III

APÉNDICE: CREACIÓN
Y CIENCIA DE LA NATURALEZA


PREMISA GENERAL

La opción realizada al presentar la teología de la Creación permite entrar en la consideración de los problemas de carácter científico relacionados con los orígenes del mundo, evitando tanto ingenuos concordismos como acusaciones recíprocas entre fe y ciencia 198. El carácter de esta obra no nos permitirá estudiar en detalle las cuestiones específicas, actualmente multiplicadas casi al infinito 199, suscitadas por la relación entre teología y ciencias de la naturaleza, por lo que nos limitaremos a apuntar principios generales, remitiendo de vez en cuando a las oportunas monografías.


TEOLOGÍA, FILOSOFÍA Y CIENCIAS

[CCE 283-286]

Gracias a la doctrina teológica de la creación la razón puede verse libre del extravío causado por la reducción del mundo a ilusión, a nada, o bien a un Uno indeferenciado en el que los seres pierden su propia fisonomía; puede, por tanto, lograr su plena expansión 200. En un contexto creacionista la razón puede confiar en la consistencia de lo real, evitando así verse bloqueada en su impulso.

  1. Cfr. Auer, Il mondo... cit., 37; 80-85.

  2. La bibliografía es desmesurada; solamente el elenco bibliográfico editado por J. Hübner alcanza las 521 páginas de títulos, clasificados por problemas teóricos y áreas geográficas. Cfr. J. Hübner, Der Dialog zwischen Theologie und Naturwissenschaft, München 1987. Véase también J. Ladriére, La science, le monde et la foi, Tournai 1972; RJ. Russet - W.E. Stoeger - V. Coyne (eds.), John Paul 11 on Science and Religion. Reflections on the new view from Rome, Cittá del Vaticano 1990; K. Schmitz-Moormann (Hrsg.), Schöpfung und Evolution. Neue Ansätze zum Dialog zwischen Naturwissenschaften und Theologie, Düsseldorf 1992; H. von Sprockhoff, Naturwissenschaft und christlicher Glaube -ein Widerspruch?, Darmstadt 1992 (presenta brevemente los protagonistas más conocidos del debate científico-teológico, favorables o contrarios a un acercamiento entre ciencia y fe cristiana); G. Colzani, La teologia della creazione e le sfide della scienza. 1 problemi. La bibliografla, en «Vivens Horno» 10 (1999), 111-141.

  3. Stanley Jaki en sus conocidos estudios sobre la historia de la ciencia siempre ha acentuado el hecho de que la ciencia ha podido surgir en un clima espiritual favorecido por el cristianismo, en el cual el mundo se reconocía como creado por Dios. «La fe en la creación no es sólo la única fuente permanente de racionalidad, sino también el fundamento inagotable de la confianza. Y esto porque la mayor fuente de conocimiento científico del mundo es la afirmación fundamental de que el universo personifica un significado y un fin. Con la fe en la creación se trata siempre también de la "inteligibilidad de la realidad"» (S. Jaki, La strada della scienza e le vie verso Dio, trad. it., Milano 1988).

Ciertamente, la posibilidad de reflexionar superando el extrinsecismo fe-razón abre nuevas e interesantes posibilidades de confrontación fecunda entre teología, filosofía y ciencia. Una articulación más convincente del nexo razón-libertad humanas puede permitir un verdadero trabajo en el ámbito epistemológico, lógico y axiomático, con tal que no se busque en primer lugar y a toda costa un consenso en tomo a los resultados o se decida de antemano que teología y ciencia deben ignorarse mutuamente 201. La ciencia necesita construir una epistemología ya que, ante todo, debe fundamentar sus teorías 202. La teología tiene necesidad, a su vez, de una mayor profundidad especulativa: he aquí el terreno fértil de una renovada confrontación que no puede sino reportar beneficios a todos los saberes 203.

Es lo que ha sucedido, por ejemplo, en el terreno de la evolución, en el que algunos logros de la reflexión científica contemporánea, al superar una concepción fixista del complejo mundo de la naturaleza, han permitido entender que en la realidad no existe únicamente la necesidad, sino que se dan también la contingencia, la posibilidad, la apertura 204.

Hay que constatar, sin embargo, que la hipótesis evolucionista, que ha llevado a contestar la mencionada interpretación fixista, ha sido proclamada y con frecuencia sentida como una crítica radical de la fe en la creación. Será oportuno por tanto examinar, al menos en términos esenciales, en qué sentido la fe en la creación fundada en la revelación cristiana puede y debe medirse con las instancias propias de la ciencia de la naturaleza.

Para ello es preciso afrontar al menos dos series de problemas. En primer lugar habrá que examinar de cerca la relación entre el contenido propio de la lectura creacionista de la realidad y la hipótesis evolucionista (1. Creación y evolucionismo), para pasar después a otra cues-

  1. Cfr. supra capítulo 1. Véase también Scola, Questioni... cit., 236; 242-244.

  2. Cfr. P. Julg, All'inizio del tempo, en «Communio» 100 (1988), 89-103.

  3. Para el balance y las perspectivas de diálogo entre ciencia y teología de la creación véase G. Brambilla, La creazione tra istanze culturali e riflessione teologica, en Associazione Teologica Italiana, La creazione... cit., 126-142. Son de gran interés las contribuciones de Ladriere, Approches... cit., e Idem, L'articulation du sens. 2. Les langages de la foi (Cogitatio fidei 125), Paris 1984, 281-308.

