I

DEFINICIÓN DEL CONCEPTO

 

1. TRADICIÓN, SIGNIFICADO GENERAL


Una definición del concepto de Tradición, desde una perspectiva teológica, tiene que partir del hecho indiscutido de la historia de las religiones, es decir, de que «la Tradición es vitalmente necesaria para la vida de la religión y para su desarrollo, como recepción y transmisión del caudal de pensamientos y del modo de vivir del pasado. [...] Sobre ella descansa, en la historia de las religiones primitivas y en las de la naturaleza [...] la conservación y seguridad del estado de que se posee lo religioso en su forma y contenido»1 Con esto va unido el desarrollo del carácter universal de la praxis religiosa, que se despliega en tradiciones orales y escritas.

– Otra raíz para comprender las tradiciones (también las cristianas) es compaginarlas con el campo profano del derecho romano. El concepto «Tradición», los verbos correspondientes «tradire» es decir, «entregar», designaban aquí originalmente una acción de entrega a alguien de un objeto o de una persona, es decir, transmite. «Tradere» significa: entregar a alguien, ceder el que entrega la posesión de un objeto, hacer que se le entregue a él, o que se le pase. En griego tenían el mismo sentido paradidonai y el aoristo paradounai 2. Con esto refleja el concepto no sólo una praxis de la vida social; ya que sitúa al que actúa, que «pasa a otro» y a lo «transmitido» en un concreto contexto social e histórico.

La Tradición es además la descripción de una acción política y económica, la descripción de realizaciones comunicativo-lingüísticas, y finalmente –fundamentalmente– descripción de bienes religiosamente importantes y de convicciones que unen.

  1. J. HASENFUSS, Tradition 1. Religionsgeschichtlich, en LThK 210 (1965), 290s., aquí 290.

  2. Y. CONGAR, Tradition und Kirche, Aschaffenburg 1964,12s.

Por eso merece la pena una consideración más exacta la historia del concepto «tradición».

Ya en la antigüedad se delimitaron los elementos decisivos del concepto de tradición. En esto, junto a la designación de una acción que puede tener consecuencias sociales, económicas y políticas considerables, está también la entrega de propiedad que toca inmediatamente al individuo. «La traditio es, por así decirlo, operación corriente de las intercambios de cada día» 3. Tal entrega (transmisión) tiene también una dimensión moral. De ahí que el significado de traditio adquiera una significación más amplia. Con la transmisión de posesión va también «la herencia» de bienes y convicciones (religiosas). Ya en el uso lingüístico griego puede designar paradosis tanto el proceso de la transmisión como también lo transmitido mismo, hablando religiosamente: la (recta) doctrina. Pero como ésta no transmite contenidos abstractos sino que está también formulada por un entorno culturalmente determinado, en la tradición se transmite también esta «cultura», traditio designa un proceso de transmisión entre lo que es anterior y lo que sigue, la cultura se manifiesta como una «permanente actualización de la memoria colectiva» 4. Lo que se refleja tanto en la Filosofía como también en la escritura de la historia, pero también, no menos, en la retórica.

Toda definición del contenido de la tradición, cuyo arco vaya desde la Antigüedad hasta el presente, ha de tener en cuenta la tensión característica entre los contenidos importantes que posee este concepto desde su origen, tanto religiosos como mundanos. Por una parte, como se ha dicho, la vinculación, (y con esto la sujeción al culto) caracterizan la traditio; en esto la forma nominal paradosis/traditio respecto a las formas verbales de expresión paradidonai,/tradere) robustece la comprensión religiosa de este fondo; por otra parte tiene su correspondiente en el conocimiento del significado de la tradición mundana, que puede distinguirse de la tradición espiritual, pero no separarse. Ambos se deben a la acción divina de salvación. Con esto, el concepto de tradición está imbricado ya en la Antigüedad con condiciones religiosas. La fe encuentra en la tradición, conservada en ella, la propia continuidad; la tradición confirma su enraízamiento en el acontecimiento original de la auto-manifestación de Dios. De esta manera la referencia a la tradición se convierte en seguridad que pone un límite a las arbitrarias reducciones de la fe 5. La traditio abarca la verdad que toda traditio mundana valora. Lo que exista aquí de consuetudo es desenmascarado en su necesidad de corrección –si es que es errónea–.

