CAPITULO II

DE LA INTERPRETACIÓN DE LA SAGRADA ESCRITURA

 

192. La hermenéutica (de ερμηνευειν interpretar) es la disciplina, al mismo tiempo arte y ciencia, que enseña las normas de la recta interpretación de los libros sagrados.

 

En esta interpretación puede haber una gran dificultad, que surja no sólo de la diferencia de la lengua, del tiempo, de las costumbres, de los lugares remotos, que conciernen a los libros sagrados, sino también que proceda del tema tratado (religioso, sobrenatural), y de su origen divino.

 

«En este género - decía León XIII - es necesario advertir que a las otras causas de dificultad, que se dan poco más o menos al tratar de entender cualesquiera libros de los antiguos, se añaden algunas propias en los libros sagrados. Pues en las palabras de éstos, siendo su autor el Espíritu Santo, están contenidas muchas cosas que superan de modo abismal la capacidad y la agudeza de la razón humana, a saber los misterios divinos y otras muchas cosas que están unidas con ellos; y esto a veces mediante cierta sentencia más amplia y más oculta, que lo que parece que expresan las letras e indican las leyes de la hermenéutica: además el sentido literal mismo admite en verdad otros sentidos, bien en orden a dar luz a los dogmas, o bien en orden a inculcar preceptos para la vida. Por lo cual no hay que negar que los Libros sagrados están envueltos en cierta oscuridad religiosa, a fin de que nadie pueda penetrar en ellos, si no tiene algún guía para el camino: cuidando Dios en verdad de este modo con su providencia (esta es la sentencia común de los Santos Padres), a fin de que los hombres estudiaran que negar que los Libros sagrados están envueltos en cierta oscuridad religiosa, a fin de que nadie pueda penetrar en ellos, si no tiene algún guía para el camino: cuidando Dios en verdad de este modo con su providencia (esta es la sentencia común de los SANTOS Padres), a fin de que los hombres estudiaran a fondo los Libros sagrados con mayor deseo y afán, y grabaran más profundamente en sus mentes y en sus almas las verdades aprendidas con verdadero esfuerzo en los libros sagrados; y a fin de que comprendieran sobre todo que Dios ha otorgado las Escrituras a la Iglesia, a fin de que se sirviesen de ella como guía y maestra totalmente segura en la lectura y en el manejo de los libros sagrados» («Providentissimus»: EB 1080).

 

193. El objeto propio de esta disciplina es el sentido de la sagrada Escritura.

 

El SENTIDO es el concepto de la mente que una persona expresa con su palabra teniendo en cuenta las circunstancias; v.gr. cuando uno expresa la palabra «gallus», teniendo en cuenta las circunstancias quiere significar o bien un varón de determinada nación, o bien un determinado animal.

 

Ahora bien, SIGNIFICACIÓN es toda idea que puede haber en las palabras independientemente de la intención del que habla, según pueden encontrarse en los léxicos; v.gr. la palabra «colere» puede tener la significación de una acción «de la agricultura» y de una acción «del culto divino».

 

Así pues el objeto propio de la Hermenéutica consistirá en enseñar los principios generales por los que debe determinarse el sentido de la sagrada Escritura en cada uno de los textos. Y será propio de la exégesis el aplicar estos principios generales a los casos particulares.

 

194. División de la hermenéutica. Suelen considerarse en ella tres partes: La primera parte trata en general de los diversos sentidos de la sagrada Escritura y se llama Noemática. La segunda considera el modo de hallar el sentido de la sagrada Escritura y se llama Heurística. Por último la tercera está dedicada al modo de proponer el sentido de la sagrada Escritura y recibe el nombre de Proforística.

 

Articulo I

DE LOS SENTIDOS DE LA SAGRADA ESCRITURA

 

195. Divisiones acerca del sentido de la sagrada Escritura. Una vez expuesta la noción general del sentido de la sagrada Escritura, pasamos ya a considerar las divisiones y las clases de dicho sentido.

 

SENTIDO LITERAL es lo que significan inmediatamente las palabras.

 

SENTIDO REAL O TÍPICO es aquello que la cosa significada por las palabras significa a su vez ella misma, así v.gr. la inmolación del cordero pascual por los israelitas es la cosa o realidad significada por las palabras de la narración en Ex 12,46s y en Nm 9,12; sin embargo esta cosa o realidad, significada inmediatamente por las palabras, a su vez significaba otra cosa, según Jn 19,36, a saber, se refería al sacrificio del Señor en la cruz. Lo primero concierne al sentido literal del texto; lo segundo hace referencia al sentido real o típico. Del mismo modo la salida del pueblo de Israel de Egipto, según Os 11,1 significaba típicamente la salida del Niño Jesús de Egipto, según Mt 2,15: Llamé a mi hijo de Egipto.

 

196. Ahora bien, alguna cosa o realidad puede ser tipo o figura también por razón del modo como se narra en las sagradas Escrituras. Así Melquisedec es figura de Cristo sacerdote eterno (Heb 7,2s), en cuanto que Melquisedec aparece en el Génesis sin padre, sin madre, sin genealogía, sin principio de sus días ni fin de su vida, siendo así que Melquisedec tuvo en realidad todo esto.

 

Acerca de estos sentidos, cf. «Divino afflante» (EB 550-553; D 2293).

 

197. Ambos sentidos, el literal y el real, pueden dividirse en histórico, si el argumento se refiere a la historia o a un suceso; en tropológico o moral, si se refiere a las costumbres; en anagógico, si se refiere a la vida futura; en profético si hace referencia a hechos futuros o a lo que hay que creer.

 

No raras veces el sentido literal recibe el nombre de gramatical, histórico, lógico, y el sentido típico es llamado real, espiritual, místico, alegórico.

 

198. Otras divisiones. Según el CRITERIO con que es determinado el sentido, éste puede ser gramatical (filológico) y lógico, según esté determinado por la gramática o por la lógica del contexto.

 

SEGÚN EL SENTIMIENTO QUE PIDE DE LA MENTE el sentido puede ser cierto, probable, dudoso.

 

POR RAZÓN DE SU VERDAD, el sentido puede ser verdadero o, falso.

 

POR LA NATURALEZA DE LA EXPRESIÓN O DE LAS PALABRAS que emplea el sentido puede ser propio, si las palabras se consideran en sentido propio, o traslaticio (metafórico), si las palabras se consideran en estilo figurado.

 

El sentido metafórico o el sentido figurado es también un sentido literal; pues cuando alguno habla mediante una figura, las palabras mismas significan algo inmediatamente, a saber, no aquello a lo que suena materialmente el vocablo, sino aquello que es representado por el vocablo; v.gr. cuando hablamos del «brazo de Dios», queremos significar inmediatamente el poder divino.