  4. Cfr. Ratzinger, Creazione... cit., 42-43. Es paradigmático en este sentido el ejemplo de J. Monod con su tesis sobre la casualidad para explicar, de un modo evidentemente no satisfactorio, dos realidades que no deberían existir y sin embargo existen: la vida y el hombre.

tión relacionada: la relación entre el hombre y su naturaleza (2. La naturaleza del hombre).
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Para profundizar:

  1. J. Russel — W. E. Stoeger — V. Coyne (eds.), John Paul II on Science and Religion. Reflections on the new view from Rome, Cittá del Vaticano 1990;

  2. Jaki, La strada della scienza e le vie verso Dio, trad. it., Milano 1988 (ed. esp., Encuentro 1996).
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1. Creación y evolucionismo

Durante un cierto periodo de tiempo ha predominado en el ámbito de la teología y de la catequesis cristianas la obsesión de evitar choques entre fe y teoria de la evolución 205. Hoy en día, por el contrario, la pretensión de verdad ínsita en el cristianismo parece hacer pertinente la discusión, tanto a nivel científico como filosófico, de algunas tesis de la doctrina evolucionista, sobre todo cuando ésta reivindica su propia pretensión de verdad respecto de la filosofía y la teología 206. Se trata en primer lugar de distinguir correctamente entre la evolución concebida como hipótesis científica, que debe ser verificada empíricamente, y el evolucionismo entendido como Weltanschauung que engloba los ámbitos de la física, biología, antropología, ética y sociología 207.


TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN Y EVOLUCIONISMO

Es sabido que la teoría evolucionista trata de responder en primer lugar a la pregunta sobre por qué existen estas cosas y no otras, de dón-

  1. Véase una periodización de la relación entre teología y evolucionismo en C. Molan, Darwinismo e teologia cattolica, Roma 1984. Según este autor, desde 1860 hasta 1914 habria existido una guerra abierta entre ambas posiciones, que se volvió tregua de 1914 a 1941, para después convertirse en armisticio (1941-1969) y llegar a la paz después de 1970.

  2. Cfr. C. von Schönborn, Catechesi della creazione e teoria dell'evoluzione, en «Communio» (100) 1989, 30; P. Haffner, The Impact of Evolutionary Theory on Theological Anthropology, en «Anthropotes» 13 (1997), 55-68.

  3. Cfr. The Pope's Message on Evolution and four commentaries, en «The Quarterly Review of Biology» 72 (1997), 376-406; R. Spaemann, Evolution - Wissenschaft oder Weltanschauung?, «I. K. Z. Communio» 17 (1989), 251-252.

de reciben su determinación y cuál es su relación con el conjunto de la realidad existente: en esta perspectiva emerge la distinción originaria con la reflexión teológica que nace de la fe en la creación. El enfoque evolucionista parece situarse en un terreno descriptivo que debería limitarse a reflexionar sobre los procesos que han dado origen al mundo objetivamente existente, mientras que la fe en la creación tiende a mostrar por qué existe en última instancia el mundo y, por tanto, ofrece la explicación exhaustiva de la diferencia entre el ser y la nada 208.

Admitida esta distinción, hay que reconocer que el problema de la creación en cuanto tal no afecta directamente a la ciencia, mientras que la teoría científica de la evolución interactúa directamente con la fe en la creación, desde el momento en que ésta, al menos históricamente, se ha visto acompañada por una formulación concreta según la cual todas las formas individuales han sido creadas y fijadas por una intervención directa de Dios 209: es precisamente este planteamiento el que ha sido radicalmente sometido a discusión por la ciencia evolucionista.


SINGULARIDAD DEL HOMBRE

[Pío XII (DS 3896)]

Pero aun cuando se tienda a superar el obstáculo, llegando a una articulación positiva de ambos enfoques de la realidad y mostrando que el planteamiento de la teoría de la evolución es de algún modo un paso posterior dentro de un horizonte último de carácter creacionista, nos encontraremos en cualquier caso frente al problema de la creación del hombre. Hay quien ha creído al respecto que la fe implicaba una figura precientífica de la creación para salvar lo específico del hombre respecto del resto del universo. No hay duda de que en este sentido la lec-

  1. Véanse S.N. Bosshard, Erschafft die Welt sich selbst? (Quaestiones Disputatae 103), Freiburg - Basel - Wien 1987 (con extensa bibliografía); J.L. Ruiz de la Peña, Teología de la creación, Santander 19872,119ss.; Idem, Immagine di Dio. Antropologia teologica fondamentale, trad. it. Roma 1992, 255-260 (ed. esp. Imagen de Dios: antropología teológica fundamental, Santander 19963); J. Demaret, L'univers, la physique, l'homme, en Création et salut, Bruxelles 1989, 45-84; S. Muratore, L'evoluzione cosmologica e il problema di Dio, Roma 1993 (con una reseña bibliográfica y un glosario de términos científicos). Además, son de especial interés las Actas de los Congresos interdisciplinares (con presencia de científicos, filósofos y teólogos) que tienen lugar cada dos años en Varenna, organizados por la International School of Plasma Physics Piero Caldirola.

