CAPITULO III

 

LA HISTORICIDAD DE LOS EVANGELIOS Y DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

 

246. Entre los libros del N.T. debemos considerar especialísimamente los evangelios y el libros de los Hechos de los Apóstoles, cuyo uso es inmediato y totalmente necesario en los tratados de Apologética; por lo tanto, debe ser demostrado previamente su valor histórico. En cuanto a la comprobación del valor histórico o de la autenticidad de los otros libros del N.T., aunque se considera útil en la Introducción bíblica, sin embargo, ahora no es tan necesaria como la de los evangelios y de los Hechos, por lo cual juzgamos oportuno omitir ahora esa prueba, para no sobrecargar y hacer fatigoso un estudio no necesario, aunque a su tiempo, y dada la ocasión, consideremos también su autenticidad. (Cf. n.188s).

 

Artículo I

NOCIONES PREVIAS Y RESUMEN DE LOS ADVERSARIOS

247. EVANGELIO significa una noticia buena o alegre. En el N.T. se aplica a la predicación del Mesías y del reino mesiánico.

Así, por ejemplo, en Mt 4,23; 9,35; Mc 1,14 (predicando el evangelio del reino); Mt 24,14 (se predicará este evangelio del reino en el universo mundo); 26,13 (donde quiera que en todo el inundo sea predicado este evangelio); Me 8,35 (quien pierda su alma por mi y por el evangelio); 16,15 (predicad el evangelio a todas las criaturas ... ); Lc 4,18 (me envió a evangelizar a los pobres). Igualmente en San Pablo, donde se lee esta palabra cincuenta veces, designando el origen de la buena nueva (evangelio de Dios), o su objeto principal (evangelio de Jesucristo, evangelio de la gloria de Dios), o alguno de sus objetos (el evangelio del prepucio), o la persona que lo predica (mi evangelio).

Pero como este anuncio y esta predicación se escribieron, entonces a estas mismas escrituras se les ha llamado evangelios. Así, por ejemplo, San IGNACIO (+ 107): «Habiendo oído a algunos que decían: Si no encuentro en los archivos que esto está en el evangelio, no creo y diciéndoles yo a ellos lo que está escrito... ». Igualmente San JUSTINO (C. 100 -167): «... los Apóstoles, en sus comentarios, que se llaman evangelios, transmitieron que así se lo había mandado Jesús».

Otras nociones acerca de la genuinidad, integridad, historicidad, véase más arriba el n.215.

248. Principales teorías y adversarios contra la historicidad de los evangelios. EN GENERAL, todos los que niegan los hechos sobrenaturales, los racionalistas, niegan consecuentemente la historicidad de los evangelios y de los libros sagrados, puesto que en ellos se contienen y narran cosas sobrenaturales.

EN PARTICULAR, tenemos que considerar diversos adversarios y tendencias:

249. BARUCH SPINOZA (1632-1677) quiere negar estrictamente la historicidad de los milagros evangélicos, los explica como narraciones exageradas según la costumbre de los orientales, que atribuyen inmediatamente a Dios los efectos, o que introducen esos milagros por un fervor religioso por un fraude piadoso.

250. Otros de los que admitían fraude son: VOLTAIRE (1694-1778), DIDEROT (1713-1784), FEDERICO II (1712‑1786) y principalmente H.S. REIMARUS (1694-1768), que es el portaestandarte de la teoría llamada del «fraude», para explicar las cosas que están en los evangelios.

HERMANN SAMUEL REIMARUS era profesor en Hamburgo y compuso en secreto el manuscrito Apologia rationalium cultorum Dei (Apología de los cultos racionales de Dios). El manuscrito vino a las manos de Lessing, quien, en los años 1774, 1777, 1778, editó tres fragmentos de él. En el tercer fragmento trataba de la finalidad de Jesús y de sus discípulos. Para él, Jesús era un judío, meramente hombre, que como un Mesías político quiso librar al pueblo del yugo de los Romanos. Pero el pueblo le abandonó en Galilea y en Jerusalén y él muere rebelde y desesperado. Todas las otras cosas que narran las fuentes sagradas son fingidas: los milagros, los sacramentos, la fundación de una religión nueva. Los discípulos de Jesús fingieron su resurrección después de haber robado ocultamente el cuerpo de Jesús; anunciaron que más tarde había de venir su segundo advenimiento glorioso. Y todo esto, por fraude, de mala fe, puesto que eran conscientes de la falsedad de su afirmación y de su predicación; la razón del fraude: para vivir cómodamente con las contribuciones de sus seguidores.

251. H.E. GOTTLOB PAULUS (1761-1851) tiene la teoría naturalística, la cual pretende explicar naturalmente los milagros.... no por un simple fraude, y a éste se le añade ERNESTO RENAN (cf. n.256).

No niegan alguna genuinidad y alguna historicidad de los evangelios, más aún, admiten los hechos narrados. Pero pretenden que se encuentran mezclados con exageraciones, y que es propio del crítico explicar naturalmente y purificar esos hechos de sus exageraciones. Así, por ejemplo, GOTTLOB PAULUS, acerca de la resurrección de Lázaro dice: «Cristo no pensó hacer un milagro, sino que quiso ver a su amigo Lázaro muerto, para despedirse de él. Marta intenta impedírselo porque Lázaro lleva ya cuatro días y ya huele (Jn 11,39). Pero ella no había percibido el hedor - según Paulus -, sino que más bien, temiéndoselo, lo sospecha porque estaba persuadida de que Lázaro había muerto realmente. Pero Jesús, orando al Padre, según su costumbre y, dudando de la muerte de su amigo, dice para sí: «Quizás vive aún». Quitan la piedra y Jesús da gracias al Padre. ¿Por qué? Con una primera mirada había visto a Lázaro, sólo aparentemente muerto, que se movía. Lo llama: «Lázaro, ven». La multitud queda estupefacta. He aquí cómo pudo nacer la fama del milagro.

252. FEDERICO STRAUSS (1808-1874) tiene la teoría mítica: lo que en los evangelios es sobrenatural, son mitos, obra no de una premeditación fraudulenta, sino de la fantasía y del ingenio inclinado a la poesía, formados en la primitiva generación cristiana para exaltar la imagen de Jesús como Mesías. Así, los cristianos primitivos, con su fervor y su fantasía atribuyeron a Jesús Nazareno, bajo el influjo del A.T., lo que en el A.T. se decía con respecto al Mesías o a otros, y así formó una cierta imagen ideal de Jesús, no histórica.

Como Moisés, por ejemplo, dio al pueblo el maná y Elías multiplicó la harina.... así se hizo común la leyenda de que Jesús había multiplicado los panes; los discípulos habían entendido muy mal las palabras de Jesús acerca del "pan del cielo".

