por la acción del Espíritu Santo, sino la regulación del mismo de los actos humanos. Porque la regla de estos es la razón, que por la prudencia sobrenatural se perfecciona para que pueda ser la norma de las acciones en el orden sobrenatural. Pues para que las fuerzas apetitivas se hagan dóciles a este dictamen de la razón se perfeccionan de modo sobrenatural por las virtudes morales (no por las intelectuales). Pero además se da en el orden sobrenatural una regla más alta de nuestros actos, la cual es inhabitación del Espíritu Santo al cual somos unidos por las virtudes teologales y de una manera especialísima por la caridad. Pues para que todas las fuerzas del alma, apetitivas y racionales, a esta regla más alta obedezcan prontamente (no de una manera transitoria sino permanente), se ponen nuevos hábitos, es decir los dones del Espíritu Santo.

 

De aquí también aparece claramente que los dones son ciertamente hábitos operativos en oposición a los hábitos entitativos, porque perfeccionan las facultades de modo inmediato en orden a la operación; que los positivistas sin embargo tienen cierta razón, en cuanto dan a la acción superior del Espíritu Santo son más acomodadas. Cf. 1.2 q.68 a.8.

 

43. Escolio 2. Del momento de la infusión de los dones. Los dones se conectan con la caridad, por lo tanto son infundidos en la misma justificación. Ni a esta sentencia de Sto. Tomás (1.2 q.68 a.5) ni a la de todos los teólogos no nos hemos de apartar pues la razón es porque en la confirmación se invoca expresamente sobre los confirmados al Espíritu septiforme. Esto también en otras ocasiones en la liturgia, por ejemplo en la ordenación del presbítero, en incluso también en la del subdiácono.

 

44. Escolio 3. De la necesidad de los dones. De que los dones sean necesarios para que el organismo sobrenatural sea perfecto, está claro porque la existencia de ellos está probada. Sin embargo se disputa por los teólogos acaso la actuación de los dones sea necesaria en todo acto meritorio por la ocasión que da para ello el texto de Sto. Tomás en 1.2 q.68 a.2 en la cual cosa se diría mejor, que la actuación de los dones no es necesaria en todo acto bueno, sino tan solo en los actos perfectos.

 

45 Escolio 4. De la particular relación entre cada uno de los dones y las virtudes. Dijimos, con la doctrina tradicional de los teólogos, que los dones son infundidos para llevar la imperfección connatural de las virtudes y también de las sobrenaturales. De aquí que se den un don para cada virtud. Sto. Tomás explica esta relación de esta manera:

 

1) a la virtud de la fe corresponde el don de entendimiento y de ciencia (2.2 q.8 y 9).

 

2) a la virtud de la esperanza corresponde el don de temor (2.2 q.19).

 

3) a la virtud de la caridad corresponde el don de la sabiduría (2.2 q.65).

 

4) a la virtud de la prudencia corresponde el don de consejo (2.2 q.45).

 

5) a la virtud de la justicia corresponde el don de piedad (2.2 q.121).

 

6) a la virtud de la fortaleza corresponde el don de fortaleza (2.2 q.139).

 

7) a la virtud de la templanza no corresponde ningún don 2.2; Vdt. 1.2. q.68a.4