  2. Cfr. por ejemplo la presentación de C. Boyer, De Deo Creante et Elevante, Roma 1957, 97ss.

tura literalista del relato del Génesis ha jugado un papel importante; por su parte, el Magisterio ha considerado fundamental subrayar al respecto la tesis de la creación inmediata del alma por parte de Dios 210.

El desarrollo de las investigaciones científicas, de diversa índole, dirigidas a indagar el posible proceso de hominización, exigido por una lectura evolucionista del desarrollo del mundo creado, ha significado una provocación radical para tales afirmaciones, planteando la pregunta de si es posible aún seguir cuanto la fe cristiana sostiene al respecto. En otras palabras: ¿es posible, en el horizonte de una comprensión evolucionista del universo, seguir sosteniendo la singularidad de la criatura humana, con todo lo que ella comporta? Sería insuficiente afrontar el problema reservando a la intervención divina únicamente la creación del alma, mientras el origen del cuerpo queda a merced del proceso evolutivo de la formación del mundo: lo prohíbe aquella unidad entre alma y cuerpo que representa un dato no preterible de la conciencia de la fe cristiana.

La objeción que nace de este argumento antropológico requiere, por tanto, retomar en sus términos últimos el problema, planteado por la provocación evolucionista, de la relación existente entre la fe y una visión del mundo (a. La relación entre fe y «visión del mundo»); en un segundo momento afrontaremos específicamente las cuestiones teológicas suscitadas por la preocupación ecológica (b. La cuestión ecológica) y, por último, la relación que hay entre las recientes visiones científicas del «mundo abierto» y las tendencias teológicas (c. El mundo como «sistema abierto»).
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Para profundizar:

C. von Schönborn, Catechesi della creazione e teoria dell'evoluzione, en «Communio» (100) 1989, 30-46;

S. Muratore, L'evoluzione cosmologica eil problema di Dio, Roma 1993, 7-138.
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210. Pío XII proclama en la encíclica Humani Generis: «Animas enim a Deo immediate creari catholica fides nos retinere iubet» (DS 3896).


a) La relación entre fe y «visión del mundo»

COORDINADAS DE LA RELACIÓN ENTRE FE Y VISIÓN DEL MUNDO

La cuestión de la relación entre fe y cosmovisión estuvo ya presente en la reflexión de la Iglesia de los orígenes: ya entonces la imagen del mundo que brotaba de la revelación se mostraba profundamente distante de la ofrecida por la reflexión científica y filosófica de la cultura helenística. Pero, antes aún, se puede decir que la profesión de fe en la creación, ya en su camino veterotestamentario, encuentra y atraviesa contextos culturales diversos sin ser por ello sometida a discusión. Podría pensarse entonces que en la Biblia no se supone una absoluta coincidencia entre fe y visión del mundo, sino que la fe se sirve en cada momento de diversas aportaciones para proponer el mismo contenido fundamental. Este modo de plantear la cuestión no creó problemas hasta que «comenzó a afirmarse la llamada exégesis literal y con ella desapareció la capacidad de descubrir la trascendencia de la palabra de Dios respecto de todas las restantes formas de expresión. Al mismo tiempo, sin embargo –en torno al siglo XIII–, se consolidó también la visión del mundo con una intensidad hasta el momento desconocida, si bien en su forma elemental no era de ningún modo un producto del pensamiento bíblico, resultando, por el contrario, difícilmente armonizable con los datos principales de la fe bíblica» 211.

INTERPRETACIÓN EVOLUTIVA DEL MUNDO Y FE CREACIONISTA

[CCE 283-285]

Si se piensa bien en la instancia de novedad de la que quiere hacerse portadora una interpretación evolutiva del mundo, se debe reconocer que esta novedad tiene que ver con la estrecha relación que hay entre ser creado y tiempo: «el ser es el tiempo, no tiene sólo tiempo. Existe sólo en el devenir y se desarrolla hacia sí mismo» 212. Convie-

  1. Cfr. J. Ratzinger, Fede nella creazione e teoria evoluzionistica, en Idem, Dogma e predicazione... cit., 129-130. 132. La cita continúa: «No sería difícil descubrir los orígenes paganos de esa imagen del mundo, que más tarde se impondrá como la única cristiana, y descubrir también sus puntos de sutura, a partir de los cuales todavía se puede reconocer que la fe se sirvió de ella, sin poderse identificar con ella».

  2. Ibid., 133.

ne preguntarse por qué este acercamiento a la realidad que privilegia las categorías de la temporalidad y de la historia, tan características de la sensibilidad cristiana, ha llegado a representar de hecho una contestación de la visión del mundo fundada en la revelación. La respuesta a esta pregunta se hace evidente si tenemos en cuenta que, para ser adecuadamente razonable, la insistencia en el valor del tiempo y de la historia implica precisamente un factor que de algún modo pueda reconocer y juzgar el sentido de este desarrollo en el devenir del ser. Por eso, se debe tener, analógicamente, la misma reserva respecto de la hipótesis evolucionista que la demostrada ante un simple planteamiento cosmológico de la reflexión sobre la creación. De hecho, la respuesta a la cuestión de la existencia de lo contingente como procedente de lo necesario no puede alcanzarse completamente a partir del análisis de la realidad creada. De modo análogo, puede decirse que el significado de la evolución no puede ser alcanzado en el ámbito de la teoría evolucionista. Es cierto que una cuestión semejante es en sí misma ajena a dicha teoría, pero es de fundamental importancia para el hombre concreto que, necesariamente, se pregunta por el problema del origen del universo.