Ahora bien, porque era necesario un cierto tiempo para que se pudiesen formar esos mitos - dice - los evangelios fueron escritos hacia la mitad del siglo II. Pero, como incluso los racionalistas más recientes conceden que los evangelios fueron escritos mucho antes, en el siglo 1, los mismos racionalistas han abandonado esta teoría mítica.

253. FERNANDO CHRISTIAN BAUR (1772-1860) es el autor de la escuela crítica de Tubinga, el cual dice que en el evangelio todo está deformado por el influjo de las tendencias de la iglesia primitiva (petrinismo y paulinismo). Y piensa que estos evangelios fueron escritos al final del siglo I o principios del II, para que esas tendencias tuvieran tiempo de desarrollarse.

Según la escuela de Tubinga, en los evangelios se encuentran vestigios de las tendencias que supone que existieron en la iglesia primitiva. Dice que estas tendencias fueron el petrinismo judaizante y el paulinismo universalizante, y pretende que esas tendencias se deben deducir de Gál 2-7, en que a Pedro se le destina el apostolado de la circuncisión y a Pablo el apostolado entre los gentiles.

En vano se habla de tendencias como opuestas entre si. Porque eran meras divisiones prácticas del trabajo. Y lo que se trataba en el Concilio de Jerusalén fue una cuestión disciplinar, no una disención doctrinal. Pablo se opuso a Pedro en su propia casa, porque éste era reprensible, al obrar abiertamente y ceder a veces a la simulación (Gál 2,11). Pero Pedro vivía al modo gentil y no al judío (Gál 2,14) y bautizando a Cornelio y a otros gentiles, los admitió en la Iglesia (Hchs 10) y recordó en el Concilio de Jerusalén que Dios eligió a los gentiles por su palabra (de Pedro) para que oyesen el evangelio y creyesen (Hchs 15,7).

Por estos prejuicios y por las tendencias supuestas, según esta escuela, los evangelios, más que fuentes estrictamente históricas, responden al deseo de conciliar esas tendencias: el evangelio según Mateo es el primer intento de conciliación entre el petrinismo y el paulinismo y fue escrito a principios del siglo II, pero no consiguió su efecto y tampoco el evangelio de Lucas, nacido poco después (año 120-135), obtuvo ese efecto por su prevalencia paulina. Por fin, hacia la mitad del siglo II, el evangelio de Marcos lo obtuvo al prescindir de los elementos de cada una de las facciones.

Se aproximan a esta escuela, aunque discrepen de ella en cosas particulares, KEIM, VOLKMAR, HILGENFELD, HOLSTEN.

254. BRUNO BAUER (1809-1882), seguidor de la escuela crítica de Tubinga, al negar rotundamente la historicidad de los evangelios llegó incluso a dudar de la misma existencia histórica de Jesús.

255. LA ESCUELA LIBERAL MAS RECIENTE profesa el eclecticismo, uniendo muchas cosas: el criticismo (esto es, el hipercriticismo), con el estudio comparativo de las religiones y con el método psicológico y acudió a la explicación naturalística, o a los mitos o a las relaciones exageradas, de modo que niega a los evangelios una historicidad plena.

256. Según ERNESTO RENAN (1823-1892) los evangelios son leyendas, puesto que en ellos se encuentran milagros y cosas sobrenaturales, estas leyendas fueron escritas no por los apóstoles (Mateo, Juan), o por Marcos o Lucas, sino que fueron escritas según las tradiciones que se decía que provenían de ellos. Y como provenían de estos testigos muy mediatos, son históricas en un cierto núcleo, como en las leyendas de San Francisco de Asís, pero deben ser cercenadas muchas cosas... según las explicaciones y los métodos a lo Renan.

Otros de tendencias semejantes son: A. SABATIER, B.WwEISS, A. REVILLE, A. VON HARNACK, W. WREDE, A. JÜLICHER y también I. WELLHAUSEN, H.I. HOLTZMANN y A. LOISY.

257. De los modernistas es esta palabra: El Cristo histórico fue transformado en el Cristo ideal por un proceso natural de desfiguración y transfiguración. Estos propugnan un sistema de dos fuentes en los sinópticos (Mc y Logia) (sermones), en los cuales eran históricas algunas cosas, pero redactores posteriores mezclan cosas falsas a las verdaderas (cf. n.349).

258. El más reciente método histórico de las formas (Formengeschichte) pretende encontrar elementos verdaderos, quiere encontrar elementos primitivos en las narraciones de los milagros y en las palabras de Jesús... A tal método pertenecen M. K. L. SCHMIDT, M. DIBELIUS y R. BULTMANN,  quienes proceden suponiendo que se mezclaron nuevos elementos con el transcurso de la tradición y del tiempo..., e ignorando, por otra parte, el empeño de ¡os cristianos de conservar cuidadosamente «quod traditum erat» (lo que ha sido transmitido), y menospreciando también testimonios contrarios de la tradición y la aptitud de los semitas para conservar de memoria lo que habían recibido.

Estos adversarios, en lo que se refiere a los sinópticos, quieren catalogar estos evangelios en el género histórico, pero no en el estricto y de alta literatura (Hochliteratur), como dicen, sino en otro popular (Kleinliteratur), como se encuentra en la leyenda áurea o en otras leyendas de santos, de modo que a lo verdadero se mezclan muchas cosas fabulosas por la tendencia del Yugo de exaltar a los santos.

La «DESMITOLOGIZACION» PROPUESTA POR R. BULTMANN. En tiempos recientes se divulgó la idea de la llamada «desmitologización» (Entmythologisierung) del N.T., propuesta por Rodolfo Bultmann (1884), profesor de Marburg. Suponiendo que en el N.T. se encuentran mitos, obra de una imaginación popular, dice que ahora se trata de quitar esos mitos para poder transmitir a los hombres de hoy la revelación divina pura. Tales mitos serían, por ejemplo, la división del universo mundo en tres partes, la superior (cielo), la media (tierra) y la inferior (infierno), la preexistencia de Jesucristo como Dios, su Encarnación y la natividad virginal, su resurrección corporal (cf. n.545,6), su advenimiento como juez junto con la resurrección universal, de donde también la salvación y la condenación... El método para encontrar estos mitos es muy semejante al de la historia de las formas (Formengeschichte), del que hemos hablado antes: cuando se descubre alguna cosa que es menos coherente con los prejuicios particulares del investigador, se la relega, se la aparta.

