INTRODUCCIÓN

 

a) Cuando se habla de tradición, se habla de «un elemento de la cultura humana», de una dimensión fundamental de comunicación y de interacción. No se trata todavía en primer lugar, por tanto, de un concepto que explique un determinado estado de cosas, es decir, de una hermenéutica en un sentido ulterior, –tarea también de la Teología–, por el recurso a una concepción fundamental de Tradición. Forma parte de la Tradición más bien «todo lo que se ha heredado de los Padres, ordena la vida de un grupo en lo ritual, costumbres y usos. Aun en el caso en que se haya fijado un orden estatal de derecho con leyes codificadas, es un complemento inevitable de tal orden. Tradición es lo que une la sucesión de generaciones» 1. Posee, además de un evidente significado racional, un gran peso emocional 2. Frente a esto, hay que recordar las transformaciones socio-políticas de los últimos tiempos que subrayan la relación radical de toda actividad con el presente y con el respectivo futuro que se va a formar a partir de este presente.

Hay que mencionar aquí como ejemplo, en el campo político, a la Revolución francesa, la cual, abandonando radicalmente toda la tradición (occidental), introdujo el culto a la «Raison». Precisamente la critica de esta posición, apoyó enormemente su tratamiento consciente, más allá de la pura legitimación fundamental de tradición. El tradicionalismo fundamenta su doctrina restauracionista del Estado y de la sociedad en la teoría de una revelación primigenia, en la que Dios habría comunicado, no solamente la lengua, sino también «junto con ella, todas las verdades de la esfera religiosa, moral y social» 3. Lo mismo se sostiene en todo lo referente a la valoración de la auto-experiencia del hombre dentro de un horizonte de cuestiones filosóficas. En antítesis estricta a la ilusión de un permanente comienzo nuevo, se valora la importancia de la Tradición como un tomar en serio la finitud del hombre y en el horizonte de lo infinito4.

  1. H: G. GADAMER, Tradition. Phänomenologisch, en RGG 6 (1965), 966s., aquí 966.

  2. Cfr. el concepto griego de ley no escrita yen Roma el papel de los mos maiorum.

  3. E. SCHMITZ, Bonald, L.G.A.V. de, en LThK 2, 2 (1958), 581s., 4: 582; L.G.V A. de Bonald (1754-1840) fue un representante, líder de la idea de restauración y del tradicionalismo.

  4. Cfr. R. SCHAEFFLER, Die Wechselbeziehung zwischen Philosophie und katholischer Teologie, Darmstadt 1980.

b) Se da Tradición cuando se interpretan mediante ella, como «concepto fundamental hermenéutico», datos que se presentan como experiencia, rechazando enérgicamente la Ilustración radical. Se acusa a la Tradición de que el pensamiento, aprisionado en el pasado, aparta la mirada de lo nuevo y, así, de hecho, de lo «verdadero». Lo actual es concebido, por tanto, como una estricta eliminación, mejor confrontación con todo lo pasado, a la «tradición» en su relación con el hoy, negándole toda significación normativa, en su sentido más amplio. El rechazo de esta perspectiva radical en su dinámica emancipatoria, es decir, la Tradición, además, como prejuicio, cae ella misma en una inconfesada vinculación retroactiva con definiciones de la razón y de la experiencia en un contexto de sociedad y de ciencia que compiten con el pensamiento ilustrado primitivo, el cual —fijado en el descubrimiento de lo nuevo— construye ilimitadamente sobre el lumen naturale. El rechazo vehemente de una relevancia de la tradición, testimonia precisamente el enraízamiento inextirpable de la historia transmitida en la subjetividad del hombre y con esto, a la vez, su transsubjetivo horizonte. Su exploración, dirigida por autoridades garantizadas, no es concretamente otra cosa que el «redescubrimiento de la verdad olvidada» 5. Por eso, no es de maravillar que las corrientes de la modernidad, que están en pro de la Tradición, hayan logrado un fuerte influjo. Ellas tienen una eficacia, en general socio-política, perceptible en los esfuerzos que robustecen la posición de los individuos, respectivamente, de agrupaciones, en la sociedad mediante la vuelta a importantes circunstancias, es decir, a personalidades de los tiempos pasados. Tampoco ignoran las ciencias del espíritu que la Tradición, además de su importancia moral, sin pretensión cient(ca, no puede ser eliminada del trabajo de la investigación.

