CAPITULO
II
EL
TEXTO DEL NUEVO TESTAMENTO
220.
Los libros del Nuevo Testamento tienen una muy grande importancia para el
tratado de la Apologética, por lo cual no es de admirar que tratemos sobre
ellos con una singular atención. Porque los libros del A.T. son útiles en la
Apologética para la prueba de los vaticinios mesiánicos, pero los libros del
N.T. son absolutamente necesarios para la parte principal de la Apologética.
Artículo
I
EL
TEXTO Y LOS MANUSCRITOS DEL NUEVO TESTAMENTO
221.
La lengua y la materia de los libros del Nuevo Testamento. Los
libros del N.T. se encuentran en lengua griega, y en lengua griega fueron
originalmente escritos todos (excepto uno solo, Mt). Esa lengua era la común
que prevalecía entonces por Oriente y que había derivado de la forma
ática, de donde la lengua de estos libros es la llamada
6@4<0
(común)
griega.
Pero
como entonces por lo común se escribía sobre papel hecho con papiros (cf. 2 Jn
12), y esta materia no se pudiese conservar largo tiempo, no es de admirar que
se conserven pocos ejemplares de estos papeles de papiro (los volúmenes de
papiro apenas se conservan unos 200 años).
Se
escribía también en membranas (cf. 2 Tim
4,13) o pergaminos, pero esto
raramente porque resultaba muy caro el escribir así, hasta que en el siglo IV
prevaleció el uso de los pergaminos y desde entonces tenemos códices
antiquísimos de la Sagrada Escritura. Se introdujo la costumbre de unir las
membranas o pergaminos en códices (o cuadernos), como los papiros, en general,
se enrollaban en un volumen. Ni tampoco es de admirar si a veces, borrada o
raída la primitiva escritura de las membranas, se escribiese de nuevo sobre la
misma membrana ya limpia (códices
palimsestos), puesto que las membranas eran caras y era difícil de leer la
antigua escritura inicial.
222.
La escritura del Nuevo Testamento. Esta escritura inicial, es decir,
con letras mayúsculas, estuvo en uso en los códices de membranas hasta el
siglo XI.
Pero
como algunos caracteres se confundían fácilmente (v.gr., las letras
triangulares !,
)
7,
alfa, delta, lambda respectivamente) y los acentos y espíritus no se hicieron
comunes sino hasta el siglo VIII d.C. y no se separasen ordinariamente las
palabras y las frases por comas o puntuaciones, sino después en la escritura
con minúsculas, no es de admirar que hubiera a veces dudas en la
interpretación de los códices, aparte de la ya conocida dificultad que nace de
las siglas compendiantes y de las abreviaciones taquigráficas.
223.
Los manuscritos del Nuevo Testamento. El N.T. se encuentra íntegro
en 53 códices, y parcialmente en otros muchos manuscritos. En el año 1933 se
contaban cerca de 4.230 documentos manuscritos referentes al N.T. Ahora (año
1958) se encuentran 68 papiros reconocidos, 241 códices iniciales, 2.533
códices en minúsculas, leccionarios 1.338. Luego, una suma de cerca de 4.680.[1]
La
designación de tantos escritos se hace para los papiros con la letra P
con su signatura, v.gr., P 50 (Manchester, Biblioteca Rylands) del siglo
II, contiene algunas palabras de Jn 18,31ss; para los códices minúsculos la
designación se hace con un número. En los códices iniciales al número se le
antepone la letra O, exceptuados los 45 primeros códices, que conservan como
signo la letra mayúscula, como ya había sido usada antes por J.J.
WETTSTEIN (a. 1751‑1752).
Y
esta designación inducida por C.R. GREGORY, es aplicada por P.A. MERK, S.J., y
por P.I.M. BOVER,
S.J. Este exhibe el catálogo de los principales códices griegos, donde se
encuentran, en diferentes columnas, las siglas con que se designan, el siglo al
que pertenecen, las partes que contienen (Evangelios, Hechos, Cartas de S.Pablo,
epístolas católicas, Apocalipsis).
H.
VON SODEN había propuesto otra numeración en la que se atendiese al siglo en
que había nacido el códice y otras siglas, es decir, g
antepuesta si los códices contenían los evangelios, a si contenían
alguna otra cosa del N.T., *
si contenían algo de los evangelios y de alguna otra parte del N.T., v.gr.
g
1100 -
g
1199 para los códices de los evangelios del siglos XI.