Fácilmente aparece que tal método de «quitar los mitos» está sujeto a los prejuicios filosóficos que sostienen la imposibilidad de los milagros, por lo cual dondequiera que se trate de los milagroso, ven fácilmente mitos, y sin embargo se demuestra certísimamente por la filosofía y la historia que los milagros son posibles, ni se les puede rechazar a priori (lo que no es científico de ningún modo).

Pero si la concepción del mundo, v. gr., del ciclo superior y de las partes inferiores de la tierra, no responden a la actual mentalidad científica, no por eso se podría considerar como un mito, por ejemplo, la Ascensión del Señor, puesto que la intención divina no fue enseñarnos la naturaleza del mundo visible (cf. el Tratado sobre la Sagrada Escritura, n.181,6), sino que el N.T. usa de los términos entonces acostumbrados, o se exponen las cosas con la representación popular del cielo vigente entonces.

El Nuevo Testamento expone las cosas objetivas que en él se narran y gozan de una verdad histórica como lo probamos ampliamente (n.332 sq.), y esto consta, tanto por el examen interno de los libros, como por la tradición de los Padres y de otros escritores. Sin ninguna razón se verían en él leyendas o adornos míticos al modo de los evangelios apócrifos, como si el N.T. contuviese ciertamente la buena nueva y la revelación divina, pero entremezclándolas con fábulas y mitos. El más leve examen de la cuestión nos muestra que los evangelios apócrifos y los evangelios canónicos «toto caelo differre» (son totalmente distintos).

Sería además imposible que los escritos del N.T. (que han nacido en lugares tan dispersos y han sido compuestos por diversos escritores), concordasen más que en lo substancial y en la narración de los hechos y en la transmisión de la nueva noticia evangélica (como en realidad concuerdan plenamente), a no ser que hubiesen nacido de la narración primitiva y objetiva y pretendiesen describir hechos plenamente históricos y no propagar simplemente leyendas. Porque la tendencia de utilizar adornos míticos no hubiese producido esa concordia.[1]

 

Artículo II  

LOS AUTORES DE LOS EVANGELIOS Y DE LOS HECHOS

TESIS 16. EL AUTOR DEL PRIMER EVANGELIO ES MATEO, APÓSTOL DE CRISTO.

259. Estado de la cuestión. Hablamos de los evangelios, designándolos según el orden con que se encuentran en los catálogos eclesiásticos, y aún más, en el canon de los libros sagrados y en las ediciones que se han hecho y se hacen de ellos.

Estos evangelios se llaman, según Mateo, según Marcos, según Lucas, según Juan, pero decimos que deben entenderse y significan, no según la predicación de Mateo, etc., sino escrito por Mateo, etc.

Si el evangelio tiene verdaderamente su origen en aquél a quien se le atribuye, entonces es genuino (con genuinidad de autor); si pertenece en realidad al tiempo en que se dice que fue escrito, entonces será genuino con genuinidad de tiempo. Cf. n.215.

260. Los adversarios principales de esta tesis son los racionalistas y protestantes liberales, que niegan la tesis, al menos, sobre el evangelio como está ahora, pretendiendo que Mateo escribió solamente las sentencias, los dichos ( 8@(4" ) del Señor (cf. n.268) y que el evangelio actual está compuesto más recientemente, puesto que está revestido de universalismo y «catoliza» (cf. D 2151); o que fue escrito después de la destrucción de Jerusalén, puesto que contiene los vaticinios de este acontecimiento (D 2150).

261. Doctrina de la Iglesia. La doctrina de la Iglesia acerca del evangelio de Mateo la tenemos en las respuestas de la Comisión Bíblica del 19 de junio de 1911 (D 2148-2154). De éstas, lo que más nos interesa a nuestro propósito actual es: si atendiendo el universal y constante consentimiento de la Iglesia, ya desde los primeros siglos, que muestran luminosamente los expresos testimonios de los Padres [cf. n.263-2711, los títulos de los códices de los evangelios [cf. n.2721, las versiones, aun las más antiguas, de los sagrados libros y los catálogos transmitidos por los Santos Padres, por los escritos eclesiásticos, por los Sumos Pontífices y por los Concilios, y finalmente el uso litúrgico de la Iglesia oriental y occidental, puede y debe afirmarse con certeza que Mateo, apóstol de Cristo, es realmente el autor del evangelio publicado bajo su nombre. Resp. Afirmativamente (D 2148). Y, si ha de considerarse como suficientemente apoyada en la tradición la sentencia que sostiene que Mateo precedi6 a los demás Evangelistas en escribir el primer evangelio en la lengua patria usada entonces por los judíos palestinenses, a quienes fue dirigida la obra. Resp. Afirmativamente, en cuanto a las dos partes (D 2149).

Valor teológico. La tesis, pues, se debe mantener con un asentimiento interno religioso[2]. Y cf. D 2113 (EB 271) acerca de la autoridad de la Comisión Bíblica, y EB 519.

Es verdad que hoy se distingue un doble género de decretos dados por la Comisión Bíblica: unos decretos se refieren directa o indirectamente a la fe y a las costumbres, pero otros no consideran inmediata o mediatamente la fe y las costumbres. Estos últimos, aunque fueron dados según la oportunidad de los tiempos, no impiden, según la mente de la misma Comisión Bíblica, una justa libertad e investigación científica. Tales cuestiones investigables y todavía por investigar son las de los autores y las del género literario de los libros sagrados. De lo cual se hablará después, en el tratado De la Sagrada Escritura, n.248s.

Pero la cuestión de los autores de los evangelios no parece inconexa con las cuestiones de la fe. Pues además de que puede referirse a la fe, si en el mismo libro sagrado alguien se llama a sí mismo el autor del libro «el que escribió estas cosas» (Jn 21,24), pero además, no es poco lo que importa para la demostración racional e histórica del hecho de la revelación por Jesucristo, el conocer quienes fueron los autores de los evangelios y de los Hechos, es decir, si fueron apóstoles o varones apostólicos, discípulos de los apóstoles que fueron testigos oculares o auriculares de las cosas narradas o al menos si fueron suficientemente próximos a esas mismas cosas narradas, de los cuales se pueda demostrar rectamente su ciencia y veracidad.

262. Prueba 1ª. Por argumentos externos, es decir, por documentos históricos, por los que en primer lugar deben demostrarse los hechos históricos.

«... es evidente que en las cuestiones de materias históricas, cuales son el origen y la conservación de los libros, los testimonios históricos prevalecen sobre todos los otros, y deben ser buscados y examinados con todo interés, pero las razones internas, por lo común, no son de tanta importancia que sea necesario recurrir a ellas, si no es para una cierta confirmación de lo investigado. De lo contrario, se seguirían grandes inconvenientes...» (Encíclica «Providentissimus»: D 1946: EB 110). Es decir, se seguiría más audacia y más subjetivismo en esos adversarios que enaltecen tanto estos criterios internos para confirmar sus opiniones prejuzgadas.