c) En la pugna teológica por la definición del contenido de la Tradición y por su coordinación con las realidades fundamentales de las que vive la fe cristiana, el mandato por la ecumene le dan especial énfasis «hacia dentro» (cfr. Jn 1, 17, 21s.) y las disputas científico-teológicas «hacia fuera». Hace tiempo que han retomado este tema teorías pluralistas de la Religión y, rechazando la pretensión de absolutez cristiana (en relación con la verdad), relativizan también la persona de Jesucristo 6. Además hay que deslindar también la Tradición de las «tradiciones», deslindar el encuentro crítico con las religiones mundiales y distinguir, además, la Tradición del «tradicionalismo».

Para una autocomprensión cristiana, Jesucristo ocupa una posición clave cuando se habla de Revelación, Escritura y Tradición. Por eso la Iglesia, como comunidad de fe, que le reconoce como su cabeza, no puede ofuscarse, en el esfuerzo por clarificar la concepción de tradición; pues la Iglesia es la que entrega

  1. Cfr. ARISTÓTELES, Metaph. XII, 8.

  2. Para la discusión cfr. K: H. MENKE, Die Einzigkeit Jesu Christi im Horizont der Sinnfrage (Kriterien 94), Freiburg i.Br. 1995.

la noticia de la resurrección del crucificado y, con esto, el mensaje sobre la redención del mundo realizada por Jesucristo. Con esto la Iglesia tiene en cuenta no sólo la voluntad del fundador Jesucristo; ella tiene conciencia de sí misma como tradición, testifica en la propia existencia la auto-tradición de Dios por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo como realidad vital actual. «La Tradición es memoria de Jesucristo acontecida en el Espíritu Santo; ella es la Palabra viva de Dios por medio del Espíritu Santo en los corazones de los fieles» 7.

La Iglesia es, por tanto, el lugar en el que encuentra su explicación la relación de Revelación y Tradición, relación de Escritura y Tradición. En esto se reasumen aquellos modelos del pensamiento de los que ya se habló en el capítulo «Revelación» 8: el modelo de instrucción teórica y el modelo dialógico-presencia 9. A la reflexión sobre revelación corresponde concretamente (como acceso a su comprensión) la apertura a la Tradición. En esto la revelación está siempre en relación con la propia historia, está eclesialmente integrada. La manifestación de experiencias de revelación y la revelación garantizada y testimoniada como presente en esto son, dicho con otras palabras, ellas mismas núcleo de la Tradición. «Lo que existió desde el comienzo, lo que nosotros oímos y vimos con nuestros ojos, lo que nosotros contemplamos y nuestras manos tocaron, de la Palabra de la vida –y la vida ha aparecido, y nosotros hemos visto y testimoniamos y anunciamos la vida eterna, que estuvo junto al Padre y que se nos ha manifestado– lo que hemos visto y oído, esto os anunciamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros. Y ciertamente nuestra comunión es con el Padre y con el Hijo Jesucristo» (1 Jn 1, 1-3).

«La concepción específicamente cristiana de la Tradición enraíza en la concepción de verdad y de realidad bíblicas. El Antiguo Testamento piensa dentro del esquema de promesa y cumplimiento» 10.

Desde el Génesis, pasando por Abraham y por las historias de los Padres, se tiende el arco hasta la salida de Egipto y la conclusión de la Alianza en el Sinaí. Aquí se une la promesa de asistencia de Dios a la referencia de los grandes hechos pasados; y a la vez, en cuanto promesa cumplida de salvación experimentada, abre la mirada al futuro como al espacio de la salvación futura, eterna. «La Tradición de la salida de Israel de Egipto, se convierte en profecía de un nuevo Exodo, la tradición de la conclusión de la Alianza en el Sinaí en esperanza de una nueva Alianza, el primer Adán en tipo del nuevo Adán» ". La Tradición de Is-

  1. W. KASPER, Tradition als theologisches Erkenntnisprinzip, en W. LÖSER, K. LEHMAN, M.LUTZ-BACHMANN (Edits.), Dogmengeschichte und katholische Theologie, Würzburg 1985, 367-403, aquí 395s.

