CAPITULO II

 

DE LA PREPARACIÓN DE MARIA PARA SU MATERNIDAD

 

21. La maternidad del Redentor, a la que María fue elegida por Dios, como incluyese sobre todo la maternidad de Dios, es un don tan excelente, que exige absolutamente en la Madre otros dones sobrenaturales. Porque era conveniente que Dios tuviese una digna Madre. Y no sería digna Madre de Dios, que es la suma santidad, si no fuese absolutamente inmune de todo pecado y plenamente llena de los dones de la gracia. Luego de esta manera Dios la preparó para que fuese digna Madre del Redentor.

 

Y además, puesto que esta milagrosa maternidad por decisión divina debía entre tanto estar oculta a los hombres, fue conveniente que el Hijo de la Madre Virgen naciese dentro de un legítimo matrimonio. Por tanto se le había de dar un Esposo con el que se uniera en santísimas nupcias.

 

Así pues, al tratar de esta divina preparación de la Madre, estudiaremos:

 

        Art.1.   Su inmunidad del pecado original.

        Art.2.   Su inmunidad del "fomes" del pecado (de la concupiscencia).

        Art.3.   Su inmunidad de todo pecado personal.

        Art.4.   Su santidad positiva y su plenitud de gracia.

        Art.5.   Su matrimonio virginal.

 

Articulo  I

De la inmunidad de María del pecado original

 

TESIS 2. LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA FUE EN EL PRIMER INSTANTE DE SU CONCEPCIÓN, POR SINGULAR PRIVILEGIO DE DIOS, EN PREVISIÓN DE LOS MÉRITOS DE CRISTO, PRESERVADA DE PECADO ORIGINAL.

 

22. Nexo.  Considerada la elección que desde la eternidad hizo Dios de María para que fuera Madre del Redentor, hay que tratar ahora de la ejecución de esta elección. Así pues, al llegar la plenitud de los tiempos, Dios se anticipó a la concepción de María con los dones de su gracia.

 

23. Nociones.  Las palabras se toman de la misma definición dogmática (D 1641), puesto que determinan muy bien el sentido de este dogma:

 

INMUNE DE TODA MANCHA DE CULPA ORIGINAL, a saber, no contrajo el pecado original, no tuvo la actual infección de este pecado, su mancha, su reato de culpa y pena. Y como en este orden de la Providencia la carencia de pecado original supone la santificación por la gracia, por tanto hablamos de modo indistinto de la inmunidad del pecado original y de la inmaculada o purísima concepción.

 

24. EN EL PRIMER INSTANTE DE SU CONCEPCION. Se trata de la concepción pasiva de María, por la que Ella fue concebida por su madre. Decimos que María no fue santificada en el seno materno antes de su nacimiento, sino en el momento mismo de su concepción; y ciertamente en el mismo primer momento de la unión del alma con el cuerpo. Luego con simultaneidad de tiempo el alma de la Virgen fue creada, unida y santificada.

 

POR SINGULAR PRIVILEGIO DE DIOS. Se dice privilegio, porque es una verdadera excepción en la ley general por la que los hombres, propagados por generación natural, son concebidos en pecado original. Nada por ahora decimos del modo con el que esta excepción fue hecha. Se dice singular, porque o sólo a Ella le fue concedido, o al menos solamente de Ella consta.

 

25. EN PREVISION DE LOS MERITOS DE CRISTO.   Este privilegio se tiene en María por los méritos previstos de Cristo Redentor. Cae por tanto María bajo la redención de Cristo, aunque de cierto modo más sublime.

 

PRESERVADA. La gracia de Dios de tal manera la preinmunizó del pecado original, que nunca lo contrajo, porque sin tal preservación ciertamente lo hubiera contraído.

 

26. Adversarios. a) La tesis en otro tiempo fue negada por muchos grandes Doctores y teólogos por la dificultad de armonizarla con el dogma de la redención universal de Cristo.

 

b) Completamente por otros motivos, la negó LUTERO con duras palabras, aunque no al principio, sino desde el año 1522.

 

c) Después de la definición los Jansenistas de la Iglesia Ultrayectense y los Vetero‑Católicos, los Protestantes y los más recientes teólogos Ortodoxos.

 

d) ROSMINI propuso una falsa explicación del dogma (D 1924).

 

27. Doctrina de la Iglesia. 1. La preparación histórica de la definición se fue haciendo poco a poco por sucesivas intervenciones de los Pontífices acerca de la fiesta, acerca de su título y objeto, acerca de la doctrina misma.

 

a) Acerca de la fiesta: SIXTO IV el año 1477 (D 734) aprueba la fiesta para la Iglesia Romana. Para Polonia LEON X en el año 1515, el cual el año 1517 encomendó a España la Misa y Oficio hechos por Nogarolo. La reforma litúrgica de S.PIO V en el año 1568 confirma la fiesta de la Concepción en la Iglesia universal; la cual fiesta, después de la edición litúrgica de CLEMENTE VIII de 1602 permanece como doble mayor. La Octava de la fiesta, que existía en Roma desde los tiempos de SIXTO IV, fue suprimida por Pío V, y poco a poco en varios sitios fue restituida principalmente desde el año 1661; se concede para toda la Iglesia por INOCENCIO XII el año 1693 bajo el rito de doble de segunda clase. Se hace fiesta de precepto en toda la Iglesia, por CLEMENTE XI el año 1708 (en España ya desde el año 1645 se sanciona el uso antiguo). Lo que en una y otra parte se celebraba como doble de primera clase, este rito no lo alcanzó en la Iglesia universal sino 25 años después de la definición dogmática bajo LEON XIII.

 

b) Acerca del título y el objeto de la fiesta. El título "Concepción" (no "santificación"), que estuvo perpetuamente en uso en la Iglesia Romana, fue sancionado como único legítimo por GREGORIO XV el año 1622. El título "de la Inmaculada Concepción", muy impugnado por los adversarios de la piadosa sentencia, fue proscrito por la Inquisición Romana el año 1644; decreto que bastante nublado en su origen con oscuras circunstancias fue finalmente revocado por la concesión expresa del título por ALEJANDRO VII en 1655. PIO VIII en el año 1806 (N.B. Hay error en el libro; en 1806 era Papa PIO VII) concedió a los franciscanos el uso de la fórmula "en la concepción inmaculada" en el prefacio de la Misa; lo que en el año 1834 obtuvo de GREGORIO XVI la diócesis Hispalense, y el año 1838 se concedió a todos los que lo pidiesen.

 

Del objeto de la fiesta SIXTO IV ya en el año 1482 había declarado que no era únicamente "concepción espiritual" o "santificación". Sin embargo la principal intervención pontificia en este asunto fue la bula "Sollicitudo" de ALEJANDRO VII en el año 1661 (D 1100), en la cual con toda precisión se define el objeto de la tesis. En esta bula se contienen casi todas las palabras de la futura definición dogmática.

 

c) Acerca de la doctrina misma. SIXTO IV en los años 1482 y 1483 (D 735) prohibió que se afirmase que la piadosa sentencia era herética; lo cual prohibió también afirmar de la sentencia  contraria "ya que no había sido decidido todavía por la Sede Apostólica".

 

El Concilio Tridentino s.5 cn.5 (D 792) en el año 1546 renovó las constituciones Sixtinas, y no quiso incluir a María en el decreto del pecado original. De las cuales palabras así habla PIO IX: "Con esta declaración indicaron suficientemente los Padres Tridentinos, dadas las circunstancias de la situación y del tiempo, que la misma Santísima Virgen había sido librada de la mancha original; y hasta clarísimamente dieron a entender que no podía aducirse con fundamento argumento alguno de la divina Escritura, de la tradición, de la autoridad de los Padres que se opusiera en manera alguna a tan grande prerrogativa de la Virgen: Bula "Ineffabilis Deus": CL 6,839).

 

S. PÍO V en el año 1570 prohibió disputar en uno u otro sentido de la cuestión en los sermones al pueblo o en los escritos en lengua vulgar. PAULO V en el año 1617 prohibió proferir la sentencia maculista en los actos públicos, de tal manera sin embargo que esta sentencia no pudiese tampoco ser impugnada por los contrarios públicamente. GREGORIO XV en el año 1622 extendió este decreto a los coloquios privados y prohibió proponer la sentencia maculista en los sermones y escritos privados.

 

        Nota.  El año 1439 el Concilio de Basilea en la s.36 definió la doctrina de la Inmaculada Concepción. Este decreto en la mente de los Padres fue una verdadera definición, sin embargo como tal concilio entonces no era católico sino verdaderamente cismático, el valor dogmático fue nulo. No obstante el influjo histórico de tal decreto fue grande.

 

2. Solemne definición dogmática por PIO IX el año 1854 (D 1641).

 

3. El centenario de la celebración de la definición dogmática por PIO XII en la encíclica "Fulgens Corona". AAS 45 (1953) 577‑592.

 

Valor dogmático.   De fe divina y católica solemnemente definida.

 

28. Se prueba por la sagrada Escritura. 1. Gen. 3,15.

 

N.B. Del Protoevangelio. La sentencia tradicional de los católicos, la cual la enseñan los Sumos Pontífices PIO IX y PIO XII como verdadero y genuino sentido de ese lugar pretendido y expresado por el Espíritu Santo, defiende el sentido mariológico del Protoevangelio aunque no de un solo modo. Porque algunos encuentran en este texto a María únicamente en sentido eminente, algunos en sentido típico, otros en sentido más pleno, otros en sentido literal. Para hacer un argumento teológico estas cosas son accidentales; porque el sentido ya sea típico, ya literal, ya más pleno (plenior) son sentidos verdaderamente bíblicos. Con mayor probabilidad sin embargo se excluye el sentido típico, y se trata del sentido que el Espíritu Santo quiso expresar con las palabras mismas del hagiógrafo y de tal manera lo expresó ya se halle éste por las solas palabras, ya por medio de la tradición del Magisterio de la analogía de la fe. Se puede discutir si hay que llamar a tal sentido literal o más pleno (plenior).

 

Para el argumento es también accidental que María se incluya en "la mujer", o en "la descendencia"; aunque la primera hipótesis parece más probable.