Como prueba, aduciremos los testimonios históricos de los que se compruebe la tradición universal (de casi todas las iglesias) y constante desde los primeros siglos.

Parece conveniente disponer los documentos de tal forma que generalmente procederemos desde los testimonios más recientes a los más remotos y primitivos.

263. Siglo IV San JERÓNIMO (c.347-420), que vale como el intérprete de varias iglesias: la romana, la palestinense.... decía así:

«Mateo, llamado también Leví, de publicano a apóstol, compuso el primero, en Judea, el Evangelio de Cristo en letras y palabras hebreas para los que de la circuncisión habían creído; no es bastante cierto quién fue el que lo tradujo después al griego. El mismo hebreo se custodia hasta hoy en la Biblioteca de Cesarea, que hizo con todo interés Pámfilo mártir, y a mí también me concedieron copiar de él los Nazareos que utilizan ese volumen en Berea, ciudad de Siria».

Y San AGUSTÍN (354-430), de la iglesia africana, escribiendo contra Fausto maniqueo decía:

«Como yo creo que ese libro es de Maniqueo, porque ha sido custodiado y transmitido desde el tiempo mismo que Maniqueo vivía en carne, hasta nuestros tiempos, por una cierta sucesión de sus discípulos, vuestros propósitos, de¡ mismo modo creed que también este libro es dc Mateo, al cual la Iglesia, en una sucesión cierta de los tiempos, lo condujo hasta nuestros días desde el tiempo en que el mismo Mateo vivió en carne».

De un modo semejante San EFRÉN (c.306-373), diácono en la iglesia Siria, escribía: «Mateo escribió el evangelio en hebreo, el cual después fue traducido a la lengua griega».

No faltan otros testigos de otras iglesias. Por ejemplo, San JUAN CRISÓSTOMO (344-407), de la iglesia constantinopolitana y de la antioquena:

«Se dice que Mateo, por ruego de los judíos que habían creído, dejó escrito en letras lo que había proclamado de palabra y escribió el evangelio en hebreo».

También San EPIFANIO (c.315-403), de la iglesia palestinense; San CIRILO DE JERUSALEN (c.313-386) en sus Catequesis.

Al principio del siglo IV se encuentra el testimonio del eruditísimo EUSEBIO DE CESAREA (c.265-340), el padre de la Historia Eclesiástica (la cual escribió entre los años c.303-325), y que después de sus investigaciones dice:

«Mateo, habiendo predicado la fe en primer lugar a los hebreos, cuando iba a partir hacia otras gentes, escribió su evangelio en la lengua patria, con lo cual parecía que permanecía aún presente a los que dejaba y suplió así con lo escrito».

264. En los siglos III o II se encuentran testigos llenos también de erudición que testifican lo mismo:

TERTULIANO (c. 160-223) es el egregio representante de la Iglesia de África proconsular, es el primero que testifica esto y lo proclama contra Marción, que adulteraba el evangelio.

«Establecemos en primer lugar que el instrumento evangélico tiene por autores a los apóstoles, a los cuales el mismo Señor les impuso la obligación de promulgar el evangelio... Por fin, Juan y Mateo nos introducen en la fe de los apóstoles y Lucas y Marcos nos instruyen en la apostólica».

Y el mismo Tertuliano nos habla abiertamente del primer evangelio: «En primer lugar, el mismo Mateo, autor fidelísimo del evangelio, como compañero del Señor..., comienza así: Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham».

Y ORÍGENES (185-255), varón eruditísimo de la iglesia alejandrina, clamaba de esta manera:

«Mateo, el primero, hizo resonar la trompeta sacerdotal con su evangelio. Marcos también, Lucas y Juan, tocaron cada uno con sus trompetas sacerdotales ... » (aludiendo a su evangelio y transmitiendo después otros libros del N.T.). Añade aún que Juan también hizo resonar su trompeta por sus epístolas y el Apocalipsis, y Lucas al describir los hechos de los apóstoles.

Y en los Comentarios al evangelio de San Mateo, decía así por testimonio de Eusebio:

«Como recibí por tradición sobre los cuatro evangelios que se admiten sin controversia, en la única iglesia de Dios que existe bajo el cielo, que el primer evangelio escrito fue el de San Mateo, que fue publicano en primer lugar y después apóstol de Jesucristo» que lo escribió en lengua hebrea y lo publicó par la fe de los judíos convertidos... »

Hay documentos de CLEMENTE DE ALEJANDRÍA (150-215), en los que consta que él conoció el evangelio de Mateo:

Así, por el testimonio de Eusebio: «Clemente... refiere de esta manera una cierta tradición sobre el orden de los evangelios, que la había recibido de los ancianos más antiguos. Decía sobre los evangelios que habían sido escritos primeramente los que contienen la serie de la generación del Señor...».

Y añade él mismo: «En el evangelio según Mateo se deduce la genealogía desde Abraham ... ».

De PANTENO, maestro de Clemente (+ c.200), que había sido antes rector de la escuela catequística de Alejandría, y había viajado para convertir a los judíos, refiere el mismo Eusebio:  

«Se dice que Panteno había llegado hasta las Indias y encontró allí que te había precedido el evangelio de Mateo y que había algunos instruidos en la doctrina de Jesucristo, a los cuales, según se dice, Bartolomé, uno de los apóstoles, les había predicado en otro tiempo y les había dejado el evangelio de Mateo escrito en hebreo y se recordaba que se había conservado hasta esos tiempos.

265. San IRENEO (140-202), obispo de Lyon, testigo egregio, puesto que era un hombre erudito, y que conocía la tradición de las iglesias de Galia, Roma y de Siria.

Había sido discípulo de San Policarpo[3]

«Así Mateo (parece que hay aquí una laguna en la frase por la partícula et (6"4) que sigue. Esta laguna puede completarse por esta o por otra sentencia semejante: escribió lo que había sido predicado por los apóstoles entre los hebreos, en su propia lengua [es decir, el arameo y publicó la escritura [otro (Levesque): la llevó lejos del evangelio, mientras Pedro y Pablo evangelizaban y fundaban la iglesia de Roma.[4]

Y poco después dice: «Tanta es esta firmeza acerca de los evangelios, que los mismos herejes dan testimonio de ellos y cada uno de ellos se esfuerza por confirmar su doctrina tornándola de los mismos. Por que los Ebionitas, que sólo usan el evangelio según Mateo, por eso mismo son confundidos no tomándolo con rectitud en primer lugar del Señor ... ».