224.
Los papiros principales. Son los siguientes, los cuales, por la
antigüedad del texto, son documentos insignes:
P50,
de principios del siglo II, contiene algunas palabras de Jn 18,31ss y se
conserva en Manchester (Rylands Library), editado el año 1935.
P37
, del siglo III, contiene Mt 26,19-52, se conserva en Michigan (Ann Arbor).
P45,
de principios del siglo III, contiene muchas cosas de los evangelios y de los
Hechos, se conserva en Londres (Chester Beatty)
P46,
cerca del año 200, contiene epístolas de San Pablo, se conserva en Londres (Chester
Beatty) y Michigan (Ann Arbor).
P48,
del siglo III, contiene Hechos 23,11-29; se conserva en Florencia (Societá
Italiana).
P66,
de alrededor del año 200, contiene Jn M-14,26 (exceptuados 8,1-11 sobre la
adúltera).
P67
(P. Barc. 1), antes del siglo III, el
más antiguo en España, contiene fragmentos de Mt 3,9,15; 5,2022.25-28.
225.
Los códigos principales son los siguientes:
Vaticano
B
(O 3),
del
siglo IV, contiene el Antiguo y el Nuevo Testamento y se conserva en la
Biblioteca Vaticana.
Sinaítico
S (O
1),
antes
(letra hebrea), del siglo IV, contiene el A. y el N.T.; descubierto en el
monasterio del Monte Sinaí en el año 1844 por Constantino de Tischendorf,
teólogo protestante y filólogo alemán, conservado después en Petrogrado,
ahora en el Museo Británico de Londres.
Alejandrino
A
(O 2), del siglo V, contiene el A. y
el N.T., en otro tiempo perteneció al Patriarca de Alejandría, ahora se
conserva en el Museo Británico.
Ephraem
rescriptus C (O
4), del
siglo V, contiene fragmentos del A. y del N.T., casi íntegro, después, en el
siglo XII, se escribieron en él las obras de San Efrén. Se conserva en París.
Freerianus
W (O
32),
del
siglo V, se conserva en Washington.
Bezae
o Cantabrigense D
(O 5), del siglo VI, contiene los
evangelios y los Hechos de los apóstoles, quitado en otro tiempo del monasterio
de León, vino al poder de Teodoro Beza (1519‑1605)
y fue donado por éste a la Academia de Cambridge, donde se conserva.
Este códice no debe ser confundido con el siguiente, también D.
Cloromontano
D (0 6), del
siglo VI, contiene las epístolas de S. Pablo y se conserva en París.
LAS
VERSIONES DEL NUEVO TESTAMENTO
226.
Aparte de los códices antes mencionados, se conoce también el texto del N.T.
por las versiones que del texto griego se hicieron.
1)
Entre las versiones siriacas, la
primera fue la de Taciano, discípulo de S. Justino. El, hacia el año 170,
había hecho en lengua griega, según parece, una armonía o concordia de los
cuatro evangelios (de donde le viene el nombre de DIATESSARON DE TACIANO,
J@*4"JgFF"DT<gL"((g84@<),
y de esta concordia se hizo la versión Siria, como S. Afraates (+ hacia el 367)
y S.Efrén (hacia 306-373).
Hoy
el Diatessaron se contiene en latín
en el códice F (de Fulda, siglo VI) de la Vulgata.
Otras versiones sirias, de las que se hace mención en el aparato crítico del N.T., son: la VETUS SIRIACA (syv), que se hizo cerca del año 200 utilizando el Diatessaron de Taciano. Se conserva en el códice Syro-Curetoniano (llamado así por W. Cureton que lo editó en el año 1858 (syc), del siglo V, ahora en Londres, en el Museo Británico. Esta versión se conserva también en el códice Sirio-sinaítico (sys), porque fue encontrado en el monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí, pertenece al siglo IV‑V.
PESITTHA
(syp), significa entre los sitios lo mismo que la versión simple
y vulgata. Nació al comienzo del siglo V, corrigiendo la antigua versión
precedente en cuanto a los evangelios, y haciendo una versión nueva en cuanto a
los otros libros del N.T. Ahora existen unos 200 ejemplares de la misma.
Y
está la VERSIÓN SYRA POSTERIOR del año 508 aproximadamente, traducida del
texto griego y de la recensión antioqueana hecha por Policarpo corepíscopo,
bajo el cuidado de Filoxeno, obispo de Mabuguense. De ahí que se la llame filoxeniana.