3. S. WIEDENHOFER, Tradition, en O. BRUNNER y otros (Edit.), Geschichtliche Grundbegriffe, Stuttgart 1972-90, vol., 6 (1990), 607-650, aquí 609.
4.Ibid.
5. Cfr. en general W. BEINERT, Häresie. III. Systematisch-theologisch, en LThK3, 4 (1995),1191 s.

Con esto alcanza la historia en el contexto de la tradición como dimensión una función normativa. «Por la historicidad específica de la experiencia fundamental de la fe judeo-cristiana, tuvo que pasar al primer plano inevitablemente la cuestión de la tradición. Desde el fines del siglo II d.C., el concepto de Tradición se convierte en un concepto fundamental de la Teología cristiana; esta preponderancia en el uso lingüístico teológico permanece hasta los comienzos de la modernidad» 6. Ya en la comunidad primitiva apostólica se perciben tradiciones en las que se conserva la tradición en determinados usos, como prueba y presencia de la experiencia del origen históricamente fundado. Y esta herencia es vinculante para la Iglesia posterior. Esto lo testimonia, con especial relieve, el presbítero y monje Vicente de Lérins (t a. 450): En su famoso Commonitorium del ano 434 se encuentra la frase muy citada: «In ipsa item catholica ecclesia magnoper curandum est, ut id teneamus, quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est; hoc est etenim vere propioque catholicum» (c. 2, 5). En el fondo se encuentra aquí la lucha en tomo a la doctrina de la gracia y de la predestinación de san Agustín 7. Vicente sigue a este ciertamente en la Cristología —aquí es él con Agustín decidido antinestoriano—, pero no en la doctrina de la gracia. En oposición a Agustín, quien pone el énfasis en la necesidad general de la gracia y, con esto, su preeminencia en el proceso de salvación, pasa al primer plano en Vicente la voluntad humana, en cuanto que la intervención de Dios presupone la iniciativa del hombre 8.

El peso de la Tradición, en lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, lo fudamenta Vicente en que hasta hoy es interpretada de un modo distinto por doctrinas erróneas. Por eso tiene necesidad de claras normas eclesiales, para poder enfrentarse a tales adulteraciones de la verdad. La traditio de la Iglesia adquiere en esto importancia decisiva, y no sólo como protectora de la verdad. Más bien, se pueden derivar de ella también concretos criterios de decisión en cuestiones discutidas de la fe, ya que conserva, junto a la Sagrada Escritura, también la tradición oral de los Apóstoles. Con esto la Escritura y la tradición apostólica están prescritos juntos como norma teológica. Ésta designa desde ahora también el camino de las explicaciones y decisiones intraeclesiásticas, cuando fracasa el intento de lograr un consentimiento entre las Iglesias en una cuestión discutida de fe. Pero donde la tradición tampoco se ofrece una imagen unitaria, allí «hay que permanecer en el consentimiento de los sujetos autorizados de la Tradición (de los Concilios, en primer lugar, luego también de los Padres y maestros)» 9. Por tanto, a las otras palabras de la expresa manifestación de

  1. WIEDENHOFER, Tradition, 608.

  2. Ibid.

  3. Cfr. M. FLICK, Semipeliagianismus, en LThK 2 9 (1964), 650-652.

  4. Cfr. WIEDENHOFER, Tradition, 616.

la fe, ha de acompañar una consulta a los magistri probabiles, que, en consonancia con la fides catholica, están en comunión con toda la Iglesia. La Tradición puede adquirir, en esto, una importante «plenitud», porque el depósito de la fe transmitido (inmutable y también conocido como tal) es concebido más profundamente allí y, por tanto, hay que expresarlo en las palabras con más precisión. Como caracterización de un tal progreso dogmático utiliza Vicente «la imagen del autodesarrollo del organismo humano o de las plantas desde el diseño germinal hasta la figura plena» 10. Con esto, el concepto usual de traditio, se ha ensanchado en primer lugar y se ha formado en consonancia con la historia. La literatura y el arte, han preparado un desplazamiento de contenido en el concepto teológico de tradición.