La fe en la creación expresa la convicción de que el mundo en su totalidad procede del Logos de Dios y que, por tanto, todo el universo en devenir, desvelado por la ciencia, tiene un significado, no estando dominado por el absurdo sino ordenado por una mano creadora 213. Éstos son, por tanto, los términos dentro de los cuales puede ser aceptada una lectura de carácter evolucionista, como la sostenida por la ciencia moderna, en el horizonte de la confesión de la fe en la creación. Podríamos entonces observar que la tarea de la teología respecto de las «visiones del mundo» que la investigación científica puede generar sucesivamente en su ámbito es la de recordar que ninguna «visión del mundo» es objetivamente adecuada para decir el sentido total y exhaustivo del ser creado. Y esto precisamente por ser del mundo, es decir, por partir de un horizonte que por sí mismo no puede conquistar la totalidad de su propio sentido, por cuanto no lo posee: puede sólo recibirlo como misterio gratuitamente dado.

No debemos dejar de denunciar, en consecuencia, el grave peligro de algunas corrientes, relacionadas con el evolucionismo, que traspasando los límites de la pura hipótesis científica, pretenden dar cuenta de la

213. Ibid., 134.

totalidad de lo real en términos de «autodesarrollo de la materia». Emerge aquí la opción de un panteísmo materialista que elimina la cuestión del sentido de la realidad descartando al mismo tiempo al sujeto que plantea la pregunta misma 214: de este modo se niega completamente la autoconciencia y la singularidad de la persona humana y se cierra la posibilidad de explicar la «negatividad presente en el mundo» 215.
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Para profundizar:

J. Ratzinger, Fede nella creazione e teoria evoluzionistica, en idem, Dogma e predicazione (Biblioteca di teologia contemporanea 19), trad. it., Brescia 1974, 125-136;

R. Spaemann, Evolution — Wissenschaft oder Weltanschauung?, en «1. K. Z. Communio» 17 (1989), 251-259.
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b) La cuestión ecológica

El problema de la relación entre la teología y las ciencias de la naturaleza ha cobrado de nuevo una cierta importancia, en la teología de los últimos años, a partir de dos instancias que, aun en el contexto del evolucionismo, poseen una originalidad propia.

ECOLOGÍA Y «ANTROPOCENTRISMO»

Se trata en primer lugar de la consideración teológica del problema ecológico. Bajo la acusación de antropocentrismo se ha atribuido a la tradición judeo-cristiana la responsabilidad de haber olvidado el valor que la naturaleza posee en sí misma, y por tanto de haber causado una praxis humana incorrecta respecto de la misma. El mandamiento bíblico de crecer y dominar la tierra (cfr. Gn 1, 28) se habría transformado, de hecho, en un sometimiento de la naturaleza mediante un control instrumental de sus recursos hasta su agotamiento 216.

  1. El Catecismo de la Iglesia Católica ofrece un listado de las posibles respuestas insuficientes por parte del hombre a la pregunta sobre el origen y el sentido del mundo. CCE 283-285.

  2. Cfr. Spaemann, Evolution... cit., 256; 258-259.

  3. Véanse, entre otros exponentes de estas criticas: D. Sölle, Per lavorare e amare. Una teologia della creazione, trad. it., Torino 1990; E. Drewermann, Der tödliche Fortschritt. Von der Zerstörung der Erde und des Menschen im Erbe des Christentums, Regensburg 1990. Se pueden encontrar más materiales en Associazione Teologica Italiana, Cosmologia e antropologia per una scienza dell'uomo, ed. de G. Ancona, Padova 1995.

Más allá de lo justa que pueda resultar la denuncia de los evidentes abusos cometidos contra la naturaleza, la recepción del pensamiento ecológico en el ámbito de la teología con su correspondiente rechazo del llamado antropocentrismo cristiano —confundido a veces acríticamente con el secularizado antropocentrismo moderno— están marcados por graves insuficiencias a nivel epistemológico, ontológico y teológico 217. En general, las primeras reacciones teológicas a la problemática ecológica se han yuxtapuesto de modo voluntarista a modelos interpretativos procedentes de otros contextos, sin examinar críticamente el concepto de razón y de conocimiento en ellos subyacente. Pero, llegados a este punto, resulta claro una vez más que si la teología de la creación quiere dialogar con las cuestiones ecológicas —debe hacerlo— no puede prescindir del fundamento de una reflexión epistemológica y ontológica —piénsese en el papel tradicional de la teología natural—, ni menos aún de una adecuada comprensión cristológico-trinitaria 218.
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Para profundizar:

F. G. Brambilla, La creazione tra instanze culturali e riflessione teologica, en Associazione Teologica Italiana, La creazione. Oltre l'antropocentrismo?, a cura di P. Giannoni, Padova 1993, 43-142.
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c) El mundo como «sistema abierto»

Tiene también que ver con nuestra reflexión el intento de confrontarse con las nuevas adquisiciones científicas y con la visión del mundo como evolución y proceso que de ellas parece derivar 219.

