CAPITULO V

 

DE LA GLORIFICACIÓN DE LA MADRE DEL REDENTOR

 

201. Nos queda ahora por considerar la vida celestial de María y su glorificación. La cual ciertamente no ha podido ser sino cual corresponde a la Madre del Redentor. Sin embargo, como esta suprema glorificación tiene de completamente especial, que sea ya no sólo del alma, sino también del cuerpo, por esta cuestión hemos de empezar. Porque lo que habría que decir de la glorificación del alma, consta ya suficientemente, porque vimos el inmenso y casi infinito tesoro de gracia, al cual como fruto a la semilla debe corresponder una casi infinita glorificación celestial. Porque los especiales cargos de María hacen Su especial posición en el Cielo. La cual por una parte se constituye por Su singular interce­sión, y por otra por su supremo cargo de Reina. Pero ya que de la intercesión y de la consiguiente dispensación de las gracias hemos tratado en el capítulo precedente, hemos de tratar ahora de su realeza. Finalmente, investigadas todas las cosas que pertenecen a la persona, dignidad, cargos de la B.Virgen, nos quedan por examinar las relaciones nuestras para con Ella, que se muestran por el culto. Así, por tanto, trataremos:

 

        Art. I.  De la asunción corpórea de la Madre del Redentor al cielo.

        Art. II.  De la Madre del Redentor, Reina de todas las cosas.

        Art. III.  Del culto que se ha de tributar a la Madre del Redentor.

 

Articulo I

De la asunción corpórea al cielo

 

202. La glorificación corporal de la Madre del Redentor de hecho y en concreto incluye dos elementos. El primero es su muerte; el segundo es su posterior vida celestial en el cuerpo informado de nuevo por el alma; y de tal manera que entre uno y  otro momento la corrupción del cuerpo fuese totalmente evitada. El segundo elemento está definido como dogma de fe. El primero de tal manera modifica el segundo, que se trata de la glorificación del cuerpo por una verdadera resurrección. Por eso pensamos que uno y otro elemento pertenecen a la real y completa glorificación de la Madre del Redentor, aunque no posean la misma certeza. Por tanto de uno y otro hemos de tratar separadamente.

 

TESIS 13. LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA MURIÓ VERDADERAMENTE; PERO SU MUERTE NO ES UN MERO HECHO HISTÓRICO, SINO MUY RELACIONADO CON LA DOCTRINA DE LA FE.

 

203. Nociones. MURIO: padeció la separación del alma y del cuerpo. Afirmamos el simple hecho de la muerte, prescindiendo del tiempo que duró aquella separación, del modo que se realizó, y de todas las demás circunstancias.

 

HECHO NO MERAMENTE HISTÓRICO: lo cual se ha de juzgar no solamente por el historiador, sino también por el teólogo, precisamente porque cae también bajo el objeto formal de la teología.

 

204. Adversarios.  1. S.EPIFANIO parece que dudó de la muerte de María. TIMOTEO JEROSOLIMITANO quizás defendió Su inmortalidad de hecho; pero su modo de hablar de ninguna manera es claro.

 

2. En el siglo XVII cierto desconocido teólogo italiano refutado por Beverini bajo el nombre de Atanasio.

 

3. En el siglo XVIII cierto anónimo teólogo jesuita español, que escribió un tratado de la inmortalidad de María, defendiéndola con muchos argumentos. El tratado quizás hay que atribuirlo al CARDENAL ALVARO DE CIENFUEGOS.

 

4. Después de la definición de la Inmaculada Concepción, negaron la muerte de la Virgen D.ARNALDI, IOS.PENNACHI y JOS.A.VIRDIA.

 

5. Últimamente M.JUGIE no negó ciertamente la muerte de la Virgen, sin embargo se esforzó mucho en debilitar su persuasión, recogiendo todo lo que se podía aducir en contrario, y al mismo tiempo afirmando que el asunto parecía meramente histórico, no teológico, y que no había razones suficientes que inclinen hacia una u otra parte. Algunos se dejaron influir por él, entre los cuales sobresalen ROSCHINI y GALLUS.

 

En ninguna manera se han de considerar adversarios aquellos muchos teólogos, que admitiendo que la B.Virgen de hecho murió, defendieron y defienden Su inmortalidad de derecho.

 

205. Doctrina de la Iglesia.  1. PIO XI: "Orando asiduamente debe ser María nuestra cotidiana Mediadora, nuestra verdadera abogada; de tal manera que podamos esperar de Ella, Asunta a la gloria celeste, que en la hora de nuestra muerte, que es semejante a la suya (ya que Ella, lo mismo que nosotros, terminó la vida, porque en Ella no existió la gracia de la creación, sino la gracia de la redención, la cual no confería verdadera y propia inmortalidad), pueda ser nuestra abogada ante la divina bondad y misericordia" (Alocución cuando se leyó el decreto de tuto en pro de la canonización de la Beata Thouret: L'Osservatore Romano 16‑17, agosto 1933).

 

2. PIO XII, en la definición dogmática de la Asunción, cuidó bien de prescindir completamente de la cuestión de la muerte de la B.Virgen. Por eso escogió la fórmula: "término del curso de la vida terrestre", que del mismo modo es verdadera si el término de su vida terrestre fue la muerte, o si fue la definitiva donación de la gloriosa inmortalidad sin muerte. Sin embargo, en la bula definitoria con bastante frecuencia se habla de la muerte de la B.Virgen. Algunas veces ciertamente en las palabras de los testimonios que se alegan por el Sumo Pontífice, y ciertamente hay que notar, que el mismo Sumo Pontífice, que en la Bula evitó cuidadosísimamente cualquier mención de los Apócrifos, no tuvo ningún cuidado de evitar los testimonios que afirman positivamente la muerte de María. Y alguna vez se hace mención a la muerte de María en la Bula con palabras del Pontífice mismo, al menos indirectamente: "Los fieles, ganados e instruidos por sus pastores, aprendieron también de la Escritura... Igualmente no encontraron dificultad en admitir que la augusta Madre de Dios hubiese muerto, del mismo modo que su Unigénito (Bula "Munificentissimus Deus": AAS 42, 1950, 759). En estas palabras, aunque el Romano Pontífice no exponga directamente su propia mente, afirma sin embargo autoritativamente la persuasión del pueblo cristiano, bajo la dirección de sus Pastores; y a nadie se le oculta de cuánto peso sea esta testificación.

 

Valor dogmático.   El que la B. Virgen María verdaderamente murió, aunque no haya sido definido de ninguna manera, es sentencia común de los teólogos durante muchos siglos, y es la única sentencia que se puede decir conforme a la tradición y al magisterio ordinario de la Iglesia. El que se trate de un hecho no puramente histórico, sino también teológico, es cierto.

 

206. Se prueba la 10 parte.

 

1. Por la tradición. 1. Por los testimonios:

 

a) Ya desde el siglo III se dan testimonios de la muerte de la B.Virgen María, bien en Oriente (ORIGENES, S.EFREN, S.GREGORIO NICENO, SEVERIANO GABALENSE), ya en Occiente (S.AGUSTIN explícitamente, S.PAULI­NO DE NOLA, y S.AMBRO­SIO implícita­mente). Uno se encuentra que S.EPIFANIO dudó polémica­men­te, el texto de TIMOTEO es dudoso.

 

b) Todos los libros apócrifos acerca del tránsito de la Virgen coinciden sin excepción en este hecho, discrepando sin embargo en tantos otros. Este hecho prueba una tradición histórica precedente. Y no se puede decir que la muerte fuese la solución más obvia para la fantasía de ellos; ya que otra ciertamente más fantástica se hubiera podido encontrar, por ejemplo en la traslación de Elías y semejantes.

 

c) Desde el siglo VI existen en Oriente homilías expresas de la dormición de la Madre de Dios. Así JACOBO SARUGENSE (siglo VI); Ps.MODESTO JEROSOLIMITANO (siglo VII); S.GERMAN, S.ANDRES CRETENSE, S.JUAN DAMAS­CENO, (siglo VIII); TEODORO STUDITA, THEOGNOSTO, IOSEPH HYMNOGRAPHO (siglo IX), LEON X (siglo X); JUAN MAURIPODES (siglo XI); JUAN PHURNENSE (siglo XII); GREGORIO PALAMAS, NICEPHORO CHUMNO, NICOLAS CABASILAS, ISIDORO THESALONICENSE (siglo XIV); M.PALAELOGO, GEORGIO SCHOLARIOS (siglo XV), etc.