La
recensión o retractación de la misma se hizo en el año 614-615 en
Alejandría, por Tomás de Heraclea (Harkel), obispo mabugense exiliado en
Alejandría. El nombre de esta recensión o versión es harclensis (syh).
A
ésta se añade la VERSIO PALESTINENSIS del griego al arameo palestino, quizá
del siglo V o del VI, y conocida por los leccionarios para el uso litúrgico. Se
la tiene como la versión siria de la recensión jerosolimitana, de aquí su
sello (syi).
227.
2) Entre las versiones latinas se
cuentan:
Las
VETERES LATINAE (vet lat, las antiguas latinas) o praevulgatae,
es decir, antes de la Vulgata de San Jerónimo, que se tenían en los siglos
II y III, y no solamente una sino varias, con la molesta variedad de las
interpretaciones que después dio ocasión a la nueva versión de S. Jerónimo,
que fue la Vulgata. Porque, como dice San Agustín: «Se pueden contar los que
tradujeron las escrituras de la lengua hebrea a la griega, pero es imposible
contar los intérpretes latinos. Porque en los primeros tiempos de la fe se
atrevió a hacer de intérprete cualquiera a cuyas manos vino a caer algún
códice griego y él se juzgó a sí mismo con algún conocimiento de una y otra
lengua».
Lo
cual, sin embargo, puede explicarse así: «no porque existiesen muchas
versiones íntegras de toda la escritura, sino porque cada libro fue traducido
al latín por cada intérprete». Pues se hicieron una o pocas versiones totales
de muchas versiones parciales y éstas mismas no eran adecuadamente distintas
entre sí».
El
lenguaje era sencillo y popular, de aquí el valor de estas versiones para
conocer la evolución de la lengua latina en las neolatinas y la versión se
hizo desde la lengua griega, de la cual retiene vocablos que pasan a la latina,
como bautismo, holocausto, misterio. Y
la fidelidad al traducir «por lo general es tan grande que apenas se puede
desear que fuese mayor, de tal modo que más bien llega al servilismo. Porque
expresan palabra por palabra y con frecuencia retienen los mismos vocablos
griegos». Pero en la interpretación exegética «no atienden frecuentemente ni
a los diferentes sentidos de las palabras griegas ni al contexto, contentos con
una traslación casi mecánica.
La
versión AFRA (af) es la que prevaleció en África proconsular, que utilizaron Tertuliano
(c. 160‑223) y
San Cipriano (c. 200‑258).
Las ITALAS (it) representan versiones nacidas en Italia y Europa.
La
VULGATA (vg) es la que hizo San Jerónimo, de la que tratamos a continuación.
228.
La Vulgata del Nuevo Testamento. Por las lecciones discrepantes y la
multitud de las mismas en los libros del N.T. (nacidas de la tendencia a
armonizar diversos evangelios), sucedió que San Jerónimo, por orden del Papa
San Dámaso, comenzase en el año 383 a hacer la nueva versión, de modo que
devolviese el N.T. a la fe griega.
Esto
lo hizo con el deseo y la intención, a) no de utilizar los códices de las
recensiones recientes del siglo 11 y IV, sino los códices griegos antiguos, veteres;
b) enmendar los códices latinos, si discrepaban en el sentido
de éstos y retener, sin embargo, su dicción[2].
Así lo hizo en Roma, de modo que su versión se aproxima a la óptima
familia del códice B y a veces al de Cesarea (cf. n.232).
Parece
que San Jerónimo hizo la versión de otros libros del N.T. aparte de los
evangelios, porque, en general, dice él mismo varias veces que «enmendó del
griego el Nuevo Testamento», y son los mismos el estilo de la lengua y la
tendencia a la sobriedad, en la versión de estos libros de la Vg. y en la
versión de los evangelios.
No
parece que es contrario a esto el que omita en esos libros el estudiado prefacio
que él mismo pone en otros de los que dice él que los tradujo. Ni tampoco
importa el que en los comentarios de San Pablo desapruebe con cierta frecuencia
el vocablo de la versión que está en la Vulgata, puesto que él mismo retracta
voces más antiguas utilizadas también por él en la versión del hebreo, o
palabras de los evangelios en sus propios comentarios.
Esta
es la versión de San Jerónimo comúnmente aceptada con alegría y utilizada en
el uso eclesiástico.