 

29. De lo dicho arguyo así: Dios anuncia que pondrá enemistades entre María y el diablo. Es así que estas enemistades conllevan la inmunidad de María del pecado original, luego María fue inmune del pecado original.

 

La mayor: Esta es, como dijimos, la sentencia tradicional de los católicos. Y ciertamente, según las recientes investiga­ciones, aunque la mayor parte de los SS.Padres y de los escritores antiguos parezcan interpretar el Protoevangelio en sentido colectivo y moral, sin embargo no piensan que esta interpretación vaya contra el sentido cristológico, que muchos siguen abiertamente además del moral. Pero el sentido mariológico en muchos ciertamente de los más antiguos reconocen a la B.Virgen en "la mujer", viendo a Cristo en "la descendencia de la mujer". (S.Ireneo, S.Cipriano, Serapión Thmuisitano, S.Efrén, Ps.Efrén, la Epístola al amigo enfermo, S.Epifanio, Prudencio, S.León Magno, Isidoro Pelusiota, S.Isidoro de Sevilla, S.Ildefonso de Toledo, Ps.Beda, Etherio y Beato, Claudio Tautinense, Agobardo, Breviario Gótico, Notkero, Tuperto Tuiciense, etc.); otros más recientes, como la victoria es de toda la posteridad de Eva contra el demonio, la atribuyen a la Virgen de modo especialísimo (S.Fulberto, Ps. Pablo Diácono, S. Bernardo, Pedro el Venerable, Amadeo Lausanense, Osberto de Clara, Pedro Blesense); otros finalmente lo tratan de uno y otro modo  (Godofredo Vendomense, Hermano Turnocense, Pedro Celense, Gilberto Foyotense, etc.).

 

Hay que añadir muchos autores antiguos que defienden el sentido cristológico (S.Hipólito, Clemente Alejandrino, Alejandro Alejandrino, S.Metorio, Novaciano, S.Ambrosio), en el cual virtualmente parece que se encuentra María. Más aún, todos los que urgen la antítesis Eva‑María; lo cual, aunque bajo el aspecto literario se haga independientemente del Protoevangelio, realmente sin embargo atañe al sentido mariológico.

 

Es pues esta interpretación, aunque no ciertamente la primera de todas, sin embargo verdaderamente tradicional; la cual, admitida por casi todos en los siglos XIII y XIV, se tiene ya en el siglo XV como exposición común de los Doctores, y en el siglo XVI empieza a ser atacada por el Protestantismo. Esta interpretación mariológica ni tuvo origen en la falsa lectura "ipsa" por "ipsum" (ya que primera­mente la usaron los griegos), ni en tiempos posteriores la emplean sólo los que mantienen la falsa lectura.

 

La mayor se prueba también por el texto mismo: porque la mujer no puede ser solamente Eva (que ciertamente sucumbió al pecado), o la mujer en general (porque en cuanto mujer ciertamente no venció al diablo).

 

La menor: Las enemistades se han de entender de victoria sobre el pecado (o de inmunidad del pecado). Es así que se ponen enemistades tales que esa victoria debe ser absoluta, o de todo pecado; luego se extienden hasta la inmunidad del pecado original.

 

Esta mayor: Las enemistades en el texto son pena opuesta a la amistad contraída entre Eva y el diablo. Es así que tal amistad no fue sino por el consentimiento en el pecado, luego... Además, de ningún otro modo puede el hombre ser enemigo del diablo sino por la victoria contra el pecado.

 

Aquella menor: Las enemistades son plenas y sin excepción. Luego deben excluir todo pecado, aun el original; de lo contrario María, al menos en ese caso, hubiera sido amiga del diablo. Además las mismas enemistades se ponen entre María y el diablo que entre Cristo y el diablo. (En María ciertamente por la redención y unión con Cristo). Es así que éstas son absolutas, luego...

 

30. Nota. 1. De este argumento habla así PIO IX: "Los Padres y escritores de la Iglesia... al glosar las palabras con las que Dios, vaticinando en los principios del mundo los remedios de su piedad dispuestos para la reparación de los mortales, aplastó la osadía de la engañosa serpiente y levantó maravillosamente la esperanza de nuestro linaje, diciendo: "Pondré enemistades  entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya; enseñaron que, con este divino oráculo, fue de antemano designada clara y patentemente el misericordioso Redentor del humano linaje, es decir, el Unigénito Hijo de Dios Cristo Jesús, y designada su Santísima Madre, la Virgen María, y al mismo tiempo brillantemente puestas de relieve las mismísimas enemistades de entrambos contra el diablo. Por lo cual, así como Cristo, Mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó  triunfante en la cruz, así la Santísima Virgen, unida a El con apretadísimo e indisoluble vínculo, hostigando con El y por El eternamente a la venenosa serpiente, y triunfando de la misma en toda línea, trituró la cabeza de ella con su pie inmaculado". Acerca de estas palabras hay que hacer notar que la Bula enseña no sólo la mente de los Padres y escritores de la Iglesia sobre la interpretación mariológica del Protoevangelio (aunque no afirme su consenso en esto), sino también que éste es su sentido; no ciertamente meramente acomodado, sino verdaderamente pretendido y expresado por el Espíritu Santo. Y por tanto que el Protoevangelio se emplea rectamente para probar la Inmaculada Concepción, en cuanto se apoya en la interpretación de los Padres y escritores de la Iglesia; lo cual sin embargo no es ajeno al sentido verdaderamente bíblico de ese texto.

 

2. Las alusiones al Protoevangelio, que suponen y confirman su sentido mariológico tradicional se encuentran en los siguientes Sumos Pontífices. Así LEON XIII escribe: "Ya en el comienzo de los siglos, perdida la gracia original por nuestros primeros padres y transmitida su culpa a toda la posteridad, fue Ella (María) constituida como prenda segura de redención". (Encíclica "Augustissimae Virginis": ASS 30, 1898, 129). S.PIO X: "También vemos que en las santas Escrituras, siempre que se profetiza la gracia que debemos recibir, aparece el Salvador de los hombres en compañía de su santa Madre. Saldrá el cordero dominador de la tierra, pero de la piedra del desierto; brotará la flor, pero de la raíz de Jesé. Al ver a María aplastar la cabeza de la serpiente, Adán contiene las lágrimas que la maldición arrancaba de su corazón". (Encíclica "Ad diem illum": ASS 36, 1904, 462). PIO XI: "...  con la potente intercesión de la Virgen Inmacula­da, la cual, así como un día aplastó la cabeza de la antigua serpiente, así también es hoy segura defensa e invencible Auxilio de los cristianos". (Encíclica "Divini Redemptoris": AAS 29, 1937, 96).

 

3. PIO XII enseñó sobre el mismo texto: "Pero ya se ha recordado especial­mente que desde el siglo II María Virgen es presentada por los Santos Padres como nueva Eva estrechamente unida al nuevo Adán, si bien sujeta a El, en aquella lucha contra el enemigo infernal, que, como preanunciado en el Protoevangelio, habría terminado con la plenísima victoria sobre el pecado y sobre la muerte, siempre unidos en los escritos del Apóstol de las Gentes". (Bula "Munificentissimus Deus": AAS 32, 1950, 768). Y de nuevo, con relación expresa para probar la Inmaculada Concepción, dice: "Y en primer lugar, ya en las sagradas Escrituras aparece el fundamento de esta doctrina cuando Dios, creador de todas las cosas, después de la lamentable caída de Adán, habla a la tentadora y seductora serpiente con estas palabras que no pocos Santos Padres y Doctores lo mismo que muchísimos y autorizados intérpretes, aplican a la Santísima Virgen: Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya... (Gen. II,15). Pero si la Santísima Virgen María, por estar manchada en el instante de su concepción con el pecado original, hubiera quedado privada de la divina gracia en algún momento, en este mismo aunque brevísimo espacio de tiempo no hubiera reinado entre Ella y la serpiente aquella sempiterna enemistad de que se habla desde la tradición primitiva hasta la definición solemne de la Inmaculada Concepción, sino que más bien hubiera habido alguna servidumbre". (Encíclica "Fulgens corona": AAS, 45, 1953, 579).

 

31.  2. Lc. 1,28.

 

María se dice llena de gracia, no de cualquier manera, sino como conviene a la Madre del Redentor y Dios. Es así que tal plenitud de gracia incluye la inmunidad del pecado original, luego María es inmune del pecado original.

 

La mayor: La palabra κεχαριτωμενη (Kejaritomene) designa por antonomasia a Aquella que ha sido colmada de abundantísima gracia. Evidentemente no se trata de la plenitud absoluta de gracia, cual la tuvo Cristo, sino de una plenitud relativa. Ahora bien, el otro término de la relación en el contexto no puede ser sino el objeto de la misma anunciación angélica que sigue inmediatamente, a saber la maternidad de Dios Redentor.

 

La menor: Conviene a la dignidad de Madre del Redentor que nunca hubiera tenido participación con los enemigos del mismo Redentor; ahora bien, a la dignidad de Dios conviene que nunca fuera opuesta a Dios. Es así que una y otra prerrogativa no se obtiene sino por la inmunidad del pecado original, luego la plenitud de la gracia encierra inmunidad del pecado original.

 

32. Nota.De este argumento habla así PIO XI: "Mas atentamente considerando los mismos Padres y escritores de la Iglesia que la Santísima Virgen había sido llamada llena de gracia, por mandato y en nombre del mismo Dios por el ángel Gabriel cuando éste le anunció la altísima dignidad de Madre de Dios, enseñaron que, con este singular y solemne saludo, jamás oído, se manifestaba que la Madre de Dios era sede de todas las gracias divinas y que estaba adornada de todos los carismas del divino Espíritu; más aún, que era como tesoro casi infinito de los mismos, y abismo inagotable, de suerte que, jamás sujeta a la maldición y partícipe juntamente con su Hijo de la bendición perpetua, mereció oír de Isabel, inspirada por el Espíritu divino: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre". (Bula "Ineffabilis Deus": CL 6,840). También PIO XII habla así: "Además, al saludar a la misma Virgen Santísima llena de gracia, o sea κεχαριτωμενη (Kejaritomene)  y bendita entre todas las mujeres, con estas palabras, tal como la tradición católica siempre las ha entendido, se indica claramente que con este singular y solemne saludo... (siguen las palabras citadas de Pío IX)". (Encíclica "Fulgens corona": AAS 45, 1953, 579). Lo que Pío IX decía que enseñaban los SS.Padres, esto mismo lo enseña Pío XII, afirmando  además que éste es el sentido de las palabras, según la tradición católica siempre las ha entendido.