  1. En el artículo ya citado, Brambilla ofrece un panorama extenso y convincente de estas tendencias y de sus límites: Cfr. Brambilla, La creazione... cit., 43-142. Muratore muestra las conexiones y las diferencias entre el antropocentrismo cosmológico (ligado al desarrollo del principio antrópico tanto a nivel epistemológico como cosmológico) y el antropocentrismo teológico. Cfr. Muratore, L'evoluzione... cit., 201-209.

  2. A este respecto algunos modelos conceden un papel central al acontecimiento cristológico como sentido decisivo de la creación –Barth, Rahner, Balthasar– mientras que otros, en cambio, acentúan una dinámica histórico-evolutiva y escatológica –Moltmann, Link–. Por nuestra parte, remitimos a lo ya señalado sobre el fundamento ontológico y sobre la creación en Cristo. Véase supra pp. 37-41.

  3. Cfr. Brambilla, La creazione... cit., 106ss.; Muratore, L'evoluzione... cit., 201-209; Bosshard, Erschafft... cit.

De modo sintético podemos recordar que en el ámbito de la ciencia se abren camino concepciones del mundo como «sistema abierto» o como «auto-organización del universo», a partir de la superación de la concepción decimonónica de un universo estático y cerrado, cosificado y externo al observador. Hoy, tras Heisenberg, se sabe que el observador está necesariamente implicado en el proceso del conocimiento, y que se debe reconocer por tanto una interacción entre hombre y naturaleza; por otra parte, tras A. Einstein y la teoría cuántica, ha cambiado el paradigma del tiempo, desde el momento que, también a nivel científico, se ha asomado la idea de «tiempo abierto», no lineal 220. Estas adquisiciones de la ciencia, que deben ser rigurosamente valoradas en su propio campo, han atraído la atención de los teólogos del área anglo-sajona –piénsese en la filosofía y en la teología del proceso que siguen los pasos de A. Whitehead– y alemana. Podemos limitarnos a indicar el nombre de J. Moltmann, para quien la concepción del universo como «sistema abierto» es la condición de posibilidad intramundana de la presencia de Dios en el mundo 221.
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Para profundizar:

J. Moltmann, Dio nella creazione. Dottrina ecologica della Creazione (Biblioteca di teologia contemporanea 52), trad. it., Brescia 1986, 218-252; (ed. esp., Sígueme, Salamanca).
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2. La naturaleza del hombre


En el contexto marcado por el evolucionismo, el debate acerca de la condición del hombre en su relación con la naturaleza se plantea tanto en referencia a la cuestión del origen inmediato del hombre a partir de Dios
(a. El origen inmediato del hombre a partir de Dios) como respecto del origen de la humanidad (b.
Monogenismo y poligenismo). De aquí se derivan dos tipos de problemas a los que será útil referirse, ya que, añadiéndose a los del pasado, han adquirido mayor relevancia en nuestros días. A propósito de la relación entre el hombre y el animal surge la pre-

  1. Véase el libro ya clásico de W. Heisenberg, Der Teil und das Ganze. Gespräche im Umkreis der Atomphysik, München 1969.

  2. Véase Moltmann, Dio... cit., 218-252. Brambilla presenta también las aproximaciones de Bosshard, que se inspira en la noción rahneriana de autotrascendencia de la materia, y de Pannenberg (1.c.).

gunta: ¿Puede el hombre ser reducido a un animal entre otros, o bien, ya en su misma estructura corpórea (biológica, física, química) puede ser distinguido de ellos (c. La interpretación biologicista del hombre)? Y en concreto: ¿Pueden ser explicadas in toto las acciones más propias del hombre —es decir, sus operaciones intencionales (cognoscitivas, volitivas, lingüísticas, éticas, artísticas, religiosas)— a partir de la complejidad neurológica de su cerebro o más bien se debe hablar de una dimensión, la mente, irreductible a su base neurobiológica (d. Mente y cerebro)?

a) El origen inmediato del hombre a partir de Dios

El problema del origen inmediato del hombre a partir de Dios fue ya planteado por la teología patrística a partir de la distinción en el hombre de dos elementos, el cuerpo y el alma racional. Mientras que la Escritura está dominada por una comprensión unitaria del hombre, garantizada en último extremo por su relación con Dios, y no se plantea explícita-mente este problema, la influencia cultural del helenismo favoreció interpretaciones dualistas de los textos del Génesis referidos a la creación del hombre a imagen de Dios, abriendo el problema del origen diverso del cuerpo y del alma 222. Aun no careciendo de verdadero interés por los conocimientos biológicos (procedentes de Hipócrates o Aristóteles) o filosóficos de la época, las razones que dominan el debate sobre el origen del alma en época patrística son de carácter teológico 223.