Ahora
existen cerca de 8000 códices de la Vulgata que muestran diversos tipos de
versión: el italicum (v.gr., codex F,
Fuldensis, siglo VI), el hibernicum (v.gr.,
codex Dublinensis), el hispanicum (codex
toletanus, codex legionensis, siglo X).
229.
3) Otras versiones.
a)
Entre las cópticas: La SAHIDICA (sa)
del siglo III, en Egipto superior (austral) y en Egipto inferior (boreal) la
BOHARICA (bo) del siglo V. Se acercan a la forma alejandrina y reproducen formas
extremas, mientras que en el Egipto medio se ven versiones para los dialectos
propios de las regiones: la versión fayumica, achmimica y subachmimica.
b)
Entre otras versiones: la
GOTTICA (got) del siglo IV, hecha por el obispo arríano Wulfila del códice
griego aceptado en Constantinopia,
AETHIOPICA
(aet), que parece ser del siglo V, del texto alejandrino.
ARMENICA
(ar), de] siglo V, parece que proviene de la vetere syra.
GEORGICA
(gg) en el Cáucaso, parece hecha en el siglo V‑VI, y supone la base de la
versión arménica[3].
ARABICA,
parece que pertenece al siglo VIII, y la SLAVONICA al siglo IX.
230.
Las citas de los Padres. Las citas y alusiones al N.T. en diversas
versiones que se encuentran en los Padres, sirven para delimitar más
exactamente el tiempo de su composición y, al menos, en cuanto al sentido
(porque citan frecuentemente de memoria) pueden darnos a lección que tuvieron o
la que estaba vigente en su región.
HISTORIA
DEL TEXTO DEL NUEVO TESTAMENTO
231.
Las recensiones del
texto. Para el estudio crítico del texto o para establecer el texto
genuino, importa mucho la convergencia de
las lecciones de los diversos códices. Pero si todos esos códices
reproducen la misma familia o la misma
recensión del texto, no significa mucho tal convergencia. Otra cosa sería si
los códices así coincidentes provienen de lugares y familias de códices
diversos, o son reproducción de alguna familia en que el texto se ha conservado
muy bien. Entonces se acrecienta la probabilidad o llega a producirse la certeza
de alguna lección, porque de la multitud y de la variedad e independencia de
los testigos, consta y se aviva la autoridad de los testimonios.
Por
las razones precedentes y por la necesidad de evitar la confusión en el estudio
de tantos códices, se han distribuido éstos en familias que nos dan diversas
recensiones en la lectura del texto del Nuevo Testamento. Suelen distinguirse
las siguientes familias:
232.
H. von SODEN distribuye las lecturas variantes según tres recensiones:
1)
RECENSIÓN H, de Hesiquio (Hesichii) (hacia
el año 300), a la cual pertenecen los códices unciales más antiguos B,S,C...
y los fragmentos de Egipto o membranas (059ss) o papiros. Esta recensión, que
parece ser de Egipto y que se llama también alejandrina,
se considera óptima porque muestra un número de correcciones para procurar
la armonía de los lugares paralelos, o para la belleza de la lengua, y no busca
la amplitud sino la concisión, de donde parece que persigue la cruda
sinceridad.
233.
2) RECENSIÓN I, Jerosolimitana, se tiene en los códices D,W. Se la
llama también occidental porque se
propagó en Occidente. Se aproxima a las antiguas versiones latinas, de donde
queda recomendada por su antigüedad, pero da señales de una tendencia
armonizadora y de añadiduras, o aun de omisiones, de donde esta familia parece
más descuidada.
Bajo
esta clase I von Soden incluye otros códices que parecen pertenecer a otra
familia y recensión y que es como media entre las dos precedentes, acercándose
ya a una, ya a otra. Se tiene en el códice 1
.
Esta
recensión refiere el texto
de Orígenes (185-255) al fin de su
vida y de Eusebio de Cesarea (c. 265‑340)
y, en general, el texto que estaba vigente en Cesarea de Palestina en el siglo
III. De aquí que se llame recensión CESARIENSE O palestínense.
Con ésta tienen un cierto parentesco las versiones arménica, georgiana,
sirosinaítica y la vulgata; los caracteres de la recensión cesariense se
aproximan a la familia alejandrina, aunque de una manera moderada.