 

33. Se prueba por la tradición.  El dogma de la Inmaculada Concepción no brilló siempre con igual claridad en la Iglesia. Se distinguen diversos estadios de este desarrollo histórico:

 

Primer período. De fe implícita hasta el Concilio de Éfeso. La verdad de la Inmaculada Concepción se encuentra implícitamente en la doctrina de los Padres sobre el paralelismo Eva‑María, mostrando a María como asociada al Redentor, en la destrucción de la obra del diablo; esto en los Padres Antenicenos y principalmente en S.IRENEO. Y también en las expresiones con frecuencia muy generales de María "santa", "inocente", "purísima", "intacta", "inmaculada"; así los Padres Postnicenos, y principalmente S.EFREN (R 719), S.IRENEO y otros. Finalmente en las exigencias de la vida plenamente virginal; así principalmente S.AMBROSIO (R 1314), S.AGUSTIN (R 1794) y otros.

 

34. Segundo período. Nace con las objeciones de los Pelagianos, que de la omnímoda santidad de María, comúnmente admitida por los fieles, argüían mal en pro de la falsa doctrina pelagiana. S.AGUSTIN enseñó contra ellos dos cosas que ejercieron un gran influjo en el ulterior desarrollo de la cuestión. Porque por una parte puso el principio general: "Exceptuando, pues, a la santa Virgen María, de la cual, por el honor del Señor, no quiero que haya absolutamente ninguna cuestión cuando se trata de pecados". (R 1794). Estas palabras parecen generales y el principio expresado en ellas tiene realmente aplicación también en el pecado original; pero S.Agustín trata ahí únicamente de pecados personales. En el desarrollo ulterior con frecuencia recurren a estas palabras los defensores de la piadosa sentencia. Pero por otra parte S.Agustín, defendiendo la universalidad del pecado original, no exceptuó a María, sino que quiso que Ella fuera librada de la "condición de nacer" por la "gracia de renacer". La condición de nacer lleva consigo el pecado original por la concupiscencia de la concepción activa, que según la mente agustiniana se une esencialmente con él. En el desarrollo ulterior esta concepción será más o menos común entre los teólogos hasta S.ANSELMO. De aquí proviene el que la absoluta pureza de la Madre de Dios, cuyas exigencias se estudian creciendo de día en día la profundización en ellas, sobre todo después del Concilio de Éfeso, solamente después de varios siglos culminó en la exención del pecado original.

 

35. Tercer período.  Empieza con la institución de la fiesta de la Concepción en Occidente en el siglo XII. Esta fiesta, cuyo antiquísimo testimonio en Oriente se tiene en S.Andrés Cretense, allí se propaga en los siglos VIII‑IX. En Occidente, después de una fugaz aparición en el siglo XI en Inglaterra, es instituida de modo estable allí y en Normandía en el siglo XII; desde allí en muchas iglesias de la Galia, Germania, en algunas de Italia y quizás también de España en el mismo siglo XII. Sin embargo, no sin la contradicción de algunos, principalmente de S.BERNARDO, mientras que otros defendían la fiesta de muchos modos. La oposición de S.Bernardo ejerció gran influjo en el desarrollo de la doctrina. Pero no obstante esta oposición, la fiesta se propaga por todas partes en los siglos XII‑XIV. En este tiempo sobresalen EADMERO, OSBERTO DE CLARA, NICOLAO DE S.ALBANO, los desconocidos Ps.CANTOR, Ps.ABELARDO, Ps.COMESTOR, y además los anónimos inéditos de la Santa Cruz y el Parisiense; todos los cuales, defendiendo la fiesta, bosquejan la misma doctrina con fórmulas a veces apenas claras.

 

36. Cuarto período. Se distingue por la oposición de los grandes doctores escolásticos del siglo XIII. Todos estos eximios doctores niegan la inmaculada concepción de la Virgen. De donde la fiesta, cuya legitimidad ya no se atreven a negar, la explican como fiesta de la santificación en el útero (en tiempo incierto). La dificultad principal para ellos nacía de la universalidad de la redención por Cristo, que no veían cómo armonizar con la inmaculada concepción.

 

37. Quinto período. Nace por la solución de esta dificultad propuesta primeramente por los teólogos franciscanos: Cristo, perfectísimo mediador, tuvo un acto perfectísimo de mediar respecto de María, preservándola del pecado original. Así se expresa sobre todo ESCOTO, precediéndole tal vez su maestro WARE. El influjo de Escoto fue grande no sólo en los teólogos del siglo XIV, sino también en todo el desarrollo posterior. Así, después de él, GUILLERMO NOTTINGHAM, y GUALTERIO DE CATTON; AUREOLO, BASSOLIS, S.ANDRES, HUGO DE NOVOCASTRO, FR. DE MAYRONIS, LANDULFO CARACCIOLO, PEDRO TOMAS, FRANCISCO DE MARCHIA, G.RUBIO, JUAN VITAL, PEDRO DE AQUILA de la orden de los Hermanos Menores; y de otras órdenes JUAN TAULERO y JUAN BROMIARD entre los Predicadores, JUAN BACON entre los Carmelitas, TOMAS ARGENTORATENSIS entre los Agustinos, y muchos otros. De los contrarios hay que nombrar a Cowton, Sutton, Juan de Polliaco, Juan de Neápolis, Guido Terreni, Gregorio Ariminensis, Alvaro Pelagio, y los doctores que después fueron Benedicto XII y Clemente VI.

 

A la cuestión así propugnada por bastantes teólogos, hay que añadir en el siglo XV el decreto del Concilio de Basilea (de gran importancia histórica para muchas regiones y especialmente para la Universidad Parisiense), y principalmente la intervención de SIXTO IV, desde cuya época nunca cesaron las decisiones de la Santa Sede, en tiempo oportuno y de modo prudente, hasta la misma definición dogmática, como vimos.

 

38. Sexto período. A partir de finales del siglo XV y comprende estos hechos principales:

 

a) Por parte de la piedad cristiana no sólo se celebra la fiesta en todas partes, cada día con mayor esplendor, sino que, prevaleciendo absolutamente la piadosa sentencia (las nuevas órdenes religiosas, principalmente la Compañía de Jesús, la defienden), se introduce el juramento de defenderla; voto que también emiten las ciudades y Universidades. Así, entre las Universidades: la Parisiense (1497), la Coloniense (1499), la Moguntina (1500), la Vienense (1501), la Valentina (1530), la Cesaraugustana, la Compostelana, la Complutense, la Hispalense, la Granatense, la de Osuna (1617), la de Baeza, la de Barcelona, la Panormitana, la Salmantina, la Vallisoletana (1618), la Limense, la Oscense, la Oñatense (1619), la Ingolstadiense, la Mejicana (1653), la Duacena, la Conimbricense, la Evorense (1662), la Salisburguense, la Cracoviense (1697). En el siglo XVII a este voto se le añade muchas veces la cláusula "hasta el derramamiento de sangre", que después levantó una gran oposición de Muratori. Más aún, para algunos el objeto del voto se extiende hasta la defensa de la negación o débito próximo de cualquier deuda de pecado original.

 

b) Por parte de los teólogos, quedando a salvo ya la doctrina fundamental, se discute principalmente sobre la cualificación de la piadosa sentencia, de su definibilidad, del débito próximo y remoto y de su negación.

 

39. En base a todo lo expuesto se hace el argumento de tradición: La doctrina, que en la Iglesia de tal manera por muchos siglos creció constantemente en la confesión de los fieles, siendo una doctrina que aparentemente tenía grandes dificultades por razón de otros dogmas y de otras doctrinas católicas; contra la cual tan grandes teólogos lucharon; con la cual estaba unida una fiesta y un culto, impugnados por muchos y sin embargo creciendo de día en día; y todo esto no sólo tolerándolo los Sumos Pontífices, sino fomentándolo más y más en el correr del tiempo; la doctrina, digo, provista de estos datos históricos, no puede dejar de ser revelada por Dios. Es así que tal fue la doctrina de la Inmaculada Concepción, luego es revelada. La menor es patente por lo dicho. La mayor: porque no se puede dar ninguna otra explicación suficiente de este hecho tan admirable, tomado en su conjunto.

 

40. Razón teológica. Convino que la B.Virgen María tuviese tanta inmunidad de pecado, cuanta pudo tener. Es así que pudo tener inmunidad del pecado original, luego la tuvo.

 

La mayor: a) Este principio lo admiten los teólogos, aun aquellos que negaban el privilegio de la Virgen; así S.Anselmo, S.Bernardo, S.Tomás, S.Buenaventura usan este principio. Oigamos entre todos a S.ANSELMO: "Era conveniente que aquella Virgen brillara con una pureza tal, que sea la mayor que pueda entenderse después de Dios. b) Conviene que la Madre de Dios sea santísima. Cf. S.Tomás, 3 q.27 a.4.

 

La menor: Dios pudo crear el alma de María en estado de gracia. Y no obstan:

 

a) el dogma de la universalidad del pecado original: porque de aquí se sigue que María debería haber contraído el pecado original, si estuviese abandonada a sí misma; pero no se sigue que Dios no pudiera eximirla de contraer de hecho el pecado;

 

b) el dogma de la universalidad de la redención: porque pudo ser redimida con redención preservativa;

 

c) el dogma de la redención por Cristo: porque pudo ser redimida por los méritos de Cristo, previstos ya absolutamente por Dios.