2. EL HORIZONTE TEOLÓGICO
DE INTELECCIÓN

Es algo característico, tanto del Judaísmo (en el Talmud) como del Cristianismo, que junto a la Tradición escrita se dé una tradición oral, que, por tanto, se usa la memoria «prácticamente» 11. Esto es constitutivo de la tradición en el Cristianismo primitivo, ya que en la predicación se actualiza siempre de nuevo el acontecimiento de la revelación, que se fundamenta a sí mismo como suceso único de la tradición kerygmática de la Iglesia 12. En esto hay que tener en cuenta con más precisión tres pasos: la fundación de la comunidad por Jesús (con el resumen de su doctrina), la comunidad post-pascual (con la propia tradición, que nos llega en la fuente de los logions) y, finalmente, el Catolicismo primitivo que se configura, ante todo, en las confrontaciones con las corrientes heréticas (el Evangelio de Mateo entre otros). En todo esto la Iglesia tiene conciencia de su historicidad, y la Tradición tiene ahora la tarea «en el proceso histórico de "identificación" de la Iglesia, de mantener permanentemente su identidad esencial» 13. Pablo testimonia también esto vigorosamente (1 Co 15, 1-5; Ga 1, 2). El Apóstol no sabe de oposición alguna entre Evangelio (kerygma) y Tradición. –Las cartas pastorales añaden todavía la unión de Tradición y successio apostolica, que se da por la imposición de las manos y la paratheke. Los escritos lucanos, las cartas de Pedro y la carta de Judas dan a conocer igualmente el devenir de la Tradición, además las cartas de Juan (cfr. 2 Jn 9) subrayan la importancia de los testigos oculares y auditivos. Estos son los portadores de la Tradición, que se oponen a las innovaciones insubordinadas y garantizan así a la vez la continuidad de la predicación

  1. K. BAUS, Wnzens u Urins, en LThK 2, 10 (1965), 800s., aquí 800.

  2. Cfr. HASENFUSS, Tradition, 290s.

  3. Cfr. sobre esto F. MUSSNER, Tradition, II. In der Schrift, en LThK 210 (1965), 291-293 Bibl.

  4. Ibid., 291.

«desde el comienzo». En los escritos joánicos se tiene en cuenta en esto la acción del Espíritu de Dios. Como «Espíritu de la verdad» él es «el que mantiene a la Iglesia en su verdad por medio del Señor exaltado» 14

Esta concepción de Tradición será retomada y desarrollada de un modo diferenciado en el tiempo siguiente. La primera carta de Clemente, nutriéndose ampliamente de la Teología del Antiguo Testamento, pone de relieve la necesidad de la successio apostolica y apelando, por cierto, a Is 60, 17. En efecto, él fija esta continuidad en la «continuación del oficio» no en una concepción «dogmática» de Tradición. El considera también a ésta como la regula traditionis (ho kanón tes paradóseos) con el fin de conservar una «predicación correcta». Mientras ésta, como subraya la Didache, no vaya más allá de «lo que hasta ahora se ha comunicado» 15, está garantizada la unidad de la fe.

Porque la Tradición fue para los Padres un bien sobremanera precioso, se vieron obligados a subrayar la dimensión histórica de la traditio para conservar la fe de acuerdo con la tradición apostólica y a impulsar la fijación del Credo, universalmente obligatorio. Hasta el siglo V, las intensas disputas, concretamente en tomo a la Cristología y a la doctrina de la Trinidad, situaron en el horizonte no sólo la historicidad y, con esto, también la figura históricamente condicionada de los respectivos Credos actuales, sino el probar también la necesidad de una regula fidei común. El Concilio Ecuménico, creado como algo nuevo como institución de la Iglesia, acentúa y garantiza, desde ahora, la autoridad de la constitucionalidad de aquella figura de la fe que, con el ropaje nuevo lingüístico del Credo, conserva la unidad de la Iglesia en la confesión. Con esto, crece, no sólo una mayor responsabilidad de los representantes de la Tradición eclesial; sino que precisamente la conservación de la tradición obliga a ejercer el magisterio apostólico.