 

TESIS 9. En la sagrada Escritura hay que admitir el sentido literal.

 

199. La doctrina de la Iglesia da por supuesto con toda claridad que se da en la sagrada Escritura el sentido literal. Así v.gr. la Encíclica «Spiritus Paraclítus» al exponer la doctrina de San Jerónimo acerca de este tema, el cual «advierte que consideremos con toda diligencia las palabras mismas de la Escritura, a fin de que conste con certeza qué es lo que ha dicho el escritor sagrado... y entonces enseña que hay que estudiar a fondo qué significación y sentencia se da en las palabras.

 

Así pues debemos prestar atención en primer lugar a la explicación literal o histórica...» (EB 485).

 

Así mismo Pío XII dice que la misión del intérprete es ésta, discernir claramente y definir el sentido literal; en la Encíclica «Divino af flante» (EB 550; D 2293).

 

Y en la Encíclica «Humani generis», en contra de las nuevas opiniones, se defiende «el sentido literal de la sagrada Escritura y su exposición elaborada por tantos y tan importantes exegetas, bajo la vigilancia de la Iglesia... los cuales, (según opiniones engañosas) deben ceder a la nueva exégesis, a la que llaman simbólica y espiritual; y según la cual los sagrados Libros del Antiguo Testamento, que hoy, según esta opinión engañosa, están ocultos en la Iglesia como fuente cerrada, se abran por fin a todos. De este modo afirman que desaparecen todas las dificultades, por las que se pueden sentir obstaculizados solamente aquellos que se adhieran al sentido literal de las sagradas Escrituras» (EB 613; D 2316).

 

200. Valor dogmático. Puesto que este asunto está claramente contenido en la sagrada Escritura, y el magisterio de la Iglesia lo da por supuesto o lo enseña con toda claridad, a saber, que se da el sentido literal en la palabra de Dios escrita, hay que decir que la tesis es de fe divina y católica.

 

201. Prueba. Se prueba fácilmente que en cada una de las sentencias de la sagrada Escritura está contenido algún sentido literal, ya que todos los hombres que están en uso de su razón y son personas sensatas, si hablan, quieren significar algo inmediatamente por las palabras; y esto hay que decirlo de Dios con mucho más motivo.

 

202. Tal vez alguien plantee la siguiente objeción. Orígenes parece que negó el sentido literal. Pues dice: «Así como se dice que el hombre consta de cuerpo, de alma y de espíritu, así también la sagrada Escritura que ha sido donada por benevolencia y liberalidad divina en orden a la salvación de los hombres — hay ciertas Escrituras que de ningún modo tienen aquello corpóreo (a saber, el sentido corporal), como demostraremos en los párrafos siguientes, sino que son como si solamente fuera necesario buscar el alma y el espíritu de la Escritura—».

 

Respuesta. Orígenes en el texto indicado y en los siguientes, parece que niega respecto a algunos lugares de la sagrada Escritura el sentido obvio y propio que aparece a primera vista (cual ocurre en las expresiones antropomórficas: v.gr. Sal 17,9: Subía de sus narices el humo (en el texto hebreo); sin embargo de ningún modo niega el otro sentido literal, al buscar el alma y el espíritu de la sagrada Escritura.

 

203. Escolio. En primer término hay que hallar el sentido literal. «…el exegeta católico se dedique a aquella misión, que es la más trascendente de todas las que le han sido impuestas, a saber, a descubrir y a exponer la sentencia auténtica misma de los libros sagrados. En la realización de esto los intérpretes tengan presente que deben procurar como lo más importante de todo, el distinguir y definir con claridad cuál es el sentido que llaman literal de las palabras bíblicas. Deduzcan ellos mismos con toda diligencia esta significación literal mediante el conocimiento de las lenguas, echando mano del contexto y de la comparación con lugares paralelos a los que están estudiando.» («Divino afflante»: EB 550; D 2293. Cf. también «Spiritus Paraclitus»: EB 485, y «Humani generis», EB 613; D 2316; cf. anteriormente n.199).

 

«El profesor (de sagrada Escritura) desempeñe la tarea de la interpretación de tal modo que exponga en primer lugar con claridad y evidencia el sentido que se llama literal, echando mano, cuando sea posible, incluso del mismo texto primitivo...».

 

TESIS 10. El sentido literal de la Escritura es único.

 

204. Estado de la cuestión. Nos preguntamos si en una sola y la misma sentencia de la Escritura el sentido literal es múltiple o único.

 

No se trata de si existen dos o más interpretaciones de la misma sentencia; sino de si hay dos o más sentidos, y desde luego dispares entre sí, y completamente diversos: por tanto, no que uno sea más pleno o acumulativo, o que uno sea implícito y el otro explícito.

 

Tampoco tratamos de la posibilidad de si Dios pudo pretender varios sentidos literales en la misma sentencia; sino si hizo esto de facto (de hecho).

 

Tratamos del sentido que el autor sagrado pretendió al menos confusamente, no de otros sentidos que él quizás no conoció, pero que eran comprendidos por Dios, y de algún modo pretendidos

 

205. Adversarios. Tenemos entre otros a SUÁREZ, a VÁZQUEZ, a BONFRERIO, a ZANNECCHIA.

 

Los teólogos del siglo XVI y de la primera mitad del XVII, con frecuencia hablan de la diversidad o multiplicidad de sentidos de la sagrada Escritura. Pero en la concepción de esto hay una gran diversidad, y a veces también una gran confusión. Así alguna vez entienden diversidad de lecturas, o diversidad de versiones; en otras ocasiones, un sentido literal, y otro el mismo, pero más pleno; y en otras designan diversidad de interpretaciones... de donde se deduce fácilmente que de ahí se deriva una confusión, y que difícilmente (por el conjunto de estos elementos heterogéneos), puede llegarse a la conclusión sobre la sentencia entonces predominante. Por tanto la unicidad del sentido literal y la actual delimitación de la cuestión al sentido único literal, en contraposición al sentido múltiple, mutuamente diversificado supone, en nuestra opinión, un progreso teológico.

 

A. Colunga, O.P. defendía un doble sentido: el literal histórico y otro pleno o evangélico, pretendido por el Espíritu Santo, resultante de los sentidos históricos progresivos (lo que tiene lugar principalísimamente en cuanto a los vaticinios mesiánicos); pero no trataba de un sentido múltiple diversificado y por tanto no es adversario nuestro. Nosotros hablaremos más bien de un sentido «más pleno» (cf. n218ss) no de un doble sentido.

 

Del mismo modo, E. Nácar no entendía un doble sentido diversificado, al propugnar un sentido literal doble.

