LIBRO II

DE LA EXTREMAUNCIÓN

 

por el Rev. P. Francisco Sola, S. I.

 

 

222. A la doctrina del Sacramento de la Penitencia hay que unir según el Concilio Tridentino la doctrina que se refiere al Sacramento de la Extremaunción, «porque ha sido considerado por los Padres como el término no sólo de la penitencia, sino también de toda la vida cristiana» (D 907), No obstante puesto que gran parte de la doctrina de este tratado pertenece a la Teología Moral, sólo estudiaremos lo que se verá que concierne a la Teología Dogmática.

 

CAPITULO I

DE LA EXISTENCIA DE LA EXTREMAUNCIÓN

 

TESIS 1. La Extremaunción es un verdadero sacramento de la Nueva Ley.

 

323. Nexo. Así como en los otros sacramentos, en primer lugar debemos estudiar si el rito que la Iglesia llama Extremaunción, es verdadero sacramento de la Nueva Ley entendido en el sentido pleno, que ha sido explicado en los anteriores tratados.

 

324. Nociones. LA EXTREMAUNCIÓN puede definirse: El rito de la Iglesia por el que, mediante las unciones y la oración del sacerdote, se les ayuda a. los que están gravemente enfermos,

 

Este sacramento se llama Extrema unción «porque es la última unción que debe ser administrada de entre todas las sagradas unciones, que el señor Salvador nuestro encomendó a su Iglesia.»

 

Sin embargo también es designado este sacramento con otros nombres, según se consideren las distintas funciones, o efectos, o ritos. Así:

 

a) por la materia remota se llama: óleo santo, función del óleo santo;

 

b) por la materia próxima: Sagrada Unción, Sacramento de la sagrada unción, bendición del sagrado óleo, ανιον ελαυινπ, Οειον μνρον; χρυσμα δυε αυιν;

 

c) por la materia con la forma de súplica: oración de fe, ευχελααιον;

 

d) por el efecto: medicina del alma y del cuerpo, sacramento del alivio, aceite de salud, óleo de la sagrada reconciliación, καΟερωσίς δι ‘ ελαιον;

 

e) por el sujeto: sacramento de los moribundos, unción de los enfermos, extremaunción;

 

f) por la relación can la penitencia: consumación de la penitencia, complemento de la penitencia, perfección de la penitencia.

 

Con éstos y otros nombres semejantes se designaba este sacramento en la Iglesia Occidental antes del siglo XII, tiempo desde el cual ya comenzó a incrementarse el nombre de Extremaunción. Entre los orientales incluso en nuestros días suele llamarse Santo Óleo.

 

VERDADERO SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY. Es, por tanto, signo sensible y simbólico, eficaz de la gracia, instituido de, modo perenne por Jesucristo.

 

225. Adversarios. Los primeros adversarios de este sacramento parece que fueron los waldenses y los albigenses, a los cuales posteriormente se adhirieron los wicleffitas y los husitas, los cuales sin embargo menospreciaban más bien que negaban el sacramento (D 424 y 669).

 

Los protestantes unánimemente niegan la sacramentalidad de la Extremaunción, sin embargo por distintos motivos; LUTERO, porque afirma que solamente son sacramentos los que están contenidos de modo expreso en el Evangelio; ahora bien acerca de la Extremaunción no encuentra mención expresa. CALVINO interpreta el texto de Santiago como que se trata de curaciones carismáticas y dice que fue introducida la noción de sacramento en la Iglesia en el siglo V por Inocencio I; por lo cual llama a la Extremaunción «hipocresía cómica».

 

Los protestantes históricos pretenden explicar de distintas formas el origen de este sacramento y en general admiten que solamente se hizo común a partir del siglo XII. Los ritualistas y anglocatólicos admiten ciertamente la sacramentalidad de la Extremaunción, no obstante del modo como ellos mismos explican la noción de sacramento. Los más modernos no se atreven a retrotraer la Extremaunción al siglo XII, sino que dicen que ya en el siglo VIII estuvo en uso sin embargo solamente como remedio de una enfermedad corporal; en el siglo IX ya se relacionó con las enfermedades del espíritu, a saber en orden a borrar los pecados; y por último en el siglo XII los teólogos la incluyeron entre los sacramentos.

 

Los modernistas aplican a este sacramento su teoría de la evolución dogmático-ritualista y pretenden encontrar en el paganismo el origen de este rito, en el Avesta (S. REINACH), en los ritos de los agnósticos (RENAN), o en los ritos de los judíos. Otros derivan la santa unción de la opinión, que falsamente atribuyen a los judíos y a los cristianos de la época de Santiago, según la cual todas las enfermedades vendrían del pecado; por lo cual Santiago habría instituido la Unción para perdonar los pecados y de este modo sanar las enfermedades. LOYSI afirma que Santiago no quiso promulgar el sacramento de Jesucristo, sino solamente recomendar una cierta piadosa costumbre. Por último GIBSON dice que la unción que antes se llamaba extrema, por el hecho de que era la última que se daba después del bautismo y de la confirmación, posteriormente se llamó así porque fue administrada a los enfermos que estaban en peligro de muerte. Ahora bien explica este paso por medio de una simple evolución ritual.

 

226. Doctrina de la Iglesia. INOCENCIO I, al tratar del ministro de la Extremaunción, después de decir que no solamente el presbítero sino también el obispo puede administrar la Extremaunción, pasa a tratar la cuestión acerca del sujeto; y excluye de la Extremaunción a los que hacen penitencia pública, sobre todo por esta razón: «porque es una clase de sacramento. En efecto a quienes se les niegan los otros sacramentos, ¿cómo se piensa que puede ser concedido una clase de sacramento?» (D 99).

 

Estas mismas palabras las repite el Concilio Ticiense después de encomendar «que este saludable sacramento... fuera dado a conocer a los pueblos por medio de una inteligente predicación» CD 315).

 

En la profesión de fe prescrita a los waldenses INOCENCIO III cita también entre los sacramentos, después de la penitencia y antes del matrimonio, «la unción de los enfermos con el óleo consagrado» (D 424).

 

Del mismo modo INOCENCIO IV, al tratar de los errores de los griegos, prescribe: «Y a los enfermos, según las palabras de Santiago se les dé la Extremaunción CD 3042; ed. 28,451).

 

La profesión de fe de Miguel Paleólogo enseña «que son siete los sacramentos de la Iglesia,  a saber el primero el bautismo...: otro la extrema unción, la cual según la doctrina del bienaventurado Santiago, se les administra a los enfermos» (D 465).