 

41. Nota. De este argumento escribe PIO IX: "Y, por cierto, era convenientísimo que brillase adornada siempre de los resplandores de la perfectísima santidad y que alcanzase un total triunfo de la antigua serpiente, enteramente inmune aun de la misma mancha de la culpa original, tan venerable Madre, a quien Dios Padre dispuso dar a su único Hijo, a quien ama como a sí mismo, engendrado como ha sido igual a sí de su corazón, de tal manera que naturalmente fuese uno y el mismo Hijo común de Dios Padre y de la Virgen, y a la que el mismo Hijo en persona determinó hacer substancialmente su Madre y de la que el Espíritu Santo quiso e hizo que fuese concebido y naciese Aquél de quien El mismo procede" (Bula "Ineffabilis": CL.6,836). PIO XII hace poco escribió: "Dios podía ciertamente, en previsión de los méritos del Redentor, adornarla de este singularísimo privilegio; no cabe pues ni pensar que no lo haya hecho. Convenía, en efecto, que la Madre del Redentor fuese lo más digna posible de El; mas no hubiera sido tal, si contaminándose con la mancha de la culpa original, aunque sólo fuese en el primer instante de su concepción, hubiera estado sujeta al tristísimo dominio de Satanás" (Encíclica "Fulgens corona": AAS 45, 1953, 581).

 

42. Escolio. De la redención de la B.María Virgen. a) Hecho. Que la B.Virgen María fue verdaderamente redimida por Cristo Nuestro Señor, expresamente lo enseña el Magisterio de la Iglesia. Así PIO XII: "Es fácil ver cómo Nuestro Señor Jesucristo ha redimido verdaderamente a su divina Madre de la manera más perfecta al preservarla Dios de toda mancha hereditaria de pecado en previsión de los méritos de El" (Encíclica "Fulgens corona": AAS 45, 1953, 581). También PIO IX había escrito: " La santísima Madre de Dios, la Virgen María, en previsión de los merecimientos de Cristo Nuestro Señor Redentor, nunca estuvo sometida al pecado original, sino que fue totalmente preservada de la mancha original, y, por consiguiente, redimida de más sublime manera" (Bula "Ineffabilis Deus": CL. 6,839). Por tanto no se puede entender de otra manera la fórmula de la definición dogmática: "en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano", que corresponde a la fórmula de la Bula "Sollicitudo": "en atención a los méritos de Jesucristo, su Hijo, Redentor del género humano"(D 1100).[1] Y en ningún modo se ha de insistir en el cambio de la palabra "Salvador" por "Redentor", ya que por las palabras antes aducidas de la bula misma, ya por la equivalencia de las fórmulas hechas por el mismo Pío IX al día siguiente de la definición dogmática.

 

De todo esto se ha de decir, que la doctrina que defiende que la B.Virgen está incluida dentro de los límites de la redención como sujeto pasivo de la misma (no sólo activo), hay que sostenerla absolutamente como implícitamente contenida en el dogma de la Inmaculada Concepción. De donde la redención de la B.Virgen o se ha de decir que es de fe, como pensamos, o al menos próxima a la fe. De aquí que PIO XII escribiera: " Y no se puede decir que por esto (es decir, por el privilegio de la Inmaculada Concepción), se aminore la redención de Cristo, como si ya no se extendiera a toda la descendencia de Adán" (Encíclica "Fulgens corona": AAS 45, 1953, 581). Con las cuales palabras se enseña expresamente que el privilegio de la Inmaculada Concepción en nada obsta a la universalidad de la redención pasiva; y de tal modo que hecha la distinción oportuna entre la universalidad del pecado original y la universalidad de la redención, aquélla se niega, y ésta se mantiene totalmente.

 

43. b) Naturaleza. Ha sido por tanto María preservada del pecado y redimida. Más aún, precisamente redimida porque preservada, como se expresa en los textos citados: "Preservada... y por tanto de modo más sublime redimida"; "en verdad haber sido redimida, porque fue preservada". Por lo cual con pleno derecho se dice que María fue redimida con redención preservativa. Redención que ciertamente es "verdadera" y "perfectísima" y "más sublime" redención.[2] Y esta redención supone la preservación no de cualquier pecado, sino del pecado original. Así expresamente lo atestiguan los textos antes alegados de Pío IX y Pío XII, luego no se explica suficientemente la redención de la B.Virgen por la preservación del pecado personal, sino que hay que sostener absolutamente que su redención conlleva verdadera preservación del pecado original.

 

De aquí se sigue que la B.Virgen se dice redimida por Jesucristo, porque en atención a los méritos de El fue preservada del pecado original, luego equivalentemente hay que decir, que hubiese contraído el pecado original si no hubiese sido preservada de él por los méritos de Cristo. Que tal es el sentido del dogma de la Inmaculada Concepción, parece que consta totalmente, ya por toda su historia, ya por la mente de la Iglesia y la concepción del pueblo cristiano.

 

44. c) Consecuencias. De aquí ya se puede deducir qué se requiere para que se dé verdadera redención preservativa. Hay ciertamente autores, que defienden que la redención preservativa se salva bien si se admite en la B.Virgen, con anterioridad a su preservación, la mera posibilidad de contraer el pecado original. De donde su redención será la preservación de tal posibilidad de pecar. Esto, sin embargo, no basta para salvar la verdad de la redención. Porque la mera posibilidad es igual respecto a una y otra parte de la contradicción. De donde tan verdadero será decir: María, si no es preservada, puede contraer el pecado original; que decir: María, si no es preservada , puede no contraer el pecado original. Luego de ninguna manera se salvará lo que hace poco decíamos, es decir, que la preservación fue tal que, si no hubiese sido preservada, ciertamente hubiese contraído el pecado original.

 

Por tanto se debe admitir cierta necesidad previa, objetiva e hipotética, de contraer el pecado original. La cual necesidad no es en verdad otra cosa que cierta consecuencia de causas, por las que hubiese surgido ciertamente el verdadero pecado original en María si no hubiese intervenido la preservación divina. Esta necesidad objetiva e hipotética, que no es nada en la persona misma de la Virgen, y por tanto no supone en Ella ninguna mancha o menor pureza, hay que asegurarla a posteriori por la verdad de su redención, la cual no parece que se salve de otra manera.

 

45. d) Cuestión acerca del débito. Con lo que hemos dicho se resuelve la cuestión bastante controvertida acerca del débito del pecado original en la B.Virgen. Pues la deuda no es sino cierta necesidad, más o menos próxima, de contraer el pecado original. Por tanto, prescindiendo de las palabras, juzgamos que hay que afirmar algún débito del pecado original, a fin de defender la redención de la B.Virgen María.

 

Esta necesidad puede concebirse de múltiples formas, según se conciba de diversos modos en la consecuencia total de las causas el signo en el que interviene la preservación. En este sentido podemos hablar de débito próximo o remoto. Pues puede defenderse que María, incluida en Adán, fue preservada del pecado original solamente en el signo en el que estaba constituida la persona de Ella; en este caso tenemos débito próximo. En cambio puede defenderse que María fue preservada de la inclusión misma en Adán; entonces tenemos débito remoto. En el primer caso se da en verdad necesidad de contracción; en el segundo, verdadera necesidad de inclusión. El primer modo de concebir parece absolutamente más apto.

 

46. Hay autores que pretenden suprimir en María todo débito, porque afirman que María no perteneció "al orden de Adán" a causa de la predestinación de Ella en Cristo y con Cristo con anterioridad a Adán. Sin embargo en esta sentencia no se ve cómo puede salvarse la redención que preserva del pecado original. En esta hipótesis no podría pensarse, no sólo en ninguna necesidad de este pecado en María, sino ni siquiera en ninguna posibilidad; a saber, quitada cualquier conexión con Adán, que no sea el puro y físico origen de naturaleza. Ahora bien, puesta esta sola conexión física, ni siquiera puede pensarse en el pecado original.

 

Articulo II

De la inmunidad de María del fomes del pecado

 

47. Con la inmunidad del pecado original está bastante unida la inmunidad del fomes del pecado, o de la concupiscencia, que, como habla el Tridentino (D 792), viene del pecado e inclina al pecado. Ahora se pregunta, por tanto, si la Virgen María fue inmune del fomes del pecado, y cómo.

 

48. Fomes del pecado se dice la inclinación al pecado, que proviene del apetito sensitivo. Es pues la concupiscencia en cuanto inclina a pecar, ya porque se anticipa a la deliberación de la razón y a la voluntad, ya porque procede contra la recta razón.

 

Se considera doblemente: a) En acto primero, a saber, el mismo apetito sensitivo, en cuanto expedito y próximamente dispuesto a hacer actos que son contra la razón; b) En acto segundo, a saber el movimiento del apetito sensitivo contrario a la recta razón.

 

El fomes en acto primero todavía se dice: a) suelto, si está próximamente expedito en orden a sus actos; b) ligado, si no puede manifestarse en actos contrarios a la razón por una remoción extrínseca de las ocasiones o denegación del concurso divino; c) extinguido, si el apetito sensitivo por su perfección intrínseca está completamente sometido a la recta razón, y por tanto no puede producir actos contrarios. De donde, hablando estrictamente, si el fomes está extinguido, en verdad no existe; pero si está ligado en la práctica de hecho no existe, aunque se pueda discutir acerca del concepto; y, si alguna vez existió, no se puede acertada­mente decir extinguido, sino nulo.

 

49. Todos los teólogos convienen en que en la Virgen María no hubo fomes del pecado en acto segundo. Convienen también, al menos desde el siglo XII, en que el fomes en Ella estaba extinguido desde el momento de la Encarnación; y esto parece bastante conforme con las expresiones con que los Padres explican la especial pureza que desde ese momento tuvo la Virgen María.

 

Pero discuten los teólogos, sobre si esta extinción del fomes sucedió únicamen­te en el momento de la Encarnación, o si se tuvo ya antes. Y la discusión se plantea así: si desde el primer instante de su concepción hasta la concepción de Cristo, el fomes estuvo en Ella únicamente ligado o completamente extinguido. Cuestión que históricamente está muy conexa con la cuestión de la Inmaculada Concepción. Porque los que negaban ésta, con más facilidad admitían que el fomes fue al principio ligado y después de la Encarnación extinguido.