266. El testimonio de Papías. Llegamos ya al testimonio más antiguo de todos, el testimonio de Papías.

Este era, ya antes del año 130, obispo de Herápolis en Frigia, e Ireneo dice de él: «Discípulo de Juan, compañero de Policarpo, varón antiguo... que escribió cinco libros». De esta obra suya, Explicación de los dichos del Señor (cinco libros), se acuerda también Eusebio, quien, por otra parte, parece insinuar que Papías no dice que él hubiese visto y oído a los apóstoles.

El testimonio de Papías se nos ha conservado por los fragmentos recogidos por Eusebio. He aquí las palabras de Papías, traducidas del griego, por las que aparece el deseo de Papías de conocer la tradición de los antiguos, especialmente de los más ancianos (JT<BDgF$LJgDT<), esto es de los apóstoles, y además de la diligencia que él puso en la investigación:

«Ni será molesto, dice (Papías), escribir lo que en otro tiempo aprendí bien de los ancianos (6"8TH,:"2@<) y lo aprendí bien de memoria (6"8THg:<0:@<gLF") con algunas interpretaciones nuestras para que se confirme su verdad también con nuestra afirmación. Porque no he seguido nunca, como muchos acostumbran, a los que abundaban en palabras, sino más bien a los que enseñaban la verdad, ni he seguido a los que propagaban algunos preceptos nuevos y raros, sino a los que recordaban los mandatos transmitidos por la fe de¡ Señor y que provenían de la misma verdad.- Pero si a veces se me presentaba alguien que hubiese tratado con los ancianos, les preguntaba los dichos de los ancianos, qué dijo Andrés, qué Pedro, qué Felipe, qué Tomás, qué Santiago, qué Juan, qué Mateo, o qué dijeron otros de los discípulos del Señor ("<g6D4<@< ... J4 ... g4Bg<), y qué Aristón y Juan el presbítero (` BDgF$LJgD@H [T"<<0H), discípulos del Señor, dicen (8g(cLF4<), in praesenti (ahora)]. Porque no juzgaba que podía recibir tanta utilidad de la lectura de los libros, como de la viva voz de los hombres que vivían aún».

267. «Decía también aquel anciano: Marcos, el traductor de Pedro, escribió diligentemente lo que había aprendido de memoria, pero no por el orden con que habían sido dichas o realizadas por el Señor (J" LB@ J@L OD4FJ@L 0 8P2g<J" 0 BD"P2g<J"). Porque el no había nunca oído o seguido al Señor, sino a Pedro, como dije, trató después, quién predicaba el evangelio, según la utilidad de los oyentes, no para entretejer la historia de las palabras del Señor. Por lo cual en nada pecó Marcos, quien escribió después algunas cosas según las recordaba de memoria. Porque sólo le interesaba una cosa, no omitir nada de lo que había oído, o no añadir nada falso.

268. «Esto dice Papías de Marcos, y de Mateo lo siguiente:

«Mateo, dice, escribió (FL<g(D"R"J@), en lenguaje hebreo (*4"8g6Jg) los oráculos (J"8@(4") divinos y los interpretó cada tino como pudo».

Ahora bien, Mateo no puede ser otro que el apóstol, porque no había otro conocido sino el apóstol, y Eusebio, que conocía la obra íntegra de Papías, lo entendió del apóstol Mateo.

En lengua hebrea, esto es, en lengua aramaica, que era la vulgar entonces entre los hebreos[5], y los cristianos que usaban entonces la lengua griega, v.gr. en Asia Menor, lo interpretaron como pudieron en la traducción oral al pueblo, como era la costumbre.

I" 8@(4" quiere decir directamente discursos, sermones, de los que abunda el evangelio de Mt[6] pero también quiere decir las acciones y los hechos del Señor, porque los libros de Papías, bajo el título 8@( 3T< 6LD4"6T<, contenían los dichos y los hechos del Señor[7]; y Papías, al tratar poco antes del evangelio de Mt, esto es, de la historia de los sermones (8@3T<) del Señor, entiende en ellos lo que fue dicho o hecho por el Señor (0 8gP2g<J" 0 BD"P2g<J").

Además, escribió estos sermones o los reunió con otras materias en un cierto orden, lo que indica la existencia de un libro.

269. Sobre el valor de este testimonio. Sin duda alguna, el testimonio de Papías es de gran importancia: a) porque es el primer testimonio explícito que atestigua que Mt fue el autor del primer evangelio; b) y es el testimonio de un hombre que estudiaba diligentemente los dichos de los ancianos más antiguos, es decir, de los apóstoles y de los discípulos del Señor (lo aprendí bien, lo aprendí bien de memoria para que también se confirmase su verdad con nuestra afirmación ... ); c) y este testimonio, aunque fue escrito por Papías a principio del siglo II, refiere, sin embargo, palabras del «presbítero Juan», proferidas a los sumo, como término después del. cual no, muy verosímilmente hacia fines del siglo I[8].

270. d) ESTE «PRESBÍTERO JUAN», DE DONDE VIENE LA TRADICIÓN, ES MAS PROBABLEMENTE EL MISMO APÓSTOL JUAN:

Es cierto que EUSEBIO lo interpretó de otro Juan, discípulo del Señor, por el hecho de que Papías escribió dos veces el nombre de Juan: en primer lugar con los apóstoles, después fuera del número de los apóstoles y anteponiendo ante él a un cierto Aristión, más aún, porque en Efeso había dos sepulcros de Juan. A este presbítero Juan, no apóstol, quiere que se le atribuya el Apocalipsis.

Porque Eusebio recibió de DIONISIO ALEJANDRINO (+ c.264) que en Efeso había dos sepulturas o sepulcros reverenciados con un gran honor bajo el nombre de Juan, y por esto y por el examen interno de los escritos, quería a Dionisio que un Juan fuese el apóstol y que escribió el evangelio de Juan y la 1ª epístola de Juan, y que el otro fuese un discípulo del Señor y que escribió el Apocalipsis.

San JERÓNIMO refiere lo de los dos sepulcros de Juan en Efeso, y a Juan el presbítero le atribuye la 2ª y la 3ª Jn, pero no el Apocalipsis, que lo atribuye a Juan Apóstol.

Que el «presbítero Juan» era distinto del apóstol Juan, lo defendían, en primer lugar, KEIM (1867), después HARNACK, y entre los más recientes, LAGRANGE, GRANDMAISON, HUBY. LUSSEAU-COLLOMB.