 

d) Desde el siglo VIII se conservan en Occidente homilías y tratados de la Asunción, en los que se enseña la muerte de María. Así PAULUS WINFRIDUS, PASCHASIUS RADBERTUS (Ps.HIERONIMUS), y otros (siglo VIII); ATTO VERCELLENSE, (siglo X), S.PEDRO DAMIAN, S.FULBERTO CARNOTENSE, Ps.AGUSTIN, (siglo XI), GUERRICO ABBAS, JUAN BELLETO, PEDRO ABELARDO, RICARDO DE SAN VICTOR, GUALTERIO DE SAN VICTOR, AMEDAEO LAUSANENSE (siglo XII; S.MARTIN LEGIONENSE, RICARDO CREMONENSE (siglo XIII), etc.

 

e) Desde el siglo XIII hasta el siglo XIX todos los teólogos defendieron la resurrección anticipada de la Virgen, y así entendieron Su Asunción. Unicamente se saben contrarios en todo este espacio de tiempo un desconocido "Atanasio" italiano y un anónimo salmantino.

 

f) Desde el siglo XIX los poquísimos teólogos contrarios de ninguna manera pueden debilitar el peso de la tradición.

 

207. 2) Por la liturgia. a) La fiesta, que en Oriente ciertamente desde el siglo VI, más probablemente desde el siglo V, se decía fiesta "de la dormición" o "migración", así también se llamaba en Roma al menos desde el siglo VII; donde después se llamaba fiesta de la "asunción", siempre, sin embargo, supuesta la muerte.[1]

 

b) En la liturgia oriental se lee: "Tu muerte, Oh Inmaculada, se ha convertido en puente para una vida eterna y mejor".

 

c) En la liturgia occidental se encuentran principalmente dos oraciones litúrgicas, en las que claramente se afirma la muerte de la Virgen.

 

La primera es: "Digna de veneración es para nosotros, Oh Señor, la festividad de este día, en el que la Santa Madre de Dios experimentó la muerte temporal, sin embargo no pudo ser apresada en las redes de la muerte...". Esta oración, cambiada un poco en alguna ocasión, se encuentra ya en el Sacramentario Gregoriano, que Adriano I envió a Carlomagno, y permaneció en la liturgia romana durante muchos siglos; y ahora todavía se tiene en el rito de Lyon, de Milán y en el misal de los FF. Predicadores.

 

La segunda es: "Socorra, Señor, a tu pueblo la oración de la Madre de Dios, la cual aunque por la condición de la carne sabemos que emigró, conocemos que en la gloria celestial ora por nosotros ante Ti". Esta oración, que ya se leía en el mismo Sacramentario, permaneció en la liturgia romana hasta el año 1950.

 

208. 2. Por razón teológica. 1) María, aunque no contrajo el pecado original, tuvo sin embargo la deuda de éste. Luego la naturaleza que recibió, fue naturaleza caída en Adán, salvo los privilegios que explícitamente se prueben. Es así que la naturaleza caída en Adán era mortal, y el privilegio de la inmortalidad no se prueba. Luego María murió.

 

2) La gracia que María tuvo al principio, fue la gracia de la redención. Es así que la gracia de la redención lleva consigo la necesidad de morir. Luego María murió.

 

209. Se prueba la 20 parte. No se puede decir un hecho meramente histórico aquel que tiene una conexión inmediata e intrínseca con alguna verdad revelada. Es así que tal es la muerte de la B.Virgen María. Luego no es un hecho meramente histórico.

 

La menor: La muerte en el presente orden tiene una conexión inmediata e intrínseca con el pecado original. Porque no se da en el mundo sino por este pecado. Y no se da en una persona particular sino por el pecado contraído, o por su deuda o por la reparación del mismo.

 

210. Objeciones. 1. Toda la doctrina de la muerte de la Virgen depende históricamente de los apócrifos. Luego hay que despreciarla.

 

11. Niego el antecedente, porque hay testimonios más antiguos, totalmente independientes de ellos. 21. Más aún, por el contrario, la absoluta unanimidad de los apócrifos no parece que se pueda explicar de forma adecuada históricamente sin la precedente tradición más antigua.

 

2. En los siglos V‑VI existía la tradición jerosolimitana de la inmortalidad de la B.Virgen; tradición de la que son testigos Timoteo, Hesiquio, Crisipo, Los Actos de Juan, el Anónimo Placentino.

 

Niego que existiese tal tradición.

 

El texto de Timoteo es muy oscuro y probablemente truncado. Es además, según parece, de una época completamente posterior. Hesiquio llama a María "arbolito de incorrupción" y "paraíso de inmortalidad", porque dio a luz virginalmente a Aquel que es la verdadera inmortalidad, como se ve en el contexto. Crisipo en vano se aduce en contrario porque diga a María "Vara de Jesé siempre verde". Los Actos de Juan en la recensión del Ps.Prócoro dicen que María pasó "de la vida a la vida"; pero no niegan que este tránsito fuese por la muerte. Lo mismo hay que decir del Anónimo Placentino, cuando habla de la casa de Sta. María, "de la cual dicen que Ella fue llevada al cielo".

 

211. 3. En la liturgia romana se ha hecho cierta regresión desde el siglo IX al siglo XX en cuanto a la afirmación de la muerte de la B.Virgen. Porque fue suprimida la colecta "Veneranda"; y de aquí, las fórmulas que permanecieron: "conocemos que emigró por la condición de la carne" y "la llevaste del presente siglo" pueden ya entenderse en otro sentido.

 

Niego que existiese tal regresión. La colecta "Veneranda" no fue suprimida por alguna razón doctrinal; de donde las fórmulas recitadas retienen el mismo sentido obvio que siempre tuvieron. Por lo demás las palabras aquellas "aunque conocemos que emigró por la condición de la carne" y "la llevaste del presente siglo" no pueden tener otro sentido. Porque se entiende bien que la Iglesia quiere que la Madre de Dios ruegue por nosotros a Dios en la gloria celestial, aunque, como mortal por su naturaleza, alguna vez hubiese muerto; pero no se entiende que la Iglesia quisiera eso mismo, aunque por la especial condición de su cuerpo fue trasladada al cielo. En este segundo caso se diría "porque", "por lo cual", en ningún modo "aunque". Y si ahora se ha suprimido la secreta "Subveniat", esto significa únicamente que en la definición dogmática se prescindió de la muerte.

 

212. 4. La antítesis Eva‑María lleva consigo que María es como la Eva inocente. Es así que la Eva inocente fue inmortal. Luego también María.

 

        Respuesta 1. De ahí quizás se aseguraría para María la inmortalidad de derecho, no de hecho.

 

        Respuesta 2. Niego la mayor. El paralelismo antitético entre Eva y María se da únicamente en la asociación de María a Cristo para la reparación, como Eva lo fue con Adán para la ruina.

 

5. Pero así la figura (Eva) fue más excelsa que lo figurado (María). Porque aquélla tuvo la inmortalidad, de la que ésta careció.

 

Niego el aserto.   Más excelente es en este orden y victoria sobre la muerte por la muerte misma y la resurrección (como en Cristo), que la pura inmortalidad. Por lo demás, niego el supuesto, a saber que la figura y lo figurado deban convenir en todo.

 

6. Toda la razón de morir en este orden es el pecado original. Es así que María no tuvo el pecado original. Luego no murió.

 

Distingo la mayor:  Toda la razón de morir, es decir, toda la razón por la cual la muerte fue introducida en el mundo, es el pecado original, concedo la mayor; toda la razón de morir, es decir, toda la razón por la que alguna persona determinada ha muerto, es el pecado original, subdistingo: el pecado original, ya en sí, ya en la deuda, ya en la reparación, concedo la mayor; precisamente contraído en sí, niego la mayor. Contradistingo la menor. No contrajo en sí, concedo la menor; no tuvo la deuda del mismo, ni cooperó en su reparación, niego la menor.

 

7. Si María es Corredentora, su cooperación con Cristo en la redención objetiva tuvo término con la muerte de Cristo. Es así que su muerte fue más allá de este término. Luego al menos por la corredención no debió morir.

 

Distingo la mayor.   Su cooperación, ya en cuanto dada realmente, ya en cuanto ofrecida intencionalmen­te y prevista por Cristo, tuvo término en la muerte de Cristo, concedo la mayor; únicamente en cuanto dada realmente, niego la mayor y contradistingo la menor: su muerte, en cuanto dada realmente, fue más allá de aquel término, concedo la menor; en cuanto ofrecida intencionalmente y prevista por Cristo, niego la menor.

 

8. Cristo, nuevo Adán, tuvo derecho a la inmortalidad, a la cual renunció por la voluntad del Padre. Luego igualmente María, nueva Eva, tuvo el mismo derecho, al cual no debió renunciar, porque no tenía Ella ningún precepto de morir.