TRADUCIANISMO Y CREACIONISMO

[Sínodo de Toledo I (DS 190, 201); León I (DS 285);
Sínodo de Braga I (DS 455); Anastasio II (DS 360);
Benedicto XII (DS 1007); León XII (DS 3220); Pío XII (DS 3896)]

Tres son los argumentos que determinan las diversas respuestas: la convicción cristiana de que el alma no puede ser identificada ontológicamente con Dios (contra las tendencias platonizantes que identifican el

  1. El estudio de este problema debe completarse con el tratamiento de la polaridad antropológica alma-cuerpo. Véase infra, 162-185.

  2. Para la historia del problema de la animación del hombre véase más extensamente: P. Caspar, La saisie du zygote humain par l'esprit, Paris 1987; Idem, La création de l'ame humaine et l'animation immédiate de l'embryon chez Lactance en «Anthropotes» 2 (1991) 189-198; Idem, La problématique de l'animation de l'embryon. Survol historique et enjeux dogmatiques, en «Nouvelle Revue Théologique» 113 (1991), 3-24; 239-255; 400-413.

alma con una chispa divina prisionera en la carne 224), la exigencia de encontrar una explicación convincente al problema de la transmisión del pecado original y, por último, la preocupación cristológica ligada a la concepción virginal de Jesucristo. Las soluciones propuestas son, sintéticamente, dos: el traducianismo, que considera que el alma es engendrada y transmitida por los padres en el mismo momento de la generación de la vida 225, y el creacionismo que afirma la creación directa e inmediata del alma individual por parte de Dios. Mientras que las tesis traducianistas parecían explicar mejor la transmisión a cada hombre del pecado original, que de ningún modo puede ser atribuido a Dios, el creacionismo logra dar cuenta mejor no sólo de la especificidad propia del hombre, sino también del hecho singular de la Encarnación del Verbo. Las lineas de pensamiento de la época patrística no llegan, sin embargo, a una claridad suficiente, no logrando una síntesis convincente 226. La contribución de Tomás de Aquino consistirá precisamente en intentar integrar los diversos niveles teóricos del problema (biológico, ontológico, teológico 227) profundamente convencido de la unidad de la realidad en Cristo. Tomás defiende sin ambigüedades la tesis creacionista 228, doctrina que, desde entonces, ha sido la postura predominante de la teología católica, hasta su recepción por parte del Magisterio (DS 3896).


CREACIÓN DEL ALMA Y VOCACIÓN A LA VIDA DIVINA

[CCE 366]

La teología contemporánea, en el contexto de la influencia de las teorías evolucionistas, tiende a explicar la doctrina de la creación del alma mediante la tesis del auto-trascendimiento de la materia 229. El hombre

  1. Cfr.DS 190,201,285,455.

  2. El traducianismo, representado entre otros por Tertuliano, fue rechazado por la Iglesia (DS 360, 1007, 3220).

  3. Es paradigmático el caso de Agustín, que oscila entre ambas soluciones. Cfr. Caspar, La problématique... cit., 21-24.

  4. Cfr. 1 ST, qq. 118-119.

  5. Mientras que en el caso de la Encarnación Tomás sostiene la tesis de la animación in-mediata (4ST, q. 33), la animación del hombre, en cambio, la considera inmediata, no totalmente simultánea con su concepción (1ST, q. 118, a. 2). Textos tomistas y su discusión en Caspar, La problematique... cit., 239-255; 411-413.

  6. La tesis de la autotrascendencia de la materia debe atribuirse a K. Rahner - P. Overhage, Il problema dell'ominizzazione, trad. it., Brescia 1971; cfr. Molari, Darwinismo... cit., 82ss.; 118ss.; Ladaria, Antropologia... cit., 139-145; Ruiz de la Peña, Immagine... cit., 261-267; Bosshard, Erschafft... cit.,191 ss.; V. Bourguet, Bioétique et dualisme ontologique, en «Revue Thomiste» 97 (1997), 619-639.

en su unidad de alma y cuerpo, conforme a esta doctrina, proviene completamente de los padres que, en su orden de causalidad, engendran un hombre (y no sólo un cuerpo), pero en este evento del todo singular la causalidad humana supera sustancialmente sus propios límites, en virtud de la acción divina como fundamento trascendente de las causalidades intramundanas. Aun mostrando aspectos dignos de aprecio, por cuanto intenta superar la representación antropomórfica de un Dios que interviene como factor causal al mismo nivel de las causas segundas y, por otra parte, valora la unidad del hombre, hay que denunciar la insuficiencia de un planteamiento semejante para dar cuenta de la totalidad del dato revelado 230. El nacimiento de un hombre implica sin duda todos los aspectos biológicos, físicos y psíquicos que hacen de él un hombre de-terminado, pero estos presupuestos no alcanzarían su objetivo si no se re-conociese el dato original e irreductible que distingue a cada hombre del resto de los seres y de los restantes hombres: su vocación a la comunión personal e irrepetible con Dios. Su relación constitutiva con Dios no puede serle dada por los padres; es preciso que el Creador mismo llame a cada hombre a la vida predestinándolo al mismo tiempo, desde el inicio de su concepción («alma»), gratuitamente, a ser hijo en el Hijo 231.
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Para profundizar:

P. Caspar, La problématique de l'animation de 1'embryon. Survol historique et enjeux dogmatiques, en «Nouvelle Revue Théologique» 113 (1991), 3-24, 239-255, 400-413.
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b)
Monogenismo y poligenismo

[Gn 2-3; 5, 1-3; Si 17, 1-14; Hch 17, 26; Rm 5,12ss.;
Conc. Trento (DS 1513); Pío XII (DS 3897)]

Sobre este problema específico, propio de la teología moderna, vinculado al rechazo científico de la afirmación de que la humanidad haya tenido origen a partir de una única pareja, los autores generalmente concuerdan en afirmar que hoy la teología no debería ya debatir este punto. Hay que señalar que las hipótesis se discuten en ámbito cientí-

  1. Cfr. CCE 366.

  2. Cfr. Ladaria, Antropologia... cit., 145.

fico 232 (paleontología, genética...) y no pueden ser acríticamente acogidas por la teología. No faltan autores favorables, desde el punto de vista científico, tanto al monogenismo 233, como al poligenismo 234. Pero es decisivo establecer si el monogenismo debe ser considerado un elemento perteneciente al núcleo de la fe en la Revelación, a partir de los datos de la Escritura y del Magisterio. Ni los textos del Antiguo Testamento (Gn 2-3; 5, 1-3; Si 17, 1-14), ni los del Nuevo Testamento (especialmente Hch 17, 26 y Rm 5, 12ss.), y ni siquiera las declaraciones del Magisterio (Trento [DS 1513], Humani Generis [DS 3897]), parecen exigir el monogenismo por parte de la fe o la teología. Pablo VI señalaba, en el discurso de apertura de un congreso sobre el pecado original en 1966, que el poligenismo era una hipótesis no demostrada, pero no afirmaba que fuese insostenible 235. Queda siempre el hecho de que la unidad del género humano es un dato de primordial importancia, no sólo para la delicada cuestión de la transmisión del pecado original sino sobre todo para la teología de la gracia y de la redención, cuyo fundamento definitivo se halla en Cristo 236.
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Para profundizar:

J. Lejeune, Adam et Eve ou le monogénisme, en «Nouvelle Revue Théologique» 90 (1968), 191-196.

V. Marcozzi, 1 problemi delle origini dell'uomo e la Paleontologia, en «Gregorianum» 59 (1978), 511-535.
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  1. Véase la presentación de este problema en Molari, Darwinismo... cit., 93ss.; Ruiz de la Peña, Immagine... cit., 267-274; Ladaria,Antropologia... cit., 172-173.

  2. Por ejemplo J. Lejeune, Adam et Éve ou le monogénisme, en «Nouvelle Revue Théologique» 90 (1968), 191-196 (sostiene la tesis monogenista partiendo de argumentos genéticos); cfr. J.H. Nicolas, Synthése dogmatique. Complément: de l'univers á la Tznité, Paris - Fribourg 1993, 345.

  3. Cfr. V. Marcozzi, I problemi delle origini dell'uomo e la Paleontologia, en «Gregorianum» 59 (1978), 511-535; Idem, Teorie evoluzionistiche attuali, en «Gregorianum» 62 (1981), 51-73; Ladaria,Antropologia... cit., 172-173.

  4. Cfr. AAS 58 (1966), 649-655. Una presentación bien documentada se encuentra en Ruiz de la Peña, Immagine... cit., 267-274. Incluso un defensor del monogenismo como Nicolás es muy prudente a la hora de fijar los términos en los cuales el Magisterio se ha expresado en él (Nicolás, Synthese... cit., 345).

  5. Cfr. infra respecto a la unidad dual entre individuo y comunidad. También Ladaria, Antropologia... cit., 172-173. Documentación en C. Rocchetta, Unitá della famiglia umana. Nota bibliografica, en «Vivens homo» 3 (1992), 63-82. Es significativo que el Catecismo de la Iglesia Católica confirme la unidad del género humano, sin entrar en la cuestión del monogenismo/poligenismo, y que, aunque introduce un fragmento extraído del magisterio de Pío XII, no cite el pronunciamiento de Humani generis, cfr. CCE 360.


c) La interpretación biologicista del hombre

[GS 14-17; FR 88]

En los años 70 florecieron diversas corrientes que explican al hombre en sentido biologicista, llegando incluso a considerarlo un «simio que ha tenido suerte». Los nombres de Monod y Morin prolongan en nuestro siglo los reduccionismos biologicistas mantenidos en el pasado por Linneo, Buffon y otros, y se continúan en nuevas disciplinas, como la primatología o, más aun, la sociobiología (Wilson), que pretende elaborar de modo sistemático una imagen del hombre en la que serían los genes los determinantes de la cultura, la ética y la religión 237.