 

Así pues admiten: a) el fomes únicamente ligado, S. Beda, Pascasio Radberto, Pedro Lombardo, Ricardo de San Víctor, Alejandro Halense, Sto.Tomás, S.Alberto Magno, Pedro de Tarantasia, S.Buenaventura, Egidio Romano, Durando y otros; b) el fomes extinguido, Escoto, Gabriel Biel, Tomás Argentina, Marsilio, Mayor, Suárez, Vázquez, Valencia; sentencia que siguen ahora casi todos.

 

Hubo teólogos (Vega, Sedlmayr), y hay también ahora (Hugón, Chollet, Jannota), que dicen que el fomes en María propiamente hablando no estuvo ligado o extinguido, sino simplemente excluido. Lo cual en verdad puede ser cuestión de modo de hablar, con tal que se retenga por una parte que el fomes en acto primero no existió nunca en María, y por otra parte que esto se obtuvo por un verdadero privilegio.

 

50. Ciertamente después de la definición de la Inmaculada Concepción no aparece ninguna razón de por qué desde el principio no tuviera lo que tuvo después de la concepción de Cristo. Y hay razones positivas para la existencia de aquel don en la Virgen ya desde el principio.

 

a) El honor de Cristo pedía que la carne de la Virgen, de la cual se había de formar su carne, fuese purísima y, por tanto, inmune del fomes del pecado. Es así que la misma razón prueba el que esa pureza no haya debido nunca ser manchada; luego desde el principio debió ser inmune del fomes.

 

b) El fomes del pecado es secuela del pecado original. Luego, puesto que Ella nunca tuvo pecado original, no debió tener tampoco nunca el fomes.

 

c) Esta inmunidad fue concedida desde el principio a los primeros padres. Luego no debió ser negada a la B.Virgen.

 

51. Y no vale objetar: hay otras secuelas del pecado original que los protoparentes no tuvieron antes del pecado, y que sin embargo se dieron en la Virgen, v. gr. la pasibilidad; luego lo mismo hay que decir del fomes. Porque las otras penalidades de la vida no son imperfecciones morales y, por tanto, pudieron existir en la Virgen y en el mismo Cristo Nuestro Señor; pero el fomes del pecado es imperfección moral, en cuanto que inclina al pecado.

 

52. Luego las pasiones, en la B.Virgen, no fueron como son en nosotros, sino más bien como fueron en Cristo; de lo cual trata Sto. Tomás, 3 q.15 a.4.

 

53. Con esta ocasión se puede preguntar en qué estado de naturaleza fue concebida la B.Virgen. A saber, si a Ella le fue concedido el estado de justicia original, o no. Y ciertamente, admitida la inmunidad del pecado original y del fomes del pecado, toda la cuestión es acerca de los dones de impasibilidad e inmortalidad.

 

La primera sentencia es la de los teólogos que afirman que la B.Virgen tuvo esos dones, pero que renunció a ellos o desde el primer momento, o al menos desde el tiempo de la concepción de Cristo. Así Vega, Baeza, Sedlmayr, Janssens, Lepicier, Alastruey, a lo que parece Roschini, Bover. La plenitud del estado de justicia original ya la habían concedido a la B.Virgen en el siglo XIV los conocidísimos teólogos bizantinos Gregorio Palamas, Isidoro Glabas y Nicolás Cabasilas, oponiéndose Escolario.

 

La otra sentencia defiende que la B.Virgen careció de aquellos dones, no ciertamente por el pecado (que en ninguna manera había contraído), sino porque agradó a Dios con sapientísima determinación que Ella en estas cosas padeciese la necesidad de la naturaleza. Así Suárez, Terrien, Hugón, Campana, Merkelbach, Garrigou‑Lagrange.

 

54. A nosotros ciertamente esta segunda sentencia nos parece más verdadera. Porque el estado concedido a la B.Virgen no se da en virtud de la primera elevación (porque tuvo débito de pecar), sino en virtud de la nueva y especial elevación (pues fue redimida por Cristo). Cuál, pues, fue esa peculiar elevación, hay que estudiarlo por separado. Porque consta que ella suponía la máxima gracia santificante inicial y la inmunidad de la concupiscencia. Pero por otra parte consta de hecho que la B.Virgen fue pasible y mortal; lo cual, puesto que se encuentra en la condición misma de la naturaleza, no hay que pensar que haya que buscarlo en otra parte, si no se prueba ciertamente. De donde más bien se ha de concluir que esta necesidad natural permaneció en la B.Virgen. La razón de lo cual, por otra parte muy adecuada, aparece en la función de Corredentora. De aquí que lo que en nosotros es natural, pero también pena del pecado, en la B.Virgen es natural, pero obra de la determinación divina para realizar la redención. De donde se sigue que la B.Virgen ni estuvo en el estado de justicia original, ni en el estado de naturaleza caída y reparada, sino en un estado completamente singular y propio.

 

Articulo   III

De la inmunidad de María de pecado personal

 

55. La inmunidad, del pecado, que lleva consigo la maternidad del Redentor, no se reduce al pecado original, sino que se extiende también a cualquier pecado personal. Y como del pecado mortal es suficiente claro por sí mismo, vamos a tratar de la inmunidad del pecado venial, que es cierto privilegio especial de la B.Virgen.

 

TESIS 3. LA B.VIRGEN MARÍA EN TODA SU VIDA POR ESPECIAL PRIVILEGIO DE DIOS FUE INMUNE DE CUALQUIER PECADO VENIAL.

 

56. Nexo. La preparación perfecta de la Madre del Redentor conlleva completa pureza. Así pues, después de que hemos visto su inmunidad del pecado original, con la cual se une la inmunidad del fomes del pecado, hay que probar ahora su inmunidad de cualquier pecado personal. Y siendo suficientemente claro que la B.María careció de todo pecado mortal, la cuestión ha de versar especialmente sobre su inmunidad de cualquier pecado venial; la cual si se da en la B.Virgen (como se da en realidad) constituye en Ella un especial privilegio.

 

57. Nociones. PECADO VENIAL es un acto humano moralmente malo, que no destruye la habitual conversión del alma a Dios por la caridad, el cual sin embargo no se puede referir a Dios.

 

CUALQUIER PECADO VENIAL, a saber, tanto deliberado como subrepticio. En la tesis prescindimos de las imperfecciones positivas que no sean pecados veniales. De esta cuestión trataremos después.

 

EN TODA SU VIDA, no sólo durante largo tiempo.

 

POR ESPECIAL PRIVILEGIO DE DIOS: porque es de fe (D 833) que el hombre justo no puede evitar todos los pecados veniales durante toda la vida. Si pues María los evitó todos, debió hacerse para Ella alguna excepción de tal ley. De aquí el privilegio. Y se dice especial privilegio porque rarísima vez se concede; más aún, no consta que se haya concedido a otra persona, al menos con esta amplitud.

 

58. Adversarios. Los protestantes antiguos y más recientes, que acusan en muchas cosas a María. TURMEL admitió que la doctrina tradicional hasta el siglo XIII admitió pecados en la B.Virgen.

 

59. Doctrina de la Iglesia.    a) Concilio tridentino s.6 cn.23 (D 833), donde se define la fe de la Iglesia acerca de este privilegio.

 

b) S. PIO V contra Bayo, proposición 73 (D 1073).

 

c) PIO IX: "Por lo cual tan maravillosamente la colmó de la abundancia de todos los celestiales carismas, sacada del tesoro de la divinidad, muy por encima de todos los ángeles y santos, que Ella absolutamente siempre libre de toda mancha de pecado y toda hermosa y perfecta, manifestase tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios" (Bula "Ineffabilis": CL 6,836).

 

d) PIO XII: "Ella fue la que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo..." (Encíclica "Mystici Corporis": AAS 35, 1943, 247).

 

Valor dogmático.   De fe divina y católica definida en el Tridentino.

 

60. Se prueba por la sagrada Escritura. Se dice que María habrá de tener perpetuas enemistades con el demonio (Gen 3,15) y que es llena de gracia (Lc 1,28). Es así que ni lo uno ni lo otro podría decirse si hubiera tenido algún pecado aun mínimo; lego no tuvo ningún pecado, por muy pequeño que hubiera sido.

 

61. Se prueba por la tradición.  a) Esta verdad al principio se contiene implícita en las expresiones de los Padres, en las que María es llamada purísima, inocentísi­ma; se compara con la Iglesia y una y otra se dice que son sin arruga, sin mancha, etc. Se hace más explícita ya desde el siglo IV: S.EFREN (R 719), S.AMBROSIO (R 1314), S.AGUSTIN (R 1794), S.ATANASIO. Fragm. comment.in Lc: MG 27,1391.

 

b) Se dan sin embargo algunas vacilaciones de los Padres de los siglos III y IV. La principal de las cuales ocurre por la falsa interpretación de la profecía de Simeón, como si la espada preanunciada hubiese significado dudas y escándalo de María en la pasión de Cristo. Esta interpretación, cuyo autor es ORIGENES (En Lc hom.17: MG 13,1845), duró por algún tiempo en algunos escritores. Sin embargo, en sus expresiones, aunque muy duras, no siempre aparece con claridad su mente sobre algún pecado de María. Hay otros textos de algunos Padres acerca de alguna intempestiva prisa de María o vanidad en Jn 2,3s y Mt 12,46‑48, como S.IRENEO, TERTULIANO, S.CRISOSTOMO, SEVERIANO GABALENSE. También en estas expresiones no siempre es claro que los Padres hubiesen encontrado pecado en María.