 

Niego la paridad. Cristo tuvo derecho a la inmortalidad porque su persona era divina y su humanidad substancialmente santa. Pero María no tuvo semejante derecho, porque su persona y su naturaleza eran naturalmente del linaje de Adán, que por el pecado perdió para sí y sus descendientes el don de la inmortali­dad.

 

213. 9. La B.Virgen María no pudo morir por enfermedad (por la perfectísima complexión de su cuerpo), o por la vejez (porque ésta es cierta enfermedad), o por exceso de amor (porque tal amor hubiera sido desordenado), o por dolor (porque las pasiones en Ella siempre estuvieron sometidas a la razón), o por la visión beatífica permanente (porque no consta que ésta necesariamente suponga la muerte); por otra parte, no padeció martirio. Luego simplemente no murió.

 

        Respuesta 10. Aunque se nos oculte el modo con el que María murió, habría que afirmar sin embargo el hecho, por las razones dadas en la tesis.

 

        Respuesta 20. Sea lo que sea de la posibilidad de otras explicaciones, supuesta la natural mortalidad de María (que pensamos totalmente más probable), hay que decir con Suárez que Ella murió por la fuerza del amor y del ardentísimo deseo y de intensísima contemplación. Este modo de la muerte por el ardentísimo amor, lo enseñan, entre otros, S.Andrés Cretense, S.Germán, Isidoro Tesalonicense, Ruperto, S.Alberto Magno, Sto. Tomás de Villanueva, Bossuet, S.Francisco de Sales, S.Alfonso María de Ligorio.

 

Por lo demás hay que distinguir exactamente dos cuestiones en esta materia. La primera es, cuál fue la raíz o causa última de la muerte de María; la segunda es, cuál fue su causa próxima.

 

Acerca de la primera cuestión algunos autores sostienen que la B.Virgen fue por privilegio inmortal, pero que se sometió a la muerte por un movimiento de su libre albedrío, con el que renunció al privilegio de la inmortalidad; de donde la raíz de la muerte hay que situarla en el acto libre de la voluntad de María. Así Lepicier, Janssens, Alastruey, Bover; a la cual sentencia se inclina también Roschini, y la deben de defender todos los que, defendiendo que María vivió en el estado de justicia original, admiten Su muerte. Pero otros teólogos sostienen que la B.Virgen fue simplemente mortal, no ciertamente en pena del pecado original contraído de Adán (cf. D 1073), sino porque el estado de inocencia original se perdió en Adán para toda la naturaleza, y por tanto para todos los descendientes de él, y no se prueba un especial privilegio de María; de donde la raíz de la muerte hay que situarla en la misma mortalidad natural de María. Así Suárez, Terrien, Hugón, Gorrino, Bittremieux, Merkelbach, Garrigou‑Lagrange, Lercher, Basilio de San Pablo, Sauras y otros. Esta segunda sentencia parece completamente más verdadera.

 

Acerca de la segunda cuestión, hubo en la antigüedad cristiana unos pocos que defendieron que la B.Virgen padeció el martirio, por una falsa interpretación de Lc 2,35. Los teólogos generalmente no admiten en María enfermedad, dolor, ancianidad, por analogía a la que se dice de Cristo. Que María murió por la fuerza del dolor lo defendió S.Pedro Damián. La sentencia más común de los teólogos defiende la muerte por la intensidad del amor y contemplación.

 

Del tiempo de la muerte de María casi nada puede afirmarse con certeza.

 

TESIS 14. LA B.VIRGEN MARÍA FUE ASUNTA A LA GLORIA CELESTIAL EN CUERPO Y ALMA.

 

214. Nociones. ASUNTA se deriva de Asunción.

 

1. Asunción significa:  a) en fuerza de la palabra, la traslación al cielo, no por propia virtud (como la Ascensión), sino ajena. Y puesto que es manifiesto que el alma de María estuvo en el cielo desde el momento de la muerte, la cuestión se plantea acerca del cuerpo informado por el alma.

 

b) Negativamente, inmunidad de la corrupción del cuerpo, o de su descompo­sición en podredumbre y ceniza.

 

c) Positivamente, la glorificación celestial del cuerpo cual la describe el Apóstol: "Es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibi­lidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad" (1 Cor 15,33).

 

2. La Asunción se puede considerar:  a) concretamente, como históricamente y de hecho sucedió. Así considerada incluye la muerte (término "a quo"), la glorificación celestial (término "ad quem"), la resurrección (camino entre los dos).

 

b) Formalmente: en cuanto designa el elemento esencial. Así considerada no indica sino glorificación celestial del cuerpo, prescindiendo de otros elementos, que sin embargo no niega. Luego formal y esencialmente se da la Asunción, afirmada esta celestial glorificación, sea que la incorrupción y la inmortalidad le vinieran a María sin previa muerte, sea que le vinieran después de la muerte por la resurrección (cf. 2 Cor 5,2ss). Esta Asunción formalmente considera­da constituye el pleno triunfo de la muerte según el Apóstol: "Cuando este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha sido devorada en la victoria..."  (1 Cor 15,54s). Luego esta victoria plena sobre la muerte no exige por su concepto la resurrección, aunque de hecho la resurrección sea parte esencial de esta victoria en Cristo, y será de modo semejante para los cristianos por ley general; más aún, también en la B.Virgen, como a nosotros nos parece que hay que defender.

 

3. La Asunción corporal es privilegio. Porque es una excepción de la ley general, por la que los cuerpos de los hombres, aun de los justos, después de la muerte se deshacen y solamente resucitarán en el último día. En este sentido la Asunción es una anticipación de la plena victoria sobre la muerte, que niega cualquier corrupción del cuerpo.

 

215. Adversarios. En la Edad Media muchos autores defendieron nuestra ignorancia de la Asunción corporal de la B.Virgen María, principalmente bajo el influjo de la epístola de PASCASIO RADBERTO a Paulo y a Eustoquio, que por todos fue recibida como obra de S.Jerónimo.

 

216. Doctrina de la Iglesia.  PIO XII: "Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial" (Bula "Munificentissimus Deus": AAS 42, 1950). En este texto se define "in recto" la Asunción corpórea de la B.Virgen María considerada formalmente. Se define igualmente que esta asunción tuvo lugar después de terminado el curso de la vida terrena. Esta fórmula significa negativamente, que no hay que esperar al final de los tiempos, como en nosotros, y que nunca tuvo lugar en el cuerpo de María ni la corrupción ni la disolución; positivamente significa que aquella Asunción fue realizada pronto, aunque no es necesario que fuera inmediatamente. Porque del tiempo no se dice nada. Además esta fórmula es precisiva, y nada dice o supone del modo como se terminó el curso de la vida terrena; si fue por la muerte o fue por la superañadida glorificación. Finalmente la fórmula de la definición hay que entenderla especificativamente, no reduplicativamente; a saber, se dice que fue Asunta María, la cual es Inmaculada, Madre de Dios y siempre Virgen; no en cuanto Inmaculada, Madre de Dios y siempre Virgen.

 

Valor dogmático.   De fe divina y católica solemnemente definida.

 

217. Se prueba por el magisterio ordinario de la Iglesia. En el tiempo inmediatamente anterior a la definición dogmática se daba en el magisterio ordinario de la Iglesia un consentimiento universal acerca de la verdad y de la revelación de la Asunción formalmente considerada. Es así que tal consentimiento por sí mismo es cierto y firme argumento de que la Asunción formalmente considerada es verdad que pertenece al depósito de la divina revelación. Luego ha sido revelado por Dios que María fue Asunta al cielo.

 

La mayor: Los obispos dispersos por el orbe, lo testificaron casi unánime­mente al Romano Pontífice que les pedía la sentencia ex oficio.

 

La menor es clara; principalmente puesto que se trata de una verdad que no se puede saber sino por revelación, como es la glorificación celestial del cuerpo de María, o de su Asunción formalmente considerada.

 

218. Se prueba por la tradición. 1. Por testimonios expresos.

 

a) Desde el siglo XIII hasta nuestros tiempos la fe en la Asunción corporal de la Madre de Dios fue cierta sin alteración alguna. Se preguntaba solamente acerca de las razones para comprobarla, del valor teológico de esta verdad y de su definibilidad.

 

b) En los siglos X‑XII en Oriente no hubo ninguna disputa sobre esto; ahora bien, en Occidente el influjo de la epístola pseudojeronimina, aunque trajo consigo grandes vacilaciones por la autoridad que se concedía a S.Jerónimo, sin embargo no fue tal que suprimiese las precedentes afirmaciones, sino que al contrario éstas prevalecieron sobre las dudas.

 

c) Desde el siglo VI se tienen claros y explícitos testimonios de la Asunción, ya en Oriente (Theoteknos, Theodosius Alexandrinus, Ps. Modestus Jerosolimitano, Ps. Athanasio, Hipólito Thebano, S.Andrés Cretense, S.Germán, S.Juan Damasceno, Teodoro Estudita, Teofanes Niceno, y otros), ya en Occidente (S.Gregorio Turonense, Notkerus, Hincmarus).