 

Del mismo modo se les propone a los seguidores de Wicleff y de Huss como sacramento que debe ser admitido (D 669); y se le describe con más detalle, así como cada uno de los siete sacramentos, en la instrucción dada a los armenios (D 700).

 

El Concilio Tridentino ya había citado la extrema unción entre los siete sacramentos de la Nueva Ley (D 844); mas posteriormente propuso de un modo especial la doctrina de este sacramento en cuatro cánones, dirigiéndose directamente contra los errores de los protestantes. Cn.1; «Si alguno dijere que la extrema unción no es verdadera y propiamente sacramento instituido por nuestro Señor Jesucristo y promulgado por el bienaventurado Santiago Apóstol, sino que es solamente un rito admitido por los Padres o una ficción humana, sea anatema.» (D 928).

 

Cn.2: «Si alguno dijere que la unción sagrada de los enfermos no confiere la gracia ni perdona los pecados ni alivia a los enfermos, sino que ya ha cesado, como si en otro tiempo hubiera sido solamente una gracia curativa, sea anatema» (D 927). Los otros dos cánones se refieren al rito y al ministro de la extremaunción <D 928-929, véase también en el capítulo, D 907-910).

 

S. PIO X condenó a los modernistas que afirmaban: «Santiago en su epístola no intenta promulgar un sacramento de Jesucristo, sino recomendar una piadosa costumbre y si en esta costumbre tal vez ve un medio de gracia, este medio no lo toma en el rigor, con que lo tomaron los teólogos, los cuales establecieron la noción y el número de los sacramentos» (D 2048).

 

Valor teológico. De fe divina y católica definida. Y «debemos tener en cuenta que es de fe definida el que en este texto se promulga el sacramento de la Extremaunción».

 

227. Prueba de la sagrada Escritura. En el A.T. este sacramento no estaba prefigurado con ningún sacramento; y S. Tomás indica que la razón de esto es porque se trata de una cierta preparación inmediata para la entrada en la gloria, cuyo acceso todavía no estaba abierto en la Antigua Ley, por no haberse todavía pagado el rescate.

 

En la Nueva Ley según el Concilio Tridentino, el sacramento de la Extremaunción fue promulgado por Santiago. El texto clásico de la Epístola Católica se expresa en estos términos: ¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor hará que se levante, y si hubiere, cometido pecados, le serán perdonados (Sant 5,14s).

 

228. Exégesis del texto. Los protestantes y racionalistas negaron la autenticidad de esta Epístola[1]; pero esto lo hacen erróneamente, ya que está contenido en el canon de la sagrada Escritura y aunque han desaparecido los comentarios patrísticos a esta Epístola, consta sin embargo que estos comentarios fueron hechos por Clemente Alejandrino, Didimo, Cirilo de Alejandría y Agustín.

 

La Epístola de Santiago se encuentra ya en el fragmento Muratoriano, en Orígenes y en Jerónimo; y directamente se refiere a los cristianos convertidos del judaísmo («a las doce tribus que están en la dispersión»), sin embargo lo que dice conviene absolutamente a todos los cristianos. Aunque haya distintas sentencias por parte de los intérpretes acerca del tiempo en que fue escrita la epístola, sin embargo no puede retrasarse más del alío 61 ni podemos situarla antes del año 40. El autor había leído, según parece, la Epístola de San Pablo a los romanos en la cual el Apóstol de las Gentes ensalza la necesidad y la excelencia de la fe en orden a la justificación y se dedica totalmente a demostrar la inutilidad de las obras de la ley a causa de la ineficacia de las obras legales en orden a alcanzar la justificación.[2] Ahora bien puesto que algunos cristianos habían entendido mal la Epístola de

 

San Pablo, interpretando que sólo la fe justifica prescindiendo de las obras, Santiago quiere mostrar en contra de éstos que la fe sin obras es muerta, Por último exhorta a los fieles a que soporten la persecución, y ejerzan la caridad, la misericordia y la limosna.

 

Al texto en su c.5 y v.14-15 le preceden inmediatamente unos preceptos más generales: cómo hay que comportarse en el gozo y cómo hay que hacerlo en la tristeza... De este caso más general pasa el . Apóstol a un caso más particular sobre la tristeza por motivo de enfermedad; y así como respecto a la tristeza general recomendó la oración ¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore), ahora frente a la enfermedad recomienda de nuevo la oración pero juntamente con la unción: ¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llamen a los presbíteros de la Iglesia que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor...

 

Está enfermo; υνιαει suele oponerse a κακοπαθειν, pero en este texto se opone a κακοπαθειν y en todos los lugares del Nuevo Testamento donde se emplea κακοπαθειν, significa una enfermedad grave, no una enfermedad leve.[3] Después en el v.15 usa el Apóstol de la palabra καμνοντα (salvará al enfermo), que significa «estar aquejado de enfermedad», a manera de luchar con la muerte[4].

 

Alguno entre vosotros, a saber alguno de los discípulos del Sefíor, esto es de los cristianos a los que se dirige la Epístola.

 

229. Llame a los presbíteros de la Iglesia. προρκαλεσασθω (mande llamar) confirma la interpretación anteriormente dada acerca de una enfermedad grave, pues no es el enfermo mismo el que va junto a los presbíteros, sino que son ellos lo que deben llegarse hasta el enfermo, por haber sido llamados por éste. Por presbíteros se entiende en los Evangelios los magistrados del pueblo judío, pero en los Hchs y en las Epístolas del N.T. son «los sacerdotes tanto del primer orden como del segundo»[5], lo cual se ve más claro en nuestro texto cuando se añade «de la Iglesia», pues en la Iglesia católica presbíteros son los que desempeñan la función sacerdotal. Así interpretan todos los Hchs 20, 17.[6]

 

Y oren sobre él. Los vocablos ευχη, προσευχομαι según los helenistas significan una oración litúrgica o los recintos mismos donde se rezan las preces litúrgicas; y προσευχομαι επ’ αυτον se emplea para significar la efusión de la gracia sobre aquél en favor del cual se ora. Sobre él puede o bien significar sencillamente en favor de él o bien inclinado sobre él; este último sentido se entiende mejor en el sentido sacramental, cuando se imponen las manos sobre el enfermo mientras se hace la súplica.