271. Pero la mayor parte de los autores católicos afirma que el presbítero Juan es Juan el apóstol. Y con razón:

1) Del examen del testimonio de Papías aparece que presbíteros se llamaba, en primer lugar, a los mismos apóstoles; pero Aristión, aunque es llamado discípulo del Señor (y por lo tanto, por la edad, sería anciano), sin embargo no se le llama presbítero. Y en cambio, Juan es llamado presbítero.

2) Pero si se duplica el nombre de Juan, la razón parece ser por la diversidad de los tiempos acerca de las cosas que se trataban: en primer lugar, qué dijeron (en tiempo pretérito), después qué dicen (en tiempo presente) Aristión y el presbítero Juan que se supone que vivían aún cuando investigaba Papías.

3) El presbítero (@ BDgF$LJgD@H, con artículo) es persona plenamente conocida y determinada, nombre que responde claramente a la denominación que se le da al principio de Jn 2 y 3 también determinada (@ BDgF$LJgD@H) de las epístolas del apóstol Juan, como se precisa comúnmente, lo cual parece indicar que éste fue el nombre propio del apóstol Juan en su senectud. Y tan peculiarmente propio, que entre los discípulos del Señor que entonces vivían (Aristión y Juan), un solo «presbítero» supervivía. Y se pone después de Aristión, quizá porque le superaba en la edad y en la vida por su senectud.

4) San Ireneo, un gran perito en cosas asiáticas, no recuerda sino un solo Juan y éste el evangelista.

5) La opinión de Dionisio de un segundo Juan, autor de las epístolas 2 y 3 Jn, hoy ha sido abandonada por los católicos y con razón. Y también por eso se debilita la opinión de Eusebio que dice que el segundo Juan escribió el Apocalipsis y que éste es el presbítero Juan. Y es bueno notar de Eusebio que participó en disminuir la autoridad de Papías, por as fábulas milenaristas admitidas por éste.

272. Los títulos de los evangelios. Los títulos de los evangelios, según Mateo, según Marcos..., aunque no habían sido puestos por los autores ni desde el principio (porque no era la costumbre escribir el nombre de los autores), son, sin embargo, antiquísimos. De tal modo que se les consigna como de la primera mitad del siglo II.

Aunque propiamente podrían significar el evangelio según la predicación de Mateo.... sin embargo, no parece que sea así, porque entonces de Mc y Lc debería decirse según Pedro y según Pablo, cuya predicación la reproducen respectivamente Mc y Lc (cf n.278ss, 289ss). Que su sentido es según el autor de cada uno de los evangelios y el modo común de hablar no era ajeno a dar esa significación (v.gr., 2 Mc 2,13: g< J"4H "<"(D"n"4H 6"4 g< J@4H LB@:<0:"J4F:@4H J@4H 6"J" J@< ;gg:4"< ... )

273. Resumen de lo dicho. Por lo dicho, consta que en los primeros siglos hubo una tradición explícita universal y constante desde el siglo primero sobre Mateo apóstol, como autor del primer evangelio. Y no se pueden reducir todos los testimonios al testimonio único de Papías (y de Juan apóstol), sino que por lo que hemos dicho acerca de Panteno (y consiguientemente de Clemente, de Orígenes) se nos manifiesta claramente otra fuente.

Esta tradición tiene testigos eruditísimos (como San Jerónimo, Tertuliano, Eusebio, Orígenes, Clemente Alejandrino, Ireneo) y también testigos que han tratado con los apóstoles o con sus discípulos (como Papías e Ireneo, e incluso con Juan Apóstol.

Y hemos ido persiguiendo el origen de esos testimonios hasta el siglo I. Y es bueno notar que sobre los autores clásicos profanos, de cuya genuinidad nadie duda, no se pueden aducir tan gran abundancia de testigos y de tal calidad, tan inmediatos al origen de los escritores.

274. 2º. Por argumentos internos, se confirma que Mateo Apóstol es el autor del primer Evangelio. Porque:

a) el autor del primer evangelio conoce bien las cosas judías, las instituciones y las costumbres de los judíos, y se comprende bien por qué no explique ninguna de estas cosas, puesto que escribe a los judíos mismos que ya las conocían.

Así, por ejemplo, aparece claro que conoce la geografía palestinense: Rama (2,18), desierto de Judea (3,1), Corozain, Betsaida (11,21), Cafarnaum (8,5; 11,23), a los jefes del pueblo: Herodes (2,3ss), Arquelao (2,22), Herodes tetrarca (14,1), Caifás (26,57), Pilato (27,2ss), el modo de hablar de los judíos: raca, fatuo, reo del concilio, reo de la gehenna de fuego (5,22), jurar por el cielo, por la tierra, por Jerusalén, por la cabeza... (5,34‑36), Bar-Jona (Hijo de Jonás)(16,17), atar-desatar (16,19; 18,18), jurar por el altar (23,18); las costumbres de los judíos: no entrar en las ciudades de los samaritanos (10,5), de los Fariseos y los herodianos (22,15ss) y de los saduceos (22,23-34); los fariseos agrandan sus filacterias (23,5), son hipócritas (23,13ss); conoce las costumbres nupciales (25,1­13), echar un corbonam (en el arca de las ofrendas)(27,6), y todas estas cosas corresponden cuidadosamente a la historia de aquel tiempo.

b) El autor conoce perfectamente todo lo concerniente a los tributos y a lo monetario: el didracma encontrado en la boca del pez (17,24.27); «dar el censo al César» (22,17), «la moneda del censo» (22,19).

c) El estilo de su composición nos prueba que el autor es un semita, así, v.gr., en el paralelismo de los miembros (16,25) y otros. Además, la composición literaria artificiosa nos manifiesta a un hombre culto en las letras[9]

d) El autor conoce el A.T. y lo cita más frecuentemente que los otros evangelistas: setenta veces diez (Lc: 19; Mc: 18; Jn: 12) y con una fórmula de autoridad absoluta, como si la escritura fuese admitida por sus lectores. También le es familiar la religión de los judíos, y la intención del autor es demostrar que Jesús Nazareno es el Mesías vaticinado por los profetas al pueblo de Israel.

e) El autor muestra en la vocación de Mateo que fue publicano (9,9ss), y después le llama publicano (10,3), lo cual concuerda con su espíritu de humildad si es Mateo realmente el autor.

f) El autor escribe en el siglo I, ciertamente antes de la destrucción de Jerusalén en el año 70, como lo manifiestan las consideraciones siguientes:

275. El tiempo de la composición. a) Citas del evangelio. El evangelio de San Mateo se cita con sus propias palabras (Mt 3,4.11) por San JUSTINO en el Diálogo con Trifón, alrededor del año 155 (R 139); Por San POLICARPO (Mt 7,1s; 5,3,10), en la Epístola a los Filipenses, c.107 (R 71); en la Epístola de Bernabé (Mt 9,13), escrita hacia los años 96-98, y (Mt 20,16; 22,14) se cita bajo la fórmula «como está escrito» (R 30); por San CLEMENTE ROMANO (Mt 26,24) en la Epístola 1 a los Corintios, escrita igualmente hacia los años 96-98 (R 24); en la Didaché o Doctrina de los doce Apóstoles, nacida entre los años 90-100 (Mt 22,37-39; 7,12; 4,44ss; 28,29; 6,5; 6,9; 7,6; 21,29; 24,24; 10,22; 24,10.13.30)(R 1.4-7.10)

Estas citas y alusiones, que no son las únicas que se pueden aducir, suponen que el evangelio existía ya antes del año 90, lo cual concuerda con el testimonio explícito de Juan «el presbítero» en Papías (en n.268s).