 

d) Los libros apócrifos de los siglos V‑VI son testimonio de cierto sentido cristiano que aborrece completamente la consideración de la suerte vulgar y común respecto al cuerpo virginal de la Madre de Dios en el sepulcro.

 

2. Por la liturgia. a) La fiesta de la Asunción se celebra desde el siglo V, como parece, en Siria; desde el siglo VI en Jerusalén y quizás tal vez antes en Alejandría; desde el VII en Roma y en la Galia; desde el siglo IX en España.

 

b) El objeto de la fiesta era no sólo la negación de cualquier corrupción del cuerpo muerto de la B.Virgen María, sino también su triunfo obtenido sobre la muerte y Su celestial glorificación.

 

c) Ejemplos, entre otros, pueden aducirse éstos: "Digna de veneración, Señor, es para nosotros la festividad de este día, en la que la Santa Madre de Dios experimentó la muerte temporal, y sin embargo no pudo ser atenazada por las ataduras de la muerte la que engendró de sí a Tu Hijo, Nuestro Señor encarnado". "A Ti, el Rey, Dios de todas las cosas, te entregó la que está sobre la naturaleza; porque como en el parto te custodió virgen, así también en el sepulcro conservó tu cuerpo incorrupto, y te conglorificó por la divina traslación".

 

d) Pero porque "la Liturgia católica no engendra la fe, sino más bien la sigue, y de ella, como del árbol el fruto, brotan los sagrados cultos", no se puede decir que el origen de la fe asuncionista tenga su origen en la fiesta, sino que la fe la ha precedido.

 

219. Se prueba por la sagrada Escritura. Gen 3,14s. En el Protoevangelio se anuncia la plenísima victoria del Redentor y de su Madre. Es así que esta victoria no era sólo del pecado, sino también de la muerte. Luego María debió vencer plenísimamente a la muerte. Es así que de nuevo esta plenísima victoria sobre la muerte no se tiene sino por la incorrupción y la inmortalidad gloriosa, que es la Asunción formalmente considerada. Luego María fue asunta.

 

La mayor: Supuesto el sentido mariológico del Protoevangelio (cf. n.28), allí se trata de la lucha entre Cristo y María por una parte y el diablo por otra. Es así que se afirma la plenísima victoria contra el diablo. Luego se anuncia la plenísima victoria de Cristo y María en la redención.

 

La menor: El pecado y la muerte están unidos no sólo en el origen (Rom 5,12ss), sino también en la victoria por la que serán destruidos mediante la redención (1 Cor 15,21‑26).

 

La menor subsiguiente: Así expresamente lo enseña S.Pablo en 1 Cor 15,54-57.

 

220. Se confirma por la misma sagrada Escritura (Bula "Munificentissimus Deus: AAS 42, 1950). a) Las sagradas Literas "nos presentan a la purísima Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo, y siempre partícipe de El. De donde parece cuasi imposible imaginársela separada de Cristo, aunque no con el alma, no obstante sí con el cuerpo, después de esta vida, a Aquella que lo concibió, lo dio a luz, lo nutrió con su leche, lo llevó en sus brazos y lo apretó a su pecho".

 

b) "Desde el momento en que nuestro Redentor es Hijo de María, no podía, ciertamente, como observador perfectísimo de la divina ley que era, por menos de honrar, además de al Eterno Padre, también a su amadísima Madre, pudiendo, pues, dar a su Madre tanto honor al preservarla inmune de la corrupción del sepulcro, debe creerse que lo hizo realmente".

 

221. Razón teológica. 1. Por la Inmaculada Concepción. La B. Virgen María, por su inmaculada concepción obtuvo plena victoria del pecado. Es así que esta victoria sobre el pecado no hubiera sido plena, si no hubiese sido también plena victoria de la muerte. Luego María obtuvo plena victoria sobre la muerte. Es así de nuevo que la plena victoria sobre la muerte supone la glorificación celestial del cuerpo. Luego María fue asunta en el cuerpo al cielo.

 

La menor: Si fue plena victoria del pecado debió extenderse también a sus consecuencias. Es así que la primera consecuencia del pecado es la muerte. Luego si no hubiese habido una plena victoria sobre la muerte, no hubiese sido plena la victoria sobre el pecado.

 

Este argumento usa la Bula "Munificentissimus Deus": "Estos dos privilegios (la Inmaculada Concepción y la Asunción) están, en efecto, estrechamente unidos entre sí. Cristo, con su muerte, venció la muerte y el pecado; y sobre el uno y sobre la otra alcanzó también la victoria, en virtud de Cristo, todo aquel que ha sido regenerado sobrenaturalmente por el bautismo. Pero por ley general, Dios no quiere conceder a los justos el pleno efecto de esta victoria sobre la muerte, sino cuando haya llegado el fin de los tiempos. Por eso también los cuerpos de los justos se deshacen después de la muerte, y sólo en el último día volverá a unirse cada uno con su propia alma gloriosa. Pero de esta ley general quiso Dios que fuera exenta la Bienaventurada Virgen María. Ella, por privilegio del todo singular, venció al pecado con su concepción inmaculada; por eso no estuvo sujeta a la ley de permanecer en la corrupción del sepulcro ni tuvo que esperar la redención de su cuerpo hasta el fin del mundo" (AAS 42, 1950, 754).

 

En esta argumentación pensamos que el término medio no es el privilegio de la Inmaculada Concepción, sino la plenísima victoria sobre el pecado, que nos consta por el privilegio de la Inmaculada Concepción.

 

222. 2. Por la divina maternidad. a) La B.Virgen María, por su divina maternidad, estuvo siempre unidísima con Cristo en la vida terrena. Luego de modo semejante debió estar unida con El en la vida celestial. Es así que esta unión no sería perfecta si sólo hubiese sido en cuanto al alma. Luego también en cuanto al cuerpo debió estar unida con Cristo en el cielo.

 

b) Cristo, como Hijo de María, debió honrar a su Madre en cuanto pudiese (porque es perfectísimo observador de la ley divina). Es así que pudo honrarla por la glorificación celestial del cuerpo. Luego Le concedió esa glorificación.

 

223. 3. Por la corredención. María fue asociada plenísimamente a Cristo Redentor en la realización de la redención. Es así que la redención lleva consigo la plena victoria no solo sobre el pecado, sino también sobre la muerte. Luego María debió vencer plenísimamente la muerte. Es así que esta victoria no hubiera sido perfecta, si María hubiese estado sometida a la corrupción del sepulcro, y debiese esperar la glorificación del cuerpo hasta el fin de los tiempos. Luego María fue asunta en el cuerpo al cielo.

 

La menor subsiguiente: Porque tal victoria sobre la muerte es común a todos los redimidos, pero no es propia de la Corredentora, como no fue propia del Redentor.

 

Articulo II

De la Madre del Redentor, Reina de todo

 

224. Aunque María es Reina por su misma misión esencial, con razón sin embargo se considera aquí su realeza como si hubiese adquirido definitivamente el reino después de su asunción.

 

TESIS 15. LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA ES VERDADERAMENTE REINA.

 

225. Nociones. Reina se dice metafóricamente a la mujer que tiene cierta preeminencia en algún orden de cosas. Pero propiamente se dice de la mujer que ya por sí misma, ya por razón de su esposo o hijo participa de la suprema dignidad y potestad en una sociedad perfecta.

 

El título de "Señora" afín es al título de "Reina", y designa la misma realidad.

 

Es evidente que en el orden sobrenatural Jesucristo es el único Rey de todas las cosas plena, propia y absolutamente. Pero María se dice Reina moderada y analógicamente. Sin embargo, defendiendo esto afirmamos en la tesis solamente el hecho, prescindiendo entre tanto de la ulterior cuestión de la naturaleza de esta realeza mariana.

 

226. Doctrina de la Iglesia. María, en los más antiguos concilios (v.gr. el Constantinopolitano III, Niceno II) y comúnmente por los Sumos Pontífices (Martín I, S.Agatón, Inocencio III, Bonifacio IX, Sixto IV, etc.) es llamada primeramente Señora, después también Reina, Reina de los cielos (Sixto IV, Sixto V, Urbano VIII, Clemente XIII, Pío IX, León XIII), Reina del cielo (Paulo V, Inocencio XI, Inocencio XII, Clemente XI, Pío VI, S.Pío X), Reina del cielo y de la tierra (Benedicto XIV, S.Pío X), Reina del mundo (León XII, Pío XII), Reina de los ángeles y de los santos (Pío XII) y otros títulos semejantes.