Según
T. Ayuso existe la forma precesariense, semejante
en verdad a la cesariense, pero preexistente ya en ella en el siglo II, conocida
especialmente en el Egipto superior y muy afín al texto original. El mismo
autor defiende el gran valor de esta familia, junto con la llamada occidental,
para descubrir el texto genuino y prerrecensional a esta antigüedad.
234.
3) RECENSIÓN
5,
6@4<0 antioquena-bizantina,
se tiene principalmente en el códice A. Refiere el texto que se encuentra
en los Padres de la iglesia de Antioquía y tiende a pulir la lengua y a buscar
la claridad a la conformación de un evangelio con otro, a procurar la plenitud
(v.gr., por lo que se refiere a Lc 24,53, mientras D tiene alabando
a Dios, y B bendiciendo a
Dios, A tiene alabando y bendiciendo a
Dios, así esta recensión se distingue por su elegancia académica.
El P, J. M. BOVER, S.I., tiene los principales códices distribuidos según la recensión a que pertenezcan, en los prolegómenos de su edición del N.T.
235.
Historia del texto del Nuevo Testamento. De lo dicho hasta ahora
acerca de las diversas recensiones, se podrá colegir más fácilmente la
historia del texto y con qué empeño se ha conservado el texto primitivo en
cada una de las regiones.
En
el Egipto superior parece conservado el texto con más diligencia y en Cesarea
han sido mudadas muy pocas cosas para buscar la elegancia del estilo, por lo
tanto, esta forma nodista mucho del original.
Pero
la forma occidental obtuvo una
difusión mucho mayor. Por las citas de los primeros Padres (Justino, Ireneo,
Clemente de Alejandría) y por as versiones más antiguas (latina, siria
antigua, sahídica) y por algunos papiros (P37,
P38, P48
en Egipto), consta que en los siglos II y III fue ampliamente difundida la
recensión occidental del texto.
Y
parece que Marción (+
hacia el año 160) y Taciano utilizaron
esta recensión.
236.
Pero hacia el final del siglo III se ha buscado más cuidadosamente la forma
primitiva, y esto especialmente en Cesarea,
por obra del mártir Pamfilio (+ 309)
y de Eusebio obispo (+ 340), y en Antioquía
por Luciano (+ 312),de donde toma nombre la recensión antioquena
o bizantina, de la que se escribieron varios códices. Por fin, Hesiquio
(+ c.300), por otra parte
bastante desconocido, puso el fundamento para la recensión alejandrina,
cercenando lo más posible lo que parecía dudoso o añadido.
La
recensión antioquena prevaleció en
Sira y Asia Menor y en todo el imperio bizantino, especialmente cuando Egipto y
Palestina fueron arrancados del imperio por la invasión arábiga, por lo que en
la Edad Media se hizo común la recensión antioquena, bizantina o
constantinopolitana. Pues los códices de esta recensión eran más fáciles de
leer y aun se prestaban más para la imprenta, por lo que sucedió que,
inventada ésta, el texto antioqueno reinó durante largo tiempo y se llamó el texto
recibido.
237.
Las ediciones del texto del Nuevo Testamento. La primera
edición crítica de la Sagrada Escritura la preparó el Cardenal FRANCISCO
JIMÉNEZ DE CISNEROS (1436-1517), por cuya asiduidad y munificencia, en el año
1514 se acabó y fue impresa la Políglota
Complutense (Alcalá de Henares), en cuanto al N.T., y por fin, en el año
1522, fue editada toda ella.
Pero
antes DESIDERIO ERASMO (c. 1466-1536), en el año 1516 editaba la Sagrada Biblia
de los códices minúsculos, elaborada con menor cuidado que la complutense. Por
fin, en el año 1535, el tipógrafo Roberto Stephanus (Estienne), editaba en París la quinta edición
de Erasmo.
Este
Esteban, en el año 1550, acumuló para la 3ª edición (regia) de esa obra las
observaciones críticas de 16 manuscritos. De la edición de Esteban (S)
dependen las ediciones de TEODORO BEZA (1519-1605), de las cuales, una, impresa
repetidas veces, hizo que se divulgase la edición de Esteban, y se tuviera como
el texto
recibido.
238.
OTRAS POLIGLOTAS,
además
de la Complutense (1522), están la de
Amberes o plantiniana, porque fue
impresa en la oficina de la imprenta de Cristóbal Plantín (Amberes, 1569-1575)
la parisina (1620-1645); la londinense
o waltoniana (de Walton) (1655-1657). Una nueva empezó (1957), la matritense,
que trae también el texto del N.T.