276. b) Otros indicios de la composición previa. En el capítulo Mt 24,1-51, en el sermón escatológico, se entremezcla lo que se refiere a la destrucción de la ciudad y a la última venida del Señor, y ciertamente no se hubieran mezclado si ya hubiese ocurrido la conquista y la ocupación de la ciudad cuando se escribían estas cosas. Luego, el evangelio de Mt fue ciertamente escrito antes del año 70.

Además, no hay ningún indicio en Mt que permita suponer que hubiese sido destruido el estado judío, ni que hubiesen sido perturbadas sus relaciones con los romanos.

Y hay muchas cosas que apenas se dirían, si se supusiese ya la dispersión de los judíos tras la guerra de Vespasiano y de Tito y se tuviese ante los ojos la maracha de los apóstoles a las gentes. Tales como, por ejemplo, Mt 10,5: No vayáis camino de los gentiles...; 15,24: No he sido enviado sino a las ovejas que perecieron de la casa de Israel; aunque es cierto que se propone clarísimamente el reino universal en Mt (21,23-46: sobre la vocación de los gentiles; 28,19: sobre la predicación a todas las gentes ... ) y también es verdad que Mateo supone que el evangelio había sido anunciado a los gentiles.

c) Si admitimos ya el valor histórico de Hchs 15,1-29 (sobre el Concilio de Jerusalén), conferido este lugar con Gal 2,9 (en donde no se hace mención alguna de San Mateo entre los apóstoles que estaban en Jerusalén), luego, parece que Mateo no estuvo en Palestina hacia los años 48-49. Por consiguiente, parece que su evangelio fue compuesto antes de su partida de Palestina, es decir, antes del año 48.

d) Según la interpretación dada más arriba (n.265), el Mt arameo fue escrito mientras Pedro evangelizó por primera vez en Roma y fundó la Iglesia, es decir, en aproximadamente en el año 44, según Eusebio en el Chronico. Luego, el evangelio Mt aramaico fue escrito entre los años 40‑48, y más bien parece que escrito hacia el año 41.

277. Objeciones. Mateo no puede ser el autor, pues se le supone que escribió antes del año 70. Porque:

1. Mt tiende a la universalidad del reino y a la admisión de los gentiles. Luego nació hacia el final del siglo I.

Respuesta. Niego la consecuencia. Eso sólo se puede decir por opiniones prejuzgadas.

2. Mt 22,7 (incendib su ciudad) y Mt 24 (en el sermón escatológico), aluden a la destrucción de Jerusalén por los romanos. Luego, el evangelio fue escrito después del año 70,

Respuesta. La objeción procede de un modo apriorístico suponiendo la imposibilidad del vaticinio. Si realmente hubiesen sido escritos después del suceso, tú se propondrían las cosas tan vagamente (como en Mt 22,7), ni tan confusamente (como en Mt 24).

3. San Ireneo dice que Mt fue escrito cuando Pedro y Pablo evangelizaban y fundaban la iglesia. Luego, Mt fue escrito después del año 60, no antes por Mateo apóstol, corno se supone.

Respuesta. Esas palabras son vagas y no nos obligan a tomarlas tan estrictamente (cf. n.265).

4. Todos los testimonios referidos se reducen a Papías.

Respuesta. Niego. Cf. n.273. Panteno y Clemente de Alejandría tienen otras fuentes. Además, Ireneo y Orígenes no se contentan con repetir, sino que añaden algo más.

5. Papías no habla del evangelio de Mt, sino de los sermones del Señor (J" 8@(4").

Respuesta. Niego por lo dicho en la prueba n.268 (cf. D 2151).

6. Papías, según Eusebio, era «de un ingenio muy mediocre». Luego no era un testigo con ciencia y autoridad.

Respuesta. Eusebio estaba irritado contra Papías, por la opinión de éste acerca del milenarismo craso, pues explicaba demasiado materialmente las palabras de los apóstoles y, sin embargo, Eusebio creyó a Papías en el testitnonio aducido sobre Mateo autor. Por otra parte, Papías estudió diligentemente esta materia, como consta por sus propias palabras (n.266, 269); y tampoco se requiere un gran ingenio para entender y repetir que un determinado hombre es el autor de algún libro.

7. Papías alude al evangelio de los hebreos.

Respuesta. Tal evangelio no existe aún y no se puede suponer, ni que Papías, un diligente estudioso, ni que Juan el apóstol, se equivocasen en esta materia.

8. Papías se equivoca cuando afirma que el evangelio de Mateo fue escrito en hebreo. Porque, a) muestra un buen idioma griego; b) más aún, contiene paronomasías y juegos de palabras (en griego Mt 24,30; 6,16...); e) cita el A.T. de los LXX y no del TM; d) da interpretaciones de las palabras: Haceldama, esto es, campo de sangre (27,8); Gólgota, que es el lugar de la calavera (27,33).

Respuesta. 1) No sólo Papías lo dice, que fue escrito en hebreo, sino otros también, como ya lo vimos.

2) A las razones aducidas: sobre a): esto significa que el evangelio arameo tuvo buenos traductores, pero, aun admitida una bien hecha traducción, queda aún el estilo semítico interno, sobre lo cual véase más arriba el n.274. Con respecto a b), paronomasias y juegos de palabras se encuentran también, y no raramente, en la versión latina, ni se da raramente en versiones que censuran la forma original, v.gr., «a los malos los perderé malamente» (21,41), «cum venerit... invenerit» (a los que cuando venga... los encuentre)(24,46), «multum loqui... in multiloquio» (hablar mucha palabrería) (6,7). Sobre e): No todas las citas del A.T. son de los LXX en Mateo, sino que también otras son del TM. Pero aunque todas las citas fuesen de los LXX, sólo probaría que el traductor las había tomado de esta versión. Con respecto a d): Pueden atribuirse al traductor esas raras explicaciones, quien interpretó así las palabras.