 

PIO XII, en el año 1942, escribió: "Porque como todos conocen, así como Cristo Jesús es el Rey universal y Señor de los que dominan (cf. 1 Tim 6,15; Ap 17,14; 11,16), en cuyas manos está puesta la suerte de cada ciudadano y de cada pueblo, también su Madre María obtuvo de Dios tanta potencia suplicante como para ser y poder llamarse por todos los fieles cristianos Reina del mundo... Del mismo modo que todas las cosas obedecen y se sujetan al arbitrio eterno de Dios, puede, en cierta manera, asegurarse que la benignidad de su Hijo unigénito responde siempre accediendo a las preces de la Virgen Madre de Dios: ahora, sobre todo, que la misma Virgen bienaventurada goza de la eterna felicidad de los cielos, y, ceñida con una corona triunfal, es saludada por Reina de los ángeles y de los hombres" (Epíst. "Dum saeculum": AAS 34, 1942, 126).

 

El mismo Pío XII el año 1946 en el mensaje radiofónico a Portugal, proclamó la verdad de la realeza mariana y sus títulos (AAS 38, 1946, 264‑267).

 

Finalmente en el año 1954 instituyó la fiesta universal de María Reina, y explicó el hecho de su realeza, sus títulos y su naturaleza (Encícl. "Ad coeli Reginam": AAS 46, 1954, 625‑640).

 

Valor dogmático.   De fe divina y católica por el magisterio ordinario.

 

227. Se prueba por la sagrada Escritura.  Lc 1,30‑35. María aparece allí como Madre del divino Rey, el cual ciertamente es concebido y nace verdadero Rey, no únicamente después es asumido el reino.

 

228. Se prueba por la tradición. a) Por los Santos Padres. Los primeros escritores eclesiásticos llaman muchas veces a María "madre del Rey", "madre del Señor", aludiendo a Lc 1,30‑35 y 1,43. Así, entre otros, S.GREGORIO NACIANCENO, S.EFREN, PRUDENCIO, S.JERONIMO, S.AGUSTIN, SEDULIO, BASILIO SELEUCENSE. De aquí fácilmente la llamaron Señora (Ps.ORIGENES, S.JERONIMO, S.CRISOLOGO, EPIFANIO CONSTANTINOPOLITANO, Ps.MODESTO), Reina (S.ANDRES CRETENSE, S.GERMAN, S.JUAN DAMASCENO). Los cuales títulos en los siglos VI‑VII se usan ya mucho. Así S.ILDEFONSO DE TOLEDO: "Oh Señora mía, oh dueña mía, que mandas en mí, Madre de mi Señor..., Señora entre las esclavas, Reina entre las hermanas".

 

b) En la Edad Media esta doctrina, completamente común, aparece muchísimas veces. Principalmente hay que citar en este asunto a ALCUINO, HINCMARUS, IOSEPHUS HYMNOGRAPHUS, JOANNES GEOMETRA, IOANNES EUCAITENSIS, S.PEDRO DAMIAN, S.ANSELMO, S.BERNARDO, S.BUENAVENTURA, S.ALBERTO MAGNO, GERSON.

 

Muchas expresiones semejantes aparecen en los himnos latinos de este tiempo.

 

c) En la Edad Moderna hay que nombrar sobre todo a S.PEDRO CANISIO, que también responde a las objeciones contrarias de los Protestantes. SUAREZ habla más de una vez de la realeza de María como de cosa completa­mente clara, en la cual se basa para probar otras cosas. De modo semejante SALAZAR y muchos otros. Esta doctrina la investigaron directa y explícitamente, después de las indicaciones de Suárez, BARTOLOME DE LOS RIOS y CRISTOFORO VEGA, a los cuales hay que añadir S.ALFONSO MARIA DE LIGORIO.

 

d) Está de acuerdo la Liturgia, tanto la Oriental como la Occidental, v.gr. en las antífonas Regina coeli, Ave Regina angelorum, y en la oración Salve Regina. En época muy reciente la introducción de la nueva fiesta litúrgica de María Reina.

 

e) A esto añádase las Letanías lauretanas y el quinto misterio del santo Rosario, "que puede llamarse corona mística de la Reina celestial".

 

f) Finalmente es testigo de esta fe la costumbre frecuentísima de coronar las imágenes de la Virgen Madre de Dios, directamente o por delegación expresa de los Sumos Pontífices.

 

229. Razón teológica. a) Por la divina maternidad. María es verdaderamente madre del Hijo de Dios; ahora bien el Hijo de Dios es Rey; luego María es Madre del Rey, o sea Reina.

 

De este argumento escribió PIO XII: Porque a María se le anuncia un Hijo que ha de reinar para siempre y Ella es llamada Madre del Señor, "de donde fácilmente se deduce que Ella es también Reina, pues engendró un Hijo que, en el mismo momento de su concepción, en virtud de la unión hipostática de la humana naturaleza con el Verbo, era Rey, aun en cuanto hombre y Señor de todas las cosas" (Encícl."Ad coeli Reginam": AAS 46, 1954, 633).

 

b) Por el consorcio con Cristo Rey. Cristo es Rey, no sólo porque es Hijo de Dios, sino también porque es Redentor; es así que María se asocia a esta misión de Redentor como Corredentora; luego es también Reina.

 

De este argumento escribió PIO XII: "Si María fue asociada por voluntad de Dios a Cristo Jesús, principio de la salud, en la obra de la salvación espiritual, y lo fue en modo semejante a aquél con que Eva fue asociada a Adán, principio de muerte, así se puede afirmar que nuestra redención se efectuó según una cierta recapitulación, por la cual el género humano, sujeto a la muerte por causa de una virgen, se salva también por medio de una virgen; si además se puede decir que esta gloriosísima Señora fue escogida para Madre de Cristo principalmente "para ser asociada a la redención del género humano (PIO XI, Epístola "Auspicatus profecto": AAS 25, 1933, 80)..., se podrá legítimamente concluir que como Cristo, nuevo Adán, es Rey nuestro no sólo por ser Hijo de Dios, sino también por ser Redentor nuestro, así , con una cierta analogía, se puede igualmente afirmar que la Bienaventurada Virgen es Reina, no sólo por ser Madre de Dios, sino también porque, como nueva Eva, fue asociada al nuevo Adán" (ib. 634s).

 

Por estos dos argumentos tenemos también constancia de los verdaderos títulos de la realeza mariana, que, estrictamente hablando, coinciden en esto, en que María se dice y es Reina por su especial unión con Cristo Rey, unión que es maternal y en la realización de la obra de la redención.

 

230. Ulterior explicación teológica. Dejando sentado el hecho de la realeza mariana y sus fundamentos o títulos enumerados, hemos de investigar sobre la íntima naturaleza de esta misma realeza. En lo cual no fue unánime la sentencia de los teólogos.

 

Porque unos quisieron explicar el concepto de la realeza mariana por el concepto de rey. Ahora bien, como rey se dice propiamente por la triple potestad, legislativa, judicial y ejecutiva, "si careciera de la cual apenas se entiende el principado", procuraron atribuir a la B.Virgen la misma triple potestad. Así De Gruyter, Mura, Moore, y en cierto modo Garenaux.

 

Pero otros explicaron el concepto de la realeza mariana por el concepto de reina humana. Reina se dice por la íntima unión con el rey, del cual toma la dignidad real. Ahora bien, su influjo real consiste en esto, que influye en el corazón y en el alma del rey con sus preces y con la amabilidad de su persona para el bien de los súbditos. Estos autores invocan principalmente las palabras del P.Suárez: "El Ps.Atanasio, como explicando o delimitando este dominio, dice que es según el sexo femenino, como si dijera es tal cual suele darse en la esposa o en la madre por su unión con el rey" (De mysteriis vitae Christi d.22 s.2 n.4). De aquí que María es llamada verdaderamente Reina porque, como Madre del Rey divino y asociada a El íntimamente en la obra de la redención, ejerce con sus preces su influjo materno ante su Hijo en favor de los hombres. Por tanto su potestad regia es potestad deprecativa y de intercesión en la distribución de las gracias. Así se expresan Barré, Dillenschneider, Nicolás, Roschini, Luis, Santonícola y otros.

 

Hay finalmente otros teólogos que, rechazando del mismo modo la analogía por el concepto de rey y por el concepto de reina, abordan un nuevo camino y pretenden explicar la realeza de María por la excelencia, influjo, privilegios de una madre de familia. Es decir, la potestad regia de María es toda maternal, y la ejerce por derecho materno. Es claro que este ejercicio no se puede reducir a la mera intercesión, sino que se extiende a una verdadera acción en los hijos, confiriéndoles la perfección sobrenatural. Así García Garcés.