 

Y le unjan con óleo. No se concreta el modo de ungirle, porque esto no concernía al propósito de la Epístola, la cual no va dirigida precisamente a los presbíteros. El tiempo griego aoristo en participio parece indicar que la oración y la unción ce realizaban al mismo tiempo.

 

En el nombre del Señor. Algunos exegetas unen esta perícopa con la expresión «oren sobre él», y en este caso significa: «oren sobre él invocando el nombre del Señor», esto es, a la manera como suelen terminar las oraciones litúrgicas «por Cristo nuestro Señor». Otros en cambio prefieren unir esta perícopa con el vocablo «y le unjan». De modo que resulte: «y le unjan con óleo en el nombre del Setter», esto es «por mandato y autoridad del Señor»[7]

 

230. Y la oración de la fe. ευχη responde al vocablo προσκαλεσασθωσαν v.14; así pues es una oración litúrgica de súplica. Se llama oración de la fe no porque sea una oración cuya eficacia se deba a la fe del enfermo (según pretenden los protestantes), pues no se trata de la oración del enfermo, sino de la del presbítero[8]; por el contrario «oración de la fe» responde más bien al objeto o fundamento de la oración sacramental. En este sentido el bautismo suele ser llamado por S. Agustín «palabra de fe» y la Eucaristía es llamada también «misterio de fe».

 

Salvará al enfermo. Aunque el verbo σω.ειν en muchos textos del N.T. se usa al hablar de la salud corporal, sin embargo no siempre se usa en este sentido, Más aún Santiago emplea esta palabra cuatro veces (1,21; 2,14; 4,12; 5,20) y siempre en sentido espiritual;• luego parece que también en este texto significa salud espiritual. Lo cual se confirma todavía más por el hecho de que poco después (v.16) al hablar de la salud corporal usa el verbo ιαθήτε. Así pues el sentido versa acerca de la liberación de todas las molestias de la enfermedad, las cuales no solamente son materiales, sino también, y en verdad con frecuencia, espirituales, como son las angustias, el temor al juicio de Dios por estar inminente la muerte, etc. Sin embargo de ningún modo se excluye la salud corporal.

 

231. Y el Señor hará que se levante. El verbo εγειρειν en el N.T. tiene distintos significados: a) despertar del sueno (Mt 8,25; Lc 8,24); b) sanar de una enfermedad (Mt 1,31; 9,27; Hch 3,7); c) resucitar de la muerte (Mt 10,8; Jn 5,21; 12,1ss; Rom 4,24; 8,11; 1 Cor 5,12; Hebr 11,9).

 

También tiene sentido espiritual: Rom 13,11; Ef 5,14 (ora es ya de despertarse del sueño... despierta tú que duermes...).

 

Estas palabras guardan paralelismo con las de «la oración de la fe salvará al enfermo». Hay sin embargo exegetas católicos que en estas palabras suelen ver expresado el efecto material de la Extremaunción. Comoquiera que sea, si no se prueba positivamente lo contrario, no pueden tomarse en sentido exclusivo.

 

Y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados. 'Α.ιεναι αμαρτιας significa perdonar propiamente pecados, según ya ha sido probado en el tratado de la Penitencia. 'Аμαρτια de suyo se dice del pecado grave. Estio y unos pocos autores juzgan que se trata de los pecados veniales[9] y forzosamente quitan la forma condicional empleada por, Santiago, a fin de que siempre se alcance el efecto. Existe una gran controversia acerca de la disposición sintáctica de esta expresión; uno, en efecto, la unen con el contexto anterior, y otros con el contexto siguiente. Pero parece mucho más cierto que debe aceptarse la unión con el contexto anterior, lo cual lo pide el sentido mismo y la estructura gramatical; pues se trata de tres proposiciones principales unidas por la conjunción copulativa «y»: «y la oración de la fe... y el Señor hará que se levante... y si hubiere cometido pecados...».[10]

 

232. Argumento. Sacramento es un signo sensible y simbólico eficaz de la gracia, instituido a perpetuidad; es así que tal es el rito del que habla Santiago, y al cual llamamos Extremaunción; luego la Extremaunción es un verdadero sacramento de la Nueva Ley.

 

La mayor está clara por el tratado de los Sacramentos en general.

 

Prueba de la menor. Es evidente que el rito del cual tratamos es la Extremaunción; ya que se trata de la unción a un enfermo, el cual está gravemente enfermo o en peligro de muerte. Este rito es:

 

a) Un signo sensible y simbólico pues se realiza con la oración y la unción sensible; ésta guarda ciertamente alguna semejanza con la reconfortación y salud espiritual; la cual produce (según diremos en seguida); ya que los atletas ungían sus miembros antes de la lucha para tener flexibilidad y fortaleza en sus músculos.

 

b) Eficaz de la gracia: lo cual se expresa con las palabras «el Señor hará que se levante...»; se le perdonarán [los pecados]...; la oración de la fe salvará al enfermo», todo lo cual ya hemos dicho antes que debe entenderse principalmente en sentido espiritual. Además, el perdón de los pecados (ciertamente de los mortales) de los cuales se trata en este texto, solamente se realiza por la gracia santificante. Y si no hubiere pecados mortales, también se le otorgará la gracia; pues la eficacia de la unción se pone como por razón de sí misma ya que puede perdonar los pecados, esto es infundir la gracia. Por consiguiente también conferirá la gracia cuando no haya pecados mortales, así como la penitencia produce la gracia santificante también en aquellos que se acercan a ella, una vez borrados los pecados por la contrición. Ahora bien este efecto se produce ex opere operato; porque se atribuye al rito mismo, y de ningún modo alguna disposición (la cual ciertamente se da por supuesta en el que recibe esta unción; así como para el bautismo y para los otros sacramentos, aunque el efecto se produzca en virtud del sacramento mismo, se requiere sin embargo en el que lo recibe la disposición o acción de apartar los impedimentos que obstaculizan la gracia).

 

c) Instituido a perpetuidad: pues no se indica ningún límite de tiempo, sino por el contrario se recomienda que el rito debe ser usado en general en casos semejantes. Ahora bien, siempre habrá enfermos graves. Y el que emita institución proviene de Jesucristo, consta por el hecho de que no puede ninguna potestad humana instituir algún rito que tenga eficacia para perdonar los pecados y para conferir la gracia ex opere operato. Además el Apóstol mismo tal vez manifestó que fue instituida la Extremaunción por Jesucristo al decir: «y le unjan con óleo en el nombre del Sellar», la cual expresión puede significar <según hemos indicado antes) «conforme al mandato del Señor».

