Artículo III

ACERCA DE LA INTEGRIDAD DE LOS EVANGELIOS

Y DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

 

TESIS 21. LOS EVANGELIOS Y LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES HAN LLEGADO HASTA NOSOTROS ÍNTEGROS E INCORRUPTOS, AL MENOS EN LO SUBSTANCIAL.

322. Nociones. Se dice que un libro está INTEGRO, cuando se mantiene tal, cual fue compuesto por el autor. Suele también recibir el nombre de INCORRUPTO, en cuanto que excluye los cambios y las interpolaciones introducidos por otros.

Si se da la concordancia con el texto del autor absolutamente en todos los aspectos, incluso en lo totalmente accidental, entonces tenemos la integridad total, absoluta. Si por el contrario esta conformidad se da con una pequeña discrepancia en los vocablos y en cosas mínimas totalmente accidentales, entonces tenemos la integridad substancial o relativa.

323. Estado de la cuestión. Afirmamos explícitamente acerca de los evangelios y de los Hechos de los Apóstoles la integridad o incorrupción substancial; lo cual lo podemos extender a todo el N.T., puesto que los argumentos tienen valor también respecto a los otros libros. Y de ninguna manera excluimos tampoco la integridad o incorrupción accidental, la cual consta ordinariamente que se da en el Nuevo Testamento.

324. Adversarios. EN GENERAL hay que citar, entre los más recientes, los modernistas, según los cuales «los evangelios fueron incrementados hasta que se definió y se constituyó el canon con continuas adiciones y correcciones; por tanto en ellos no quedó de la doctrina de Cristo más que una huella tenue e incierta» (D 2015).

Por ello también decían los modernistas, de los libros sagrados y en concreto de los tres primeros evangelios, «a partir de una breve narración primitiva, crecieron gradualmente con adiciones, con inserciones, a saber a manera de interpretación bien teológica bien alegórica, o también con introducciones solamente para unir entre si las diversas partes. A saber, siguen diciendo los modernistas, para expresarnos en pocas palabras con actualidad, hay que admitir una evolución vital de los Libros Sagrados, nacida de la evolución de la fe y que responde a la misma ... ».

325. ESPECIALMENTE van en contra de la tesis los que atacaban o atacan determinadas perícopas de los evangelios como si no pertenecieran a los evangelios primitivos mismos. Y son las siguientes perícopas: Mt 1-2 (el evangelio de la infancia de Jesús); Mt 14,33 (la confesión de la divinidad de Cristo por los discípulos); Mt 16,17-19 (la promesa del primado); Mt 28,19 (la fórmula trinitaria).­ Igualmente Mc 16,9-20 (el final del evangelio).- Y Lc 1,11-52 (acerca de la infancia de Jesús); Lc 1,46 (la atribución del. cántico del «Magnificat» a María); 22,43-44 (acerca del sudor de sangre y de la agonía del Señor).- Jn 5,3-4 (respecto al ángel que bajaba y agitaba el agua en la piscina de Bethsatha); 7,53-8,11 (de la adúltera); 21 (el último capítulo, acerca de la acción de conferir el primado).

De estas perícopas discutidas por los adversarios, seriamente sólo pudo dudarse de unas pocas, a saber de la perícopa contenida en Jn 7,53-8,11 (respecto a la adúltera); de la perícopa de Lc 22,43s (sobre el sudor de sangre); de la perícopa de Jn 5,3s (del ángel que agitaba el agua); y de la perícopa de Mc 16,9-20. Sin embargo los católicos defienden también la autenticidad acerca de estas perícopas.

326. Doctrina de la Iglesia. Además de la condena de los modernistas, de la cual hemos hablado antes (D 2015; EB 263), la Iglesia defiende la integridad de los evangelios en cuanto a las perícopas discutidas. Mucho más por tanto en cuanto al resto del texto de los evangelios respecto al cual nadie plantea ninguna duda.

Así son las respuestas de la Comisión Bíblica (año 1911): Que el texto de Mt en griego es idéntico al texto de Mt en arameo (D 2152) y que carecen de fundamento sólido respecto a las perícopas discutidas de Mt citadas anteriormente (D 2154).

Del mismo modo las respuestas de la misma Comisión Bíblica (año 1912) en cuanto a la admisión de los últimos versículos de Mc (D 2156); y en cuanto a las narraciones de Lc acerca de la infancia de Jesús y del sudor de sangre (D 2157); y respecto a la atribución del cántico del Magnificat a la Bienaventurada Virgen María (D 2158).

En la Encíclica «Spiritus Paraclitus» BENEDICTO XV defendía expresamente la integridad de los evangelios:

¿Qué hay que pensar de aquellos - decía -, los cuales al exponer los Evangelios mismos, disminuyen la fe humana que les es debida y subvierten la fe divina que también les es debida? Pues lo que Nuestro Señor Jesucristo dijo, lo que realizó, ellos piensan que no ha llegado hasta nosotros íntegro y sin cambio alguno, a pesar de ser testigos aquellos, que consignaron por escrito detallada y religiosamente, lo que ellos mismos habían visto y habían oído; sino que - sobre todo por lo que concierne al cuarto Evangelio - dicen que en parte ha salido de los evangelistas, los cuales elucubraron y añadieron ellos mismos muchas cosas, y en parte ha sido reunido sacándolo de la narración de los fieles de otra época; y que por esta causa las aguas que provienen de dos fuentes hoy están contenidas en uno solo y mismo caudal de tal manera, que ya no pueden distinguirse entre sí con ninguna señal segura» (EB 462).

Además en la declaración de la autenticidad de la Vulgata por parte del Concilio Tridentino, «la cual ha sido reconocida por el prolongado uso de tantos siglos en la Iglesia misma» (D 784s), está contenida una declaración implícita de la conformidad al menos substancial con el texto original Asimismo en una declaración semejante del Concilio Vaticano I (D 1787).

327. Valor dogmático. Es de fe que se da esta conformidad al menos substancial con el texto original, según la definición del Concilio Tridentino (D 784) y del Concilio Vaticano I (D 1787) acerca de la autenticidad de la Vulgata. Igualmente existe la definición acerca de las perícopas discutidas entonces y en cuanto a las partes, al menos las de mayor importancia de los libros sagrados: puesto que debemos acoger estos libros «íntegros con todas sus partes, según se han acostumbrado a leer en la Iglesia católica y conforme se encuentran en la edición de la antigua Vulgata latina» (D 784; d. D 1787).

328. Se prueba lº. POR LA CONCORDANCIA SUBSTANCIAL DE LOS CÓDICES Y POR LA CUIDADOSA CUSTODIA DE AQUELLO «QUE HABÍA SIDO TRANSMITIDO POR TRADICIÓN».