 

231.    Para concretar en breves palabras algo esta cuestión parece que hay que decir:

 

11. La realeza de María no se ha de explicar por analogía con el concepto de rey humano. Esto, entre otras razones, lo indica la razón o títulos en los que consiste la realeza mariana. Por tanto, por este concepto no hay que buscar la triple potestad real, que es propia del rey.

 

21. La realeza de María no se ha de explicar por el concepto de madre. Porque las formalidades de madre y de reina son dos y diversas; cuyos conceptos se deben separar cuidadosamente aunque se verifiquen realmente en una sola y la misma persona, y el reino de Cristo coincida realmente con cierta familia de Dios.

 

31. La realeza de María se explica más adecuadamente por el concepto de reina entre los hombres. Esto consta por su mismo fundamento, que se ha de poner en íntima unión con el Rey. De aquí que por este concepto, se debe explicar por el eficacísimo poder deprecativo o de súplica en favor de los hombres.

 

41. La realeza de María excede el concepto de reina humana, aunque convenga con él analógicamente. Esto lo obtiene por el modo singular de su unión con el Rey. Y en verdad:

 

a) De la unión maternal con Cristo Rey se sigue en Ella cierto real esplendor y grandeza, que supera la excelencia de todas las creaturas. Luego después del Hijo obtiene el principado sobre todas. Esto vale de toda la creación y por tanto con todo derecho se dice a María Reina del mundo.

 

b) De la misma unión maternal con Cristo Rey se sigue en Ella de modo especial una excelencia sobre todas las creaturas intelectuales en el orden sobrenatural. Porque como la divina maternidad le otorga a Ella la plenitud de la gracia, obtiene el supremo grado de perfección después de Cristo, y por tanto un verdadero, aunque subordinado principado en el reino de Cristo.

 

c) De la unión con Cristo Rey en la realización de la obra de la redención, se sigue en ella una facultad real de dispensar los tesoros del reino, que son verdaderamente suyos, no solamente porque son de su Esposo el Rey, sino también porque los adquirió, juntamente con El, con sus propios méritos y su compasión.

 

d) Por la naturaleza de estos bienes, que es íntima y que se extiende a los entendimientos y voluntades, la eficacia de su influjo se ejerce en las almas mismas de los súbditos, ya sea que este influjo sea únicamente moral y en la línea de intercesión, ya también en la línea física de causalidad, según las diversas sentencias de los teólogos.

 

Se dice pues María Reina por analogía con las reinas de este mundo, pero de modo más excelente. Porque como Cristo y los reyes humanos se dicen reyes analógicamente, de tal manera sin embargo que Cristo sea el principal analogado porque posee más plenamente la triple potestad real, y esto en virtud de un título absolutamente más verdadero y profundo, así María y las reinas humanas se dicen reinas analógicamente, de tal manera sin embargo que la principal analogada sea María, puesto que obtiene la unión con el Rey de un modo más estrecho y, por tanto, poseyendo un más alto esplendor y potestad y ejerciendo un influjo más verdadero y más íntimo en los súbditos.

 

Articulo III

Del culto que hay que tributar a la Madre del Redentor

 

232. Hemos estudiado hasta aquí cómo hizo Dios a María, a saber Madre virginal del Redentor, y por tanto también Madre nuestra, como asociada a El en la obra misma de la redención. Queda ahora que consideremos nuestras obligaciones para con Ella. Estas obligaciones serán sin duda obligaciones de piedad filial hacia la Madre celestial, de confianza y oración hacia la dispensadora de todas las gracias, de gratitud y devoción para con la Madre del Redentor y Corredentora nuestra. Pero todas estas obligaciones suponen una fundamental relación nuestra para con Ella, a saber el culto que debemos tributarle. De este punto vamos a tratar ahora.

 

TESIS 16. A LA BEATÍSIMA VIRGEN MARÍA SE LE DEBE CULTO ABSOLUTO DE HIPERDULÍA.

 

233. Nociones. CULTO, o adoración, es el acto por el que alguno se somete a otro en señal de la excelencia y superioridad de éste.

 

El culto se dice ABSOLUTO, si se dirige a la persona por su excelencia misma; relativo si se dirige a otro objeto por la conexión con la excelencia de la persona.

 

El culto por razón de la excelencia puede ser: a) de latría, por la excelencia divina; b) de dulía, por la excelencia sobrenatural creada; c) de HIPERDULIA, por una excelencia ciertamente creada, pero completamente singular.

 

Que a la B.Virgen no se ha de tributar culto absoluto de latría, es manifiesto. De suyo podría tributársele culto de latría relativo, por su unión física con Dios, la cual fue absolutamente mayor que la que se dio en la cruz. Sin embargo, este culto en concreto, puesto que prescinde de la dignidad personal, fácilmente podría dar origen a muchos abusos, y por lo tanto no se ha de aprobar.

 

El culto de hiperdulía se funda en la excelencia singular que tiene la B.Virgen María por ser Madre de Dios; dignidad que, aunque creada, es en cierto modo infinita, y la hace pertenecer al orden hipostático. Por esto queda patente que la hiperdulía se diferencia específicamente de la dulía, con que veneramos a los santos. Otra cuestión es, si el culto tributado a la B.Virgen María por su plenitud de gracia y por sus dones singulares, el cual ciertamente también se puede llamar hiperdulía, difiere específica­mente de la dulía; lo cual más bien se niega.

 

234. Adversarios. 1) Culto absoluto de latría tributaron a la Virgen ciertas mujeres del siglo V en Arabia, que, porque ofrecían en sacrificio a la Virgen, como a diosa, collyrides o panes, se llamaban collyridianas.

 

2) Los Protestantes tuvieron como idolátrico el culto a la Virgen.

 

3) Esto mismo después fue de muchos modos repetido por los Jansenistas, principalmente en la obra Monita salutaria; también por los modernos racionalistas, que afirmaban que el culto a María tuvo origen en la Iglesia por las infiltraciones paganas del siglo IV, por la ingente multitud de los convertidos del paganismo.

 

235. Doctrina de la Iglesia.  1) El Concilio Tridentino en la sesión 26, en el decreto de la invocación y veneración de los santos (D 984, 986).

 

2) ALEJANDRO VIII condenó la proposición: "La alabanza que se tributa a María, en cuanto a María, es vana" (D 1316); la cual fue tomada de los Monitis salutaribus: "La alabanza que se tributa a mí, como a mí, es vana; la alabanza que se tributa a mí, como a Madre y esclava del Señor, es santa".

 

3) PIO VI contra el Sínodo Pistoriense (D 1571).

 

4) LEON XIII aumentó de muchos modos el culto a la B.Virgen, principal­mente en sus encíclicas acerca del Santísimo Rosario. En su tiempo escribía la Sagrada Congregación de Ritos: "La Iglesia da culto de un modo más eminente sobre todos los Santos a la Reina y Señora de los Ángeles, a la cual, en cuanto Ella es Madre de Dios, se le debe no cualquier dulía, sino hiperdulía" (cf. ASS 16,526). De modo semejante, en la Encíclica "Augustissimae Virginis", en la cual además, distinguiendo entre el culto que se ha de tributar a Dios y el culto que se ha de dar a los Santos, añade: "Pero el modo de implorar el auxilio de la Virgen tiene algo de común con el culto tributado a Dios, hasta el punto que la Iglesia le pide del mismo modo: tened misericordia de los pecadores" (ASS 30,133).

 

5) El Código de Derecho Canónico en el canon 1255 prescribe: "A la Bienaventurada Virgen María (se le debe) culto de hiperdulía".[2]

 

6) PIO XII escribió: ")Por qué, pues, los protestantes y no pocos no católicos censuran tan acérrimamente nuestra devoción a la Virgen Madre de Dios, como si le tributásemos un culto que sólo a Dios es debido? )No saben éstos y no consideran que nada puede ser más grato a Jesucristo, cuyo amor hacia su Madre es sin duda tan encendido y tan grande, que el que la veneremos conforme a sus méritos y el que correspondamos a su amor generosamente y procuremos conciliarnos su poderoso patrocinio, imitando Sus Santísimos ejemplos?" (Encícl. "Lux veritatis": AAS 23, 1931, 513).

 

236. Valor dogmático.  a) Que a María no se ha de tributar culto de latría, es de fe divina y católica por el magisterio ordinario, si se trata de culto absoluto; y si se trata de culto relativo, es sentencia común y cierta. b) Que a María se ha de tributar culto de hiperdulía en general, es doctrina católica; y que este culto se diferencia específicamente del común culto de dulía, es sentencia más común y más probable.