 

206. Doctrina de la Iglesia. La unicidad del sentido literal, según la explicación del estado de la cuestión, parece darse por supuesta claramente en los documentos de la Iglesia, que exhortan a buscarlo en primer lugar. Cf. Las Encíclicas «Spiritus Paraclitus» (EB 485) y «Divino afflante» (EB 550-553; D 2293).

 

207. Valor de la tesis. En el sentido explicado, la tesis parece cierta.

 

208. Prueba. Los hombres, si hablan verazmente y en serio, y no con mentira o en broma, pretenden un solo sentido literal; es así que ha de juzgarse que los autores sagrados obraron de la misma manera, (esto es, verazmente y no en broma), a no ser que se pruebe lo contrario sin dejar lugar a duda; luego el sentido literal de la Escritura es único.

 

Otra cosa sería un equívoco consistente en que las palabras tengan un doble sentido, el cual únicamente lo usamos con legitimidad en plan de broma.

 

Si las palabras de la Escritura tuvieran un sentido literal múltiple, serían  palabras ambiguas, dudosas, aptas para el engaño. Por otra parte en la restricción  mental, que no rara vez deben usar los hombres más sensatos para velar algo, haciendo uso de palabras que tienen doble sentido, en ese caso no debe pretenderse más que un único sentido verdadero, y solamente permitirse otro sentido por el que resulte engañado el que no tiene derecho a exigir la verdad.

 

209. Objeciones. Se pueden oponer algunos textos de la sagrada Escritura que se explican de distintas maneras:

 

1. Sal 2,7: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy, que el mismo San Pablo interpreta acerca de la resurrección de Cristo (Hch 13,33), porque Jesús en su resurrección fue gloriosamente declarado y manifestado el Hijo de Dios en su poder; y en otro lugar (Heb 1,5) lo entiende acerca de la divinidad de Jesús, puesto que Dios no dijo a ninguno de los ángeles: Tú eres mi Hijo; finalmente, el mismo San Pablo en otro lugar (Heb 5,5) aplica el texto al sacerdocio de Cristo, que fue glorificado por Dios para llegar a ser el Pontífice.

 

Respuesta. En estos textos, si se considera atentamente, no se trata de un sentido triple diversificado, sino absolutamente congruente entre sí; de manera que a Jesús por ser Hijo por naturaleza de Dios, le conviene también el sacerdocio, y por medio de la resurrección se le declara y por esas palabras como tal Hijo de Dios. Se trata por tanto en estos pasajes de un sentido más pleno o de un sentido consiguiente.

 

2. Las palabras de Isaías 53,4: Pero fue Él ciertamente quien soportó nuestros sufrimientos, y cargó con nuestros dolores, se interpretan de distinta manera; Mt 8,16ss (de las enfermedades corporales), y 1 Pe 2,24 (de las enfermedades espirituales o pecados).

 

Respuesta. Sin embargo se ve claramente que en estos lugares no se trata de un doble sentido diversificado, sino de un sentido ya acomodado, ya consiguiente, ya más pleno.

 

3. Las palabras de Isaías 53,8: Quién narrará su generación, las entienden algunos Padres de la generación eterna en el seno del Padre, otros en cambio de la generación temporal milagrosa en el seno de la Bienaventurada Virgen María.

 

Respuesta. Más en este caso se trata de una doble interpretación distinta (como también otros interpretan el texto de otra manera; cf. De Revelatione, n.623, v.8); pero no se trata de un doble sentido, que se atribuya al texto.

 

4. Se aducen también las palabras de Caifás en Jn 11,50; el cual, siendo pontífice aquel año, profetizó diciendo: No comprendéis que conviene que muera un hombre por todo el pueblo y no que perezca toda la nación, entendiendo efectivamente esto, no de la muerte expiatoria de Jesús, (como Dios pretendía con esas palabras), sino en el sentido de que no fuera a ser que vinieran los romanos y que pereciera temporalmente todo el pueblo.

 

Respuesta. En este lugar, el sentido inspirado y pretendido por Dios, no es sino uno sólo, el otro no es sino un pensamiento humano de Caifás.

 

5. Conviene a la sagrada Escritura que tenga muchos sentidos.

 

Respuesta. Esto más bien parece que no le conviene, porque la confusión se engendra de ahí muy fácilmente.

 

6. Los Padres dicen que no hay ninguna sentencia en la sagrada Escritura que no esté llena de sentidos.

 

Respuesta. Así puede parecer, pero sus palabras pueden entenderse de diversos sentidos no diversificados, el típico, o el acomodado, o el consiguiente, o bien de diversas exposiciones.

 

7. Santo. Tomás expuso alguna vez la diversidad de sentidos literales, para resolver las dificultades: «... pues a la dignidad de la divina Escritura le conviene esto, contener muchos sentidos bajo una sola letra, para que así no sólo convenga a muchas inteligencias de los hombres, sino que cada cual se admire de poder él encontrar en la divina Escritura la verdad que concibe en su mente, y por ello la defienda también más fácilmente contra los infieles...».

 

Respuesta. Pero más probablemente Sto. Tomás no admitió esa pluralidad de sentidos diversificados, cuando llegada la ocasión, trató de esta materia.

 

TESIS 11. En la sagrada Escritura hay que admitir el sentido típico.

 

210. Nociones. SENTIDO TÍPICO es, como dijimos en el n.195, aquel que significan a su vez las cosas mismas o los eventos mismos significados por las palabras. Puesto que la realidad o los eventos pueden tener de por sí semejanza con otras muchas cosas, y por tanto aptitud para significar varias, y la tienen de hecho, por la positiva ordenación de Dios, para significar algo determinado; por lo cual el sentido típico sólo puede conocerse por la revelación.

 

La cosa o realidad que significa otra, se llama tipo (así en Rom 5,14 a Adán se le llama τυπος, tipo del futuro Adán); la cosa significada se llama antitipo (así en 1 Pe 3,21 el bautismo se llama a αντιτυπον, antitipo de la salvación en el arca por el agua).

 

El tipo difiere de la acción simbólica (v.gr. de la maldición de la higuera: Mc 11,12-14) en que ésta se ordena toda a significar otra cosa y por sí sola no existiría. Y difiere de la alegoría o metáfora continuada (v.gr. el Cantar de los Cantares), en que ésta solamente tiene sentido literal, aunque expresado por medio de tropos.

 

Los tipos o figuras pueden ser mesiánicos, anagógicos, tropológicos; v.gr. Jerusalén (ciudad en sentido literal) prefigura respectivamente el reino mesiánico, la patria celestial y el alma del justo.

 

211. Estado de la cuestión. No decimos que se encuentre siempre el sentido típico en todas, incluso en las sentencias más pequeñas de la Escritura, sino en algunas.