Dentro del mundo científico han surgido críticas de todo tipo (desde la biología, la genética, la etología... e incluso desde la filosofía de la ciencia) contra este reduccionismo, mostrando que ya a nivel estricta-mente biológico el hombre posee características del todo excepcionales. Desde las estructuras orgánicas hasta el lenguaje, la técnica o el uso de instrumentos secundarios, los datos empíricos no sólo no nos llevan a asumir la ecuación hombre=animal, sino que más bien consienten una explicación razonable del hombre en su singularidad originaria. En realidad, el debate en tomo a estos temas es sólo un episodio de una discusión de mayor alcance, la del humanismo contra el antihumanismo. Discusión que no se resuelve con la simple acumulación de datos experimentales, exteriores y apodícticamente objetivables, sino que tiene necesidad de una interpretación de los datos cuyo punto de vista no es ya científico 238. Surge aquí de nuevo la necesidad de una epistemología y una ontología que permitan fundamentar adecuadamente los saberes y su articulación de modo que se respete su justa autonomía al mismo tiempo que se les preserva de los reduccionismos antropológicos derivados de un planteamiento metodológico parcial 239

  1. Véanse extensamente y con todas sus referencias J.L. Ruiz de la Peña, Las nuevas antropologías: un reto a la teología, Santander 1983; Idem, Immagine...cit, 275-280; P. Caspar, La place centrale de l'homme dans le sciences biologiques contemporaines, en «Anthropotes» 13 (1997), 17-54; H. Hude, Présupposés philosophiques propre au biocentrisme ou anthropocentrisme, ivi, 69-90; G. Zuanazzi, L'uomo e l'animale, ivi, 91-108; R. Colombo, Vita: dalla biologia all'etica, en A. Scola (ed.), Quale vita? La bioetica in questione, Milano 1998, 169-196.

  2. Véase el juicio de E. Cassirer, Saggio sull'uomo, trad. it., Milano 1944, 50-70, respecto al debate sobre el lenguaje de los animales.

  3. Éste es uno de los puntos centrales de Fides et Ratio (cfr. FR 88).

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Para profundizar:

J. L. Ruiz de la Peña, Las nuevas antropologías: un reto a la teología, Santander 1983.

R. Colombo, Vita: dalla biologia all'etica, en A. Scola (a cura di), Quale vita? La bioetica in questione, Milano 1998, 169-196; (ed. esp., Encuentro, Madrid 2000).
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d) Mente y cerebro

El debate al que acabamos de referimos se ha centrado con frecuencia en el problema concreto de la relación mente-cerebro, que no es sino la formulación moderna de la clásica cuestión de la relación alma-cuerpo 240. Hoy nadie duda ya de la existencia de la mente, pues-to que el hombre no es reductible a un puro mecanismo de estímulo y respuesta, como pretendía el conductismo. Más difícil resulta proporcionar una explicación de la naturaleza de la mente y, en especial, de si coincide estrictamente con una realidad corpórea, biológica o físico-química. Desde el punto de vista filosófico y científico las posturas más difundidas pueden reconducirse a estas tres: el «monismo fisicalista» (Feigl) que sostiene la identidad de sustancia y de propiedades de todos los niveles de la realidad, reconducible en último extremo a un materialismo puro; el «monismo emergentista» (Bunge) que acepta la distinción de propiedades de la única sustancia material, según el cual se debe reconocer una diferencia irreductible entre ciertas actividades del cerebro, propiamente mentales, y otras que no llegan a tal; final-mente, la postura del «dualismo interaccionista» (Eccles-Popper), para el que la mente y el cerebro son distintos e interactúan. No podemos aquí elaborar una crítica de estos modelos interpretativos, que resultan inadecuados para dar cuenta de la riqueza del hombre tal como apare-ce en la Revelación. Si las dos primeras posiciones deben ser excluidas por ser expresión de un materialismo puro, tampoco el dualismo pop-

240. Véanse Ruiz de la Peña, Las nuevas... cit., 131-199; Idem, Mentes, cerebros, máquinas, en «Communio (ed. española)» 9 (1987), 211-223; Bosshard, Erschafft... cit., 64-78; Muratore, L'evoluzione... cit., 115ss.; J. Eccles - K. Popper, L'io eil suo cervello, trad. it., Milano 1981 (trad. esp. El yo y su cerebro, Barcelona 1982); O.B. Linke - M. Kurthen, Parallelität von Gehirn und Seele. Neurowissenschaft und Leib-Seele-Problem, Stuttgart 1988; G. Basti, Il rapporto mente-corpo nella filosofia e nella scienza, Bologna 1991; G. Beintrup, Das Leib-Seele-Problem. Eine Einführung, Stuttgart 1996.

periano, heredero de la contraposición cartesiana entre res cogitans y res extensa, puede ser aceptado sin reservas 241. Queda así abierto el reto de una integración convincente de los datos científicos en la elaboración filosófica y teológica de una antropología que muestre adecuadamente las polaridades constitutivas de lo humano: alma-cuerpo, hombre-mujer, individuo-comunidad 242.
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Para profundizar:

G. Basti, Il rapporto mente-corpo pella filosofía e nella scienza, Bologna 1991,62-120.
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Estas importantes cuestiones pueden aportar puntos de vista estimulantes para la reflexión teológica, incitándola a proponer sus propias razones. Sin embargo, nos interesa repetir que no afectan, en el plano metodológico y epistemológico, al cuadro del intellectus fidei que hemos diseñado. Por eso las hemos expuesto de un modo tan sintético, relegándolas a un apéndice.

  1. Cfr. Ruiz de la Peña, Las nuevas... cit., 131-199.

  2. Cfr. infra 162-199.