  2. Cfr. arriba parte A.

  3. Cfr. M.SECKLER, Der Begriff der Offenbarung, 61 s.

  4. KASPER, Tradition als theologisches Erkenntnisprinzip, 393.

  5. /bid., 393.

rael, repleta de las tradiciones de las que habla el Antiguo Testamento, es interpretada desde una apertura a un futuro, guiada por Dios tipológica y proféticamente. El Nuevo Testamento ensancha la perspectiva al testimoniar: que el Dios poderoso en el mundo que elige soberanamente, que se ha «confiado» a Israel como Dios de la Alianza, es, a la vez, el que actúa graciosamente, el que se revela como tal de un modo insuperable y definitivo en Jesucristo. Lo acontecido en él de un modo único, mantiene su validez. Por eso la Iglesia tuvo que unir, desde el principio, en su fidelidad a Jesucristo como origen, el hacer presente este origen siempre nuevo y actual. «Así resulta del centro del mensaje del Antiguo y del Nuevo Testamento una concepción viva e histórica de la continuidad e identidad de la Tradición» 12,

El Espíritu de Dios une el testimonio de la Iglesia con la aceptación creyente de este testimonio. Por su actuación, la identidad del testimonio transmitido con el origen en sus detalles, es abierta por la Iglesia, por eso el Espíritu Santo puede ser también definido «como la realidad subjetiva de la revelación» 13. El ha sido, ciertamente, derramado en nuestros corazones.

Así el mismo Espíritu de Dios elimina el modelo de instrucción teórica. Este modelo entiende la revelación como un proceso de mediación intelectual, al final del cual la fe abandona lejos de sí tal manera de concebir. Además se pueden rechazar tanto los «-ismos» de la Modernidad como estrechos caminos filosóficos 14

Jesucristo ocupa el punto central de la tradición eclesial, –en relación con la realidad vital de la Iglesia–, lo que significa que la celebración de la Eucaristía es «fuente y punto culminante de toda tradición eclesial [...]; en ella se hace presente, de un modo especial, la auto-entrega de Jesús realizada de una vez para siempre» 15. Desde la Eucaristía, se valoran también las otras tradiciones, que hacen presente, en signos sacramentalmente, esta única Tradición. De esta manera ayudan a la fe en el Dios, que se nos comunica y transmite, por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo. El, quien se crea en y con la Iglesia, el lugar de su cercanía permanente «con inmediatez mediada», pide de los fieles el sí a su verdad que es Dios mismo, perceptible en las «afirmaciones dogmáticas» de la Iglesia. La Tradición obliga así, a la Iglesia a no absolutizar sus propios testimonios de tradición, sino a abrirlos en su transparencia hacia Dios como mysterium stricte dictum. No tienen en cuenta ni el fundamentalismo, que fija y cosifica la fe en formas bíblicas o heredadas, ni el espiritualismo que no toma en serio la encarnación del Logos. Sin menoscabo de la unidad de la Tradición con el origen, la cual está en su presencia viva, hay que distinguir fundamentalmente la Tradición