 

212. Adversarios. Además de los racionalistas y los modernistas, que en general niegan la inspiración de los libros sagrados, mencionamos ahora especialmente a ORÍGENES, adversario por exceso, y con frecuencia algunos protestantes del siglo XVII llamados figuristas, porque en todo quisieron encontrar el sentido figurado.

 

213. Doctrina de la Iglesia. Ya en el decreto para los Jacobitas, se dice que todos los elementos sagrados del Antiguo Testamento, los sacrificios, los sacramentos, las ceremonias, habían prefigurado que Jesús vendría en alguna ocasión (D 711), y que así las partes legales del Antiguo Testamento fueron instituidas para significar algo futuro (D 712), aunque esto se decía en oblicuo como prueba.

 

BENEDICTO XV en la Encíclica «Spiritus Paraclitus» refiere y enseña la misma doctrina de San Jerónimo, el cual una vez «puesta a buen recaudo la significación literal o histórica, escudriña otros sentidos interiores y más elevados para apacentar el espíritu con un manjar más exquisito...» (EB 486 durante todo el número); como si pareciera aludir al sentido espiritual, místico... es decir, al sentido típico (cf. n. 197).

Y Pío XII en la Encíclica «Divino afflante», afirma que se da este sentido típico y exhorta a investigarlo.

 

«Ciertamente no se excluye en la sagrada Escritura todo sentido espiritual. Pues las cosas que en el Antiguo Testamento han sido dichas o hechas, están ordenadas y dispuestas sapientísimamente por Dios de tal manera que las cosas pasadas presignificaran de manera espiritual las que sucederían en la nueva alianza de gracia. Por lo cual, el exegeta, así como debe encontrar y exponer la significación llamada literal de las palabras, la que el hagiógrafo ha pretendido y expresado, así también la espiritual, con tal que conste debidamente que ésta ha sido dada por Dios. Pues solamente Dios pudo, no sólo conocer esta significación espiritual, sino también revelárnosla. El mismo divino Salvador nos enseña y nos indica esta clase de sentido en los Santos Evangelios; también los Apóstoles imitando este ejemplo del Maestro, lo profesan al hablar y escribir. La doctrina enseñada perpetuamente por la Iglesia muestra este sentido; finalmente lo declara el antiquísimo uso de la Liturgia, donde quiera que puede emplearse debidamente la conocida frase: La ley de orar es la ley de creer. Por tanto los exegetas católicos manifiesten y propongan este sentido espiritual, pretendido y ordenado por Dios mismo con la diligencia que exige la dignidad de la palabra divina. Pero guárdese religiosamente de otras significaciones traslaticias de las cosas, para no expresarlas como sentido genuino de la sagrada Escritura» (EB 552s; D 2293). Que aquí se trata del sentido típico lo declararemos más ampliamente en el n.218. 101

 

Valor dogmático. La tesis es de fe divina, por estar claramente contenida en la Escritura.

 

Cf. también EB 524 (en la Carta del Secretario de la Comisión Bíblica a los Arzobispos de Italia, 20 de agosto de 1941): que es proposición de fe, que debe ser considerada como un principio fundamental, el que la sagrada Escritura contiene, además del sentido literal, también un sentido espiritual o típico, como lo ha enseñado la praxis misma de nuestro Señor y de los Apóstoles; pero este sentido típico no está contenido en toda sentencia narrativa.

 

214. Se prueba por la sagrada Escritura. Muchas cosas que han sido escritas en sentido literal en el Antiguo Testamento, dicen los apóstoles en el Nuevo Testa­mento que se han cumplido en Cristo. Así v.gr. Ex 12,46; Nm 9,12 (acerca del cordero pascual, se aplican a la inmolación de Jesús en Jn 19,36); igualmente Os 11,1 (Mt 2,15); en Gal 4,22ss San Pablo habla de los dos hijos de Abraham, nacidos el uno de la sierva y el otro de la libre... lo cual ha sido dicho por alegoría; y cf. Rom 5,14; 1 Pe 3,20s...

 

Luego estas palabras del Antiguo Testamento tenían como misión el significar otro sentido, además del literal.

 

Es así que este nuevo sentido no era una acomodación, porque las palabras «cumplirse en Cristo» demandan algo distinto y de más entidad.

 

Luego muchas cosas en el Antiguo Testamento tenían sentido típico.

 

215. Se prueba por la tradición. Se da en esto el consenso de los Padres y de los teólogos.

 

Así v.gr. San AGUSTÍN al reconocer este sentido típico se aparta de las exageraciones de los que buscaban en todo un sentido superior: «Me parece –dice–­ que así como mucho yerran los que piensan que nada de lo narrado en ese género de escrituras significa otra cosa sino que sucedió de tal modo; así son demasiado audaces los que pretenden que allí todo está envuelto en significaciones alegóricas».

 

Del mismo modo San JERÓNIMO, quien según la doctrina de la Encíclica «Spiritus Paraclitus» enseña acerca del libro de los Proverbios y lo mismo nos enseña acerca de las demás partes de la Escritura: que no hay que pararse en el sólo sentido literal, «sino que así como en la tierra se busca el oro, en la nuez el núcleo, en las hirsutas cáscaras de las castañas el fruto escondido, así en esas partes de la Escritura ha de escudriñarse un sentido divino más profundo»... Advierte sin embargo que, cuando se trata de investigar este tipo de sentido interior, hay que guardar cierta moderación «para que, mientras perseguimos las riquezas espiritua­les, no parezca que despreciamos la pobreza de la historia» (EB 486).

 

También ISIDORO DE PELUSIO: «Los que intentan referir todo el Antiguo Testa­mento a Cristo, no carecen de reprensión... Yo en cambio dijo que son necesarias ambas cosas, a saber, que ni todo se dijo, con referencia a El, ni por el contrario que no se dijo palabra alguna acerca de El».

 

Finalmente oigamos a Santo TOMÁS: «... esta ciencia tiene esto propio, que las cosas significadas por las palabras significan a su vez otra cosa».

 

216. Escolios 1. Sobre la extensión de los tipos o figuras. El A antiguo Testamento considerado en su conjunto es tipo o figura del N. Testamento. Así se deduce con razón de las palabras del Señor (Mt 12,39ss acerca del signo de Jonás; Jn 3,14 sobre la exaltación de la serpiente en el desierto), y de las palabras de los apóstoles (Mt 2,15; Jn 19,36; 1 Pe 3,20s; Gal 4,22ss; Heb 9,9ss), y principalmente de 1 Cor 10,6.11: según las cuales los sucesos de los israelitas sucedieron en figura para nosotros; y de Col 2,16s, donde se dice que las fiestas de los judíos fueron una sombra de las cosas futuras. De manera semejante en Heb 10,1: se dice que la ley es sombra de los bienes futuros.