 

62. c) Después no se da en los teólogos ninguna discusión. Algunos textos: S.ANSELMO: "Era conveniente que aquella Virgen brillara con una pureza, mayor que la cual ninguna se puede entender después de la de Dios; a quien Dios Padre de tal manera disponía dar a su único Hijo, al que engendrado de su corazón, igual a Sí mismo le amaba como a Sí mismo, que fuese naturalmen­te uno y el mismo Hijo común del Padre y de la Virgen". EADMERO: "Nadie duda, que su castísimo cuerpo y santísima alma fue completamente libre de toda mancha de pecado, protegida por la constante custodia de los ángeles, como una aula, que Dios creador suyo y de todas las cosas la había de habitar corporalmente, y de la cual había de tomar al hombre en la unidad de su persona con una inefable operación". GODOFREDO ADMONTENSE: "Porque Ella era aquella noble tierra, que completa­mente cubría aquella nube y por todas partes la llenaba de su sombra para que no la tocara... mancha de culpa actual". S.BERNARDO: "Yo pienso que la más copiosa bendición de santificación descendió sobre Ella de forma que no sólo santificase su nacimiento, sino que también custodiase después toda su vida inmune de todo pecado; lo cual posteriormente a nadie de entre los nacidos de mujer se cree que haya sido concedido". RICARDO DE SAN VICTOR: "La B.Virgen María fue toda hermosa..., y salida del útero no cometió nunca ningún pecado ni mortal ni venial". HERVEO BURDIGALENSE: "Así pues todos han muerto en los pecados, sin ninguna excepción, menos la Madre de Dios, ya en los originales, ya también en los añadidos con la voluntad, bien ignorándolo bien a sabiendas y no haciendo lo que es justo". ALANO DE INSULIS: "Mancha no hay en Ti venial o criminal, porque creemos que ningún pecado hubo en la Virgen ni antes ni después de su concepción.

 

d) La purificación de María en el momento de la Encarnación, de la que hablan algunos Padres, quizá haya que entenderla de la plena liberación del fomes del pecado, como se habla en algunos autores posteriores.

 

63. Razón teológica. a) A la Madre de Dios le conviene la suma pureza. Luego la inmunidad de cualquier pecado, aun levísimo. Si esto vale acerca del pecado original, con más razón vale del pecado personal.

 

b) La principal fuente de los pecados veniales es el fomes del pecado. Es así que el fomes, aun en acto primero, fue extinguido (o al menos ligado), luego María no tuvo pecado venial.

 

64. Objeciones. 1. En Lc 1,34 aparece María incrédula al preguntar al ángel cómo será esto. Así los antiguos protestantes y recientemente Harnack.[3]

 

        Respuesta. Ciertamente no hubo ninguna incredulidad ya que se alaba la fe de la Virgen por Isabel llena del Espíritu Santo (Lc 1,45); sino que, como dice S.Agustín, "estaba cierta de que había de suceder; pero preguntaba el modo cómo había de ser".

 

2. En Lc 2,43‑50 María aparece negligente al perder a Jesús, demasiado ansiosa e impaciente al buscarlo; por lo que es reprendida por Jesús. Así los antiguos protestantes.

 

        Respuesta. No hubo ninguna negligencia puesto que pensaba rectamente que El estaba "en la caravana"; tampoco hubo ninguna impaciencia o demasiada ansiedad, ya que las palabras de María al Hijo no son de reprensión o corrección alguna, "sino de cierta admiración que procedía del maternal y ternísimo afecto y confianza hacia el Hijo" (Toledo, In Lc 2,48). Finalmente las palabras de Cristo "no son de reprensión, sino de cierta instrucción, consolación y defensa" (Toledo, In Lc 2,49).

 

65. 3.  En Jn 2,3s aparecen indicios de inoportunidad, vanidad y ostentación; por lo que es corregida por Jesús. Así de nuevo los protestantes antiguos.

 

        Respuesta. En estas palabras de María nada ciertamente aparece que no esté lleno de caridad hacia los esposos, de modestia y confianza en el Hijo. Y las palabras de Cristo en ninguna manera se pueden entender como que entrañen reprensión, ya que enseguida obró el milagro. Por lo demás se explica de diversos modos cómo haya que entenderlas positivamente.

 

4. En Mt 12,46s de nuevo se tienen indicios de ambición e inoportunidad. Así los antiguos protestantes.

 

        Respuesta.  Completamente se han de negar tales indicios, que se inventan totalmente los herejes. El diverso modo como pensaban de Jesús su Madre y sus parientes aparece en Mc 3,21, donde nada se dice de María.

 

66.  5. Antes se han citado los diversos lugares de los Santos Padres que pueden objetarse. Acerca de estos textos, hay que notar que en muchos de ellos se puede dar una interpretación benigna, ya que no se ve de modo suficiente que los Padres entendiesen como deliberadas y voluntarias aquella inoportunidad o también aquella duda. En otros, aunque tal interpretación difícilmente pueda tener lugar, no se da coherencia entre estas expresiones y otras en las que ponen de relieve la preclara pureza de María. Finalmente algunos lugares no se pueden salvar.

 

67. Escolio 1. Todo lo que se ha dicho de la inmunidad del pecado venial, con el mismo derecho valen acerca de la inmunidad de la imperfección positiva, en la sentencia más probable de aquellos que hacen distinción entre la imperfección positiva y el pecado venial. Porque sin duda mayor pureza es la carencia de estas imperfecciones, la cual la desean y procuran los varones espirituales; las cuales imperfecciones en su mayor parte provienen del fomes del pecado.

 

68. Escolio 2. De la impecabilidad. Hemos hablado hasta aquí de la impecancia; porque vimos que la B.Virgen nunca pecó de hecho, ni siquiera venialmente. Pero hay que investigar más, si al menos pudo pecar o no. Este es el problema de la impecabilidad, que está muy unido con los precedentes.

 

Impecabilidad quiere decir imposibilidad de pecar, o indefectibilidad en el orden moral. En nuestro caso es claro que no tratamos de impecabilidad natural, que es propia sólo de Dios. Pero tampoco tratamos de impecabilidad meramente accidental que es extrínseca a la voluntad y a la persona. Tratamos pues de cierta impecabilidad personal semejante a la impecabilidad de Cristo. Porque en Cristo la impecabilidad se tiene por la misma unión hipostática; en cambio en María se tiene por su maternidad divina. Así pues, como Cristo es constituido verdaderamen­te impecable por la unión hipostática, así María es constituida verdaderamente impecable por el hecho mismo de ser elegida para Madre del Redentor. Es claro que hay una diferencia grande en la incompatibilidad que existe entre la unión hipostática y el pecado por una parte, y entre la maternidad del Redentor y el pecado por otra. Sin embargo, hecha esta distinción, la impecabilidad de María se puede decir intrínseca. Porque el pecado es incompatible verdaderamente con Ella por ser la Madre del Dios Redentor.

 

De aquí también es patente que esta impecabilidad se da en la Virgen no sólo desde el tiempo de la Encarnación, sino desde su concepción. Lo cual es verdad, aunque ha sido negado por algunos grandes Doctores (coherentemente con su sentencia de la santificación en el útero y de la ligadura del fomes), ahora, después de definido el dogma de la Inmaculada Concepción, parece que no se puede negar. Por eso todos admiten ahora el hecho de la impecabilidad de María desde el principio.

 

De aquí que también se ha de decir que la impecabilidad de María es antecedente, no solamente consiguiente. A saber, María no sólo es impecable porque Dios previó que Ella de hecho nunca había de pecar, sino con prioridad a esta previsión divina, por su constitución para Madre del Redentor. Esto sin embargo, de tal manera se ha de entender que se salve la libertad, la cual no la salvaron suficientemente algunos autores antiguos, principalmente los Nominalistas.

 

El modo pues, con el que la impecabilidad de María se ponía en acto, no es la visión beatífica (que no la tenía habitualmente la Virgen), sino que fue por una parte la extinción del fomes, y de otra parte la especialísima providencia de Dios, ya externa quitando las ocasiones de pecado, ya interna fortaleciéndola y confirmándola en el bien por la plenitud de la gracia.

 

Articulo IV

De la santidad positiva y plenitud de gracia de María

 

69. Vimos el elemento más negativo en la suma pureza de la B.Virgen María. Con este elemento se unía (y no podía ser de otra manera en este orden) el elemento más positivo: a saber la B.Virgen no sólo era inmune de toda mancha de pecado o imperfección positiva, sino también toda hermosa y perfecta, colmada maravillo­samente de la abundancia de todos los celestes crismas, llena de inocencia y santidad, como se expresa Pío IX (antes, n.59). Porque todas estas prerrogativas convenían a la Madre del Redentor, y con todos estos dones era preparada por Dios para aquella función. De esta santidad vamos a tratar ya.

 

Y ciertamente dijimos antes, que la B.Virgen por el mismo hecho de que fue concebida inmune del pecado original, fue adornada de la gracia santificante desde el primer momento de su concepción; y que por el mismo hecho de que nunca pecó, más aún era impecable, nunca perdió esa gracia. Pero cuando hablamos de gracia, designamos con este nombre todo el organismo sobrenatural para vivir la vida divina; el cual organismo, según enseña León XIII (Encíclica "Divinum illud munus": ASS 29,652‑654), consta de la gracia santificante como nueva naturaleza, de las virtudes infusas como nuevas facultades de vida, de los dones del Espíritu Santo, como hábitos con los que el alma, dócil a los impulsos del Espíritu Santo los secunda con más facilidad y prontitud.

 

Luego todas las prerrogativas se dieron en verdad en la B.Virgen de cierto modo perfecto, como convenía a la digna Madre del Redentor. Pero ahora no vamos a tratar de cada una, sino sólo de aquéllas en las que se encuentre algo especialmente digno de tenerse en cuenta.

 

70. En la B.Virgen se da en primer lugar la plenitud de la gracia; lo cual, así en general, pertenece a la fe, ya que con este título fue expresamente saludada por el ángel (Lc 1,28). Esto ciertamente vale inmediata­mente del momento en que fue hecha Madre de Dios Redentor. Más aún, lo mismo hay que decir desde el principio de su concepción, ya que la causa de su santidad no es la maternidad divina como forma física santificante, sino como cierta dignidad moral que exige la santidad en Aquélla, que ya es o está destinada para ser Madre de Dios.