 

233. Prueba de la tradición. I. De modo indirecto puede argüirse por prescripción teológica; en efecto ya a partir del siglo V en la Iglesia universal la Extremaunción se citaba entre. los sacramentos. El hecho de que entre los nestorianos y armenios disidentes cayera en desuso, no prueba nada; ya que consta que al principio después del cisma (siglo V) ellos mismos usaron este sacramento.

 

234. II. De modo directo. Nota. Los protestantes afirman que la Extremaunción no existió como sacramento antes del siglo XII (si bien Calvino admitió que fue introducida o inventada en el siglo V por Inocencio I); por lo cual sería suficiente probar que ya mucho antes de este tiempo en la Iglesia Universal fue usada esta unción de los enfermos como Sacramento. Ahora bien al no ser los testimonios del mismo valor, formaremos el argumento aduciendo los distintos textos en orden cronológico.

 

A) Antes del siglo VIII. Siglos I-II. Hemos de confesar que no poseemos testimonios explícitos de esta época acerca de la Extremaunción[11]; pueden darse como explicación de este hecho las razones siguientes:

 

1. Si exceptuamos unos pocos y muy cortos fragmentos, no quedan comentarios de los Santos Padres a la Epístola de Santiago; acerca de la existencia de los cuales tenemos algunos indicios.

 

2. Tampoco tenían por costumbre los Padres componer sistemáticamente un sermón de todo lo que concierne a la vida cristiana, sino que enseñaban las distintas doctrinas y dogmas cuando se presentaba la ocasión. No había tantas ocasiones de hablar acerca de la Extremaunción (y esto incluso en nuestra época no ocurre con frecuencia): y al ser. el complemento de la penitencia y administrarse al fin de la vida, había que insistir más en el sacramento de la penitencia mismo y en los sacramentos que son necesarios a lo largo de todo el curso de la vida.

 

3. Probablemente, por distintas dificultades, principalmente en la época de las persecuciones, en los primeros tiempos no fue tan frecuente el uso de este sacramento, sobre todo siendo así que debía ser administrado en presencia de los paganos; y muchas veces los cristianos se bautizaban al fin de la vida.

 

4. Algunos autores recurren también a la disciplina del misterio para mostrar el silencio en este tema.

 

235. Siglos III-V. Se hallan muchas alusiones con mayor o menor claridad, las cuales, si se unen en un solo conjunto, muestran que estuvo en uso la unción de los enfermos como un rito eclesiástico para alcanzar la salud del alma y del cuerpo. Así se expresan TERTULIANO, S. ATANASIO, DIDIMO, S. HILARIO, S. GREGORIO NACIANCENO, S. AMBROSIO, S. AGUSTIN, POSIDIO, CASIANO, S. OPTATO, TEODORETO, VICTOR DE ANTIOQUTA, ARNOEIO IUNIOR, ARATOR. Más claros y manifiestos de entre los cuales pueden servir de ejemplo los siguientes:

 

ORIGENES, al tratar de los distintos modos, como pueden ser perdonados los pecados, escribe: «Todavía hay una clase de perdón de los pecados, que es la séptima, aunque penosa y que exige esfuerzo por medio de la penitencia, cuando el pecador batía en lágrimas su lecho y sus lágrimas son para él el alimento día y noche, cuando no tiene rubor en manifestar al Sacerdote del Señor su pecado y buscar la medicina, según aquel que .dice: He dicho: manifestaré al Señor en mi contra mi justicia y tú has perdonado la impiedad en mi corazón. En lo cual se cumple también lo que dice el Apóstol Santiago: Y si alguien está enfermo llame a los presbíteros de la Iglesia y pondrán sobre él las manos ungiéndole con el óleo en el nombre del Señor y la oración de la fe salvará al enfermo y si hubiere caído en pecados se le perdonarán». Orígenes no excluye en este texto la Penitencia, pero tampoco se refiere exclusivamente a ella, según pretenden los protestantes, Pues al ser la Extremaunción el complemento de la Penitencia y al querer Orígenes mostrar «cuantas clases hay de perdón de los pecados», no es extraño el que una en un mismo texto ambos sacramentos.

 

AFRATES habla acerca de los distintos usos del óleo sagrado y dice: «Duplicaron los frutos del aceite resplandeciente, en el cual está el signo del sacramento de la vida, por el que se perfeccionan los cristianos y los sacerdotes y los reyes y los profetas: ilumina las tinieblas, unge a los enfermos y reconcilia a los penitentes por medio de su sacramento misterioso». El sabio persa cita esta unción de los enfermos entre las unciones sacramentales (bien en sentido estricto o en sentido lato), como son el Bautismo, la Confirmación y la Penitencia. Luego da por supuesto también que la unción de los enfermos es un rito especial, realizado por cualquier cristiano no a guisa de devoción, sino según el modo ritual o sacramental.

 

S. JUAN CRISOSTOMO habla dos veces acerca de la unción de los enfermos: En el tratado Sobre el sacerdocio 3,6 compara a los Sacerdotes con los padres y a fin de ensalzar la autoridad y la potestad de los sacerdotes, dice: «Es tan grande la diferencia entre ambos, cuanta es la diferencia entre la vida presente y la futura. Pues aquéllos, los padres, engendran ciertamente a los hijos para esta vida, éstos, los Sacerdotes, engendran a los cristianos para la vida futura; y aquéllos, los padres, ni siquiera pueden apartar de sus hijos la muerte corporal, ni pueden rechazar una enfermedad que sobrevenga, en cambio éstos, los Sacerdotes, han salvado muchas veces al enfermo y al alma que estaba a punto de condenarse, a unos dándoles como pena el perdón, a otros no permitiendo que cayeran en absoluto en el pecado; y esto no sólo a base de enseñanzas y advertencias, sino también auxiliándoles con oraciones. Pues no solamente cuando nos regeneran, sino también después de la regeneración pueden perdonar los pecados cometidos. En efecto: ¿Está enfermo, dice, alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia , y oren sobre. él ungiéndole con el óleo en el nombre del Sellar. Y la oración de la fe salvará al enfermo y el Sellar hará que se levante y si hubiera cometido pecados se le perdonarán». También se refiere a la Extremaunción, la cual los griegos la conservaban en una lámpara, el Santo Doctor cuando compara a la Iglesia con una casa particular: «¿Pues qué no es aquí grande, no es aquí extraordinario? Puesto que esta mesa [la del altar] es mucho más digna de honor y mucho más suave que la tuya y esta lámpara mucho más también que la tuya, Y esto lo saben cuantos con fe habiendo sido ungidos con el óleo a su debido tiempo han sido liberados de las enfermedades».