 

En el Nuevo Testamento ya no hay tipos o figuras mesiánicas, pero pueden encontrarse tipos anagógicos de la gloria futura.

 

Sobre el exceso en la búsqueda del sentido típico por lo que se refiere a la nueva exégesis «simbólica y espiritual», cfr. lo que se encuentra en la Encíclica «Humani generis» (EB 613; D 2316; supra, n.199).

 

Para encontrar el sentido típico, además de lo que expresamente se designa en las sagradas Escrituras, debe atenderse a la tradición y al modo de actuar de los Santos Padres, al uso litúrgico, a la analogía de la fe, y a la semejanza entre los sucesos del Antiguo y del Nuevo Testamento. De ahí que si todo se hace sobria y adecuadamente, se tendrá un método espiritual de interpretar la sagrada Escritura para la edificación.

 

217. Escolio 2. Fuerza probatoria del sentido típico. El sentido típico tiene ciertamente fuerza probatoria, puesto que es un sentido pretendido por Dios. Por esto también San Pablo y los apóstoles argumentan a partir de él.

 

Ahora bien, en ese caso debe constar ciertamente qué significa el tipo y bajo qué aspecto. Y esto, o es dudoso, o consta ya por la sagrada Escritura, o por el Magisterio eclesiástico fundado en la misma tradición. Por tanto, no hay gran utilidad en el uso del sentido típico para la demostración. Y, como dice Sto. Tomás, «nada está contenido como necesario para la fe bajo el sentido espiritual, que no lo proporcione manifiestamente la Escritura en algún otro lugar, mediante el sentido literal».

 

Escolio 3. Se ha discutido si el sentido típico puede llamarse estrictamente bíblico, principalmente por esta causa: porque, como en muchas ocasiones no era conocido por el hagiógrafo, tampoco sería pretendido por éste, ni provendría por tanto de la causa instrumental libre. Ahora bien, debemos juzgar como que lo que dice Dios o bíblico, lo que dice también el hagiógrafo.

 

Pero, en realidad, siempre hubo en la Iglesia la costumbre de de hablar del sentido típico (espiritual), como de un sentido bíblico. Y así las encíclicas de temas bíblicos hablan de éste («Spiritus Paraclitus»: EB 486; «Divino afflante»: EB 552s; D 2293), como de sentido bíblico. Y no es extraño, puesto que tal sentido es pretendido y es dicho por el autor principal, es decir por el Espíritu Santo. Y aunque no lo pretenda el autor humano, puesto que es un sentido generalmente no conocido por él, sin embargo, de hecho, lo dice él instrumentalmente en lo significado por su sentencia escrita. Mas ciertamente hay que conceder que no se dice del mismo modo y con la misma plenitud como lo dice el Espíritu Santo, que conoce y pretende tal sentido.

 

Por tanto, el principio de que todo lo que dice Dios lo dice el hagiógrafo, no se mantiene plenamente en este caso, a saber, en cuanto que no se dice por ambos con la misma plenitud y del mismo modo. Esto sin embargo no impide que Dios lo diga verdaderamente por medio del libro sagrado, y por tanto pueda llamarse sentido bíblico.

 

Sin embargo, el sentido típico propiamente hablando se encuentra en las cosas, y no se encuentra inmediatamente en las palabras bíblicas. Por tanto, hablando con rigor, no es un sentido inmediatamente bíblico como lo es el sentido literal.

 

Sobre otros sentidos de la sagrada Escritura

 

218. El sentido más pleno. Se dice del sentido que Dios pretende por las mismas palabras del hagiógrafo, y que es más rico y más claro que el que el hagiógrafo entendió y quiso decir con sus palabras. No es por tanto un sentido totalmente distinto y diverso respecto al sentido literal obvio del hagiógrafo; sino que en la misma línea es un sentido más profundo, más distinto, más pleno, que percibió el hagiógrafo de un modo más vago y confuso, en cuanto que se expresa con las mismas palabras del hagiógrafo.

 

Así v.gr., los detalles de cada una de las profecías sobre el Mesías y sobre su reino mesiánico, se comprenden más plenamente después de la descripción íntegra de la imagen, o después de cumplida íntegramente la profecía; en cambio Dios la entendía en el sentido de esta plenitud, sin que fuera contemplada por los hagiógrafos con tanta claridad.

 

Otro ejemplo de este sentido más pleno es la doctrina sobre la Sabiduría divina, en Prov, Eclo, Sab (v.gr. 9,19), en donde se bosqueja el carácter personal de esta Sabiduría, y por tanto se insinúa el misterio de la Santísima Trinidad, que después había de ser conocido más plenamente.

 

Tampoco puede parecer extraña la existencia de este sentido más pleno, puesto que también entre nosotros, en algunas fórmulas, por ejemplo del catecismo, que leen distintas personas, una es la comprensión de las fórmulas que tienen los rudos y los niños, que no son capaces de una inteligencia más plena, y otra la que tienen los teólogos, los cuales al hablar entre sí tienden a ese sentido más pleno.

 

También las mismas cosas que contemplamos en la naturaleza, o en una habitación, se conocen de distinta manera, según la diferencia de iluminación, esto es, de forma más distinta y como de manera más abundante, más explícita, es decir, más plenamente, según sean las circunstancias o situaciones en que se conocen esas cosas, y por su relación con respecto a otras también entonces conocidas.

 

Y no puede negarse a priori que Dios pueda pretender este sentido más abundante, que parece sobrepasar lo que expresa y entiende distintamente el hagiógrafo. Pues de suyo parece suficiente si lo pretende la causa principal, puesto que es propio de la naturaleza del instrumento el ser deficiente, y el que no pueda extenderse a todas las propiedades del efecto que se derivan de la virtud de la causa principal.

 

El sentido más pleno de la sagrada Escritura se conoce por comparación con otros textos de la Escritura, ya del Antiguo ya del Nuevo Testamento, o por la tradición de la Iglesia.

 

OTRAS DENOMINACIONES. El sentido más pleno es desde luego un sentido literal, porque en la letra y en las palabras del hagiógrafo se contiene y se expresa inmediata y directamente. Puede llamarse sentido total, en cuanto que añade algo al sentido literal obvio, que aparece al instante. También puede llamarse sentido implícito, si se entiende de algo implícito formalmente, que se manifestaría por un raciocinio meramente explicativo; no de alguna explicitación que se dedujese por obra de un raciocinio virtual, porque entonces se trataría de un sentido consecuente (infra, n.221). En cambio no parece bien llamarlo sentido plural, porque es un único sentido con el literal obvio, aunque más profundo y más distinto en la misma línea.