 

237. Se prueba por la tradición. a)   Desde los tiempos apostólicos hasta el siglo IV se dan no pocos testimonios implícitos en pro del culto de invocación a la B.Virgen. Porque desde fines del siglo II es conocida la veneración de los Santos; y como en ese tiempo los privilegios sobrenaturales de María (materni­dad divina, virginidad, mediación) se hallan ya suficientemente en la confesión de todos, es manifiesto que la Iglesia no fue ajena a la veneración de la Virgen. Más aún, desde el siglo II hay muchas imágenes de María en las catacumbas, como en el cementerio de Priscila (siglo II‑III) y en el cementerio de los SS.Pedro y Marceliano (siglos III‑IV). Finalmente, como antes de la mitad del siglo IV el culto de María es común en la Iglesia, y la historia no puede señalar el tiempo o el lugar en que apareció, hay que concluir que es antiquísimo y que está unido con los orígenes del cristianismo.

 

Hay que hacer notar también que se da en este tiempo (siglo III‑IV) un documento explícito, a saber la antífona mariana "Sub tuum praesidium" (Bajo tu amparo).

 

238. b) Siglo IV.   S.EPIFANIO condena a aquellas mujeres que tributaban a María culto de latría; pero afirma que Ella ha de ser venerada. S.AMBROSIO, proponien­do a María como ejemplar de las vírgenes, las exhorta a que alcancen de la B.Virgen las gracias necesarias. En los Hechos de Sta. María Egipcíaca aparece el recurso de esta mujer penitente a María. En este tiempo se erigen ya templos en honor de la B.Virgen María. Finalmente por lo menos desde el siglo IV se tienen ya fiestas marianas.

 

239. c) Desde el siglo V es conocidísimo el culto de María, tanto litúrgico como privado. Los Padres y escritores eclesiásticos hablan del singular y superemi­nente culto de la Madre de Dios. Así el Ps.MODESTO JEROSOLIMITANO, S.ILDEFONSO DE TOLEDO, S.JUAN DAMASCENO.

 

d) En la Edad Media aparece expresamente de forma común la doctrina de la hiperdulía en S.TOMAS, S.BUENAVENTURA, ESCOTO y otros.

 

e) En la Edad Moderna S.PEDRO CANISIO defiende excelentemente el culto de María Virgen contra los ataques de los Protestantes. De modo semejante procede S.LORENZO DE BRUNDUSIO. Después, contra los Jansenistas, principal­men­te S.ALFONSO MARIA DE LIGORIO.

 

240. Razón teológica. El culto absoluto se especifica por la excelencia de la persona a quien se tributa. Es así que la excelencia de la B.Virgen es totalmente singular. Luego se le debe un culto singular. Es así que este culto no puede ser de latría. Luego con razón se llama de hiperdulía.

 

La mayor: El objeto formal del culto es la excelencia de la persona a quien se tributa. Luego se especifica por ésta.

 

La menor: La B.Virgen es Madre de Dios. Ahora bien, esta excelencia es totalmente singular, de algún modo infinita y que toda al orden hipostático.

 

241. Escolio 1. Del origen cristiano del culto mariano. Muchos racionalistas defienden que el culto de la B.Virgen tuvo origen en el culto pagano de la diosa‑madre, cual era Isis, Artenias o Istar. Es manifiesto por todo lo ya probado que esto de ninguna manera se puede admitir, ni teológica ni históricamente. Porque hemos visto que el culto de la Virgen se funda en la doctrina revelada sobre su excelencia. Y porque no se le tributa culto como a diosa, sino como a creatura, aunque nobilísima. Y apenas se da la primera infiltración pagana, la Iglesia la condena como herejía.

 

242. Escolio 2. Del culto especial al Inmaculado Corazón de María. El culto al Inmaculado Corazón de María se propaga de muchos modos ahora en la Iglesia. Una recomendación especialísima del mismo se tiene en Pío XII: "Para que del culto al augustísimo Corazón de Jesús fluyan más copiosos provechos para la familia cristiana, más aún para todo el género humano, procuren los fieles cristianos que a él se le una estrechamente también el culto al Inmaculado Corazón de la Madre de Dios". Y la razón la toma del oficio de Corredentora. Finalmente describe el culto como "homenaje de piedad, amor, gratitud y reparación al Corazón amantísimo de la Madre del Cielo" (Encícl. "Haurietis aquas": AAS 48, 1956, 352). Acerca de la legitimidad y sentido del culto al Inmaculado Corazón de María hay que explicar teológicamente unos pocos datos.

 

a) El Corazón de María designa en esta devoción al sujeto íntegro de la vida interior de la Virgen, con la doble actividad apetitiva e intelectiva. Contiene pues el Corazón corpóreo, que tienen conexión íntima con la vida psicológica, principalmente apetitiva, y por tanto designa naturalmente esta vida, principalmente el amor. Así en el decreto de la Sagrada Congregación de Ritos: "Con este culto, pues, la Iglesia tributa al Corazón Inmaculado de la B.Virgen María el debido honor, ya que bajo el símbolo de este Corazón de la Madre de Dios, venera devotamente la eximia y singular santidad de alma, y principalmente el ardentísimo amor para Dios y su Hijo Jesús y la piedad materna para con los hombres redimidos con la sangre divina".

 

243. b) La excelencia completamente singular de la vida afectiva en María Madre de Dios y Corredentora de los hombres merece también un culto singular. Esta excelencia es participada por su Corazón corpóreo, a causa de la redundancia natural de afectos a causa de la excelencia de la persona misma de la Virgen. Estos en verdad son los fundamentos teológicos de este culto especial.

 

244. c) Omitidas las alusiones bíblicas en las que se contiene el primer fundamen­to de esta devoción, en la edad patrística citan varias referencias del Corazón de María Orígenes, S.Gregorio Taumaturgo, S.Efrén, S.Ambrosio, S.Agustín, Prudencio, S.Pedro Crisólogo, S.Anfiloquio, S.Germán, S.Ildefonso. En la Edad Media hablan mucho de este tema Pablo Warnefrido, Ps.Anselmo, Lucense, Guitbertus, Abad, S.Anselmo, Bruno Astense, Ruperto Tuicense, Honorio Augustodunense, Eadmero, Godofredo, Hugo Victorino, S.Bernardo, S.Alberto, Ricardo de San Lorenzo, S.Buenaventura, Jacobo de Vorágine, Gerson, S.Bernardino de Siena, S.Antonino Florentino y otros. También en este tiempo la devoción al Inmaculado Corazón de María aparece muchas veces en los himnos. En la Edad Moderna al principio hay que citar principalmente a S.Tomás de Villanueva, a S.Juan de Avila, Salmerón, S.Pedro Canisio, S.Francisco de Sales.

 

Pero el verdadero culto público del Inmaculado Corazón es organizado por S.Juan Eudes. Por su acción muchos obispos en Francia aprobaron este culto, que desde ese tiempo se propagó mucho. Después de él hay que nombrar a los PP. Pinamonti y Gallifet; pero principalmente a S.Antonio María Claret.

 

La fiesta litúrgica, después de varias dificultades (1648‑1855), desde el momento en que obtuvo la aprobación de Pío IX el año 1855 para los que lo pedían, poco a poco se fue extendiendo, hasta que fue instituida para toda la Iglesia por Pío XII el año 1944.

 

245. d) En el culto del Inmaculado Corazón de María sobresale la consagración. Después que ya desde el siglo XVI, bien en España (por obra principalmente del P.Bartolomé de los Ríos y antes del P.Juan de los Angeles), bien en Francia (por obra de la escuela Beruliana), las ideas de alguna consagración a la Virgen dieron su primer fruto; desde el principio del siglo XX muchas veces y con constancia se promovió el deseo de la consagración de todo el mundo al Inmaculado Corazón de María. Al incremento de este deseo contribuyeron mucho las apariciones de la B.Virgen en Fátima. PIO XII, asintiendo benignamente a estos deseos, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María el 31 de Octubre de 1942, y después en la Basílica Vaticana el día 8 de Diciembre de 1944.

 

La consagración es el acto por el que libremente nos sometemos a Dios, nosotros y todas nuestras cosas, reconociendo Su dominio sobre nosotros. En tanto pues es posible la consagración a la B.Virgen, y a su Corazón, en cuanto Ella tiene dominio; y este lo tiene ciertamente en cuanto Reina de todo el mundo. El término propio de la consagra­ción es la persona misma de la Virgen. Pero se nombra expresamente su Corazón Inmaculado, porque incluye su amor, que nos induce a corresponder a su amor.

 

e) Simultáneamente con la consagración concierne al culto del Inmaculado Corazón la reparación, de la que como vimos, hace mención PIO XII en la Encíclica "Haurietis Aquas".