 

INOCENCIO I en carta a Decencio, después de tratar acerca de la confirmación, aduce el texto de Santiago y continúa: «Porque no hay duda de que debe interpretarse o entenderse acerca de los fieles que están enfermos, los cuales pueden ser ungidos con el santo óleo del crisma[12], el cual confeccionado por el obispo, puede ser usado en orden a la unción en caso de necesidad propia o de los suyos no sólo por los sacerdotes, sino también por todos los cristianos. Además estimamos que no tiene razón de ser el, discutirse acerca de los obispos lo que no hay duda que está permitido a los presbíteros, Pues en el texto de Santiago se cita a los presbíteros, por el hecho de que los obispos impedidos por otros quehaceres no pueden acudir a todos los enfermos. Por lo demás si el obispo, al cual le pertenece el confeccionar el crisma, o bien le es posible o bien considera digno el visitar a alguien, puede sin duda alguna bendecirle y ungirle con el crisma. Pues a los penitentes no puede administrárseles esto, porque es una clase de sacramento: Ahora bien a quienes se les niegan los otros sacramentos, ¿cómo se piensa que pueda concedérseles una clase de estos sacramentos? (D 99). Por estas palabras se ve claramente que la unción de la cual se habla en la epístola a Decencio y que se emplea en la Iglesia según las palabras de Santiago, es la unción sacramental («una clase de sacramento»), cuya materia es el óleo bendecido por el obispo, sin embargo puede también ser administrado por los presbíteros, el sujeto de este sacramento son los enfermos y debe ser negado a los penitentes porque también .a ellos se les niegan otros sacramentos.

 

A estos testimonios podrían añadirse: EUSERIO DE CESAREA, S. CIRILO DE ALEJANDRIA, ISAAC DE ANTIOQUTA, el autor de la obra Acerca de las promesas y predicaciones da Dios, el Evangelio de Nicodemo, CESAREO ARELATENSE.

 

236. Siglos VI-VIII. Aparte de los textos particulares ya más abundantes, a partir de este siglo aparece mucho más el uso histórico[13] sirvan de ejemplo:

 

CASIODORO: «Después de estas advertencias [Santiago> da a los fieles una regla saludable al decir: de ningún modo hay que jurar sino que el cristiano debe decir que es lo que es y que no es lo que no es; y si alguno es malherido por injuria de otro o se siente enfermo por enfermedad natural, dice que se llame a un presbítero, para que éste haciendo uso de la oración de la fe y por la unción del santo óleo salve a aquel, que parece abatido: prometiendo también que les han de ser perdonados los pecados a aquellos que hayan sido visitados con una de estas dos oraciones».

 

PRIMARIO interpretando las palabras del Apocalipsis «no causes daño al aceite y al vino» (Apoc 6,6) dice: «Así pues en el vim prohíbe que se haga daño a la virtud de los sacramentos en el vino y en el óleo, en cuanto unción y sangre preciosa. De aquí que leemos en el Libro de los Salmos: Y el vino que recrea. el corazón del hombre para que lustre su rostro con aceite» (Sal 103,15).

 

Ahora bien se encuentran narraciones acerca de la administración de la Extremaunción: en la vida de S. Mauro, de S. Launomaro, de S. Eutiquio, de S. Laobano, de Tresano, de S. Eugenio obispo Ardarcense.

 

B) Después del siglo VIII. Ya pueden presentarse muchos textos tanto extraídos de los decretos de los Concilios como de la práctica que ya resulta frecuentísima así como finalmente de testimonios explícitos. Quedan de esta época los comentarios a la Epístola de Santiago, los cuales entienden acerca de la Extremaunción el texto 5,14,

 

237. De entre los Concilios basta con citar: el Concilio Cabilonense II (a.813): «Según el texto del bienaventurado Santiago Apóstol, con el cual también están en armonía los decretos de los Padres, los enfermos deben ser ungidos por los presbíteros con el óleo que es bendecido por los obispos. Pues dice así: si alguno está enfermo... Así pues no debe ser tenida en poco esta medicina, que cura las enfermedades del alma y del cuerpo».

 

El Concilio de Aquisgrán (a.836): «Para que según la definición de los Santos Padres, si alguno está enfermo, sea ungido con prontitud por los sacerdotes con el óleo santificado juntamente con las oraciones».

 

«También se ha establecido que por lo menos una vez al alío, esto es el jueves que se celebra la Cena del Señor, no se descuide a lo largo de todas las ciudades por parte de los obispos como se ha descuidado hasta ahora la unción del santo óleo en el cual se confía la salvación de los enfermos, sino que se realice con toda devoción según la tradición apostólica y los estatutos de los decretales aquello, en lo que existe un ordenamiento acerca de este tema».

 

«Ahora bien si [el fiel] se encontrara gravemente enfermo, que no carezca a causa de la negligencia de un presbítero de la confesión ni de la oración sacerdotal ni tampoco de la unción del óleo sacrificado [igual a consagrado]. Por último si viere inminente el óbito del enfermo, encomiende el alma cristiana a Dios nuestro Señor según la costumbre sacerdotal juntamente con la recepción de la sagrada comunión».

 

El Concilio I de Maguncia (a.847): «...según la autoridad canónica, para que no parezca que tienen cerrada la puerta de la piedad ellos (los penitentes) sean reconfortados según los estatutos de los SS. PP. con la comunión por viático una vez vivificados con las oraciones y las consuelos eclesiásticos juntamente con la sagrada unción del óleo (igual a de Dios].