 

Adversarios. R.BIERBERG niega que el sentido más pleno se contenga objetivamente en las palabras o en las sentencias de la sagrada Escritura; a no ser «per accidens», en el caso en que se exprese una revelación mediata, esto es, refiriendo palabras de Dios.

 

G.COURTADE rehúsa también admitir el sentido más pleno en los autores inspirados, ahora bien, entiende como sentido más pleno el que escapa al pensamiento y a la intención del hagiógrafo.

 

Doctrina de la Iglesia. No parece improbable que puedan referirse al sentido más pleno, las palabras de LEÓN XIII en la Encíclica «Providentissimus»: «Pues en las palabras (de los sagrados Libros) cuyo autor es el Espíritu Santo, subyacen muchas cosas que sobrepasan muy por encima la fuerza y la agudeza de la razón, a saber, los divinos misterios y otras muchas cosas que se contienen en ellos; y esto alguna vez en alguna sentencia más amplia y más recóndita de lo que parecen expresar la letra e indicar las leyes de la hermenéutica: el sentido literal admite efectivamente además otros sentidos, ya para ilustrar los dogmas, ya para recomendar preceptos de vida...» (EB 108). Pues aunque en este lugar se trata directa y primariamente de los misterios, esto no impide sin embargo que algunas palabras subrayadas por nosotros parezcan poder extenderse obviamente al sentido más pleno de las cosas dichas en la Escritura. Este sentido, ciertamente, no sólo se conecta con los misterios, sino que también parece que puede describirse cómodamente con las palabras subrayadas.

 

F.M.BRAUN, O.P., también refiere al sentido más pleno algunas palabras que acerca del sentido espiritual se leen en la Encíclica «Divino afflante» (EB 552s; D 2293; véase antes n.213) y quiere ver el sentido más pleno significado en ella bajo la fórmula: dichas en el Antiguo Testamento, la cual se contrapone en verdad a la significación literal que el hagiógrafo pretendió, y se dice que es un sentido que sólo Dios ha podido conocer. De donde fácilmente ve las notas del sentido más pleno; el cual solamente Dios lo conoce, y rebasa la intención del hagiógrafo.

 

No vamos a negar que mediante «el sentido espiritual» puede prácticamente significarse un sentido más pleno, aunque éste sea un sentido estrictamente literal; así como «el sentido espiritual» puede significar también sobre todo un sentido típico, y a veces un sentido acomodado y consecuente (cf. acerca de estos sentidos n.221s). Y de este modo en un documento reciente de la Iglesia, parece que se toma en un sentido amplio «la significación espiritual».[1]

 

Sin embargo la cuestión que ahora se plantea es acerca de si en el texto indicado de la Encíclica se designó entonces el sentido más pleno mediante «el sentido espiritual». Para esto téngase en cuenta que en el texto indicado se trata de dichos o hechos del Antiguo Testamento, los cuales «tratándose de algo anterior presignificarían de un modo espiritual aquellas cosas que sucederán en la nueva alianza de la gracia»; esto que está muy de acuerdo con el sentido típico, en cambio parecería que describe de forma menos adecuada el sentido más pleno, el cual no necesariamente está siempre ordenado a presignificar.

 

Además sólo Dios -según se dice- ha podido conocer este sentido espiritual de la Escritura; qué es lo que se significa por él; y esto conviene ciertamente de forma más adecuada al sentido típico, y no tanto al sentido más pleno, puesto que éste es percibido también por el hagiógrafo de un modo confuso. A esto se añade que el sentido espiritual en la terminología de Sto. Tomás es el sentido típico. Y podía entenderse en cierta Instrucción de la Comisión Bíblica del año 1941, que se da identidad entre el sentido espiritual y el típico. Los autores en general habían entendido también que en el texto citado de la Encíclica se trata del sentido típico, sin incluir el sentido más pleno. Pero si en la Encíclica se habla de dichos o hechos que presignifican, pudo decirse esto porque alguna cosa puede tener sentido típico incluso por razón del modo como se narra en la Escritura (cf. n.196) o también porque el hagiógrafo puede a veces por revelación de Dios tener conocimiento del sentido típico añadido por el Señor a sus palabras, y de este modo puede pretender con sus propias palabras la presignificación de algo que tiene que suceder en época posterior; y por lo tanto las mismas palabras presignifican lo mismo que los hechos. Luego no se ve con claridad que en el texto indicado de la Encíclica se trate del sentido más pleno.

 

219. Hay las siguientes razones para admitir este sentido más pleno.

 

a) En el Antiguo Testamento la revelación se desarrolla paulatinamente, hasta que alcanza su perfección en el Nuevo; de donde se entiende después por fin con más plenitud el sentido de lo que ha sido anteriormente revelado. Así en general tiene valor y explicación el axioma de San Agustín: En el Antiguo Testamento está latente el Nuevo Testamento; y en el Nuevo Testamento está patente el Antiguo Testamento.

 

b) En el Antiguo Testamento hay vaticinios mesiánicos que se han ido profetizando poco a poco, los cuales se completan paulatinamente entre sí, y los cuales, así como toda profecía, quedan más aclarados en su cumplimiento; y no puede haber duda de que Dios ha pretendido el sentido pleno, más abundante que aquél que expresaban cada uno de los profetas o cada uno de los rasgos.

 

Los profetas en sus vaticinios no conocieron plenamente el tiempo, o sazón acerca de los sufrimientos y la gloria de Jesucristo, «… con esto no se servían a sí mismos, sino a vosotros a quienes manifestaban lo que ahora os es anunciado por los que os evangelizaron...» (cf. 1 Pe 1,10-12). Luego los vaticinios se entienden ahora con más plenitud que fueron entendidos por los profetas mismos, ya que ahora aparece íntegra la imagen del Mesías con las circunstancias de tiempo, lugar, etc.

 

c) En la sagrada Escritura están contenidos misterios; ahora bien, el conocimiento de los misterios puede crecer.

 

Cf. Rom 16,25-27: «... según mi Evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio tenido secreto en los tiempos eternos, pero manifestado ahora mediante los escritos proféticos...».

 

Se citan otros textos (Ef 3,5s; Jn 16,13s), los cuales muestran que se da un avance en el conocimiento de los misterios; y es menester probar que en estos textos no se da el avance sólo por la revelación o por la sola tradición, «sino por las escrituras», de tal manera que se diga que el conocimiento más perfecto de los misterios se expresa o está contenido en las escrituras mismas, puesto que queremos probar el sentido más pleno de las escrituras. Ahora bien, según se da por supuesto acertadamente, se contiene con certeza la revelación y el conocimiento de muchos misterios en las Escrituras, las cuales por tanto se dice con razón que tienen este sentido más pleno.