 

Esta plenitud de gracia sin duda no se ha de entender absoluta, sino relativa, porque no se trata de la plenitud de gracia, que se exija por la unión hipostática. Más aún, tampoco se puede entender tal plenitud de gracia en María, que por su perfección misma y cantidad no pudiera crecer absolutamente. Luego se designa con esta plenitud relativa cierta abundancia de gracia, y ciertamente tanta cuanta se requiere para recibir dignamente la sublime función de la maternidad del Redentor. Ahora bien, como esta función es más excelsa que todas las otras, excepto las funciones de Cristo, más aún, se acerca muy entrañable­mente a las funciones del mismo Cristo, María recibió la plenitud de la gracia sobre todos excepto Cristo, y se acerca con plenitud de gracia al mismo Cristo, cuanto puede una pura creatura.

 

71. Pero en la explicación de este cúmulo de gracias mucho trabajaron los teólogos de los siglos XVI y XVII, cuya doctrina vino a seguir este desarrollo:

 

a) El principio se ha de tomar de las palabras de Sto.Tomás, en las que se recogen los dichos de los Santos Padres: "La B.Virgen María estuvo cerquísima de Cristo según la humanidad; porque de Ella recibió la naturaleza humana, y por tanto, debió tener de Cristo la plenitud de gracia mayor que todos los demás" (S.Tomás, 3 q.27 a.5). En estas palabras se contiene la comparación entre la gracia inicial de María y la gracia de los demás. Por estos demás entiende Cayetano solamente los hombres, no los ángeles. Medina extiende también la comparación a los ángeles, y después de él Suárez, explicándola doctamente y asegurando que esto se puede creer pía y verosímilmente. En este estadio del desarrollo la gracia inicial de María se dice mayor que la gracia final de cualquier ángel u hombre. Esta tesis agradó después a todos los autores y es hoy sentencia común y cierta de los teólogos.

 

b) Y al mismo tiempo añadió Suárez, que la gracia final de la Virgen probablemente es mayor que la gracia final de todos los ángeles y hombres considerados colectivamente. Esto al principio parece que no agradó a todos; pero allí se contenían los gérmenes del siguiente desarrollo.

 

c) Mientras tanto los teólogos avanzaron más adelante asegurando que la gracia de la Virgen fue mayor que la gracia final de todos los ángeles y hombres colectivamente, en el tiempo de la concepción de Cristo. Así ya Valencia y Novato.

 

d) Más aún, que la gracia inicial de la Virgen es mayor que la gracia final de los ángeles y hombres colectivamente, lo aseguraron en una disputa pública en Valladolid el año 1649 los PP.Franciscanos. Esto ya lo había defendido el año 1641 B. de los Ríos. Más aún, como refiere Alva y Astorga, hacia el año 1616 los Franciscanos Complutenses defendieron "que en el instante de la Concepción tuvo mayor gracia que todos los bienaventurados, aun colectivamente". Y después Vega, De Rhodes, Contenson, C. del Moral, S.Alfonso María de Ligorio, y después otros muchos, como Sedlmayr, Baudrand, etc. Ahora esta sentencia se hace más común entre los teólogos; así Lahitton, Garrigou‑Lagrange, Janssens, Hugón, Campana, Neubert, Tanquerey, Muncunill, Alastruey, Ravagnan, Roschini; negándola Terrien, Lepicier y recientemente Baudiment, a los que había precedido Teófilo Raynaldo. Esta sentencia es piadosa y se puede sostener firmemente, ya por la autoridad extrínseca de los teólogos que la defienden, ya por la dignidad supereminente de la maternidad divina, a la cual ciertamente parece convenir.

 

72. Y ciertamente parecen suponer esta sentencia las palabras de los Sumos Pontífices que siguen:

 

PIO IX: "Eligió y señaló desde el principio y antes de los tiempos una Madre, para que su Unigénito Hijo, hecho carne de Ella, naciese en la dichosa plenitud de los tiempos, y en tanto grado la amó por encima de todas las creaturas que en Ella sola se complació con señaladísima benevolencia. Por lo cual tan maravillosamente La colmó de la abundancia de todos los carismas celestiales, sacada del tesoro de la divinidad, muy por encima de todos los ángeles y santos, que Ella absolutamente siempre libre de toda mancha de pecado y toda hermosa y perfecta, manifestase tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de la de Dios y la cual nadie puede imaginar fuera de Dios" (Bula "Ineffabilis": CL 6,836).

 

LEON XIII: "Viniendo constantemente en nuestro auxilio, haciéndonos partícipes de la plenitud de la gracia de Dios, que recibió desde el principio, con el fin de ser digna de ser su Madre. Esta superabundancia de la gracia, que es el más eminente de los privilegios de la Virgen, la eleva sobre todos los hombres y todos los ángeles, aproximándola a Cristo más que todas las creaturas" (Encíclica "Magnae Dei Matris": AAS 25,141).

 

PIO XII: "La Virgen Madre de Dios, cuya alma santísima fue, más que todas las demás, creada por Dios, llena del Espíritu divino de Jesucristo, haga eficaces, venerables hermanos, estos nuestros deseos y nos alcance a todos un sincero amor a la Iglesia" (Encíclica "Mystici Corporis": AAS 35 (1943, 347).

 

Por esto también es patente que la razón teológica en pro de esta doctrina se encuentra en la maternidad de María, ya en cuanto que es Madre de Dios, ya en cuanto que es Madre del Redentor, asociada a El en la obra de la redención.

 

73. Sin embargo, esta plenitud de gracia, que vimos que era tan excelente ya desde el principio, de ninguna manera excluye el aumento de la misma gracia en la B.Virgen. Porque Ella fue viadora, y solamente viadora en su vida mortal. De donde así como sus obras eran perfectísimas, así recibía un continuo aumento de gracia en su alma, ya que en esto no estaba en peor condición que los demás justos; más aún, por muchas causas estaba en mejor condición.

 

El aumento de la gracia se daba en la Virgen ya ex opere operato (principalmente por el sacramento de la Eucaristía, después de la muerte y pasión de Cristo), ya ex opere operantis; y realmente en una medida, que apenas podemos sospechar. Porque como el mérito de nuestras obras crece por el influjo de la caridad, hay que poner un mérito totalmente mayor en las obras de la Virgen, cuya caridad era tan perfecta; añádase que Ella no puso ningún impedimento a este continuo aumento de gracia, ya que carecía de todos los pecados e imperfecciones, y también del fomes mismo de la concupiscencia­. Además parece que hay que sostener que la gracia creció en la Virgen después de la Encarnación también por el contacto físico e íntimo con Cristo, principalmente cuando lo concibió, lo llevó en el seno virginal, lo dio a luz, lo amamantó. Porque Cristo Nuestro Señor es fuente de toda gracia; de donde apenas se puede concebir tan familiar e íntima unión con Cristo, sin aumento de santidad y de gracia. En este continuo aumento de gracia es claro que la B.Virgen alcanzó el culmen de la vida mística.

 

74. El aumento de gracia por las obras meritorias se une con la cuestión acerca de cuándo merecía, o sea con qué actos merecía la B.Virgen. Y ciertamente, presuponiendo que Ella mereció realmente a lo largo de todo el tiempo de su vida (aunque haya habido teólogos alguna vez, que le negaron a Ella, sin razón, la posibilidad de merecer después de la concepción de Cristo), la cuestión es doble:

 

a) Si mereció desde el primer momento de la concepción.  Es cierto que Ella no mereció desde el primer instante de su concepción, si Dios no le dio desde el principio el uso de la razón y del libre albedrío. Así pues, esto es lo que se pregunta en concreto. Y ciertamente la sentencia que afirma el uso de razón de la B.Virgen en el primer instante de la concepción, que insinuada ya por algunos autores en el siglo XIV la enseña principalmente en el siglo XV S.Bernardino de Siena, es realmente común desde el siglo XVI hasta nuestros tiempos; aunque haya algunos teólogos que, admitiendo el uso de razón en el primer instante de la concepción, lo entienden exclusivamente (a saber, piensan que ese privilegio no perduró en la B.Virgen). Este privilegio de la Virgen lo negaron Gerson, Muratori, Pohle‑Gierens y P.Synave, cuya negación no puede debilitar el peso de la sentencia más común. Por tanto, la sentencia afirmativa es piadosa y probable, no sólo por la autoridad de los teólogos sino también por su interna congruencia, sobre todo si se admite el acelerado uso de la razón en la santificación de san Juan Bautista; de lo cual, sin embargo, se discute. Admitido el uso de razón en el primer instante de la concepción, defienden comúnmente los teólogos, en contra de Soto y de Belluto, que Ella con sus propios actos sobrenaturales se dispuso en orden a la primera santificación.

 

b) Si mereció continuamente en todos los actos de su vida. Esta cuestión también es doble, según se trate solamente del tiempo de la vigilia, o también del tiempo del sueño. En el primer sentido la sentencia afirmativa es bastante común entre los teólogos, y Suárez dice que es cierta. En el segundo sentido, no faltaron teólogos que la afirmaron, como S.Bernardino, Dionisio Cartusiano, S.Pedro Canisio, Suárez, Rhodes, Contenson, S.Francisco de Sales, Vega, S.Alfonso María de Ligorio, Terrien, Hugón, Alastruey, Roschini y otros; y en este sentido dice Suárez que esta sentencia es verosímil; sin embargo, hay que hacer notar que en tanto se puede afirmar el mérito de la Virgen en el tiempo de sueño, en cuanto que se supone que hubo en Ella ciencia infusa permanente. Esta ciencia infusa permanente se la atribuyen a la Virgen todos los teólogos que afirman que Ella tuvo uso de razón desde su concepción. Sin embargo en nuestro tiempo lo contradicen Lepicier, Van Noort, Campana, Merkelbach y otros.

 

Articulo V

Del matrimonio virginal de María

 

75. Después de haber tratado de la preparación del alma de María para el cargo de la maternidad del Redentor (en esta ocasión hablamos también de la plenitud de gracia de María durante todo el tiempo de su vida), queda el que tratemos algo de la preparación cuasi social, con la que Dios la dispuso para la maternidad. Porque en el designio de Dios la maternidad de Dios debía ser maternidad virginal, como la que más convenía a Dios; en qué sentido, se ha de investigar después. Pero por otra parte este milagro de la virginidad debía entretanto permanecer oculto. Por ello, por una parte María debía de ser inclinada por Dios a la virginidad, aunque las mujeres judías pensasen lo contrario; pero por otra parte se había de instituir un verdadero matrimonio, del cual se pensase que Cristo era el fruto natural, aunque en realidad fuese un fruto sobrenatural y virginal. Aquella eficaz inclinación en el alma de María condujo al propósito, más aún, el voto de virginidad; este matrimonio era un verdadero matrimonio existente entre María y José. Finalmente había que asociar convenientemente una y otra realidad.