 

El Concilio Ticiense (a.850): «También aquel saludable sacramento, que recomienda el Apóstol Santiago con estas palabras: si alguno está enfermo... debe ser dado a conocer con predicación clara: que es en verdad un gran misterio y muy digno de ser deseado, por el cual, si se pide con fe se perdonan (los pecados] y consiguientemente se restituye la salud corporal. Pero puesto que frecuentemente sucede, que algún enfermo o bien ignora la virtud del sacramento, o teniendo por poco peligrosa su enfermedad, no presta atención a procurar su salvación o bien se olvida ciertamente de la gravedad de la enfermedad, debe el presbítero del lugar avisarle de modo conveniente y hasta indicar también a los presbíteros próximos para que le ayuden en este ministerio espiritual según sus propias posibilidades. Sin embargo hay que tener en cuenta, que si el que está enfermo, está sometido a penitencia pública, no puede obtener la medicina de este sacramento, a. no ser que antes, alcanzada la reconciliación, se le haya permitido recibir en la comunión el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Pues a quien le están prohibidos los otros sacramentos, no se le concede usar de éste de ningún modo; ahora bien si el modo de. ser del enfermo es tal, que el obispo le Juzga digno da que él personalmente se llegue hasta él y le unja, puede hacerlo él personalmente con toda competencia, ya que el crisma mismo es consagrado por él y puesto que a éste se le ha concedido la potestad de perdonar los pecados por su ministerio privilegiado».

 

De modo parecido se expresan el Concilio Papiense (hacia el 850), y el Concilio Wormatiense (a.868).

 

238. Con brevedad puede expresarse el argumento extraído de los Padres bajo las siguientes conclusiones:

 

1. Desde el siglo VIII los testimonios son totalmente evidentes.

 

2. En cuanto a los siglos anteriores:

 

a) No faltan textos no tan claros en los cuales sin embargo aparece el pensamiento de los Padres acerca de este Sacramento, o por lo pueden indicar la existencia de la unción en orden a perdonar los pecados o a curar las enfermedades. Así la Didaché, HILARIO, TEODORETO, ARNOBIO, AMBROSIO, POSIDIO:

 

b) Nombran claramente la unción dé los enfermos, y ciertamente trayendo a colación el texto de Santiago. Así ORIGENES, CASIODORO, AGUSTIN, JOSE NESTORIANO, etc.

 

c) Al citar el texto de Santiago conceden a la unción el perdón de los pecados: ORIGENES, CESAREO ARELATENSE, CRISOSTOMO, HESIQUIO, CASIODORO...

 

d) Al mismo rito le atribuyen la eficacia de curar enfermedades: PROCOPIO GAZEO, ISAAC ANTIOQUENO, CRISOSTOMO, CIRILO DE ALEJANDRIA.

 

239. Prueba por los libros litúrgicos. Solamente presentaremos los documentos más antiguos.[14]

 

Los cánones de Hipólito (antes del siglo IV) hablan por lo menos dos veces sobre la Extremaunción: Cn.219: «Por lo demás por lo que se refiere a los enfermos, la medicina para éstos consiste en que acudan a la Iglesia con frecuencia y gocen de la oración, excepto aquel que está aquejado de una enfermedad grave: éste que sea visitado a diario por el clero, los cuales le harán conocedor de su enfermedad». Estas palabras están interpretadas con más claridad en la edición que hicieron Riedel y Sarrazy: «Los enfermos encuentran la curación si acuden con frecuencia a la Iglesia, a fin de participar del agua y del óleo de la oración ευχελαιον, excepto aquel que está aquejado de una enfermedad grave; éste debe ser visitado por el clero, que le conoce». En estas palabras el sentido es con toda evidencia el siguiente: «Los enfermos pueden procurarse la salud, por medio del ευχελαιον, pero si alguno está aquejado de alguna enfermedad peligrosa o grave, al no poder acercarse por sí mismo a la Iglesia, será visitado por los Sacerdotes, los cuales ungirán a éste». Igualmente en el cn.199 estos enfermos son encomendados al cuidado especial del Diácono el cual juntamente con el Obispo debe acercarse a los enfermos.

 

Se encuentra en la Constitución Egipcíaca una fórmula antiquísima de la bendición del óleo de los enfermos: «Oh Dios, así como concedes santificando este óleo la salud a los que lo usan y reciben, óleo con el que ungiste a los reyes, sacerdotes y profetas, del mismo modo que también este óleo otorgue la fortaleza a los que gustan de él y la salud a los que lo usan»[15].

 

El Sacramentarlo o Eucologio de Serapión (s. IV) presenta dos oraciones para la bendición del óleo de los enfermos: «Te invocamos a Ti que tienes todo poder y virtud, salvador de todos los hombres... y Te suplicamos que envíes desde el cielo sobre este óleo la virtud propia de Tu Unigénito de conceder la salud, a fin de que aquellos que son ungidos con estas creaturas tuyas o las reciben, les sirva para expulsar toda debilidad y toda enfermedad, y sea también para ellos remedio contra toda clase de demonios, rechazo de todo espíritu inmundo, juntamente con todo espíritu vicioso, extirpación de toda fiebre, escalofrío y de toda debilidad, gracia saludable para el perdón de los pecados, remedio de vida y de salvación, salud e integridad del alma y del cuerpo y del espíritu, sirva en fin para ellos de estado perfecto». «Bendecimos por el nombre de Tu Unigénito Jesucristo estas creaturas, pronunciamos el nombre de Aquél, que padeció, fue crucificado y resucitó y está sentado a la diestra del Increado, sobre esta agua y este óleo: concede la virtud de ejercer la salud a estas creaturas, a fin de que se aparte por medio de su bebida y unción toda fiebre y toda posesión demoníaca y toda enfermedad, y venga a ser remedio de curación y de integridad la recepción de estas creaturas en el nombre de Tu Unigénito Jesucristo, por el cual te es dada la gloria y el imperio en el Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

 

Acerca de éstos y de otros documentos litúrgicos advierte de modo acertado Umberg: «Los documentos litúrgicos más antiguos muchas veces solamente presentan fórmulas de la bendición del óleo y en éstas expresan también los efectos que van a ser alcanzados por la unción. Es verdad que la salud del alma y el perdón de los pecados muchas veces no aparecen de ningún modo y muchas otras veces aparecen del mismo modo que en las bendiciones de otros objetos, que pertenecen a lo simplemente sacramental. Sin embargo aunque el efecto espiritual no se hubiera expresado de ningún modo, más aún aunque (por hipótesis supuesta) no hubiera sido conocido de ningún modo, no por eso hubiera sido menos auténtico sacramento de la Nueva Ley de un modo objetivo la unción realizada con este óleo supuestos el legítimo ministro y la forma de vida, con tal que el ministro tuviera la intención de realizar aquella unción de la cual habla Santiago en el c.4,14, pues por este mismo hecho hubiera obrado reductivamente en nombre de Jesucristo. Luego de la dificultad de probar irrebatiblemente por las fórmulas litúrgicas (y por las palabras de los Padres) que la Unción de los enfermos haya sido tenida como remedio eficaz de curación "ex opere operato", de ningún modo se sigue que no fue administrado en los primeros tiempos de la Iglesia el sacramento de la Unción.