239.
En
el siglo XVIII algunos editores de los libros sagrados añadieron varias
variantes de diversos códices al texto recepto y así se hicieron casi
"ediciones críticas". Tales autores fueron JOHN MILL (1707, Oxford),
quien reunió cerca de 30.000 variantes; JACOBO WETTSTEIN (1751, Amsterdam), el
primero que designó con las letras A,B,C ... los códices principales.
JOHANNES JACOB GRIESBACH (1774, 1796, Halle; 1805, Leipzig), quien distinguió
las familias de los códices occidental, alejandrina, bizantina; JOHANNES M.
SCHOLZ (1830, Leipzig), amplió el aparato crítico, añadiendo la ayuda de
varios códices.
240.
Por último,
en el siglo XIX el texto fue enmendado según la norma de los códices
antiquísimos, como hizo KARL LACHMANN (1831, Berlín), y especialmente
CONSTANTLNO VON TISCHENDORF (1815-1874) quien, habiendo viajado mucho e
investigado en las bibliotecas orientales, encontró muchas cosas nuevas y, con
un nuevo y copioso aparato crítico, hizo recensión óptima del texto, en una
edición octava crítica mayor, y sin embargo, «aunque dotado de un juicio
recto y sincero», se dejó arrastrar no pocas veces por su gran amor a su
código sinaítico (que él había encontrado)[4].
B.F.
WESTCOTT (+ 1901) y F.J.A. HORT (+ 1892) hicieron una nueva edición (en
Londres, 1881), pero sin aparato crítico, y aunque dotados de un agudísimo
sentido crítico, atribuyen, sin embargo, demasiada autoridad al códice
Vaticano y se vieron impulsados por una afición excesiva de las lecciones más
breves.
Otros
trabajaron en estos estudios: FR. R. WEYMOUTH, B. WEISS, M. HETZENHAUER, O.M.C.
(Innsbruck, 1892-1900), F. BRANDSCHEID (Friburgo B., 1893), EBERHARD
NESTLE hizo sus ediciones desde el año 1898 (Stuttgart), con el intento de
seleccionar lo que les había agradado a otros muchos (Tischendorf, Westcott-Hort,
Weiss).
241. Debemos recordar, en el siglo XIX, los trabajos de HERMANN VON SODEN, del que procede una designación peculiar de los códices pero complicada, éste distribuyó las lecciones variantes, de las que había reunido muchas en familias H, I, K - como dijimos más arriba ‑ y «es digno de la mayor alabanza por haber dado a conocer y haber divulgado tantos y tan nuevos documentos, sin embargo, teme demasiado el influjo imaginado de Taciano y la contaminación de las lecciones armonizadas, aparte de que no dio prueba de tener unos principios críticos suficientemente justos ni observados con constancia suficiente».
Otras
ediciones son de H.J. VOGELS (1920,1955) y del P. AGUSTIN MERCK, S.J. (1933,
1958), que hizo un texto con sus propios principios y usó muchas cosas que
habían sido tomadas útilmente del trabajo de von Soden, corrigió unas, las
aumentó con otras nuevas y conservó la notación introducida por Gregory.
242.
El P. José M. Bover, S.J., preparó recientemente (1943-1959) una
nueva edición crítica, en la cual llevó a la práctica los principios
propuestos antes acerca de la crítica, en la cual llevó a la práctica los
principios propuestos antes acerca de la crítica en una edición elegante y
cuidadosa del texto griego del N.T. y de la versión vulgata latina.
El
P. Bover quiere en primer lugar discernir las cosas en que todos los críticos
convienen, de aquellas en que discrepan para retener el elemento común y
someter a crisis el variable. Computa todas las lecciones discrepantes, incluso
las marginales, que se apoyaban aun en las más leves sospechas de los
críticos.
No
toma el criterio para discernir la lección genuina de
la autoridad de los críticos o del número, de modo que determinase la lección
por la suma de elementos dispares, sino que
lo toma del valor de los testigos de la antigüedad. Tischendorf, Westcott-Hort
habían elegido con frecuencia la lección antioquena (K) y la
alejandrina (H) y habían descuidado la occidental (I), a la que
conviene también prestar atención, puesto que en ella se han reunido muchos
elementos diversos (la forma occidental, la forma cesariense y otras no ciertas
todavía ... ). Conviene igualmente atender para la crítica a los testigos más
antiguos que el texto antioqueno y alejandrino.