 

d) El modo cómo los hagiógrafos interpretan las citas del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento, ya se refieran a los hechos mesiánicos ya a la doctrina dogmática y moral, muestra (sobre todo en su conjunto) que muchas veces los autores del Nuevo Testamento les atribuyen un sentido más abundante y más claro que aquél que parece que entendieron los autores del Antiguo Testamento. Luego la Escritura tenía, además del sentido literal obvio, otro sentido más pleno, ciertamente pretendido por Dios, el cual sentido lo entendieron de forma más clara los autores posteriores.

 

e) Los Padres enseñan esta doctrina acerca del sentido más pleno en cuanto a la realidad.

 

En concreto los Padres antioquenos, usando de la teoría en orden a la interpretación de las profecías mesiánicas, vienen a dar prácticamente en algo semejante al sentido más pleno. Pues según ellos, los profetas veían y al mismo tiempo pretendían expresar inmediatamente el hecho histórico y el hecho mesiánico que respondía al hecho histórico; por lo cual el sentido mesiánico más elevado, según ellos, era expresado simultáneamente con el sentido histórico, si bien de un modo incompleto.

 

f) Sto. Tomás parece que admite totalmente el sentido más pleno. Pues al distinguir acertadamente entre el mero instinto profético, cuando no se da consciencia de la moción por parte de Dios, y entre el verdadero profeta, que conoce lo que ve o dice o hace: «Hay que saber -dice- que puesto que la mente del profeta es un instrumento con deficiencias... incluso los verdaderos profetas no conocen todo lo que el Espíritu Santo pretende en lo que ellos han visto o han dicho, o incluso han hecho. Es que en el lugar en que dice esto no parece que deba entenderse acerca de la pluralidad de sentidos pretendidos por Dios, sino acerca del sentido más pleno, pretendido ciertamente por el Espíritu Santo, si bien no aprehendido con claridad por el instrumento deficiente. Si el Doctor Angélico dice directamente esto acerca del profeta, puede ser aplicado a los hagiógrafos.

 

220. Tal vez alguien diga como objeción: 1) Hablar es expresar el pensamiento propio; ahora bien, lo que se dice en sentido más pleno no expresa el pensamiento propio del hagiógrafo. Por tanto, lo que se dice en sentido más pleno no puede decirse que lo diga el hagiógrafo. Luego no efectúa el sentido de la Escritura.

 

Distingo la mayor. Hablar en sentido literal es expresar el pensamiento propio, concedo; hablar en sentido literal más pleno, es expresar el pensamiento propio, subdistingo: pensado de modo confuso, en cuanto se expresa con palabras, concedo; pensado de un modo distinto, subdistingo de nuevo: por el autor principal, concedo; por el autor instrumental deficiente, pido la prueba o niego.

 

Tampoco ha de medirse cualitativamente la acción del agente principal, según la medida cualitativa, limitada y deficiente del agente instrumental. El agente principal causa primariamente la virtud del efecto y lo evalúa.

 

Por lo demás no se puede argüir a priori, a partir de cualquier teoría presupuesta, acerca de la naturaleza de la causa instrumental en contra de las cualidades de la acción de la causa principal de los Libros sagrados, si esta acción y sus propiedades constan positivamente por otro lado. Y el Magisterio de la Iglesia tampoco enseñó nunca que el hagiógrafo debe conocer con absoluta claridad todo lo que Dios con sus palabras pretende en la Escritura.

 

2. Según la Encíclica «Providentissimus» (EB 125; D 1952), Dios con su poder sobrenatural excitó y movió a los escritores sagrados y los asistió mientras escribían, «de modo que concibieran rectamente en su mente todas las cosas, y aquellas solas que El mandara, y quisieran escribirlas fielmente y las expresaran apta y adecuadamente con verdad infalible». Por tanto el sentido más pleno, que sobrepasa el pensamiento y la intención del hagiógrafo, no es sentido de la Escritura.

 

Respuesta. 1º. Esto, si probara, probaría en contra de la existencia del sentido típico, pretendido ciertamente por Dios; puesto que al menos con bastante frecuencia, el sentido típico no parece que sea aprehendido por el hagiógrafo.

 

2º. Distingo el antecedente. Dios excitó a los hagiógrafos y asistió a los escritores para que concibieran rectamente al menos de modo confuso todo lo que Él mandara, concedo; para que siempre concibieran distintamente todas las cosas y con la abundancia con que la mente divina las concibe o quiere comunicarlas en el transcurso del tiempo, pido la prueba o niego.

 

Tal vez se insista en cuanto a la primera respuesta: No vale retorcer la respuesta haciendo referencia al sentido típico. Pues el sentido típico no es un sentido inspirado, ni propio de la Escritura, sino «el sentido más bien de la cosa escrita».

 

Distingo la razón añadida: El sentido típico no es sentido de la Escritura en cuanto no es sentido literal, ni está directamente expresado en la sagrada Escritura, concedo; en cuanto no es conocido y pretendido al menos por Dios, y a veces puede también ser entendido por el hagiógrafo, niego. Así pues habría que hablar parecidamente del sentido más pleno, pero con esta diferencia; que el sentido más pleno se expresa directa e inmediatamente en la Escritura en sentido literal, pero es captado confusamente por el hagiógrafo.

 

3) En la inspiración el hagiógrafo es un instrumento racional. Luego debe obrar comprendien­do lo que escribe. Es así que no comprende el sentido más pleno, luego el sentido más pleno no puede darse en la inspiración.

 

Respuesta. 1º. Esto se dice a priori, pero convendría definir la naturaleza y la acción del instrumento en la inspiración, no a priori, sino a posteriori.

 

2º. Esto probaría en contra de la existencia del sentido típico, que de suyo es entendido todavía menos por el hagiógrafo.

 

3º. Concedo el primer antecedente y el consiguiente. Distingo la menor. El hagiógrafo no entiende el sentido más pleno confusamente, en cuanto que con sus propias palabras expresa este sentido, niego; no lo entiende distintamente, concedo; pero niego el supuesto. Es decir, que el instrumento (incluso racional) debe igualar a todo el conocimiento y a toda la intención de la causa principal, que resplandezca en el efecto.

 

Tal vez se insista. No se afirma sino lo que se conoce. Es así que el hagiógrafo no conoce el sentido pleno; luego el sentido pleno no es afirmado por el hagiógrafo, y no es bíblico.

