APÉNDICE

 

DE LA EXCELENCIA DEL MATRIMONIO Y DE LA PREEMINENCIA DE LA VIRGINIDAD

 

297. A lo largo de todo el tratado del sacramento del matrimonio se ve claramente la excelencia y la bondad de éste, ya que ha sido instituido por Dios para procrear hijos de Dios como continuación de la obra divina de la creación; ha sido elevado por Jesucristo a la dignidad de Sacramento, ha sido bendecido y consagrado con un milagro por El mismo en Caná de Galilea, y ha sido elegido como símbolo de la unión de Jesucristo con la Iglesia. Por tanto los Gnósticos, los Montanistas y los Maniqueos han sido condenados porque llamaron al matrimonio cosa mala e invención del diablo.

 

Sin embargo también los Protestantes ensalzaban el matrimonio erróneamente de tal modo que lo juzgaban como el más perfecto de los estados de las personas. Esta teoría fue ciertamente condenada por el Concilio Tridentino: «Si alguno dijere que el estado conyugal debe anteponerse al estado ele virginidad o de celibato, y que no es mejor y más perfecto permanecer en virginidad o celibato que unirse en matrimonio, sea anatema» (D 980). Así pues es de fe que el celibato y el estado de virginidad es algo mejor y más perfecto que el matrimonio.

 

298. Esta doctrina tiene su origen en el Evangelio mismo. Pues Jesucristo quiso ser concebido y nacer de una Madre Virgen, que le tutelara a manera de padre el castísima San José, amaba en grado sumo a los niños inocentes y recomendaba muchas veces la virginidad. Sin embargo mostrando que la escuela de la virginidad no era para todos, decía: «NO todos comprenden este pensamiento, sirio sólo aquellos a quienes es comedida... y los hay (inhábiles para el matrimonio), porque ellos se impusieran el celibato por causa del reino de los cielos. Quien sea capaz de entender que entienda» (lit 19,11s).

 

Ciertamente era difícil en medio de tan gran corrupción del paganismo recomendar la doctrina de la virginidad, sobre todo cuando el no casarse era deshonroso. No obstante los Apóstoles, con su ejemplo y, cuando se ofrecía la ocasión, con sus palabras y escritos, anteponían el celibato y la virginidad al matrimonio: Y yo quisiera que viviérais sin desasosiego. El soltero se preocupa de las cosas del Señor: cómo agradará al Señor. Mas el casado se preocupa por las cosas del mundo: cómo agradará a la mujer. Y anda dividido. Igualmente la mujer soltera y la virgen se preocupa por las cosas del Señor, y de ser santa tanto en el cuerpo como en el espíritu. Mas la casada se preocupa por las cosas del mundo: cómo agradará al marido. Esto os lo digo para vuestro propio interés. No para tenderos un lazo, sino con miras a lo que es más bello. que os permita el trato íntimo y asiduo con el ,Señor, sin cuidado que os robe la atención. (1 Cor 7,52-36). Con todo digo a los solteros y a las viudas: Les es ventajoso si se quedan lo mismo que yo. Pero si no pueden guardar continencia, cásense... Acerca de las vírgenes no tengo precepto del Seriar. Daré, empero, mi consejo como quien, por la misericordia de Dios, es digno de crédito. Opino, pues, que es esto hermoso, a causa de los cuidados imperiosos que nos envuelven; que es cosa preciosa para el hombre vivir así. ¿Estás ligado a una mujer? No busques quedar libre. ¿Estás desligado de mujer? Yo busques mujer. (7,3-9. 25-27) Y poco después dice: En el caso que uno, por ser muy vehemente, teme que va a comportarse 1ndecorosamnte con su virgen y cree ser conveniente hacerlo así, hágalo como desea. No peca. Cásense, Pero el que lo ha decidido de modo firme en su corazón, y no sufre violencia, sino que tiene señorío sobre su voluntad, y esto resolvió en su corazón guardar su virgen, obrará loablemente. En resumen, el que se desposa con su virgen obra bien; y el que no se casa, aun obra mejor. La mujer queda ligada al marido por el tiempo en que este vive. Mas si el marido muriere queda libre para casarse con quien quisiere; sólo que sea con quien tenga fe en el Señor. Será con todo más dichosa, si permaneciere así, según mi consejo. Pues también yo creo tener Espíritu de Dios (36-40).

 

Apenas podía S. Pablo recomendar con mayor empedo el estado de virginidad como más preeminente que el matrimonio; y al mismo tiempo muestra que no todos tienen aquella fortaleza de ánimo para abrazar, este estado más perfecto. Indirectamente también se recomienda la virginidad en el Apocalipsis (14,1-5) cuando son ensalzadas las vírgenes con grandes alabanzas y se las describe cantando un cantar nuevo... y nadie era capaz de aprender aquel cantar, sino los ciento cuarenta y cuatro mil, rescatados de la tierra. Estos son los que no se mancillaron con mujeres, pues son vírgenes.

 

299. La literatura patrística abunda en sus tratados en la alabanza de la virginidad y del celibato: S. Cipriano, S. Ambrosio, S. Crisóstomo, S. Agustín. A los cuales les han seguido los teólogos de todos los tiempos, los cuales atribuyen a las vírgenes en el cielo un premio o gloria especial, a la cual dan el nombre de aureola de la virginidad. Esta doctrina tiene su fundamento en el texto citado del Apocalipsis, Con gran belleza S. Agustín concluye, después de haber hablado de los bienes que afectan a los cónyuges: «Sin embargo todas estas funciones son propias de lo humano; en cambio la integridad virginal y la inmunidad de todo acto conyugal mediante la piadosa continencia es porción angélica y preparación aun en la carne corruptible para la incorrupción perpetua. Ante esta pureza virginal ríndase toda fecundidad de la carne, todo pudor conyugal; este pudor no alcanza potestad, no se da en la eternidad: en ésta el libre albedrío no alcanza la fecundidad de la carne, en el cielo no se da el pudor conyugal. Ciertamente poseerán algo grandioso por encina de todos los demás en aquella comunidad inmortal los que ya ahora aun viviendo revestidos de la carne tienen algo ajeno a lo carnal».