De
aquí que el texto admitido por el P.Bover es un texto resultante o ecléctico,
no por la acumulación arbitraria de otros textos diferentes, sino por
ciertos principios. No se puede oír a ningún testigo que no pueda ser
orientado por alguna razón directa o indirecta, hacia la forma más antigua del
texto accesible a nosotros, es decir, la que estaba vigente en el siglo II.
Porque no toda lección es buena por el hecho de ser antigua, pero ninguna puede
ser buena si no es antigua. Por esta razón resulta que todos los testigos
pueden ser computados y numerados como de igual valor. Puesto lo cual, se debe
mirar cómo cada testigo o cada clase de testigos puede aproximarse al siglo II.
Recientemente,
conferidas las fuerzas de todas las naciones, han nacido nuevos conatos para
descubrir críticamente el texto genuino, por lo cual, y gracias a esos
esfuerzos, podemos tener una buena esperanza de éxito.
243.
Normas racionales para la crítica textual. A partir de la ya
establecida genealogía de los códices, para
conocer la dependencia de un códice de otro y poder así proceder o encontrar
la lección primitiva, se pueden dar las normas siguientes en lo que se refiere
al examen mismo de las lecciones:
a)
Entre varias lecciones se debe preferir la que aparece como la original
de las demás.
b)
Debe ser preferida la lección ardua y
más difícil, porque es menor la probabilidad de haberla recibido fácil y
erróneamente; sin embargo, no debe ser preferida una lección absurda.
c)
Se debe preferir una lección que no armoniza o que no se conforma a los lugares
paralelos, por
el afán que prevaleció de hacer estas armonías de las lecciones.
d)
Se debe preferir generalmente, la lección
más breve y más ruda, por la inclinación que hubo a pulir las lecciones.
e)
Debe preferirse la lección que es más conforme con el estilo del escritor.
244.
A veces ocurre que los códices presentan varias lecciones para el mismo texto,
por la imperfección de las facultades humanas al transcribirlo, por lo cual
sucede que, por falta de vista o de oído, o de retención en la memoria, se omiten algunas letras o sílabas o palabras o frases (haplografía,
si se da una semejanza con la siguiente), o se duplican (ditografía).
Se
llama omoioteleuton cuando ocurre la
omisión o la duplicación de la sentencia por la semejanza de la desinencia de
las dos; omoioarcton, si la semejanza
está al principio de las frases.
A
veces las variantes se producen porque el amanuense entendió mal ese lugar, el
cual, por su propio parecer y estimando en exceso su propia sabiduría, quiso
enmendarlo, o se dejó llevar por el influjo del contexto o de los lugares
paralelos, por lo que añadió algo o armonizó.
245.
SOBRE LA UTILIDAD Y LA IMPORTANCIA DE LA CRITICA TEXTUAL habló Pío XII en la Encíclica «Divino afflante Spiritu»: EB 547s.
SOBRE LA INCORRUPCION DEL TEXTO DEL N.T. trataremos especialmente después, ns.322-331.
[1] K. ALAND, Zur Liste der neutestamentlichen Handschriften, VI: ZNTWiss 48 (1957) 141-191, numera los hallazgos recientes de manuscritos del N.T. "aptos para ser copiados”. Entre estos nuevos hallazgos se encuentran los P 65-68, los códices minúsculos O 240, O 241: 42 códices minúsculos (2492-2533),90 leccionarios (L 1749 - L 1838), aparte de fragmentos de otros manuscritos ya conocidos. Entre estos hallazgos sobresale el P 66.
[2] El códice utilizado pertenecía a la forma constantinopolitana y de las versiones antiguas, enmendó «las que parecían mudas el sentido.... las demás las dejó como estaban» (Praefatio in 4 evangelia: ML 29.559).
[3] En la versión arménica se distingue una forma doble: una más antigua del sirio y una más reciente del griego, y hay quienes creen o se inclinan a la sentencia de que hubo primitivamente una concordia o diatessaron de los evangelios, como entre los sirios y entre los latinos. Cf. H. VOGELS, Theologische Literaturzeitung 76 (1951), 544s, y S. LYONNET. S.I., Les origines de la version arménienne et le Diatessaron (Roma, 1950).
[4] J.M. BOVER, Prolegomena N.T., p. XVIII