  1. Ibd., 394.

  2. BARTH, Die kirchliche Dogmatik 1/2, 16.

  3. Cfr. M.SECKLER, M. KESSLER, Die Kritik der Offenbarung, 29-59.

  4. KASPER, Tradition als theologisches Erkenntnisprinzip, 396.

del origen; pues éste llega hasta dentro de la inconcebibilidad de Dios. «A esta inadecuación fundamental de las fórmulas de fe y de los contenidos de fe se añade la historicidad de los testimonios de la Tradición» 16. Redactados en la lengua de su tiempo, están marcados por diferentes culturas, por intereses y controversias siempre de su tiempo– y en último término, denuncia no menos los límites del autor, el influjo del pecado. –Salvo esto, la Tradición permanece «verdadera», porque se le ha prometido a la Iglesia la presencia del Espíritu. Las fórmulas obligatorias de fe son verdaderas y vinculantes en «su limitación y condicionamiento histórico» 17, la historia es parte de la fe, por tanto, de la tradición de la Iglesia. Por esto se puede decir, además, que la Tradición y la Sagrada Escritura se ordenan mutuamente. Porque la Tradición es también reflexión teológica de la experiencia de la revelación, la Escritura como norma normans non normata está juzgando esta reflexión. Por otra parte, la Escritura expresa en tal Tradición lo que es: Palabra de Dios. «De acuerdo con el concepto teológico de revelación, se puede concebir la tradición teológicamente como auto-tradición de la Palabra de Dios que continúa en el Espíritu Santo por el ministerio de la Iglesia para la salvación de todos los hombres» 18. «La Tradición» abarca, en su concepto teológico, la Sagrada Escritura; pues la Palabra de Dios es «ella misma el sujeto primordial de la historia de su testimonio, de la intelección e interpretación de la historia, de la influencia del Evangelio, [...] mientras que la Iglesia es únicamente su sujeto material» 19. Respecto a esto dice el concilio Vaticano II que Escritura y Tradición brotan de la misma fuente divina, la Palabra de Dios, pero han de distinguirse según rango y modalidad. «La Sagrada Escritura es locución de Dios» 20. Es inspirada por el Espíritu Santo y suscita al Espíritu en aquellos que oyen esta Palabra de Dios. La Iglesia se alimenta de la Sagrada Escritura en la fe y en la proclamación 21. Por el contrario, se dice de la tradición en la misma Constitución: «La Sagrada Tradición (Sacra autem Traditio) entrega la Palabra de Dios, que fue confiada por Cristo el Señor y el Espíritu Santo a los Apóstoles, transmitida incólume a sus sucesores para que bajo la guía iluminadora del Espíritu de Verdad, la conserve, la explique y la propague fielmente en su predicación» 22. La Sagrada Escritura goza de preferencia cualitativa y normativa respecto a la Tra-

  1. Ibid., 398.

  2. Ibid., con la referencia a la Declaratio circa catholicam doctrinam de ecclesia contra nonnullos errores hodiernos tuendam «Mysterium ecclesiae» del 24.XI.1973, n. 5 «De notione infallibilitatis ecclesiae non corrumpenda», en Congregatio pro doctrina fidei, documenta inde a Concilio Vaticano Secundo expleto edita (1966-1985). Ciudad del Vaticano 1985, 56s.

  3. HJ. POTTMEYER, Normen, Kriterien und Strukturen der Überlieferung, en HFTh 4 (1988), 124-152, aquí 137.

  4. Ibid.

  5. DV 9.

  6. Cfr. DV 21

  7. DV 9.

dición una de la Palabra de Dios. La tradición eclesial sigue siendo la transmisión e interpretación del testimonio apostólico. Por otra parte, el Concilio no deja tampoco duda alguna de que no se atribuye ninguna autonomía absoluta a la Sagrada Escritura frente a la tradición eclesial y al magisterio eclesiástico. Ella tiene en la Iglesia no sólo concretamente al destinatario, sino también el lugar y espacio vital, en el que ella misma ha crecido. Jesucristo, centro de la Tradición eclesial, sólo es «perceptible» en el testimonio de los Apóstoles. «El testimonio apostólico está, por eso, constitutivamente en el mismo acontecimiento Cristo. El sedimento de este testimonio apostólico, los escritos del Nuevo Testamento, participan por esta razón de la normatividad del acontecimiento Cristo» 23.

La alta escolástica desarrolló el principio válido (católico) de la Escritura «que la misma Escritura leída a la luz y bajo la dirección de la Tradición, es determinante para la interpretación de nuevo de la Tradición y puede ser leída críticamente contra tradiciones particulares» 24.

La vinculación a la Escritura es espiritual. «Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad» (2 Co 3, 17). En el Espíritu es cognoscible la actualidad de Jesús y de su mensaje del que se puede tener experiencia de un modo vivo en los «signos de los tiempos». La Tradición hace que sea viviente el sentido espiritual de la Escritura, el cual estimula, no en último término, a la unidad de los Cristianos. «El criterio de la verdadera Tradición es correlativo a la unanimidad y coincidencia con la fe de toda la Iglesia de todos los lugares y tiempos [...] Bajo este punto de vista, puede ser definida también la Tradición como la intelección eclesial de la fe» 25.