A. a) Los evangelios actuales y los Hechos de los Apóstoles concuerdan (en lo substancial) con los códices del siglo VII (v.gr. el Códice Amiatino), con los códices del siglo VI (v.gr. el códice F Fuldense), con los del siglo V (v.gr. A Alejandrino, el códice palimpsesto Efrén C), y con los códices del mismo siglo IV (códice B Vaticano, S Sinaítico).

b) Concuerdan además con los textos alegados por los Padres de los siglos IV y III; los cuales textos en verdad, si los reunimos en una unidad, prácticamente formarán nuestros evangelios.

c) Concuerdan también con las versiones bojáirica (siglo V), siríaca (del siglo ll); la antigua ítala y africana (primera mitad del siglo II, de la que usaron Tertuliano y San Cipriano).

d) Estas versiones concuerdan entre sí. Luego concordaban también entre si ya al comienzo del siglo II los manuscritos, con los que se hicieron aquellas versiones en las diferentes regiones.

e) Además las alegaciones hechas por los Padres del siglo II y del siglo I, y el Diatessaron de Taciano, e incluso las alegaciones hechas por algunos herejes... concuerdan con nuestros evangelios.

f) Luego nuestros evangelios y los Hechos de los Apóstoles concuerdan en lo substancial con los evangelios y los Hechos de los Apóstoles, según se encontraban éstos al comienzo del siglo II; y presuponen como manuscritos o bien los originales mismos o bien unos manuscritos prácticamente de la misma época que los autores mismos; ciertamente estos manuscritos surgieron en época inmediata a aquella en que fueron escritos los evangelios.

Es así que en este breve período de tiempo y en este corto transcurso a partir de la fecha en que fueron escritos los evangelios no se dio corrupción alguna de los mismos; en efecto

B. Los evangelios, a) se guardaban con suma reverencia y, b) eran muy conocidos por los pastores y por los fieles; y c) eran mantenidos con enorme diligencia íntegros otros escritos incluso no sagrados; y d) los cristianos rechazaban con todo empeño los libros adulterados[1]; y e) recurrían con todo afán a la tradición, y observaban la santa regla de custodiar la tradición «no añadiendo ni quitando nada»[2]

Luego nuestros evangelios y los Hechos de los Apóstoles coinciden substancialmente con los evangelios y con los Hechos de los Apóstoles según fueron escritos por los apóstoles y por los compañeros de los apóstoles (Lc y Mc).

329. Se prueba 2º. POR EL EXAMEN DE LAS LECCIONES VARIANTES.

La prueba puede hacerse respecto a todo el Nuevo Testamento; mucho más valor tendrá respecto a los evangelios y a los Hechos de los Apóstoles.

Las lecciones variantes de todos los códices- y los leccionarios, de los cuales hemos hablado antes (n.223), se cuentan alrededor de 250.000; y las palabras del N.T. se estiman en unas 150.000. Pero no por ello debe decirse que el texto haya llegado corrupto hasta nosotros. En efecto:

1) Las variantes en su casi totalidad no tocan la substancia y el sentido del texto, sino detalles accidentales de mínima importancia: v.gr. el orden de las palabras, vocablos sinónimos, erratas de los copistas que se disciernen fácilmente, o diferencias puramente gramaticales y no del sentido genuino.

2) Las variantes con mucha frecuencia se refieren a los mismos vocablos o a las mismas expresiones, de tal manera que de ocho partes del texto siete partes todos las refieren y transmiten de un modo uniforme y están fuera de todo género de duda.

3) Las variantes que se refieren al sentido son unas 200 y de gran importancia sólo 15.

4) Pero ni siquiera estas variantes son de tal índole que introduzcan una nueva verdad doctrinal, la cual no la conozcamos ya por otro texto; ni tampoco son causa de que perezca ninguna verdad.

5) Mediante el estudio crítico en muchos textos podemos llegar a conocer la lección genuina; y son pocas las lecciones que quedan dudosas; y éstas en temas no fundamentales.

6) Se decía que los textos donde puede caber duda son 1/60 de todo el texto íntegro; y los textos dudosos en cuanto al sentido son 1/1000 del texto completo... Y con el estudio crítico se puede esperar que incluso estos textos disminuyan, puesto que incluso partiendo de diversos principios los editores del N.T. llegan prácticamente al mismo texto.

7) Por ello ningún libro de la antigüedad clásica puede mostrar una certeza tan grande del texto, cuanta es la que muestran fuera de todo género de duda los evangelios y los Hechos de los Apóstoles y el N.T. íntegro. «En efecto, todos los otros libros, tanto profanos como eclesiásticos, que cuentan con unos pocos códices y éstos bastante recientes y con ninguna versión antigua (a excepción de unos pocos), han sido transmitidos casi sin ninguna cita de los antiguos».

Por tanto conservamos y poseemos el texto primitivo, no sólo incorrupto en lo substancial, sino también cierto en lo accidental con mucho en su mayor parte (moralmente hablando en todo el texto).  

330. Se prueba 3º. Los textos principalmente, acerca de los cuales podría dudarse seriamente sobre si no eran genuinos y auténticos, los hemos citado anteriormente (n.325: Mc 16,9-20; Lc 22,43.44; Jn 5,3.4; 7,53-8,11). Ahora bien no hay nadie que no se dé cuenta de que estos textos ni son tantos ni de tanta importancia que disminuyan la integridad substancial de los evangelios. Más aún, respecto a estos textos mismos se demuestra la autenticidad propia.

331. Objeciones. 1. Si solamente tenemos certeza relativa, y no absoluta, no podremos después apoyados en una sola palabra argumentar con certeza.

Respuesta. 1) En otros libros históricos, profanos y religiosos, cuya autenticidad e incorrupción se demuestran con mucha menos claridad (respecto a como se demuestra irrefutablemente en los evangelios y en los Hechos de los Apóstoles), se argumenta muchas veces en base a ellos mismos, incluso haciendo hincapié en cada una de las palabras, puesto que se supone y está en posesión la autenticidad de ellos; a no ser que se muestra positivamente la duda contraria.

2) Si alguna palabra del N.T. en realidad está dudosa, incluso después del examen crítico del texto, entonces ciertamente no se puede hacer hincapié en esa palabra como si se tratara de algo cierto.

3) Los argumentos que se harán en la Apologética muchas veces no se basarán tanto en una palabra, como en una sentencia íntegra expresada mediante muchas palabras; más aún, las más de las veces se argumenta en base a un conjunto de textos o de pruebas extraídos de diferentes lugares de la Sagrada Escritura; de donde la posibilidad de error por el hecho de que tal vez alguno se apoye en palabras dudosas, disminuye totalmente, más aún incluso dicha posibilidad queda destruida con certeza moral.

4) Supuesta, después de las pruebas acerca del magisterio infalible de la Iglesia (esto se ve después en otro tratado), la declaración dogmática sobre la autenticidad de la Vulgata según ha sido reconocida en la Iglesia a través de un uso de la misma de largos siglos, se podrá en Teología dogmática emplear la Vulgata para los temas de fe y de costumbres, y nadie podrá rechazarla con razón (cf. acerca de esta autenticidad, conocida dogmáticamente, el tratado Sobre la Sagrada Escritura, nn.148-165).