 

240. Objeciones. 1. En el texto de Santiago se trata de un don de curación, no de la unción sacramental.

 

Respuesta. Niego el antecedente. En efecto el carisma de las curaciones ni se restringe exclusivamente a los presbíteros (1 Cor 12,28-30), ni solamente a los enfermos graves ni al uso del óleo.

 

2. En el texto de Santiago el perdón de los pecados solamente se promete de un modo condicionado; es así que los sacramentas alcanzan su efecto de un modo absoluto; luego sáquese la consecuencia.

 

Respuesta. Distingo la mayor. El perdón de los pecados se promete de un modo condicionado por razón del rito, niego la mayor; por razón del sujeto, concedo la mayor y contradistingo la menor y niego la consecuencia. Todos los sacramentos conceden la gracia ex opere operato supuestas las disposiciones del sujeto, y en este sentido puede decirse también que todas los sacramentos alcanzan siempre el efecto de un modo condicionado. Ahora bien los sacramentos que han sido instituidos en primer término para perdonar los pecados, pero que aparte de la gracia primera confieren también la gracia segunda, pueden ser recibidos también por aquellos que no necesitan de la gracia primera; y de este modo estos sacramentos se dice que confieren la gracia primera de un modo condicionado, esto es, si el que recibe estos sacramentos se encuentra en pecado mortal, el cual se pretende que sea borrado.

 

3. El alivio del alma puede alcanzarse con las gracias actuales; es así que los sacramentos confieren la gracia habitual; luego no se prueba que la Extremaunción sea Sacramento.

 

Respuesta. Esta objeción da por supuesto que el efecto de la Extremaunción es solamente el alivio 'del alma del enfermo, lo cual es falso, según diremos después; de donde distingo la mayor de esta forma: el alivio del alma es el único efecto de la Extremaunción, niego la mayor, es algún efecto, que puede alcanzarse separadamente del efecto total, concedo la mayor y concedida la menor distingo la consecuencia. Si el alivio del alma fuera el único efecto o el efecto completo de la Extremaunción, concedo la consecuencia; al no ser así, niego la consecuencia.

 

241. Escolio 1. Del valor del texto de S. Marcos (6,13). El Concilio Tridentino al tratar de la institución dala Extremaunción: «Ha sido instituida por Jesucristo nuestro Señor esta sagrada unción de los enfermos como auténtica y propiamente sacramento del N.T., sin duda insinuado en S. Marcos, y preceptuado y promulgado a los fieles por Santiago Apóstol y hermano del Señor (D 908). Por ello no faltaron teólogos que afirmaron que podía probarse la existencia del sacramento de la Extremaunción por el texto citado de S. Marcos. Entre éstas por  su denuedo y por su nombradía sobresale Maldonado; «Dice, yo quisiera que por este solo texto tuviera yo que refutar a los herejes; marcharía contra ellos solos sin miedo alguno. Mas ahora reconociendo a alguno de nuestros autores en el campamento de los herejes tengo miedo de que, al lanzar mis dardos contra los herejes, tal vez caiga herido algún católico. Paso por alto a aquéllos un poco más antiguos, a los que el respeto me impide nombrarlos y a los que les excusa de herejía el no haber vivido la época actual. ¿A cuento de qué venía, estando ya pujante la herejía de los luteranos y de los calvinistas, el que católicos y doctos varones dijeran y escribieran que este óleo había sido usado por los Apóstoles no como sacramento para sanar las almas sino como medicina para curar los cuerpos, y que aquí no se trataba del sacramento de la Extremaunción, que ahora usa la Iglesia? Esto mismo lo enseñan los luteranos y calvinistas. Sin embargo dicen, no negamos el que sea sacramento. Ahora bien, ¿dónde está el sacramento si no se encuentra aquí? En efecto el que niega que aquí se trata del sacramento de la Extremaunción, da un paso para quitar totalmente este sacramento o bien por maldad si es hereje, o bien poca sensatez si es católico.»

 

Sin embargo si estudiamos atentamente los textos de S. Marcos, no se ve que deba ser interpretado ese texto forzosamente acerca de, un sacramento o un rito sacramental. Pues dice el Evangelista: Y, yéndose de allí [los Apóstoles], predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. Ahora bien, según advierte acertadamente Suárez, en el texto citado solamente se hace mención de una unción para curar enfermedades milagrosamente y a esto solamente habían sido enviados los Apóstoles (Mt 10,2; Lo 9,2); y los Apóstoles no podían administrar el sacramento de la Extremaunción puesto que todavía no eran sacerdotes; y también porque la unción la administraban los Apóstoles a cualesquiera enfermos, y los sacramentos solamente pueden ser administradas a los fieles.

 

Por ella concluye rectamente Knabenbauer: «Con toda razón esta sentencia ha sido abandonada y hay que sostener juntamente con Bellarmino, Estio, Lapide, Ians, Calm y todos los autores más recientes que esta unción fue solamente una cierta figura y bosquejo del sacramento», o como dice el Tridentino, en este texto el sacramento está insinuado.

 

242. Escolio 2. De la institución de la Extremaunción. Consta por el tratado acerca de las Sacramentos en general «que todos los sacramentos han sido instituidos por Jesucristo y están de acuerdo todos [los teólogos] que después de la definición Tridentina (D 844), ya no le es lícito al teólogo poner en tela de juicio la institución inmediata por Jesucristo de todos los sacramentos»,

 

Sin embargo no veían esto tan claro los Doctores más antiguos. DIONISIO CARTUSIANO decía: «Algunos dicen que la Confirmación y la Extremaunción, puesto que contienen la plenitud de la gracia, no habían sido instituidos antes de la venida del Espíritu Santo. De donde según estos autores, Cristo no instituyó estos sacramentos por sí mismo, sino que confió la institución de ellos a los Apóstoles. Ahora bien puesto que los sacramentos conciernen a los fundamentos de la ley, otros afirman con más probabilidad que los instituyó el legislador mismo, nuestro Señor Jesucristo, aunque los promulgaron los Apóstoles». En cuanto a la primera sentencia se citan Hugo de San Víctor, Pedro Lombardo y S. Buenaventura; en cambio siguen a Cartusiano S. Tomás, S. Alberto Magno, Escoto.[16] Nunca se ha discutido ásperamente acerca de este tema. En general los teólogos han defendido la institución por Jesucristo, aunque no emplearon una terminología concreta más que después del Concilio Tridentino, donde con ocasión de los errores protestantes fue definida y defendida con claridad la doctrina católica.