  1. KASPER, Tradition als theologisches Erkenntnisprinzip, 400.

  2. /bid., 400 n. 78 con la referencia a las afirmaciones de M. Löhrer.

  3. /bid., 402.

 

 


I

DEFINICIÓN DEL CONCEPTO

 

1. TRADICIÓN, SIGNIFICADO GENERAL


Una definición del concepto de Tradición, desde una perspectiva teológica, tiene que partir del hecho indiscutido de la historia de las religiones, es decir, de que «la Tradición es vitalmente necesaria para la vida de la religión y para su desarrollo, como recepción y transmisión del caudal de pensamientos y del modo de vivir del pasado. [...] Sobre ella descansa, en la historia de las religiones primitivas y en las de la naturaleza [...] la conservación y seguridad del estado de que se posee lo religioso en su forma y contenido»1 Con esto va unido el desarrollo del carácter universal de la praxis religiosa, que se despliega en tradiciones orales y escritas.

– Otra raíz para comprender las tradiciones (también las cristianas) es compaginarlas con el campo profano del derecho romano. El concepto «Tradición», los verbos correspondientes «tradire» es decir, «entregar», designaban aquí originalmente una acción de entrega a alguien de un objeto o de una persona, es decir, transmite. «Tradere» significa: entregar a alguien, ceder el que entrega la posesión de un objeto, hacer que se le entregue a él, o que se le pase. En griego tenían el mismo sentido paradidonai y el aoristo paradounai 2. Con esto refleja el concepto no sólo una praxis de la vida social; ya que sitúa al que actúa, que «pasa a otro» y a lo «transmitido» en un concreto contexto social e histórico.

La Tradición es además la descripción de una acción política y económica, la descripción de realizaciones comunicativo-lingüísticas, y finalmente –fundamentalmente– descripción de bienes religiosamente importantes y de convicciones que unen.

  1. J. HASENFUSS, Tradition 1. Religionsgeschichtlich, en LThK 210 (1965), 290s., aquí 290.

  2. Y. CONGAR, Tradition und Kirche, Aschaffenburg 1964,12s.

Por eso merece la pena una consideración más exacta la historia del concepto «tradición».

Ya en la antigüedad se delimitaron los elementos decisivos del concepto de tradición. En esto, junto a la designación de una acción que puede tener consecuencias sociales, económicas y políticas considerables, está también la entrega de propiedad que toca inmediatamente al individuo. «La traditio es, por así decirlo, operación corriente de las intercambios de cada día» 3. Tal entrega (transmisión) tiene también una dimensión moral. De ahí que el significado de traditio adquiera una significación más amplia. Con la transmisión de posesión va también «la herencia» de bienes y convicciones (religiosas). Ya en el uso lingüístico griego puede designar paradosis tanto el proceso de la transmisión como también lo transmitido mismo, hablando religiosamente: la (recta) doctrina. Pero como ésta no transmite contenidos abstractos sino que está también formulada por un entorno culturalmente determinado, en la tradición se transmite también esta «cultura», traditio designa un proceso de transmisión entre lo que es anterior y lo que sigue, la cultura se manifiesta como una «permanente actualización de la memoria colectiva» 4. Lo que se refleja tanto en la Filosofía como también en la escritura de la historia, pero también, no menos, en la retórica.