2. La historia de la Vulgata muestra una gran corrupción en los códices de los libros sagrados. Así San Jerónimo decía: «Pues si hay que dar crédito a los ejemplares latinos, respondan a quienes: pues hay tantos ejemplares casi cuantos códices ... »; y poco después: «Ya que se ha desarrollado este gran error en nuestros códices, cuando lo que en una misma cosa un evangelista lo expresó de una manera más amplia, en otro lo añadieron algunas personas porque tal vez pensaron que se echaba en falta. 0 bien cuando uno expresó el mismo sentido de modo distinto, aquella persona que había leído a uno de los cuatro el primero, tal vez pensó también que debían ser enmendados los otros a imitación de éste. De donde sucede que tenemos mezcladas todas las cosas, y se encuentran en Mc muchas cosas de Lc y de Mt, y en los restantes cosas que son propias de los otros».

Respuesta. Aparte de que San JERÓNIMO usa de cierto énfasis, la corrupción, de la que trata y que nosotros estudiamos en la historia de la Vg (n.228), no era una corrupción, al menos en líneas generales, substancial; y San Jerónimo no se refería a los códices griegos, a los cuales tenla en gran aprecio, y de los que usó: «¿Por qué no corregimos ‑ decía ‑, volviendo al texto original griego, lo que o bien ha sido incorrectamente publicado por intérpretes defectuosos, o bien ha sido enmendado de forma muy insensata por presuntuosos imperitos, o bien ha sido añadido por copistas descuidados?».

3. Según Orígenes el hereje Celso achacaba a los cristianos: «Después de entre los fieles dice que hay quienes, semejantes a aquellos a los que les impulsa la embriaguez a inferirle violencia, cambian el primer contexto del evangelio tres, cuatro, muchas veces, y lo desordenan a fin de tener con lo que negar las cosas que se les proponen a ellos». Luego los cristianos no conservaban con cuidado el texto sagrado.

En cuanto a la respuesta oigamos las palabras inmediatas de Orígenes: «En verdad no conozco a otros, que hayan cambiado el contexto del Evangelio, excepto a los seguidores de Marción, de Valentín y tal vez de Lucano. Ahora bien esto no hay que achacarlo a culpa de nuestra doctrina: los culpables son los que se atreven a tergiversar los evangelios. Pues así como no estaría bien achacar a la filosofía las falsas opiniones que han sido inventadas por los sofistas, los epicúreos, los peripatéticos y por otros; así también es necesario que no se le achaque continuamente como culpa al verdadero cristianismo el hecho de que algunos hayan trastocado los evangelios y hayan fundado nuevas sectas ajenas a la doctrina de Jesús». De donde aparece por el contexto cómo aquella acusación de trastocar los evangelios no se refiere a los verdaderos cristianos, sino a los herejes, a los cuales no les distingue el pagano Celso de los verdaderos fieles.

4. San DIONISIO, obispo de los corintios, escribía: «A ruegos de los hermanos he escrito unas cartas. Sin embargo estas cartas ciertos ministros del diablo las han llenado de cizaña: tachando algunas cosas de ellas y añadiendo otras. A los cuales ministros del demonio les espera ciertamente aquella terrible sentencia: Ay de vosotros. Así pues no debe parecer extraño, si algunos han intentado trastocar las escrituras sacrosantas del Señor, cuando se les ha descubierto que han osado hacer lo mismo en escritos de mucha menor importancia». Luego los evangelios no eran guardados con un empeño cuidadoso.

Respuesta. Estas palabras y otras, que podrían citarse, se refieren o bien a los herejes que contorsionaban los escritos tratando de fi7vorecer sus sentidos o bien a la corrupción de algún texto particular; pero de ningún modo puede probarse que la Iglesia hubiera admitido la desfiguración de las sagradas escrituras, más aún incluso por estas palabras se prueba lo absolutamente contrario, y se demuestra la vigilancia solícita de los pastores.

 

Artículo IV

SOBRE LA HISTORICIDAD DE LOS EVANGELIOS

Y DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

TESIS 22. LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS REIVINDICAN PARA ELLOS CON TODO DERECHO UNA PLENA FE HISTÓRICA.

332. Tratamos en primer lugar de la historicidad de los sinópticos, después de la historicidad de Jn, tanto a causa de la semejanza que hay entre los evangelios sinópticos (Mt, Mc, Lc), como por la desemejanza que se da de forma manifiesta entre los sinópticos y Jn; y hay que añadir también que el evangelio de in tiene enemigos especiales.

333. Estado de la cuestión. La HISTORICIDAD es la propiedad de los libros por la que se les debe fe histórica. Esta fe histórica debe atribuírsele por tanto, si

1) El escrito pertenece al género estrictamente y propiamente histórico.

Por consiguiente no se trata entonces de ficciones poéticas o de meras alegorías, o de leyendas y noveles, ni de escritos meramente didácticos; sino que se trata entonces de historia y ciertamente en sentido estricto (no son «novelas históricas»).

Ahora bien, el género estricta y propiamente histórico puede muy bien ser compatible con una finalidad doctrinal o apologética, a saber en orden a enseñar algo doctrinal o bien para defender algo.

2) Hay que atribuir fe histórica a los escritos, si consta, a) acerca de la ciencia y, b) acerca de la veracidad de los autores. Pues en ese caso el testimonio humano es adecuado para producir certeza.

334. Adversarios. Aparte de aquellos que hemos citado anteriormente en los nn.248-258, por tener en general una concepción errónea acerca de los evangelios, a los adversarios de época más reciente en contra de la historicidad de Mt, Mc y Lc se les conoce mejor por la doctrina de la Iglesia que a continuación pasamos a exponer.

335. Doctrina de la Iglesia. En general en cuanto a los evangelios encontramos que han sido condenadas las siguientes proposiciones de los modernistas: El que las parábolas evangélicas han sido distribuidas sistemáticamente por los evangelistas mismos y por los cristianos de la segunda y tercera generación (D 2013); y el que los evangelistas refirieron en muchas narraciones no tanto lo que es verdadero, como lo que juzgaron que era más provechoso a los lectores, aunque no fuera cierto (D 2014). Cf. D 2015 acerca de las adiciones y de las correcciones, con que decían que habían sido aumentados los evangelios.

En especial acerca de los evangelios sinápticos: en cuanto a la historicidad de Mt la Comisión Bíblica (19 de junio de 1911) defendía ésta declarando que, no por el hecho de que el autor del primer evangelio tiene una finalidad principalmente dogmática y apologética, a saber la de demostrar a los judíos que Jesús es el Mesías anunciado de antemano por los profetas... se puede deducir de ahí que lo que narra no debe ser aceptado como verdadero; y no puede afirmarse que las narraciones de los hechos y de los sermones de Cristo hayan sufrido alteración bajo el influjo de las profecías del A.T. y de un estado más adulto de la Iglesia (D 2153).

Por lo que concierne a Mc y Lc, según la misma Comisión Bíblica (26 de junio de 1912) no puede dudarse de una forma prudente acerca de la sentencia que sostiene el que Marcos escribió según la predicación de Pedro, y que Lucas lo hizo según la predicación de Pablo, y que afirma al mismo tiempo que estos mismos evangelistas tuvieron a su alcance otras fuentes también dignas de crédito, tanto orales como también consignadas por escrito (D 2162); y reivindican con todo derecho para ellos aquella plena fe histórica que siempre les ha otorgado a los mismos la Iglesia, y no importa el que los escritores no haya sido testigos oculares o el que se descubra a veces falta de orden o de desacuerdo en la sucesión de los hechos... (D 2163).