 

76. Del voto de virginidad. a) Que la B.Virgen María consagró a Dios de modo estable su virginidad, y por tanto que emitió voto de virginidad, es cierto en teología por el consentimiento de los teólogos ya desde el siglo XII, aunque se opongan algunos en nuestros tiempos.

 

El primero en enseñar esta doctrina expresamente es S.Agustín, bajo cuya luz y posterior unanimidad de los doctores se han de entender los más antiguos textos de S.Jerónimo, S.Ambrosio, S.Gregorio Niceno, S.Atanasio y otros que proponen a la B.Virgen como ejemplo de las vírgenes, o que destacan el firme propósito virginal de María; más aún, la misma fiesta de la Presentación de la B.Virgen María, que ya desde el siglo VI se celebraba en Jerusalén, se ha de interpretar bajo esta misma luz. En la Edad Media enseñan esta doctrina S.Beda, Radulfo Ardente, S.Anselmo, Eadmero, Ruperto Tuitiense, Hugo Victorino, S.Bernardo, Ernaldo Bonaevallense, Arnulfo Lexoviense, Pedro Lombardo y después todos los doctores. Desde ese tiempo hasta nuestros días se ha hecho doctrina completa­mente común de todos los teólogos.

 

El fundamento de esta doctrina se ha de encontrar en la también común exposición de la respuesta de la Virgen María: ")Cómo se ha de hacer esto, puesto que no conozco varón?" (Lc 1,34). "Lo cual ciertamente no lo diría, si antes no se hubiese prometido con voto virgen a Dios", como dice S.Agustín. Porque es claro por todo el contexto que estas palabras se han de entender del futuro, no del presente. Porque como dice S.Agustín, "si dispusiera del conocimiento no se admiraría". Y no se puede explicar la respuesta de la Virgen por el hecho de que como sólo estaba desposada, y todavía no unida por el matrimonio, no pudiera según las costumbres judaicas consumar el matrimonio. Como si dijere: )Cómo ha de ser esto ahora, como mandas, ya que no conozco varón ni puedo ahora conocerlo? Tal explicación, aunque fuera posible, sin embargo no es necesaria, ni ciertamente tradicional; más aún, supone que la B.Virgen en el momento de la Anunciación todavía no era verdadera esposa de S.José, lo cual se dice sin probabilidad, como enseguida veremos. Por lo demás hubiese sido totalmente inadecuada tal respuesta de la Virgen al Ángel que le anunciaba la voluntad de Dios y que así derogaba las tradiciones meramente humanas.

 

Lo que se dice en contrario no tiene ningún valor. Porque aunque la perpetua consagración de la virginidad no hubiera estado en uso en aquel tiempo (lo cual ciertamente ahora hay que ser cautos en afirmarlo), sin embargo, la inspiración del Espíritu Santo, por cuya familiar inspiración María prometió virginidad (S.To. 3 q.29 a.1) no puede ser limitada por estas leyes humanas. Y cuando se pone como dificultad que el deseo de la virginidad no tuvo origen sino por Cristo, se echa en olvido que el voto de María tuvo origen por la previsión de los méritos del mismo Cristo y por divina inspiración.

 

Y si se añade que la B.Virgen llevó una vida corriente y en todo común, no singular, como sería una vida de virginidad consagrada, convendrá recordar que su perfección interior no era corriente, sino excelsa en grado sumo.

 

b) Entre los teólogos, principalmente por el influjo de los Canonistas de la Edad Media, hubo un largo debate acerca de la naturaleza de este voto de virginidad emitido por María. En efecto muchos teólogos, como S.Tomás (4 d.30 q.2 a.1) afirmaron que este voto fue condicionado; otros, por el contrario, como S.Buenaventura, defendieron el voto absoluto. Hoy esta última sentencia es más común y probable.

 

c) Se discute también acerca del tiempo en que fue emitido el voto de virginidad por la B.Virgen María. Ciertamente hay que admitir, por lo dicho, que ciertamente fue emitido antes de la Anunciación, pues de otra manera la respuesta de la Virgen no tendría sentido. Una ulterior determinación del tiempo apenas puede hacerse, aunque hay muchos teólogos que sitúan la emisión del voto en el momento mismo de la concepción, supuesta la concesión del uso de razón a María en ese momento; lo cual se dice en verdad piadosa y razonablemente.

 

77. Del matrimonio de María y José. a) Que existió verdadero matrimonio entre María y José, fue negado por Juliano Eclanense. También muchos canonistas de la Edad Media hablaron con menos precisión, por no haber sido siempre la doctrina de la esencia del matrimonio plenamente conocida. Más aún, en tiempo todavía reciente lo negó Freisen, el cual sin embargo retractó después su sentencia. Es sin embargo doctrina cierta en teología, por el consentimiento de los teólogos; la cual también la enseña León XIII: "Y sin embargo, también intervino entre José y la Virgen beatísima vínculo conyugal... Por lo cual, si Dios dio a María un esposo, le dio ciertamente no sólo un compañero de vida, un testigo de su virginidad, un tutor de su honestidad, sino que también le hizo partícipe de su excelsa dignidad con la alianza conyugal misma" (Encíclica "Quamquam pluries": ASS 22,66). El fundamento se toma de Mt 1,16‑2O, donde María es llamada cónyuge y José marido de Ella; perícopa que de otra manera no tiene sentido. Esto lo defienden también, si prescindimos de vacilaciones en la terminología, los Santos Padres, que insisten mucho en la sabiduría del designio divino, que hace que nazca Cristo de María desposada. Las razones de los Padres las expone precisamente S.Tomás, 3 q.29 a.1.

 

b) La cuestión del tiempo en que se contrajo este matrimonio, es muy compleja por el diverso modo de hablar. Unos ciertamente sostienen que el matrimonio judaico constaba de dos momentos; de los cuales el primero de tal manera era una incoación de matrimonio, que se acercaba más a nuestro matrimonio rato que a nuestros esponsales; porque de él se derivaban muchos de los efectos del verdadero matrimonio; otro era la conducción de la esposa a la casa del esposo, con lo que se completaba el matrimonio. Según esta sentencia se designan en el Evangelio estos dos momentos: El primero, "como estuviese desposada" (μνηστευθεισης); el segundo "antes de empezar a estar juntos" (συνελθειν). De donde, según esta sentencia, María en la Anunciación era ya verdadera mujer de S.José, aunque aún no había entrado en la casa del marido. Así Holzmeister, Perella y otros.

 

Otros defienden, supuestos estos dos momentos del matrimonio judaico, que no había verdadero matrimonio sino después de llevar a la esposa a la casa del esposo. De donde, según esta sentencia, María en la Anunciación era ciertamente esposa, pero todavía no era mujer de S.José. Fue hecha mujer después del anuncio del ángel (Mt 1,24). Así Vosté.

 

Otros finalmente sostienen que María verdadera y plenamente celebró las nupcias con S.José, y que empezó a cohabitar con él ya antes de la Anunciación, pero como es claro, virginalmente. El aviso del ángel únicamente hace que la retenga, o asuma de nuevo, a la que ya en su ánimo había dejado. Así Henze, Frangipane. La primera sentencia parece más probable.

 

78. Matrimonio virginal. De lo que hemos dicho hasta ahora, surge la dificultad de armonizar un verdadero matrimonio con un voto antecedente de virginidad, y ciertamente absoluto. Dificultad que puede plantearse así: cuál fue el objeto inmediato de este consentimiento matrimonial. Porque si se trata de verdadero matrimonio, el objeto del consentimiento parece que fue el derecho al cuerpo; y admitido esto, no parece cómo puede permanecer intacto el voto de virginidad.

 

Luego hay que decir que el objeto de este consentimiento fue realmente el derecho al cuerpo, precisamente porque fue verdadero matrimonio; de tal manera sin embargo que simultáneamente se diera la condición de no usar de este derecho. Pero esta condición en este caso parece que pasó a verdadera obligación, contraída simultáneamente con el derecho adquirido al cuerpo. La cual obligación no nacía en verdad de la virtud de la justicia (porque así se daría verdadera contradicción en este consentimiento y contrato), sino de la virtud de la religión y de la fidelidad. Así parece que se puede explicar el matrimonio virginal.

 

Acerca de lo cual escribe muy bien Billot: "Este singular matrimonio sobresale con mucho por encima de todos los otros matrimonios. Porque el matrimonio, en su primera institución de alguna manera preanunció el futuro misterio del Verbo encarnado; los matrimonios del Nuevo Testamento lo imitan como el origen a su ejemplar. Pero el matrimonio de los padres de Cristo recibió al mismo Verbo encarnado que descendió del cielo, lo nutrió fielmente y lo introdujo en el mundo del modo más conveniente" (De Sacramentis, tesis 16).


 [1] Esta fórmula corresponde también históricamente a la fórmula del Concilio de Basilea: "por la cual, librando y preservando de la mancha original a esta persona bienaventurada en extremo, la redimió con una clase más sublime de santificación" (Msi 29,183).

[2] De ningún modo por consiguiente pueden contraponer­se redención preservativa y redención perfectísima y más sublime, como si se tratara de dos formas diversas de redención. Los textos históricos y las palabras del Magisterio entienden ambas fórmulas acerca de una sola y la misma redención.

[3] Harnack pretende asimilar el texto de Lc 1,34 con el de Lc 1,18. Sin embargo la diferencia es grande. Zacarías, que todavía no se lo creía, pide una señal para creer; María, en cambio, cree el hecho que le ha sido anunciado y solamente pregunta por el modo para obedecer en todo a Dios, ya que había prometido a Dios voto de virginidad. Y por eso el ángel le indica el modo y de ninguna manera la castiga.