[1] Más aún, por la concepción que Bultmann tiene de la fe (como protestante que es), considera la revelación y la comunicación divina como una función personal y como algo que es dado actualmente por Dios a cada hombre y que es objeto de la fe. Luego, no se exige una noticia previa objetiva confirmada por criterios válidos acerca del hecho objetivo de la revelación. Por lo cual el concepto de la fe sí responde a la fiducia (confianza), como a veces significa la fe en los evangelios, pero no responde al concepto (católico) adecuado y más pleno que nos da el N.T. sobre la fe. Por otra parte, cuando Bultmann quiere ciertamente comunicar la buena nueva de la revelación a los hombres de hoy, sin embargo, no se preocupa de fundamentar la realidad objetiva de los preámbulos de la fe y, éstos pospuestos y no probados de ningún modo por criterios válidos, muy difícilmente, es decir, no podrá conducir razonablemente a esos hombres a la fe.- Cf. B.BRINKMANN, S.J., Für und gegen die Entmythologisierung der neutestamentlichen Botschaft: Schol 30 (1955), 513-534. A. VÖGTLE, Rivelazione e mito (La revelación y el mito): «Problemas y orientaciones de la Teología dogmática» (Milán, 1957), 1,827-960 [enumera los argumentos propuestos contra la teoría de Bultmann, es decir, objeta: 1º. por el defecto de conceptos precisos y exactos en esta teoría; 2º., por el hecho de que los conceptos bultmannianos sobre el mito y la mitología son problemáticos; 3º., porque no se prueba ni se sustenta sólidamente su concepción sobre el origen del kérygma neotestamentario; 4º., porque faltan fundamentos para la «desmitologización», etc.

[2] Se debe mantener con "asentimiento interno religioso", aquellas verdades que aunque no son definidas infaliblemente por el Magisterio de la Iglesia, sin embargo, son imperadas por él, de tal modo que se les debe un asentimiento, por un motivo, no ciertamente de la infalibilidad de la Iglesia, sino por un motivo religioso de obediencia, tal asentimiento, cuando es mandado por la Iglesia, es moralmente cierto.

[3] Dice, pues, Irineo: «... al cual (a Policarpo) también nosotros lo vimos en nuestra primera edad (porque vivió mucho) y muy anciano, acabó la vida padeciendo gloriosísima y nobilísimamente el martirio, enseñó siempre lo que había aprendido de los apóstoles, y es lo que transmitió a la iglesia que es sola la verdad. Dan testimonio de esto todas las iglesias que están en Asia y que sucedieron hasta ahora a Policarpo. (Adversus haereses 3,3,4: R 212).

[4] El tiempo en que Pedro llegó por primera vez a Roma y evangelizó para fundar la iglesia puede ser hacia el año 44. La razón está tomada de EUSEBIO, Chron., interpretando a San Jerónimo [ML 27,449s, (577s)], donde se habla de la misión de Pedro en Roma. Aunque Pablo no había llegado aún a Roma, tenemos que tener en cuenta que Ireneo atribuye frecuentemente la fundación de la iglesia romana a Pedro y a Pablo juntamente, sin distinción alguna entre ellos.

[5] Cf. Hchs 21,40 en donde se dice que San Pablo, en Jerusalén, habla a la plebe en lengua hebrea, y veamos lo que dice GAECHTER por el contrario en los ns.73 y 88, en el supuesto de que Mateo no fue destinado primariamente a confirmar a la multitud en la fe, sino a los judíos no creyentes y éstos literatos, que usaban la lengua neohebraica y erudita, como en los siglos XV-XVII muchos eruditos de los nuestros usaban la lengua latina. Y ORIGENES dice: que Mt fue escrito para los judíos convertidos a la fe; en EUSEBIO, Historia eclesiástica, 6,25: MG 20,581 C. Cf. D 2149, y ROSADINI, p.119. J. KÜRZINGER propuso una interpretación nueva en Das Papiaszeugnis und die Erstgestalt des Matthäusevangeliums: BibIZeitsch 4 (1960) 19-38, quiere probar que el sentido es «Mateo compuso al modo de los hebreos». Así se pudo escribir el evangelio en lengua griega, que después cada uno lo expuso como pudo.

[6] En Mt se encuentran cinco grandes colecciones de los sermones del Señor. Cf. v.gr. GAECHTER, Introductio, n.68; bajo el n.274, en anot.43.

[7] V.gr., sobre la mujer adúltera, como refiere EUSEBIO, Historia eclesiástica, 3,39: MG 20.300.

[8] Porque si suponemos que los discípulos en tiempo del Señor tenían la edad de 20 años aproximadamente (porque no se pensaba que eran meros niños o adolescentes los discípulos del Señor), al final del siglo primero, ya tendría aproximadamente 90 años, aquel anciano y verdaderamente anciano (@ BDgF$LJgD@H), ni hubiera prolongado más tiempo su vida hasta el siglo II.

E. GUTWENGER concluye que Papías pertenece al año antes del 110 y que resplandeció en tiempos de Clemente Romano, pero escribió aproximadamente en los años 90-100, antes de la composición del Apocalipsis, como consta por el silencio de Eusebio en esta materia y, por lo tanto, Juan el presbítero no pudo ser otro que Juan Apóstol (Papías. Eine chronologische Studie: ZkathTh 69 (1947) 385-416).

[9] Este artificio aparece ya en las siete colecciones de las partes (prestemos atención al número sagrado) en que se divide todo el evangelio: 1ª. Parte: 1,1-4,16 (preámbulo); 2ª. Parte: 4,17-9,34 (doctrina del sermón de la montaña y su confirmación por los milagros); 3ª. Parte: 9,35-11,1 (donde principal o únicamente, se trata de la elección de los apóstoles y del sermón a los apóstoles); 4ª. Parte: 11,2-16,12 (principalmente, el rechazo del pueblo y el sermón de las parábolas del reino); 5ª. Parte; 16,13-20,34 (especialmente el propósito de fundar la Iglesia y el sermón a los discípulos); 6ª. Parte: 20,1-25,46 (últimas controversias con los fariseos y el sermón a ellos); 7ª. Parte: 26,1-28,20 (la pasión y la resurrección de Jesús). De donde aparece que el autor no guarda en todas y en cada cosa un orden artificioso o por la semejanza de las ideas y de los hechos o por otra asociación de ideas. De la composición literaria y de la lengua de Mateo trata GAECHTER, n.68-71.