336. Valor dogmático. La historicidad de los evangelios es un hecho no sólo críticamente totalmente cierto, sino también de fe divina y católica; ya que el carácter histórico de los evangelios se encuentra fácilmente en la palabra escrita de Dios, y hemos recibido por tradición este carácter; y la Iglesia propone, al menos con su magisterio ordinario y con la praxis diaria, el carácter histórico de los evangelios como transmitido por la tradición y contenido en la revelación.

337. Prueba. Los evangelios sinópticos reclaman para ellos con todo derecho una plena fe histórica, 1) si pertenecen al género literario estricta y propiamente histórico; 2) si consta acerca de la ciencia y de la veracidad de los autores.

Es así que sucede de este modo; luego los evangelios sinópticos reivindican con todo derecho para ellos una plena fe histórica.

Prueba de la menor. 1) LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS PERTENECEN AL GENERO LITERARIO ESTRICTA Y PROPIAMENTE HISTÓRICO.

a) En estos evangelios puede distinguirse totalmente4o que hay en ellos de naturaleza alegórica, como las parábolas, y lo que hay en ellos de índole poética, como los cánticos (el Benedictus, el Magnificat, el Nunc dimitis), de las narraciones acerca de la vida y las palabras del Señor. Pues éstas se proponen en estos evangelios con el estilo acostumbrado en la narración y en el lenguaje habitual acerca de un hecho histórico. De donde con igual derecho podría negarse o ponerse en duda el valor histórico de cualquier libro considerado como tal, de tal manera que de esta forma prevalecería un escepticismo histórico total

b) Y el modo de narrar en estos evangelios es tal, que aparece la sobriedad, incluso al exponer hechos sublimes, la objetividad, la ingenuidad y la sencillez ... ; no se encuentran en estos evangelios mitos extravagantes o exageraciones ridículas y fantásticas, como los encuentra inmediatamente el lector v.gr. de algunas leyendas o de los evangelios apócrifos, los cuales ciertamente pertenecen a este género de literatura popular no estrictamente histórica. Estos apócrifos, que existían ya a mediados del siglo II, sirven para verificar la ley de los mitos acerca de los varones importantes después de la muerte de ellos.

c) El carácter objetivo y estrictamente histórico de los evangelios es tan patente y manifiesto que los autores más antiguos los han entendido como totalmente históricos, y esto tanto los autores católicos (como Clemente Alejandrino, Orígenes, Ireneo... aunque propensos a encontrar alegorías), como los enemigos del cristianismo (Celso, Porfirio ...), los cuales por ello argüían en base a los evangelios, v.gr. dando por supuesto que los milagros narrados en los evangelios habían sucedido (cf`. n.474); más aún, los más recientes enemigos de la Iglesia no rechazan toda la historicidad de estos evangelios.

338. 2) CONSTA ACERCA DE LA CIENCIA Y LA VERACIDAD DE LOS AUTORES.

A) Consta acerca de la ciencia. a) En efecto eran testigos inmediatos o que tenían trato y familiaridad con otros testigos de primer orden (la Bienaventurada Virgen María, los apóstoles, los discípulos). Así Mateo, así también Pedro acerca de los hechos que predicaban. 0 bien los autores de los evangelios recibieron de testigos inmediatos y de fuentes genuinas una enorme abundancia de hechos, juntamente con un gran deseo y con la posibilidad de hallar la verdad; y esto tanto por su fervor, como porque se trataba de un asunto de gran importancia. Marcos consignó con diligencia por escrito la predicación de Pedro (R 95); Lucas respecto a lo que conoció por Pablo y por otros, dice expresamente que investigó diligentemente todo desde los orígenes, "6D4$TH; (1,3), tal como nos lo han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra (1,2).

b) Estos escritores escribieron no en un tiempo lejano de los hechos, sino poco después de haber sucedido estos: Mateo hacia el año 45, Marco entre los años 53­-58, Lucas entre los años 58-62; luego estos evangelios fueron escritos entre los años 45-62.

c) Lo que los autores escribieron era muy sencillo de narrar y cautivaba la atención; por ello podía ser transmitido con facilidad. Ahora bien las palabras pudieron conservarse fácilmente por tradición oral y escrita a causa de la forma de ellas, como apotegma o parábolas; sobre todo entre los orientales, donde esta tradición oral estaba muy arraigada.

d) La tendencia de la tradición oral, en la que se apoyaban los autores, era la de conservar y repetir lo que oían.

e) Las diferencias bastante minúsculas entre estos evangelistas, de ninguna manera por cierto incompatibles y discordantes entre sí, prueban por una parte que los evangelios no fueron escritos en virtud de una voluntad preestablecida de engañar (pues hubieran estado totalmente de acuerdo entre sí; y por otra parte manifiestan que los evangelistas son muy fieles en la narración.

339. B) Consta acerca de la veracidad de los autores. a) El fraude era imposible internamente: Nadie es gratuitamente mentiroso; y los autores de los evangelios no pudieron tener ningún motivo para mentir: despreciaban las riquezas, las comodidades de la vida, los honores; no podían esperar absolutamente ninguna ventaja en el caso de que hubieran cometido un fraude, a no ser la persecución y la muerte ignominiosa. Si hubieran pretendido aquellas ventajas temporales llevados por su ánimo de glorificar a Cristo, hubieran tenido que pretenderlas con otros engaños y con otro modo de presentar la imagen de Cristo; a saber describiendo un Mesías y el reino y la doctrina de éste, cual lo esperaban los del pueblo y los jefes del mismo.

Si estas invenciones y otras semejantes hubieran hecho los autores de los evangelios, hubieran cometido un crimen gravísimo contra Dios y la religión, echando mano de un fraude blasfemo, y hubieran sido enormemente infames. ahora bien de ningún modo se les debe a los evangelistas achacar dichos crímenes, ya que su moralidad pura aparece en su doctrina y, lo que es más importante, en su vida y en su muerte.

340. b) El fraude era imposible externamente: porque se hubiera podido conocer con facilidad y fácilmente se les hubiera podido refutar de falsedad por otros testigos de la misma época y que aún vivían. Pensemos en el caso de Mateo que escribe poco después de los sucesos a los judíos mismos de aquella época. De donde fácilmente, tanto los enemigos de la nueva religión como aquellos que amaban sinceramente a Cristo, hubieran podido rechazar lo que en los evangelios se hubiera dicho faltando a la verdad; a saber aquellos que hubieran visto lo contrario como testigos inmediatos, o los que hubieran oído lo contrario a los testigos inmediatos. Por otra parte Mt está muy de acuerdo con Mc y Lc.