Toda definición del contenido de la tradición, cuyo arco vaya desde la Antigüedad hasta el presente, ha de tener en cuenta la tensión característica entre los contenidos importantes que posee este concepto desde su origen, tanto religiosos como mundanos. Por una parte, como se ha dicho, la vinculación, (y con esto la sujeción al culto) caracterizan la traditio; en esto la forma nominal paradosis/traditio respecto a las formas verbales de expresión paradidonai,/tradere) robustece la comprensión religiosa de este fondo; por otra parte tiene su correspondiente en el conocimiento del significado de la tradición mundana, que puede distinguirse de la tradición espiritual, pero no separarse. Ambos se deben a la acción divina de salvación. Con esto, el concepto de tradición está imbricado ya en la Antigüedad con condiciones religiosas. La fe encuentra en la tradición, conservada en ella, la propia continuidad; la tradición confirma su enraízamiento en el acontecimiento original de la auto-manifestación de Dios. De esta manera la referencia a la tradición se convierte en seguridad que pone un límite a las arbitrarias reducciones de la fe 5. La traditio abarca la verdad que toda traditio mundana valora. Lo que exista aquí de consuetudo es desenmascarado en su necesidad de corrección –si es que es errónea–.

3. S. WIEDENHOFER, Tradition, en O. BRUNNER y otros (Edit.), Geschichtliche Grundbegriffe, Stuttgart 1972-90, vol., 6 (1990), 607-650, aquí 609.
4.Ibid.
5. Cfr. en general W. BEINERT, Häresie. III. Systematisch-theologisch, en LThK3, 4 (1995),1191 s.

Con esto alcanza la historia en el contexto de la tradición como dimensión una función normativa. «Por la historicidad específica de la experiencia fundamental de la fe judeo-cristiana, tuvo que pasar al primer plano inevitablemente la cuestión de la tradición. Desde el fines del siglo II d.C., el concepto de Tradición se convierte en un concepto fundamental de la Teología cristiana; esta preponderancia en el uso lingüístico teológico permanece hasta los comienzos de la modernidad» 6. Ya en la comunidad primitiva apostólica se perciben tradiciones en las que se conserva la tradición en determinados usos, como prueba y presencia de la experiencia del origen históricamente fundado. Y esta herencia es vinculante para la Iglesia posterior. Esto lo testimonia, con especial relieve, el presbítero y monje Vicente de Lérins (t a. 450): En su famoso Commonitorium del ano 434 se encuentra la frase muy citada: «In ipsa item catholica ecclesia magnoper curandum est, ut id teneamus, quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est; hoc est etenim vere propioque catholicum» (c. 2, 5). En el fondo se encuentra aquí la lucha en tomo a la doctrina de la gracia y de la predestinación de san Agustín 7. Vicente sigue a este ciertamente en la Cristología —aquí es él con Agustín decidido antinestoriano—, pero no en la doctrina de la gracia. En oposición a Agustín, quien pone el énfasis en la necesidad general de la gracia y, con esto, su preeminencia en el proceso de salvación, pasa al primer plano en Vicente la voluntad humana, en cuanto que la intervención de Dios presupone la iniciativa del hombre 8.

El peso de la Tradición, en lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, lo fudamenta Vicente en que hasta hoy es interpretada de un modo distinto por doctrinas erróneas. Por eso tiene necesidad de claras normas eclesiales, para poder enfrentarse a tales adulteraciones de la verdad. La traditio de la Iglesia adquiere en esto importancia decisiva, y no sólo como protectora de la verdad. Más bien, se pueden derivar de ella también concretos criterios de decisión en cuestiones discutidas de la fe, ya que conserva, junto a la Sagrada Escritura, también la tradición oral de los Apóstoles. Con esto la Escritura y la tradición apostólica están prescritos juntos como norma teológica. Ésta designa desde ahora también el camino de las explicaciones y decisiones intraeclesiásticas, cuando fracasa el intento de lograr un consentimiento entre las Iglesias en una cuestión discutida de fe. Pero donde la tradición tampoco se ofrece una imagen unitaria, allí «hay que permanecer en el consentimiento de los sujetos autorizados de la Tradición (de los Concilios, en primer lugar, luego también de los Padres y maestros)» 9. Por tanto, a las otras palabras de la expresa manifestación de

  1. WIEDENHOFER, Tradition, 608.

  2. Ibid.

  3. Cfr. M. FLICK, Semipeliagianismus, en LThK 2 9 (1964), 650-652.

  4. Cfr. WIEDENHOFER, Tradition, 616.

la fe, ha de acompañar una consulta a los magistri probabiles, que, en consonancia con la fides catholica, están en comunión con toda la Iglesia. La Tradición puede adquirir, en esto, una importante «plenitud», porque el depósito de la fe transmitido (inmutable y también conocido como tal) es concebido más profundamente allí y, por tanto, hay que expresarlo en las palabras con más precisión. Como caracterización de un tal progreso dogmático utiliza Vicente «la imagen del autodesarrollo del organismo humano o de las plantas desde el diseño germinal hasta la figura plena» 10. Con esto, el concepto usual de traditio, se ha ensanchado en primer lugar y se ha formado en consonancia con la historia. La literatura y el arte, han preparado un desplazamiento de contenido en el concepto teológico de tradición.