La significación fundamental de la Tradición para la Iglesia, aparece prácticamente en el culto, que distingue, sobre todo, los domingos y fiestas. Ahí no sólo tiene su puesto central la lectura de la Biblia, cuya interpretación en la predicación y la presidencia de la celebración eucarística son definidos por el poder espiritual del Ordo, el cual –como guardián protector de la Tradición en su realización vital en la comunidad– se convierte cada vez más en representante de la «Iglesia». La Teología encuentra simultáneamente, por medio de la Tradición, su puesto original más propio; es obligada, por la herencia de la Tradición, a aportar simultáneamente, en la transmisión de los contenidos de los Credos cristianos, una explicación que profundice en las veritates fidei, conocidas y conservadas a la luz de nuevas profundizaciones. De esta manera, «sin eliminar de la fe cristia-

  1. Ibid., 292.

  2. E. DINKLER, Tradition, V. In! Urchristentum, en RGC 3 6 (1986), 970-974, aquí 973.

na el concepto de obligatoriedad de la apostolicidad y de su unión con el origen, [...] se.convierte cada vez más en norma de la fe, en la comunidad de fe» 16. La confesión de fe es conservada y anunciada como obligatoria por medio de la Iglesia como autoridad espiritual, que fijó en el Credo Niceno-constantinopolitano el producto de la Tradición, como algo eclesialmente cualificado.

Separada del Credo eclesial, de las celebraciones sacramentales del culto y de relaciones bíblico-teológicas, la «tradición» es también un concepto importante en la vida profana de cada día. Porque en el ámbito jurídico ello indica, en el sentido más general, la transmisión de un bien propio, una acción conforme a una tradición segura impone que se recurra a una distinción entre el uso propio del ordenamiento jurídico tradicional, aquello que, a través de nuevos actos jurídicos, se añade o se integra a aquél existente. Ya en el siglo XI se instituye aquella confrontación profunda, la cual como signo de la modernidad opone la «Tradición», como depósito del derecho heredado y la «razón», como dimensión nueva normativa, que tiene su fundamento en el conocimiento autónomo de la verdad racional 17.

También, la traditio alcanza una profundización digna de consideración en el horizonte teológico de intelección. Como tradición de la fe apostólica, transmitida en el anuncio eclesial, la preserva de que se ignore la revelación divina como «dogma humano». Detrás de la traditio eclesiástica, así lo exponen, se encuentra la traditio divina, de manera que la Tradición apostólica debe ser responsable, no (en primer término) ante el forum de la razón humana, sino ante el acontecimiento de la divina auto-revelación. El giro teológico de la escolástica primitiva a la alta escolástica, agrava la perspectiva por la nueva valoración de la posición eclesiástica del derecho en este tiempo. Si se pudiesen reunir hasta este momento también puras costumbres (eclesiásticas), que se hubiesen formado en las iglesias particulares, con la traditio, la reflexión sobre la plena potestas de la Iglesia, presente en ella con la potestas del Papa, llevaría a la visión de que el origen normativo presente en este tiempo y por eso, sólo éste, es actualmente normativo. Pero con esto surge la pregunta sobre quién posee la autoridad suprema: la Iglesia, respectivamente el Papa o la Sagrada Escritura. La pugna por una respuesta esclarecedora general, que exigieron los reformadores con especial energía 18, acompaña el camino de la reflexión teológica más allá del concilio de Trento hasta el Vaticano II.

  1. WIEDENHOFER, Tradition, 617.

  2. Cfr. Ibid., 619s.

  3. Cfr. respecto a esto [bid., 624-626.