Más aún, también los hubieran rechazado los amigos y los enemigos, si los evangelios hubieran narrado hechos no verdaderos, bien a causa del odio a la nueva religión que tenía fuertes exigencias para con ellos y a causa de las propias tendencias naturales (tratándose de los enemigos), o bien por el amor a la verdad en los otros (los amigos) que tenían muy arraigado el sentido religioso. Sin embargo nada consta acerca de este rechazo en cuanto a la verdad histórica de los hechos narrados (¡a lo sumo acerca de la interpretación sobrenatural de los hechos!); por el contrario consta el reconocimiento y la veneraci6n, que desde los primeros cristianos tuvieron estos evangelios, de tal forma que eran citados en los escritos primitivos (la Didaché, la epístola de Bernabé, San Clemente Romano, San Ignacio, San Policarpo...). E incluso los herejes mismos (Cerinto, Valentín, Marción ... ) no tuvieron como falsos a los evangelios, sino que en general los admitieron; si bien mutilaron algunos datos a causa de su prejuicio personal, Por el hecho de que no concordaban con sus teorías.

341. c) El examen interno de estos evangelios muestra esta veracidad de los autores. En efecto escriben objetivamente, no incluyendo su propio juicio y su propia impresión acerca de los hechos; escriben ingenuamente, sin ninguna amplificación oratoria, incluso cuando narran hechos extremadamente sublimes y grandiosos (no encontraremos en ellos imágenes orientales, v.gr. en la narración de la Encarnación); ni tampoco escriben los evangelistas acerca de ellos mismos, para exaltar lo suyo propio; sino que si alguna vez hay que hablar acerca de ellos o acerca de sus compañeros, esto lo hacen con sinceridad, y no para ensalzarse, sino por el contrario para humillarse: confesando ingenuamente y de modo manifiesto su incultura, su cobardía, su ambición.

Lo que narran los sinópticos está totalmente de acuerdo no sólo con la geografía, sino también con los hechos de aquellos tiempos, que conocemos por la historia profana; así, v.gr. Lc 2,1s acerca del censo universal de Quirino hacia el año 8 a.C.; respecto a las autoridades. en Palestina y en Judea (Mt 2,1ss.19.22; 14,3‑12; 26,57; 27,2s; Lc 1,5; 3,1; 23,7s); del mismo modo respecto a los partidos y a las sectas políticas religiosas y sociales (fariseos, saduceos, escribas ... igualmente respecto a los usos y costumbres de los judíos. Y aquí hay que recordar todo lo que anteriormente hemos dicho al desarrollar los argumentos internos respecto a la genuinidad de los evangelios.

Estos evangelios describen brevemente en verdad, pero con mucho detalle y con las notas adecuadas el carácter de las personas; sobre todo al presentar la imagen de Jesús. En lo cual todos lo proponen unánimemente como ejemplar perfectisimo, ciertamente humano; y al mismo tiempo como dechado elevado por encima de las ideas mesiánicas de la época, como modelo admirable de perfección connatural y suave en El... De tal forma que la única razón suficiente de la presentación de esta figura es la realidad objetiva e histórica de la persona y de los hechos narrados; en efecto lo inventado al fin y a la postre se conoce y desaparece.

Del mismo modo la doctrina tan sublime, que se encuentra en los sinópticos y de una forma tan concorde, no puede ser fruto de la inteligencia de rudos pescadores, sino que se ha sacado de la predicación objetiva.

342. Objeciones. 1. Los evangelios sinópticos tendían a fomentar el culto de Jesús como Señor y Mesías. Luego no contienen estricta historia.

Respuesta. Distingo el antecedente. Tendían a fomentar tal culto juntamente con la verdad estricta e histórica de las cosas narradas, concedo el antecedente; con mitos y leyendas, niego el antecedente. En efecto tal culto no sería fomentado con error y con un entusiasmo irracional por aquellos que prevén el martirio por esta causa.

2. El amor transfigura ciegamente todas las cosas que pertenecen a la persona amada. Luego también el amor de los cristianos respecto a Jesús.

Respuesta. Distingo el antecedente. El amor de¡ mundo, pase el antecedente; el amor fuerte hasta la muerte y a la vista de los enemigos, a saber de testigos también que podían impugnar las cosas narradas, niego el antecedente.

3. A los grandes varones después de su muerte suelen adjudicárseles leyendas y mitos; luego algo semejante también sucede en los evangelios respecto a Jesús.

Respuesta. Distingo el consiguiente. Algo semejante sucede en los evangelios apócrifos, los cuales en verdad sirven para verificar esta ley, concedo el consiguiente; «en los cuatro evangelios que nos han sido transmitidos», los cuales son mayores que toda excepción, según lo demostrado, y a causa del empeño de los cristianos de conservar no lo fabuloso sino lo totalmente auténtico, niego el consiguiente.

4. Estos evangelios pertenecen al género de la leyenda; no a la historia crítica.

Respuesta. No pertenecen a aquella historia crítica, como hoy se hace con mucha frecuencia, con gran aparato de notas y de citas, esto fácilmente lo admitimos; no pertenece a la verdadera historia objetiva y estricta, lo negamos ateniéndonos a lo que ya hemos probado. Lucas en verdad confiesa de forma manifiesta que él obra "6D4$TH  (con diligencia); y el que los evangelios no pertenecen a las leyendas de los santos, etc., queda claro por el hecho de que estas leyendas son anónimas y no tienen, como los evangelios, autores conocidos y testigos de los hechos, que escriben dentro de un tiempo determinado y concreto.

5. Los escritos históricos tanto mayor tienen que ser demostrados como auténticos, cuanto narran cosas de mayor gravedad (milagros, hechos sobrenaturales); es así que los evangelios narran hechos de enorme gravedad... y la autenticidad de los evangelios no se demuestra con mucho peso; luego los evangelios no han sido demostrados como auténticos.

Respuesta. Pase la mayor y niego el segundo miembro de la menor. La autenticidad de los evangelios está demostrada con toda seguridad y absolutamente con todo peso y seriedad; de un modo verdaderamente proporcionado a la gravedad de los hechos narrados. Por otra parte no debe necesariamente darse proporción entre el hecho narrado y el argumento con el que se demuestra su existencia, con tal que sea un argumento suficiente y no se narre un hecho imposible.

6. Es así que los hechos narrados en los evangelios son imposibles; luego sáquese la consecuencia.

Respuesta. Distingo el antecedente. Y esto se dice de forma apriorística y con falsedad, concedo; esto se dice científica y verdaderamente, niego. En último término esta es la razón a priori (!) y prejuzgada, de ningún modo científica, de por qué los adversarios rechazan los evangelios.

7. La transmisión oral corrompe la narración de los hechos y de las palabras.

Respuesta. Distingo el antecedente. Esto sucede fácilmente en una larga serie de transmisiones, concedo; sucede siempre necesariamente, sobre todo si los testigos son inmediatos o reciben los hechos de testigos inmediatos, niego. El evangelio de Mateo procede de un testigo inmediato; el evangelio de Marcos procede de Pedro mediante solamente Marcos; el evangelio de Lucas procede de una diligente investigación de aquellos que desde el principio ellos mismos fueron testigos oculares y ministros de la Palabra. Cf. además otros argumentos con los que se excluye substancialmente esta corrupción.

8. Es imposible que nosotros poseamos ahora exactamente las palabras del Señor: a) Pues Jesús hablaba en arameo, y nosotros tenemos la versión griega mediante traductores; b) era imposible que los discípulos hubieran entendido detalladamente la predicación de Jesús y la hubieran retenido de memoria con fidelidad.