2. EL HORIZONTE TEOLÓGICO
DE INTELECCIÓN

Es algo característico, tanto del Judaísmo (en el Talmud) como del Cristianismo, que junto a la Tradición escrita se dé una tradición oral, que, por tanto, se usa la memoria «prácticamente» 11. Esto es constitutivo de la tradición en el Cristianismo primitivo, ya que en la predicación se actualiza siempre de nuevo el acontecimiento de la revelación, que se fundamenta a sí mismo como suceso único de la tradición kerygmática de la Iglesia 12. En esto hay que tener en cuenta con más precisión tres pasos: la fundación de la comunidad por Jesús (con el resumen de su doctrina), la comunidad post-pascual (con la propia tradición, que nos llega en la fuente de los logions) y, finalmente, el Catolicismo primitivo que se configura, ante todo, en las confrontaciones con las corrientes heréticas (el Evangelio de Mateo entre otros). En todo esto la Iglesia tiene conciencia de su historicidad, y la Tradición tiene ahora la tarea «en el proceso histórico de "identificación" de la Iglesia, de mantener permanentemente su identidad esencial» 13. Pablo testimonia también esto vigorosamente (1 Co 15, 1-5; Ga 1, 2). El Apóstol no sabe de oposición alguna entre Evangelio (kerygma) y Tradición. –Las cartas pastorales añaden todavía la unión de Tradición y successio apostolica, que se da por la imposición de las manos y la paratheke. Los escritos lucanos, las cartas de Pedro y la carta de Judas dan a conocer igualmente el devenir de la Tradición, además las cartas de Juan (cfr. 2 Jn 9) subrayan la importancia de los testigos oculares y auditivos. Estos son los portadores de la Tradición, que se oponen a las innovaciones insubordinadas y garantizan así a la vez la continuidad de la predicación

  1. K. BAUS, Wnzens u Urins, en LThK 2, 10 (1965), 800s., aquí 800.

  2. Cfr. HASENFUSS, Tradition, 290s.

  3. Cfr. sobre esto F. MUSSNER, Tradition, II. In der Schrift, en LThK 210 (1965), 291-293 Bibl.

  4. Ibid., 291.

«desde el comienzo». En los escritos joánicos se tiene en cuenta en esto la acción del Espíritu de Dios. Como «Espíritu de la verdad» él es «el que mantiene a la Iglesia en su verdad por medio del Señor exaltado» 14

Esta concepción de Tradición será retomada y desarrollada de un modo diferenciado en el tiempo siguiente. La primera carta de Clemente, nutriéndose ampliamente de la Teología del Antiguo Testamento, pone de relieve la necesidad de la successio apostolica y apelando, por cierto, a Is 60, 17. En efecto, él fija esta continuidad en la «continuación del oficio» no en una concepción «dogmática» de Tradición. El considera también a ésta como la regula traditionis (ho kanón tes paradóseos) con el fin de conservar una «predicación correcta». Mientras ésta, como subraya la Didache, no vaya más allá de «lo que hasta ahora se ha comunicado» 15, está garantizada la unidad de la fe.