 

Distingo la mayor. No se afirma sino lo que se conoce, cuando el concepto subjetivo de algo no responde al concepto objetivo de lo que se dice, concedo; cuando el concepto subjetivo responde ciertamente al concepto objetivo con mayor o menor claridad o distinción, subdistingo: no se afirma entonces expresamente sino lo que se conoce, concedo; no se afirma también otra cosa que confusa e implícitamente se contiene en lo que se dice, subdistingo de nuevo: entonces no se pretende expresamente decir esto, concedo; no se dice de hecho, si bien confusa e implícitamente, niego. Contradistingo la menor. El hagiógrafo no conoce expresa y claramente el sentido pleno, concedo; de un modo implícito y confuso, subdistingo: de manera que no pretenda decir esto expresamente, concedo; de manera que de hecho no diga esto y no sea pretendido por la causa principal, niego.

 

4) Si el autor humano no captaba todo lo que Dios pretendía expresar, de hecho fue como un escribiente que escribía mecánicamente lo que Dios quería expresar. Ahora bien esto lo rechazamos al tratar de la inspiración verbal.

 

Distingo la mayor. Fue un escribiente que en cada sentencia nada entendía de lo escrito por él mismo, niego; que no entendía todo lo que se contuviera en cada sentencia, esto es, no entendía plena y distintamente, concedo; pero esto no se requiere. Y siempre es necesario que la mente humana no entienda plenamente lo que con fórmulas divinas Dios mismo sabe y penetra, aunque el hombre sea un instrumento consciente. Porque su consciencia nunca podrá aprehender y alcanzar todas las cosas que Dios aprehende y puede querer significar. La inspiración mecánica, que rechazamos, difiere totalmente del caso presente.

 

221. Sentido consecuente es aquel que no se contiene formalmente en las palabras sagradas, sino que se deduce de ellas mediante el raciocinio; es como una conclusión teológica.

 

Cuando v.gr., en Dt 25,4 se dice: No pongas bozal al buey que trilla (cf. 1 Cor 9,9) formalmente se contiene un precepto sobre el modo de tratar a los animales; y en ninguna parte (a no ser que alguien diga menos probablemente que tiene sentido típico), esos animales se consideran tipo y figura de los operarios evangélicos. Pero San Pablo saca de ahí una conclusión: ¿Quién jamás milita a sus propias expensas?. ¿Quién planta una viña y no come de su fruto?... (1 Cor 9,7); y esto lo deduce como dicho en la Escritura (¿acaso no dice esto ley? v.8), a saber, esto lo deduce por obra de la premisa: ¿Es que Dios se ocupa de los bueyes? (¿y no más de los hombres?).(v.9).

 

No se trata pues del sentido bíblico hablando en sentido estricto, sino que puede llamarse así hablando en sentido lato «Dios puso una premisa y previó que se pondría la otra».

 

222. Sentido acomodado: Se dice que se da este sentido cuando las palabras de la sagrada Escritura se adaptan a una cosa distinta de la que el autor sagrado pretende. Sirve ciertamente para ilustrar, pero no para probar.

 

«Guárdese el mismo (exegeta católico) -decía León XIII- de descuidar las cosas que por los mismos Padres fueron consideradas como sentencia alegórica o similar, especialmente por desprenderse de la literal y por apoyarse en la autoridad de muchos. Pues la Iglesia recibió de los Apóstoles tal modo de interpretación y lo aprobó con su mismo ejemplo, como se ve en la liturgia; no porque los Padres pretendieran demostrar «per se» los dogmas de la fe a partir de ella, sino porque habían conocido por experiencia que era fructífera para alimentar la piedad y la virtud» («Providentissimus»: EB 112).

 

Sobre esto San Jerónimo dijo: «Veis qué abruptos son los lugares y qué contrarios a la verdad de la historia. Y cómo aquellas cosas que hemos interpretado según el sentido literal sobre los Caldeos, ahora según la tropología parecen significar la clemencia y la libertad de los que escaparon de las manos de los Caldeos. La historia es estricta y no tiene facultad de divagar. La tropología es libre, y está limitada solamente por estas leyes: que la piedad esté conforme con el contexto del entendimiento y de la palabra, y que no sea violentada para unir cosas contrarias entre sí.

 

Y el mismo San Jerónimo en otro lugar: «Y decimos esto, no porque condenemos la comprensión tropológica, sino porque la interpretación espiritual debe seguir el orden de la historia: muchos ignorando esto divagan en las Escrituras con un error delirante».

 

223. Se hará muy bien la acomodación, si se realiza por extensión del sentido, como en la Liturgia se acomodan a otras cosas las que se dicen de Noé, y de Abraham en Eclo 44,17.20. La acomodación se hace con menor éxito si se realiza por mera alusión a la palabra, etc. Finalmente se hace mal, si se hace con una interpretación falsa.

 

224. Sobre la sobriedad en el uso del sentido acomodaticio, decía Pío XII: «..los (exegetas católicos) guárdense piadosamente de admitir significaciones traslaticias de las cosas, como genuino sentido de la sagrada Escritura. Pues aunque sobre todo al desempeñar la misión de predicador, puede ser útil cierto uso más amplio del sagrado texto empleando un método traslaticio de las palabras para ilustrar y recomendar lo referente a la fe, con tal que se haga moderada y sobriamente, sin embargo nunca hay que olvidar que este uso de las palabras s de la sagrada Escritura es como algo externo y accidental a ella...» («Divino afflante»: EB 553).

 

225. Escolio. 1. La distinción entre el sentido histórico y el sentido dogmático no debe admitirse, si se pretende la separación entre ambos, de tal modo que uno corresponda a los críticos independientes y el otro en cambio a la Iglesia. Sin embargo no ocurre lo mismo si se indica el método de encontrar el sentido, sea con la ayuda de los criterios literarios, sea en virtud de los criterios dogmáticos; o si, por razón de la materia, se consideran los diversos aspectos de un mismo texto.

 

2. El sentido del hagiógrafo (sentido literal) es siempre el sentido de Dios, uno sólo y el mismo sentido; pero no todo lo que Dios pretende significar es aprehendi­do por el hagiógrafo (el sentido típico, el sentido más pleno de un modo distinto y no de modo confuso).


[1] Instrucción de la Comisión Bíblica, 13 de mayo de 1950: «El profesor de sagrada Escritura procure explicar del modo debido también la significación espiritual de las palabras; con tal que conste debidamente conforme a las sapientísimas normas establecidas frecuentemente por los Sumos Pontífices que dicha significación es pretendida por Dios. El profesor tanto más fácilmente entenderá y con más piedad propondrá a sus discípulos este sentido espiritual expuesto con tan gran empeño y cariño por los Santos Padres y por los grandes intérpretes, cuanto él mismo esté dotado de mayor pureza de corazón, de excelencia de alma, de humildad de espíritu, de reverencia y amor para con Dios que es el Autor de la revelación» (EB 599). Luego parece que se trata del sentido espiritual en la significación amplia del sentido religioso en orden a la edificación.