Respuesta. En cuanto al apartado a). No decimos que el Señor hubiera pronunciado las palabras griegas, sino las sentencias (!) que para traducirlas del arameo acertadamente pudieron poner los traductores de Mt (cf. D 2152); y Marcos y Lucas pudieron hacerlo con frecuencia de la predicación de Pedro y de Pablo, o también a veces de los documentos escritos.

Por lo que se refiere a b) los dichos o palabras de Jesús no eran difíciles de entender, porque se acomodaban bien a la manera de ser semítica: en efecto eran sentencias breves, rítmicas, vivas, antítesis, paradojas, repeticiones ... ; y versaban acerca de doctrinas que causaban impresión respecto a la caridad, a la misericordia... Y si en alguna ocasión no fueron entendidas por los apóstoles, consta que ellos preguntaron al Señor mismo (cf. Mc 4,10ss; 7,17ss; etc.).- Y no era difícil a los orientales el retener en la memoria estas sentencias y frases, ya que éstos fueron precisamente la costumbre y el modo de retener que los rabinos enseñaban a los discípulos. Cf. n.350s.

9. Tenían los historiadores (Tucídides, Tácito, Tito Livio ... ) la costumbre de incluir en sus historias discursos retóricamente hechos, como que habían sido dichos por generales, etc. ... Luego también los evangelistas se acomodaron a esta costumbre respecto de las palabras de Jesús.

Respuesta. Se da ciertamente tal costumbre en la historia clásica y erudita, si bien de ahí no hay que deducir falsedad respecto a aquello que se dice; pues los autores intentaban narrar hechos verdaderos y de una forma verdadera con cuanta objetividad les era posible en base a los documentos, etc. Sin embargo en los evangelios no se da esta erudición retórica y este arte, sino una sencilla ingenuidad, según suele llamársela, y una simplicidad objetiva; y una admirable concordancia entre los evangelistas por el deseo de conservar absolutamente las mismísimas sentencias del Señor, y con muchísima frecuencia las palabras mismas.

343. En contra de la historicidad de san Mateo. 10. ¿Por qué no dice Mateo: yo lo vi, yo estuve presente.... sino que siempre narra en tercera persona?

Respuesta. Frecuentemente los antiguos escribían en forma impersonal acerca de hechos realizados por ellos o en los que ellos intervinieron (v.gr. César en sus Comentarios). En san Mateo hay que tener en cuenta además la razón de la humildad del autor; o también el hecho de que él mismo ya era conocido como autor por los lectores; o bien porque no intervino en todos los sucesos.

11. Falta en san Mateo el color vivo del tiempo, de los lugares, de las personas, que refiera los hechos de un modo concreto; sino que dice de un modo general: en aquel tiempo (Mt 11,25...), entonces (9,14 ... ), al monte (5,1)... Luego no fue testigo ocular.

Respuesta. Si Mateo hubiera pretendido escribir una obra narrativa de mero recreo, tal vez hubiera dado más rienda suelta al colorido (si hubiera tenido facultad e ingenio para esto, pues cada uno obra conforme puede); si por el contrario pretendía escribir una obra histórico‑apologética, o histórico-dogmática, entonces ese colorido no era tan necesario. Así Mateo con esta monotonía se aproxima al arte y al estilo de los rabinos en la composición literaria.

12. Un testigo ocular no se aparta fácilmente del orden cronológico de los hechos que va a narrar, como sucede en Mt.

Respuesta. Distingo el antecedente. Sucede esto en san Mateo con frecuencia, niego; sucede esto en san Mateo algunas veces a causa del fin doctrina¡ expositivo, que se ha fijado de antemano, y porque en ese caso concreto no pretendía primordialmente el presentar el encadenamiento de los hechos, concedo. Cf. la respuesta de la Comisión Bíblica, D 2153.

13. El evangelio de san Mateo tiene palabras griegas idénticas al evangelio de san Marcos y muchas semejanzas con éste; luego depende de Mc y no tiene come autor a un testigo ocular.

Respuesta. Niego la consecuencia: 0 bien Mc depende de Mt; o ambos de una fuente común.

14. ¿De dónde pudo constar la conformidad de la versión griega de san Mateo con su original arameo? En efecto Papías parece que indicó que cada uno interpretó a Mt como pudo (R 95).

Respuesta. Esta conformidad consta por el hecho de que «todos los Padres y todos los escritores eclesiásticos, más aún la Iglesia misma, ya desde sus comienzos usaron exclusivamente como canónico el texto griego del Evangelio conocido bajo el nombre de san Mateo, sin exceptuar siquiera a aquellos que expresamente enseñaron que el apóstol san Mateo escribió en su lengua materna» (Respuesta de la Comisión Bíblica, D 2152).

344. En contra de la historicidad de Lc. 15. Lucas se aparta y en realidad no se expresa «en orden», como había prometido (1,3); luego no se atiene a. la historicidad.

Respuesta. Distingo el antecedente. No se expresa «en orden», 6"2g>0H , bien en un orden lógico o bien en un orden cronológico, tomando esta expresión en un sentido tan amplio, como significa dicho vocablo griego, niego el antecedente; no se expresa en un orden precisamente cronológico, subdistingo: a veces, concedo; en general, niego.

16. Lucas a veces no atiene a la historicidad al narrar circunstancias de tiempo, de lugar y en cuanto a expresiones del Señor de gran importancia (las cuales están en el cuarto evangelio); estas expresiones sin duda las hubiera conocido y las hubiera escrito, si hubiera tratado con los testigos inmediatos.

Respuesta. Las hubiera conocido y las hubiera escrito, si hubiera permanecido durante largo tiempo con estos testigos, puede pasar; las hubiera conocido y las hubiera escrito, si permaneció con estos testigos sólo en alguna ocasión, y lo que 61 primordialmente quería era conocer y narrar la substancia del hecho o de la expresión, niego.

345. Escolio. Cuestión sinóptica. Los evangelios sinápticos son el de Mt, Mc y Lc, los cuales a causa de la semejanza de la narración presentan fácilmente a manera de una misma FL<@R4< , esto es, el mismo "conspectus" de los hechos y de las palabras del Señor.

Los problemas que se derivan de ahí y las soluciones propuestas, los cuales problemas y soluciones se refieren al origen de esta semejanza y también al de la diferenciación, reciben el nombre de cuesti6n sináptica.

La importancia de la cuestión, tanto por lo que se refiere a la apologética como a la exégesis, radica en que por el estudio de esta cuestión se conocen las fuentes de los evangelios, bien orales o bien manuscritas o bien dependientes entre si; y por tanto no sólo se confirma la genuinidad y la historicidad misma de los evangelios, sino que se confirma también todo lo que conocemos y hemos dicho por la tradición y por el examen interno acerca de cada uno de los evangelios.