Porque la Tradición fue para los Padres un bien sobremanera precioso, se vieron obligados a subrayar la dimensión histórica de la traditio para conservar la fe de acuerdo con la tradición apostólica y a impulsar la fijación del Credo, universalmente obligatorio. Hasta el siglo V, las intensas disputas, concretamente en tomo a la Cristología y a la doctrina de la Trinidad, situaron en el horizonte no sólo la historicidad y, con esto, también la figura históricamente condicionada de los respectivos Credos actuales, sino el probar también la necesidad de una regula fidei común. El Concilio Ecuménico, creado como algo nuevo como institución de la Iglesia, acentúa y garantiza, desde ahora, la autoridad de la constitucionalidad de aquella figura de la fe que, con el ropaje nuevo lingüístico del Credo, conserva la unidad de la Iglesia en la confesión. Con esto, crece, no sólo una mayor responsabilidad de los representantes de la Tradición eclesial; sino que precisamente la conservación de la tradición obliga a ejercer el magisterio apostólico.

La significación fundamental de la Tradición para la Iglesia, aparece prácticamente en el culto, que distingue, sobre todo, los domingos y fiestas. Ahí no sólo tiene su puesto central la lectura de la Biblia, cuya interpretación en la predicación y la presidencia de la celebración eucarística son definidos por el poder espiritual del Ordo, el cual –como guardián protector de la Tradición en su realización vital en la comunidad– se convierte cada vez más en representante de la «Iglesia». La Teología encuentra simultáneamente, por medio de la Tradición, su puesto original más propio; es obligada, por la herencia de la Tradición, a aportar simultáneamente, en la transmisión de los contenidos de los Credos cristianos, una explicación que profundice en las veritates fidei, conocidas y conservadas a la luz de nuevas profundizaciones. De esta manera, «sin eliminar de la fe cristia-

  1. Ibid., 292.

  2. E. DINKLER, Tradition, V. In! Urchristentum, en RGC 3 6 (1986), 970-974, aquí 973.

na el concepto de obligatoriedad de la apostolicidad y de su unión con el origen, [...] se.convierte cada vez más en norma de la fe, en la comunidad de fe» 16. La confesión de fe es conservada y anunciada como obligatoria por medio de la Iglesia como autoridad espiritual, que fijó en el Credo Niceno-constantinopolitano el producto de la Tradición, como algo eclesialmente cualificado.

Separada del Credo eclesial, de las celebraciones sacramentales del culto y de relaciones bíblico-teológicas, la «tradición» es también un concepto importante en la vida profana de cada día. Porque en el ámbito jurídico ello indica, en el sentido más general, la transmisión de un bien propio, una acción conforme a una tradición segura impone que se recurra a una distinción entre el uso propio del ordenamiento jurídico tradicional, aquello que, a través de nuevos actos jurídicos, se añade o se integra a aquél existente. Ya en el siglo XI se instituye aquella confrontación profunda, la cual como signo de la modernidad opone la «Tradición», como depósito del derecho heredado y la «razón», como dimensión nueva normativa, que tiene su fundamento en el conocimiento autónomo de la verdad racional 17.

También, la traditio alcanza una profundización digna de consideración en el horizonte teológico de intelección. Como tradición de la fe apostólica, transmitida en el anuncio eclesial, la preserva de que se ignore la revelación divina como «dogma humano». Detrás de la traditio eclesiástica, así lo exponen, se encuentra la traditio divina, de manera que la Tradición apostólica debe ser responsable, no (en primer término) ante el forum de la razón humana, sino ante el acontecimiento de la divina auto-revelación. El giro teológico de la escolástica primitiva a la alta escolástica, agrava la perspectiva por la nueva valoración de la posición eclesiástica del derecho en este tiempo. Si se pudiesen reunir hasta este momento también puras costumbres (eclesiásticas), que se hubiesen formado en las iglesias particulares, con la traditio, la reflexión sobre la plena potestas de la Iglesia, presente en ella con la potestas del Papa, llevaría a la visión de que el origen normativo presente en este tiempo y por eso, sólo éste, es actualmente normativo. Pero con esto surge la pregunta sobre quién posee la autoridad suprema: la Iglesia, respectivamente el Papa o la Sagrada Escritura. La pugna por una respuesta esclarecedora general, que exigieron los reformadores con especial energía 18, acompaña el camino de la reflexión teológica más allá del concilio de Trento hasta el Vaticano II.

  1. WIEDENHOFER, Tradition, 617.

  2. Cfr. Ibid., 619s.

  3. Cfr. respecto a esto [bid., 624-626.