 

246. Escolio 3. La devoción a la B.Virgen María prenda de predestinación. Que la devoción a la B.Virgen es señal de predestinación, es una verdad que por doquier la profesa el pueblo cristiano, y que la enseña el magisterio mismo de la Iglesia. Así Benedicto XV: "Por lo cual la Iglesia misma en muchas preces litúrgicas insistentemente pide a la B.Virgen María que asista misericordiosa a los hombres que luchan ya ante la inminencia de la muerte; porque es creencia firmísima entre los fieles cristianos, probada por una larga experiencia que cuantos tienen a la Virgen por Abogada no perecerán para siempre" (Litt. Apost. "Inter sodalicia": AAS 10, 1918, 182). PIO XII: "El culto de la Virgen Madre de Dios, que según la sentencia de santos varones es señal de predestinación..." (Encícl. "Mediator Dei": AAS 39, 1947, 584).

 

Se funda esta doctrina en textos de escritores antiguos, como S.Germán y S.Anselmo, teólogos como Novato, doctores de la Iglesia como Belarmino y S.Alfonso María de Ligorio, y de otros muchos.

 

Ciertamente no se trata de cierta señal infalible, la cual no puede darse excepto la revelación divina. Y mucho menos se trata de una señal cuasi mágica, que excluya o tenga en negligencia las buenas obras y los medios obligatorios de salvación. Pero por la unión íntima entre María y Cristo, la Bienaventurada Virgen no puede dejar de conducir eficazmente las almas a El. Y por otra parte la Mediadora y Dispensadora de las gracias no negará a sus devotos la gracia suprema de la predestinación. Siendo así sobre todo que Ella tiene ciertos singulares derechos en las gracias que se conceden a sus hijos.

 

247. Escolio 4. Del culto a San José. Vimos antes que S.José es verdadero esposo de María, aunque virginal (n.77s), que es también verdaderamente padre de Jesús, aunque virgíneo (n.114). Se puede también preguntar si S.José pertenece al orden hipostático. Apenas se puede negar cierta conexión especial entre él y la realización de la unión hipostática. Suárez insinuó que hay ciertos ministerios que tocan al orden de la unión hipostática, y que en este orden está S.José, aunque en su ínfimo grado. Esto mismo lo defendieron muchos teólogos después de Suárez. De los cuales algunos sostienen que S.José pertenece a este orden intrínsecamente. Pero es mejor y más común decir que pertenece únicamente extrínseca, moral y mediata­mente.

 

De aquí en verdad surge una especialísima dignidad de S.José, a la que es necesario que corresponda un culto también especial. Tal culto, que algunos teólogos antiguamente lo llamaron culto de suma dulía, se puede llamar acertadamente con los más recientes culto de protodulía, que es cierto culto especial y singular dentro de los límites, sin embargo, del culto de dulía.

 

Y ciertamente la dignidad de S.José es completamente singular, y si no llega en modo alguno a la infinita dignidad de la Madre de Dios, se acerca sin embargo a ella más que la dignidad de todos los otros Santos, puesto que está estrechamente unida con el orden hipostático, aunque extrínsecamente. Ahora bien, esto pide un culto y una veneración que supera la veneración ordinaria de los demás Santos.

 

A P E N D I C E

 Del culto y veneración de los Santos

 

TESIS 17. LOS SANTOS QUE ESTÁN EN EL CIELO SE HAN DE VENERAR CON CULTO DE DULÍA.

 

248. Nociones. Qué es CULTO y DULIA ya lo hemos expuesto antes (cf. n.233).

 

QUE ESTÁN EN EL CIELO.  Porque de suyo también se puede dar culto a los santos que están en la tierra, con tal que conste suficientemente de su santidad, sin embargo, puesto que no podemos estar de ordinario ciertos de su perseverancia, no se les ha de dar culto sino después de la muerte. Porque entonces tenemos la plena certeza de su santidad, cuando infaliblemente son canonizados por la Iglesia.

 

Adversarios. Los Protestantes que calumnian a los católicos como si tuvieran a los santos por dioses.

 

249. Doctrina de la Iglesia. a) El Concilio Romano del año 993 (D 342): Honramos a los siervos para que el honor redunde en el Señor.

 

b) Concilio Tridentino s.22 c.3 (D 941) y canon 5 (D 952): en honor de los santos se ofrecen Misas, para obtener su intercesión ante Dios.

 

c) Concilio Tridentino s.25 (D 984) define la licitud del culto de los santos; lo cual después pasó a la profesión de fe tridentina (D 998).

 

d) Que todo esto tiene valor también respecto a los varones perfectos, lo enseñó INOCENCIO XI contra Molinos (D 1255).

 

Valor dogmático. De fe divina y católica definida.

 

250. Se prueba por la tradición. a) Los Santos Padres muchas veces hablan del culto de los Santos. Así v.gr. dicen que nosotros veneramos a los Santos por su santidad (R 81), o porque son amigos de Dios y para que rueguen por nosotros (R 2378); enseñan que la muerte de los Santos, sobre todo de los mártires, es conmemorado por los cristianos (R 572); que sin embargo a ellos se les da un culto totalmente diverso del culto que se debe a Cristo (R 1109); que a ellos no se le constituyen altares, porque nuestra veneración hacia ellos no es tal que les ofrezcamos a ellos sacrificios (R 1603).

 

b) El culto de los mártires consta en la praxis cotidiana de la Iglesia, ya desde los primeros tiempos, incluso en las catacumbas.

 

c) Hay muchos sermones de los Santos Padres sobre los Santos predicados al pueblo, en la celebración de sus aniversarios.

 

d) Consta finalmente la veneración tradicional de las imágenes y reliquias de los Santos.

 

251. Se prueba por razón teológica. a) A una persona que tiene una excelencia sobrenatural se le debe culto religioso, reconociendo su excelencia. Es así que los Santos tienen tal excelencia. Luego a ellos se les debe culto.

 

b) Este culto se especifica por la excelencia misma de los Santos, a quienes se tributa. Es así que esta excelencia no es divina o intrínsecamente unida con el orden hipostático, como en la B.Virgen María. Luego el culto de los Santos no es culto de latría o de hiperdulía, sino simplemente culto de dulía.

 

252. Objeciones. Algunos Padres parece que desaprobaron la invocación de los Santos. Así v.gr., S.Ambrosio dice: "no es necesario uno que ayude ante Dios, sino una alma devota".

 

Niego el aserto. Del lugar citado de S.Ambrosio hay que decir que S.Ambrosio allí afirma únicamente, que Dios no necesita quien le ayude para conocer nuestras necesidades; pero no niega que nosotros debemos usar de estos valedores e intercesores ante Dios.

 

253. Escolio. De la veneración de las reliquias e imágenes. Reliquias en sentido estricto se llaman los trozos que nos quedan de los cuerpos de los Santos difuntos; en sentido más amplio también aquellas cosas de las que ellos usaron mientras vivieron, o que tocaron sus cuerpos aun muertos. El culto que se tributa a las reliquias es culto relativo, puesto que se refiere a ellas por la conexión que tienen con la persona de dichos Santos. El culto de las reliquias es solemne en toda la tradición eclesiástica, como incluso las mismas Actas de los Mártires, lo testifican abundantemente. El mismo culto muchas veces lo ratificó el magisterio de la Iglesia. Así el Concilio Niceno II (D 304) condena a los que tiran las reliquias de los mártires; el Concilio Romano el año 993 (D 342), el cual aprueba su culto; el Concilio de Constanza (D 679) contra los wiclefitas y husitas; y principalmente el Concilio Tridentino en la sesión 25 (D 895) contra los protestantes y en la profesión de fe. (D 998). El culto de las imágenes es también relativo. La defensa de este culto en contra de los iconoclastas la hizo principalmente el Concilio Niceno II (D 302, 304). La misma doctrina enseñaron el Concilio Constantinopolitano IV (D 337), y el Concilio Tridentino en la sesión 25 (D 986, 998).

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[1] Cf. V.GONZALEZ, La dormición de María en las antiguas liturgias. Estudios Marianos 9 (1950) 63‑69. Acerca del objeto de la fiesta se dice en la Bula "Munificentissimus Deus": "Los Santos Padres y los grandes Doctores propusieron con razones más elevadas el sentido y la realidad (de la fiesta) poniendo en mayor claridad sobre todo lo que habían bosquejado en muchas ocasiones los libros litúrgicos concisa y brevemente: a saber, que con esta fiesta no sólo se conmemora que el cuerpo exánime de la B.Virgen María no experimentó ninguna corrupción, sino también el triunfo de la Virgen derivado de la muer­te..." (AAS 42, 1950, 760).

[2] El Código anterior de Benedicto XV; el actual de Juan Pablo II en el canon 1186 habla sólo de "la peculiar y filial veneración que los fieles a la Biena­venturada siempre Virgen María, Madre de Dios, a quien Cristo constituyó Madre de todos los hombres". N.d.T.