346. Doctrina de la Iglesia. Según las respuestas de la Comisión Bíblica, dadas el 26 de junio de 1912, al resolver la cuestión sinóptica deben tenerse en cuenta otros decretos de la Comisión Bíblica establecidos ya anteriormente (1911)(cf. D 2148-2163), sobre todo acerca de la autenticidad y de la integridad de los tres evangelios Mt, Mc y Lc; igualmente acerca de la identidad substancial del evangelio griego de Mt con su original primitivo; y también respecto al orden temporal en el que fueron escritos los mismos evangelios. Ahora bien para explicar las semejanzas y las diferencias mutuas de estos evangelios, entre tan variadas y opuestas sentencias de los autores, les está permitido a los exegetas el estudiar libremente y el recurrir a las hipótesis de la tradición tanto oral como escrita o también de la dependencia de uno respecto al anterior o a los anteriores (D 2164).

Y si algunos, sin apoyarse en ningún testimonio de la tradición ni en ningún argumento histórico, adoptan fácilmente la hipótesis vulgarmente llamada de las "dos fuentes” la cual hipótesis pretende explicar la composición del evangelio griego de Mt y del evangelio de Le principalmente a base de la dependencia de éstos respecto al evangelio de Mc y respecto a la colección conocida con el nombre de sermones del Señor: juzgamos que éstos no se atienen debidamente a los decretos anteriores y por tanto no pueden defender libremente esta sentencia. (D 2165).

347. Conatos de solución. A) SISTEMAS DE DEPENDENCIA MUTUA. a) Unos explican la cuestión sinóptica afirmando la mutua dependencia de los evangelistas, así v. gr. en la antigüedad San AGUSTÍN y GROCIO; y según casi todos los católicos la dependencia se da en el orden en que hemos dicho anteriormente que los evangelios fueron escritos: Mt, Mc, Lc.

Así San Agustín dice: «Y aunque cada uno [de los evangelistas] parezca que ha guardado cierto orden propio de narrar, sin embargo no se halla que cada uno de ellos haya querido escribir como desconociendo lo del otro que ha escrito anteriormente, o que haya pasado por alto lo ignorado pero que se encuentra que ha sido escrito por otro; sino que según le ha sido inspirado a cada uno, ha agregado la cooperación no superflua a su trabajo.

b) Otros, defendiendo este sistema, prefieren el siguiente orden: Mt, Lc, Mc.

e) Y otros más recientes, casi todos no católicos, los que defienden este sistema, ponen primeramente a Me, después a Mt y por último a Lc.

Sin embargo es al contrario: este sistema, en cuanto a b) y c), no está de acuerdo con la tradición respecto al orden en que fueron escritos los evangelios (conforme hemos dicho frecuentemente antes); ni tampoco está de acuerdo con aquella tradición que sostiene que Mc contiene la predicación de Pedro, y que Lc contiene la predicación de Pablo.

Este sistema se funda solamente en algún supuesto examen interno. Sin embargo, en base al examen interno también se da a entender otra cosa: porque si los evangelistas dependen de los anteriores, ¿de dónde toman lo que es propio de ellos?

348. B) SISTEMAS DE LA DEPENDENCIA DE LOS DOCUMENTOS ESCRITOS. Otros quieren explicar el hecho por la hipótesis o bien de algún antiguo documento escrito en arameo (LESSING, año 1778); o bien por la hipótesis de un doble documento hebreo (A. RESCH, año 1898), aunque con diversas redacciones para explicar las diferencias de los evangelios; o bien por último piensan que cada uno de los evangelios sinópticos está formado por muchos antiguos fragmentos y documentos.

Sin embargo de este modo no se explica la unidad literaria del autor y del estilo en general, la cual se advierte en cada uno de los evangelios; y esta teoría tampoco está de acuerdo con la tradición, según la cual Mateo, Marcos y Lucas compusieron sus propios evangelios.

349. C) Hipótesis "DE LAS DOS FUENTES”. La hipótesis "de las dos fuentes" (Zweiquellenhypothesis)(cf. n.257) se hizo bastante famosa. Pretende encontrar dos fuentes de los sinópticos: la primera fuente sería una cierta colección de los sermones del Señor, J" 8@(4" (L o Q = Quelle, fuente), de la cual hablaría Papías (cf. anteriormente n.268); una segunda fuente sería el evangelio de Mc, del cual trata el mismo Papías (cf. anteriormente n.267).

Y desarrollan su teoría de este modo: puesto que el modo de narrar de Mc es más popular y primitivo, y también la lengua es más ruda y el estilo abunda en semitismos, es menester - dicen - que el evangelio de Me sea más antiguo que los otros.

Añaden también los partidarios de esta hipótesis lo siguiente: dicen que el evangelio de Me apenas tiene algo propio (68 versículos), sino que casi todo lo de su evangelio está contenido en Mt y Le. Estos evangelios, el de Mt y el de Lc, evitan también - siguen diciendo los partidarios de esta hipótesis - lo que en el evangelio de Mc puede escandalizar, v. gr. «[Jesús] mirándolos con ira» (Mc 3,5). Además, siguen diciendo, Mc no resalta demasiado la divinidad de Jesús.

Por otra parte, insisten los partidarios de esta hipótesis, puesto que en Mt y en Lc hay muchas expresiones comunes del Señor, las cuales no se encuentran en Mc, es preciso que haya otra fuente común, pero distinta de Mc: y que por ello esta otra fuente es la «colección de los sermones del Señor».

Sin embargo es al revés: Esta teoría, según está claro,

a) no está de acuerdo con la tradición que tiene los mejores fundamentos, la cual establece otro orden en la composición de los evangelios, a saber: Mt, Mc. Lc.

b) Ni está tampoco conforme con la tradición que tiene igualmente los mejores fundamentos, la cual en las palabras de Papías,  J" 8@(4" , ve el evangelio íntegro de Mt.

e) Y no se explican por un simple recurso a una fuente común de los evangelios de Mt y de Lc las diferencias tan grandes entre estos dos evangelios, puesto que el evangelio de Lc tiene muchos elementos propios de él (sobre todo c.10-18), y tiene otros elementos comunes en un orden peculiar suyo.

d) Tampoco se explica, si el evangelio de Mc es la fuente común, el por qué los evangelios de Mt y de Lc omitieron lo que es propio del evangelio de Mc, y que sería oportuno para el evangelio de Mt y de Lc. De aquí el que los adversarios se ven ya obligados a poner muchas redacciones del evangelio de Mc y de Q.

350. D) SISTEMA DE LA TRADICIÓN ORAL. Algunos defienden el conocido con el nombre de sistema de la tradición oral, con el cual explican las semejanzas entre los sinópticos en virtud de la transmisión de la primitiva catequesis apostólica. Esta consistía principalmente en la narración de la vida del Señor (cf. Hchs 1,21ss; 2,22ss; 10,37ss; Lc 1,1 ... ); y entre los hechos y las palabras del Señor que se tenían que narrar, los de Galilea, los cuales puesto que sucedieron delante de la plebe y no delante de los príncipes de los judíos y de los fariseos, se acomodaban más a los neófitos del pueblo.

A causa de esta repetición debieron aquel orden y aquellas palabras grabarse en la memoria, y tanto más que el interés psicológico contribuía a que se fijaran en la mente.

Ahora bien en virtud de la acomodación, bien a los judíos de Palestina, bien a los gentiles romanos, bien a los judíos y al mismo tiempo a los étnicos cristianos, surgieron respectivamente los evangelios de Mt, de Mc y de Lc.