 

Puesto que en el Evangelio no hay un texto donde consta en qué ocasión ha instituido Jesucristo este sacramento, podemos referir su institución a los días posteriores a la resurrección y anteriores a la ascensión, cuando Jesucristo hablaba con los Apóstoles de lo que concernía la reino de Dios. (Hchs 1,3).


[1] En las anteriores ediciones del Nuevo Testamento realizadas por los protestantes solía omitirse esta epístola como deuterocanónica que es; en cambio las ediciones más recientes casi todas la admiten.

[2] Pueden compararse: Sant 6,1 con Rom 7,23; Sant 4,4 con Rom 14,4; y especialmente Sant 4,14.20ss can Rom 3,28ss.4,lss. Si se admite esta conexión entre la Epístola de Santiago y la de San Pablo a los romanos, al haber sido escrita en Corinto hacia el ato 56 ó 57, debería mantenerse el ato 61 para la Epístola de Santiago.

[3] Con este significado se encuentra muchas veces en el N.T: Lc 7,2-10 (acerca del hijo del centurión) Jn 4,46 (el hijo del régulo estaba enfermo «ησθενει» y en el v,47 estaba a punto de morir), Jn 11,1 (De Lázaro, que incluso llegó a morir), Hch 9,37 (sucedió que Tabhita en Joppe habiendo caído enferma «ασθενησασα» murió), en F1p 2,26 (Epafrodito, por cuya enfermedad estaba triste San Pablo),

[4] LEOPOLD (Lexicon graeco-Iatinum) traduce así: me fatigo, estoy cansado, me fatigo de trabajar, estoy enfermo, estoy aquejado de enfermedad. En la forma de καμοντες (καμνοντεςο κεκαμεότες  designa «a los muertos». Esta palabra se encuentra solamente das veces en el N.T., en este texto y en Heb 12,3 donde expresa una grave enfermedad espiritual.

[5] Así p.ej. en Hchs 11,30; 14,23; 20,17; Tim 5,17-19; 1 Pe 5,1... Véase lo que después se dirá en el tratado del Orden. Acertadamente hace notar también PUIG en el texto citado nota 7: «La tesis no depende del modo como pueda entender alguno el vocablo "presbítero", pues aquí no tratamos acerca del ministro de la Extremaunción; pero si alguno pensara que con este vocablo se dan a entender los mayores en edad (en el cual sentido se emplea en alguna ocasión en el N.T.), no podría explicar por qué son llamados los presbíteros precisamente para salvar y aliviar a los enfermos y en concreto para orar sobre ellos y para perdonar los pecados de éstos, las cuales funciones consta por otra parte que son exclusivamente sacerdotales y tendría quien así opinara también en contra de sí a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia» (D 908,910 y 229).

[6] Se ha escrito y se ha discutido mucho acerca de este texto, pero por lo que atañe a nuestro propósito todos admiten unánimemente que se trata de los presbíteros por lo menos de los sacerdotes (se discute si también son los obispos). El resumen de las sentencias pueden verse en PUZO, S.I., Los obispos presbíteros en el Nuevo Testamento Estudios Bíblicos 5 (1945) 41ss.

[7] Que κυριος significa Jesucristo está claro por todo el N.T., y especialmente por el mismo Santiago 1,1; 2,1; 5,7,8; y si bien en este mismo autor alguna vez significa Dios, sin embargo en este texto el sentido y el contexto (v.11) exigen la significación dada.

[8] Nada se indica acerca de la fe u oración del enfermo y de los asistentes. La fe del enfermo se supone evidentemente (él mismo es el que debe llamar a los presbíteros) pero se supone como condición o disposición no como causa del efecto que vamos a describir.

[9] En 4 dist.23,4 (París 1662) 4.E Véase PUIG n.978. Estos autores hablan así porque piensan que el efecto de la Extremaunción es el perdón de los pecados veniales.

[10] Expresiones semejantes se encuentran en. el N.T. v.gr. en Hch 8,17: les imponían las manos Y recibían el Espíritu Santo, donde la conjunción «y» tiene valor causal o de conjunción causal.

[11] No faltan autores que hallan' ya alguna alusión a la Extremaunción en la Didaché (R ?), donde después de las oraciones que se habían de recitar con ocasión de la comunión en el lugar donde se halla después en algunos libros litúrgicos la oración del óleo de los enfermos, se lee en la versión copta: «En cuanto al ungüento dad las gracias así: Te damos gracias, Padre nuestro, por el ungüento que nos has indicado por Jesús tu hijo. Gloria a ti por todos los siglos, Amén.»

[12] Con el nombre del crisma entiende el Sumo Pontífice en general la unción, pues por aquella época todavía no se había fijado el uso de este vocablo.

[13] Ya había sido narrado por Posidio el ejemplo (véase anteriormente la nota 51). Y también acerca de S. Hipacio, coetáneo de S. Crisóstomo, narra su discípulo Colínico que le fue administrado este sacramento (Act. Sanct., 1? de junio, p251).

[14] Nos llevaría mucha espacio el citar los textos incluso los principales de los autores anteriormente indicados. Pues en esta época ya hay ejemplos y testimonios explícitos acerca de la sacramentalidad de la Extremaunción. En KERN y DTC se encuentran reunidos los textos y los nombres de muchos autores.

[15] E.HAULER, Fragmentos veronenses de la Didascalia de los Apóstoles; se agregan a éstos los que reciben el nombre de Restos de los cánones de los Apóstoles y de los egipcios 1,108, Véase. TH.SCHERMANN, Ein Weiherituale der rdmischen Kirche am Schlusse des ersten Jahrhunderts (Munich, 1941).

[16] Sobre S.Buenaventura no está clara su sentencia, puesto que el Santo Doctor no mantiene constantemente una terminología fija. Pero el P. Tomás de Villanueva Gerster a Zeil, O.M.Cap., dice que la última sentencia del Doctor Seráfico es que la Extremaunción fue instituida por Jesucristo (Sacramento de la Extremaunción. Tratado teológico sobre todo según el pensamiento de S.Buenaventura [Turín 19361 págs. 7-12.