Sin embargo por la "mera" tradición oral no parece que se explique el por qué los evangelios están de acuerdo en detalles mínimos y se diferencian en el Padrenuestro, en las bienaventuranzas, en la institución de la Eucaristía... los cuales debían haber sido transmitidos con mayor cuidado; además no parece que se explique el por qué Lc aporta datos tan hermosos y nuevos, los cuales fueron pasados por alto por los otros. Por ello esta teoría parece que debe completarse por el recurso a documentos escritos, bien arameos bien griegos, los cuales estaban al alcance de los evangelistas, o bien habían existido anteriormente; lo que también parece insinuar Lc, a saber que hubo fuentes escritas.

P. GAECHTER recientemente defiende este sistema. «Pues algunas diferencias de formas, pueden explicarse en verdad por el método literario de los evangelistas, y la mayor parte no puede reducirse al entendimiento humano que elige una forma en vez de otra. Pues los evangelios sinópticos contienen innumerables vestigios de alguna facultad que depende del sonido de los vocablos, del acento del que habla, de la métrica y del ritmo, y la cual facultad no puede ser otra que la memoria (sensitiva o mecánica)».

Ahora bien las fuentes escritas explican en verdad la semejanza del orden y de la disposición de la materia; eran fuentes a lo sumo no inmediatas (pues de este modo no se explicaría la desemejanza de formas en los evangelios, que tenían, según se supone, las mismas fuentes inmediatas); sino que eran fuentes escritas mediatas, las cuales se transmitían por tradición oral.

Y no es de extrañar: en efecto «hay entre los brahmanes de hoy día, los que pueden repetir de memoria las 420.000 sílabas del poema Rig Veda - todo el N.T. contiene alrededor de 132.000 vocablos -. Más aún toda la literatura india, la cual constituye una mole de muchos volúmenes, podría reunirse transmitida de memoria por los brahmanes (los Vedas) y por los ministros del culto y citaredos (los Puranas y los Sutras) ... ».

351. E) OTROS INTENTOS ENTRE LOS CATOLICOS[3]. Hay autores católicos que hablan también (Th. Innitzer) de la teoría católica «de las dos fuentes».

Según J. SCHMID, Mt y Lc presuponen a Mc; para A. WICKENHAUSER Mc es siempre el primitivo; Mt y Lc dependen de Mc; según el P. LAGRANGE, Mt el griego depende principalmente de Mt aramaico y secundariamente de Mc. J. LEVIE considera dos fuentes: Mt aramaico (traducido al griego) y Mc; de ahí proceden Mt canónico y Lc. Para X. LEON-DUFOUR Mc es anterior a los demás, por razón de su carácter primitivo. Luego estos autores admiten la prioridad de Mc en relación a Mt y Lc.

Por el sistema católico «de las dos fuentes» considera una fuente Mc (obra independiente de los demás evangelios y obra primitiva), y otra fuente el Mt aramaico, que se conserva substancialmente en el Mt griego. Luego la diversidad está, en cuanto a la teoría no católica “de las dos fuentes” en que entre los católicos no hay sólo otra fuente Q = Logía, entendiendo logía por una mera colección de «sermones» del Señor; sino que incluye algo más.

Según ha sido pensado por A. VAGANAY, se dan sucesivamente hasta la formación de nuestros evangelios: la tradición oral (O) acerca de los dichos y vida del Señor; un esfuerzo de escribir los evangelios (E); el Mt aramaico y su versión griega, pero aún no la versión canónica actual (Mt aram.­Mt gr.); introduce una fuente supletoria (fuente = S) a Mt aramaico, ciertamente fuente común para Mt y Lc, de donde procede el núcleo central en Lc (9,51-18,14), la parte diversa en Mt (los duplicados en Mt-Lc arguyen a favor de la existencia de esta fuente común), cuyo autor se ignora, pero pudo ser San Mateo.

Después surge el evangelio canónico de Mc; de la predicación de Pedro, finalmente el evangelio canónico de Mt y por fin el evangelio canónico de Lc.

Sin embargo, para estas teorías rectamente notarás que se da o debe darse, por razón de la tradición, la identidad substancial entre Mt canónico y Mt aramaico; por lo que la incorporación de nuevos elementos al Mt primitivo supondría una obra nueva y un nuevo autor. Además, muchas cosas que se dicen en estas hipótesis se dicen de nuevo, hipotéticamente y no con plena probación.

Por lo dicho consta que los autores católicos más recientes, unos quieren que Mc sea el primitivo de todos, del cual dependan Mt y Lc; otros sostienen que Mt aramaico es el primero y que ejerció influjo en los demás. Finalmente otros hacen una composición a partir de estas diversas sentencias e hipótesis para seguir otro camino. A estos autores católicos añadimos la siguiente teoría de la cual vamos a tratar.

352. F) HIPÓTESIS MAS PROBABLE. Puede admitirse la siguiente hipótesis, en base a lo que se considera más verosímil y más conforme con la tradición:

1º. La catequesis primitiva de los apóstoles Mateo y Pedro se encuentra respectivamente en los evangelios de Mt y Mc. Esta catequesis consistía principal­mente en la narración de la vida de Jesús y de las palabras de Señor, sobre todo las palabras que dijo a las multitudes en su ministerio en Galilea. Esta catequesis pudo tener una fuente común escrita, sobre todo mediata (el evangelio de san Mateo escrito en arameo?) y transmitida oralmente.

Esta fuente la conoció después san Lucas, aparte de algunas fuentes escritas. Por tanto Lc, además de fuentes escritas, recibió esta fuente transmitida por vía oral; pues a duras penas se concibe cómo Le usó el evangelio de san Marcos, siendo así que Me había escrito su evangelio en un lugar muy distante de donde estaba Lc...

Esta fuente transmitida oralmente, o sea esta tradición oral, que surgió hacia el año 40, pudo conservarse bien durante algunos decenios... de tal manera que los evangelios se escribieron con toda certeza antes del año 70.


[1] San Spiridón, obispo de Chipre, reprende públicamente a uno que se había atrevido a cambiar la palabra 6D"$$"J@< en otra más elegante, a saber F64:B@*".

Los cristianos seleccionaban bien lo genuino y rechazaban lo apócrifo. Así Tertuliano narra el hecho de haber rechazado las Actas de Pablo; y así Serapión, apoyado solamente de una forma secundaria en razones doctrinales dogmáticas, escribió desde Antioquia a Silicia para que abandonaran el evangelio de Pedro como no genuino.

Los apócrifos eran rechazados por la pomposidad de las palabras, por la exageración, por la falta de sencillez con que escribían los apóstoles y además por la falta de concordancia con las fuentes primitivas; en esta acción de rechazar los apócrifos mostraban en verdad los cristianos el sentido crítico de la Iglesia. La regla para admitir los escritos era la tradición apostólica y esta era la regla que seguían.

[2] «No abandones los mandatos del Señor; custodiarás lo que has recibido, no añadiendo ni quitando nada» (Didaché 4,13: R 2).

[3] Encontrarás un sumario de este asunto en J. Leal, S.I. El valor histórico de los evangelios, págs. 280­295.